La palabra Seguridad ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
Memoria De Las Islas Filipinas. de Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
Amnesia de Amado Nervo
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece seguridad.
Estadisticas de la palabra seguridad
La palabra seguridad es una de las palabras más comunes del idioma Español, estando en la posición 314 según la RAE.
Seguridad es una palabra muy común y se encuentra en el Top 500 con una frecuencia media de 237.2 veces en cada obra en castellano
El puesto de esta palabra se basa en la frecuencia de aparición de la seguridad en 150 obras del castellano contandose 36054 apariciones en total.
Errores Ortográficos típicos con la palabra Seguridad
Cómo se escribe seguridad o segurridad?
Cómo se escribe seguridad o zeguridad?
Cómo se escribe seguridad o sejuridad?
Más información sobre la palabra Seguridad en internet
Seguridad en la RAE.
Seguridad en Word Reference.
Seguridad en la wikipedia.
Sinonimos de Seguridad.

la Ortografía es divertida
Algunas Frases de libros en las que aparece seguridad
La palabra seguridad puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1265
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Después se presentaba el tío Tomba, caminando con seguridad por aquella tierra conocida pero con el cayado por delante, único auxilio de sus moribundos ojos. ...
En la línea 2154
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El padre era el único que salía, mostrándose tan confiado y tranquilo por su seguridad como cuidadoso y prudente era para con los suyos. ...
En la línea 2225
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... -¡Cristo! ¡Ara te pille! (¡Cristo! ¡Ahora te pillo!) Se lanzó por entre las cañas, bajó casi rodando la pendiente de una de las orillas de la acequia, y se vio metido en el agua hasta la cintura, los pies en el barro y los brazos altos, muy altos, para impedir que se le mojase la escopeta, guardando avaramente los dos tiros hasta el momento de dispararlos con toda seguridad. ...
En la línea 2245
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... disparando su segundo tiro desde el fondo de la acequia, con la seguridad del tirador que puede apuntar bien y sabe que hace carne. ...
En la línea 760
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Buscad, pues, los vinos legítimos de Dupont en la seguridad de que es la casa que los conserva, puros y genuinos. ...
En la línea 874
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Únicamente se habían aceptado los adelantos del progreso mecánico, como una arma de combate contra el enemigo, contra el trabajador. En los cortijos no existía otro utensilio moderno que las trilladoras. Eran la artillería gruesa de la gran propiedad. La trilla al sistema antiguo, con sus manadas de yeguas rodando en la era, duraba meses enteros, y los gañanes escogían esta época para pedir algún mejoramiento, amenazando con la huelga, que dejaba las cosechos a la intemperie. La trilladora, que realizaba en dos semanas el trabajo de dos meses, daba al amo la seguridad de la recolección. Además, ahorraba brazos y equivalía a una venganza contra la gente levantisca y descontenta, que acosaba a las personas decentes con sus imposiciones. Y en el _Círculo Caballista_ hablaban los grandes propietarios de los adelantos del país y de sus máquinas, que sólo servían para recoger y asegurar las cosechas, nunca para sembrarlas y fomentarlas, presentando hipócritamente este ardid de guerra como un progreso desinteresado. ...
En la línea 982
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Los manijeros, conmovidos por el vino del amo, que no había hecho más que despertar su sed, intervenían paternalmente con el pensamiento puesto en otras botellas. Podían ir con don Luis sin miedo alguno: lo decían ellos, que eran los encargados de cuidarlas y respondían de su seguridad ante sus familias. ...
En la línea 1093
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Rafael escuchábale impasible, con el gesto respetuoso de un buen servidor. Lo único que le interesaba de todo aquello, era la seguridad de continuar en Matanzuela. ...
En la línea 1300
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -¿Y quién ha raptado a vuestra mujer?-Con seguridad no sé nada, señor, pero sospecho de alguien. ...
En la línea 2606
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Además -añadió, bajando la voz y mirando con aire su plicante a Su Eminencia-, démosle seguridad: eso es política. ...
En la línea 2622
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Pero démonos prisa porque el rey puede cambiar de opinión en seguridad, y á fin de cuentas es más difícil volver a meter en la Bastilla o en Fort -l'Evêque a un hombre que ha salido de ahí que guardar un prisionero que ya se tiene. ...
En la línea 3099
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Una vez allí, para mayor seguridad, el joven atrancó la puerta; se acercaron los dos a la ventana, y poruna rendija del postigo vieron al señor Bonacieux que hablaba con un hombre de capa. ...
En la línea 85
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Es, pues, por tanto de necesidad que se admitan considerables variaciones, como son las siguientes, ú otras reglas análogas á ellas, para su gran reforma en ramo de tanto interes é importancia, y fundar sobre bases sólidas la conservacion y fomento de la riqueza de tan hermosas Islas y seguridad pública, obrándose con todo el tino, madurez y circunspeccion que exije tan delicado asunto, y planteándose las reformas segun las circunstancias, empezándose desde luego á proveer los juzgados de aquellas provincias en letrados de las calidades indicadas, con las demas que espresan los párrafos siguientes, y otras que se estimen conducentes. ...
En la línea 342
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Personas notables por su capacidad, luces y talentos, no menos que por sus riquezas, tienen Filipinas y las preciosas Antillas; pues bien, fórmese en cada una de estas posesiones una reunion de personas escojidas por sus talentos, honrosos antecedentes, y de garantias por sus capitales, y bajo la presidencia de los capitanes jenerales gobernadores, mándeseles que se dediquen y ocupen en formular y discutir los fundamentos principales, los principios ó bases de las reformas mas adecuadas para garantir su seguridad, su propiedad, y establecer las mejoras que las luces del siglo reclaman, y han de conducir á aquellas provincias al mas saludable y cumplido desarrollo de su prosperidad. ...
En la línea 358
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Emancipadas las Américas, la administracion de correos de Manila empezó á entenderse directamente con la direccion jeneral de Madrid, y poco despues de esta época, se aumentó al administrador en Filipinas un abono de trecientos pesos por razon de casa y cien pesos para un escribiente, únicos gastos de la renta; y que si se querian garantir mas sus ingresos, con solo añadir un interventor al tanto por ciento igualmente, estaba hecho cuanto se podia apetecer para mayor seguridad de sus fondos. ...
En la línea 775
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Tengo la seguridad de que esa cara no me es desconocida.» «Así es, reverendo padre»—contestó Antonio levantándose y haciendo una profunda reverencia—. ...
En la línea 1647
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... —No lo diga usted con tanta seguridad, amigo mío; yo estoy enterado de muchas más cosas de las que usted se figura. ...
En la línea 1818
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Cercados por un muro de tierra que apenas mide legua y media a la redonda, se agolpan doscientos mil seres humanos, que forman, con toda seguridad, la masa viviente más extraordinaria del mundo entero; y no se olvide nunca que esta masa es estrictamente española. ...
En la línea 2323
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Es posible que muchos de ellos me hubiesen pagado, porque no creo que abrigasen malas intenciones contra mí; pero llegó la persecución, los liberales se dieron a la fuga, y, cosa bastante natural, pensaron en su propia seguridad más que en pagarme los cafés y los licores; a pesar de eso, soy partidario de sus ideas, y nunca vacilo en proclamarlo así. ...
En la línea 587
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Para cuya seguridad, andando más los tiempos y creciendo más la malicia, se instituyó la orden de los caballeros andantes, para defender las doncellas, amparar las viudas y socorrer a los huérfanos y a los menesterosos. ...
En la línea 976
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Pero don Quijote, que, como se ha dicho, se sintió aliviado y sano, quiso partirse luego a buscar aventuras, pareciéndole que todo el tiempo que allí se tardaba era quitársele al mundo y a los en él menesterosos de su favor y amparo; y más con la seguridad y confianza que llevaba en su bálsamo. ...
En la línea 2567
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Porfió Lotario que le acabase de declarar su intención, porque con más seguridad y aviso guardase todo lo que viese ser necesario. ...
En la línea 3043
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... »Hecho esto, dieron orden en que los tres compañeros nuestros se rescatasen, por facilitar la salida del baño, y porque, viéndome a mí rescatado, y a ellos no, pues había dinero, no se alborotasen y les persuadiese el diablo que hiciesen alguna cosa en perjuicio de Zoraida; que, puesto que el ser ellos quien eran me podía asegurar deste temor, con todo eso, no quise poner el negocio en aventura, y así, los hice rescatar por la misma orden que yo me rescaté, entregando todo el dinero al mercader, para que, con certeza y seguridad, pudiese hacer la fianza; al cual nunca descubrimos nuestro trato y secreto, por el peligro que había. ...
En la línea 602
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Hoy he matado un cóndor. Medía ocho pies y medio de extremo a extremo de las alas y cuatro pies desde el pico a la cola. Sabido es que la habitación de este pájaro, geográficamente hablando, es muy extensa. En la costa occidental de la América del Sur se le encuentra en las cordilleras desde el Estrecho de Magallanes hasta los 80 de latitud norte del Ecuador. En la costa de la Patagonia su límite septentrional es el escarpado cantil que se encuentra cerca de la desembocadura del río Negro. En este punto se ha separado el cóndor cerca de cuatrocientas millas de la gran línea central de la habitación en los Andes. Más al sur se encuentra con bastante frecuencia el cóndor en los inmensos precipicios que rodean el Puerto Deseado; sin embargo, se aventuran muy poco hasta las orillas del mar. Estos pájaros frecuentan también una línea de elevados cerros inmediatos a la desembocadura del Santa Cruz y se los encuentra sobre el río a unas ochenta millas del mar, en los puntos en que los límites del valle afectan la forma de precipicios perpendiculares. Estos hechos parecen probar que el cóndor habita de preferencia los acantilados tallados a pico. En Chile habita el cóndor la mayor parte del año en las orillas del Pacífico, y por la noche van varios de estos pájaros a posarse juntos sobre el mismo árbol; pero a principios del verano se retiran a los lugares más inaccesibles de las cordilleras para reproducirse con toda seguridad. ...
En la línea 612
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Durante los dos últimos días hemos encontrado huellas de caballos y algunos objetos que sin duda han pertenecido a los indios, como pedazos de abrigos, por ejemplo, y plumas de avestruz; pero parece que estos objetos llevan mucho tiempo de rodar por el suelo. Entre el punto en que los indios han atravesado últimamente el río y el lugar en que nos encontramos, aunque a gran distancia uno de otro, parece el país enteramente desierto. A primera vista, considerando la abundancia de los guanacos, me sorprendió este fenómeno; pero se explica sin trabajo, teniendo en cuenta la naturaleza pedregosa de estas llanuras; un caballo no herrado que tratara de atravesarlas no resistiría con seguridad el cansancio. Encontré, sin embargo, en dos puntos diferentes de esta región central, pequeños montones de piedras que no creo debidos a la casualidad. Se ven en puntas situadas en el borde superior del cantil más elevado, y se parecen, aunque en pequeña escala, a los que he visto antes en Puerto Deseado. ...
En la línea 660
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ¿Puede haber nada más notable que ver un cuerpo, semejante a una planta, producir un huevo dotado de la facultad de nadar y elegir el lugar conveniente para residencia? Este huevo se desarrolla luego bajo la forma de ramajes, que cada uno lleva innumerables animales distintos, que a veces tienen organismos muy complicados. Las ramas tienen también, en ocasiones, como acabamos de decirlo, órganos que tienen la facultad de moverse y que son independientes de los pólipos. Por sorprendente que aparezca siempre esta reunión de individuos distintos en un tallo común, cada árbol nos presenta el mismo fenómeno; porque sus yemas deben considerarse como otras tantas plantas individuales. No obstante, parece natural considerar a un pólipo que tiene boca, intestinos y otros órganos, como un individuo distinto, mientas que la individualidad de una yema no se concibe con igual facilidad. Por eso la reunión de individuos diferentes en un cuerpo común es más extraña en una colonia de zoófitos que en un árbol. Con menos dificultad se concibe lo que puede ser un animal compuesto, cuando la individualidad de cada una de sus partes no es completa, bajo ciertos puntos de vista, recordando que pueden producirse criaturas distintas cortando una sola con un cuchillo, y que la naturaleza se encarga por sí misma de hacer esta vivisección. Podemos considerar los pólipos de un zoófito y las yemas de un árbol como casos en que la división del individuo no se ha operado por completo. Verdad es que en los árboles y juzgando por analogía, en los zoófitos, los individuos propagados por medio de botones parecen tener entre sí un parentesco mucho más íntimo que el que existe entre los huevos o granos y los padres. Parece, sin embargo, bien establecido que las plantas propagadas por medio de yemas tienen todas vida de igual duración; y todo el mundo sabe qué singulares y cuán numerosos caracteres se transmiten con seguridad por medio de los botones, de las estacas y de los injertos; caracteres que no se transmiten nunca o rara vez por la germinación seminal. ...
En la línea 667
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Su abyección se pintaba en su actitud, y sin dificultad podía leerse en sus facciones la sorpresa, la extrañeza e inquietud que experimentaban. No obstante, cuando les hubimos dado pedazos de tela encarnada, que en el acto se, arrollaron al cuello, nos hicieron mil demostraciones de amistad. El viejo, para probarnos esa amistad nos acariciaba el pecho, haciendo oír una especie de cloqueo como el que suele hacerse para llamar a las gallinas. Di algunos pasos al lado del viejo y repitió conmigo estas demostraciones amistosas, que terminó dándome al mismo tiempo en el pecho y en la espalda tres palmadas bastante fuertes. Después se descubrió el pecho para que yo le devolviera el cumplimiento, lo que verifiqué, y pareció agradarle en extremo. En nuestro concepto, el lenguaje de este pueblo apenas merece el nombre de lenguaje articulado. El capitán Cook lo ha comparado al ruido que haría un hombre limpiándose la garganta; pero con seguridad no ha producido nunca ningún europeo ruidos tan duros, notas tan guturales lavándose las fauces. ...
En la línea 3062
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Había mujeres que sólo así sucumbían; a no ser que abundasen las ocasiones de los ataques bruscos con seguridad del secreto; entonces se acortaban mucho los plazos del rendimiento. ...
En la línea 3906
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¿Por qué no? ¡Ah! y después, cuando se llegaba más arriba, a la seguridad de sí mismo, cuando ya no se temía la tentación sino con temor prudente, se encontraban edificantes muchos espectáculos que antes eran peligrosos. ...
En la línea 4487
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Sus mayores triunfos de todos géneros habían venido así, con la corazonada verdadera, sintiendo él de repente, poco antes de la victoria, un valor insólito, una seguridad absoluta; latidos en las sienes, sangre en las mejillas, angustia en la garganta. ...
En la línea 4906
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Pero la seguridad con que Teresa procedía le tranquilizó. ...
En la línea 708
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Dicha procesión fue el último acto público de Inocencio VIII. De junio a julio estuvo entre la vida y la muerte, y la certeza de su próximo fin agravó la falta de seguridad en Roma. ...
En la línea 949
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El peligro inminente le hizo pensar en la seguridad de su familia. Lucrecia vivía en Pésaro con su esposo. Este Juan Sforza, sobrino del duque de Milán no podía permanecer tranquilo en Roma desde que el Papa desertó de la Liga formada, por milaneses y venecianos, uniéndose con Alfonso II de Nápoles. Creía más prudente vivir lejos de la Ciudad Eterna, en sus tierras propias, y Alejandro VI dejó que se llevase a su esposa. ...
En la línea 1495
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Nunca mostró tanta audacia ni tan firme seguridad en su buena estrella. Avanzó a sabiendas entre las mallas de la traición, sin guardar ninguna salida para salvarse. ...
En la línea 1581
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Se apresuró Rosaura a interrumpirle con acento de seguridad. ...
En la línea 277
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Sonrió el Padre de los Maestros con modestia; pero esta sonrisa dio la seguridad al profesor de que la vida del gigante estaba asegurada y que este tendría ocasión de leer los versos del rector traducidos al inglés. ...
En la línea 339
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Estos personajes, en el primer instante, habían sentido indignación viendo entrar en el patio a la tal máquina. Consideraron esto como una torpeza del 'Comité de recibimiento del Hombre-Montaña', que casi equivalía a un delito contra la seguridad del Estado. Pero cuando pensaban ya en que castigo deberían imponer a Flimnap y sus compañeros, los párrafos obscuros y descorazonantes del profesor hicieron resurgir su optimismo y su bondad. ...
En la línea 415
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Nunca se realizaron inventos con tan asombrosa rapidez; pero todos ellos servían fatalmente para agrandar el arte de las matanzas. La ciencia se había hecho servidora de la guerra; los laboratorios temblaban de patriótico regocijo cuando un descubrimiento proporcionaba la seguridad de poder exterminar mayor número de hombres. Las fábricas mas potentes eran las de materiales para la guerra. Todos los países rivalizaban en una carrera loca, buscando adelantarse los unos a los otros en los medios de destrucción. Los hombres se mataban sobre la tierra y sobre el mar, y hasta en el último momento llegaron a exterminarse en las silenciosas alturas de la atmósfera. ...
En la línea 488
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Cierto -contestó el profesor-; pero esos hombres, en realidad, no pertenecen al ejército; más bien son esclavos, como los atletas que se dedican a los rudos trabajos de fuerza. Nuestro ejército es a modo de una aristocracia femenil, y no puede encargarse de las funciones de policía, que considera faltas de gloria. Necesitábamos una fuerza pública que velase por la seguridad individual, que persiguiese a los ladrones y los homicidas, y hemos dedicado al hombre a esta función demasiado ordinaria. Además, cuando hay algún motín en las calles por causas frívolas de nuestra vida económica, esa tropa es la que restablece el orden entre silbidos y pedradas, lo que proporciona el resultado saludable de que los hombres sean nuevamente odiados por las mujeres. ...
En la línea 844
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Guillermina y Jacinta entraron en la mansión de Ido, que se componía de una salita angosta y de dos alcobas interiores más oprimidas y lóbregas aún, las cuales daban el quién vive al que a ellas se asomaba. No faltaban allí la cómoda y la lámina del Cristo del Gran Poder, ni las fotografías descoloridas de individuos de la familia y de niños muertos. La cocina era un cubil frío donde había mucha ceniza, pucheros volcados, tinajas rotas y el artesón de lavar lleno de trapos secos y de polvo. En la salita, los ladrillos tecleaban bajo los pies. Las paredes eran como de carbonería, y en ciertos puntos habían recibido bofetadas de cal, por lo que resultaba un claro-oscuro muy fantástico. Creeríase que andaban espectros por allí, o al menos sombras de linterna mágica. El sofá de Vitoria era uno de los muebles más alarmantes que se pueden imaginar. No había más que verle para comprender que no respondía de la seguridad de quien en él se sentase. Las dos o tres sillas eran también muy sospechosas. La que parecía mejor, seguramente la pegaba. Vio Jacinta, salteados por aquellos fantásticos muros, carteles de publicaciones ilustradas, de librillos de papel de fumar y cartones de almanaques americanos que ya no tenían hojas. Eran años muertos. ...
En la línea 1353
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Y Barbarita, ¿qué había hecho en la mañana de aquel día 24? Veámoslo. Desde que entró en San Ginés, corrió hacia ella Estupiñá como perro de presa que embiste, y le dijo frotándose las manos: «Llegaron las ostras gallegas. ¡Buen susto me ha dado el salmón! Anoche no he dormido. Pero con seguridad le tenemos. Viene en el tren de hoy». ...
En la línea 1574
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Pues anoche… estuve en el Suizo hasta las diez. Después me fui un rato al Real, y al salir ocurriome pasar por Praga a ver si estaba allí Joaquín Pez, a quien tenía que decir una cosa. Entro y lo primero que me veo es una pareja… en las mesas de la derecha… Quedeme mirando como un bobo… Eran un señor y una mujer vestida con una elegancia… ¿cómo te diré?, con una elegancia improvisada. «Yo conozco esa cara», fue lo primero que se me ocurrió. Y al instante caí… «¡Pero si es esa condenada de Fortunata!». Por mucho que yo te diga, no puedes formarte idea de la metamorfosis… Tendrías que verla por tus propios ojos. Está de rechupete. De fijo que ha estado en París, porque sin pasar por allí no se hacen ciertas transformaciones. Púseme todo lo cerca posible, esperando oírla hablar. «¿Cómo hablará?» me decía yo. Porque el talle y el corsé, cuando hay dentro calidad, los arreglan los modistos fácilmente; pero lo que es el lenguaje… Chico, habías de verla y te quedarías lelo, como yo. Dirías que su elegancia es de lance y que no tiene aire de señora… Convenido; no tiene aire de señora; ni falta… pero eso no quita que tenga un aire seductor, capaz de… Vamos, que si la ves, tiras piedras. Te acordarás de aquel cuerpo sin igual, de aquel busto estatuario, de esos que se dan en el pueblo y mueren en la oscuridad cuando la civilización no los busca y los presenta. Cuántas veces lo dijimos: «¡Si este busto supiera explotarse… !». Pues ¡hala!, ya lo tienes en perfecta explotación. ¿Te acuerdas de lo que sostenías?… «El pueblo es la cantera. De él salen las grandes ideas y las grandes bellezas. Viene luego la inteligencia, el arte, la mano de obra, saca el bloque, lo talla»… Pues chico, ahí la tienes bien labrada… ¡Qué líneas tan primorosas!… Por supuesto, hablando, de fijo que mete la pata. Yo me acercaba con disimulo. Comprendí que me había conocido y que mis miradas la cohibían… ¡Pobrecilla! Lo elegante no le quitaba lo ordinario, aquel no sé qué de pueblo, cierta timidez que se combina no sé cómo con el descaro, la conciencia de valer muy poco, pero muy poco, moral e intelectualmente, unida a la seguridad de esclavizar… ¡ah, bribonas!, a los que valemos más que ellas… digo, no me atrevo a afirmar que valgamos más, como no sea por la forma… En resumidas cuentas, chico, está que ahuma. Yo pensaba en la cantidad de agua que había precedido a la transformación. Pero ¡ah!, las mujeres aprenden esto muy pronto. Son el mismo demonio para asimilarse todo lo que es del reino de la toilette. En cambio, yo apostaría que no ha aprendido a leer… Son así; luego dicen que si las pervertimos. Pues volviendo a lo mismo, la metamorfosis es completa. Agua, figurines, la fácil costumbre de emperejilarse; después seda, terciopelo, el sombrerito… ...
En la línea 2034
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Y no había sido así en vida de su marido. Verdad que en aquel tiempo venturoso, no manejaba más dinero que el que Jáuregui le daba para el gasto de la casa. Después de viuda, viéndose con cuatro cachivaches y cinco mil reales, imaginó fundar una casa de huéspedes, pero Torquemada se lo quitó de la cabeza, ofreciéndose a colocarle sus dineros con buen interés y toda la seguridad posible. El éxito y las ganancias engolosinaron a doña Lupe, que adquirió gradual y rápidamente todas las cualidades del perfecto usurero, y echó el medio pecho de algodón, haciéndose insensible, implacable y dura cuando de la cobranza puntual de sus créditos se trataba. Los primeros años de esta vida pasó la señora grandes apuros, porque los réditos, aun con ser tan crecidos, no le bastaban al sostenimiento de su casa. Pero a fuerza de orden y economía fue saliendo adelante, y aun hizo verdaderos milagros atendiendo a las medicinas que Maximiliano necesitaba y a los considerables gastos de su carrera. Quería mucho a su sobrino y se afanaba porque nada le faltara. Este mérito grande no se le podía negar. Lo que dijo del garbanzo que tenía el valor de una perla, es muy cierto. Pero no lo es que hubiese practicado la usura por el solo interés de dar carrera al sietemesino. Esto se lo decía ella a sí propia en sus soliloquios; pero era uno de esos sofismas con que quiere cohonestarse y ennoblecerse el egoísmo humano. Doña Lupe trabajaba en préstamos por pura afición que le infundió Torquemada, y sin sobrino y sin necesidades habría hecho lo mismo. ...
En la línea 1192
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¡Qué conducta tan rara ha sido la suya! –dijo entre dientes–. Yo creo que ella me ha conocido… , y creo que no me ha conocido. Estas opiniones son contradictorias, lo veo claro. No me es posible conciliarlas ni desechar ninguna de las dos, ni siquiera que una gane a la otra. El caso sencillamente es éste: ha de haber conocido mi cara, mi figura y mi voz, porque ¿cómo podría ser de otro modo? Sin embargo, ha dicha que no me conocía, y eso es una prueba absoluta, porque no es capaz de mentir. ¡Pero… , un momento!… Creo que empiezo a comprender. Acaso él ha influido en ella, le ha obligado a que mienta, le ha exigido mentir. Ésa es la solución: el enigma está descifrado. Parecía muerta de terror… Sí estaba bajó su poder. Yo la veré, yo la encontraré. Ahora que él está fuera, ella me dirá la verdad, recordará los antiguos tiempos en que éramos compañeros de juegos y esto le ablandará el corazón y no me negará más, sino que confesará quién soy. Por sus venas no corre sangre engañosa. No; siempre ha sido honesta y fiel. Me amaba en aquellos días de antaño. Esa es mi seguridad, porque no se puede hacer traición a quien se ha amado. ...
En la línea 1469
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Alejóse de prisa, dejando al preso en manos de los alabarderos. –Ahora ha terminado al fin mi mala suerte –murmuró Hendon–, porque con seguridad he de pender del extremo de una cuerda por ese pedacito de papel. ¡Y qué será de mi pobre muchacho!, ¡ah, sólo el buen Dios lo sabe! ...
En la línea 390
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Hacia las cuatro de la mañana aumentó la velocidad. Nos era muy difícil resistir a tan vertiginosa marcha, sobre todo cuando las olas nos azotaban de plano. Afortunadamente, Ned halló una argolla fijada a la superficie del aparato, a la que pudimos asirnos con seguridad. ...
En la línea 415
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... El otro desconocido merece una descripción más detallada. Un discípulo de Gratiolet o de Engel hubiera podido leer en su fisonomía como en un libro abierto. Reconocí sin vacilación sus cualidades dominantes: la confianza en sí mismo, manifestada en la noble elevación de su cabeza sobre el arco formado por la línea de sus hombros y en la mirada llena de fría seguridad que emitían sus ojos negros; la serenidad, pues la palidez de su piel denunciaba la tranquilidad de su sangre; la energía, demostrada por la rápida contracción de sus músculos superciliares, y, por último, el valor, que cabía deducir de su poderosa respiración como signo de una gran expansión vital. Debo añadir que era un hombre orgulloso, que su mirada firme y tranquila parecía reflejar una gran elevación de pensamientos, y que de todo ese conjunto de rasgos y de la homogeneidad expresiva de sus gestos corporales y faciales cabía diagnosticar, según la observación de los fisonomistas, una indiscutible franqueza. ...
En la línea 480
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -¿La hora de la cena? Debería decir la hora del almuerzo, pues con toda seguridad nuestra última comida data de ayer. ...
En la línea 700
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... En efecto, conocía ya toda la parte anterior del barco submarino, cuya división exacta, del centro al espolón de proa, era la siguiente: el comedor, de cinco metros, separado de la biblioteca por un tabique estanco, es decir, impenetrable al agua; la biblioteca, de cinco metros; el gran salón, de diez metros, separado del camarote del capitán por un segundo tabique estanco; el camarote del capitán, de cinco metros; el mío, de dos metros y medio, y, por último, un depósito de aire de siete metros y medio, que se extendía hasta la roda. El conjunto daba una longitud total de treinta y cinco metros. Los tabiques estancos tenían unas puertas que se cerraban herméticamente por medio de obturadores de caucho, y ellas garantizaban la seguridad a bordo del Nautilus, en el caso de que se declarara una vía de agua. ...
En la línea 179
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Así, pues, cuando Joe y yo íbamos a la iglesia, éramos un espectáculo conmovedor para las personas compasivas. Y, sin embargo, todos mis sufrimientos exteriores no eran nada para los que sentía en mi interior. Los terrores que me asaltaron cada vez que la señora Joe se acercaba a la despensa o salía de la estancia no podían compararse más que con los remordimientos que sentía mi conciencia por lo que habían hecho mis manos. Bajo el peso de mi pecaminoso secreto, me pregunté si la Iglesia sería lo bastante poderosa para protegerme de la venganza de aquel joven terrible si divulgase lo que sabía. Ya me imaginaba el momento en que se leyeran los edictos y el clérigo dijera: «Ahora te toca declarar a ti.» Entonces había llegado la ocasión de levantarme y solicitar una conferencia secreta en la sacristía. Estoy muy lejos de tener la seguridad de que nuestra pequeña congregación no hubiera sentido asombro al ver que apelaba a tan extrema medida, pero tal vez me valdría el hecho de ser el día de Navidad y no un domingo cualquiera. ...
En la línea 190
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Ello empezó en el momento que nos sentamos a comer. El señor Wopsle dio las gracias, declamando teatralmente, según me parece ahora, en un tono que tenía a la vez algo del espectro de Hamlet y de Ricardo III, y terminó expresando la seguridad de que debíamos sentirnos llenos de agradecimiento. Inmediatamente después, mi hermana me miró y en voz baja y acusadora me dijo: ...
En la línea 238
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Mi hermana salió a buscarlo, y oí sus pasos cuando se dirigía a la despensa. Vi como el señor Pumblechook tomaba el cuchillo, y observé en la romana nariz del señor Wopsle un movimiento indicador de que volvía a despertarse su apetito. Oí que el señor Hubble hacía notar que un poquito de sabroso pastel de cerdo les sentaría muy bien sobre todo lo demás y no haría daño alguno. También Joe me prometió que me darían un poco. No sé, con seguridad, si di un grito de terror mental o corporalmente, de modo que pudiesen oírlo mis compañeros de mesa, pero lo cierto es que no me sentí con fuerzas para soportar aquella situación y me dispuse a echar a correr. Por eso solté la pata de la mesa y emprendí la fuga. ...
En la línea 266
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Es mejor que le des vino. Por lo menos, tengo la seguridad de que no contiene alquitrán. ...
En la línea 2532
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑No; es todo lo contrario de lo que supones. Si les hubiera asaltado esa idea estúpida, lo habrían disimulado por todos los medios, habrían procurado ocultar sus intenciones, a fin de poder atraparte después con más seguridad. Intentar hacerlo ahora habría sido una torpeza y una insolencia. ...
En la línea 2875
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Le advierto, Avdotia Romanovna, que si me marcho en estas condiciones puede tener la seguridad de que no volveré. Reflexione. Yo mantengo siempre mi palabra. ...
En la línea 3129
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Pero inmediatamente su voz vibró y se quebró como una cuerda demasiado tensa. Sintió que a su oprimido pecho le faltaba el aliento. Raskolnikof comprendía en parte por qué se resistía Sonia a obedecerle, pero esta comprensión no impedía que se mostrara cada vez más apremiante y grosero. De sobra se daba cuenta del trabajo que le costaba a la pobre muchacha mostrarle su mundo interior. Comprendía que aquellos sentimientos eran su gran secreto, un secreto que tal vez guardaba desde su adolescencia, desde la época en que vivía con su familia, con su infortunado padre, con aquella madrastra que se había vuelto loca a fuerza de sufrir, entre niños hambrientos y oyendo a todas horas gritos y reproches. Pero, al mismo tiempo, tenía la seguridad de que Sonia, a pesar de su repugnancia, de su temor a leer, sentía un ávido, un doloroso deseo de leerle a él en aquel momento, sin importarle lo que después pudiera ocurrir… Leía todo esto en los ojos de Sonia y comprendía la emoción que la trastornaba… Sin embargo, Sonia se dominó, deshizo el nudo que tenía en la garganta y continuó leyendo el capítulo 11 del Evangelio según San Juan. Y llegó al versículo 19. ...
En la línea 3699
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Permítanme, señores, permítanme. No se pongan así. Déjenme pasar ‑dijo mientras se abría paso‑. No se molesten ustedes en intentar amedrentarme con sus amenazas. Tengan la seguridad de que no adelantarán nada, pues no soy de los que se asustan fácilmente. Por el contrario, les advierto que tendrán que responder de la cooperación que han prestado a un acto delictivo. La culpabilidad de la ladrona está más que probada, y presentaré la oportuna denuncia. Los jueces no están ciegos… ni bebidos. Por eso rechazarán el testimonio de dos impíos, de dos revolucionarios que me calumnian por una cuestión de venganza personal, como ellos mismos han tenido la candidez de reconocer. Permítanme, señores. ...
En la línea 179
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Yo no podía suponer que ella quisiese jugar únicamente por el dinero. Con seguridad lo necesita, y lo más pronto posible, para fines que ignoro. Me prometió darme esa explicación y nos despedimos. ...
En la línea 239
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Pero —dijo asombrada Paulina—, ¿no abrigaba usted la misma esperanza? Hace quince días me habló usted de su seguridad absoluta de ganar aquí a la ruleta y me rogaba que no le tuviese por un insensato. ¿Era una broma suya? Nunca lo hubiera creído, pues usted me hablaba, lo recuerdo, en un tono muy serio. ...
En la línea 241
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¿De dónde saca esa seguridad? ...
En la línea 243
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¿Le es, pues, necesario ganar a toda costa, ya que tiene usted esa seguridad fantástica? ...
En la línea 1004
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Algunas veces estas dos ideas disentían; y entonces el hombre conocido como Magdalena no dudaba en sacrificar la primera a la segunda, su seguridad a su virtud. Así, a pesar de toda su prudencia, había conservado los candelabros del obispo, había llevado luto por su muerte, había interrogado a los saboyanos que pasaban, había pedido informes sobre las familias de Faverolles, y había salvado la vida del viejo Fauchelevent, a pesar de las terribles insinuaciones de Javert. ...
En la línea 1024
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - ¿Y de qué tengo miedo? -se dijo-. Estoy salvado, todo ha terminado. No había más que una puerta entreabierta por la cual podría entrar mi pasado; esa puerta queda ahora tapiada para siempre. Este Javert que me acosa hace tanto tiempo, que con ese terrible instinto que parecía haberme descubierto me seguía a todas partes, ese perro de presa siempre tras de mí, ya está desorientado. Está satisfecho y me dejará en paz. ¡Ya tiene su Jean Valjean! Y todo ha sucedido sin intervención mía. La Providencia lo ha querido. ¿Tengo derecho a desordenar lo que ella ordena? ¿Y qué me pasa? ¡No estoy contento! ¿Qué más quiero? El fin a que aspiro hace tantos años, el objeto de mis oraciones, es la seguridad. Y ahora la tengo, Dios así lo quiere. Y lo quiere para que yo continúe lo que he empezado, para que haga el bien, para que dé buen ejemplo, para que se diga que hubo algo de felicidad en esta penitencia que sufro. Está decidido: dejemos obrar a Dios. ...
En la línea 1217
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... La seguridad de tener en su poder a Jean Valjean hizo aflorar a su fisonomía todo lo que tenía en el alma. El fondo removido subió a la superficie. La humillación de haber perdido la pista y haberse equivocado respecto de Champmathieu desaparecía ante el orgullo de ahora. Javert se sentía en el cielo. Contento e indignado, tenía bajo sus pies el crimen, el vicio, la rebelión, la perdición, el infierno. Javert resplandecía, exterminaba, sonreía. Había una innegable grandeza en aquel San Miguel monstruoso. ...
En la línea 332
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Una aplastante seguridad interior me decía que Blanca se había desvanecido para siempre, y como esta seguridad era intolerable, traté de combatirla, de aniquilarla con toda mi filosofía. ...
En la línea 772
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Verás cómo no viene por cinco minutos -respondía con seguridad Pilar. ...
En la línea 496
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... No había nada que decir ante una respuesta dada con tan completa seguridad. ...
En la línea 658
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Entretanto, el elefante, guiado con mucha seguridad por el parsi, corría con rapidez por la selva todavía oscura. Una hora después de haber dejado la pagoda de Pillaji, se lanzaba al través de una inmensa llanura. A las siete se hizo alto. La joven seguía en una postración completa. El guía le hizo beber algunos tragos de agua y de brandy, pero la influencia embriagante que pesaba sobre ella debía prolongarse todavía por algún tiempo. ...
En la línea 805
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Sin embargo, antes de obrar, y con el fin de proceder con más seguridad, Fix resolvió interrogar a Picaporte. Sabía que no era muy difícil hacerle hablar, y se decidió a romper el disimulo que hasta entonces había guardado. Pero no había tiempo que perder, porque era el 31 de octubre, y al día siguiente el 'Rangoon' debía hacer escala en Singapore. ...
En la línea 1081
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Fix estaba meditabundo en la proa. Se mantenía apartado, sabiendo que Fogg era poco hablador; por otra parte, le repugnaba hablar con el hombre de quien aceptaba los servicios. También pensaba en el porvenir. Le parecía cierto que mister Fogg no se detendría en Yokohama, y que tomaría inmediatamente el vapor de San Francisco, a fin de llegar a América, cuya vasta extensión le aseguraría la impunidad y la seguridad. El plan de Phileas Fogg le parecía sumamente sencillo. ...

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