La palabra Preparativos ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El Señor de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece preparativos.
Estadisticas de la palabra preparativos
Preparativos es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 9904 según la RAE.
Preparativos aparece de media 7.88 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la preparativos en las obras de referencia de la RAE contandose 1197 apariciones .
Errores Ortográficos típicos con la palabra Preparativos
Cómo se escribe preparativos o prreparrativos?
Cómo se escribe preparativos o preparativoz?
Cómo se escribe preparativos o preparatibos?
Más información sobre la palabra Preparativos en internet
Preparativos en la RAE.
Preparativos en Word Reference.
Preparativos en la wikipedia.
Sinonimos de Preparativos.

la Ortografía es divertida

El Español es una gran familia
Algunas Frases de libros en las que aparece preparativos
La palabra preparativos puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 845
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pero don Pablo aún estaba bajo la presión de sus emociones. Dentro de la torre terminaban los preparativos del banquete, pero él no podría comer. ¡Qué día, amigos! ¡Qué espectáculo sublime! Y mirando los centenares de trabajadores que iban viña abajo, daba salida libre a sus entusiasmos. ...
En la línea 7111
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... La jornada del día siguiente se pasó en preparativos de partida; D'Ar tagnan fue a despedirse del señor de Tréville. ...
En la línea 7573
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Iréis en busca de Buckingham de parte mía, y le diréis que sé todos los preparativos que hace, pero que apenas me preocupo por ello, dado que, al primer movimiento que hag a, pierdo a la reina. ...
En la línea 8974
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Por la mañana Felton vino como de costumbre; pero Milady le de jó presidir todos los preparativos del desayuno sin dirigirle la palabra. ...
En la línea 878
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Unos quince días después de mi regreso de Evora y terminados los indispensables preparativos, emprendí el viaje a Badajoz, donde pensaba tomar la diligencia para Madrid. ...
En la línea 987
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... A las cinco de la mañana siguiente se me acercó a la cama para despedirse porque los arrieros hacían ya preparativos de marcha. ...
En la línea 2503
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Lo mejor que puede usted hacer es comenzar y terminar la obra lo más pronto posible, sin nuevas peticiones; y si alguien pretende interrumpirle, no tiene usted más que acudir a mí; ya sabe que puede mandarme cuanto quiera.» Salí de la entrevista muy contento, y en seguida comencé los preparativos para ejecutar lo que me había llevado a España. ...
En la línea 2517
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Antes de que el libro estuviese listo comencé los preparativos para realizar un plan en el que ya había pensado varias veces durante mi anterior visita a España, sin abandonarlo después nunca; plan que fué objeto de mis meditaciones lo mismo a la altura del cabo Finisterre en plena borrasca, que en los desfiladeros de Sierra Morena y en las llanuras de la Mancha, cuando caminaba lentamente seguido a corta distancia por el _contrabandista_. ...
En la línea 1456
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... ldcleugh tuvo la bondad de ayudarme a hacer todos los preparativos necesarios para mi viaje. esta parte de Chile hay dos pasos que atraviesan los Andes, por los que se puede ir a Mendoza ...
En la línea 2773
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... spués de algunos preparativos, sostenida la cuchara por dos mujeres, se agitó con movimientos convulsivos y empezó a bailar siguiendo el compás del canto de las mujeres y de los niños ...
En la línea 6538
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Empleaba largos preparativos para colocar los brazos de modo que hiciera la fuerza suficiente para levantar el columpio a pulso. ...
En la línea 7786
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Al mediar Noviembre suele lucir el sol una semana, pero como si fuera ya otro sol, que tiene prisa y hace sus visitas de despedida preocupado con los preparativos del viaje del invierno. ...
En la línea 8183
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Juan; la arrogancia de Mejía; la traición interina del Burlador, que no necesitaba, por una sola vez, dar pruebas de valor; los preparativos diabólicos de la gran aventura, del asalto del convento, llegaron al alma de la Regenta con todo el vigor y frescura dramáticos que tienen y que muchos no saben apreciar o porque conocen el drama desde antes de tener criterio para saborearle y ya no les impresiona, o porque tienen el gusto de madera de tinteros; Ana estaba admirada de la poesía que andaba por aquellas callejas de lienzo, que ella transformaba en sólidos edificios de otra edad; y admiraba no menos el desdén con que se veía y oía todo aquello desde palcos y butacas; aquella noche el paraíso, alegre, entusiasmado, le parecía mucho más inteligente y culto que el señorío vetustense. ...
En la línea 8676
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Era ya tiempo de que Ana procurase entrar en el camino de la perfección; los trabajos preparativos ya podían darse por hechos; si otras iban a la iglesia, a las cofradías y demás lugares ordinarios de la vida devota con un espíritu rutinario que hacía nulas respecto a la perfección moral aquellas prácticas piadosas; ella, Ana, podía sacar gran utilidad para la ocupación digna de su alma de aquellos mismos lugares y quehaceres. ...
En la línea 256
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Juan de Dios comprendió que se trataba de cristianas verdaderas, y se puso a administrar el último sacramento sin preparativos contra la aprensión y el miedo; nada tenía que ver aquello con la muerte, sino con la vida eterna. ...
En la línea 952
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Mientras tanto, Carlos VIII justificaba sus preparativos guerreros con un fin falsamente religioso. Luego que se apoderase del reino de Nápoles, iría a conquistar a Constantinopla y Jerusalén (¡el eterno pretexto de la cruzada!); pero ni él ni sus capitanes pensaban en cumplir tales promesas. ...
En la línea 1313
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... César, héroe del Renacimiento, terrible y fastuoso, gran amigo de exterioridades, dispuesto a conversar con los artistas de su cortejo, entre dos asuntos políticos o dos batallas; sobre los .dibujos de un tapiz, la autenticidad de una estatua antigua o el cincelado de un puñal, se ocupó varias semanas en sus preparativos de viaje, que fueron enormes, amontonando vestiduras lujosas, pedrerías, armas, jaeces de caballos, libros valiosos, toda clase de ricos presentes. ...
En la línea 1497
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Borgia, por su parte, tenía pensada otra traición como respuesta a tales preparativos. Era un duelo de disimulo y ligereza. El más audaz, el que pegase antes, sería el vencedor. ...
En la línea 1339
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Ya no podía fijar el joven la fecha del movimiento insurreccional contra la República de las mujeres. Todos los preparativos estaban terminados y las órdenes transmitidas a las diferentes ciudades. Solo faltaba que se iniciase el movimiento en un Estado lejano, el más favorable para emplear aquel descubrimiento que debía vencer a los famosos rayos negros. ...
En la línea 1350
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Apenas hubo cerrada la noche, se fue dando cuenta Gillespie, por ciertos preparativos, de que el aviso de Ra-Ra era cierto. Vio como los atletas bigotudos y malencarados se echaban a la espalda sus mochilas, despidiéndose de sus compañeros. Esto último lo presintió únicamente por sus gestos; pero así era en realidad. El grupo de valentones se volvía a Blefuscu, anunciando su partida en la primera máquina voladora que saliese al amanecer para su país. Los que se quedaban no podían ocultar su satisfacción al verse libres de unos matones que tanto abusaban de ellos. ...
En la línea 4441
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Fortunata se echó a la calle, y en la Plaza del Progreso vio muchos coches; pero muchos. Era un entierro, que iba por la calle del Duque de Alba hacia la de Toledo. Por las caras conocidas que fue viendo mientras el fúnebre séquito pasaba, vino a comprender que el entierro era el de Arnaiz el Gordo, que se había muerto el día antes. Pasaron los Villuendas, los Trujillos, los Samaniegos, Moreno-Isla… Pues irían también D. Baldomero y su hijo… quizás en los coches de delante, haciendo cabecera… «Toma; también Estupiñá». Desde el simón en que iba con uno de los chicos, el gran Plácido le echó una mirada de indignación y desdén. Siguió ella tras el entierro, y al llegar a la parte baja de la calle de Toledo, tomó a la derecha por la calle de la Ventosa y se fue a la explanada del Portillo de Gilimón, desde donde se descubre toda la vega del Manzanares. Harto conocía aquel sitio, porque cuando vivía en la calle de Tabernillas, íbase muchas tardes de paseo a Gilimón, y sentándose en un sillar de los que allí hay, y que no se sabe si son restos o preparativos de obras municipales, estábase largo rato contemplando las bonitas vistas del río. Pues lo mismo hizo aquel día. El cielo, el horizonte, las fantásticas formas de la sierra azul, revueltas con las masas de nubes, le sugerían vagas ideas de un mundo desconocido, quizás mejor que este en que estamos; pero seguramente distinto. El paisaje es ancho y hermoso, limitado al Sur por la fila de cementerios, cuyos mausoleos blanquean entre el verde oscuro de los cipreses. Fortunata vio largo rosario de coches como culebra que avanzaba ondeando; y al mismo tiempo otro entierro subía por la rampa de San Isidro, y otro por la de San Justo. Como el viento venía de aquella parte, oyó claramente la campana de San Justo que anunciaba cadáver. ...
En la línea 5499
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Luego echaron un cigarro, y hablaron algo del estado de la provincia, desflorando el asunto. Empezó a entrar gente en el despacho, y Rubín se retiró para comenzar sus preparativos. Estaba el hombre que no sabía lo que le pasaba; creía soñar… se daba pellizcos a ver si estaba despierto, anduvo algún tiempo por la calle como un insensato… se reía solo… le dieron ganas de comprar un revólver para ponerse a disparar tiros al aire… ¡Ah!, lo que debía hacer era meterle un par de balas en el cuerpo a doña Lupe… sí, por mala, por tacaña… Pero no, no; perdonar a todo el mundo… La vida es hermosa, y gobernar un pedazo de país es el mayor de los deleites. A los individuos de Orden Público o de la Guardia Civil que iba encontrando, les miraba ya como subalternos, y por poco les manda prender a su tía y a Torquemada. ...
En la línea 6065
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... No dándose por vencido, Ballester persistió en su idea: pero Guillermina hubo de machacar tanto, que al fin se la quitó de la cabeza. Segunda y sus dos compañeras de plazuela amortajaron a la infeliz señora de Rubín, y en tanto el farmacéutico se ocupaba con incansable actividad en los preparativos del entierro, que debía de ser a la mañana siguiente. En todo aquel día no abandonó la casa mortuoria. Al mediodía estaba solo en ella, y el cuerpo de Fortunata, ya vestido con su hábito negro de los Dolores, yacía en el lecho. Ballester no se saciaba de contemplarla, observando la serenidad de aquellas facciones que la muerte tenía ya por suyas, pero que no había devorado aún. Era el rostro como de marfil, tocado de manchas vinosas en el hueco de los ojos y en los labios, y las cejas parecían aún más finas, rasgueadas y negras de lo que eran en vida. Dos o tres moscas se habían posado sobre aquellas marchitas facciones. Segismundo sintió nuevamente deseos de besar a su amiga. ¿Qué le importaban a él las moscas? Era como cuando caían en la leche. Las sacaba, y después bebía como si tal cosa. Las moscas huyeron cuando la cara viva se inclinó sobre la muerta, y al retirarse tornaron a posarse. Entonces Ballester cubrió la faz de su amiga con un pañuelo finísimo. ...
En la línea 1273
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Abrióse una gran verja y entró una muchedumbre, que se agrupó en torno de las dos mujeres, ocultándolas a la vista del rey. Entró un clérigo y cruzó por entre la muchedumbre hasta perderse de vista. Eduardo oyó después preguntas y respuestas, mas no pudo comprender qué es lo que se decía. Luego hubo mucho alboroto de preparativos y de idas y venidas de los funcionarios por la parte de la muchedumbre que se hallaba al otro lado de donde estaban las mujeres, y mientras tanto un prolongado siseo imponiendo silencio a la gente. De pronto, a una orden, la multitud se separó a ambos lados y el rey vio un espectáculo que le heló la sangre en las venas. Habían apilado haces de leña en torno de las dos mujeres, y unos hombres arrodillados los estaban encendiendo. ...
En la línea 1328
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... La medianoche del diecinueve de febrero, Tom Canty se sumía en el sueño en un rico lecho, guardado por sus leales vasallos y rodeado por las pompas de la realeza; un niño feliz, porque el día siguiente era el señalado; para su solemne coronación como rey de Inglaterra. Y a la misma hora, Eduardo, el verdadero rey, hambriento y sediento, sucio y lleno de tierra, rendido por el viaje y cubierto con harapos y jirones –su parte en los resultados del tumulto–, estaba apretujado entre multitud de gentes que observaban con profundo interés, ciertas presurosas cuadrillas de obreros que entraban y salían de la abadía de Westminster, laboriosas coma hormigas; estaban haciendo los últimos preparativos para la real coronación. ...
En la línea 1913
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¿Me permite, milord, bajar al parque? Quisiera vigilar los preparativos de los soldados. ...
En la línea 79
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -¡Conseil! -repetí, mientras comenzaba febrilmente a hacer mis preparativos de partida. ...
En la línea 113
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Dejé a Conseil ocupado en instalar convenientemente nuestras maletas y subí al puente para seguir los preparativos de partida. ...
En la línea 249
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Permanecimos alertas hasta el alba. Se iniciaron los preparativos de combate. Se dispusieron los aparejos de pesca a lo largo de las bordas. El segundo de a bordo hizo cargar las piezas que lanzan un arpón a una distancia de una milla y las que disparan balas explosivas cuyas heridas son mortales hasta para los más poderosos animales. Ned Land se había limitado a aguzar su arpón, que en sus manos se convertía en un arma terrible. ...
En la línea 2716
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Los preparativos de la audaz empresa habían comenzado ya. Las potentes bombas del Nautilus almacenaban el aire en los depósitos a muy alta presión. Hacia las cuatro, el capitán Nemo me anunció que iban a cerrarse las escotillas. Miré por última vez la espesa masa de hielo que íbamos a franquear. El tiempo estaba sereno, la atmósfera bastante pura. El frío era vivo, doce grados bajo cero, pero como el viento se había calmado, la temperatura no era demasiado insoportable. ...
En la línea 418
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... En efecto, el choque de sus herraduras de hierro sobre el duro camino era casi musical mientras se aproximaba a la casa a un trote más vivo que de costumbre. Sacamos una silla para que la señora Joe se apease cómodamente, removimos el fuego a fin de que la ventana de nuestra casa se le apareciese con alegre aspecto y examinamos en un momento la cocina procurando que nada estuviese fuera de su sitio acostumbrado. En cuanto hubimos terminado estos preparativos, salimos al exterior abrigados y tapados hasta los ojos. Pronto echó pie a tierra la señora Joe y también el tío Pumblechook, que se apresuró a cubrir a la yegua con una manta, de modo que pocos instantes después estuvimos todos en el interior de la cocina, llevando con nosotros tal cantidad de aire frío que parecía suficiente para contrarrestar todo el calor del fuego. ...
En la línea 882
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Aunque no parecía muy vigoroso, pues tenía el rostro lleno de barros y un grano junto a la boca, he de confesar que me asustaron aquellos temibles preparativos. Me pareció que mi contendiente sería de mi propia edad, pero era mucho más alto y tenía un modo de moverse que le hacía parecer más temible. En cuanto a lo demás, era un joven caballero que vestía un traje gris (antes de quitárselo para la lucha) y cuyos codos, rodillas, puños y pies estaban mucho más desarrollados de lo que correspondía a su edad. ...
En la línea 1444
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... El señor Jaggers me había mandado debidamente sus señas; vivía en Little Britain, y él había escrito luego a mano, en su tarjeta: Precisamente al salir de Smithfield y cerca de la oficina de la diligencia.Sin embargo, un cochero de alquiler, que parecía tener en su levitón tantas esclavinas como años, me metió en su coche haciendo luego tantos preparativos como si se tratase de hacer un viaje de cincuenta millas. Fue también obra de mucho tiempo su ascenso al pescante, cubierto de un paño verdoso y manchado por las inclemencias del tiempo y comido ya de polillas. Era un estupendo carruaje, adornado exteriormente por seis coronas, y detrás había numerosas agarraderas estropeadas para que se apoyasen no sé cuántos lacayos. Debajo habían puesto unas cuantas púas para contener a los lacayos por afición que se sintieran tentados de montar. ...
En la línea 2011
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Nos quedamos mirándonos uno a otro, y noté que se apresuraba el ritmo de mi respiración, deseoso como estaba de obtener de él alguna otra cosa. Y cuando vi que respiraba aún más aprisa y que él se daba cuenta de ello, comprendí que disminuían las probabilidades de averiguar algo más. - ¿Cree usted, señor Jaggers, que todavía transcurrirán algunos años? Él movió la cabeza, no para contestar en sentido negativo a mi pregunta, sino para negar la posibilidad de contestar a ella. Y las dos horribles mascarillas parecieron mirar entonces hacia mí, precisamente en el mismo instante en que mis ojos se volvían a ellas, como si hubiesen llegado a una crisis, en su curiosa atención, y se dispusieran a dar un estornudo. - Óigame - dijo el señor Jaggers calentándose la parte trasera de las piernas con el dorso de las manos -. Voy a hablar claramente con usted, amigo Pip. Ésa es una pregunta que no debe hacerse. Lo comprenderá usted mejor cuando le diga que es una pregunta que podría comprometerme. Pero, en fin, voy a complacerle y le diré algo más. Se inclinó un poco para mirar ceñudamente sus botas, de modo que pudo acariciarse las pantorrillas durante la pausa que hizo. - Cuando esa persona se dé a conocer - dijo el señor Jaggers enderezándose, - usted y ella arreglarán sus propios asuntos. Cuando esa persona se dé a conocer, terminará y cesará mi intervención en el asunto. Cuando esa persona se dé a conocer, ya no tendré necesidad de saber nada más acerca del particular. Y esto es todo lo que puedo decirle. Nos quedamos mirándonos uno a otro, hasta que yo desvié los ojos y me quedé mirando, muy pensativo, al suelo. De las palabras que acababa de oír deduje que la señorita Havisham, por una razón u otra, no había confiado a mi tutor su deseo de unirme a Estella; que él estaba resentido y algo celoso por esa causa; o que, realmente, le pareciese mal semejante proyecto, pero que no pudiera hacer nada para impedirlo. Cuando de nuevo levanté los ojos, me di cuenta de que había estado mirándome astutamente mientras yo no le observaba. - Si eso es todo lo que tiene usted que decirme, caballero - observé -, yo tampoco puedo decir nada más. Movió la cabeza en señal de asentimiento, sacó el reloj que tanto temor inspiraba a los ladrones y me preguntó en dónde iba a cenar. Contesté que en mis propias habitaciones y en compañía de Herbert, y, como consecuencia necesaria, le rogué que nos honrase con su compañía. Él aceptó inmediatamente la invitación, pero insistió en acompañarme a pie hasta casa, con objeto de que no hiciese ningún preparativo extraordinario con respecto a él; además, tenía que escribir previamente una o dos cartas y luego, según su costumbre, lavarse las manos. Por esta razón le dije que saldría a la sala inmediatamente y me quedaría hablando con Wemmick. El hecho es que en cuanto sentí en mi bolsillo las quinientas libras esterlinas, se presentó a mi mente un pensamiento que otras veces había tenido ya, y me pareció que Wemmick era la persona indicada para aconsejarme acerca de aquella idea. Había cerrado ya su caja de caudales y terminaba sus preparativos para emprender la marcha a su casa. Dejó su escritorio, se llevó sus dos grasientas palmatorias y las puso en línea en un pequeño estante que había junto a la puerta, al lado de las despabiladeras, dispuesto a apagarlas; arregló el fuego para que se extinguiera; preparó el sombrero y el gabán, y se golpeó el pecho con la llave de la caja, como si fuese un ejercicio atlético después de los negocios del día. - Señor Wemmick – dije, - quisiera pedirle su opinión. Tengo el mayor deseo de servir a un amigo mío. Wemmick cerró el buzón de su boca y meneó la cabeza como si su opinión estuviese ya formada acerca de cualquier fatal debilidad de aquel género. - Ese amigo - proseguí - tiene deseo de empezar a trabajar en la vida comercial, pero, como carece de dinero, encuentra muchas dificultades que le descorazonan ya desde un principio. Lo que yo quiero es ayudarle precisamente en este principio. - ¿Con dinero? - preguntó Wemmick, con un tono seco a más no poder. - Con algún dinero - contesté, recordando de mala gana los paquetitos de facturas que tenía en casa -. Con algo de dinero y, tal vez, con algún anticipo de mis esperanzas. - Señor Pip - dijo Wemmick. - Si usted no tiene inconveniente, voy a contar con los dedos los varios puentes del Támesis hasta Chelsea Reach. Vamos a ver. El puente de Londres, uno; el de Southwark, dos; Blackfriars, tres; Waterloo, cuatro; Westminster, cinco; Vauxhall, seis - y al hablar así fue contando con los dedos y con la llave de la caja los puentes que acababa de citar. - De modo que ya ve usted que hay seis puentes para escoger. - No le comprendo. - Pues elija usted el que más le guste, señor Pip - continuó Wemmick, - váyase usted a él y desde el centro de dicho puente arroje el dinero al Támesis, y así sabrá cuál es su fin. En cambio, entréguelo usted a un amigo, y tal vez también podrá enterarse del fin que tiene, pero desde luego le aseguro que será menos agradable y menos provechoso. Después de decir esto, abrió tanto el buzón de su boca que sin dificultad alguna podría haberle metido un periódico entero. - Eso es muy desalentador - dije. - Desde luego - contestó Wemmick. - De modo que, según su opinión - pregunté, algo indignado, - un hombre no debe… - ¿… emplear dinero en un amigo? - dijo Wemmick, terminando mi pregunta. - Ciertamente, no. Siempre en el supuesto de que no quiera librarse del amigo, porque en tal caso la cuestión se reduce a saber cuánto dinero le costará el desembarazarse de él. - ¿Y ésa es su decidida opinión acerca del particular, señor Wemmick? - Ésa - me contestó - es la opinión que tengo en la oficina. - ¡Ah! - exclamé al advertir la salida que me ofrecía con sus palabras. - ¿Y sería también su opinión en Walworth? - Señor Pip - me dijo con grave acento, - Walworth es un sitio y esta oficina otro, de la misma manera que mi anciano padre es una persona y el señor Jaggers otra. Es preciso no confundirlos. Mis sentimientos de Walworth deben ser expresados en Walworth, y, por el contrario, mis opiniones oficiales han de ser recibidas en esta oficina. - Perfectamente - dije, muy aliviado -. Entonces, iré a verle a Walworth, puede contar con ello. - Señor Pip – replicó, - será usted bien recibido allí con carácter particular y privado. Habíamos sostenido esta conversación en voz baja, pues a ambos nos constaba que el oído de mi tutor era finísimo. Cuando apareció en el marco de la puerta de su oficina, secándose las manos con la toalla, Wemmick se puso el gabán y se situó al lado de las bujías para apagarlas. Los tres salimos juntos a la calle, y, desde el escalón de la puerta, Wemmick tomó su camino y el señor Jagger y yo emprendimos el nuestro. Más de una vez deseé aquella noche que el señor Jaggers hubiese tenido a un padre anciano en la calle Gerrard, un Stinger u otra persona cualquiera que le desarrugara un poco el ceño. Parecía muy penoso, el día en que se cumplían veintiún años, que el llegar a la mayoría de edad fuese cosa sin importancia en un mundo tan guardado y receloso como él, sin duda, lo consideraba. Con seguridad estaba un millar de veces mejor informado y era más listo que Wemmick, pero yo también hubiera preferido mil veces haber invitado a éste y no a Jaggers. Y mi tutor no se limitó a ponerme triste a mí solo, porque, después que se hubo marchado, Herbert dijo de él, mientras tenía los ojos fijos en el suelo, que le producía la impresión de que mi tutor había cometido alguna fechoría y olvidado los detalles; tan culpable y anonadado parecía. ...
En la línea 3445
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Es increíble que esa imbécil se haya gastado en una comida de funerales todo el dinero que le dio ese otro idiota: Raskolnikof. Me he quedado estupefacto al ver hace un rato, al pasar, esos preparativos, esas bebidas… Ha invitado a varias personas. El diablo sabrá por qué lo hace. ...
En la línea 3554
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Todo esto irritó profundamente a Catalina Ivanovna, que juzgó que no valía la pena haber hecho tantos preparativos. Por temor a que faltara espacio, había dispuesto los cubiertos de los niños no en la mesa común, que ocupaba casi toda la habitación, sino en un rincón sobre un baúl. Los dos más pequeños estaban sentados en una banqueta, y Poletchka, como niña mayor, había de cuidar de ellos, hacerles comer, sonarlos, etc. ...
En la línea 152
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Y maquinalmente hizo sus preparativos de viaje. ¡La vuelta al mundo en ochenta días! ¿Estaba su amo loco? No… ¿Era broma? Si iban a Douvres, bien. A Calais, conforme. En suma, esto no podía contrariar al buen muchacho, que no había pisado el suelo de su patria en cinco años. Quizás se llegaría hasta París, y ciertamente que volvería a ver con gusto la gran capital, porque un gentleman tan economizador de sus pasos se detendría allí… Sí, indudablemente; ¡pero no era menos cierto que partía, que se movía ese gentleman, tan casero hasta entonces! ...
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