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La palabra rretirrarrse
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Comó se escribe rretirrarrse o retirarse?

Cual es errónea Retirarse o Rretirrarrse?

La palabra correcta es Retirarse. Sin Embargo Rretirrarrse se trata de un error ortográfico.

La falta ortográfica detectada en la palabra rretirrarrse es que se ha eliminado o se ha añadido la letra r a la palabra retirarse

Errores Ortográficos típicos con la palabra Retirarse

Cómo se escribe retirarse o rretirrarrse?
Cómo se escribe retirarse o retirarze?


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Reglas relacionadas con los errores de r

Las Reglas Ortográficas de la R y la RR

Entre vocales, se escribe r cuando su sonido es suave, y rr, cuando es fuerte aunque sea una palabra derivada o compuesta que en su forma simple lleve r inicial. Por ejemplo: ligeras, horrores, antirreglamentario.

En castellano no es posible usar más de dos r


Mira que burrada ortográfica hemos encontrado con la letra r

Algunas Frases de libros en las que aparece retirarse

La palabra retirarse puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1550
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Al anochecer, cuando ya iban a retirarse, los llamó a grandes gritos Teresa desde la puerta de la barraca. ...

En la línea 403
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Debían avanzar, encorvarse sobre el barreño, que estaba en el suelo, coger la cucharada y retirarse a la fila para devorar las sopas, de una tibieza repugnante. Al aproximarse, los gruesos zapatones hacían saltar el polvo o las pellas de barro, y las últimas cucharadas tenían el mismo sabor que si comiesen tierra. ...

En la línea 1702
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Emprendieron el camino. Eran unos mil; los obreros de la ciudad, y los hombres-fieras, que habían ido a la reunión oliendo sangre y no podían retirarse, como si les empujase un instinto superior a su voluntad. ...

En la línea 1793
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pensó por un momento en retirarse a su hospedaje. Pero sus asuntos no eran de los que podían dejarse para el día siguiente. Era preciso aquella misma noche, en seguida, terminar la cuestión que le hizo salir como un loco del hotel de don Pablo, separándose de éste para siempre. ...

En la línea 1930
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Transcurrió otro mes. Una tarde, al asomar María de la Luz a la puerta de su casa, creyó caer al suelo desvanecida. Le temblaron las piernas, le zumbaron los oídos; toda su sangre pareció afluir a su rostro en ardiente oleada y retirarse después, dejándolo de una palidez verdosa... ...

En la línea 620
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Buscaba por tanto en su interior un medio de retirarse lo menos torpemente posible, cuando notó que Aramis había dejado caer su pa ñuelo y, por descuido sin duda, había puesto el pie encima; le pareció llegado el momento de reparar su inconveniencia: se agachó, y con el gesto más gracioso que pudo encontrar, sacó el pañuelo de debajo del pie del mosquetero, por más esfuerzos que hizo éste por retenerlo, y le dijo devolviéndoselo:-Señor, aquí tenéis un pañuelo que en mi opinión os molestaría mucho perder. ...

En la línea 913
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Sire -prosiguió Trév ille-, como os he dicho, el señor D'Ar tagnan es casi un niño, y como no tiene el honor de ser mosquetero, estaba vestido de paisano; los guardias del señor cardenal, reconociendo su gran juventud, y que además era extraño al cuerpo, le invitaron a retirarse antes de atacar. ...

En la línea 915
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Exactamente, Sire; sin ninguna duda; le conminaron, pues, a retirarse, pero él respondió que era mosquetero de corazón y todo él de Su Majestad, y que poreso se quedaría con los señores mosqueteros-¡Bravo joven! -murmuró el rey. ...

En la línea 2786
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Tras esto, el cardenal, oyendo dar en el péndulo las once, se incli nó profundamente pidiendo permiso al rey para retirarse y suplicándo le que se reconciliase con lareina. ...

En la línea 703
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Muy inofensivos mientas que estaban en corto número, dejaron de serlo, como lo vimos en la mañana del 21, reunidos a los que llegaron, en los cuales notamos síntomas de hostilidad que nos hicieron temer si tendríamos que entablar lucha. Un europeo tiene grandes desventajas frente a frente de estos salvajes, que no tienen idea alguna de la potencia de las armas de fuego. El mismo movimiento indispensable para echarse a la cara el fusil, le presenta a los ojos del salvaje como muy inferior a un hombre de arco y flechas, de una lanza o de una honda. Es, por otra parte, imposible casi probarles nuestra superioridad sino con golpes mortales. Del mismo modo que las fieras, no parecen preocuparse del número; porque todo individuo si es atacado, en lugar de retirarse trata de romperos la cabeza con una piedra con la misma seguridad que un tigre trataría de haceros pedazos en circunstancias análogas. Una vez, apremiado muy de cerca, trató el capitán Fitz-Roy de espantar a una turba de salvajes de éstos, empezando por sacar el sable para amenazarlos, y no hicieron más que reírse. ...

En la línea 1383
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Comenzó el terremoto la las once y media de la mañana. llega a producirse a media noche, el mayor número de los habitantes, que es esta provincia son muchos miles, hubiese perecido. total no llegaron a ciento las víctimas, gracias a la costumbre que se tiene de lanzarse fuera de las casas en cuanto se siente temblar el suelo. Concepción, cada hilera de casas y cada casa aislada formaba una masa de ruinas independiente; por el contrario, en Talcahuano, la ola que había seguido al temblor de tierra e inundado la villa había dejado al retirarse una masa confusa de ladrillos, tejas, vigas y muebles, y algún que otro muro suelto todavía de pie ...

En la línea 1400
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... ras dos olas arrastraron al retirarse inmensa cantidad de despojos. un punto de la bahía había un buque que fue arrastrado hasta la costa, traído de nuevo, vuelto a lanzar sobre la costa y puesto segunda vez a flote por la última ola. otro lugar de la bahía había dos grandes buques anclados, uno detrás de otro, y comenzaron a girar de tal manera, que los cables de ambas anclas se enrollaron uno en otro, y aunque había 36 pies de agua se encontraron de improviso sobre el suelo en seco por espacio de algunos minutos. ola grande, se acercó, sin embargo, con bastante lentitud, puesto que los habitantes de Talcahuano tuvieron tiempo de refugiarse en las colinas que había detrás de la ciudad ...

En la línea 1981
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... sas de guijarros cubren los cimientos de las paredes, y grandes montones de ladrillos parecen haber sido arrastrados por las olas al retirarse como cantos rodados. asegura que el terreno bajó durante ese memorable terremoto; pero no he podido encontrar ninguna prueba de ese descenso ...

En la línea 1476
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Ana procuraba retirarse en cuanto podía hacerlo sin ofender la susceptibilidad de aquel libre-pensador que era su padre. ...

En la línea 1524
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Prefirió retirarse a su quinta de Loreto, accediendo a las súplicas de Anita que se lo pedía con las manos en cruz. ...

En la línea 15391
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Don Álvaro, después de su conversación con Ana, la había hecho retirarse y se había quedado solo en el comedor para dar el ataque a Petra y proponerle, entre caricias, de que cada día le pesaba más, el cambio de amos. ...

En la línea 1505
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El verdadero ejército de los conjurados, que se mantenía esperando órdenes a varias millas de Sinigaglia, al saber lo ocurrido se apresuró a retirarse, no obstante estar mandado por un sobrino y un hermano de los presos. Terminada esta operación tan rápida y eficaz, el duque de las Romanas se posesionó de la fortaleza de Sinigaglia antes que se ocultase el sol, tal como lo había prometido. ...

En la línea 1224
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El profesor tuvo que retirarse sin poder hablar a su antiguo protegido. Únicamente por los periodistas tuvo noticias de su nueva existencia. Dormía sobre la arena de la playa, sin una manta que le sirviera de lecho, sin una lona que le defendiese del rocío de la noche. ¡Como debía acordarse el pobre gentleman de su cama mullida, allá en la Galería de la Industria, que el presidente de su Comité hacia preparar todas las noches con tanta minuciosidad!… ...

En la línea 432
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Estas y otras tonterías no tenían consecuencias, y al cuarto de hora se echaban a reír, y en paz. Pero aquella noche, al retirarse, sentía la Delfina ganas de llorar. Nunca se había mostrado en su alma de un modo tan imperioso el deseo de tener hijos. Su hermana la había humillado, su hermana se enfadaba de que quisiera tanto al sobrinito. ¿Y aquello qué era sino celos?… Pues cuando ella tuviera un chico, no permitiría a nadie ni siquiera mirarle… Recorrió el espacio desde la calle de las Hileras a la de Pontejos, extraordinariamente excitada, sin ver a nadie. Llovía un poco y ni siquiera se acordó de abrir su paraguas. El gas de los escaparates estaba ya encendido, pero Jacinta, que acostumbraba pararse a ver las novedades, no se detuvo en ninguna parte. Al llegar a la esquina de la plazuela de Pontejos y cuando iba a atravesar la calle para entrar en el portal de su casa, que estaba enfrente, oyó algo que la detuvo. Corriole un frío cortante por todo el cuerpo; quedose parada, el oído atento a un rumor que al parecer venía del suelo, de entre las mismas piedras de la calle. Era un gemido, una voz de la naturaleza animal pidiendo auxilio y defensa contra el abandono y la muerte. Y el lamento era tan penetrante, tan afilado y agudo, que más que voz de un ser viviente parecía el sonido de la prima de un violín herida tenuemente en lo más alto de la escala. Sonaba de esta manera: miiii… Jacinta miraba al suelo; porque sin duda el quejido aquel venía de lo profundo de la tierra. En sus desconsoladas entrañas lo sentía ella penetrar, traspasándole como una aguja el corazón. ...

En la línea 1419
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Al retirarse, iban por la calle tan desatinadas la una como la otra. Lo dicho dicho: aquella misma noche hablarían las dos a sus respectivos maridos. ...

En la línea 1517
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Jacinta y su marido le rogaron al retirarse que le tuviese un día más. Ya decidirían. ...

En la línea 1571
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Jacinta ponía mucha atención a esto; pero entró Rafaela a llamarla y tuvo que retirarse. ...

En la línea 2008
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Quebrantada por tantas emociones, Mariana había vuelto a retirarse a su camarote, y una buena parte de la tripulación también dejó la cubierta, pues por el momento no parecía que amenazara ningún peligro a la nave. ...

En la línea 2055
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Como temiera Sandokán, sabiendo los ingleses de su partida y seguros de que encontrarían una guarnición muy débil, se dirigieron a la isla, bombardearon las fortificaciones y echaron a pique varios barcos. Llevaron su audacia hasta desembarcar tropas, pero el valor de Giro Batol y de sus tigres concluyó por triunfar y el enemigo se vio obligado a retirarse. Había sido una victoria, es verdad, pero por poco cae la isla. ...

En la línea 2110
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Estaba visto que, mientras no faltara la pólvora, ningún barco podría acercarse a las costas de la temida isla. Pero, por desgracia para los piratas, a eso de las seis de la tarde, cuando ya la flota iba a retirarse, llegó un inesperado socorro para los atacantes. Eran otros dos cruceros ingleses y una gran corbeta holandesa, seguidos a poca distancia por un bergantín de vela perfectamente artillado. ...

En la línea 583
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Una última pregunta -dije en el momento en que ese ser inexplicable parecía querer retirarse. ...

En la línea 1592
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Puede usted retirarse, señor Aronnax -me dijo el capitán Nemo. ...

En la línea 2382
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Un día, Solón tuvo una conversación con algunos sabios ancianos de Sais, ciudad cuya antigüedad se remontaba a más de ochocientos años, como lo testimoniaban sus anales grabados sobre los muros sagrados de sus templos. Uno de aquellos ancianos contó la historia de otra ciudad con miles de años de antigüedad. Esa primera ciudad ateniense, de novecientos siglos de edad, había sido invadida y destruida en parte por los atlantes, pueblo que, decía él, ocupaba un continente más grande que África y Asia juntas, con una superficie comprendida entre los doce y cuarenta grados de latitud norte. Su dominio se extendía hasta Egipto, y quisieron imponérselo también a Grecia, pero debieron retirarse ante la indomable resistencia de los helenos. Pasaron los siglos, hasta que se produjo un cataclismo acompañado de inundaciones y de temblores de tierra. Un día y una noche bastaron para la aniquilación de esa Atlántida, cuyas más altas cimas, Madeira, las Azores, las Canarias y las islas del Cabo Verde emergen aún. ...

En la línea 2919
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... En efecto, la obra que tenía en mis manos era Los Grandes Fondos Marinos. No me había dado cuenta. Cerré el libro, me levanté y volví a pasear. Ned y Conseil se levantaron para retirarse. Les retuve. ...

En la línea 2792
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Hubo un momento de silencio. Lujine sacó con toda lentitud un pañuelo de batista perfumado y se sonó con aire de hombre amable pero herido en su dignidad y decidido a pedir explicaciones. Apenas había entrado en el vestíbulo, le había acometido la idea de no quitarse el gabán y retirarse, para castigar severamente a las dos damas y hacerles comprender la gravedad del acto que habían cometido. Pero no se había atrevido a tanto. Por otra parte, le gustaban las situaciones claras y deseaba despejar la siguiente incógnita: Pulqueria Alejandrovna y su hija debían de tener algún motivo para haber desatendido tan abiertamente su prohibición, y este motivo era lo primero que él necesitaba conocer. Después tendría tiempo de aplicar el castigo adecuado. ...

En la línea 3526
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Y Piotr Petrovitch entregó a Sonia un billete de diez rublos después de haberlo desplegado cuidadosamente. Sonia lo tomó, enrojeció, se levantó de un salto, pronunció algunas palabras ininteligibles y se apresuró a retirarse. Piotr Petrovitch la acompañó con toda cortesía hasta la puerta. Ella salió de la habitación a toda prisa, profundamente turbada, y corrió a casa de Catalina Ivanovna, presa de extraordinaria emoción. ...

En la línea 4012
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... En la habitación, además de Sonia, habían entrado Raskolnikof, Lebeziatnikof, el funcionario y el gendarme, que obligó a retirarse a algunos curiosos que habían llegado hasta la puerta. Apareció Poletchka con los fugitivos, que temblaban y lloraban. De casa de Kapernaumof llegaron también, primero el mismo sastre, con su cojera y su único ojo sano, y que tenía un aspecto extraño con sus patillas y cabellos tiesos; después su mujer, cuyo semblante tenía una expresión de espanto, y en pos de ellos algunos de sus niños, cuyas caras reflejaban un estúpido estupor. Entre toda esta multitud apareció de pronto el señor Svidrigailof. Raskolnikof le contempló con un gesto de asombro. No comprendía de dónde había salido: no recordaba haberlo visto entre la multitud. ...

En la línea 4072
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Se habría sentido feliz si hubiera podido retirarse en aquel momento a un lugar verdaderamente solitario, incluso para siempre. Pero, por desgracia para él, en aquellos últimos días de su crisis, aunque estaba casi siempre solo, no tenía nunca la sensación de estarlo completamente. ...

En la línea 131
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Mientras Perrault empacaba el equipo de acampada y cargaba el trineo, François colocaba los arneses a los animales. Buck se dirigió trotando al lugar de líder que hubiera ocupado Spitz; pero François, sin prestarle atención, llevó a Sol-leks a la codiciada posición. A su juicio, era el mejor perro guía que quedaba. Buck saltó furioso sobre Sol-leks, obligándolo a retirarse y ocupando su lugar. ...

En la línea 917
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Prefería Miranda el salón de lectura, donde hallaba cantidad de periódicos españoles, incluso el órgano de Colmenar, que leía dándose tono de hombre político. A Perico se le encontraba con más frecuencia en otro departamento tétrico como una espelunca, las paredes color de avellana tostada, los cortinajes gris sucio con franjas rojas, donde una hilera de bancos de gutapercha moteada hacía frente a otra hilera de mesas, cubiertas con el sacramental, melodramático y resobadísimo tapete verde. Así como la marea al retirarse va dejando en la playa orlas paralelas de algas, así se advertían en los respaldos de los bancos de gutapercha roja series de capas de mugre, depositadas por la cabeza y espaldas de los jugadores, señales que iban en aumento desde el primer banco hasta el último, conforme se ascendía del inofensivo piquet al vertiginoso écarté, porque la hilera empezaba en el juego de sociedad, acabando en el de azar. Los bancos de la entrada estaban limpios, en comparación de los del fondo. Aquella pieza donde tan nefando culto se tributaba a la Ninfa de las aguas fue testigo de hartas proezas de Perico, que, por su semejanza con todas las de la misma laya, no merecen narrarse. Ni menos requiere ser descrito el espectáculo, caro a los novelistas, de las febriles peripecias que en torno de las mesas se sucedían. Tiene el juego en Vichy algo de la higiénica elegancia del pueblo todo, cuyos habitantes se complacen en repetir que en su villa nadie se levantó la tapa de los sesos por cuestión del tapete verde, como sucede en Mónaco a cada paso; de suerte que no se presta la sala del Casino a descripciones del género dramático espeluznante; allí el que pierde se mete las manos en los bolsillos, y sale mejor o peor humorado, según es de nervioso o linfático temperamento, pero convencido de la legalidad de su desplume, que le garantizan agentes de la Autoridad y comisionados de la Compañía arrendataria, presentes siempre para evitar fraudes, quimeras y otros lances, propios solamente de garitos de baja estofa, no de aquellas olímpicas regiones en que se talla calzados los guantes. Es de advertir que Perico, aun siendo de los que más ayudaban a engrasar y bruñir con la pomada de su pelo y el frote de sus lomos los bancos de gutapercha, no realizaba el tipo clásico del jugador que anda en estampas y aleluyas morales y edificantes. Cuando perdía, no le ocurrió jamás tirarse de los cabellos, blasfemar ni enseñar los puños a la bóveda celeste. Eso sí, él tomaba cuantas precauciones caben, a fin de no perder. Análogo es el juego a la guerra: dícese de ambos que los decide la suerte y el destino; pero harto saben los estratégicos consumados que una combinación a la vez instintiva y profunda, analítica y sintética, suele traerles atada de manos y pies la victoria. En una y otra lucha hay errores fatales de cálculo que en un segundo conducen al abismo, y en una y otra, si vencen de ordinario los hábiles, en ocasiones los osados lo arrollan todo y a su vez triunfan. Perico poseía a fondo la ciencia del juego, y además observaba atentamente el carácter de sus adversarios, método que rara vez deja de producir resultados felices. Hay personas que al jugar se enojan o aturden, y obran conforme al estado del ánimo, de tal manera, que es fácil sorprenderlas y dominarlas. Quizá la quisicosa indefinible que llaman vena, racha o cuarto de hora no es sino la superioridad de un hombre sereno y lúcido sobre muchos ebrios de emoción. En resumen: Perico, que tenía movimientos vivos y locuacidad inagotable, pero de hielo la cabeza, de tal suerte entendió las marchas y contramarchas, retiradas y avances de la empeñada acción que todos los días se libraba en el Casino, que después de varias fortunitas chicas, vino a caerle un fortunón, en forma de un mediano legajo de billetes de a mil francos, que se guardó apaciblemente en el bolsillo del chaleco, saliendo de allí con su paso y fisonomía de costumbre, y dejando al perdidoso dado a reflexionar en lo efímero de los bienes terrenales. Aconteció esto al otro día de aquel en que Lucía manifestara a Pilar tal interés por la salud de la madre de Artegui. Era Perico naturalmente desprendido, a menos que careciese de oro para sus diversiones, que entonces escatimaría un maravedí, y avisando a Pilar que estaba en el salón de Damas, reuniose con ella en la azotea, y le dijo dándole el brazo: ...

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