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La palabra acerlo
Cómo se escribe

Comó se escribe acerlo o hacerlo?

Cual es errónea Hacerlo o Acerlo?

La palabra correcta es Hacerlo. Sin Embargo Acerlo se trata de un error ortográfico.

La falta ortográfica detectada en la palabra acerlo es que se ha eliminado o se ha añadido la letra h a la palabra hacerlo

Errores Ortográficos típicos con la palabra Hacerlo

Cómo se escribe hacerlo o hacerrlo?
Cómo se escribe hacerlo o acerlo?


la Ortografía es divertida


El Español es una gran familia

Reglas relacionadas con los errores de h

Las Reglas Ortográficas de la H

Regla 1 de la H Se escribe con h todos los tiempos de los verbos que la llevan en sus infinitivos. Observa estas formas verbales: has, hay, habría, hubiera, han, he (el verbo haber), haces, hago, hace (del verbo hacer), hablar, hablemos (del verbo hablar).

Regla 2 de la H Se escriben con h las palabras que empiezan con la sílaba hum- seguida de vocal. Observa estas palabras: humanos, humano.

Se escriben con h las palabras que empiezan por hue-. Por ejemplo: huevo, hueco.

Regla 3 de la H Se escriben con h las palabra que empiezan por hidro- `agua', hiper- `superioridad', o `exceso', hipo `debajo de' o `escasez de'. Por ejemplo: hidrografía, hipertensión, hipotensión.

Regla 4 de la H Se escriben con h las palabras que empiezan por hecto- `ciento', hepta- `siete', hexa- `seis', hemi- `medio', homo- `igual', hemat- `sangre', que a veces adopta las formas hem-, hemo-, y hema-, helio-`sol'. Por ejemplo: hectómetro, heptasílaba, hexámetro, hemisferio, homónimo, hemorragia, helioscopio.

Regla 5 de la H Los derivados de palabras que llevan h también se escriben con dicha letra.

Por ejemplo: habilidad, habilitado e inhábil (derivados de hábil).

Excepciones: - óvulo, ovario, oval... (de huevo)

- oquedad (de hueco)

- orfandad, orfanato (de huérfano)

- osario, óseo, osificar, osamenta (de hueso)


Mira que burrada ortográfica hemos encontrado con la letra h

Algunas Frases de libros en las que aparece hacerlo

La palabra hacerlo puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1335
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pero el más pequeño, Pascualet, un chiquillo regordete y panzudo, que sólo tenía cinco años, y a quien adoraba la madre por su dulzura y su mansedumbre, prometiéndose hacerlo capellán, lloraba apenas veía a sus hermanos enzarzados en terrible pelea con los otros condiscípulos. ...

En la línea 2411
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¡Y qué bien habían sabido hacerlo!. ...

En la línea 357
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Dupont tosía fingiéndose distraído como si no oyese al huésped, mientras su madre seguía con asombro los estragos que hacía el forastero en los platos. ¡Qué manera de comer! Aquello no podía hacerlo un cristiano. ...

En la línea 385
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Rafael miraba asombrado a los zagales nacidos en la sierra. Eran tímidos y huraños con la gente que llegaba de aquella llanura, a la que volvían los ojos con cierto temor supersticioso, como si en ella residiese el misterio de la vida. Eran pedazos de naturaleza, de una existencia rudimentaria y monótana. Andaban y vivían como podrían hacerlo un árbol o una piedra animados de movimiento. En su cerebro, insensible a todo lo que no fuesen sensaciones animales, apenas si las exigencias de la vida habían hecho florecer un ligero musgo de pensamiento. Miraban como fetiches milagrosos las grandes verrugas de los alcornoques, con las que podían fabricarse los _tornillos_, cazuelas naturales para confeccionar el gazpacho. Buscaban las pieles viejas de culebra, abandonadas entre los guijarros al cambiar de envoltura el reptil y festoneaban los caños de las fuentes con estos pellejos oscuros, atribuyendo a su ofrenda influencias misteriosas. Los largos días de inmovilidad en el monte, vigilando el pastar de las bestias, extinguía lentamente todo lo que en estos muchachos había de humano. ...

En la línea 631
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La injusta distribución del bienestar; el aumento de la miseria conforme aumenta la civilización; el aprovecharse los poderosos de todos los inventos de la mecánica, ideados para suprimir el trabajo corporal y que sólo servían para hacerlo más pesado y embrutecedor; todos los males de la humanidad, provenían de la apropiación de la tierra por unos cuantos miles de hombres que no siembran y sin embargo recogen, mientras millones de seres hacen abortar al suelo sus tesoros de vida sufriendo un hambre de siglos y siglos. ...

En la línea 725
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La campana de la capilla comenzó a voltear en su espadaña, dando el primer toque para la misa. Nadie había de llegar de fuera de la viña, pero don Pablo deseaba que sonasen los tres toques y que fueran largos, hasta que no pudiese más el gañán que tiraba de la cuerda. Le alegraba este estrépito metálico: creía que era la voz de Dios extendiéndose sobre sus campos, protegiéndolos como tenía el deber de hacerlo, por ser su amo un buen creyente. ...

En la línea 644
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Permiti dme haceros ob servar que no habéis obrado en esta circunstancia como un hombre galante debe hacerlo. ...

En la línea 765
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... La sangre había subido a la cabeza de D'Artagnan, y en aquel mo mento habría sacado su espada contra todos los mosqueteros del reino, como acababa de hacerlo contra Athos, Porthos y Aramis. ...

En la línea 782
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Dejadnos pues hacerlo, y podréis tener un rato de placer sin ningún gasto. ...

En la línea 1894
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -¿Por qué privaros del mérito de hacerlo en seguida? -¿No hay alguno que se ha arrepentido de ello? -Y vos, ¿os arrepentís en realidad? -Yo no sé nada de mí mismo. ...

En la línea 479
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Remitimos al autor del folleto á que cuando quiera escribir sobre materias como la presente, beba en fuentes mas claras, y procure adquirir datos mas exactos y modernos, si quiere hacerlo con acierto, en particular al tratar de Filipinas y el estado de sus rentas, la poblacion y demas; pues de donde tomó sus noticias, son como suele decirse, papeles muy mojados, y que con el trascurso del tiempo, que es nada menos que 43 años, están ya tan gastados, que no se pueden leer, porque 43 años es término mas que suficiente para trastornar y empobrecer la nacion mas poderosa y rica, y levantar á la mas miserable y desvalida. ...

En la línea 1913
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Considero un oprobio para España que no circule ninguna edición del Evangelio, al menos en condiciones tales que puedan adquirirla los más ricos y más pobres; una edición descargada de notas de invención humana, que aumentan el volumen del libro hasta hacerlo inmanejable. ...

En la línea 2289
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Tan lejos estoy de ser carlista, que gracias a mí ese mozo que está presente no se marchó con su hermano, aunque tenía muy buenas ganas de hacerlo, porque es valiente y buen cristiano. ...

En la línea 2413
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... La Iglesia tiene, o al menos tenía, el poder de castigar por algo, fuese real o irreal, _Don Jorge_; y como era necesario castigar para demostrar que tenía el poder de hacerlo, ¿qué importaba si el castigo se imponía por brujería o por otro delito? —¿Ocurrieron en su tiempo de usted muchos casos de brujería? —Uno o dos, _Don Jorge_; eran poco frecuentes. ...

En la línea 2479
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... El nombre de la hostelera (porque, hablando propiamente, hostelero no le había) era María Díaz, de quien voy a decir algo en particular, ya que ahora se me ofrece ocasión de hacerlo. ...

En la línea 707
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y no se ha de entender por esto que han de dejar de encomendarse a Dios; que tiempo y lugar les queda para hacerlo en el discurso de la obra. ...

En la línea 2084
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... A lo cual dijo Dorotea que ella haría la doncella menesterosa mejor que el barbero, y más, que tenía allí vestidos con que hacerlo al natural, y que la dejasen el cargo de saber representar todo aquello que fuese menester para llevar adelante su intento, porque ella había leído muchos libros de caballerías y sabía bien el estilo que tenían las doncellas cuitadas cuando pedían sus dones a los andantes caballeros. ...

En la línea 2954
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... No parecieron mal los sonetos, y el cautivo se alegró con las nuevas que de su camarada le dieron; y, prosiguiendo su cuento, dijo: -«Rendidos, pues, la Goleta y el fuerte, los turcos dieron orden en desmantelar la Goleta, porque el fuerte quedó tal, que no hubo qué poner por tierra, y para hacerlo con más brevedad y menos trabajo, la minaron por tres partes; pero con ninguna se pudo volar lo que parecía menos fuerte, que eran las murallas viejas; y todo aquello que había quedado en pie de la fortificación nueva que había hecho el Fratín, con mucha facilidad vino a tierra. ...

En la línea 2966
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Cada día ahorcaba el suyo, empalaba a éste, desorejaba aquél; y esto, por tan poca ocasión, y tan sin ella, que los turcos conocían que lo hacía no más de por hacerlo, y por ser natural condición suya ser homicida de todo el género humano. ...

En la línea 337
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... También me dieron algunos detalles acerca de un encuentro que hubo en Cholechel unas cuantas semanas antes del que acabo de hablar. Cholechel es un puesto de mucha importancia, por ser sitio de paso para los caballos; por eso se estableció allí durante algún tiempo el cuartel general de una división del ejército. Cuando las tropas llegaron por vez primera a ese lugar, encontraron allí una tribu de indios y mataron a 20 ó 30. Escapose el cacique de un modo que sorprendió a todo el mundo. Los principales indios tienen siempre a mano, para una necesidad apremiante, uno ó dos caballos escogidos. El cacique montó uno de esos caballos de reserva (un viejo caballo blanco), llevándose consigo a su hijo aún de tierna edad. El caballo no tenía silla ni brida. Para evitar las balas, el indio montó como suelen hacerlo sus compatriotas, es decir, con un brazo alrededor del cuello del animal y sólo una pierna encima de él. Suspenso así de un lado, viósele acariciar la cabeza de su caballo y hablarle. Los españoles se encarnizaron en persecución suya; el comandante cambió tres veces de cabalgadura, pero en vano. El viejo indio y su hijo consiguieron escaparse y, por consiguiente, conservar su libertad.. ...

En la línea 370
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Tres especies de perdices3, dos de ellas tan grandes como faisanes, abundan en los llanos que nos rodean. También se encuentra un gran número de bonitas zorras pequeñas, su mortal enemigo, de las cuales vimos aquel día cuarenta o cincuenta lo menos; por lo común suelen estar a la entrada de su escondrijo, lo cual no impide a los perros matar a una de ellas. A nuestro regreso a la posta, encontramos a dos de nuestros hombres que habían estado de caza por su parte. Han matado a un puma y descubierto un nido de avestruz con 27 huevos. Dícese que cada uno de esos huevos pesa tanto como once de gallina, lo cual hace que ese solo nido nos suministre tanto alimento como pudieran hacerlo 297 huevos de gallina. ...

En la línea 373
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 14 de septiembre:- Los soldados pertenecientes a la posta siguiente quieren volverse a ella; y como juntándonos con ellos seremos cinco hombres, todos armados, decido no aguardar a las tropas anunciadas. Mi hospedero, el teniente, hace todos los esfuerzos posibles para retenerme. Ha sido en extremo atento conmigo; no sólo me ha dado de comer, sino que me ha prestado los caballos de su propiedad particular. Por eso, deseo remunerarle de cualquier modo que sea. Pregunto a mi guía si la costumbre me permite hacerlo, y me contesta que no, añadiendo que, además de una negativa, me diría algo por este estilo: «En nuestro país damos carne a nuestros perros; de modo que no vamos a vendérsela a los cristianos». No debe suponerse que el empleo de teniente en un ejército de esa calaña sea la causa de esa negativa a cobrar, no; eso proviene de que en toda la extensión de esas provincias (todos los viajeros pueden afirmarlo) cada uno considera un deber la hospitalidad. Luego de haber galopado unas cuantas leguas seguidas, entramos en una región baja y cenagosa que se extiende hacia el Norte, durante cerca de 80 millas (123 kilómetros), hasta la sierra Tapalguen. En algunas partes, esa comarca consiste en hermosas llanuras húmedas, cubiertas de césped; en otras, en un suelo blando, negro y turboso. Encuéntranse allí muchos lagos muy grandes, pero poco profundos, e inmensos cañaverales. En resumen: ese país se asemeja a las partes más bellas de las ciénagas del Cambridgeshire. Por la noche nos es algo difícil encontrar enmedio de los pantanos un sitio seco donde establecer nuestros campamento. ...

En la línea 382
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... de una carretera de grava, como hubiera podido hacerlo las balas; pasaban a través de los vidrios, produciendo un agujero redondo, pero sin resquebrajarlos. ...

En la línea 924
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El examen para aquella confesión general podía hacerlo acostada. ...

En la línea 1476
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Ana procuraba retirarse en cuanto podía hacerlo sin ofender la susceptibilidad de aquel libre-pensador que era su padre. ...

En la línea 5803
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Contracayes sonrió como un oso que supiera hacerlo. ...

En la línea 6177
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... No había de hacerlo ella todo. ...

En la línea 599
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Se dedicaban a la protección de las bellas artes, se fortalecían en la caza cuando no podían hacerlo en la guerra, tenían numerosas amantes durante su juventud, que les daban no menos herederos, y llamaban a éstos unas veces sobrinos, concediéndoles otras el título de hijos francamente, cuando sentían halagada su vanidad paternal por las condiciones de sus retoños, buenas o malas. ...

En la línea 694
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Rovere, su adversario, convencido de su propio fracaso, trabajó por crear un Pontífice que se lo debiera todo a él y siguiese su dirección, fijándose en Juan Bautista Civo, cardenal de origen genovés, como su tío Sixto IV.. Apeló Juliano a todos los medios para hacerlo triunfar, valiéndose hasta del soborno, y, finalmente, ganó la votación el cardenal Civo, tomando el nombre de Inocencio VIII. ...

En la línea 1040
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Jamás la había besado ni sentido la tentación de hacerlo. Era a modo de un amigo dulce, plácido, de una simpatía reposante para él… y que llevaba faldas. Tal vez la amaba sin darse cuenta de hasta dónde podía llegar su pasión, pero con un amor distinto a los otros que había conocido en su existencia. ...

En la línea 1110
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... ¿Qué tenían que decir contra la señora de Pineda?… Todo envidia, desesperación por no poder Igualarse con una mujer superior. A ella era lícito vivir más allá de la moral corriente, al margen de las preocupaciones vulgares, con un derecho que las .demás no conseguirían nunca. Su moral era la moral de las diosas de la antigüedad. Podía hacerlo todo; para eso había nacido más hermosa y más inteligente que las otras mujeres. Las que la criticaban no pertenecían a su misma especie. Sus palabras malignas las comparaba al croar de las ranas frente a una majestuosa estatua de Venus erguida en la orilla de un estanque. ¿Qué sabían ellas de la verdadera belleza y del amor?… ...

En la línea 104
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Barbarita le quería mucho. Habíale visto en su casa desde que tuvo el don de ver y apreciar las cosas; conocía bien, por opinión de su padre y por experiencia propia, las excelentes prendas y lealtad del hablador. Siendo niña, Estupiñá la llevaba a la escuela de la rinconada de la calle Imperial, y por Navidad iba con él a ver los nacimientos y los puestos de la plaza de Santa Cruz. Cuando D. Bonifacio Arnaiz enfermó para morirse, Plácido no se separó de él ni enfermo ni difunto hasta que le dejó en la sepultura. En todas las penas y alegrías de la casa era siempre el partícipe más sincero. Su posición junto a tan noble familia era entre amistad y servidumbre, pues si Barbarita le sentaba a su mesa muchos días, los más del año empleábale en recados y comisiones que él sabía desempeñar con exactitud suma. Ya iba a la plaza de la Cebada en busca de alguna hortaliza temprana, ya a la Cava Baja a entenderse con los ordinarios que traían encargos, o bien a Maravillas, donde vivían la planchadora y la encajera de la casa. Tal ascendiente tenía la señora de Santa Cruz sobre aquella alma sencilla y con fe tan ciega la respetaba y obedecía él, que si Barbarita le hubiera dicho: «Plácido, hazme el favor de tirarte por el balcón a la calle», el infeliz no habría vacilado un momento en hacerlo. ...

En la línea 853
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Ido, que estaba oyendo a su mujer, como se oye a un orador brillante, despertó de su éxtasis y se puso a desmentir. Llaman así al acto de colocar los pliegos de papel unos sobre otros, escalonados, dejando descubierta en todos una fajita igual, que es lo que se tiñe. Como Jacinta observaba atentamente el trabajo de D. José, este se esmeró en hacerlo con desusada perfección y ligereza. Daba gusto ver aquellos bordes, que por lo iguales parecían hechos a compás. Rosita apilaba pliegos y resmas sin decir una palabra. Nicanora hizo a Jacinta, mirando a su marido, una seña que quería decir: «Hoy está bueno». Después empezó a pasar rápidamente la brocha sobre el papel, como se hace con los estarcidos. ...

En la línea 1374
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Jacinta se puso muy colorada, y todos, todos los presentes, incluso el Delfín, celebraron mucho la gracia. Después hubo gran tertulia en el salón; pero poco después de las doce se habían retirado todos. Durmió Jacinta sin sosiego, y a la mañana siguiente, cuando su marido no había despertado aún, salió para ir a misa. Oyola en San Ginés, y después fue a casa de Benigna, donde encontró escenas de desolación. Todos los sobrinitos estaban alborotados, inconsolables, y en cuanto la vieron entrar corrieron hacia ella pidiendo justicia. ¡Vaya con lo que había hecho Juanín!… ¡Ahí era nada en gracia de Dios! Empezó por arrancarles la cabeza a las figuras del nacimiento… y lo peor era que se reía al hacerlo, como si fuera una gracia. ¡Vaya una gracia! Era un sinvergüenza, un desalmado, un asesino. Así lo atestiguaban Isabel, Paquito y los demás, hablando confusa y atropelladamente, porque la indignación no les permitía expresarse con claridad. Disputábanse la palabra y se cogían a la tiita, empinándose sobre las puntas de los pies. Pero ¿dónde estaba el muy bribón? Jacinta vio aparecer su cara inteligente y socarrona. Cuando él la vio, quedose algo turbado, y se arrimó a la pared. Acercósele Jacinta, mostrándole severidad y conteniendo la risa… pidiole cuentas de sus horribles crímenes. ¡Arrancar la cabeza a las figuras!… Escondía el Pituso la cara muy avergonzado, y se metía el dedo en la nariz… La mamá adoptiva no había podido obtener de él una respuesta, y las acusaciones rayaban en frenesí. Se le echaban en cara los delitos más execrables, y se hacía burla de él y de sus hábitos groseros. ...

En la línea 1384
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —¡Qué palabrotas dice!… ¡Ramón se ha reído más… ! No sabes la gracia que le hace su lengua de arriero. Anoche nos dio malos ratos, porque llamaba a su Pae Pepe y se acordaba de la pocilga en que ha vivido… ¡Pobrecito! Esta mañana se me orinó en la sala. Llegué yo y me lo encontré con las enaguas levantadas… Gracias que no se le antojó hacerlo sobre el puff… lo hizo en la coquera… He tenido que cerrar la sala, porque me destrozaba todo. ¿Has visto cómo ha puesto el nacimiento? A Ramón le hizo muchísima gracia… y salió a comprar más figuras; porque si no, ¿quién aguanta a esta patulea? No puedes figurarte la que se armó aquí anoche. Todos llorando en coro, y el otro cogiendo figuras y estrellándolas contra el suelo. ...

En la línea 1012
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Habían fracasado todas las tentativas de que el rey prestara sus servicios a los truhanes, pues Eduardo se había negado reiteradas veces a obrar, y además a la continua trataba de escaparse. El primer día de su regreso le obligaron a entrar en una cocina en la que no había nadie; pero no sólo salió de ella con las manos vacías, sino que trató de despertar a los moradores de la casa. Enviáronle con un calderero para que le ayudara en su trabajo, pero se negó, y además amenazó al hombre con su propio soldador y, finalmente, tanto Hugo como el calderero tuvieron harto trabajo sólo con evitar que se les escapara. El niño lanzaba truenos reales sobre las cabezas de cuantos coartaban su libertad o trataban de obligarle a servir. Al cuidado de Hugo fue enviado a mendigar con una andrajosa mujer y un niño enfermo, pero el resultado fue poco satisfactorio, pues el rey se negó a hacerlo y a favorecer de ninguna manera la causa de los pordioseros. ...

En la línea 1265
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¡Es una confesión! Entonces os van a azotar los crueles verdugos. ¡Oh! Pero no lloren, que no puedo sufrirlo. Conserven el valor. Yo recobraré mi calidad a tiempo de salvarlas de tan amargo paso, y no duden que he de hacerlo. ...

En la línea 1497
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Hugo no fue perseguido por sus amenazas ni por apropiarse de los estados y títulos de su hermano, porque ni la esposa ni el hermano quisieron testificar contra él, y a la primera no se le habría permitido hacerlo, aunque hubiese querido. Hugo abandonó a su mujer y partió para el Continente, donde murió al poco tiempo, y a poco el conde de Kent se casó con su viuda. Hubo grandes festejos y regocijos en el pueblo de Hendon cuando la pareja hizo su primera visita a la casa señorial. ...

En la línea 972
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Cuando Augusto se encontró ante doña Ermelinda empezó a darle sus excusas. Estaba, según decía, profundamente afectado; Eugenia no había sabido interpretar sus verdaderas intenciones. Él, por su parte, había cancelado formalmente la hipoteca de la casa y esta aparecía legalmente libre de semejante carga y en poder de su dueña. Y si ella se obstinaba en no recibir las rentas, él, por su parte, tampoco podía hacerlo; de manera que aquello se perdería sin provecho para nadie, o mejor dicho, iría depositándose a nombre de su dueña. Además, él renunciaba a sus pretensiones a la mano de Eugenia y sólo quería que esta fuese feliz; hasta se hallaba dispuesto a buscar una buena colocación a Mauricio para que no tuviese que vivir de las rentas de su mujer. ...

En la línea 1261
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Cuando entró Augusto en la sala, Eugenia estaba de pie. Hízole una seña de que se sentara, mas ella, antes de hacerlo, exclamó: «¡A usted, don Augusto, le han engañado lo mismo que me han engañado a mí!» Con lo que se sintió el pobre hombre desarmado y sin saber qué decir. Sentáronse los dos, y se siguió un brevísimo silencio. ...

En la línea 1475
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Preparaba una edición popular de los apólogos de Calila y Dimna con una introducción acerca de la influencia de la literatura índica en la Edad Media española, y ojalá hubiese llegado a publicarla, porque su lectura habría apartado, de seguro, al pueblo de la taberna y de perniciosas doctrines de imposibles redenciones económicas. Pero las dos obras magnas que proyectaba Paparrigópulos eran una historia de los escritores oscuros españoles, es decir, de aquellos que no figuran en las histories literarias corrientes o figuran sólo en rápida mención por la supuesta insignificancia de sus obras, corrigiendo así la injusticia de los tiempos, injusticia que tanto deploraba y aun temía, y era otra su obra acerca de aquellos cuyas obras se hen perdido sin que nos quede más que la mención de sus nombres y a lo sumo la de los títulos de las que escribieron. Y estaba a punto de acometer la historia de aquellos otros que habiendo pensado escribir no llegaron a hacerlo. ...

En la línea 2003
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Sí –le dije–, tú –y recalqué este tú con un tono autoritario–, tú, abrumado por tus desgracias, has concebido la diabólica idea de suicidarte, y antes de hacerlo, movido por algo que has leído en uno de mis últimos ensayos, vienes a consultármelo. ...

En la línea 1122
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¿Crees que es fácil? ¿Encontraste el medio de hacerlo? ...

En la línea 525
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... La ira del canadiense fue creciendo durante las dos horas siguientes. Ned Land llamaba y gritaba, pero en vano. Sordas eran las paredes de acero. Yo no oía el menor ruido en el interior del barco, que parecía muerto. No se movía, pues de hacerlo hubiera sentido los estremecimientos del casco bajo la impulsión de la hélice. Sumergido sin duda en los abismos de las aguas, no pertenecía ya a la tierra. El silencio era espantoso. No me atrevía a estimar la duración de nuestro abandono, de nuestro aislamiento en el fondo de aquella celda. Las esperanzas que me había hecho concebir nuestra entrevista con el comandante iban disipándose poco a poco. La dulzura de la mirada de aquel hombre, la expresión generosa de su fisonomía, la nobleza de su porte, iban desapareciendo de mi memoria. Volvía a ver al enigmático personaje, sí, pero tal como debía ser, necesariamente implacable y cruel. Me lo imaginaba fuera de la humanidad, inaccesible a todo sentimiento de piedad, un implacable enemigo de sus semejantes, a los que debía profesar un odio imperecedero. ...

En la línea 547
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Su pregunta me dejó turbado, pues con toda certeza el comandante Farragut no hubiese dudado en hacerlo, creyendo deber suyo destruir un aparato de ese género, al mismo título que un narval gigantesco. ...

En la línea 595
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Siéntese, y coma como debe hacerlo un hombre que debe estar muriéndose de hambre. ...

En la línea 681
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Sí, señor profesor, y no faltan los medios de hacerlo. Yo podría obtener la electricidad estableciendo un circuito entre hilos sumergidos a diferentes profundidades, a través de las diversas temperaturas de las mismas, pero prefiero emplear un sistema más práctico. ...

En la línea 67
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — ¿Lo ignoras? Te aseguro que no volvería a hacerlo. ...

En la línea 74
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Advertí que era horroroso el esfuerzo de resolución necesario para realizar mi cometido. Era como si me hubiese propuesto saltar desde lo alto de una casa elevada o hundirme en una gran masa de agua. Y Joe, que, naturalmente, no sabía una palabra de mis propósitos, contribuyó a dificultarlos más todavía. En nuestra franca masonería ya mencionada, de compañeros de penas y fatigas, y en su bondadosa amistad hacia mí, había la costumbre, seguida todas las noches, de comparar nuestro modo respectivo de comernos el pan con manteca, exhibiéndolos de vez en cuando y en silencio a la admiración mutua, lo cual nos estimulaba para realizar nuevos esfuerzos. Aquella noche, Joe me invitó varias veces, mostrándome repetidamente su pedazo de pan, que disminuía con la mayor rapidez, a que tomase parte en nuestra acostumbrada y amistosa competencia; pero cada vez me encontró con mi amarilla taza de té sobre la rodilla y el pan con manteca, entero, en la otra. Por fin, ya desesperado, comprendí que debía realizar lo que me proponía y que tenía que hacerlo del modo más difícil, atendidas las circunstancias. Me aproveché del momento en que Joe acababa de mirarme y deslicé el pedazo de pan con manteca por la pernera de mi pantalón. ...

En la línea 75
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Sin duda, Joe estaba intranquilo por lo que se figuró ser mi falta de apetito y mordió pensativo su pedazo de pan, que en apariencia no se comía a gusto. Lo revolvió en la boca mucho más de lo que tenía por costumbre, entreteniéndose largo rato, y por fin se lo tragó como si fuese una píldora. Se disponía a morder nuevamente el pan y acababa de ladear la cabeza para hacerlo, cuando me sorprendió su mirada y vio que había desaparecido mi pan con manteca. ...

En la línea 91
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Era la vigilia de Navidad, y yo, con una varilla de cobre, tenía que menear el pudding para el día siguiente, desde las siete hasta las ocho, según las indicaciones del reloj holandés. Probé de hacerlo con el impedimento que llevaba en mi pierna, cosa que me hizo pensar otra vez en el hombre que llevaba aquel hierro en la suya, y observé que el ejercicio tenía tendencia a llevar el pan con manteca hacia el tobillo sin que yo pudiera evitarlo. Felizmente, logré salir de la cocina y deposité aquella parte de mi conciencia en el desván, en donde tenía el dormitorio. ...

En la línea 209
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Cuando hace dos meses me escribiste diciéndome que te habías enterado de que Dunia había caído en desgracia en casa de los Svidrigailof, que la trataban desconsideradamente, y me pedías que te lo explicara todo, no me pareció conveniente hacerlo. Si te hubiese contado la verdad, lo habrías dejado todo para venir, aunque hubieras tenido que hacer el mismo camino a pie, pues conozco tu carácter y tus sentimientos y sé que no habrías consentido que insultaran a tu hermana. ...

En la línea 215
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Estaba desesperada. No me atrevía a decirte la verdad, ya que con ello sólo habría conseguido apenarte y desatar tu indignación. Además, ¿qué podías hacer tú? Perderte: esto es lo único. Por otra parte, Dunetchka me lo había prohibido. En cuanto a llenar una carta de palabras insulsas cuando mi alma estaba henchida de dolor, no me sentía capaz de hacerlo. ...

En la línea 231
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Dunia está segura de que conseguirá lo que se propone, gracias a su influencia sobre su futuro esposo, influencia que no le cabe duda de que llegará a tener. Nos hemos guardado mucho de dejar traslucir nuestras esperanzas ante Piotr Petrovitch, sobre todo la de que llegues a ser su socio algún día. Es un hombre práctico y no le habría parecido nada bien lo que habría juzgado como un vano ensueño. Tampoco le hemos dicho ni una palabra de nuestra firme esperanza de que te ayude materialmente cuando estés en la universidad, y ello por dos razones. La primera es que a él mismo se le ocurrirá hacerlo, y lo hará del modo más sencillo, sin frases altisonantes. Sólo faltaría que hiciera un feo sobre esta cuestión a Dunetchka, y más aún teniendo en cuenta que tú puedes llegar a ser su colaborador, su brazo derecho, por decirlo así, y recibir esta ayuda no como una limosna, sino como un anticipo por tu trabajo. Así es como Dunetchka desea que se desarrolle este asunto, y yo comparto enteramente su parecer. ...

En la línea 251
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »¡Como si mama tuviera el dinero para arrojarlo por la ventana! ¿Con qué llegará a Petersburgo? Con tres rublos, o dos pequeños billetes, como los que mencionaba el otro día la vieja usurera… ¿Cómo cree que podrá vivir en Petersburgo? Pues es el caso que ha visto ya, por ciertos indicios, que le será imposible estar en casa de Dunia, ni siquiera los primeros días después de la boda. Ese hombre encantador habrá dejado escapar alguna palabrita que debe de haber abierto los ojos a mamá, a pesar de que ella se niegue a reconocerlo con todas sus fuerzas. Ella misma ha dicho que no quiere vivir con ellos. Pero ¿con qué cuenta? ¿Pretende acaso mantenerse con los ciento veinte rublos de la pensión, de los que hay que deducir el préstamo de Atanasio Ivanovitch? En nuestra pequeña ciudad desgasta la poca vista que le queda tejiendo prendas de lana y bordando puños, pero yo sé que esto no añade más de veinte rublos al año a los ciento veinte de la pensión; lo sé positivamente. Por lo tanto, y a pesar de todo, ellas fundan sus esperanzas en los sentimientos generosos del señor Lujine. Creen que él mismo les ofrecerá su apoyo y les suplicará que lo acepten. ¡Sí, si… ! Esto es muy propio de dos almas románticas y hermosas. Os presentan hasta el último momento un hombre con plumas de pavo real y no quieren ver más que el bien, nunca el mal, aunque esas plumas no sean sino el reverso de la medalla; no quieren llamar a las cosas por su nombre por adelantado; la sola idea de hacerlo les resulta insoportable. Rechazan la verdad con todas sus fuerzas hasta el momento en que el hombre por ellas idealizado les da un puñetazo en la cara. Me gustaría saber si el señor Lujine está condecorado. Estoy seguro de que posee la cruz de Santa Ana y se adorna con ella en los banquetes ofrecidos por los hombres de empresa y los grandes comerciantes. También la lucirá en la boda, no me cabe duda… En fin, ¡que se vaya al diablo! ...

En la línea 302
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¿Me reta usted? ¿Cree que no soy capaz de hacerlo? ...

En la línea 348
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Ignoro si la baronesa de Wurmenheim tendrá en cuenta este hecho cuando le presente mis excusas —pues tengo intención de hacerlo—. Creo que no, tanto más cuanto que, según tengo entendido, se está ya abusando de esta circunstancia en el mundo jurídico; en los procesos criminales los abogados han justificado frecuentemente a sus clientes alegando su inconsciencia en el momento del crimen, que constituye, según ellos, como una enfermedad. “Ha matado y no se acuerda ya de nada. “ Y figúrese usted, general, que la Medicina les da la razón… Afirma, en efecto, que existe una demencia temporal durante la cual el individuo pierde, si no completamente, al menos casi completamente la memoria. Pero el barón y la baronesa son gentes de la vieja generación, y además, junkers prusianos. Ignoran, por consiguiente, este progreso de la Medicina legal. Y, por lo tanto, no admitirán mis explicaciones. ¿Qué opina usted, general? ...

En la línea 453
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Es posible. La señorita Blanche misma puede también tenerlas. Pero hace dos años, por denuncia de esa misma baronesa, la señorita Blanche fue invitada por la policía a abandonar la ciudad, y tuvo que hacerlo. ...

En la línea 1290
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —No te he hecho firmar ni facturas, ni pagarés —dijo—, porque te tenía lástima. Otra no hubiera dudado en hacerlo y hubieras ido a la cárcel. ¡Ya ves cómo te amo y lo buena que soy! ¡Sólo que esa maldita boda va a costarme un ojo de la cara! Porque, efectivamente, tuvimos boda. Esto ocurrió a fines de nuestro mes y, sin duda, se llevó los restos de mis cien mil francos. ...

En la línea 307
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... ¿Puede la naturaleza humana transformarse así completamente? Al hombre, creado bueno por Dios, ¿puede hacerlo malo el hombre? ¿Puede el destino modificar el alma completamente, y hacerla mala porque es malo el destino? ¿No hay en toda alma humana, no había en el alma de Jean Valjean en particular, una primera chispa, un elemento divino, incorruptible en este mundo, inmortal en el otro, que el bien puede desarrollar, encender, purificar, hacer brillar esplendorosamente, y que el mal no puede nunca apagar del todo? ...

En la línea 955
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Tengo que hacerlo, ya que han encontrado al verdadero Jean Valjean. ...

En la línea 77
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... No es que Buck hiciera tal razonamiento. Simplemente era apto, e inconscientemente se adaptaba a su nuevo estilo de vida. Ni rehuía una pelea ni pensaba en las posibilidades. Pero el garrote del hombre del jersey rojo le había inculcado a la fuerza un código más fundamental y primario. Como un ser civilizado, habría sido capaz de morir por un principio moral, por ejemplo, en defensa de la fusta del juez Miller; pero el alcance de su retorno a lo más primitivo ponía de manifiesto ahora su capacidad de rehuir la defensa de una consideración moral y salvar el pellejo. No robaba por el placer de hacerlo, sino obedeciendo al clamor de su estómago. Y por el respeto al garrote y al colmillo no robaba abiertamente sino con astucia y sigilo. En resumen, hacía las cosas porque era más fácil hacerlas que no hacerlas. ...

En la línea 162
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Pero aguantó hasta llegar al campamento, donde el conductor le hizo un lugar junto al fuego. Por la mañana lo encontró demasiado débil para viajar. A la hora del enganche intentó llegar como fuese hasta el conductor. Con un esfuerzo convulsivo se puso de pie, vaciló y cayó. Entonces empezó a arrastrarse lentamente hasta el lugar donde estaban enganchando a los perros. Adelantaba las patas delanteras y arrastraba el resto del cuerpo, y volvía a hacerlo para ganar cada vez un breve trecho. Las fuerzas lo abandonaron, y la última vez que sus compañeros lo vieron yacía jadeando sobre la nieve, mirándolos con anhelo. Pero lo oyeron aullar de forma lastimera hasta que se perdieron de vista detrás de una hilera de árboles. ...

En la línea 208
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... En una ocasión la bajaron del trineo a la fuerza. No volvieron a hacerlo nunca. Ella aflojó las piernas como una niña malcriada y se sentó en el camino. Ellos reanudaron la marcha, pero ella no se movió. Cuando hubieron recorrido cinco kilómetros, y después de deshacerse de parte de la carga, regresaron a por Mercedes y, otra vez a la fuerza, volvieron a subirla al trineo. ...

En la línea 217
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... -Y no faltaban a la verdad -contestó John Thornton-. El fondo está a punto de desmoronarse. Sólo unos necios, con la suerte loca que tie nen a veces, podían hacerlo. Le digo la verdad: yo no me jugaría el pellejo sobre ese hielo ni por todo el oro de Alaska. ...

En la línea 431
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Lucía enderezó el rostro sofocado y húmedo, y a pesar suyo, sonriose al hacerlo. ...

En la línea 945
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Era en sus movimientos pronto y escurridizo cual las anguilas, y habiendo estado en el Brasil con una comisión científica, chapurreaba un poco el portugués brasileño, empeñándose en hacerlo pasar por español. ...

En la línea 956
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Dejó la visita a Pilar más impaciente, más calenturienta, más excitada que nunca. Pilar se consumía; a toda costa quería salir de Vichy, volar, romper el opaco capullo de la enfermedad y presentarse de nuevo, brillante mariposa, en los círculos mundanos. Creía de buena fe poder hacerlo y contaba con sus fuerzas. No menos que ella se impacientaban otras dos personas: Miranda y Perico. Perico, hecho a vivir en perenne divorcio consigo mismo, no podía sufrir la soledad que le obligaba a reunirse a sí propio; y por lo que toca a Miranda, terminada su temporada de aguas, notablemente restablecida su salud, parecíale que ya era hora de acogerse a cuarteles de invierno y de gozar en paz los frutos de la medicación. Aburríale en extremo ver que su mujer, por altos decretos señalada para cuidarle a él, se sustrajese en tal manera a su providencial misión, consagrando días y noches a una extraña, atacada de un mal penoso a la vista y quizá contagioso. Así es que insinuó a Lucía que era preciso partir y, dejarse allí a los Gonzalvos entregados a su triste suerte; como se deja en un naufragio a los que no caben en las lanchas. Pero contra todo lo que esperaba, halló en Lucía protesta calurosa y enérgica resistencia. Indemnizábase confesado aquel noble sentimiento, de todo lo que callaba hasta a sí misma. ...

En la línea 1186
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Dios -murmuraba ella débilmente-. Dios sabe más que usted, y que yo, y que todos… Le pediré que me ampare, y lo hará; le conviene hacerlo; lo hará, lo hará. ...

En la línea 505
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Allí se encontraron en presencia de un animal medio domesticado, que su propietario domaba, no para hacerlo animal de carga, sino de pelea. Con este fin había comenzado por modificar el carácter naturalmente apacible del elefante, procurando conducirlo gradualmente a ese paroxismo de furor llamado 'muths' en lengua india, y esto manteniéndolo durante tres meses con azúcar y manteca. Este tratamiento puede parecer poco apropiado para obtener semejante resultado, pero no deja de ser empleado con éxito por los criadores. Afortunadamente para Fogg, el elefante en cuestión llevaba poco tiempo de ese régimen, y el 'muths' no se había declarado todavía. ...

En la línea 708
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Puede hacerlo- respondió el agente. ...

En la línea 772
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Tenéis el derecho de hacerlo- respondió el juez. ...

En la línea 1242
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... En fin, Picaporte había encontrado una posición. Estaba contratado para hacerlo todo en la célebre compañía japonesa, lo cual, si era poco halagüeño, le permitiría estar en San Francisco antes de ocho días. ...

Más información sobre la palabra Hacerlo en internet

Hacerlo en la RAE.
Hacerlo en Word Reference.
Hacerlo en la wikipedia.
Sinonimos de Hacerlo.

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