La palabra Glorioso ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece glorioso.
Estadisticas de la palabra glorioso
Glorioso es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 15705 según la RAE.
Glorioso aparece de media 4.26 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la glorioso en las obras de referencia de la RAE contandose 648 apariciones .
Errores Ortográficos típicos con la palabra Glorioso
Cómo se escribe glorioso o glorrioso?
Cómo se escribe glorioso o gloriozo?
Cómo se escribe glorioso o jlorioso?
Más información sobre la palabra Glorioso en internet
Glorioso en la RAE.
Glorioso en Word Reference.
Glorioso en la wikipedia.
Sinonimos de Glorioso.

la Ortografía es divertida
Algunas Frases de libros en las que aparece glorioso
La palabra glorioso puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 733
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Ahora la veleta de su fervor apuntaba del lado de la Compañía, y no sabía ir a parte alguna sin el Padre Urizábal, un vasco, compatriota del glorioso San Ignacio, méritos que bastaban para que Dupont se hiciese lenguas de él. ...
En la línea 1587
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Un gran cuadro de talla dorada, adornado con la cabeza de San Pedro, y los escudos pontificales, contenía el diploma más glorioso de la casa, el Breve concediendo la bendición papal en la hora de la muerte a todos los Dupont, hasta la cuarta generación. Luego, en otros cuadros no menos deslumbrantes, mostrábanse todas las distinciones concedidas a don Pablo, tan honoríficas como santas; pergaminos con grandes sellos e inscripciones rojas, azules o negras; títulos de comendador de la orden de San Gregorio, de la de _Pro ecclesiæ et Pontifice_, y de la Piana; diplomas de caballero Hospitalario de San Juan y del Santo Sepulcro. Las cartas que acreditaban las cruces de Carlos III y de Isabel la Católica, concedidas por las regias personas después de sus visitas a la bodega de los Dupont, ocupaban las paredes más oscuras, encuadradas en marcos menos vistosos, con la modestia que el poder civil debe mostrar ante la representación de Dios; cediendo el sitio, como avergonzadas, a todos los títulos honoríficos inventados por la Iglesia, que habían llovido sobre don Pablo, sin que faltase uno. ...
En la línea 1589
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pero el hijo de doña Elvira rehusaba obstinadamente esta distinción. ¡La Iglesia por encima de todo!... pero la nobleza histórica también era obra de Dios. Y, orgulloso de la estirpe materna, sonreía irónicamente al hablar de la nobleza papal, despreciando a los industriales y los ricos improvisados que se pavoneaban con sus títulos de Roma. Se proponía solicitar para él, más adelante, aquel marquesado rancio y glorioso de San Dionisio que estaba sin sucesión desde la muerte de su famoso tío Torreroel. ...
En la línea 2600
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¿Me juráis vos, por mi padre, que el se ñor Athos estaba con vos durante el suceso y que no ha tomado parte en él?-Por vuestro glorioso padre y por vos mismo, que sois lo que yo amo y venero más e n el mundo, ¡lo juro!-¿Queréis reflexionar, sire? -dijo el cardenal-. ...
En la línea 4358
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Pero como el señor Porthos es un hombre muy glorioso, excepto para la duquesa, a la que él había creído interesar haciéndole el relato de su aventura, no quiere confesar a nadie que es una estoca da lo que ha recibido. ...
En la línea 4480
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... En consecuencia, había fingido creer todo lo que le había contado el glorioso mosquetero, convencido de que no hay amis tad que soporte un secreto sorprendido, sobre todo cuando este secreto afecta al orgullo; además, siempre se tiene cierta superioridad moral sobre aquellos cuya vida se sabe. ...
En la línea 6342
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -¿Veis este anillo? -dijo el gascón glorioso por exponer a las miradas de sus amigos un presente tan rico. ...
En la línea 2079
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... —¡Eh! _Don Jorge_—gritó Baltasarito, viniendo hacia mí con una taza de café—, hágame usted el obsequio de beber por este suceso glorioso. ...
En la línea 3560
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... ¿De qué aprovechan la solemne música, los nobles cánticos, el incienso de suave olor? ¿De qué aprovecha arrodillarse ante aquel altar mayor, todo de plata, coronado por una estatua con sombrero de plata y armadura, emblema de un hombre que, si bien apóstol y confesor, fué todo lo más un servidor inútil? ¿De qué aprovecha esperar la remisión de los pecados confiando en los méritos de quien no poseía ninguno, o rendir homenaje a otros que nacieron y se criaron en pecado, y que sólo por el ejercicio de una ardiente fe, otorgada desde lo alto, podían esperar librarse de la cólera del Omnipotente? Alzaos de hinojos, hijos de Compostela, y si os prosternáis sea sólo ante el Altísimo, ni volváis a dirigir a vuestro patrono, en la víspera de su fiesta, este himno, por sublime que parezca: ¡Oh tú, escudo de la fe que en España profesamos, azote del enemigo que se atreviera a retarnos, tú, a quien el hijo de Dios, de los elementos amo, llamárate hijo del trueno, oh tú, inmortal Santiago! Desde ese asilo bendito, glorioso y sacrosanto dispénsanos tus mercedes y tu favor soberano; escucha nuestras plegarias, que con fervoroso labio ofrecémoste rendidos, poderoso Santiago. ...
En la línea 6720
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Trazad sus hazañas en Francia, dos veces subyugada; y seguidlos hasta España, donde vibrando las ballestas y empuñando el hacha de armas, dejaron tras sí un nombre glorioso en Inglés Mendi, nombre que ha de durar hasta que el fuego consuma los montes cántabros. ...
En la línea 8953
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Allí estaban cubiertos de glorioso polvo sobre la mesa del despacho diabólicos artefactos de acero y madera, esperando en posturas interinas a que don Víctor emprendiese el estudio serio de las matemáticas, de todas las matemáticas, que tenía aplazado por culpa de la compañía dramática de Perales. ...
En la línea 10118
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Nunca se le olvidaría a don Álvaro un combate de amor que duró tres noches, y fue más glorioso para la vencida que para el vencedor. ...
En la línea 1446
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... De vida aventurera, ansioso de abrirse paso en medio de la general indiferencia, sin sentir los trastornos que causa la atracción de la mujer, con una tranquila asexualidad que le permitía ser dueño de sus acciones, y acusándole algunos injustamente de afición al vicio griego, Leonardo de Vinci sentíase deslumbrado por este capitán glorioso que acababa de surgir cómo un astro de rápida trayectoria. ...
En la línea 603
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Ya le he dicho que me llamo Ra-Ra, pero este nombre significa muy poco para el que no conozca la historia de nuestro país. El generalísimo Ra-Ra fue el más importante de los caudillos del emperador Eulame. A el debió este sus mayores victorias. El generalísimo Ra-Ra fue mi abuelo. Cuando las mujeres hicieron lo que ellas llaman la Verdadera Revolución, mi glorioso ascendiente, a pesar de su vejez y de su historia heroica, fue desterrado a una isla desierta, cerca de la gran barrera de rocas y espumas, creada por los dioses, que nadie se atreve a pasar. Allí murió al poco tiempo. ...
En la línea 701
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Jamás había experimentado un orgullo profesional ni una satisfacción de amor propio comparables a los de este momento. Todos los que admiraban sus versos, incluso el glorioso Golbasto, tenían voces iguales a las de los otros humanos, y sus elogios eran siempre idénticos. Pero oírse alabar ahora por este trueno que venía de lo alto y que en el caso de ponerse el gigante de pie podía resonar hasta por encima de las nubes, representaba para Momaren una glorificación casi divina. ...
En la línea 862
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Había que aprovechar una conmemoración histórica, porque en tal fecha la mayor parte del vecindario abandonaba sus viviendas para visitar cierto templo de las inmediaciones. Era el glorioso aniversario de la invención de los rayos negros, considerada como el origen de la Verdadera Revolución. Todos en dicho día querían ver la casita y el laboratorio donde la benemérita sabia había hecho su descubrimiento: modestos edificios cubiertos ahora por la techumbre de un templo majestuoso, en torno del cual se extendían vastísimos jardines. ...
En la línea 916
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Aquella tarde, Golbasto, el gran poeta nacional, había salido de su casa apenas noto que las calles empezaban a quedar solitarias. El glorioso cantor solo gustaba de las muchedumbres cuando se reunían para aclamarle y escuchar sus versos. Fuera de estos momentos, encontraba al pueblo estúpido, maloliente y peligroso. ...
En la línea 933
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La vanidad de Platón cayó de golpe cuando más se remontaba, y no encontrando aplicación adecuada a su personalidad, se estrelló en la conciencia de su estolidez. «Yo… para tirar de un carromato—pensó—. Después dejó caer la varonil y gallarda cabeza sobre el pecho y estuvo meditando un rato sobre el por qué de su perra suerte. Ido permaneció completamente insensible a la lisonja que le soltara su amigo, y tenía la imaginación sumergida en sombrío lago de tristezas, dudas, temores y desconfianzas. A Izquierdo le roía el pesimismo. La carga de la bebida en su estómago no tuvo poca parte en aquel desaliento horrible, durante el cual vio desfilar ante su mente los treinta años de fracasos que formaban su historia activa… Lo más singular fue que en su tristeza sentía una dulce voz silbándole en el oído: «Tú sirves para algo… no te amontones… ». Mas no se convencía, no. «Al que me dijera —pensaba—, cuál es la judía cosa pa que sirve este piazo de hombre, le querría, si es caso, más que a mi padre». Aquel desventurado era como otros muchos seres que se pasan la mayor parte de la vida fuera de su sitio, rodando, rodando, sin llegar a fijarse en la casilla que su destino les ha marcado. Algunos se mueren y no llegan nunca; Izquierdo debía llegar, a los cincuenta y un años, al puesto que la Providencia le asignara en el mundo, y que bien podríamos llamar glorioso. Un año después de lo que ahora se narra estaba ya aquel planeta errante, puedo dar fe de ello, en su sitio cósmico. Platón descubrió al fin la ley de su sino, aquello para que exclusiva y solutamente servía. Y tuvo sosiego y pan, fue útil y desempeñó un gran papel, y hasta se hizo célebre y se lo disputaban y le traían en palmitas. No hay ser humano, por despreciable que parezca, que no pueda ser eminencia en algo, y aquel buscón sin suerte, después de medio siglo de equivocaciones, ha venido a ser, por su hermosísimo talante, el gran modelo de la pintura histórica contemporánea. Hay que ver la nobleza y arrogancia de su figura cuando me lo encasquetan una armadura fina, o ropillas y balandranes de raso, y me lo ponen haciendo el duque de Gandía, al sentir la corazonada de hacerse santo, o el marqués de Bedmar ante el Consejo de Venecia, o Juan de Lanuza en el patíbulo, o el gran Alba poniéndoles las peras a cuarto a los flamencos. Lo más peregrino es que aquella caballería, toda ignorancia y rudeza, tenía un notable instinto de la postura, sentía hondamente la facha del personaje, y sabía traducirla con el gesto y la expresión de su admirable rostro. ...
En la línea 4714
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Querida mía (rechazándola con dulzura y tomando un tonillo enfático), si en este via crucis de trabajos y persecuciones que me espera; si en el camino doloroso y glorioso de este apostolado, no me quieres acompañar tú, lo sentiré por ti más que por mí; pero tú al fin vendrás. ¿Cómo no, si eres pecadora, y para los pecadores, para su redención y para su salvación es para lo que yo pienso lo que pienso y propongo lo que propongo? ...

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