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La palabra anochecer
Cómo se escribe

la palabra anochecer

La palabra Anochecer ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Niebla de Miguel De Unamuno
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
La llamada de la selva de Jack London
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece anochecer.

Estadisticas de la palabra anochecer

Anochecer es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 12533 según la RAE.

Anochecer aparece de media 5.8 veces en cada libro en castellano.

Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la anochecer en las obras de referencia de la RAE contandose 881 apariciones .


El Español es una gran familia

Algunas Frases de libros en las que aparece anochecer

La palabra anochecer puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 921
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... En las primeras semanas, Roseta veía con cierto terror la llegada del anochecer, y con él la hora de la salida. ...

En la línea 1014
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... No dejó de presentarse el muchacho al anochecer del día siguiente. ...

En la línea 1057
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El panzudo carnicero bramaba de coraje con el repentino cambio de su criado, antes tan diligente y ahora siempre inventando pretextos para pasar horas y más horas en la huerta, especialmente al anochecer. ...

En la línea 1074
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Marchaban por el camino casi desierto, en la penumbra del anochecer, y la misma soledad parecía alejar de su pensamiento todo propósito impuro. ...

En la línea 429
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Los dos hombres salieron al portal del cortijo. Por la parte de la sierra, el cielo estaba negro y las nubes corríanse como una cortina lúgubre entenebreciendo el campo. Aún no era media tarde y todos los objetos envolvíanse en la vaguedad difusa del anochecer. El cielo parecía haber descendido, tocando las crestas de las montañas, devorándolas en su seno oscuro, como si las decapitase. Pasaban a bandadas con el pavor de la fuga, graznando estridentemente, los pájaros de presa. ...

En la línea 490
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El aperador condujo a Salvatierra a una habitación grande, de paredes enjalbegadas, que le servía de despacho. Empezaba a anochecer y encendió un velón de los antiguos de Lucena, puesto sobre una mesa, en la que se veía un tintero de loza enorme, con una pluma no más larga que un dedo. ...

En la línea 744
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Por las noches, rendidos de fatiga, entretenían la espera del último rancho jugando a los naipes, o canturreando. Don Pablo les había prohibido severamente que leyesen periódicos. Su única alegría era el sábado, cuando al anochecer salían de la viña, camino de Jerez, para _ir a misa_, como ellos decían. Hasta la noche del domingo estaban con sus familias entregando los _ajorros_ a las mujeres; la parte de jornal que les restaba después de pagar el _costo_. ...

En la línea 1542
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Comenzaba a anochecer y a Fermín le pareció que toda la sombra del crepúsculo se le metía dentro del cráneo, nublando su pensamiento, entorpeciéndolo con dolorosa somnolencia. Un frío intenso y paralizador, un frío de sepultura, arañaba su espalda. Era la brisa ligera de la noche, pero a Fermín le pareció un viento de hielo, una tromba glacial que venía desde el Polo para él, sólo para él. ...

En la línea 2106
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Al anochecer, teníamos cerca por la proa el cabo de Finisterre, escarpada y sombría montaña de granito, cuya ceñuda cima pueden ver desde muy lejos cuantos atraviesan el Océano. ...

En la línea 2255
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... A los tres días de salir de Sevilla, ya cerca de anochecer, llegamos a la _Cuesta del Espinal_, a unas dos leguas de Córboba, desde donde pudimos columbrar los muros de la ciudad, bañados por los últimos rayos del sol poniente. ...

En la línea 2722
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Llegamos a Pedroso poco antes de anochecer. ...

En la línea 2997
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Al anochecer anduve vagando por el pueblo, que me pareció aún más abandonado y melancólico que antes; acaso fué, no obstante, una población de importancia en tiempos pasados. ...

En la línea 3093
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... »En fin, el tiempo se pasó, y se llegó el día y plazo de nosotros tan deseado; y, siguiendo todos el orden y parecer que, con discreta consideración y largo discurso, muchas veces habíamos dado, tuvimos el buen suceso que deseábamos; porque el viernes que se siguió al día que yo con Zoraida hablé en el jardín, nuestro renegado, al anochecer, dio fondo con la barca casi frontero de donde la hermosísima Zoraida estaba. ...

En la línea 3132
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Pero, cuando su padre la vio adornada de fiesta y con tantas joyas sobre sí, le dijo en su lengua: ''¿Qué es esto, hija, que ayer al anochecer, antes que nos sucediese esta terrible desgracia en que nos vemos, te vi con tus ordinarios y caseros vestidos, y agora, sin que hayas tenido tiempo de vestirte y sin haberte dado alguna nueva alegre de solenizalle con adornarte y pulirte, te veo compuesta con los mejores vestidos que yo supe y pude darte cuando nos fue la ventura más favorable? Respóndeme a esto, que me tiene más suspenso y admirado que la misma desgracia en que me hallo''. ...

En la línea 4189
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... En resolución, en aquellos tres días don Quijote y Sancho se acomodaron de lo que les pareció convenirles; y, habiendo aplacado Sancho a su mujer, y don Quijote a su sobrina y a su ama, al anochecer, sin que nadie lo viese, sino el bachiller, que quiso acompañarles media legua del lugar, se pusieron en camino del Toboso: don Quijote sobre su buen Rocinante, y Sancho sobre su antiguo rucio, proveídas las alforjas de cosas tocantes a la bucólica, y la bolsa de dineros que le dio don Quijote para lo que se ofreciese. ...

En la línea 4238
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... En fin, otro día, al anochecer, descubrieron la gran ciudad del Toboso, con cuya vista se le alegraron los espíritus a don Quijote y se le entristecieron a Sancho, porque no sabía la casa de Dulcinea, ni en su vida la había visto, como no la había visto su señor; de modo que el uno por verla, y el otro por no haberla visto, estaban alborotados, y no imaginaba Sancho qué había de hacer cuando su dueño le enviase al Toboso. ...

En la línea 1108
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... r la tarde fuimos a visitar al gobernador, viejo muy amable, que por su exterior y modo de vivir recordaba a los campesinos ingleses. anochecer comenzó a llover con violencia, a pesar de que no dejaban aquellas gentes de rodear nuestras tiendas ...

En la línea 2645
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... y a dormir al parador del Weatherboard, y antes de anochecer voy a contemplar por última vez el valle de que ya he hablado. volver a Sydney paso una tarde muy agradable con el capitán King en Dunheved. í termina mi pequeña excursión en la colonia de Nueva Gales del Sur. ...

En la línea 2702
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Mientras que nos hallamos en el estrecho del rey Jorge viene a visitarnos una tribu numerosa de indígenas llamada de los Cockatoos blancos, lo mismo a estos indígenas que a sus vecinos los obsequiamos con algunos paquetes de arroz y de azúcar y les pedimos que nos den el espectáculo de un corrobery o gran baile. anochecer encienden pequeñas hogueras y empiezan los hombres a hacer su tocado, que consiste en cubrirse el cuerpo de líneas y puntos blancos ...

En la línea 3977
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Al anochecer, hora en que dejaban el trabajo los obreros, se convertía aquella acera en paseo donde era difícil andar sin pararse a cada tres pasos. ...

En la línea 9851
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El Chato había visto a la Regenta y al Magistral entrar juntos al anochecer en casa de doña Petronila. ...

En la línea 11612
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El entierro fue cerca del anochecer. ...

En la línea 1253
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Un anochecer, cuando Gillespie había terminado su trabajo y, sentado en la playa, descansaba de ciento ochenta viajes entre la orilla del mar y la punta de la escollera, recibió una visita extraordinaria. ...

En la línea 1326
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Transcurrieron varios días de trabajo, de cansancio y de hambre, sin que el coloso recibiese nuevas visitas. Un anochecer, estando sentado en la arena, vio que un hombre saltaba ágilmente sobre una de sus rodillas, corriendo después a lo largo del muslo. Este no llevaba falda ni toca mujeriles. Iba casi desnudo, como los hombres condenados al trabajo, con una tela arrollada a los riñones por toda vestidura y mostrando los musculosos relieves de un cuerpo armoniosamente formado. ...

En la línea 2366
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La monja pasaba… trun, trun… hiriendo los guijarros con aquel pie duro que debía ser como la pata de una silla; y no concedía a la prisionera ni respuesta ni mirada. Al anochecer, bajó con la cena para la presa, y abriendo la puerta penetró en el lóbrego aposento. Por el pronto no vio a Mauricia, que estaba acurrucada sobre unas tablas, las rodillas junto al pecho, las manos cruzadas sobre las rodillas, y en las manos apoyada la barba. ...

En la línea 2462
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Desde el anochecer se puso allí Mauricia la Dura, sola, sobre el montón de mantillo; y como era el sitio más caldeado, nadie la quiso acompañar. ...

En la línea 2715
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La sobremesa fue larga. Pegaron la hebra D. Basilio y Nicolás sobre el carlismo, la guerra y su solución probable, y se armó una gran tremolina, porque intervinieron los farmacéuticos, que eran atrozmente liberales, y por poco se tiran los platos a la cabeza. Torquemada procuraba pacificar, y entre unos y otros molestaban mucho al enfermo con la bulla que hacían. Por fin, a eso de las cuatro fueron desfilando, teniendo la desposada que oír los plácemes empalagosos que le dirigían, confundidos con bromas de mal gusto, y contestar a todo como Dios le daba a entender. La tarde pasola Maxi muy mal; le dieron vómitos y se vio acometido de aquel hormigueo epiléptico que era lo que más le molestaba. Al anochecer se empeñó en que se había de ir a la nueva casa, y su mujer y su tía no podían quitárselo de la cabeza. ...

En la línea 3914
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Al anochecer entró doña Lupe, después de haberse limpiado el lodo de las suelas en el felpudo del vecino. «Oye una cosa—dijo a Fortunata, quitándose el manto—. He sabido esta tarde que Mauricia se está muriendo. ¡Pobre mujer! Tenemos que ir a verla. No es lejos: calle de Mira el Río». Diole esta noticia su amiga Casta Moreno, que la supo por Cándido Samaniego. Doña Guillermina había sacado del Hospital a Mauricia, trasladándola a casa de la hermana de esta, y la asistía el médico de la Beneficencia Domiciliaria y de la Junta de señoras. La infeliz tarasca viciosa, con estos cuidados y las ternezas de doña Guillermina, y más aún, con la proximidad de la muerte, estaba que parecía otra, curada de sus maldades y arrepentida en toda la extensión de la palabra, diciendo que se quería morir lo más católicamente posible, y pidiendo perdón a todos con unos ayes y una religiosidad tan fervientes que partían el corazón. «Te digo que si esto es verdad, habrá que alquilar balcones para verla morir. Mañana nos vamos allá». ...

En la línea 1878
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Al salir de la iglesia parecíale que iba tranquilo, mas era una terrible tranquilidad de bochorno. Se dirigió a casa de Eugenia, donde encontró a los pobres tíos consternados. La sobrina les había comunicado por carta su determinación y no remaneció en toda la noche. Había tomado la pareja un tren que salió al anochecer, muy poco después de la última entrevista de Augusto con su novia. ...

En la línea 1607
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —No, llegaremos allá antes del anochecer —contestó Paranoa. ...

En la línea 3257
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Durante el ejercicio de mi profesión ‑continuó inmediatamente Porfirio Petrovitch‑, he tenido un caso análogo, un caso morboso. Un hombre se acusó de un asesinato que no había cometido. Era juguete de una verdadera alucinación. Exponía hechos, los refería, confundía a todo el mundo. Y todo esto, ¿por qué? Porque indirectamente y sin conocimiento de causa había facilitado la perpetración de un crimen. Cuando se dio cuenta de ello, se sintió tan apenado, se apoderó de él tal angustia, que se imaginó que era el asesino. Al fin, el Senado aclaró el asunto y el infeliz fue puesto en libertad, pero, de no haber intervenido el Senado, no habría habido salvación para él. Pues bien, amigo mío, también a usted se le puede trastornar el juicio si pone sus nervios en tensión yendo a tirar del cordón de una campanilla al anochecer y haciendo preguntas sobre manchas de sangre… En la práctica de mi profesión me ha sido posible estudiar estos fenómenos psicológicos. Lo que nuestro hombre siente es un vértigo parecido al que impulsa a ciertas personas a arrojarse por una ventana o desde lo alto de un campanario; una especie de atracción irresistible; una enfermedad, Rodion Romanovitch, una enfermedad y nada más que una enfermedad. Usted descuida la suya demasiado. Debe consultar a un buen médico y no a ese tipo rollizo que lo visita… Usted delira a veces, y ese mal no tiene más origen que el delirio… ...

En la línea 74
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Día tras día, unos días interminables, se afanó Buck en su tarea. Siempre levantaban campamento en la oscuridad, y los primeros grises del amanecer los encontraban dejando su huella en el sendero y con muchas millas ya recorridas a la espalda. Y siempre acampaban después del anochecer, comían un poco de pescado y se arrastraban a dormir metidos en la nieve. Buck estaba hambriento. Los setecientos gramos de salmón secado al sol que constituían su ración diaria desaparecían enseguida. Nunca tenía bastante y sufría continuos retortijones. En cambio, los otros perros, que pesaban menos y estaban acostumbrados a aquel régimen, recibían sólo quinientos gramos de pescado y conseguían mantenerse en buena forma. ...

En la línea 198
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Cuando acabaron la carga, aún reducida a la mitad, seguía siendo tremenda. Charles y Hal salieron al anochecer y compraron seis perros más, que, sumados a los seis del equipo original, más Teek y Koona (los huskies comprados en Rink Rapids durante el viaje récord), elevaron el número de animales a catorce. Pero los perros recién adquiridos, aunque dominados prácticamente desde un primer momento, no aportaron gran cosa. Tres de ellos eran pelicortos perros de muestra, otro era un terranova, y los otros dos, mestizos de raza indefinida. Los recién llegados no parecían al tanto de nada. Buck y sus compañeros los miraban con desdén, y aunque él les enseñó enseguida su lugar y lo que no debían hacer, no pudo instruirlos sobre lo que sí debían hacer. No se adaptaron a la dura rutina del camino. Excepto los dos mestizos, estaban aturdidos, y el salvaje y desconocido entorno y el maltrato recibido les habían quebrantado el ánimo. Los dos mestizos carecían de vitalidad; lo único quebrantable en su caso eran los huesos. ...

En la línea 332
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Por fin, al anochecer del cuarto día, logró abatir al gran alce. Un día y una noche enteros permaneció al lado del animal muerto, comiendo y durmiendo. Después, sintiéndose descansado, fresco y fuerte, giró la cabeza en dirección al campamento y a John Thornton. Comenzó a trotar y anduvo por aquel territorio desconocido hora tras hora, sin que lo desorientase la maraña de sendas, siguiendo el rumbo con una certeza que no habría superado el hombre con su aguja magnética. ...

En la línea 836
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -¿Y usted? -pronunció Perico, con unos asomos de galantería a que le incitaban el anochecer, el marido caminando delante y sus inveteradas malas mañas-. Y usted, joven y bonita como es, ¿por qué no viene al Casino? Esas galas que se mueren de risa, de risa, en los baúles mundos, estarían mejor luciéndose allí… Vamos, anímese usted, anímese usted, y yo la traeré un ramo de camelias como el que tenía anoche la sueca. ...

En la línea 928
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Lucía pidió casi de rodillas a Pilar que renunciase al peligroso goce que anhelaba. Era precisamente la ocasión más crítica; Duhamel esperaba que la Naturaleza, ayudada por el método, venciese en la lucha, y acaso quince días de voluntad y tesón decidiesen el triunfo. Pero no hubo medio de persuadir a la anémica. Pasó el día en un acceso de fiebre registrando su guardarropa; al anochecer, salió del brazo de Miranda; llevaba un traje que hasta entonces no había usado por ligero y veraniego en demasía, una túnica de gasa blanca sembrada de claveles de todos colores; pendía de su cintura el espejillo; en sus orejas brillaban los solitarios, y detrás del rodete, con española gracia, ostentaba un haz de claveles. Así compuesta y encendida de calentura y vanidoso placer, parecía hasta hermosa, a despecho de sus pecas y de la pobreza de sus tejidos devastados por la anemia. Tuvo, pues, gran éxito en el Casino; puede decirse que compartió el cetro de la noche con la sueca y con el lord inglés estrafalario, del cual se contaba que tenía alfombrada con tapiz turco la cuadra de sus caballos y baldosado de piedra el salón de recibir. Gozosa y atendida, veía Pilar una fiesta de las Mil y una noches en el Casino constelado de innumerables mecheros de gas, en el aire tibio poblado con las armonías de la magnifica orquesta, en el salón de baile donde los amorcillos juguetones del techo se bañaban en el vaho dorado de las luces. Jiménez, el marquesito de Cañahejas y Monsieur Anatole, se disputaron el placer de bailar con ella. Miranda reclamó un rigodón, y para colmo de dicha y victoria, las Amézagas se reconcomían mirando de reojo el espejillo, dije que sólo brillaba sobre dos faldas: la de Pilar y la de la sueca. Fue, en suma, uno de esos momentos únicos en la vida de una niña vanidosa, en que el orgullo halagado origina tan dulces impresiones, que casi emula otros goces más íntimos y profundos, eternamente ignotos para semejantes criaturas. Pilar bailó con todas sus parejas como si de cada una de ellas estuviese muy prendada; tanto brillaban sus ojos y tal expansión revelaba su actitud. Perico no pudo menos de decirle sotto voce: ...

En la línea 1061
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Don Ignacio -decía el bueno de Sardiola fue siempre así. Mire usted, del cuerpo dicen que nunca padeció nada… ¡ni un dolor de muelas! pero asegura el ama Engracia que ya desde la cuna tuvo una a modo de enfermedad… allá del alma o del entendimiento, o ¡qué me sé yo! Cuando chiquillo ¡le entraban unos miedos al anochecer y de noche, sin saberse de qué! se le agrandaban los ojos, así, así… (Sardiola trazaba en el espacio con sus dedos pulgar e índice una O cada vez mayor), y se metía en un rincón del aposento, sin llorar, hecho una pelota, y pasábase así quietecito, hasta que amanecía Dios… No quería decir sus visiones; pero un día le confesó a su madre que veía cosas terribles, a todos los de su casa con caras de muertos, bañándose y chapuzándose bonitamente en un charco de sangre… En fin, mil disparates. Lo raro del asunto es que a la luz del sol el señorito fue siempre un león, como todos sabemos… lo que es en la guerra daba gozo verle… ¡bendito Dios! lo mismo se metía entre las balas que si fuesen confites… Nunca usó armas, sino una cartera colgada donde había yo no sé cuántas cosas: bisturíes, lancetas, pinzas, vendas, tafetán… Además tenía los bolsillos atestados de hilas y trapos y algodón en rama… Dígole a usted, señorita, que si se ganasen los grados por no tener asco a los pepinillos liberales, nadie los ganaría mejor que Don Ignacio… Una vez cayó una bomba, así, a dos pasos de él… se la quedó mirando, esperando sin duda a que reventase, y si no lo coge de un brazo el sargento Urrea, que estaba allí cerquita… Ni en las cargas a la bayoneta se retiraba. En una de éstas un soldado guiri, ¡maldita sea su casta!, se fue a él derecho con el pincho en ristre… ¿Qué dirá usted que hizo mi Don Ignacio? no se le ocurre ni al demonio… Lo apartó con la mano como si apartase un mosquito, y el muy bárbaro abatió la bayoneta y se dejó apartar. Tenía el señorito entonces una cara… Válgame Dios y qué cara. Entre seria y afable, que el alma de cántaro aquel debió de quedarse cortado. ...


la Ortografía es divertida

Más información sobre la palabra Anochecer en internet

Anochecer en la RAE.
Anochecer en Word Reference.
Anochecer en la wikipedia.
Sinonimos de Anochecer.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Anochecer

Cómo se escribe anochecer o hanochecer?
Cómo se escribe anochecer o anochecerr?
Cómo se escribe anochecer o anocecer?

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