Cómo se escribe.org.es

La palabra inmenso
Cómo se escribe

la palabra inmenso

La palabra Inmenso ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
La llamada de la selva de Jack London
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece inmenso.

Estadisticas de la palabra inmenso

Inmenso es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 5131 según la RAE.

Inmenso aparece de media 17.71 veces en cada libro en castellano.

Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la inmenso en las obras de referencia de la RAE contandose 2692 apariciones .

Errores Ortográficos típicos con la palabra Inmenso

Cómo se escribe inmenso o hinmenso?
Cómo se escribe inmenso o inmenzo?


El Español es una gran familia

Algunas Frases de libros en las que aparece inmenso

La palabra inmenso puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1267
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El tío Tomba, que hasta por las sendas iba siempre conversando con sus ovejas, hablaba al principio con lentitud, como hombre que teme revelar su defecto; pero la charla del maestro iba enardeciéndolo, y no tardaba en lanzarse en el inmenso mar de sus eternas historias. ...

En la línea 107
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¡Jesús y su Santa Madre, por encima de todas las combinaciones comerciales! Ellos velaban por los intereses de la casa y él, que no era más que un simple pecador, limitábase a recibir sus inspiraciones. A ellos se debía la buena suerte de los primeros Dupont, y don Pablo se desvivía por remediar con su fervor la tibieza religiosa de sus ascendientes. Los celestiales protectores eran los que le habían sugerido la idea de establecer la destilería del cognac, dando nuevos alientos a la casa; ellos también los que hacían que la marca Dupont, con la ayuda de los anuncios, se esparciese por toda España sin miedo a rivalidades, favor inmenso que todos los años agradecía dedicando una parte de las ganancias al auxilio de las nuevas órdenes religiosas establecidas en Jerez o ayudando a su madre, la noble doña Elvira, que siempre tenía capillas por restaurar o un manto costoso en confección para alguna Virgen. ...

En la línea 915
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pero los infelices sacudían ya su atonía: el dios era un cadáver. No más resignación. Ante el Cristo muerto había que aclamar el triunfo de la Vida. El cadáver inmenso aun pesaba sobre la tierra, pero las muchedumbres engañadas se agitaban ya, dispuestas a sepultarle. Por todos lados se oían los vagidos del mundo nuevo que acababa de nacer. La Poesía que profetizó vagamente la llegada de Cristo, anunciaba ahora la aparición del gran Redentor, que no había de encerrarse en la debilidad de un hombre, sino que encarnaría en la inmensa masa de los desheredados, de los tristes, con el nombre de Rebelión. ...

En la línea 1648
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... IX A media tarde llegaron los primeros grupos de trabajadores al inmenso llano de Caulina. Presentábanse como negras bandadas, saliendo de todos los puntos del horizonte. ...

En la línea 383
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Mafra es un pueblo grande en las inmediaciones de un edificio inmenso, construído para convento y palacio, algo semejante al Escorial por su estructura; en él se halla la mejor biblioteca de Portugal, con libros de todas las ciencias y en todos los idiomas, muy apropiada a la magnitud y esplendidez del edificio donde se encierra. ...

En la línea 1635
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Como he dicho, el ala de su sombrero era ancha; pero, aun siéndolo, no bastaba para cubrir un inmenso matorral de pelo negro como el carbón, espeso y rizado, que se desbordaba por todos lados. ...

En la línea 1949
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Tocábase con un _sombrero_ inmenso pero tan maltratado, que el borde de las alas tenía tantos dentellones como una sierra. ...

En la línea 2049
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Quesada mostró inmenso desprecio ante el peligro que acababa de correr. ...

En la línea 5016
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... ¡Oh desdichado Montesinos! ¡Oh mal ferido Durandarte! ¡Oh sin ventura Belerma! ¡Oh lloroso Guadiana, y vosotras sin dicha ijas de Ruidera, que mostráis en vuestras aguas las que lloraron vuestros hermosos ojos! Escuchaban el primo y Sancho las palabras de don Quijote, que las decía como si con dolor inmenso las sacara de las entrañas. ...

En la línea 7503
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Don Quijote, arrimado a un tronco de una haya o de un alcornoque -que Cide Hamete Benengeli no distingue el árbol que era-, al son de sus mesmos suspiros, cantó de esta suerte: -Amor, cuando yo pienso en el mal que me das, terrible y fuerte, voy corriendo a la muerte, pensando así acabar mi mal inmenso; mas, en llegando al paso que es puerto en este mar de mi tormento, tanta alegría siento, que la vida se esfuerza y no le paso. ...

En la línea 72
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Las colinas boscosas se reflejan en el agua serena de un lago inmenso; ese espectáculo admirable nos ayuda a soportar los ardores de la temperatura. En Mandetiba hay una venta (venda, en portugués); quiero demostrar mi agradecimiento por la excelente comida que allí me dieron (comida que constituye una excepción ¡ay! harto rara), describiendo esa venta como el tipo de todas las hospederías del país. Estas casas, a menudo muy grandes, están construidas todas ellas de la misma manera: se clavan postes en el suelo, se entretejen con ellos ramas de árboles y luego se cubre todo con una capa de yeso. Es raro encontrar pisos entarimados, pero nunca hay vidrieras en las ventanas; la techumbre suele hallarse en buen estado. La fachada, que se deja abierta, forma una especie de atrio donde se colocan bancos y mesas. Todos los dormitorios comunican unos con otros, y el viajero duerme como puede sobre una tarima de madera cubierta con un mal jergón. La venta está siempre en medio de un gran corral o patio donde se atan los caballos. Nuestro primer cuidado al llegar consiste en desbridar y desensillar nuestros caballos y darles el pienso. Hecho esto nos acercamos al posadero, y saludándole profundamente le pedimos que tenga la bondad de darnos algo de comer. ...

En la línea 257
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... eminencia poco elevada, desde donde, sin embargo, podíamos descubrir casi todo el inmenso puerto de Bahía Blanca. ...

En la línea 264
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 7.0 Una especie extinta de caballo, de la cual volveré a hablar luego. 8.0 Un diente de un paquidermo, probablemente un Macranchenia, inmenso animal de largo pescuezo como el camello, y del que también tendré que volver a hablar. 9.0 Y último, el Toxodon, uno de los animales más extraños quizá que se hayan descubierto jamás. ...

En la línea 334
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Entre las jóvenes hechas prisioneras en el mismo encuentro estaban dos bonitas españolas que fueron robadas muy niñas por los indios y no podían hablar más idioma que el de sus raptores. De creer lo que ellas contaban, debían venir de Salta, lugar sito a más de 1.000 millas (1:600 kilómetros) de distancia en línea recta. Esto da una idea del inmenso territorio por el cual vagan los indios; y, sin embargo, a pesar de su inmensidad, creo que dentro de medio siglo no habrá ni un solo indio salvaje al norte del río Negro. ...

En la línea 93
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Esperando la reparación, toda España y las regiones de América que son nuestras por la lengua y la literatura, le tienen por personalidad de inmenso relieve y valía en el grupo final del siglo que se fue y de este que ahora empezamos, grupo de hombres de estudio, de hombres de paciencia y de hombres de inspiración, por el cual tiende nuestra raza a sacudir su pesimismo, diciendo: No son los tiempos tan malos ni el terruño tan estéril como afirman los de fuera y más aún los de dentro de casa. ...

En la línea 1416
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Claudio veía imaginariamente al padre y al hijo como si hubiesen metido los pies en un inmenso avispero, no pudiendo defenderse de sus enjambres irritados. Un Papa español osaba hacer lo que ninguno de los pontífices nacidos en Italia, restableciendo la autoridad de la Santa Sede, desconocida siempre por los tiranuelos que detentaban las tierras de la Iglesia. Un joven romano, cuya sangre era por mitad española, iba a acabar con todos ellos, acariciando el designio de apoderarse más adelante de Florencia y hasta de los estados que tenia Venecia en la tierra firme, para constituir una Italia única… Y todos los señores grandes o mediocres, así como las repúblicas comerciales, difamaban a estos dos extranjeros triunfantes en Roma. Los libelistas escribían contra los Borgias crónicas monstruosas que empezaban siempre por un se dice. Forjaban epigramas feroces o historias inverosímiles, aceptadas sin obstáculo por las muchedumbres, dispuestas siempre a creer todo lo que causa daño a los poderosos. ...

En la línea 260
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Solo los amigos del gobierno y los personajes oficiales tenían permiso para entrar en el palacio y ver de cerca tales maravillas. El enorme patio central, donde podían formarse a la vez varios regimientos y en el que se desarrollaban las más solemnes ceremonias patrióticas, fue el lugar destinado para tal exhibición. Mientras llegaba el momento, los invitados entraban a saludar a los altos y poderosos señores del Consejo Ejecutivo y a los dos presidentes de la Cámara de Diputados y del Senado, que vivían igualmente en el inmenso edificio. ...

En la línea 637
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Pero el mundo se aburre de un modo mortal. No ocurre nada, nadie sueña, nadie aspira a cosas imposibles, nadie comete imprudencias. La vida se extiende ante los ojos como un inmenso campo de plantas alimenticias, en el que no hay una flor que resulte inútil ni un pájaro que deje de ser comestible. ...

En la línea 660
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Debe usted no olvidar -continuó Flimnap- que nuestro jefe es un gran poeta, el segundo poeta nacional, el que figura después de Golbasto, aunque este versificador sublime, cuando sufre algún apuro pecuniario o desea un empleo para alguna amiga suya, no tiene inconveniente en declarar a gritos que Momaren es mil veces superior. Yo di a leer al Padre de los Maestros las poesías inglesas que encontré en su cuaderno de bolsillo. Las traduje a nuestro idioma, y creo que no resultan mal. Si lo dudase, me hubiese convencido anteanoche de que la traducción es buena viendo el entusiasmo con que acogió su lectura el inmenso público de mi conferencia. ...

En la línea 808
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Del fondo de la arboleda se elevaban nubes de pájaros, unas veces en forma de triángulo, otras en forma de corona, siendo las más grandes de estas aves del volumen de una mosca. Todos los habitantes de la selva adormecida escapaban asustados al sentir la aproximación de este monstruo inmenso. Bajo sus pies morían a miles las flores y los insectos; cada una de sus huellas era un cementerio vegetal y animal. Las grandes bestias de caza, del tamaño de ratas, capaces de poner en peligro la vida de un cazador pigmeo, corrían en galope furioso, temerosas y encolerizadas a la vez por la intrusión de esta montaña andante, que podía aplastarlas con sus piernas, tan gruesas como los troncos de los árboles más antiguos. ...

En la línea 65
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Mientras estudió la segunda enseñanza en el colegio de Masarnau, donde estaba a media pensión, su mamá le repasaba las lecciones todas las noches, se las metía en el cerebro a puñados y a empujones, como se mete la lana en un cojín. Ved por dónde aquella señora se convirtió en sibila, intérprete de toda la ciencia humana, pues le descifraba al niño los puntos oscuros que en los libros había, y aclaraba todas sus dudas, allá como Dios le daba a entender. Para manifestar hasta dónde llegaba la sabiduría enciclopédica de doña Bárbara, estimulada por el amor materno, baste decir que también le traducía los temas de latín, aunque en su vida había ella sabido palotada de esta lengua. Verdad que era traducción libre, mejor dicho, liberal, casi demagógica. Pero Fedro y Cicerón no se hubieran incomodado si estuvieran oyendo por encima del hombro de la maestra, la cual sacaba inmenso partido de lo poco que el discípulo sabía. También le cultivaba la memoria, descargándosela de fárrago inútil, y le hacía ver claros los problemas de aritmética elemental, valiéndose de garbanzos o judías, pues de otro modo no andaba ella muy a gusto por aquellos derroteros. Para la Historia Natural, solía la maestra llamar en su auxilio al león del Retiro, y únicamente en la Química se quedaban los dos parados, mirándose el uno al otro, concluyendo ella por meterle en la memoria las fórmulas, después de observar que estas cosas no las entienden más que los boticarios, y que todo se reduce a si se pone más o menos cantidad de agua del pozo. Total: que cuando Juan se hizo bachiller en Artes, Barbarita declaraba riendo que con estos teje-manejes se había vuelto, sin saberlo, una doña Beatriz Galindo para latines y una catedrática universal. ...

En la línea 84
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... ¡Y que no pasaba flojos apuros la pobre para salir airosa en aquel papel inmenso! A Barbarita le hacía ordinariamente sus confidencias. «Mira, hija, algunos meses me veo tan agonizada, que no sé qué hacer. Dios me protege, que si no… Tú no sabes lo que es vestir siete hijas. Los varones, con los desechos de la ropa de su padre que yo les arreglo, van tirando. ¡Pero las niñas!… ¡Y con estas modas de ahora y este suponer!… ¿Viste la pieza de merino azul?, pues no fue bastante y tuve que traer diez varas más. ¡Nada te quiero decir del ramo de zapatos! Gracias que dentro de casa la que se me ponga otro calzado que no sea las alpargatitas de cáñamo, ya me tiene hecha una leona. Para llenarles la barriga, me defiendo con las patatas y las migas. Este año he suprimido los estofados. Sé que los dependientes refunfuñan; pero no me importa. Que vayan a otra parte donde los traten mejor. ¿Creerás que un quintal de carbón se me va como un soplo? Me traigo a casa dos arrobas de aceite, y a los pocos días… pif… parece que se lo han chupado las lechuzas. Encargo a Estupiñá dos o tres quintales de patatas, hija, y como si no trajera nada». En la casa había dos mesas. En la primera comían el principal y su señora, las niñas, el dependiente más antiguo y algún pariente, como Primitivo Cordero cuando venía a Madrid de su finca de Toledo, donde residía. A la segunda se sentaban los dependientes menudos y los dos hijos, uno de los cuales hacía su aprendizaje en la tienda de blondas de Segundo Cordero. Era un total de diez y siete o diez y ocho bocas. El gobierno de tal casa, que habría rendido a cualquiera mujer, no fatigaba visiblemente a Isabel. A medida que las niñas iban creciendo, disminuía para la madre parte del trabajo material; pero este descanso se compensaba con el exceso de vigilancia para guardar el rebaño, cada vez más perseguido de lobos y expuesto a infinitas asechanzas. Las chicas no eran malas, pero eran jovenzuelas, y ni Cristo Padre podía evitar los atisbos por el único balcón de la casa o por la ventanucha que daba al callejón de San Cristóbal. Empezaban a entrar en la casa cartitas, y a desarrollarse esas intrigüelas inocentes que son juegos de amor, ya que no el amor mismo. Doña Isabel estaba siempre con cada ojo como un farol, y no las perdía de vista un momento. A esta fatiga ruda del espionaje materno uníase el trabajo de exhibir y airear el muestrario, por ver si caía algún parroquiano o por otro nombre, marido. Era forzoso hacer el artículo, y aquella gran mujer, negociante en hijas, no tenía más remedio que vestirse y concurrir con su género a tal o cual tertulia de amigas, porque si no lo hacía, ponían las nenas unos morros que no se las podía aguantar. Era también de rúbrica el paseíto los domingos, en corporación, las niñas muy bien arregladitas con cuatro pingos que parecían lo que no eran, la mamá muy estirada de guantes, que le imposibilitaban el uso de los dedos, con manguito que le daba un calor excesivo a las manos, y su buena cachemira. Sin ser vieja lo parecía. ...

En la línea 95
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... El llamado Estupiñá debía de ser indispensable en todas las tertulias de tiendas, porque cuando no iba a la de Arnaiz, todo se volvía preguntar: «Y Plácido, ¿qué es de él?». Cuando entraba le recibían con exclamaciones de alegría, pues con su sola presencia animaba la conversación. En 1871 conocí a este hombre, que fundaba su vanidad en haber visto toda la historia de España en el presente siglo. Había venido al mundo en 1803 y se llamaba hermano de fecha de Mesonero Romanos, por haber nacido, como este, el 19 de Julio del citado año. Una sola frase suya probará su inmenso saber en esa historia viva que se aprende con los ojos: «Vi a José I como le estoy viendo a usted ahora». Y parecía que se relamía de gusto cuando le preguntaban: «¿Vio usted al duque de Angulema, a lord Wellington?… ». «Pues ya lo creo». Su contestación era siempre la misma: «Como le estoy viendo a usted». Hasta llegaba a incomodarse cuando se le interrogaba en tono dubitativo. «¡Que si vi entrar a María Cristina!… Hombre, si eso es de ayer… ». Para completar su erudición ocular, hablaba del aspecto que presentaba Madrid el 1.º de Septiembre de 1840, como si fuera cosa de la semana pasada. Había visto morir a Canterac; ajusticiar a Merino, «nada menos que sobre el propio patíbulo», por ser él hermano de la Paz y Caridad; había visto matar a Chico… , precisamente ver no, pero oyó los tiritos, hallándose en la calle de las Velas; había visto a Fernando VII el 7 de Julio cuando salió al balcón a decir a los milicianos que sacudieran a los de la Guardia; había visto a Rodil y al sargento García arengando desde otro balcón, el año 36; había visto a O'Donnell y Espartero abrazándose, a Espartero solo saludando al pueblo, a O'Donnell solo, todo esto en un balcón, y por fin, en un balcón había visto también en fecha cercana a otro personaje diciendo a gritos que se habían acabado los Reyes. La historia que Estupiñá sabía estaba escrita en los balcones. ...

En la línea 337
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Vieron la opulenta ribera del Júcar, pasaron por Alcira, cubierta de azahares, por Játiva la risueña; después vino Montesa, de feudal aspecto, y luego Almansa en territorio frío y desnudo. Los campos de viñas eran cada vez más raros, hasta que la severidad del suelo les dijo que estaban en la adusta Castilla. El tren se lanzaba por aquel campo triste, como inmenso lebrel, olfateando la vía y ladrando a la noche tarda, que iba cayendo lentamente sobre el llano sin fin. Igualdad, palos de telégrafo, cabras, charcos, matorrales, tierra gris, inmensidad horizontal sobre la cual parecen haber corrido los mares poco ha; el humo de la máquina alejándose en bocanadas majestuosas hacia el horizonte; las guardesas con la bandera verde señalando el paso libre, que parece el camino de lo infinito; bandadas de aves que vuelan bajo, y las estaciones haciéndose esperar mucho, como si tuvieran algo bueno… Jacinta se durmió y Juanito también. Aquella dichosa Mancha era un narcótico. Por fin bajaron en Alcázar de San Juan, a media noche, muertos de frío. Allí esperaron el tren de Andalucía, tomaron chocolate, y vuelta a rodar por otra zona manchega, la más ilustre de todas, la Argamasillesca. ...

En la línea 253
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Todas las miradas convergieron en la dirección indicada. A una milla y media de la fragata, un largo cuerpo negruzco emergía de las aguas en un metro, aproximadamente. Su cola, violentamente agitada, producía un considerable remolino. Jamás aparato caudal alguno había batido el mar con tal violencia. Un inmenso surco de blanca espuma describía una curva alargada que marcaba el paso del animal. ...

En la línea 609
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -¡Sí! ¡Lo amo! ¡El mar es todo! Cubre las siete décimas partes del globo terrestre. Su aliento es puro y sano. Es el inmenso desierto en el que el hombre no está nunca solo, pues siente estremecerse la vida en torno suyo. El mar es el vehículo de una sobrenatural y prodigiosa existencia; es movimiento y amor; es el infinito viviente, como ha dicho uno de sus poetas. Y, en efecto, señor profesor, la naturaleza se manifiesta en él con sus tres reinos: el mineral, el vegetal y el animal. Este último está en él ampliamente representado por los cuatro grupos de zoófitos, por tres clases de articulados, por cinco de moluscos, por tres de vertebrados, los mamíferos, los reptiles y esas innumerables legiones de peces, orden infinito de animales que cuenta con más de trece mil especies de las que tan sólo una décima parte pertenece al agua dulce. El mar es el vasto receptáculo de la naturaleza. Fue por el mar por lo que comenzó el globo, y quién sabe si no terminará por él. En el mar está la suprema tranquilidad. El mar no pertenece a los déspotas. En su superficie pueden todavía ejercer sus derechos inicuos, batirse, pelearse, devorarse, transportar a ella todos los horrores terrestres. Pero a treinta pies de profundidad, su poder cesa, su influencia se apaga, su potencia desaparece. ¡Ah! ¡Viva usted, señor, en el seno de los mares, viva en ellos! Solamente ahí está la independencia. ¡Ahí no reconozco dueño ni señor! ¡Ahí yo soy libre! ...

En la línea 634
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... En este momento el capitán Nemo abrió una puerta situada frente a la que me había abierto paso a la biblioteca, y por ella entré a un salón inmenso y espléndidamente iluminado. ...

En la línea 824
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Si se admite la hipótesis de Erhemberg, que cree en una iluminación fosforescente de los fondos submarinos, la naturaleza ha reservado ciertamente a los habitantes del mar uno de sus más prodigiosos espectáculos, del que yo podía juzgar por los mil juegos de aquella luz. A cada lado tenía una ventana abierta sobre aquellos abismos inexplorados. La oscuridad del salón realzaba la claridad exterior, y nosotros mirábamos como si el puro cristal hubiera sido el de un inmenso acuario. ...

En la línea 777
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Se estremeció de alegría. De súbito experimentó un alivio inmenso, indecible, un bienestar inefable. ...

En la línea 2714
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Nos imaginamos la eternidad ‑continuó Svidrigailof‑ como algo inmenso e inconcebible. Pero ¿por qué ha de ser así necesariamente? ¿Y si, en vez de esto, fuera un cuchitril, uno de esos cuartos de baño lugareños, ennegrecidos por el humo y con telas de araña en todos los rincones? Le confieso que así me la imagino yo a veces. ...

En la línea 228
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Mientras Buck los observaba, Thornton se arrodilló junto a él y, con sus toscas y bondadosas manos, lo palpó buscando huesos rotos. Cuando acabó con el examen sin haber encontrado más que muchas contusiones y un tremendo estado de inanición, el trineo se hallaba a unos quinientos metros de distancia. Hombre y perro observaban su lentísimo avance sobre el hielo. De pronto vieron que la parte trasera se hundía, formando un surco, y que la vara, con Hal prendido de ella, daba vueltas en el aire. Hasta sus oídos llegó el grito de Mercedes. Vieron a Charles girar y dar un paso atrás para escapar, y entonces todo un bloque de hielo cedió, y perros y hombres desaparecieron. Lo único que quedó a la vista fue un inmenso agujero. La senda de hielo por el río se había deshelado. ...

En la línea 255
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Buck había saltado al agua al instante; y tras cubrir unos doscientos cincuenta kilómetros, dio alcance a Thornton envuelto en un furioso torbellino. Cuando sintió que el hombre se agarraba de su cola, Buck se dirigió a nado a la orilla, desplegando su formidable energía. Pero el avance hacia la margen era lento, y la corriente, increíblemente rápida. Desde un poco más lejos llegaba el ominoso estruendo del lugar donde la corriente cobraba más ímpetu y saltaba convertida en remolinos y espuma por las rocas que la hendían como los dientes de un inmenso peine. La fuerza de arrastre del agua en el último tramo donde comenzaba a precipitarse era tremenda, y Thornton sabía que arrimarse a la orilla era imposible. Rozó una roca manoteando con furia, se magulló al pasar sobre otra y se dio violentamente contra una tercera. Se aferró con ambas manos a la superficie resbaladiza y, soltando a Buck, le gritó, por encima del estruendo de la agitada corriente: ...

En la línea 1204
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Estando así, reflexionando, cayó su vista sobre un inmenso cartel, que una especie de clown paseaba por las calles de Yokohama. Ese cartel decía, en inglés, lo siguiente: ...

En la línea 1304
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Picaporte quedó bastante sorprendido de lo que veía, porque no tenía idea más que de la antigua ciudad de 1849, población de bandidos, incendiarios y asesinos, que acudían a la rebusca de pepitas, inmenso tropel de todos los miserables, donde se jugaba el polvo de oro con revólver en una mano y navaja en la otra. Pero aquellos tiempos habían pasado, y San Francisco ofrecía el aspecto de una gran ciudad comercial. La elevada torre del Ayuntamiento, donde vigilaban los guardias, dominaba todo aquel conjunto de calles y avenidas cortadas a escuadra, y entre las cuales había plazas con jardines verdosos, y después una ciudad china, que parecía haber sido importada del Celeste Imperio en un joyero. Ya no había sombreros hongos, ni camisas coloradas a usanza de los buscadores de oro, ni indios con plumas; sino sombreros de seda y levitas negras llevadas por una multitud de caballeros, dotados de actividad devoradora. Ciertas calles, entre otras, Montgommery Street, similar a la Regent Street de Londres, al boulevard de los italianos de París, al Broadway en Nueva York estaban llenas de espléndidas tiendas que ofrecían en sus escaparates los productos del mundo entero. ...

En la línea 1306
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... El piso bajo del hotel estaba ocupado por un inmenso bar especie de 'buffet', abierto 'gratis' para todo transeunte. Cecina, sopa de ostras, galletas y Chester, todo esto se despachaba allí, sin que el consumídor tuviese que aflojar el bolsillo. Sólo pagaba la bebida, ale, oporto o jerez, si tenía el capricho de beber; esto pareció muy americano a Picaporte. ...

En la línea 1678
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... La pradera por donde corría el trineo era tan llana, que parecía un inmenso estanque helado. El ferrocarril que cruzaba por esa región subía del Suroeste al Noroeste por Grand lsland, Columbus, ciudad importante de Nebraska, Schuyler, Fremon y luego Omaha. Seguía en todo su trayecto por la orilla derecha del rio Platte. El trineo, atajando, recorría la cuerda del arco descrito por la vía férrea. Mudge no podía verse detenido por el río Platte, en el recodo que forma antes de llegar a Fremont, porque sus aguas estaban heladas. El camino se hallaba, pues, completamente libre de obstáculos, y a Phileas Fogg sólo podían darle cuidado dos circunstancias: una avería en el aparato o un cambio de viento. ...


la Ortografía es divertida

Más información sobre la palabra Inmenso en internet

Inmenso en la RAE.
Inmenso en Word Reference.
Inmenso en la wikipedia.
Sinonimos de Inmenso.

Busca otras palabras en esta web

Palabras parecidas a inmenso

La palabra corro
La palabra formar
La palabra seguridad
La palabra pasto
La palabra resultaba
La palabra hierbas
La palabra cercanos

Webs Amigas:

Ciclos Fp de informática en Segovia . VPO en La Coruna . Ciclos Fp de informática en Cáceres . - Benalmádena Hotel Symbol Hoteles