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La palabra desde
Cómo se escribe

la palabra desde

La palabra Desde ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
El cuervo de Leopoldo Alias Clarín
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
Memoria De Las Islas Filipinas. de Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
Blancanieves de Jacob y Wilhelm Grimm
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El Señor de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
La llamada de la selva de Jack London
Amnesia de Amado Nervo
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece desde.

Estadisticas de la palabra desde

La palabra desde es una de las palabras más comunes del idioma Español, estando en la posición 49 según la RAE.

Desde es una palabra muy común y se encuentra en el Top 500 con una frecuencia media de 1306.89 veces en cada obra en castellano

El puesto de esta palabra se basa en la frecuencia de aparición de la desde en 150 obras del castellano contandose 198647 apariciones en total.

Más información sobre la palabra Desde en internet

Desde en la RAE.
Desde en Word Reference.
Desde en la wikipedia.
Sinonimos de Desde.

Algunas Frases de libros en las que aparece desde

La palabra desde puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 385
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pimentó y su mujer lo llamaban desde lejos, invitándole a que tomase algo. ...

En la línea 415
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¿Y aún dicen que el demonio no es bueno? Allí estaba su hombre; el mismo que deseaba ver desde el día anterior. ...

En la línea 474
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Iba a labrar la tierra con la escopeta al hombro; él y sus criados se reían de la soledad en que los dejaban los vecinos; las barracas se cerraban a su paso, y desde lejos los seguían miradas hostiles. ...

En la línea 478
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Le habían tirado desde alguna acequia, emboscado el tirador detrás de los cañares. ...

En la línea 6
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Fermín nada veía de nuevo en aquel salón blanco, de una blancura de panteón, fría y cruda, con su pavimento de mármol, sus paredes estucadas y brillantes, sus grandes ventanales de cristal mate, que rasgaban el muro hasta el techo, dando a la luz exterior una láctea suavidad. Los armarios, las mesas y las taquillas de madera oscura, eran el único tono caliente de este decorado que daba frío. Junto a las mesas, los calendarios de pared ostentaban grandes imágenes de santos y de vírgenes al cromo. Algunos empleados, abandonando toda discreción, para halagar al amo, habían clavado junto a sus mesas, al lado de almanaques ingleses con figuras modernistas, estampas de imágenes milagrosas, con su oración impresa al pie y la nota de indulgencias. El gran reloj, que desde el fondo del salón alteraba el silencio con sus latidos, tenía la forma de un templete gótico, erizado de místicas agujas y pináculos medioevales, como una catedral dorada de bisutería. ...

En la línea 17
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Toda la tarde y gran parte de la noche permaneció en la casita de la viña el grupo de amigos de Salvatierra. El dueño, rumboso y entusiasmado por la vuelta del grande hombre, sabía obsequiar a la reunión. Las cañas de color de oro circulaban a docenas sobre la mesa cubierta de platos de aceitunas, lonchas de jamón y otros comestibles que servían de pretexto para desear el vino. Todos lo saboreaban entre palabra y palabra, con la prodigalidad en el beber propia de la tierra. Al cerrar la noche muchos se mostraban perturbados: únicamente Salvatierra estaba sereno. Él sólo bebía agua, y en cuanto a comer, se resistió a tomar otra cosa que un pedazo de pan y otro de queso. Esta era su comida dos veces al día desde que salió de presidio, y sus amigos debían respetarla. Con treinta céntimos tenía lo necesario para su existencia. Había decidido que mientras durase el desconcierto social y millones de semejantes perecieran lentamente por la escasez de alimentación, él no tenía derecho a más. ...

En la línea 22
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --¿Y los médicos?--preguntó una voz desde el fondo de la sala. ...

En la línea 42
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Fermín pasó frente a la puerta de lo que llamaban el _Tabernáculo_, un pabellón ovalado, con montera de cristales, inmediato al cuerpo de edificio donde estaban el escritorio y la oficina de expedición. El _Tabernáculo_ contenía lo más selecto de la casa. Una fila de toneles derechos ostentaba en sus panzas de roble los títulos de los famosos vinos que sólo se dedicaban al embotellado; líquidos que brillaban con todos los tonos del oro, desde el resplandor rojizo del rayo de sol al reflejo pálido y aterciopelado de las joyas antiguas: caldos de suave fuego que, aprisionados en cárceles de cristal, iban a derramarse en el ambiente brumoso de Inglaterra o bajo el cielo noruego de boreales esplendores. En el fondo del pabellón, frente a la puerta, estaban los colosos de esta asamblea silenciosa e inmóvil; los _Doce Apóstoles_, barricas enormes de roble tallado y lustroso como si fuesen muebles de lujo; y, presidiéndolos, el _Cristo_, un tonel con tiras de roble esculpidas en forma de racimos y pámpanos, como un bajo-relieve báquico de un artista ateniense. En su panza dormía una oleada de vino; treinta y tres botas, según constaba en los registros de la casa, y el gigante, en su inmovilidad, parecía orgulloso de su sangre, que bastaba para hacer perder la razón a todo un pueblo. ...

En la línea 17
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... —Sí, hay que reconocerlo: desde la Gloriosa se muere mucha gente; pero eso se explica por la revolución. ...

En la línea 26
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Los artículos de don Torcuato comenzaban y no concluían: primero, porque el mismo Resma no sabía dónde quería ir a parar, y todo lo tomaba desde el principio de la creación y un poco antes; segundo, Porque el director de El Despertador Eléctrico se le echaba encima con los mejores modos del mundo, diciéndole que se le quejaban los suscriptores y hasta se le despedían. ...

En la línea 108
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Porque es de notar, siquiera sea de paso, que aunque Cuervo había estudiado en el Seminario hasta el segundo año de Filosofía, y no había sido mal estudiante, desde el punto y hora en que se decidió a ahorcar los hábitos, se propuso olvidar la traducción y el orden (frase suya), y lo consiguió a poco tiempo. ...

En la línea 258
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Entraba, desde luego, en el terreno de las confidencias y daba por sabido que el dolor tiene sus límites, y que, no siendo hacedero moralmente acompañar al difunto, pues el suicidio está prohibido, no había más remedio que seguir viviendo; y ya de vivir, ¡qué caramba!, debía ser de la mejor manera posible. ...

En la línea 54
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Más tarde, el señor de Tréville se batió contra otros en su primer viaje a Paris, cinco veces; tras la muerte del difunto rey hasta la mayoría del joven, sin contar las guerras y los asedios, siete veces; y desde esa mayoría hasta hoy, quizá cien. ...

En la línea 65
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... De ello resultó que tuvo siempre el puño apretado desde Tarbes hasta Meung y que, un día con otro, llevó la mano a la empuñadura de su espada diez veces diarias;sin embargo, el puño no descendió sobre ninguna mandíbula, ni la espada salió de su vaina. ...

En la línea 249
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Por su parte, y desde ese punto de vista, el cardenal no le iba a la zaga al rey. ...

En la línea 268
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... El patio de su palacio, situado en la calle del Vieux-Colombier, se parecía a un campamento, y esto desde las seis de la mañana en vera no y desde las ocho en invierno. ...

En la línea 47
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... En efecto, la asesoría de rentas y de la superintendencia de la hacienda pública, que es un cargo mas que regular para tener en continua ocupacion á un buen letrado, si la ha de servir cual corresponde, ha estado desde 1829 hasta 1839, que se proveyó en un letrado particular, á cargo de los señores ministros de la audiencia, y con reales nombramientos, con olvido y desprecio de la ley de Indias [3], que manda: los oidores no sean mas que oidores, y no tengan comisiones, mas que aquellas que su tribunal les confiera, etc. ...

En la línea 67
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Este en falta de intérprete examinado y aprobado, y para poderse imponer de lo que se ha escrito, dispone desde luego el auto, mandando traducir al castellano aquellas dilijencias por un indio cualquiera que entienda algo de nuestro idioma, y continúa con el mismo indio ú otro que titula intérprete, las declaraciones del sumario que le parece, y con la misma ignorancia en la práctica de los juicios que lo empezó el gobernadorcillo. ...

En la línea 72
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Declarada por fin, despues de vencidas dificultades, por bastante para proceder, los juzgados se encuentran sin promotores fiscales, ni letrados defensores capaces de pedir en la causa cada uno segun su ministerio, y á cada pedimento que por los reos ó presos suele presentar el indio defensor, ó por cualquier otro incidente que ocurra, se suspende el curso y vuelva al asesor cuando haya oportunidad: últimamente, por no molestar mas en el particular, llegado el caso de sentencia se pronuncia con asesor y con las dilaciones que todo lo demas, y dada y publicada, se remite la causa á la audiencia, desde donde á solicitud del ministerio fiscal suele volver á la provincia para reformar defectos, y aun ciertas nulidades, con las cuales no se puede administrar justicia, ó para practicar alguna dilijencia interesante que se omitió, y que aun puede ser de utilidad. ...

En la línea 74
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... No son mas felices y breves los pleitos civiles, pues aunque las partes dirijidas por abogados, y bien provistas de sus pedimentos (bastantes tengo hechos), procuren activar y atajar las cavilosidades del que litiga de mala fe, no lo consiguen; y es la razon, porque saben que con pedir al juez que se asesore, ya se paró el negocio, y los autos al asesor á Manila cuando haya ocasion: son, pues, interminables en primera instancia los pleitos, porque van y vienen de la provincia á Manila repetidas veces, y muchas de ellas para dictarse un no ha lugar, que sabia muy bien el que lo promovia que sucederia asi; pero en el ínterin fastidia á su contrario, y si está en posesion de la cosa litijiosa, la goza y disfruta, y beato el que posee: son incalculables los daños y perjuicios que se causan; asi como que es palpable por lo dicho el retraso y grandes dispendios para obtener justicia los que la reclaman, y la facilidad para entorpecerla los que quieren retener lo ajeno, pues á ello les favorecen los obstáculos naturales, como se ha dicho; y los que emanan de los alcaldes y correjidores legos, estos podrian desde luego desaparecer si estos destinos se sirviesen por letrados, como parece regular y conforme, y cesarian tantos males, como se han indicado. ...

En la línea 89
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Al amparo de la fugaz libertad política, instaurada por la Revolución de 1820, se imprimió en Barcelona (1820) el Nuevo Testamento, traducción de Scio, pero sin notas; desde entonces, hasta la llegada de Borrow a España, nada más se había hecho. ...

En la línea 92
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Así, Borrow, abundando en las intenciones de sus directores, y con autorización expresa de ellos, gestionó desde luego el permiso que necesitaba para imprimir el Evangelio sin notas, y, vencidas no pocas dificultades, se dispuso a reimprimir en Madrid la traducción del Nuevo Testamento, de Scio, editada sin notas por la Sociedad Bíblica en Londres, 1826. ...

En la línea 98
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Borrow obtuvo de la Sociedad Bíblica autorización para repartir en persona la obra por pueblos, y, dejando en Madrid encargado de sus asuntos a don Luis de Usoz y Río, emprendió, acompañado de su famoso criado griego, el larguísimo viaje por Castilla la Vieja, Galicia, Asturias y Santander, que duró desde mayo a noviembre de 1837. ...

En la línea 158
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Desde 1860 residía en Londres, donde vivió catorce años sin producir nada desde la aparición de Wild Wales, sumido en tanta oscuridad, en tal silencio, que algunos le creían muerto. ...

En la línea 48
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... El remedio que esto tiene es muy fácil, porque no habéis de hacer otra cosa que buscar un libro que los acote todos, desde la A hasta la Z, como vos decís. ...

En la línea 175
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Admiráronse de tan estraño género de locura y fuéronselo a mirar desde lejos, y vieron que, con sosegado ademán, unas veces se paseaba; otras, arrimado a su lanza, ponía los ojos en las armas, sin quitarlos por un buen espacio dellas. ...

En la línea 186
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Los compañeros de los heridos, que tales los vieron, comenzaron desde lejos a llover piedras sobre don Quijote, el cual, lo mejor que podía, se reparaba con su adarga, y no se osaba apartar de la pila por no desamparar las armas. ...

En la línea 351
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Por las órdenes que recebí -dijo el cura-, que, desde que Apolo fue Apolo, y las musas musas, y los poetas poetas, tan gracioso ni tan disparatado libro como ése no se ha compuesto, y que, por su camino, es el mejor y el más único de cuantos deste género han salido a la luz del mundo; y el que no le ha leído puede hacer cuenta que no ha leído jamás cosa de gusto. ...

En la línea 19
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Probablemente se pensará, y con mucha razón, que esa isla es muy insignificante; pero para quien jamás haya visto sino paisajes de Inglaterra, el aspecto tan nuevo de unas tierras estériles en absoluto posee una especie de grandiosidad, que quedaría del todo destruida por una vegetación más abundante. Apenas si puede descubrirse una sola hoja verde en toda la extensión de esas inmensas llanuras de lava; sin embargo, rebaños de cabras y algunas vacas logran hallar su sustento en esos lugares desolados. Rara vez llueve, excepto una pequeña parte del año; entonces cae a torrentes la lluvia, y enseguida invade cada grieta abundante vegetación. Esas plantas se agostan casi tan deprisa como brotaron, y los animales se alimentan de ese heno natural. Cuando estuvimos nosotros, llevaba más de uno año sin llover. En la época del descubrimiento de la isla, las cercanías de Porto-Praya estaban sombreadas por numerosos árboles, cuya destrucción, ordenada con tanta indiferencia, ha causado aquí, como en Santa Elena y en algunas de las islas Canarias, una esterilidad casi absoluta. Algunos matorrales de arbustillos faltos de hojas ocupan la parte inferior de valles anchos y planos, que se transforman en ríos durante los pocos días de la estación lluviosa. Escasísimos seres vivos habitan en esos valles; el ave más conocida es un martínpescador (Alcedo iagoensis), que se pone estúpidamente encima de las ramas de ricino, y desde allí se lanza para coger saltamontes y lagartijas. Ese ave tiene vivos colores, pero no es tan bonita como la especie europea. Difiere de su congénere de Europa también por su manera de volar, por sus costumbres y por su afición a los valles más secos, donde suele vivir. ...

En la línea 30
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... En cuanto se entra en el puerto, se advierte en el cerrillo de arena que da frente al mar, una banda blanca, horizontal, que se extiende a una distancia de varias millas a lo largo de la costa, y que está situada a una altura de unos 45 pies (13 metros) sobre el nivel del mar. Examinando más de cerca esa capa blanca, se ve que consiste en materias calcáreas que contienen numerosas conchas, la mayoría de las cuales aún existen en la costa vecina. Esa capa descansa sobre antiguas rocas volcánicas y a su vez ha quedado cubierta por otra de basalto fundido que debió de precipitarse en el mar, cuando aquella capa blanca que contiene conchas descansaba en el fondo del agua. Es muy interesante advertir las modificaciones producidas en la quebradiza masa por el calor de las lavas que la cubrieron: parte de esa masa se transformó en creta cristalina, y otra parte en una piedra manchada compacta. Allí donde las escorias de la superficie inferior de la corriente de lava tocaron a la cal, esta última se ha convertido en grupos de fibras admirablemente radiadas, que se asemejan a la aragonita. Las capas de lava se elevan en mesetas sucesivas ligeramente inclinadas hacia el interior, de donde salieron en un principio los diluvios de piedra en fusión. Creo que desde los tiempos históricos no se ha manifestado en San-lago ningún signo de actividad volcánica. Hasta es raro que pueda descubrirse la forma de cráter en la cima de las numerosas colinas formadas por cenizas rojas; sin embargo, pueden distinguirse en la costa las capas de lava más recientes. ...

En la línea 39
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... y a los 29015 longitud O.; está a 50 millas (865 kilómetros) de la costa de América y a 350 millas (560 kilómetros) de la isla de Fernando Noronha. El punto más alto de la isla de San Pablo está situado a 50 pies sobre el nivel del mar; la circunferencia entera de la isla no llega a tres cuartos de milla. Este pequeño punto se eleva abruptamente desde las profundidades del Océano. ...

En la línea 42
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Las Peñas de San Pablo, vistas desde cierta distancia, son de una blancura deslumbradora. Este color se debe, en parte, 'a los excrementos de una inmensa multitud de aves marinas, y en parte, a un revestimiento formado por una sustancia dura, reluciente, con brillo de nácar, que se adhiere con fuerza a la superficie de las rocas. Si se examina con una lente de aumento, se ve que este revestimiento consiste en capas numerosas y en extremo delgadas, ascendiendo su espesor total a una décima de pulgada. Esta sustancia contiene materias animales en gran cantidad, y su formación se debe sin duda ninguna a la acción de la lluvia y de la espuma del mar. He hallado en la Ascensión y en las pequeñas islas Abrolhos, sobre algunas masas de guano pequeñas, ciertos cuerpos en forma de ramos que evidentemente están constituidos de la misma manera que el revestimiento blanco de esas rocas. Estos cuerpos ramificados se asemejan de un modo tan perfecto a ciertas nulíporas (plantas marinas calcáreas muy duras), que, últimamente, al examinar mi colección un poco deprisa, no advertí la diferencia. La extremidad globular de las ramas tiene la misma conformación que el nácar o que el esmalte de los dientes; pero es bastante dura para rayar el vidrio. Quizá no esté fuera de propósito el mencionar aquí que una parte de la costa de la Ascensión donde se encuentran inmensos montones de arena con conchas, el agua del mar deposita en las rocas expuestas a la acción de la' marea una incrustación parecida a ciertas plantas criptógamas (Marchantia), que se notan a menudo en las paredes húmedas; la superficie de las hojas está admirablemente pulimentada; las partes expuestas de lleno a la luz son de un color negro, pero las que se encuentran debajo de un reborde de la roca permanecen, grises. He enseñado a varios geólogos algunas muestras de esas incrustaciones ¡y todos creyeron que son de origen volcánico o ígneo! La dureza y la diafanidad de esas incrustaciones, su pulimento tan perfecto como el de las conchas más bonitas, el olor que exhalan y la pérdida de color que sufren cuando se hace actuar sobre ellas el soplete: todo prueba su íntima analogía con las conchas de los moluscos marinos vivos. ...

En la línea 117
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... E hicieron un ataúd de vidrio para que se la pudiera ver desde todos los ángulos, la pusieron adentro e inscribieron su nombre en letras de oro proclamando que era hija de un rey. ...

En la línea 46
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Y de la enormísima cantidad de sal que Clarín ha derramado en las páginas de La Regenta da fe la tenacidad con que a ellas se agarran los lectores, sin cansancio en el largo camino desde el primero al último capítulo. ...

En la línea 103
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La vista no se fatigaba contemplando horas y horas aquel índice de piedra que señalaba al cielo; no era una de esas torres cuya aguja se quiebra de sutil, más flacas que esbeltas, amaneradas, como señoritas cursis que aprietan demasiado el corsé; era maciza sin perder nada de su espiritual grandeza, y hasta sus segundos corredores, elegante balaustrada, subía como fuerte castillo, lanzándose desde allí en pirámide de ángulo gracioso, inimitable en sus medidas y proporciones. ...

En la línea 117
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Mia, chico, ¿quiés que l'atice al señor Magistral que entra ahora? —¿Le conoces tú desde ahí? —Claro, bobo; le conozco en el menear los manteos. ...

En la línea 218
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... No se daba por enterado de cosa que no viese a vista de pájaro, abarcándola por completo y desde arriba. ...

En la línea 32
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Nada de púlpito; bastante se había predicado a sí mismo desde el sillón de sus abuelos. ...

En la línea 131
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Todo esto, y más, acabó por notarlo Juan de Dios, que para ir a muchas partes pasaba desde entonces por la plazoleta en que vivía Rosario. ...

En la línea 196
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¡Qué solas estaban! No podían adivinar que él, un transeúnte, las acompañaba en su tristeza, en su soledad, desde lejos. ...

En la línea 204
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... y tan lejos; desde la calle. ...

En la línea 19
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Halagaba su vanidad femenina la supeditación amorosa de Claudio. Este le había hecho desde el principio el homenaje de su voluntad. En los primeros meses nunca surgían entre ellos las disputas y celos que habían amargado sus relaciones con Urdaneta, el famoso general-doctor. Borja mostraba cierto misticismo en su adoración. La veía como una diosa, y a las divinidades se las obedece, sin discutir con ellas. ...

En la línea 24
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Su pasión le hacía olvidar una vez más aquella maternidad sólo renaciente en días de pesimismo amoroso. Se había preocupado de la educación' de sus dos hijos, afirmando que era un sacrificio tener que separarse de ellos; pero su porvenir lo exigía así. Al lado de su madre no adquirirían nunca una verdadera instrucción- El niño había sido enviado a Inglaterra para que hiciesen de él un cumplido gentleman desde su infancia; la niña entraba en un colegio aristocrático de París, dirigido por monjas. Y creyendo haber cumplido por el momento todos sus deberes maternales, pudo dedicarse en absoluto, libre de testigos molestos, a la vida común con el que llamaba su poeta. ...

En la línea 49
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Y Urdaneta, que desde París husmeaba los vientos de su patria lo mismo que sus corresponsales, se abstenía de embarcarse para hacer una intervención armada, sabiendo que en el lenguaje de su tierra perjudicar equivalía poco más o menos a fusilamiento. ...

En la línea 98
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Rosaura se acordó igualmente de los olvidados Bustamantes. Don Arístides y su familia habían pasado por la Costa Azul cuando ella viajaba lejos con Claudio. El embajador le había enviado al principio, desde Roma, varías cartas describiendo en estilo pomposo las fiestas dadas en su palacio, las invitaciones y honores de que era objeto, apremiándola para que le hiciese una visita y participase de tanto esplendor. Luego, tenaz silencio. ...

En la línea 13
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Margaret aceptó su amor, fueron novios, y desde este momento, que debía haber sido para Gillespie el de mayor felicidad, empezó a tropezar con obstáculos. Seguro ya del cariño de la hija, tuvo que pensar en la madre, que hasta entonces solo había merecido su atención como una dama de aspecto imponente, muy digno de respeto, pero que siempre se mantenía en último término, cual si desease ignorar la existencia del ingeniero. Mistress Augusta Haynes era una señora de gran estatura y no menos corpulencia, breve y autoritaria en sus palabras, y que contemplaba el deslizamiento de la vida a través de sus lentes, apreciando las personas y las cosas con la fijeza altiva del miope. Dotada de un meticuloso genio administrativo, sabía mantener integra la fortuna de su difunto esposo y acrecentarla con lentas y oportunas especulaciones. ...

En la línea 68
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El paquebote, acostándose en una última convulsión, desapareció bajo el agua, lanzando antes varias explosiones, como ronquidos de agonía. La soledad oceánica pareció agrandarse después del hundimiento de esta isla creada por los hombres. Las diversas embarcaciones, pequeñas como moscas, se fueron perdiendo de vista unas de otras en la penumbra vaporosa del crepúsculo. El mar, que visto desde lo alto del buque solo estaba rizado por suaves ondulaciones, era ahora una interminable sucesión de montañas enormes de angustioso descenso y de sombríos valles, en los que el bote parecía que iba a quedarse inmóvil, sin fuerzas para emprender la ascensión de la nueva cumbre que venía a su encuentro. ...

En la línea 101
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Sus ojos creyeron ver en la lobreguez algo más oscuro aun que pasaba, flotando en el aire, por encima de su rostro. De este pájaro de la noche surgieron repentinamente dos puntos de luz, dos pequeños focos de intensa blancura, iguales a unos ojos hechos con diamantes. Un par de rayos sutiles pero intensísimos se pasearon a lo largo de su cuerpo, iluminándole desde la frente hasta la punta de los pies. El ingeniero, asombrado por el supuesto murciélago, levantó un brazo, abofeteando al vacío. Instantáneamente, el misterioso volador apagó los rayos de sus ojos, alejándose con un chillido de velocidad forzada que le hizo perderse a lo lejos en unos cuantos segundos. ...

En la línea 132
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... De todas las sorpresas experimentadas por Gillespie desde que despertó, esta fue la más estupenda. El exiguo personaje hablaba su mismo idioma, pero con un tono afectado, con un esfuerzo por conseguir la corrección, detallando las sílabas, lo mismo que hablan ciertos profesores. ...

En la línea 24
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Don Baldomero Santa Cruz era hijo de otro D. Baldomero Santa Cruz que en el siglo pasado tuvo ya tienda de paños del Reino en la calle de la Sal, en el mismo local que después ocupó D. Mauro Requejo. Había empezado el padre por la más humilde jerarquía comercial, y a fuerza de trabajo, constancia y orden, el hortera de 1796 tenía, por los años del 10 al 15, uno de los más reputados establecimientos de la Corte en pañería nacional y extranjera. Don Baldomero II, que así es forzoso llamarle para distinguirle del fundador de la dinastía, heredó en 1848 el copioso almacén, el sólido crédito y la respetabilísima firma de D. Baldomero I, y continuando las tradiciones de la casa por espacio de veinte años más, retirose de los negocios con un capital sano y limpio de quince millones de reales, después de traspasar la casa a dos muchachos que servían en ella, el uno pariente suyo y el otro de su mujer. La casa se denominó desde entonces Sobrinos de Santa Cruz, y a estos sobrinos, D. Baldomero y Barbarita les llamaban familiarmente los Chicos. ...

En la línea 25
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... En el reinado de D. Baldomero I, o sea desde los orígenes hasta 1848, la casa trabajó más en géneros del país que en los extranjeros. Escaray y Pradoluengo la surtían de paños, Brihuega de bayetas, Antequera de pañuelos de lana. En las postrimerías de aquel reinado fue cuando la casa empezó a trabajar en géneros de fuera, y la reforma arancelaria de 1849 lanzó a D. Baldomero II a mayores empresas. No sólo realizó contratos con las fábricas de Béjar y Alcoy para dar mejor salida a los productos nacionales, sino que introdujo los famosos Sedanes para levitas, y las telas que tanto se usaron del 45 al 55, aquellos patencures, anascotes, cúbicas y chinchillas que ilustran la gloriosa historia de la sastrería moderna. Pero de lo que más provecho sacó la casa fue del ramo de capotes y uniformes para el Ejército y la Milicia Nacional, no siendo tampoco despreciable el beneficio que obtuvo del artículo para capas, el abrigo propiamente español que resiste a todas las modas de vestir, como el garbanzo resiste a todas las modas de comer. Santa Cruz, Bringas y Arnaiz el gordo, monopolizaban toda la pañería de Madrid y surtían a los tenderos de la calle de Atocha, de la Cruz y Toledo. ...

En la línea 62
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... ¿Y Juanito? Pues Juanito fue esperado desde el primer año de aquel matrimonio sin par. Los felices esposos contaban con él este mes, el que viene y el otro, y estaban viéndole venir y deseándole como los judíos al Mesías. A veces se entristecían con la tardanza; pero la fe que tenían en él les reanimaba. Si tarde o temprano había de venir… era cuestión de paciencia. Y el muy pillo puso a prueba la de sus padres, porque se entretuvo diez años por allá, haciéndoles rabiar. No se dejaba ver de Barbarita más que en sueños, en diferentes aspectos infantiles, ya comiéndose los puños cerrados, la cara dentro de un gorro con muchos encajes, ya talludito, con su escopetilla al hombro y mucha picardía en los ojos. Por fin Dios le mandó en carne mortal, cuando los esposos empezaron a quejarse de la Providencia y a decir que les había engañado. Día de júbilo fue aquel de Septiembre de 1845 en que vino a ocupar su puesto en el más dichoso de los hogares Juanito Santa Cruz. Fue padrino del crío el gordo Arnaiz, quien dijo a Barbarita: «A mí no me la das tú. Aquí ha habido matute. Este ternero lo has traído de la Inclusa para engarnmos… ¡Ah!, estos proteccionistas no son más que contrabandistas disfrazados». ...

En la línea 63
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Criáronle con regalo y exquisitos cuidados, pero sin mimo. D. Baldomero no tenía carácter para poner un freno a su estrepitoso cariño paternal, ni para meterse en severidades de educación y formar al chico como le formaron a él. Si su mujer lo permitiera, habría llevado Santa Cruz su indulgencia hasta consentir que el niño hiciera en todo su real gana. ¿En qué consistía que habiendo sido él educado tan rígidamente por D. Baldomero I, era todo blanduras con su hijo? ¡Efectos de la evolución educativa, paralela de la evolución política! Santa Cruz tenía muy presentes las ferocidades disciplinarias de su padre, los castigos que le imponía, y las privaciones que le había hecho sufrir. Todas las noches del año le obligaba a rezar el rosario con los dependientes de la casa; hasta que cumplió los veinticinco nunca fue a paseo solo, sino en corporación con los susodichos dependientes; el teatro no lo cataba sino el día de Pascua, y le hacían un trajecito nuevo cada año, el cual no se ponía más que los domingos. Teníanle trabajando en el escritorio o en el almacén desde las nueve de la mañana a las ocho de la noche, y había de servir para todo, lo mismo para mover un fardo que para escribir cartas. Al anochecer, solía su padre echarle los tiempos por encender el velón de cuatro mecheros antes de que las tinieblas fueran completamente dueñas del local. En lo tocante a juegos, no conoció nunca más que el mus, y sus bolsillos no supieron lo que era un cuarto hasta mucho después del tiempo en que empezó a afeitarse. Todo fue rigor, trabajo, sordidez. Pero lo más particular era que creyendo D. Baldomero que tal sistema había sido eficacísimo para formarle a él, lo tenía por deplorable tratándose de su hijo. Esto no era una falta de lógica, sino la consagración práctica de la idea madre de aquellos tiempos, el progreso. ¿Qué sería del mundo sin progreso?, pensaba Santa Cruz, y al pensarlo sentía ganas de dejar al chico entregado a sus propios instintos. Había oído muchas veces a los economistas que iban de tertulia a casa de Cantero, la célebre frase laissez aller, laissez passer… El gordo Arnaiz y su amigo Pastor, el economista, sostenían que todos los grandes problemas se resuelven por sí mismos, y D. Pedro Mata opinaba del propio modo, aplicando a la sociedad y a la política el sistema de la medicina expectante. La naturaleza se cura sola; no hay más que dejarla. Las fuerzas reparatrices lo hacen todo, ayudadas del aire. El hombre se educa sólo en virtud de las suscepciones constantes que determina en su espíritu la conciencia, ayudada del ambiente social. D. Baldomero no lo decía así; pero sus vagas ideas sobre el asunto se condensaban en una expresión de moda y muy socorrida: «el mundo marcha». ...

En la línea 256
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Poco después de la una de la tarde, Tom se sometió resignado a la prueba de que le vistieran para comer. Hallóse cubierto de ropas tan finas como antes, pero todo distinto, todo cambiado, desde la golilla hasta las medias. Fue conducido con mucha pompa a un aposento espacioso y adornado, donde estaba ya la mesa puesta para una persona. El servicio era todo de oro macizo, embellecido con dibujos que lo hacían casi de valor incalculable, puesto que eran obra de Benvenuto. La estancia se hallaba medio llena de nobles servidores. Un capellán bendijo la mesa, y Tom se disponía a empezar, porque el hambre en él era orgánica, cuando fue interrumpido por milord el conde de Berkeley, el cual le prendió una servilleta al cuello, porque el elevado cargo de mastelero del Príncipe de Gales era hereditario en la familia de aquel noble. Presente estaba el copero de Tom, y se anticipó a todas sus tentativas de servirse vino. También se hallaba presente el catador de Su Alteza el Príncipe de Gales, listo para probar, en cuanto se le pidiera, cualquier platillo sospechoso, corriendo el riesgo de envenenarse. En aquella época no era ya sino un apéndice decorativo, y rara vez se veía llamado a ejercitar su función; pero tiempos hubo, no muchas generaciones atrás, en que el oficio de catador tenía sus peligros y no era un honor muy deseable. Parece raro que no utilizasen un perro o un villano, pero todas las cosas de la realeza son extrañas. Allí estaba milord D'Arcy, primer paje de cámara, para hacer sabe Dios qué; pero allí estaba y eso basta. El lord primer despensero se hallaba también presente y se mantenía detrás de la silla de Tom, vigilando la ceremonia, a las órdenes del lord gran mayordomo y el lord cocinero jefe, que estaban cerca. Además de éstos contaba Tom con trescientos ochenta y cuatro criadas; pero, por supuesto, no estaban todos ellos en el aposento, ni la cuarta parte, ni Tom tenía noticias de que existieran. ...

En la línea 269
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Pendientes de ganchos en el friso de madera estaban las diversas piezas de, una brillante armadura de acero, cubierta toda de bellos dibujos exquisitamente incrustados en oro. Esta marcial panoplia pertenecía al verdadero príncipe, regalo reciente de la señora Parr, la reina. Tom se puso las grebes, los guanteletes, el yelmo empenachado y otras piezas tales que pudiera revestirse sin ayuda, y por un momento pensó pedirla para completar el asunto, pero pensó en las nueces que había traído de la mesa, y en el, placer que sería comérselas sin nadie que le mirase y sin grandes hereditarios que le molestasen con sus servicios indeseables; así que volvió las lindas cosas, a sus diversos lugares y pronto estuvo cascando nueces, sintiéndose casi dichosa por primera vez, desde que Dios, en castigo de sus pecados, lo había hecho principe. Cuando desaparecieron las nueces, dio con unos incitantes libros en un armario, entre ellos uno sobre la etiqueta de la corte inglesa. Aquello era un tesoro. Se tendió en un suntuoso diván y procedió a instruirse con verdadero afán. Dejémoslo allí por ahora. ...

En la línea 304
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... La vanguardia de la esperada procesión hizo su aparición en la puerta principal: una tropa de alabarderos. Iban vestidos con calzas de listas negras y leonadas, gorras de terciopelo adornadas a los lados con rasas de plata, y jubones de paño azul y morado, bordados por delante y por detrás con las tres plumas, el blasón del príncipe, tejidas en oro. Las astas de las alabardas estaban cubiertas de terciopelo carmesí, sujeto con clavos dorados y adornadas con borlas de oro. Desfilando a derecha e izquierda, formaban dos largas hileras que se extendían desde la puerta principal del palacio hasta la orilla del agua. Después se desplegó un grueso paño o tapiz rayado, y unos servidores, ataviados con las libreas de oro y carmesí del príncipe, lo tendieron entre los alabarderos. Hecho esto, resonó dentro un floreo de trompetas. Los músicos del río comenzaran un animado preludio y dos ujieres con varas blancas salieron por la puerta con lento y majestuoso paso. Iban seguidos por un oficial que llevaba la maza municipal, tras el cual venía otro con la Espada de la Ciudad; luego varios alguaciles de la guarnición de la ciudad, con uniforme de gala, y con divisas en las mangas. Venía luego el rey de armas de la Jarretera, con su tabardo; lo seguían varios caballeros del Baño, cada uno con una cinta blanca en la manga; luego sus escuderos; después los jueces, con sus togas escarlatas y sus cofias; luego el lord gran canciller de Inglaterra, con su toga escarlata, abierta por delante y, orlada de piel blanca con manchas negras; luego una comisión de regidores con sus capas escarlata, y luego los principales de las diferentes compañías cívicas en traje de ceremonia. Después venían doce caballeros franceses, con espléndidos atavíos, consistentes en jubones de damasco blanco listado de oro, capas cortas de terciopelo carmesí, forradas de tafetán violeta y calzas color carne, y comenzaron a descender por la escalinata. Eran el séquito del embajador francés, e iban seguidos por doce caballeros del séquito del embajador español, vestidos de terciopelo negro sin ningún adorno. En pos de éstos venían varios importantes nobles ingleses con sus servidores. ...

En la línea 375
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Trajeron una enorme copa; el barquero, asiéndola por una de sus asas y con su otra mano sosteniendo el extremo de una servilleta imaginaria; se lo presentó a Canty de manera cumplida y tradicional Este tuvo que asir el asa contraria con una de sus manos y quitar la tapa con la otra, conforme a la antigua costumbre,[6] lo cual dejó un segundo las manos libres al príncipe, desde luego. No perdió el tiempo, sino que se sumergió entre el bosque de piernas que lo rodeaba y desapareció. Un momento después no habría sido mas difícil de hallar, bajo aquel agitado mar de vida, si sus oleadas hubieran sido las del Atlántico y el niño una moneda perdida. ...

En la línea 41
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... «Vaya –se dijo Augusto–, esta Eugenita, la profesora de piano, me ha cortado un excelente principio de poesía lírica trascendental. Me queda interrumpida. ¿Interrumpida?… Sí, el hombre no hace sino buscar en los sucesos, en las vicisitudes de la suerte, alimento para su tristeza o su alegría nativas. Un mismo caso es triste o alegre según nuestra disposición innata. ¿Y Eugenia? Tengo que escribirle. Pero no desde aquí, sino desde casa. ¿Iré más bien al Casino? No, a casa, a casa. Estas cosas desde casa, desde el hogar. ¿Hogar? Mi casa no es hogar. Hogar.. hogar… ¡Cenicero más bien! ¡Ay, mi Eugenia!» Y se volvió Augusto a su casa. ...

En la línea 41
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... «Vaya –se dijo Augusto–, esta Eugenita, la profesora de piano, me ha cortado un excelente principio de poesía lírica trascendental. Me queda interrumpida. ¿Interrumpida?… Sí, el hombre no hace sino buscar en los sucesos, en las vicisitudes de la suerte, alimento para su tristeza o su alegría nativas. Un mismo caso es triste o alegre según nuestra disposición innata. ¿Y Eugenia? Tengo que escribirle. Pero no desde aquí, sino desde casa. ¿Iré más bien al Casino? No, a casa, a casa. Estas cosas desde casa, desde el hogar. ¿Hogar? Mi casa no es hogar. Hogar.. hogar… ¡Cenicero más bien! ¡Ay, mi Eugenia!» Y se volvió Augusto a su casa. ...

En la línea 41
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... «Vaya –se dijo Augusto–, esta Eugenita, la profesora de piano, me ha cortado un excelente principio de poesía lírica trascendental. Me queda interrumpida. ¿Interrumpida?… Sí, el hombre no hace sino buscar en los sucesos, en las vicisitudes de la suerte, alimento para su tristeza o su alegría nativas. Un mismo caso es triste o alegre según nuestra disposición innata. ¿Y Eugenia? Tengo que escribirle. Pero no desde aquí, sino desde casa. ¿Iré más bien al Casino? No, a casa, a casa. Estas cosas desde casa, desde el hogar. ¿Hogar? Mi casa no es hogar. Hogar.. hogar… ¡Cenicero más bien! ¡Ay, mi Eugenia!» Y se volvió Augusto a su casa. ...

En la línea 137
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Naturalmente, tú estás enamorado ab origine, desde que naciste; tienes un amorío innato. ...

En la línea 510
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Mariana —exclamó el pirata cayendo a sus pies con los brazos extendidos hacia ella—, no me rechaces, no te asustes! Fue la fatalidad la que me convirtió en pirata. Los hombres de tu raza no tuvieron piedad conmigo, que no les había hecho mal alguno. Me arrojaron al fango desde las gradas de un trono, me quitaron mi reino, asesinaron a mi madre, a mis hermanos, a mis hermanas. Me empujaron a los mares. No soy pirata por robar, sino que lo soy como justiciero, soy el vengador de mi familia y de mis súbditos, nada más. Si quieres, recházame, y me alejaré para siempre de estos lugares para no causarte miedo nunca más. ...

En la línea 780
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Al oír este grito, Sandokán, emocionado por primera vez desde que se embarcara, se levantó de un salto. ...

En la línea 812
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡No me digas nada, Yáñez! ¡Amo a esa mujer hasta tal extremo, que si me pidiera que renegara de mi nacionalidad para hacerme inglés, lo haría sin vacilar! ¡Siento un fuego que corre por mis venas, que me abrasa! ¡Creo que estoy delirando siempre, que tengo un volcán dentro del pecho, que me vuelve loco! En este estado deplorable me encuentro desde el día que vi a esa muchacha, Yáñez. ...

En la línea 984
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... En ese momento gritó un malayo desde lo alto: ...

En la línea 41
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Hube de avenirme a ello. No pudiendo ya callar por más tiempo, hablé. Analicé la cuestión desde todos los puntos de vista, políticamente y científicamente. Del muy denso artículo que publiqué en el número del 30 de abril, doy a continuación un extracto. ...

En la línea 53
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Pero frente a los que vieron en ello un problema puramente científico por resolver, otros, más positivos, sobre todo en América y en Inglaterra, se preocuparon de purgar al océano del temible monstruo, a fin de asegurar las comunicaciones marítimas. Las publicaciones especializadas en temas industriales y comerciales trataron la cuestión principalmente desde este punto de vista. La Shipping and Mercantile Gazette, el Lloyd, el Paquebot, La Revue Maritime et Coloniale, todas las publicaciones periódicas en las que estaban representados los intereses de las compañías de seguros, que amenazaban ya con la elevación de las tarifas de sus pólizas, coincidieron en ese punto. ...

En la línea 121
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... La fragata, siguiendo por el lado de New Jersey, la admirable orilla derecha del río bordeada de hotelitos, pasó entre los fuertes, que saludaron su paso con varias salvas de sus cañones de mayor calibre. El Abraham Líncoln respondió al saludo arriando e izando por tres veces el pabellón norteamericano, cuyas treinta y nueve estrellas resplandecían en su pico de mesana. Luego modificó su marcha para tomar el canal balizado que sigue una curva por la bahía interior formada por la punta de Sandy Hook, y costeó esa lengua arenosa desde la que algunos millares de espectadores lo aclamaron una vez más. ...

En la línea 130
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Ya he dicho cómo el comandante Farragut había equipado cuidadosamente su navío, dotándolo de los medios adecuados para la pesca del gigantesco cetáceo. No hubiera ido mejor armado un ballenero. Llevábamos todos los ingenios conocidos, desde el arpón de mano hasta los proyectiles de los trabucos y las balas explosivas de los arcabuces. En el castillo se había instalado un cañón perfeccionado que se cargaba por la recámara, muy espeso de paredes y muy estrecho de ánima, cuyo modelo debe figurar en la Exposición Universal de 1867. Este magnífico instrumento, de origen americano, enviaba sin dificultad un proyectil cónico de cuatro kilos a una distancia media de dieciséis kilómetros. ...

En la línea 12
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Yo indiqué la dirección en que se hallaba nuestra aldea, en la llanura contigua a la orilla del río, entre los alisos y los árboles desmochados, a cosa de una milla o algo más desde la iglesia. ...

En la línea 51
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... La forja de Joe estaba inmediata a nuestra casa, que era de madera, así como la mayoría de las viviendas de aquella región en aquel tiempo. Cuando iba a casa desde el cementerio, la forja estaba cerrada, y Joe, sentado y solo en la cocina. Como él y yo éramos compañeros de sufrimientos y nos hacíamos las confidencias propias de nuestro caso, Joe se dispuso a hacerme una en el momento en que levanté el picaporte de la puerta y me asomé, viéndole frente a ella y junto al rincón de la chimenea. ...

En la línea 58
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Yo le trataba siempre como si fuese un niño muy crecido; desde luego, no como a un igual. ...

En la línea 62
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — He estado en el cementerio - dije, desde mi refugio, llorando y frotándome el cuerpo. ...

En la línea 16
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... No tenía que ir muy lejos; sabía incluso el número exacto de pasos que tenía que dar desde la puerta de su casa; exactamente setecientos treinta. Los había contado un día, cuando la concepción de su proyecto estaba aún reciente. Entonces ni él mismo creía en su realización. Su ilusoria audacia, a la vez sugestiva y monstruosa, sólo servía para excitar sus nervios. Ahora, transcurrido un mes, empezaba a mirar las cosas de otro modo y, a pesar de sus enervantes soliloquios sobre su debilidad, su impotencia y su irresolución, se iba acostumbrando poco a poco, como a pesar suyo, a llamar «negocio» a aquella fantasía espantosa, y, al considerarla así, la podría llevar a cabo, aunque siguiera dudando de sí mismo. ...

En la línea 90
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Llenó su vaso, lo vació y quedó en una actitud soñadora. En efecto, briznas de heno se veían aquí y allá, sobre sus ropas y hasta en sus cabellos. A juzgar por las apariencias, no se había desnudado ni lavado desde hacía cinco días. Sus manos, gruesas, rojas, de uñas negras, estaban cargadas de suciedad. Todos los presentes le escuchaban, aunque con bastante indiferencia. Los chicos se reían detrás del mostrador. El tabernero había bajado expresamente para oír a aquel tipo. Se sentó un poco aparte, bostezando con indolencia, pero con aire de persona importante. Al parecer, Marmeladof era muy conocido en la casa. Ello se debía, sin duda, a su costumbre de trabar conversación con cualquier desconocido que encontraba en la taberna, hábito que se convierte en verdadera necesidad, especialmente en los alcohólicos que se ven juzgados severamente, e incluso maltratados, en su propia casa. Así, tratan de justificarse ante sus compañeros de orgía y, de paso, atraerse su consideración. ...

En la línea 101
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Sí, un bruto… Sepa usted, señor, que me he bebido hasta sus medias. No los zapatos, entiéndame, pues, en medio de todo, esto sería una cosa en cierto modo natural; no los zapatos, sino las medias. Y también me he bebido su esclavina de piel de cabra, que era de su propiedad, pues se la habían regalado antes de nuestro casamiento. Entonces vivíamos en un helado cuchitril. Es invierno; ella se enfría; empieza a toser y a escupir sangre. Tenemos tres niños pequeños, y Catalina Ivanovna trabaja de sol a sol. Friega, lava la ropa, lava a los niños. Está acostumbrada a la limpieza desde su más tierna infancia… Todo esto con un pecho delicado, con una predisposición a la tisis. Yo lo siento de veras. ¿Creen que no lo siento? Cuanto más bebo, más sufro. Por eso, para sentir más, para sufrir más, me entrego a la bebida. Yo bebo para sufrir más profundamente. ...

En la línea 114
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Desde entonces, señor, a causa del desgraciado hecho que le acabo de referir, y por efecto de una denuncia procedente de personas malvadas (Daría Frantzevna ha tomado parte activa en ello, pues dice que la hemos engañado), desde entonces, mi hija Sonia Simonovna figura en el registro de la policía y se ha visto obligada a dejarnos. La dueña de la casa, Amalia Feodorovna, no hubiera tolerado su presencia, puesto que ayudaba a Daría Frantzevna en sus manejos. Y en lo que concierne al señor Lebeziatnikof… , pues… sólo le diré que su incidente con Catalina Ivanovna se produjo a causa de Sonia. Al principio no cesaba de perseguir a Sonetchka. Después, de repente, salió a relucir su amor propio herido. «Un hombre de mi condición no puede vivir en la misma casa que una mujer de esa especie.» Catalina Ivanovna salió entonces en defensa de Sonia, y la cosa acabó como usted sabe. Ahora Sonia suele venir a vernos al atardecer y trae algún dinero a Catalina Ivanovna. Tiene alquilada una habitación en casa del sastre Kapernaumof. Este hombre es cojo y tartamudo, y toda su numerosa familia tartamudea… Su mujer es tan tartamuda como él. Toda la familia vive amontonada en una habitación, y la de Sonia está separada de ésta por un tabique… ¡Gente miserable y tartamuda… ! Una mañana me levanto, me pongo mis harapos, levanto los brazos al cielo y voy a visitar a su excelencia Iván Afanassievitch. ¿Conoce usted a su excelencia Iván Afanassievitch? ¿No? Entonces no conoce usted al santo más santo. Es un cirio, un cirio que se funde ante la imagen del Señor… Sus ojos estaban llenos de lágrimas después de escuchar mi relato desde el principio hasta el fin. ...

En la línea 41
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¿Debería, pues, haber seguido el ejemplo de nuestros rusos, que no se atreven nunca a decir una palabra y están dispuestos a renegar de su nacionalidad? Les aseguro que en Paris, o por lo menos en mi hotel, me trataron con mayores miramientos desde que se enteraron de mi incidente con el cura. Un polaco gordo, el que me mostraba más hostilidad entre los huéspedes, quedó relegado a segundo plano. ...

En la línea 81
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —La última vez que hicimos la ascensión al Schlangenberg dijo usted que estaba dispuesto a una señal mía, a precipitarse de cabeza desde la cima. Llegará un día en que haré esta señal, únicamente para ver cómo cumple usted su palabra. Le odio precisamente porque le he consentido demasiadas cosas, y todavía más porque necesito de usted. Pero como le necesito, debo, por ahora, tratarle bien. ...

En la línea 84
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Usted mismo sabe perfectamente quién es la señorita Blanche. Ningún hecho nuevo ha ocurrido desde que usted se fue. La señorita Blanche será seguramente generala —desde luego en el caso de que el rumor de la muerte de la “abuela” se confirme—, pues la señorita Blanche, lo mismo que su madre y su primo el marqués… conocen nuestra ruina. ...

En la línea 84
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Usted mismo sabe perfectamente quién es la señorita Blanche. Ningún hecho nuevo ha ocurrido desde que usted se fue. La señorita Blanche será seguramente generala —desde luego en el caso de que el rumor de la muerte de la “abuela” se confirme—, pues la señorita Blanche, lo mismo que su madre y su primo el marqués… conocen nuestra ruina. ...

En la línea 137
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - ¡Me estoy muriendo de hambre! Vengo caminando desde que salió el sol; pago y quiero comer. ...

En la línea 152
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Al hablar así presentaba al viajero el papel que acababa de ir desde la hostería a la alcaldía y de ésta a aquélla. El hombre fijó en él una mirada. Bajó la cabeza, recogió el morral y se marchó. ...

En la línea 216
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Me llamo Jean Valjean: soy presidiario. He pasado en presidio diecinueve años. Estoy libre desde hace cuatro días y me dirijo a Pontarlier. Vengo caminando desde Tolón. Hoy anduve doce leguas a pie. Esta tarde, al llegar a esta ciudad, entré en una posada, de la cual me despidieron a causa de mi pasaporte amarillo, que había presentado en la alcaldía, como es preciso hacerlo. Fui a otra posada, y me echaron fuera lo mismo que en la primera. Nadie quiere recibirme. He ido a la cárcel y el carcelero no me abrió. Me metí en una perrera, y el perro me mordió. Parece que sabía quién era yo. Me fui al campo para dormir al cielo raso; pero ni aun eso me fue posible, porque creí que iba a llover y que no habría un buen Dios que impidiera la lluvia; y volví a entrar en la ciudad para buscar en ella el quicio de una puerta. Iba a echarme ahí en la plaza sobre una piedra, cuando una buena mujer me ha señalado vuestra casa, y me ha dicho: llamad ahí. He llamado: ¿Qué casa es ésta? ¿Una posada? Tengo dinero. Ciento nueve francos y quince sueldos que he ganado en presidio con mi trabajo en diecinueve años. Pagaré. Estoy muy cansado y tengo hambre: ¿queréis que me quede? ...

En la línea 216
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Me llamo Jean Valjean: soy presidiario. He pasado en presidio diecinueve años. Estoy libre desde hace cuatro días y me dirijo a Pontarlier. Vengo caminando desde Tolón. Hoy anduve doce leguas a pie. Esta tarde, al llegar a esta ciudad, entré en una posada, de la cual me despidieron a causa de mi pasaporte amarillo, que había presentado en la alcaldía, como es preciso hacerlo. Fui a otra posada, y me echaron fuera lo mismo que en la primera. Nadie quiere recibirme. He ido a la cárcel y el carcelero no me abrió. Me metí en una perrera, y el perro me mordió. Parece que sabía quién era yo. Me fui al campo para dormir al cielo raso; pero ni aun eso me fue posible, porque creí que iba a llover y que no habría un buen Dios que impidiera la lluvia; y volví a entrar en la ciudad para buscar en ella el quicio de una puerta. Iba a echarme ahí en la plaza sobre una piedra, cuando una buena mujer me ha señalado vuestra casa, y me ha dicho: llamad ahí. He llamado: ¿Qué casa es ésta? ¿Una posada? Tengo dinero. Ciento nueve francos y quince sueldos que he ganado en presidio con mi trabajo en diecinueve años. Pagaré. Estoy muy cansado y tengo hambre: ¿queréis que me quede? ...

En la línea 55
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Buck nunca había visto perros que pelearan como lo hacían aquellas fieras, y su primera experiencia le enseñó una lección inolvidable. Es verdad que fue una experiencia en cabeza ajena, pues de otro modo no habría sobrevivido para aprovecharla. La víctima fue Curly. Habían acampado cerca del almacén de leña, y Curly, con su talante cordial, se acercó a un fornido husky del tamaño de un lobo adulto, aunque apenas la mitad de grande que ella. No hubo advertencia previa, sólo una embestida fulminante, un choque metálico de dientes, un retroceso igualmente veloz, y el morro de Curly quedó abierto desde el ojo hasta la quijada. ...

En la línea 57
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Aquello fue tan repentino e inesperado que desconcertó a Buck. Vio a Spitz sacando la lengua escarlata tal como hacía al reírse, y vio a François, que, blandiendo un hacha, saltaba hacia el centro del círculo. Tres hombres armados de garrotes le ayudaron a dispersarlos. No les llevó mucho tiempo. A los dos minutos de la caída de Curly, los últimos asaltantes fueron ahuyentados a garrotazos. Pero ella yacía mustia y sin vida sobre la nieve ensangrentada y pisoteada, hecha literalmente pedazos, y de pie junto a ella el mestizo profería terribles maldiciones. La escena se repitió a menudo como una pesadilla en los sueños de Buck. De modo que así eran las cosas. Nada de juego limpio. Una vez en el suelo, había llegado tu fin. Pues ya se las arreglaría él para no caer nunca. Spitz volvió a reír y sacó la lengua, y desde aquel momento Buck le profesó un odio amargo e implacable. ...

En la línea 65
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Y no abrió los ojos hasta que lo desvelaron los ruidos del campamento, que despertaba. En un primer momento no supo dónde estaba. Había nevado durante la noche y estaba completamente sepultado. Los muros de nieve lo oprimían por todas partes, y un estremecimiento de temor le recorrió el cuerpo: el miedo del animal salvaje a la trampa. Era una evocación inconsciente del temor de sus antepasados, ya que siendo como era un perro civilizado, excesivamente civilizado, que no había conocido ninguna trampa, no podía sentirlo por sí mismo. Todos los músculos de su cuerpo se contraían instintivamente de forma espasmódica, se le erizó el pelo del pescuezo y del lomo, y con un gruñido feroz saltó en vertical hacia la cegadora luz del día provocando a su alrededor una nube de nieve refulgente. Antes de aterrizar sobre las patas vio el blanco campamento extendido ante él y, al tiempo que supo dónde estaba, recordó todo lo ocurrido desde el momento en que salió a dar un paseo con Manuel hasta la noche anterior, cuando había cavado el hoyo. ...

En la línea 73
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Ese día hicieron setenta kilómetros sobre suelo firme; pero al siguiente, y durante muchos días más, tuvieron que abrirse camino con mayor es fuerzo y tardando mucho más tiempo. Por lo general, Perrault iba delante apretando la nieve con raquetas en los pies para facilitar el desplazamiento del equipo. François, que guiaba el trineo desde la parte delantera, intercambiaba a veces el puesto con su compañero, aunque no siempre. Perrault tenía prisa y se jactaba de conocer bien el hielo, una pericia indispensable, porque en otoño el hielo era muy delgado y si había corriente de agua no cuajaba en absoluto. ...

En la línea 57
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... En una revista cosmosófica, traducida por F. M., hallé lo siguiente de Carlos Ramus: «la doble personalidad es un estado que puede llevar a los sujetos a abandonar su familia y su trabajo e ir a otra ciudad, tomar otro nombre y otras ocupaciones. Sus maneras y sus hábitos cambian completamente. Suelen recordar su estado normal, pero considerándolo con indiferencia, como si se refiriera a un tercero. La duración de tales estados puede variar desde algunas horas hasta algunos años; la vuelta al estado original es habitualmente repentina y el hilo de sus recuerdos se reanuda en el punto exacto en que se interrumpió». ...

En la línea 87
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Teníamos un vasto jardín, que descendía desde la escalinata de la eminente casa en ondulaciones verdes y aterciopeladas. ...

En la línea 368
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Con frecuencia se acerca a la gran poltrona de mimbre en que yo reposo mirando el mar, el cielo, las montañas, desde la sonriente terraza de nuestra villa y me da un beso. ...

En la línea 370
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... La miro, como la he mirado siempre, sin cesar, desde que su madre se alejó, y advierto con infinita complacencia lo que ya por lo demás me sé de sobra; que en todo, en su carácter, en sus modales, en su placidez, en su aspecto dulce, bondadoso y sencillo, ha heredado a Blanca. ...

En la línea 63
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Ni eran estas las únicas flaquezas y manías del señor Joaquín. Otras tuvo, que descubriremos sin miramientos de ninguna especie. Fue quizá la mayor y más duradera su desmedida afición al café, afición contraída en el negocio de ultramarinos, en las tristes mañanas de invierno, cuando la escarcha empaña el vidrio del escaparate, cuando los pies se hielan en la atmósfera gris de la solitaria lonja, y el lecho recién abandonado y caliente aun por ventura, reclama con dulces voces a su mal despierto ocupante. Entonces, semiaturdido, solicitando al sueño por las exigencias de su naturaleza hercúlea y de su espesa sangre, cogía el señor Joaquín la maquinilla, cebaba con alcohol el depósito, prendía fuego, y presto salía del pico de hojalata negro y humeante río de café, cuyas ondas a la vez calentaban, despejaban la cabeza y con la leve fiebre y el grato amargor, dejaban apto al coloso para velar y trabajar, sacar sus cuentas y pesar y vender sus artículos. Ya en León, y árbitro de dormir a pierna suelta, no abandonó el señor Joaquín el adquirido vicio, antes lo reforzó con otros nuevos: acostumbrose a beber la obscura infusión en el café más cercano a su domicilio, y a acompañarla con una copa de Kummel y con la lectura de un diario político, siempre el mismo, invariable. En cierta ocasión ocurrió al Gobierno suspender el periódico una veintena de días, y faltó poco para que el señor Joaquín renunciase, de puro desesperado, al café. Porque siendo el señor Joaquín español, ocioso me parece advertir que tenía sus opiniones políticas como el más pintado, y que el celo del bien público le comía, ni más ni menos que nos devora a todos. Era el señor Joaquín inofensivo ejemplar de la extinguida especie progresista: a querer clasificarlo científicamente, le llamaríamos la variedad progresista de impresión. La aventura única en su vida de hombre de partido, fue que cierto día, un personaje político célebre, exaltado entonces y que con armas y bagajes se pasó a los conservadores después, entrase en su tienda a pedirle el voto para diputado a Cortes. Desde aquel supremo momento quedó mi señor Joaquín rotulado, definido y con marca; era progresista de los del señor don Fulano. En vano corrieron años y sobrevinieron acontecimientos, y emigraron las golondrinas políticas en busca siempre de más templadas zonas; en vano mal intencionados decían al señor Joaquín que su jefe y natural señor el personaje era ya tan progresista como su abuela; que hasta no quedaban sobre la haz de la tierra progresistas, que éstos eran tan fósiles como el megaterio y el plesiosauro; en vano le enseñaban los mil remiendos zurcidos sobre el manto de púrpura de la voluntad nacional por las mismas pecadoras manos de su ídolo; el señor Joaquín, ni por esas, erre que erre y más firme que un poste en la adhesión que al don Fulano profesaba. Semejante a aquellos amadores que fijan en la mente la imagen de sus amadas tal cual se les apareció en una hora culminante y memorable para ellos, y, a despecho de las injurias del tiempo irreverente, ya nunca las ven de otro modo, al señor Joaquín no le cupo jamás en la mollera que su caro prohombre fuese distinto de como era en aquel instante, cuando encendido el rostro y con elocuencia fogosa y tribunicia se dignó apoyarse en el mostrador de la lonja, entre un pilón de azúcar y las balanzas, demandando el sufragio. Suscrito desde entonces al periódico del consabido prohombre, compró también una mala litografía que lo representaba en actitud de arengar, y añadido el marco dorado imprescindible, la colgó en su dormitorio entre un daguerrotipo de la difunta y una estampa de la bienaventurada virgen Santa Lucía, que enseñaba en un plato dos ojos como huevos escalfados. Acostumbrose el señor Joaquín a juzgar de los sucesos políticos conforme a la pautilla de su prohombre, a quien él llamaba, con toda confianza, por su nombre de pila. Que arreciaba lo de Cuba: ¡bah! dice don Fulano que es asunto de dos meses la pacificación completa. Que discurrían partidas por las provincias vascas: ¡no asustarse!; afirma don Fulano que el partido absolutista está muerto, y los muertos no resucitan. Que hay profunda escisión en la mayoría liberal; que unos aclaman a X y otros a Z… Bueno, bueno; don Fulano lo arreglará, se pinta él solo para eso. Que hambre… ¡sí, que se mama el dedo don Fulano!, ahora mismito van a abrirse los veneros de la riqueza pública… Que impuestos… ¡don Fulano habló de economías! Que socialismo… ¡paparruchas! ¡Atrévanse con don Fulano, y ya les dirá él cuántas son cinco! Y así, sin más dudas ni recelos, atravesó el señor Joaquín la borrasca revolucionaria y entró en la restauración, muy satisfecho porque don Fulano sobrenadaba, y se apreciaban sus méritos, y tenía la sartén por el mango hoy como ayer. ...

En la línea 112
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Con tan alto patrocinio se presentó Miranda en la pacífica morada del feudatario colmenarista, siendo en efecto recibido cual lo exigía el venir de tal persona recomendado. Naturalmente se propuso no aparecer al pronto como candidato a la mano de Lucía. Sobre ser indelicadeza, fuera carencia de tacto; y además pretendía Miranda ante todo estudiar el terreno que pisaba. Halló ser verdad cuanto le había anunciado el prohombre y aun algo más en lo tocante a bienes de fortuna: vio una casa chapada a la antigua, tosca y popular en sus usos, pero honrada en todo, y un caudal sólido y seguro, diariamente acrecido por la celosa administración del señor Joaquín y su sencillez y parsimonia. Es cierto que el bueno del Leonés pareció a Miranda hombre de tediosa compañía, en todo vulgar e infeliz, corto de alcances, con sus ribetes de mentecato, pero hubo de sufrirlo, y aun de acomodarse a las ideas del viejo, tanto que éste llegó a no poder tomar café ni leer El Progreso Nacional, órgano de Colmenar, sin la salsa de los sabrosos comentarios que Miranda hacía a cada fondo, a cada suelto y gacetilla. Sabía Miranda de memoria el reverso, la cara interna de la política, y explicaba desenfadadamente las solapadas alusiones, las reticencias hábiles, las sátiras finas que en todo periódico importante abundan y son eterno logogrifo para el cándido suscritor provinciano. De suerte que desde su intimidad con Miranda, gozaba el señor Joaquín el hondo placer de la iniciación y miraba por cima del hombro a sus correligionarios leoneses, no admitidos en el santuario de la política reservada. Además de estos gustos que a la relación con Miranda debía, esponjábase el buen viejo -que ya sabemos cuán poco tenía de filósofo- cuando le encontraban las gentes mano a mano con tan bien portado caballero, íntimo del gobernador y familiar comensal de las gentes más encopetadas de la ciudad. ...

En la línea 274
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -¡Y lo ha procurado usted bien! -murmuró con una media sonrisa el viajero-. Duerme usted desde allá… cinco horas seguidas, de un tirón… ...

En la línea 305
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Pues en ese caso, diré a usted lo que opino. Indudablemente, su marido de usted, detenido por una circunstancia cualquiera, que no hace al caso, se quedó en Venta de Baños anoche. Por medida de precaución, le haremos, si usted quiere, un telegrama desde Hendaya; pero lo que yo supongo es que tomará el primer tren que vea salir para Francia, corriendo en busca de usted. Si retrocedemos, se expone usted a cruzarse con él en el camino, y a perder tiempo, y a molestarse más. Si se queda usted en la primera estación que encontremos, para esperarle allí… ...

En la línea 10
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Lo cierto era que desde hacía largos años Phileas Fogg no había dejado Londres. Los que tenían el honor de conocerle más a fondo que los demás, atestiguaban que -excepción hecha del camino diariamente recorrido por él desde su casa al club- nadie podía pretender haberio visto en otra parte. Era su único pasatiempo leer los periódicos y jugar al whist. Solía ganar a ese silencioso juego, tan apropiado a su natural, pero sus beneficios nunca entraban en su bolsillo, que figuraban por una suma respetable en su presupuesto de caridad. Por lo demás- bueno es consignarlo-, míster Fogg, evidentemente jugaba por jugar, no por ganar. Para él, el juego era un combate, una lucha contra una dificultad; pero lucha sin movimiento y sin fatigas, condiciones ambas que convenían mucho a su carácter. ...

En la línea 10
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Lo cierto era que desde hacía largos años Phileas Fogg no había dejado Londres. Los que tenían el honor de conocerle más a fondo que los demás, atestiguaban que -excepción hecha del camino diariamente recorrido por él desde su casa al club- nadie podía pretender haberio visto en otra parte. Era su único pasatiempo leer los periódicos y jugar al whist. Solía ganar a ese silencioso juego, tan apropiado a su natural, pero sus beneficios nunca entraban en su bolsillo, que figuraban por una suma respetable en su presupuesto de caridad. Por lo demás- bueno es consignarlo-, míster Fogg, evidentemente jugaba por jugar, no por ganar. Para él, el juego era un combate, una lucha contra una dificultad; pero lucha sin movimiento y sin fatigas, condiciones ambas que convenían mucho a su carácter. ...

En la línea 27
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Vais cuatro minutos atrasado. No importa. Basta con hacer constar la diferencia. Conque desde este momento, las once y veintinueve de la mañana, hoy miércoles 2 de octubre de 1872, entráis a mi servicio. ...

En la línea 34
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Phileas Fogg era de aquellas personas matemáticamente exactas que nunca precipitadas y siempre dispuestas, economizan sus pasos y sus movimientos. Atajando siempre, nunca daba un paso de más. No perdía una mirada dirigiéndola al techo. No se permitía ningún gesto superfluo. Jamás se le vio ni conmovido ni alterado. Era el hombre menos apresurado del mundo, pero siempre llegaba a tiempo. Pero, desde luego, se comprenderá que tenía que vivir solo y, por decirlo así, aislado de toda relación social. Sabía que en la vida hay que dedicar mucho al rozamiento, y como el rozamiento entorpece, no se rozaba con nadie. ...


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