La palabra Zaga ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece zaga.
Estadisticas de la palabra zaga
Zaga es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 17375 según la RAE.
Zaga aparece de media 3.7 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la zaga en las obras de referencia de la RAE contandose 563 apariciones .

El Español es una gran familia
Algunas Frases de libros en las que aparece zaga
La palabra zaga puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1333
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Cogidos los tres de la mano, procuraban andar a la zaga de los otros muchachos, que, por ser de las barracas inmediatas a la suya, sentían el mismo odio de sus padres contra Batiste y su familia, y no perdían ocasión de molestarlos. ...
En la línea 1182
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... A la zaga del carro, cogidos a él, marchaban la vieja y su prole menuda. ...
En la línea 1185
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... _Alcaparrón_ sentía cierto orgullo al marchar con aquel personaje del que tanto hablaba la gente. Habían salido a la carretera. Sobre su faja blanca destacábase la silueta del carro, que iba esparciendo en el silencio de la noche el cascabeleo lento de la caballería y los gemidos de los que marchaban a la zaga. ...
En la línea 1215
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Tal vez esta creencia equivale a una cobardía: tú no puedes comprenderme, _Alcaparrón_. Pero, ¡ay! ¡la Muerte! ¡la incógnita, que nos espía y nos sigue, burlándose de nuestras soberbias y nuestras satisfacciones!... Yo la desprecio, me río de ella, la espero sin miedo para descansar de una vez: y como yo, muchísimos. Pero los hombres amamos, y el amor nos hace temblar por los que nos rodean: troncha nuestras energías, nos hace caer de bruces, cobardes y trémulos ante esa bruja, inventando mil mentiras, para consolarnos de sus crímenes. ¡Ay, si no amásemos!... ¡qué animal tan valeroso y temerario sería el hombre! El carro, en su marcha traqueteante, había dejado atrás al gitano y a Salvatierra, que se detenían para hablar. Ya no le veían. Les servía de guía su lejano chirrido y el plañir de la familia, que marchaba a la zaga, acometiendo de nuevo la canturía de su dolor. ...
En la línea 874
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Levantó luego a Rocinante, el cual, si tuviera lengua con que quejarse, a buen seguro que Sancho ni su amo no le fueran en zaga. ...
En la línea 4296
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Este mi amo, por mil señales, he visto que es un loco de atar, y aun también yo no le quedo en zaga, pues soy más mentecato que él, pues le sigo y le sirvo, si es verdadero el refrán que dice: 'Dime con quién andas, decirte he quién eres', y el otro de 'No con quien naces, sino con quien paces'. ...
En la línea 4332
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y no le van en zaga sus doncellas; que todas corren como el viento. ...
En la línea 4533
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Contra ese corte sé yo otro -respondió Sancho-, que no le va en zaga: cogeré yo un garrote, y, antes que vuestra merced llegue a despertarme la cólera, haré yo dormir a garrotazos de tal suerte la suya, que no despierte si no fuere en el otro mundo, en el cual se sabe que no soy yo hombre que me dejo manosear el rostro de nadie; y cada uno mire por el virote, aunque lo más acertado sería dejar dormir su cólera a cada uno, que no sabe nadie el alma de nadie, y tal suele venir por lana que vuelve tresquilado; y Dios bendijo la paz y maldijo las riñas, porque si un gato acosado, encerrado y apretado se vuelve en león, yo, que soy hombre, Dios sabe en lo que podré volverme; y así, desde ahora intimo a vuestra merced, señor escudero, que corra por su cuenta todo el mal y daño que de nuestra pendencia resultare. ...
En la línea 635
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Mr. Astley, que iba a mi lado, me susurró al oído que aquella mañana sería decisiva. Potapytch y Marta venían detrás de nosotros, inmediatamente a la zaga del sillón; él con frac y corbata blanca, cubierto con gorra, y Marta —una jamona de cuarenta años, de tez rosada— llevaba cofia y vestido de indiana, y unos zapatos de cabritilla que crujían al andar. La abuela se volvía con frecuencia para hablar con ellos. ...
En la línea 764
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... La única persona que se consagró a que Pilar observase el régimen saludable, fue, pues, Lucía. Hízolo movida de la necesidad de abnegación que experimentan las naturalezas ricas y jóvenes, a quienes su propia actividad tortura y han menester encaminarla a algún fin, y del instinto que impulsa a dar de comer al animal a quien todos descuidan, o a coger de la mano al niño abandonado en la calle. Al alcance de Lucía sólo estaba Pilar, y en Pilar puso sus afectos. Perico Gonzalvo no simpatizaba con Lucía, encontrándola muy provinciana y muy poco mujer en cuanto a las artes de agradar. Miranda, ya un tanto rejuvenecido por los favorables efectos de la primer semana de aguas, se iba con Perico al Casino, al Parque, enderezando la espina dorsal y retorciéndose otra vez los bigotes. Quedaban pues frente a frente las dos mujeres. Lucía se sujetaba en todo al método de la enferma. A las seis dejaba pasito el lecho conyugal y se iba a despertar a la anémica, a fin de que el prolongado sueño no le causase peligrosos sudores. Sacabala presto al balcón del piso bajo, a respirar el aire puro de la mañanita, y gozaban ambas del amanecer campesino, que parecía sacudir a Vichy, estremeciéndole con una especie de anhelo madrugador. Comenzaba muy temprano la vida cotidiana en la villa termal, porque los habitantes, hosteleros de oficio casi todos durante la estación de aguas, tenían que ir a la compra y apercibirse a dar el almuerzo a sus huéspedes cuando éstos volviesen de beber el primer vaso. Por lo regular, aparecía el alba un tanto envuelta en crespones grises, y las copas de los grandes árboles susurraban al cruzarlas el airecillo retozón. Pasaba algún obrero, larga la barba, mal lavado y huraño el semblante, renqueando, soñoliento, el espinazo arqueado aún por la curvatura del sueño de plomo a que se entregaran la víspera sus miembros exhaustos. Las criadas de servir, con el cesto al brazo, ancho mandil de tela gris o azul, pelo bien alisado -como de mujer que sólo dispone en el día de diez minutos para el tocador y los aprovecha-, iban con paso ligero, temerosas de que se les hiciese tarde. Los quintos salían de un cuartel próximo, derechos, muy abotonados de uniforme, las orejas coloradas con tanto frotárselas en las abluciones matinales, el cogote afeitado al rape, las manos en los bolsillos del pantalón, silbando alguna tonada. Una vejezuela, con su gorra muy blanca y limpia, remangado el traje, barría con esmero las hojas secas esparcidas por la acera de asfalto; seguíala un faldero que olfateaba como desorientado cada montón de hojas reunido por la escoba diligente. Carros se velan muchísimos y de todas formas y dimensiones, y entreteníase Lucía en observarlos y compararlos. Algunos, montados en dos enormes ruedas, iban tirados por un asnillo de impacientes orejas, y guiados por mujeres de rostro duro y curtido, que llevaban el clásico sombrero borbonés, especie de esportilla de paja con dos cintas de terciopelo negro cruzadas por la copa: eran carros de lechera: en la zaga, una fila de cántaros de hojalata encerraba la mercancía. Las carretas de transportar tierra y cal eran más bastas y las movía un forzudo percherón, cuyos jaeces adornaban flecos de lana roja. Al ir de vacío rodaban con cierta dejadez, y al volver cargados, el conductor manejaba la fusta, el caballo trotaba animosamente y repiqueteaban las campanillas de la frontalera. Si hacía sol, Lucía y Pilar bajaban al jardinete y pegaban el rostro a los hierros de la verja; pero en las mañanas lluviosas quedábanse en el balcón, protegidas por los voladizos del chalet, y escuchando el rumor de las gotas de lluvia, cayendo aprisa, aprisa, con menudo ruido de bombardeo, sobre las hojas de los plátanos, que crujían como la seda al arrugarse. ...

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Más información sobre la palabra Zaga en internet
Zaga en la RAE.
Zaga en Word Reference.
Zaga en la wikipedia.
Sinonimos de Zaga.
Errores Ortográficos típicos con la palabra Zaga
Cómo se escribe zaga o saga?
Cómo se escribe zaga o zaja?
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