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La palabra vivimos
Cómo se escribe

la palabra vivimos

La palabra Vivimos ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
El cuervo de Leopoldo Alias Clarín
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece vivimos.

Estadisticas de la palabra vivimos

Vivimos es una de las palabras más utilizadas del castellano ya que se encuentra en el Top 5000, en el puesto 4458 según la RAE.

Vivimos tienen una frecuencia media de 20.45 veces en cada libro en castellano

Esta clasificación se basa en la frecuencia de aparición de la vivimos en 150 obras del castellano contandose 3109 apariciones en total.

Más información sobre la palabra Vivimos en internet

Vivimos en la RAE.
Vivimos en Word Reference.
Vivimos en la wikipedia.
Sinonimos de Vivimos.


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece vivimos

La palabra vivimos puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1203
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y Salvatierra, como si olvidase la presencia del gitano y hablara para él mismo, recordó su arrogante salida del presidio, desafiando de nuevo las persecuciones, y su reciente viaje a Cádiz para ver un rincón de tierra, junto a una tapia, entre cruces y lápidas de mármol. ¿Y era aquello todo lo que quedaba del ser que había llenado su pensamiento? ¿Sólo restaba de mamá, de la viejecita bondadosa y dulce como las santas mujeres de las religiones, aquel cuadro de tierra fresca y removida y las margaritas silvestres que nacían en sus bordes? ¿Se había perdido para siempre la llama dulce de sus ojos, el eco de su voz acariciadora, rajada por la vejez, que llamaba con ceceos infantiles a Fernando, a su «querido Fernando»? --_Alcaparrón_, tú no puedes entenderme--continuó Salvatierra con voz temblorosa.--Tal vez es una fortuna para ti esa alma simple que te permite en los dolores y en las alegrías ser ligero y mudable como un pájaro. Pero óyeme, aunque no me entiendas. Yo no reniego de lo que he aprendido: yo no dudo de lo que sé. Mentira es la otra vida, ilusión orgullosa del egoísmo humano; mentira también los cielos de las religiones. Hablan éstas a las gentes en nombre de un espiritualismo poético, y su vida eterna, su resurrección de los cuerpos, sus placeres y castigos de ultra-tumba, son de un materialismo que da náuseas. No existe para nosotros otra vida que la presente; pero ¡ay! ante la sábana de tierra que cubre a mamá, sentí por primera vez flaquear mis convicciones. Acabamos al morir; pero algo resta de nosotros junto a los que nos suceden en la tierra; algo que no es sólo el átomo que nutre nuevas vidas; algo impalpable e indefinido, sello personal de nuestra existencia. Somos como los peces en el mar; ¿me entiendes, _Alcaparrón_? Los peces viven en la misma agua en que se disolvieron sus abuelos y en la que laten los gérmenes de sus sucesores. Nuestra agua es el ambiente en que existimos: el espacio y la tierra: vivimos rodeados de los que fueron y de los que serán. Y yo, _Alcaparrón_ amigo, cuando siento ganas de llorar recordando la nada de aquél montón de tierra, la triste insignificancia de las florecillas que lo rodean, pienso en que no está allí mamá completamente, que algo se ha escapado, que circula al través de la vida, que me tropieza atraído por una simpatía misteriosa, y me acompaña envolviéndome en una caricia tan suave como un beso... ...

En la línea 1627
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Claro es que todos somos hijos de Dios, y que los buenos gozarán igualmente de su gloria: pero mientras vivimos en la tierra, el orden social que viene de lo alto, exige que existan jerarquías y que éstas se respeten sin confundirse. Consulta el caso con un sabio, pero un sabio de verdad; con mi amigo, el Padre Urizábal o algún fraile eminente, y verás qué te contesta: lo mismo que yo. Debemos ser buenos cristianos, perdonar las ofensas, auxiliarnos con la limosna y facilitar al prójimo los medios para que salve el alma: pero cada uno en el círculo social que le ha marcado Dios, en la familia que le destinó al nacer, sin asaltar las barreras divisorias con intentos de falsa libertad, cuyo verdadero nombre es libertinaje. ...

En la línea 127
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Figúrense ustedes que dice que vivimos hoy más. ...

En la línea 1703
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... YO.—¿Son ustedes muchos en las ciudades importantes? ABARBANEL.—De ningún modo; rara vez vivimos en las ciudades grandes; sólo vamos a ellas para nuestros negocios, y preferimos vivir en los pueblos. ...

En la línea 2826
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... EL RECTOR.—Más aún, hijo mío; se hizo para albergar más centenares que simples individuos vivimos en ella ahora. ...

En la línea 3600
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Los frailes favorecen las tinieblas, y nosotros vivimos de esparcir la luz. ...

En la línea 6811
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Hay muchas cavernas de formación natural, tan viejas como la tierra en que vivimos, que muestran, no obstante, señales de haber sido utilizadas por el hombre y de haber estado más o menos sujetas a su acción transformadora. ...

En la línea 4446
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Donde se prosigue la aventura del Caballero del Bosque, con el discreto, nuevo y suave coloquio que pasó entre los dos escuderos Divididos estaban caballeros y escuderos: éstos contándose sus vidas, y aquéllos sus amores; pero la historia cuenta primero el razonamiento de los mozos y luego prosigue el de los amos; y así, dice que, apartándose un poco dellos, el del Bosque dijo a Sancho: -Trabajosa vida es la que pasamos y vivimos, señor mío, estos que somos escuderos de caballeros andantes: en verdad que comemos el pan en el sudor de nuestros rostros, que es una de las maldiciones que echó Dios a nuestros primeros padres. ...

En la línea 4628
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Quisiera yo que fuera corona de su linaje, pues vivimos en siglo donde nuestros reyes premian altamente las virtuosas y buenas letras; porque letras sin virtud son perlas en el muladar. ...

En la línea 3208
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Protestaban algunos americanos que querían hacer palacios de ocho pisos para ver desde las guardillas el campanario de su pueblo; pero el Municipio, bajo la presión del Marqués, nivelaba todos los tejados dejando para otras esferas de la vida las naturales desigualdades de la sociedad en que vivimos, como decía el Marqués en un artículo anónimo que publicó en El Lábaro. ...

En la línea 1626
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Además ya sabe usted, amigo mío, que soy un cardenal del Renacimiento, nacido con cuatro siglos de retraso; uno de aquellos cardenales aseglarados como nuestro don Rodrigo de Borja, que se presentaba en las fiestas con espada al cincto, botas altas y plumas en el gorro. La pistola no me parece de mi época; pero debemos resignar nos a los usos de los tiempos de ahora, ya que en ellos vivimos. ...

En la línea 3744
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —En este bulle-bulle de las pasiones de los hombres del día—prosiguió Maxi con cierto énfasis—, llega uno a olvidarse de que vivimos para perdonar las ofensas y hacer bien a los que nos han hecho mal. ...

En la línea 103
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Joven ‑continuó mientras volvía a erguirse‑, creo leer en su semblante la expresión de un dolor. Apenas le he visto entrar, he tenido esta impresión. Por eso le he dirigido la palabra. Si le cuento la historia de mi vida no es para divertir a estos ociosos, que, además, ya la conocen, sino porque deseo que me escuche un hombre instruido. Sepa usted, pues, que mi esposa se educó en un pensionado aristocrático provincial, y que el día en que salió bailó la danza del chal ante el gobernador de la provincia y otras altas personalidades. Fue premiada con una medalla de oro y un diploma. La medalla… se vendió hace tiempo. En cuanto al diploma, mi esposa lo tiene guardado en su baúl. Últimamente se lo enseñaba a nuestra patrona. Aunque estaba a matar con esta mujer, lo hacía porque experimentaba la necesidad de vanagloriarse ante alguien de sus éxitos pasados y de evocar sus tiempos felices. Yo no se lo censuro, pues lo único que tiene son estos recuerdos: todo lo demás se ha desvanecido… Sí, es una dama enérgica, orgullosa, intratable. Se friega ella misma el suelo y come pan negro, pero no toleraría de nadie la menor falta de respeto. Aquí tiene usted explicado por qué no consintió las groserías de Lebeziatnikof; y cuando éste, para vengarse, le pegó ella tuvo que guardar cama, no a causa de los golpes recibidos, sino por razones de orden sentimental. Cuando me casé con ella, era viuda y tenía tres hijos de corta edad. Su primer matrimonio había sido de amor. El marido era un oficial de infantería con el que huyó de la casa paterna. Catalina adoraba a su marido, pero él se entregó al juego, tuvo asuntos con la justicia y murió. En los últimos tiempos, él le pegaba. Ella no se lo perdonó, lo sé positivamente; sin embargo, incluso ahora llora cuando lo recuerda, y establece entre él y yo comparaciones nada halagadoras para mi amor propio; pero yo la dejo, porque así ella se imagina, al menos, que ha sido algún día feliz. Después de la muerte de su marido, quedó sola con sus tres hijitos en una región lejana y salvaje, donde yo me encontraba entonces. Vivía en una miseria tan espantosa, que yo, que he visto los cuadros más tristes, no me siento capaz de describirla. Todos sus parientes la habían abandonado. Era orgullosa, demasiado orgullosa. Fue entonces, señor, entonces, como ya le he dicho, cuando yo, viudo también y con una hija de catorce años, le ofrecí mi mano, pues no podía verla sufrir de aquel modo. El hecho de que siendo una mujer instruida y de una familia excelente aceptara casarse conmigo, le permitirá comprender a qué extremo llegaba su miseria. Aceptó llorando, sollozando, retorciéndose las manos; pero aceptó. Y es que no tenía adónde ir. ¿Se da usted cuenta, señor, se da usted cuenta exacta de lo que significa no tener dónde ir? No, usted no lo puede comprender todavía… Durante un año entero cumplí con mi deber honestamente, santamente, sin probar eso ‑y señalaba con el dedo la media botella que tenía delante‑, pues yo soy un hombre de sentimientos. Pero no conseguí atraérmela. Entre tanto, quedé cesante, no por culpa mía, sino a causa de ciertos cambios burocráticos. Entonces me entregué a la bebida… Ya hace año y medio que, tras mil sinsabores y peregrinaciones continuas, nos instalamos en esta capital magnífica, embellecida por incontables monumentos. Aquí encontré un empleo, pero pronto lo perdí. ¿Comprende, señor? Esta vez fui yo el culpable: ya me dominaba el vicio de la bebida. Ahora vivimos en un rincón que nos tiene alquilado Amalia Ivanovna Lipevechsel. Pero ¿cómo vivimos, cómo pagamos el alquiler? Eso lo ignoro. En la casa hay otros muchos inquilinos: aquello es un verdadero infierno. Entre tanto, la hija que tuve de mi primera mujer ha crecido. En cuanto a lo que su madrastra la ha hecho sufrir, prefiero pasarlo por alto. Pues Catalina Ivanovna, a pesar de sus sentimientos magnánimos, es una mujer irascible e incapaz de contener sus impulsos… Sí, así es. Pero ¿a qué mencionar estas cosas? Ya comprenderá usted que Sonia no ha recibido una educación esmerada. Hace muchos años intenté enseñarle geografía e historia universal, pero como yo no estaba muy fuerte en estas materias y, además, no teníamos buenos libros, pues los libros que hubiéramos podido tener… , pues… , ¡bueno, ya no los teníamos!, se acabaron las lecciones. Nos quedamos en Ciro, rey de los persas. Después leyó algunas novelas, y últimamente Lebeziatnikof le prestó La Fisiología, de Lewis. Conoce usted esta obra, ¿verdad? A ella le pareció muy interesante, e incluso nos leyó algunos pasajes en voz alta. A esto se reduce su cultura intelectual. Ahora, señor, me dirijo a usted, por mi propia iniciativa, para hacerle una pregunta de orden privado. Una muchacha pobre pero honesta, ¿puede ganarse bien la vida con un trabajo honesto? No ganará ni quince kopeks al día, señor mío, y eso trabajando hasta la extenuación, si es honesta y no posee ningún talento. Hay más: el consejero de Estado Klopstock Iván Ivanovitch… , ¿ha oído usted hablar de él… ?, no solamente no ha pagado a Sonia media docena de camisas de Holanda que le encargó, sino que la despidió ferozmente con el pretexto de que le había tomado mal las medidas y el cuello le quedaba torcido. ...


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Errores Ortográficos típicos con la palabra Vivimos

Cómo se escribe vivimos o vivimoz?
Cómo se escribe vivimos o bibimos?

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