Cual es errónea Cayeron o Cayerron?
La palabra correcta es Cayeron. Sin Embargo Cayerron se trata de un error ortográfico.
La falta ortográfica detectada en la palabra cayerron es que se ha eliminado o se ha añadido la letra r a la palabra cayeron
Errores Ortográficos típicos con la palabra Cayeron
Cómo se escribe cayeron o cayerron?
Cómo se escribe cayeron o sayeron?
Cómo se escribe cayeron o calleron?
Algunas Frases de libros en las que aparece cayeron
La palabra cayeron puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 392
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y él, tan sobrio, bebió, uno tras otro, dos vasos de aguardiente, que cayeron como olas de fuego en su estómago desfallecido. ...
En la línea 1155
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Sin acuerdo previo, como si los odios de sus familias, las frases y maldiciones oídas en sus barracas surgiesen en ellas de golpe, todas cayeron a un tiempo sobre la hija de Batiste. ...
En la línea 1300
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... -¿Y como cuántos cayeron? -preguntaba el maestro al final del relato. ...
En la línea 970
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Sin embargo, como no caía, como n o se declaraba vencido, sino que sólo se iba acercando hacia el palacio del señor de la Trémouille a cuyo servicio tenía un pariente,D'Artagnan, ignorando él mismo la gravedad de la última he rida que su adversario había recibido, le acosaba vivamente, ysin du da lo iba a rematar de una tercera estocada cuando, habiéndose extendido el rumor que se alzaba en la calle hasta el juego de pelota, dos de los amigos del guardia, que le habtan otdo intercambiar algunas pa labras con D'Artagnan y que le habían v isto salir a raíz de aquellas pa labras, se precipitaron espada en mano fuera del garito y cayeron so bre el vencedor. ...
En la línea 1021
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Y como D'Artagnan había sido el héroe de aque llas dos jornadas, fue sobre él sobre el que cayeron todas las felicitacio nes, que Athos, Porthos y Aramis le dejaron no sólo como buenos ami gos sino como hombres que habían tenido con bastante frecuencia su vez para dejarle a él la suya. ...
En la línea 7935
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Cuatro disparos de fusil los respondieron casi al mismo tiempo, pe ro éstos estaban mejor dirigidos que los de los agresores: tres soldados cayeron en el sitio, y uno de los trabajadores fue herido. ...
En la línea 7938
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Por su parte, los tres amigos habían cargado sus armas; una segunda descarga siguió a la primera: el brigadier y dos zapadores cayeron muertos, el resto de la tropa huyó. ...
En la línea 3690
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Hace unos veinte años, cuando a los ingleses se les metió por vez primera en la cabeza convertirnos a los españoles a su manera de pensar, repartieron gran número de libros de esta clase entre los españoles que iban a Londres; algunos cayeron en manos de ciertos mareantes de Padrón, y cuando esta buena gente regresó a Galicia se observó que se habían vuelto muy tercos y amigos de disputar. ...
En la línea 4011
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Se oyó un chillido tremendo, y las mujeres se cayeron al suelo, gritando: _¡Estadea, Estadea!_ Yo también me caí y gritaba: _¡Estadinha! ¡Estadinha!_ La _Estadea_ son las almas de los muertos que andan encima de la niebla con luces en las manos. ...
En la línea 4753
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Por un poco de tiempo hicieron mucho daño a los liberales, quemando y arrasando sus propiedades, y dieron muerte a varios nacionales que cayeron en sus manos. ...
En la línea 5725
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Se le ocurrió ir a la otra orilla con el fusil, a ver si mataba algo en el soto, y de pronto, tres o cuatro facciosos cayeron sobre él y le dieron una muerte horrible. ...
En la línea 3521
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Cuando el canónigo oyó hablar al preso y al libre en semejante estilo, estuvo por hacerse la cruz, de admirado, y no podía saber lo que le había acontencido; y en la mesma admiración cayeron todos los que con él venían. ...
En la línea 3725
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... En estas razones, cayeron todos los que las oyeron que don Quijote debía de ser algún hombre loco, y tomáronse a reír muy de gana; cuya risa fue poner pólvora a la cólera de don Quijote, porque, sin decir más palabra, sacando la espada, arremetió a las andas. ...
En la línea 4177
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Cuando Sancho oyó la firme resolución de su amo se le anubló el cielo y se le cayeron las alas del corazón, porque tenía creído que su señor no se iría sin él por todos los haberes del mundo; y así, estando suspenso y pensativo, entró Sansón Carrasco y la sobrina, deseosos de oír con qué razones persuadía a su señor que no tornarse a buscar las aventuras. ...
En la línea 4785
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Los labradores traían otras cosas, que daban indicio y señal que venían de alguna villa grande, donde las habían comprado, y las llevaban a su aldea; y así estudiantes como labradores cayeron en la misma admiración en que caían todos aquellos que la vez primera veían a don Quijote, y morían por saber qué hombre fuese aquél tan fuera del uso de los otros hombres. ...
En la línea 206
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Esta circunstancia salvó la vida a los blancos; los indios se llevaron consigo sus numerosos heridos; y, por último, habiéndolo sido también uno de sus caciques, tocaron retirada Fueronse en busca de sus caballos y parecieron celebrar consejo de guerra; terrible pausa para los españoles, que habían agotado todas sus municiones, excepto algunos cartuchos. Al cabo de un instante, los indios volvieron a montar a caballo y desaparecieron bien pronto. Otra vez aún fue rechazado más presto un ataque de los indios: un francés, de mucha calma y sangre fría, habíase encargado de apuntar el cañón; aguardó a que los indios casi le tocasen, y después hizo fuego; el cañón estaba cargado con metralla y 39 salvajes cayeron para no levantarse más. Este solo cañonazo bastó para poner en fuga a toda la banda. ...
En la línea 1387
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Después de haber visto Concepción, confieso que no puedo comprender cómo escapó a la catástrofe la mayor parte del vecindario. muchos sitios cayeron las casas hacia afuera, formando en medio de las calles montones de tejas y de escombros. cónsul inglés, Mr ...
En la línea 1394
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... s techos de caña que cayeron sobre los hogares, se incendiaron, extendiéndose las llamas por todas partes ...
En la línea 1818
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... ando se trata de grandes erupciones volcánicas, como la de Coseguina, en que cayeron torrentes de lluvia en una época del año durante la cual no llueve jamás, y en que esos diluvios constituyeron «un fenómeno sin precedente en América central», se comprende sin esfuerzo que los vapores y las cenizas escapadas del volcán hubiesen podido turbar el equilibrio de la atmósfera. mismo razonamiento aplica Humboldt a los terremotos que no van acompañados de erupciones; pero yo declaro que me parece difícil de admitir que las pequeñas cantidades de fluidos aeriformes que se escapan entonces de las fisuras del terreno, puedan producir efectos tan notables ...
En la línea 15802
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Quintanar se levantó, apuntó, disparó y cuatro tordos de agua cayeron heridos por los perdigones que, según pensó en aquel instante don Víctor, debía tener en los sesos el amigo traidor, el infame don Álvaro. ...
En la línea 583
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La agresividad de la poetisa casi originó una catástrofe. El Hombre-Montaña, al sentir el escozor del latigazo en una pantorrilla, se llevó a ella ambas manos, inclinándose. Los que trabajaban en la cúspide de su cráneo perdieron el equilibrio, amarrándose a tiempo a las fuertes malezas capilares para no derrumbarse de una altura mortal. Dos hombres forzudos que estaban sobre un hombro cayeron de cabeza, y se hubieran hecho pedazos en el suelo de no quedar detenidos por un pliegue de la enorme lona que cubría el pecho del gigante. ...
En la línea 1176
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Cuando Flimnap describió, con arreglo a sus informes, el momento en que Momaren y Golbasto cayeron al suelo bajo el salivazo gigantesco, el senador empezó a reír como un niño, pidiendo que le relatase por segunda vez la graciosa escena. ...
En la línea 1531
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Pero Edwin se había inclinado sobre el, tomándole con sus dedos, y lo elevó hasta el mismo bolsillo donde estaba oculta Popito. Al hacer este movimiento cayeron de su pecho muchas flechas que habían quedado medio clavadas en el paño de la chaqueta. ...
En la línea 356
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... En un momento toda la grave pena y la miseria que el sueño había desterrado cayeron de nueva sobre él, y comprendió que ya no era un príncipe mimado en un palacio, con los adoradores ojos de una nación en él, sino un mendigo, un paria, vestido de harapos, prisionero en un antro digno solo de animales y viviendo con mendigos y ladrones. ...
En la línea 395
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Todos en la gran reunión doblaron da cabeza sobre el pecho de consuno; permanecieron así unos momentos, en profundo silencio; luego cayeron a la vez de rodillas, tendieron sus manos hacia Tom, y resonó un poderoso grito que pareció cimbrar el edificio: ...
En la línea 970
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Lanzó el niño un gemido de desesperación, y jadeante cesó en sus forcejeos; luego asomaron a sus ojos las lágrimas, que cayeron una tras otra por su rostro. Pero esta lastimera escena no logró aplacar al feroz anciano. ...
En la línea 1375
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Al instante varias manos indignadas cayeron sobre el niño, pero en el mismo instante Tom Canty, con sus regias vestiduras, avanzó vivamente un paso y gritó con sonora voz: ...
En la línea 1249
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Dos lágrimas cayeron de sus ojos. ...
En la línea 1893
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Escúcheme —dijo el portugués, llevándola hacia un sendero más apartado—. Muchos creen que Sandokán es un vulgar pirata salido de las selvas de Borneo, ávido de sangre y de víctimas. Pero se equivocan: es de estirpe real y no un pirata sino un vengador. Tenía veinte años cuando subió al trono de Muluder. Fuerte como un león, audaz como un tigre, valiente hasta la locura, al cabo de poco tiempo venció a todos los pueblos vecinos y extendió las fronteras de su reino hasta el de Varauni. Aquellas campañas le fueron fatales, pues ingleses y holandeses, celosos de una nueva potencia que iba a sojuzgar la isla entera, se aliaron con el sultán de Borneo para atacarlo. Concluyeron por hacer pedazos el nuevo reino. Sicarios pagados asesinaron a la madre y a los hermanos y hermanas de Sandokán; bandas poderosas invadieron el reino, saqueando, asesinando, cometiendo atrocidades inauditas. En vano Sandokán luchó con el furor de la desesperación. Todos sus parientes cayeron bajo el hierro de los asesinos, pagados por los blancos, y él mismo apenas pudo salvarse, seguido de una pequeña tropa de leales. Anduvo errante varios años por las costas de Borneo, sin víveres, sufriendo horribles miserias, en espera de reconquistar el trono perdido y de vengar a su familia asesinada. Hasta que una noche, perdida toda esperanza, se embarcó en un parao y juró guerra a muerte a la raza blanca y al sultán de Varauni. Arribó a Mompracem, contrató hombres y empezó a piratear en el mar. Devastó las costas del sultanato, asaltó barcos holandeses e ingleses y terminó siendo el terror de los mares, convertido en el terrible Tigre de la Malasia. Usted ya sabe lo demás. ...
En la línea 2326
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Como dijo Sandokán, la suspensión de la vida duraba justo seis horas, porque apenas cayeron en los abismos del mar los dos piratas volvieron en sí, sin experimentar la menor alteración de sus fuerzas. Con un vigoroso golpe de talones, subieron a la superficie y miraron anhelantes a su alrededor. ...
En la línea 2644
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¿De qué se ríe? Óigame: yo sólo le di dos latigazos tan flojos que ni siquiera dejaron señal… Le ruego que no me crea un cínico. Yo sé perfectamente que esto es innoble y… , etcétera; pero también sé que a Marfa Petrovna no le desagradó… mi arrebato, digámoslo así. El asunto relacionado con la hermana de usted estaba ya agotado, y Marfa Petrovna, no teniendo ningún asunto que ir llevando por las casas de la ciudad, se veía obligada a permanecer en casa desde hacia tres días. Ya había fastidiado a todo el mundo con la lectura de la carta (¿ha oído usted hablar de esa carta?). De pronto cayeron sobre ella, como enviados por el cielo, aquellos dos latigazos. Lo primero que hizo fue ordenar que preparasen el coche… Sin hablar de esos casos especiales en que las mujeres experimentan un gran placer en que las ofendan, a pesar de la indignación que simulan (casos que se presentan a veces), al hombre, en general, le gusta que lo humillen. ¿No lo ha observado usted? Pero esta particularidad es especialmente frecuente en las mujeres. Incluso se puede afirmar que es algo esencial en su vida. ...
En la línea 207
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Las quejas de Mercedes tenían que ver con el sexo. Era guapa, bonita y delicada y durante toda su vida había sido tratada con delicadeza. Pero el trato que ahora recibía de su esposo y de su hermano no tenía nada de delicado. Tenía la costumbre de declararse incapaz. Ellos protestaban. Y como no aceptaban lo que ella consideraba su más esencial prerrogativa femenina, les hacía la vida imposible. Ya no le daban pena los perros y, como estaba ofendida y cansada, insistía en viajar subida al trineo. Era bonita y delicada, sí, pero pesaba cincuenta y cinco kilos… un suplemento un poco excesivo para agregarlo al peso que arrastraban aquellos animales débiles y hambrientos. Lo hizo durante días, hasta que los perros cayeron agotados y el trineo quedó inmóvil. Charles y Hal le rogaron que bajara y caminase, se lo suplicaron, se lo imploraron, mientras ella lloraba e importunaba al Altísimo con una relación de sus brutalidades. ...
En la línea 620
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Artegui no contestó palabra: mas una voz grave y poderosa, retumbando en los cielos, se unió de pronto al extraño dúo. Era el trueno, que estallaba a lo lejos, solemne y terrible. Lucía exhaló un gemido de pavor, cayendo con la faz contra la hierba. Desgarráronse las nubes, y anchas gotas de agua cayeron, sonando como goterones de plomo líquido en la crujiente seda de las frondas de mimbre. Bajose rápidamente Artegui, y tomando con nervioso vigor a Lucía en sus brazos, dio a correr sin mirar por dónde, saltando zanjas, atravesando barbechos, pisando apios y coles, hasta llegar, azotado por la lluvia, perseguido por el trueno que se acercaba, a la carretera. El cochero renegaba del mal tiempo enérgicamente cuando Artegui depositó a Lucía casi exánime en el asiento, subiendo a toda prisa el hule, para guarecerla algo. Las jacas, espantadas, salieron sin aguardar la caricia de la fusta, y, aguzadas las orejas y ensanchando las fosas nasales, arrancaron hacia Bayona. ...

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Entre vocales, se escribe r cuando su sonido es suave, y rr, cuando es fuerte aunque sea una palabra derivada o compuesta que en su forma simple lleve r inicial. Por ejemplo: ligeras, horrores, antirreglamentario.
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Cayeron en la RAE.
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