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La palabra verdugo
Cómo se escribe

la palabra verdugo

La palabra Verdugo ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece verdugo.

Estadisticas de la palabra verdugo

Verdugo es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 11650 según la RAE.

Verdugo aparece de media 6.39 veces en cada libro en castellano.

Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la verdugo en las obras de referencia de la RAE contandose 971 apariciones .

Errores Ortográficos típicos con la palabra Verdugo

Cómo se escribe verdugo o verrdugo?
Cómo se escribe verdugo o berdugo?
Cómo se escribe verdugo o verdujo?

Más información sobre la palabra Verdugo en internet

Verdugo en la RAE.
Verdugo en Word Reference.
Verdugo en la wikipedia.
Sinonimos de Verdugo.

Algunas Frases de libros en las que aparece verdugo

La palabra verdugo puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 604
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --¡Caya, malange! Tampoco dengún gitano es carselero ni verdugo... Anda, bobo: echa otra. ...

En la línea 2741
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... El canciller hizo una profunda reverencia, luego, con la intención bien patente de no retroceder un ápice en el cumplimiento de la comi sión que se le había encargado y como hubiera podido hacerlo un ayu dante de verdugo en la cámara de torturas, se acercó a Ana de Austria, de cuyos ojos se vieron en el mismo instante brotar lágrimas de rabia. ...

En la línea 3896
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... El señor Bonacieux, que ignoraba que D'Artagnan ha bía oído su conversación con el desconocido de Meung, contó a su joven inquilino las persecuciones de aquel monstruo del señor de Laffe mas, a quien no cesó de calificar durante todo su relato de verdugo del cardenal, y se extendió largamente sobre la Bastilla, los cerrojos, los postigos, los tragaluces, las rejas y los instrumentos de tortura. ...

En la línea 4588
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Esa tesis roza la herejía; hay una proposición casi semejante en el Augustinusdelheresiarca Janse nius, cuyo libro antes o después será quemado por manos del verdugo. ...

En la línea 4879
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Pero, verdugo, ¿acabarás? -dijo D'Artagnan -. ...

En la línea 1961
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Mi padre era el verdugo de Lucerna; cuando se murió, embargaron su cadáver para pagar sus deudas. ...

En la línea 2849
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... En esa casa se educaron muchos de aquellos sacerdotes medio extranjeros, pálidos, sonrientes, que a hurtadillas recorrían en todas direcciones la verde Inglaterra; ocultos en misteriosos albergues, en el seno de los bosques, soplaban sobre el moribundo rescoldo del papismo, sin otra esperanza y acaso sin otro deseo que el de perecer descuartizados por las sangrientas manos del verdugo, entre el griterío de una plebe tan fanática como ellos; sacerdotes como Bedingfield y Garnet, y tantos otros cuyo nombre se ha incorporado a las gestas de su país. ...

En la línea 2603
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Torno a decir que la sospecha que tengo que algún descuido mío engendró en ti tan desvariados pensamientos es la que más me fatiga, y la que yo más deseo castigar con mis propias manos, porque, castigándome otro verdugo, quizá sería más pública mi culpa; pero, antes que esto haga, quiero matar muriendo, y llevar conmigo quien me acabe de satisfacer el deseo de la venganza que espero y tengo, viendo allá, dondequiera que fuere, la pena que da la justicia desinteresada y que no se dobla al que en términos tan desesperados me ha puesto. ...

En la línea 3300
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Parecióle a Maritornes que sin duda don Quijote daría la mano que le habían pedido, y, proponiendo en su pensamiento lo que había de hacer, se bajó del agujero y se fue a la caballeriza, donde tomó el cabestro del jumento de Sancho Panza, y con mucha presteza se volvió a su agujero, a tiempo que don Quijote se había puesto de pies sobre la silla de Rocinante, por alcanzar a la ventana enrejada, donde se imaginaba estar la ferida doncella; y, al darle la mano, dijo: -Tomad, señora, esa mano, o, por mejor decir, ese verdugo de los malhechores del mundo; tomad esa mano, digo, a quien no ha tocado otra de mujer alguna, ni aun la de aquella que tiene entera posesión de todo mi cuerpo. ...

En la línea 6245
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y vuelvo a decir que se me vaya, Pedro Recio, de aquí; si no, tomaré esta silla donde estoy sentado y se la estrellaré en la cabeza; y pídanmelo en residencia, que yo me descargaré con decir que hice servicio a Dios en matar a un mal médico, verdugo de la república. ...

En la línea 6384
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Lo que se ha de hacer es esto -respondió Sancho-: vos, ganancioso, bueno, o malo, o indiferente, dad luego a este vuestro acuchillador cien reales, y más, habéis de desembolsar treinta para los pobres de la cárcel; y vos, que no tenéis oficio ni beneficio y andáis de nones en esta ínsula, tomad luego esos cien reales, y mañana en todo el día salid desta ínsula desterrado por diez años, so pena, si lo quebrantáredes, los cumpláis en la otra vida, colgándoos yo de una picota, o, a lo menos, el verdugo por mi mandado; y ninguno me replique, que le asentaré la mano. ...

En la línea 1782
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «Pero, tontín, si no es por él, no hubiéramos tenido con qué enterrarle» dijo Fortunata saliendo a la defensa de su propio verdugo. ...

En la línea 2927
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... De la oprimida garganta del desdichado joven salía un gemido, estertor de asfixia. Sus ojos reventones se clavaban en su verdugo con un centelleo eléctrico de ojos de gato rabioso y moribundo. La única defensa del que estaba debajo era clavar sus uñas, afilándolas con el pensamiento, en los brazos, en las piernas, en todo lo que alcanzaba del vencedor; y logrando alzarse un poco con nervioso coraje, trató de hacerle molinete para derribarle. Derribados los dos, lucharían quizás más proporcionadamente. ¡Pobre razón aplastada por la soberbia! ¿Dónde está la justicia? ¿dónde está la vindicta del débil? En ninguna parte. ...

En la línea 5580
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «Se parece a tu verdugo. Lo malo no perece nunca. La maldad engendra y los buenos se aniquilan en la esterilidad». ...

En la línea 5596
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Es preciso que lo sepas—volvió a decir Maxi con cierta frialdad implacable, propia del hombre acostumbrado al asesinato—. Tu verdugo no se acuerda ya de ti para nada, y ahora tiene amores con otra mujer. ...

En la línea 1278
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Aquel mismo día entraron varios presos para pasar la noche; eran conducidos, con su custodia, a diversos lugares del reino para cumplir el castigo de crímenes cometídos. El rey habló con ellos, pues desde el principio se había propuesto enterarse y aprender para su regio oficio, interrogando a los presos cada vez que se le presentaba una oportunidad. La relación de sus desgracias desgarró el corazón del niño. Había allí una pobre mujer, medio demente, que, en castigo por haber robado una o dos varas de paño a un tejedor, iba a ser ahorcada. Un hombre, acusado de robar un caballo, dijo a Eduardo que la prueba había sido negativa y ya se imaginaba estar libre del verdugo; pero no. Apenas estuvo en la calle, cuando fue preso otra vez por haber matado un ciervo en el parque del rey. Se le probó el hecho, y estaba condenado a galeras. Había también un aprendiz de comerciante cuyo caso afectó en lo vivo a Eduardo. Díjole aquel mozo que cierta, noche había encontrado un halcón, escapado de las manos de su dueño, y se lo llevó a su casa, imaginándose con derecho a él; pero el tribunal le declaró convicto de haberlo robado y lo sentenció a muerte. ...

En la línea 1325
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Disfrutaba sus espléndidos vestidos y encargó más; consideró que sus cuatrocientos criados eran muy pocos para su conveniente grandeza y los triplicó. La adulación de los zalameros cortesanos vino a ser dulce música para sus oídos. Siguió bondadoso y gentil, y firme y resuelto campeón de todos los oprimidos, declaró una guerra implacable a las leyes injustas; y, sin embargo, en ocasiones, al ser ofendido, se volvía hacia un conde, e incluso un duque, y le lanzaba una mirada que le hacía temblar. Una vez que su regia 'hermana', la inflexible santa lady María, discutió con él la prudencia de su conducta al perdonar a tantas personas que de otra manera serían encarceladas, colgadas o quemadas, y le recordó que las prisiones de su augusto difunto padre habían tenido a veces hasta sesenta mil convictos a un tiempo, y que durante su admirable reinado había entregado setenta y dos mil rateros y ladrones a la muerte por medio del verdugo, el niño se llenó de generosa indignación, y le ordenó que fuera a su gabinete y rogara a Dios que le quitara la piedra que tenía en el pecho y que le diera un corazón humano. ...

En la línea 2476
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑No hay de qué. Pero piense que semejante error es sólo posible en la primera categoría, es decir, en la de los hombres ordinarios, como yo les he calificado, tal vez equivocadamente. A pesar de su tendencia innata a la obediencia, muchos de ellos, llevados de un natural alocado que se encuentra incluso entre las vacas, se consideran hombres de vanguardia, destructores llamados a exponer ideas nuevas, y lo creen con toda sinceridad. Estos hombres no distinguen a los verdaderos innovadores y suelen despreciarlos, considerándolos espíritus mezquinos y atrasados. Pero me parece que no puede haber en ello ningún serio peligro, ya que nunca van muy lejos. Por lo tanto, la inquietud de usted no está justificada. A lo sumo, merecen que se les azote de vez en cuando para castigarlos por su desvío y hacerlos volver al redil. No hay necesidad de molestar a un verdugo, pues ellos mismos se aplican la sanción que merecen, ya que son personas de alta moralidad. A veces se administran el castigo unos a otros; a veces se azotan con sus propias manos. Se imponen penitencias públicas, lo que no deja de ser hermoso y edificante. Es la regla general. En una palabra, que no tiene usted por qué inquietarse. ...


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