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La palabra oscurros
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Comó se escribe oscurros o oscuros?

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La palabra correcta es Oscuros. Sin Embargo Oscurros se trata de un error ortográfico.

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Más información sobre la palabra Oscuros en internet

Oscuros en la RAE.
Oscuros en Word Reference.
Oscuros en la wikipedia.
Sinonimos de Oscuros.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Oscuros

Cómo se escribe oscuros o hoscuros?
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Cómo se escribe oscuros o oxuros?
Cómo se escribe oscuros o ozcuroz?


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece oscuros

La palabra oscuros puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 923
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Caminaba perezosamente por las calles de la ciudad en los fríos crepúsculos de invierno, comprando los encargos de su madre, deteniéndose embobada ante los escaparates que empezaban a iluminarse, y al fin, pasando el puente se metía en los oscuros callejones de los arrabales para salir al camino de Alboraya. ...

En la línea 933
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... En los crepúsculos de invierno, oscuros y muchas veces lluviosos, salvaba Roseta temblando más de la mitad del camino. ...

En la línea 411
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El recuerdo de los campos, siempre verdes, alegraba después de tantos años al viejo _Zarandilla_, pasando como una visión luminosa por sus ojos oscuros. ...

En la línea 785
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... El primero de aquellos varones, a quien los otros dos trataban con notable deferencia, era delgado y seco, de estatura más que regular, muy pálido de tez, las facciones demacradas, pero bellas, y de ojos oscuros y chispeantes; podía tener unos cincuenta años. ...

En la línea 1242
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Entramos en la casa, en un aposento muy capaz y tenebroso, donde no había otra luz que el débil resplandor de un brasero, puesto al fondo, junto al que se acurrucaban dos bultos oscuros. ...

En la línea 1768
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Podría tener hasta cinco pies y una pulgada de altura, y era más bien corpulento para su talla; el rostro amarillento y enfermizo, pero con cierta expresión de fanfarronería; los ojos pardos, muy oscuros, eran vivos y brillantes. ...

En la línea 313
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Entre los batracios, me chocó mucho un sapito (Phrynircus nigricans) muy extraño por su color. Puede formarse cabal idea de su aspecto imaginando que primero se le metiese en tinta de la más negra y luego se le permitiese arrastrarse por una tabla recién pintada con bermellón brillante, de modo que este color se le pegara a las plantas de los pies y a algunas partes del vientre. Si esta especie no hubiera recibido nombre aún, merecería ciertamente el de diabolicus, pues es un sapo digno de hablar con Eva. En vez de tener costumbres nocturnas y de vivir en agujeros oscuros y húmedos, como casi todos los demás sapos, se arrastra durante los calores más intensos del día sobre los montoncillos de arena y los llanos áridos, donde no hay ni una gota de agua. Necesariamente debe de contar con el rocío para proveerse de la humedad que le hace falta y que probablemente absorbe por la piel, pues ya se sabe que estos reptiles tienen una gran facultad de absorción cutánea. Uno encontré en Maldonado, en un sitio casi tan seco como los alrededores de Bahía Blanca, creyendo hacerle un gran favor, le cogí y le arrojé en un charco; pero el animalejo no sólo no sabe nadar, sino que de no darle yo auxilio creo que se hubiera ahogado muy pronto. ...

En la línea 1211
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... naturales llaman a uno de estos pájaros el cheucan (Pteroptochos rubecula); frecuenta los lugares más oscuros y retirados de los bosques húmedos ...

En la línea 2023
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... s pocos pájaros, de colores oscuros, que encontré no parecieron ocuparse de mí más que de las grandes tortugas. ...

En la línea 2070
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Los dos búhos, la golondrina, las tres especies de sinsontes, la paloma en sus colores aislados, pero no el conjunto de su plumaje, el Totamus y la gaviota tienen colores más oscuros que las especies análogas, y en particular los sinsontes y el tótamus mucho más oscuros que los de todas las demás especies de los dos géneros ...

En la línea 1961
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... En toda la parte del siglo XIX que duró la larguísima existencia usuraria de D. Francisco Torquemada, no se le oyó decir una sola vez siquiera que los tiempos fueran buenos. Siempre eran malos, pero muy malos. Aun así, el 68 ya tenía Torquemada dos casas en Madrid, y había empezado sus negocios con doce mil reales que heredó su mujer el 51. Los un día mezquinos capitales de doña Lupe, él se los había centuplicado en un par de lustros, siendo esta la única persona que asociaba a sus oscuros negocios. Cobrábale una comisión insignificante, y se tomaba por los asuntos de ella tanto interés como por los propios, en razón a la gran amistad que había tenido con el difunto Jáuregui. ...

En la línea 2760
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «Ahora sí que nos podemos acostar. ¡Qué susto hemos pasado!». Fortunata le respondió: «¿Susto yo?… ¡quia!». Todo esto se decía con un cuchicheo cauteloso, y lo mismo lo habrían dicho aunque no hubiera allí un enfermo cuyo sueño había que respetar. La criada se deslizó blandamente por los oscuros pasillos y el ama entró en la alcoba. Al ver a su marido, sintió como si lo que está a cien mil leguas de nosotros se nos pusiera al lado de repente. Maxi había dado vueltas en el lecho y dormía como los pájaros, con la cabeza bajo el ala. El mezquino cuerpo se perdía en la anchura de aquella cama tan grande, y allí podía pasearse en sueños el esposo como en los inconmensurables espacios del Limbo. ...

En la línea 873
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Decididamente, entre los dos, Ned y Conseil, hubieran constituido un brillante naturalista. No se había equivocado el canadiense. Un grupo de balistes, de cuerpo comprimido, de piel granulada, armados de un aguijón en el dorso, evolucionaban en torno al Nautilus, agitando las cuatro hileras de punzantes y erizadas espinas que llevan a ambos lados de la cola. Nada más admirable que la pigmentación de su piel, gris por arriba y blanca por debajo, con manchas doradas que centelleaban entre los oscuros remolinos del agua. Entre ellos, se movían ondulantemente las rayas, como banderas al viento. Con gran alegría por mi parte, vi entre ellas esa raya china, amarillenta por arriba y rosácea por abajo, provista de tres aguijones tras el ojo; una especie rara y de dudosa identificación en la época de Lacepède, quien únicamente pudo verla en un álbum de dibujos japonés. ...

En la línea 1002
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Entreví todas esas maravillas en el espacio de un cuarto de milla, deteniéndome apenas y siguiendo al capitán Nemo que, de vez en cuando, me hacía alguna que otra señal. La naturaleza del suelo empezó a modificarse. A la llanura de arena sucedió una capa de barro viscoso que los americanos llaman oaze, compuesta únicamente de conchas silíceas o calcáreas. Luego recorrimos una pradera de algas, plantas pelágicas muy frondosas que las aguas no habían arrancado todavía. Aquel césped apretado y mullido habría podido rivalizar con las más blandas alfombras tejidas por la mano del hombre. Pero a la vez que bajo nuestros pies, la vegetación se extendía también sobre nuestras cabezas. Una ligera bóveda de plantas marinas, pertenecientes a la exuberante familia de las algas, de las que se conocen más de dos mil especies, se cruzaba en la superficie de las aguas. Veía flotar largas cintas de fucos, globulosos unos, tubulados otros, laurencias, cladóstefos de hojas finísimas, rodimenas palmeadas semejantes a abanicos de cactus. Observé que las plantas verdes se mantenían cerca de la superficie del mar, mientras que las rojas ocupaban una profundidad media, dejando el fondo a los hidrófilos negros u oscuros. ...

En la línea 1019
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Ese encuentro me hizo pensar que aquellos fondos oscuros debían estar habitados por otros animales más temibles, de cuyos ataques no podría protegerme la escafandra. No había pensado en ello hasta entonces y decidí mantenerme alerta. ...

En la línea 1025
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Pensaba yo, mientras proseguíamos la marcha, que la luz de nuestros aparatos Ruhmkorff debía necesariamente atraer a algunos de los habitantes de esos oscuros fondos. Pero aunque muchos se acercaron lo hicieron a una distancia lamentable para un cazador. Varias veces vi al capitán Nemo detenerse y apuntar con su fusil para, tras algunos instantes de observación, desistir de tirar y reanudar la marcha. ...

En la línea 2010
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Herbert y yo íbamos de mal en peor por lo que se refiere al aumento de nuestras deudas. De vez en cuando examinábamos nuestros asuntos, dejábamos márgenes y hacíamos otros arreglos igualmente ejemplares. Pasó el tiempo tanto si nos gustaba como si no, según tiene por costumbre, y yo llegué a mi mayoría de edad, cumpliéndose la predicción de Herbert de que me ocurriría eso antes de darme cuenta. También Herbert había llegado ya a su mayoría de edad, ocho meses antes que yo. Y como en tal ocasión no ocurrió otra cosa, aquel acontecimiento no causó una sensación profunda en la Posada de Barnard. Pero, en cambio, esperábamos ambos mi vigesimoprimer aniversario con la mayor ansiedad y forjándonos toda suerte de esperanzas, porque los dos teníamos la seguridad de que mi tutor no podría dejar de decirme algo preciso en aquella ocasión. Tuve el mayor cuidado de avisar en Little Britain el día de mi cumpleaños. El anterior a esta fecha recibí un aviso oficial de Wemmick comunicándome que el señor Jaggers tendría el mayor gusto en recibirme a las cinco de la tarde aquel señalado día. Esto nos convenció de que iba a ocurrir algo importante, y yo estaba muy emocionado cuando acudí a la oficina de mi tutor con ejemplar puntualidad. En el despacho exterior, Wemmick me felicitó e, incidentalmente, se frotó un lado de la nariz con un paquetito de papel de seda, cuyo aspecto me gustó bastante. Pero nada dijo con respecto a él, y con una seña me indicó la conveniencia de entrar en el despacho de mi tutor. Corría el mes de noviembre, y el señor Jaggers estaba ante el fuego, apoyando la espalda en la chimenea, con las manos debajo de los faldones de la levita. - Bien, Pip – dijo. - Hoy he de llamarle señor Pip. Le felicito, señor Pip. Nos estrechamos la mano, y he de hacer notar que él lo hacía siempre con mucha rapidez. Luego le di las gracias. -Tome una silla, señor Pip - dijo mi tutor. Mientras yo me sentaba, él conservó su actitud a inclinó el ceño hacia sus botas, lo cual me pareció una desventaja por mi parte, recordándome la ocasión en que me vi tendido sobre una losa sepulcral. Las dos espantosas mascarillas no estaban lejos de mi interlocutor, y su expresión era como si ambas hiciesen una tentativa estúpida y propia de un apoplético para intervenir en la conversación. - Ahora, joven amigo - empezó diciendo mi tutor como si yo fuese un testigo ante el tribunal, - voy a decirle una o dos palabras. - Como usted guste, caballero. - Dígame ante todo - continuó el señor Jaggers, inclinándose hacia delante para mirar al suelo y levantando luego la cabeza para contemplar el techo, - dígame si tiene idea de la cantidad que se le ha señalado anualmente para vivir. - ¿De la cantidad… ? - Sí - repitió el señor Jaggers sin apartar la mirada del techo, - si tiene idea de la cantidad anual que se le ha señalado para vivir. Dicho esto, miró alrededor de la estancia y se detuvo, teniendo en la mano su pañuelo de bolsillo, a medio camino de su nariz. Yo había examinado mis asuntos con tanta frecuencia, que había llegado a destruir la más ligera noción que hubiese podido tener acerca de la pregunta que se me hacía. Tímidamente me confesé incapaz de contestarla, y ello pareció complacer al señor Jaggers, que replicó: - Ya me lo figuraba. Y se sonó ruidosamente, con la mayor satisfacción. - Yo le he dirigido una pregunta, amigo mío - continuó el señor Jaggers. - ¿Tiene usted algo que preguntarme ahora a mí? - Desde luego, me sería muy agradable dirigirle algunas preguntas, caballero; pero recuerdo su prohibición. - Hágame una - replicó el señor Jaggers. - ¿Acaso hoy se dará a conocer mi bienhechor? - No. Pregunte otra cosa. - ¿Se me hará pronto esta confidencia? - Deje usted eso por el momento - dijo el señor Jaggers - y haga otra pregunta. Miré alrededor de mí, mas, en apariencia, no había modo de eludir la situación. - ¿Acaso… acaso he de recibir algo, caballero? A1 oír mis palabras, el señor Jaggers exclamó triunfante: - Ya me figuraba que acabaríamos en eso. Llamó a Wemmick para que le entregase aquel paquetito de papel. El llamado apareció, lo dejó en sus manos y se marchó. -Ahora, señor Pip, hágame el favor de fijarse. Sin que se le haya puesto ningún obstáculo, ha ido usted pidiéndome las cantidades que le ha parecido bien. Su nombre figura con mucha frecuencia en el libro de caja de Wemmick. A pesar de ello, estoy persuadido de que tiene usted muchas deudas. - No tengo más remedio que confesarlo, caballero. - No le pregunto cuánto debe, porque estoy convencido de que lo ignora; y si no lo ignorase, tampoco me lo diría. La cantidad que confesara estaría siempre por debajo de la realidad. Sí, sí, amigo-exclamó el señor Jaggers accionando con su dedo índice para hacerme callar, al advertir que yo me disponía a hacer una ligera protesta. - No hay duda de que usted se figura que no lo haría, pero yo estoy seguro de lo contrario. Supongo que me dispensará, pero conozco mejor estas cosas que usted mismo. Ahora tome usted este paquetito. ¿Lo tiene ya? Muy bien. Ábralo y dígame qué hay dentro. - Es un billete de Banco - dije - de quinientas libras esterlinas. - Es un billete de Banco - repitió el señor Jaggers -de quinientas libras esterlinas. Me parece una bonita suma. ¿Lo cree usted también? - ¿Cómo puedo considerarlo de otro modo? - ¡Ya! Pero conteste usted a la pregunta - dijo el señor Jaggers. -Sin duda. - De modo que usted, sin duda, considera que eso es una bonita suma. Ahora, Pip, esa bonita suma de dinero es de usted. Es un regalo que se le hace en este día, como demostración de que se realizarán sus esperanzas. Y a tenor de esta bonita suma de dinero cada año, y no mayor, en manera alguna, tendrá que vivir hasta que aparezca el donador de todo. Es decir, que tomará a su cargo sus propios asuntos de dinero, y cada trimestre cobrará usted en Wemmick ciento veinticinco libras, hasta que esté en comunicación con el origen de todo esto, no con el agente, que soy yo. Yo cumplo mis instrucciones y me pagan por ello. Todo eso me parece poco juicioso, pero no me pagan por expresar mi opinión acerca de sus méritos. Yo empezaba a expresar mi gratitud hacia mi bienhechor por la liberalidad con que me trataba, cuando el señor Jaggers me interrumpió. - No me pagan, Pip - dijo -, para transmitir sus palabras a persona alguna. Dicho esto, se levantó los faldones de la levita y se quedó mirando, ceñudo, a sus botas, como si sospechara que éstas abrigaban algún mal designio hacia él. Después de una pausa, indiqué: - Hemos hablado de un asunto, señor Jaggers, que usted me aconsejó abandonar por un momento. Espero no hacer nada malo al preguntarle acerca de ello. - ¿Qué era eso? - dijo. Podía haber estado seguro de que jamás me ayudaría a averiguar lo que me interesaba, de modo que tuve que hacer de nuevo la pregunta, como si no la hubiese formulado anteriormente. - ¿Cree usted posible - dije después de vacilar un momento - que mi bienhechor, de quien usted me ha hablado, dentro de breve tiempo… ? - y al decir esto me interrumpí delicadamente. - ¿Dentro de breve tiempo? - repitió el señor Jaggers. - Hasta ahora, la pregunta queda incompleta. - Deseo saber si, dentro de breve tiempo, vendrá a Londres - dije después de buscar con cuidado las palabras convenientes, - o si, por el contrario, me llamará para que vaya a algún sitio determinado. - Pues bien - replicó el señor Jaggers mirándome por vez primera con sus oscuros y atentos ojos. - Deberemos recordar la primera ocasión en que nos vimos en su mismo pueblo. ¿Qué le dije entonces, Pip? -Me dijo usted, señor Jaggers, que tal vez pasarían años enteros antes de que apareciese esa persona. - Precisamente - dijo el señor Jaggers - ésa es la respuesta que también doy ahora. ...

En la línea 148
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... El hijo menor, una niña de seis años, dormía sentada en el suelo, con el cuerpo torcido y la cabeza apoyada en el sofá. Su hermanito, que tenía un año más que ella, lloraba en un rincón y los sollozos sacudían todo su cuerpo. Seguramente su madre le acababa de pegar. La mayor, una niña de nueve años, alta y delgada como una cerilla, llevaba una camisa llena de agujeros y, sobre los desnudos hombros, una capa de paño, que sin duda le venía bien dos años atrás, pero que ahora apenas le llegaba a las rodillas. Estaba al lado de su hermanito y le rodeaba el cuello con su descarnado brazo. Al mismo tiempo, seguía a su madre con una mirada temerosa de sus oscuros y grandes ojos, que parecían aún mayores en su pequeña y enjuta carita. ...

En la línea 967
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Al oír estas palabras, la patrona cerró la puerta y desapareció. Era tímida y procuraba evitar los diálogos y las explicaciones. Tenía unos cuarenta años, era gruesa y fuerte, de ojos oscuros, cejas negras y aspecto agradable. Mostraba esa bondad propia de las personas gruesas y perezosas y era exageradamente pudorosa. ...

Reglas relacionadas con los errores de r

Las Reglas Ortográficas de la R y la RR

Entre vocales, se escribe r cuando su sonido es suave, y rr, cuando es fuerte aunque sea una palabra derivada o compuesta que en su forma simple lleve r inicial. Por ejemplo: ligeras, horrores, antirreglamentario.

En castellano no es posible usar más de dos r


Mira que burrada ortográfica hemos encontrado con la letra r


El Español es una gran familia

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