La palabra Tendidos ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece tendidos.
Estadisticas de la palabra tendidos
Tendidos es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 20369 según la RAE.
Tendidos aparece de media 2.96 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la tendidos en las obras de referencia de la RAE contandose 450 apariciones .
Errores Ortográficos típicos con la palabra Tendidos
Cómo se escribe tendidos o tendidoz?
Más información sobre la palabra Tendidos en internet
Tendidos en la RAE.
Tendidos en Word Reference.
Tendidos en la wikipedia.
Sinonimos de Tendidos.

El Español es una gran familia
Algunas Frases de libros en las que aparece tendidos
La palabra tendidos puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1561
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Lo único que brillaba en su cabeza eran los pelitos rubios, tendidos sobre las almohadas, y en esta madeja rizosa quebrábase con extraña luz el resplandor del candil. ...
En la línea 582
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pero al volver su vista por la gañanía, llena de sombra y de humo, creyó abarcar con sus ojos toda la humanidad explotada e infeliz. Unos acababan de devorar las sopas, con las que engañaban su hambre; otros, tendidos, regoldaban satisfechos, creyendo en una digestión que no añadía nada al quebrantado vigor de su vida; todos aparecían embrutecidos, repugnantes, sin voluntad para salir de su estado; creyendo confusamente en el milagro como única esperanza, o pensando en una limosna cristiana que le permitiese un minuto de descanso en su desesperado rodar por la cuesta de la miseria. ¡Cuánto tiempo no había de transcurrir hasta que aquella pobre gente abriese los ojos y aprendiera el camino! ¡Quién podría despertarla, infundiéndola la fe de aquel pobre mozo que caminaba a tientas, con los ojos fijos en una estrella lejana que él solo veía!... ...
En la línea 600
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Muchos hombres dormían tendidos en sus esterillas con un ronquido fatigoso, aspirando a ras de tierra las emanaciones asfixiantes del rescoldo de boñiga. En el fondo, las mujeres, sentadas en el suelo con las faldas abombadas como hongos, contábanse cuentos o relataban curaciones maravillosas ocurridas en la sierra por milagro de las vírgenes. ...
En la línea 6667
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... A cada lado de la puerta, por la parte de afuera, tendidos en el suelo o apoyados indolentemente contra las paredes, había media docena de hombres de aspecto bastante raro. ...
En la línea 3506
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Don Quijote iba sentado en la jaula, las manos atadas, tendidos los pies, y arrimado a las verjas, con tanto silencio y tanta paciencia como si no fuera hombre de carne, sino estatua de piedra. ...
En la línea 5950
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... En este tiempo ya se habían desparecido del jardín todo el barbado escuadrón de las dueñas y la Trifaldi y todo, y los del jardín quedaron como desmayados, tendidos por el suelo. ...
En la línea 2125
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... cada paso se encuentra un grupo de seis o siete de estos horribles reptiles tendidos al sol en las rocas negras a pocos pies por encima del agua. ...
En la línea 1007
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Debajo del saco, como si fuera una colcha, estaban los dos tendidos sobre el tablado de la barca, cuyas bandas obscuras les impedían ver la campiña; sólo veían allá arriba nubes que corrían delante de la cara de la luna. ...
En la línea 9331
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Todo lo veía de un color amarillento pálido; entre los objetos y ella, flotaban infinitos puntos y circulillos de aire, como burbujas a veces, como polvo y como telarañas muy sutiles otras: si dejaba los brazos tendidos sobre el embozo de su lecho y miraba las manos flacas, surcadas por haces de azul sobre fondo blanco mate, creía de repente que aquellos dedos no eran suyos, que el moverlos no dependía de su voluntad, y el decidirse a querer ocultar las manos, le costaba gran esfuerzo. ...
En la línea 10860
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Aquella noche lloró la Regenta lágrimas que salían de lo más profundo de sus entrañas, de rodillas sobre la piel de tigre, con la cabeza hundida en el lecho, los brazos tendidos más allá de la cabeza, las manos en cruz. ...
En la línea 464
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Ignoro cuál pudo ser la duración del sueño, pero debió ser larga, pues nos libró completamente del cansancio acumulado. Yo me desperté el primero. Mis compañeros no se habían movido todavía y permanecían tendidos en su rincón como masas inertes. ...
En la línea 1017
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Me sorprendió no tener hambre tras cuatro horas de marcha, sin que pudiera explicarme la razón de ello. Pero, en cambio, sentía unos invencibles deseos de dormir, como ocurre a todos los buzos. Mis ojos se cerraron tras los espesos cristales y pronto me sumí en una profunda somnolencia que sólo el movimiento de la marcha había podido contener hasta entonces. El capitán Nemo y su robusto compañero, tendidos en aquel lecho cristalino, dormían ya. ...
En la línea 2366
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... El capitán Nemo continuaba ascendiendo y yo le seguía audazmente, no queriendo quedarme rezagado. Mi bastón me prestaba un útil concurso, pues un solo paso en falso hubiese sido tremendamente peligroso en aquellos estrechos pasos tallados en los flancos de los abismos. Marchaba yo con pie firme, sin sentir la embriaguez del vértigo. Unas veces saltaba una grieta cuya profundidad me hubiese hecho retroceder en medio de los glaciares de la tierra, y otras me aventuraba sobre el tronco vacilante de los árboles tendidos como puentes sobre los abismos, sin mirar bajo mis pies, por no tener ojos más que para admirar los lugares salvajes de la región. Algunas rocas monumentales, inclinadas sobre sus bases irregularmente recortadas, parecían desafiar las leyes del equilibrio. Entre sus rodillas de piedra, crecían árboles como surtidores sometidos a una formidable presión, que sostenían a los que les soportaban a su vez. Torres naturales, amplios cortes tallados a pico, como cortinas, se inclinaban bajo un ángulo que las leyes de la gravitación no habrían autorizado en la superficie de las regiones terrestres. ...
En la línea 2451
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Hacía ya una hora que permanecíamos tendidos en el suelo de la hermosa gruta. La conversación, animada al principio, iba languideciendo, a medida que nos invadía una cierta somnolencia. Como no veía razón alguna para resistirme al sueño, me dejé ganar por él. Soñé entonces -no se eligen los sueños -que mi existencia se reducía a la vida vegetativa de un simple molusco. Me parecía que aquella gruta formaba la doble valva de mi concha. ...
En la línea 693
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Desde Benarés, la vía férrea seguía en parte el valle del Ganges. A través de los cristales del vagón, y con un tiempo sereno, aparecían el paisaje variado de behar, montañas cubiertas de verdor, campos de cebada, maíz y trigo, ríos de estanques poblados de aligatores verdosos, aldeas bien acondicionadas y selvas que aun conservaban la hoja. Algunos elefantes y cebús de protuberancia iban a bañarse a las aguas del río sagrado; y también, a pesar de la estación adelantada y de la temperatura, ya fría, se veían cuadrillas de indios de ambos sexos, que cumplían piadosamente sus santas abluciones. Esos fieles enemigos encarnizados del budismo, son sectarios fervientes de la religión brahmánica que se encama en tres personas: Vishma, la divinidad solar; Shiva, la personificación divina de las fuerzas naturales; y Brahma, el jefe supremo de los sacerdotes y legisladores. ¡Pero con qué ojo Brahma, Shiva y Vishma debían considerar a esa India, ahora britanizada, cuando algún barco de vapor pasaba silbando y turbaba las aguas consagradas del Ganges, espantando a las gaviotas que revoloteaban en la superficie, a las tortugas que pululaban en sus orillas y a los devotos tendidos a lo largo de sus márgenes! ...
En la línea 1245
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Fue aquella función lo que son todas las representaciones de acróbatas, pero es preciso confesar que los japoneses son los primeros equilibristas del mundo. An nado el uno con un abanico y con trocitos de papel, ejecutaba el ejercicio de las mariposas y las flores. Otro trazaba, con el perfumado ~umo de su pipa, una serie de palabras azuladas, que formaban en el aire un letrero de cumplido para la concurrencia. Este jugaba con bujías encendidas, que apagaba sucesivamente, al pasar delante de sus labios, y encendía una con otra, sin interrumpir el juego. Aquél reproducía, por medio de peones giratorios., las combinaciones más inverosímiles bajo su mano; aquellas zumbantes maquinillas parecían animarlo con vida propia en sus interminables giros, corrían sobre tubos de pipa, sobre los filos de los sables, sobre alambres, verdaderos cabellos tendidos de uno a otro lado del escenario; daban vuelta sobre el borde de vasos de cristal; trepaban por escaleras de bambú, se dispersaban por todos los rincones, produciendo efectos armónicos de extraño carácter y combinando las diversas tonalidades. Los juglares jugueteaban con ellos y los hacían girar hasta en el aire; los despedían como volantes, con paletillas de madera, y seguían girando siempre; se los metían en el bolsillo, y cuando los sacaban, todavía daban vueltas, hasta el momento en que la distensión de un muelle los hacía desplegar en haces de fuegos artificiales. ...

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