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La palabra vulgares
Cómo se escribe

la palabra vulgares

La palabra Vulgares ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece vulgares.

Estadisticas de la palabra vulgares

Vulgares es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 17901 según la RAE.

Vulgares aparece de media 3.56 veces en cada libro en castellano.

Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la vulgares en las obras de referencia de la RAE contandose 541 apariciones .

Errores Ortográficos típicos con la palabra Vulgares

Cómo se escribe vulgares o vulgarres?
Cómo se escribe vulgares o vulgarez?
Cómo se escribe vulgares o bulgares?
Cómo se escribe vulgares o vuljares?

Más información sobre la palabra Vulgares en internet

Vulgares en la RAE.
Vulgares en Word Reference.
Vulgares en la wikipedia.
Sinonimos de Vulgares.


El Español es una gran familia

Algunas Frases de libros en las que aparece vulgares

La palabra vulgares puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 734
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El jesuita contemplaba las viñas con el éxtasis de un hombre acostumbrado a vivir dentro de vulgares edificios, sin ver más que de tarde en tarde la grandiosidad de la naturaleza. Hacía preguntas al capataz sobre el cultivo de las viñas, alabando el aspecto de las de Dupont, y el señor Fermín, halagado en su orgullo de cultivador, se decía que aquellos jesuitas no eran tan despreciables como los consideraba su amigo don Fernando. ...

En la línea 5060
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Athos se recogió y, a medida que se recogía, D'Artagnan lo veía palidecer; estaba en ese período de la embriaguez en que los bebedo res vulgares caen y duermen. ...

En la línea 545
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... , y pronunció los nombres de seis o siete soberanos con variantes en las vocales, en sentir del lugareño, que siguiendo corrupciones vulgares, decía ue en vez de oi y otros adefesios. ...

En la línea 587
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Aunque era don Cayetano canónigo y tenía nada menos que la dignidad de arcipreste, que le valía el honor de sentarse en el coro a la derecha del Obispo, considerábase él digno de respeto y aun de admiración no por estos vulgares títulos, ni por la cruz que le hacía ilustrísimo, sino por el don inapreciable de poeta bucólico y epigramático. ...

En la línea 1478
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Aquella sumisión exterior, aquel sacrificio de la vida ordinaria, de las relaciones vulgares a las preocupaciones y a las injusticias del mundo no eran hipocresía en Anita, no eran la careta del orgullo; pero no podía juzgarse por tales apariencias de lo que pasaba dentro de ella. ...

En la línea 2034
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Aquello era una cosa hombruna, un vicio de hombres vulgares, plebeyos. ...

En la línea 489
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Creyendo conocerlo en su justo valor, dejaba sin eco las burlas de muchos que acudían a sus fiestas y tomaban asiento a su mesa, para ridiculizar luego su fervorosa actividad literaria. Guardaba, con las páginas sin cortar, todos los libros impresos en grueso papel que le había regalado Enciso, con pomposas dedicatorias, llamándole eminentísimo poeta. No le interesaba conocer por segunda vez particularidades del Renacimiento italiano leídas en su adolescencia; pero declaraba sinceramente a este diplomático gratuito, ansioso de honores, una excelente persona, amable, tolerante, con afición al estudio y gran respeto a la inteligencia ajena, condiciones que lo colocaban por encima de la mayor parte de sus amigos y parásitos, vulgares de gustos, cobardes ante la novedad, con un pensamiento rutinario. ...

En la línea 567
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Sentía la influencia espiritual de Roma, la presión de un ambiente que hace amar la antigüedad hasta a los seres de gustos más vulgares, con Inesperado romanticismo. ...

En la línea 582
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Los que se dedicaban al placer habían hecho voto de morir jóvenes. Nunca se conoció mayor desprecio por la vida ajena. El que tenia un enemigo .lo asesinaba por sí mismo o valiéndose del auxilio de un mercenario Los grandes mantenían un alquimista de cámara para que les preparase nuevos venenos. La liviandad de esposas e hijas daba origen a terribles venganzas. En la Roma de entonces, raro era el amanecer que no se encontraban en las calles varios cadáveres; pero esto no impedía las arriesgadas aventuras de la noche siguiente. Además, según decían los humanistas, «los favoritos de los dioses deben morir jóvenes», y únicamente los burgueses, vulgares y tímidos, podían aspirar a una monótona vejez. ...

En la línea 1110
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... ¿Qué tenían que decir contra la señora de Pineda?… Todo envidia, desesperación por no poder Igualarse con una mujer superior. A ella era lícito vivir más allá de la moral corriente, al margen de las preocupaciones vulgares, con un derecho que las .demás no conseguirían nunca. Su moral era la moral de las diosas de la antigüedad. Podía hacerlo todo; para eso había nacido más hermosa y más inteligente que las otras mujeres. Las que la criticaban no pertenecían a su misma especie. Sus palabras malignas las comparaba al croar de las ranas frente a una majestuosa estatua de Venus erguida en la orilla de un estanque. ¿Qué sabían ellas de la verdadera belleza y del amor?… ...

En la línea 5127
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Dos o tres horas después de esto, Fortunata entraba en la botica. El farmacéutico observó pintada en su semblante la consternación. Sin duda tenía una pena grande, grande, horrible, de esas que no pueden expresarse sino con la imagen retórica de una espada traspasando el pecho. «Amiga mía—le dijo Ballester—, no tema usted que la mortifique con consuelos vulgares. Usted padece hoy, y no es cosa de poco más o menos, sino alguna tribulación muy gorda lo que usted tiene dentro. No, ni me lo niegue. Su cara de usted es para mí un libro, el más hermoso de los libros. Leo en él todo lo que a usted le pasa. No valen evasivas. Ni pretendo que me confíe sus penitas, hasta que no se convenza de que el médico llamado a curárselas soy yo». ...

En la línea 5244
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Que a ella y a mí se nos han revelado… los misterios inefables, digo… nos llevan a un éxtasis delicioso, de que no pueden participar las personas vulgares. ...

En la línea 5471
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Pues pensando en su sobrina, vino a sentar ciertas bases que discutió consigo misma, dándolas al fin por indestructibles, a saber: que aquello no tenía remedio, que la deshonra era inevitable, si bien no recaía sobre doña Lupe, pues a todo el mundo constaba que ella no alentó ni favoreció jamás los desvaríos de Fortunata. Esto lo sabían hasta los perros de la calle. Por consiguiente, bien podía la señora estar tranquila sobre este particular. Segundo punto: Fortunata sería todo lo mala que se quisiera suponer; pero había pertenecido a la familia, y la persona más importante de esta no podía menos de echar una mirada a la descarriada joven para enterarse de sus pasos, y tratar de impedir que arrojase sobre el claro apellido de Rubín ignominias mayores. Presentábase un problema grave, cuya solución no estaba al alcance de los entendimientos vulgares. Aquel pequeñuelo que iba a presentarse en el mundo era, por ley de la naturaleza, sucesor de los Santa Cruz, único heredero directo de poderosa y acaudalada familia. Verdad que por la ley escrita, el tal nene era un Rubín; pero la fuerza de la sangre y las circunstancias habían de sobreponerse a las ficciones de la ley, y si el señorito de Santa Cruz no se apresuraba a portarse como padre efectivo, buscando medio de transmitir a su heredero parte del bienestar opulento de que él disfrutaba, era preciso darle el título de monstruo. ...

En la línea 1188
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¡Calla! –le interrumpió el rey imperiosamente–. ¿Qué significan tus pobres dominios, tus vulgares intereses, al lado de cosas que conciernen al bienestar de la nación y a la integridad de un trono? –y añadió con voz más dulce, como si se arrepintiera de su rudeza–: Obedece y no temas, que yo enderezaré tu entuerto y te restableceré en todo. Sí, en más que en todo. Yo lo recordaré. ...

En la línea 657
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Cuando me vi en mi cuartito y recé mis oraciones, no olvidé la recomendación de Joe, pero, sin embargo, mi mente infantil se hallaba en un estado tal de intranquilidad y de desagradecimiento, que aun después de mucho rato de estar echado pensé en cuán ordinario hallaría Estella a Joe, que no era más que un pobre herrero, y cuán gruesas y bastas le parecerían sus manos y las suelas de sus botas. Pensé, entonces, en que Joe y mi hermana estaban sentados en la cocina en aquel mismo momento, y también en que tanto la señorita Havisham como Estella no se habrían sentado nunca en la cocina, porque estaban muy por encima del nivel de estas vidas tan vulgares. Me quedé dormido recordando lo que yo solía hacer cuando estaba en casa de la señorita Havisham, como si hubiese permanecido allí durante semanas y meses, en vez de algunas horas, y cual si fuese asunto muy antiguo, en vez de haber ocurrido aquel mismo día. ...


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