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La palabra talones
Cómo se escribe

la palabra talones

La palabra Talones ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
La llamada de la selva de Jack London
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece talones.

Estadisticas de la palabra talones

Talones es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 14883 según la RAE.

Talones aparece de media 4.59 veces en cada libro en castellano.

Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la talones en las obras de referencia de la RAE contandose 698 apariciones .

Errores Ortográficos típicos con la palabra Talones

Cómo se escribe talones o talonez?

Más información sobre la palabra Talones en internet

Talones en la RAE.
Talones en Word Reference.
Talones en la wikipedia.
Sinonimos de Talones.


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece talones

La palabra talones puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1279
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¡Lo que corríamos! Unas veces aquí; otras, en la provincia de Alicante; después, por cerca de Albacete; siempre nos iban pisando los talones; pero nosotros, francés que pillábamos, lo hacíamos polvo. ...

En la línea 2110
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y rápidamente se vio otra vez con todos sus muebles sobre el carro, errante por los caminos, en busca de lo desconocido, para crearse otra existencia, llevando como tétrica escolta la fea hambre, que iría pisándole los talones. ...

En la línea 2450
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Huirían de allí para empezar otra vida, sintiendo el hambre detrás de ellos pisándoles los talones; dejarían a sus espaldas la ruina de su trabajo y el cuerpecillo de uno de los suyos, del pobre albaet, que se pudría en las entrañas de aquellas tierras como víctima inocente de una batalla implacable. ...

En la línea 1484
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Antes de media tarde llegó Fermín a Marchamalo. Rafael le llevó en las ancas de su jaca. Su impaciencia le hacía mover nerviosamente los talones, espoleando al animal. ...

En la línea 94
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Sacó su espada por entero de la funda y comenzó a perseguirle gritando:-¡Volveos, volveos, señor burlón, para que no os hiera por la es palda!-¡Herirme a mí! -dijo el otro girando sobre sus talones y mirando al joven con tanto asombro como desprecio-. ...

En la línea 2695
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... La desgraciada reina, a la que amenazaba constantemente con el divorcio, el exilio e incluso el juicio, palideció bajo el rougey no pudo impedirse decir:-Pero ¿porqué esta visita, sire? ¿Qué va a decirme el señor canci ller que Vuestra Majestad no pueda decirme por sí misma?El rey giró sobre sus talones sin responder y casi en ese mismo instante el capitán de los guardias, el señor de Guitaut, anunció la visita del señor canciller. ...

En la línea 3220
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Quizá tengáis algún espía a vuestros talones, y vuestra visita, que en tal caso ya es conocida del cardenal, será legitimada de este modo. ...

En la línea 4551
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -¡Admirable y dogmático! -repitió el cura, que de igual fuerza aproximadamente queD'Artagnan en latín, vigilaba cuidadosamente al jesui ta para pisarle los talones y repetir sus palabras como un eco. ...

En la línea 6942
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... El sabio bajó a la camareta; pero apenas había tenido tiempo de echarse cuando el viejo piloto, lanzándose en pos de él, bajó también y le sacó fuera por los talones, porque la cámara estaba muy poco profunda, y no había más que bajar dos o tres peldaños. ...

En la línea 6975
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Casi nos asustamos al ver al primero: era un bárbaro corpulento y viejo, con aborrascada barba blanca, turbante, _haik_ y calzones sucios, desnudas las piernas e inmensos y aplastados pies, cuyos talones sobresalían lo menos un par de pulgadas por detrás de sus viejas y negras babuchas. ...

En la línea 271
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... que irrazonable el pensar en unos árboles, por antediluvianos que fuesen, con ramas lo suficiente fuertes para soportar animales tan grandes como elefantes? El profesor Owen sostiene (lo cual es mucho más probable) que, en vez de trepar a los árboles, esos animales atraían hacia sí las ramas y desarraigaban los arbustos para alimentarse con sus hojas. Colocándonos en este punto de vista, es evidente que la anchura y el peso colosal del cuarto trasero de esos animales, que apenas se puede imaginar sin verlo, les prestaban un gran servicio en lugar de molestarles; en una palabra, desaparecería su pesadez. Fijando en el suelo con firmeza su cola robusta y sus inmensos talones, podían ejercitar libremente toda la fuerza de sus tremendos brazos y de sus garras poderosas. ...

En la línea 2438
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Nos acercamos a una de las chozas y veo un espectáculo que me divierte mucho: la ceremonia del froté de las narices. cuanto nos ven acercarnos empiezan las mujeres a salmodiar en el tono más melancólico y luego se sientan sobre los talones, con la cara vuelta hacia afuera ...

En la línea 15476
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En cuanto comprendió de qué se trataba, antes de oír las frases crudas con que pintó la rubia lúbrica el asalto del caserón de los Ozores por el Tenorio vetustense, don Fermín giró sobre los talones, como si fuera a caer desplomado, dio dos pasos inciertos y llegó al balcón contra cuyos cristales apoyó la frente. ...

En la línea 593
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Está bien! Todos me siguen hacia el oeste. Marcharé entonces siempre hacia el sur, donde no encontraré enemigos. Pero tendré cuidado porque el sargento Willis viene pisándome los talones. ...

En la línea 651
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Está bien! Todos me siguen hacia el oeste. Marcharé entonces siempre hacia el sur, donde no encontraré enemigos. Pero tendré cuidado porque el sargento Willis viene pisándome los talones. ...

En la línea 2326
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Como dijo Sandokán, la suspensión de la vida duraba justo seis horas, porque apenas cayeron en los abismos del mar los dos piratas volvieron en sí, sin experimentar la menor alteración de sus fuerzas. Con un vigoroso golpe de talones, subieron a la superficie y miraron anhelantes a su alrededor. ...

En la línea 1551
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Raskolnikof se dispuso a girar sobre sus talones. Rasumikhine le gritó, más indignado todavía: ...

En la línea 1666
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Desde hacía algún tiempo, le gustaba cada vez más hablar con su hija mayor, Polenka, niña de diez años que, aunque incapaz de comprender muchas cosas, se daba perfecta cuenta de que su madre tenía gran necesidad de expansionarse. Por eso fijaba en ella sus grandes e inteligentes ojos y se esforzaba por aparentar que todo lo comprendía. En aquel momento, la niña se dedicaba a desnudar a su hermanito, que había estado malucho todo el día, para acostarlo. El niño estaba sentado en una silla, muy serio, esperando que le quitaran la camisa para lavarla durante la noche. Silencioso e inmóvil, había juntado y estirado sus piernecitas y, con los pies levantados, exhibiendo los talones, escuchaba lo que decían su madre y su hermana. Tenía los labios proyectados hacia fuera y los ojos muy abiertos. Su gesto de atención e inmovilidad era el propio de un niño bueno cuando se le está desnudando para acostarlo. Una niña menor que él, vestida con auténticos andrajos, esperaba su turno de pie junto al biombo. La puerta que daba a la escalera estaba abierta para dejar salir el humo de tabaco que llegaba de las habitaciones vecinas y que a cada momento provocaba en la pobre tísica largos y penosos accesos de tos. Catalina Ivanovna parecía haber adelgazado sólo en unos días, y las siniestras manchas rojas de sus mejillas parecían arder con un fuego más vivo. ...

En la línea 2890
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Piotr Petrovitch, cuyo rostro estaba pálido y contraído por la cólera, le miró un instante en silencio. Después giró sobre sus talones y se fue, sintiendo un odio mortal contra Raskolnikof, al que achacaba la culpa de su desgracia. ...

En la línea 90
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Perrault y François, habiendo despejado su zona del campamento, se presentaron allí a toda prisa en defensa de sus perros. La salvaje ola de bestias hambrientas retrocedió ante ellos, y Buck se liberó de una sacudida. Pero fue sólo por un momento. Los dos hombres tuvieron que retirarse apresuradamente a salvar las provisiones, y enseguida los perros famélicos volvieron al ataque. Billie, envalentonado por el terror, se abrió paso de un salto en aquel círculo de salvajes y huyó por el lago helado. Pike y Dub lo siguieron pisándole los talones, y el resto del equipo fue detrás. Cuando se disponía a hacer lo mismo, Buck vio por el rabillo del ojo que Spitz se abalanzaba sobre él con la evidente intención de derribarlo. Si perdía el equilibrio y caía bajo la masa de enemigos, ya no habría esperanza para él. Pero Buck aguantó a pie firme el impacto de la carga de Spitz, y seguidamente se unió a la huida por el lago. ...

En la línea 100
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Una mañana, a orillas del Pelly, cuando estaban colocando los arreos, Dolly, que nunca había destacado en nada, se volvió loca de repente. El anuncio de -su estado fue un prolongado y desgarrador aullido que a los demás perros les puso los pelos de punta, tras lo cual se abalanzó directamente sobre Buck. Él nunca había visto a un perro volverse rabioso ni tenía motivos para tener miedo a la enfermedad; pero presintió el horror y huyó presa del pánico. Salió disparado en línea recta, con Dolly, que jadeaba y echaba espuma, pisándole los talones; ni ella podía darle alcance, tanto era el terror que lo poseía, ni él lograba distanciarla, tal era la locura de ella. Como una exhalación, Buck se adentró en el monte del centro de la isla, alcanzó el extremo opuesto, atravesó un cauce lleno de hielo rugoso en dirección a otra isla, llegó a una tercera, giró hacia el río principal y, en su desesperación, empezó a cruzarlo. Y todo el tiempo, aunque no la veía, la oía gruñir a sólo un cuerpo por detrás. François lo llamó desde quinientos metros de distancia y Buck volvió sobre sus pasos, siempre con un cuerpo de ventaja, jadeando penosamente y con toda su esperanza puesta en François. El guía tenía el hacha preparada en la mano y, cuando hubo pasado Buck, la descargó sobre el cráneo de la enloquecida Dolly. ...

En la línea 240
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Al principio y durante mucho tiempo no le gustaba perder a Thornton de vista. Desde el momento en que salía de la tienda y hasta que volvía a entrar en ella, Buck lo seguía pisándole los talones. Los cambios de amo que había vivido desde su llegada a las tierras del norte le habían infundido el temor de que ninguno sería para siempre. Tenía miedo de que Thornton fuera a desaparecer de su vida igual que habían desaparecido Perrault, François y el mestizo escocés. Hasta de noche, en sueños, lo acosaba ese temor. Entonces se sacudía el sueño y se acercaba sigilosamente bajo el intenso frío a la entrada de la tienda, donde se detenía a escuchar la respiración de su amo. ...

En la línea 308
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Al parecer, el rasgo más común de aquel mundo era el miedo. Observando al hombre dormido junto al fuego, con la cabeza entre las rodillas res guardada por las manos entrelazadas, Buck lo veía agitarse y despertar con frecuencia sobresaltado, lanzar una mirada temerosa a la oscuridad y entonces echar más leña a la hoguera. Si iban por la orilla de un mar, donde el hombre recogía moluscos y se los comía al momento, los dos lo hacían con la mirada alerta ante un peligro oculto, listos para correr como el viento al menor atisbo. Por el bosque avanzaban sin ruido, Buck pegado a los talones del hombre velludo, atentos y vigilantes los dos, tensas las orejas y temblorosas las aletas de la nariz, pues el oído y el olfato del hombre eran tan agudos como los de Buck. El hombre era capaz de trepar a los árboles y desplazarse con la misma rapidez que por el suelo, columpiándose de rama en rama, separadas a veces por más de tres metros, soltándose y volviéndose a agarrar, sin caer nunca ni errar jamás el asidero. En realidad parecía estar tan a sus anchas entre los árboles como en tierra, y a Buck le venían a la memoria noches de vigilia al pie de un árbol, donde, encaramado a una rama, dormía el hombre velludo. ...


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