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La palabra sola
Cómo se escribe

la palabra sola

La palabra Sola ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
Memoria De Las Islas Filipinas. de Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El Señor de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
Amnesia de Amado Nervo
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece sola.

Estadisticas de la palabra sola

La palabra sola es una de las palabras más comunes del idioma Español, estando en la posición 771 según la RAE.

Sola es una palabra muy común y se encuentra en el Top 500 con una frecuencia media de 114.22 veces en cada obra en castellano

El puesto de esta palabra se basa en la frecuencia de aparición de la sola en 150 obras del castellano contandose 17362 apariciones en total.


la Ortografía es divertida


El Español es una gran familia

Algunas Frases de libros en las que aparece sola

La palabra sola puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 907
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Roseta marchaba sola hacia la ciudad. ...

En la línea 1056
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Todo estaba hablado; no volvieron a decirse que se querian, pero era cosa convenida el noviazgo, y Tonet no faltó ni una sola vez a acompañarla en su camino. ...

En la línea 1087
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Luego le advirtió con voz lenta, un índice en alto y el acento imperativo, que, en adelante, cuidase de volver sola de la fábrica, pues, de lo contrario, sabría quién era él. ...

En la línea 1088
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y sola volvió durante toda una semana. ...

En la línea 1051
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Gran parte del día lo pasaba la muchacha sola en el rincón más oscuro del dormitorio de los gañanes. Algún perro del cortijo, entrando de tarde en tarde, daba vueltas en torno de ella con un gruñido sordo, que expresaba su extrañeza, y después de intentar lamer su cara pálida, alejábase repelido por las manos exangües, transparentes, infantiles. ...

En la línea 1256
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Luis era liberal, muy liberal. Disentía en este punto de sus maestros de la Compañía, que hablaban de don Carlos con entusiasmo, afirmando que era «la única bandera». Él estaba con los que mandaban, y no mencionaba una sola vez a las personas reales, que no echase por delante el título de _Su Majestad_, como si pudiesen oír de lejos estas muestras de exagerado respeto y premiárselas con lo que él deseaba. Era liberal; pero su libertad era la de las personas decentes. Libertad para los que tuvieran algo que perder: y para la gente baja, todo el pan que fuese posible, y palo, mucho palo, único medio de anonadar la maldad que nace con el hombre y se desarrolla sin el freno de la religión. ...

En la línea 1413
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Desde que había vuelto de Málaga, su padre no le veía una sola vez que no le recomendase la prudencia. Debía callar; al fin, ellos comían el pan de los Dupont, y no era noble el unirse con los desesperados, aunque éstos se quejasen con harto motivo. Además, para el señor Fermín, todas las aspiraciones humanas se resumían en don Fernando Salvatierra, y éste se hallaba ausente. Lo retenían en Madrid sometido a una continua vigilancia para que no volviese a Andalucía. Y el capataz de Marchamalo, faltando su don Fernando, consideraba la huelga desprovista de interés, y a los huelguistas como un ejército sin caudillo y sin bandera; una horda que forzosamente había de ser diezmada y sacrificada por los ricos. ...

En la línea 1549
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Imperaba en ella esa preocupación de la hembra vulgar que confunde el amor con la virginidad física. Una mujer sólo podía ser esposa del hombre al que llevase como tributo de sumisión, la integridad de su cuerpo. Ella debía ser como su madre, como todas las buenas mujeres que conocía. La virginidad de la carne era tan importante como el amor; y cuando se perdía, aunque fuese por un azar, sin voluntad alguna, había que resignarse, doblar la cabeza, decir adiós a la dicha y seguir el camino de la vida, sola y triste, mientras el amante infeliz se alejaba por otro lado buscando una nueva urna de amor cerrada e intacta. ...

En la línea 1652
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Abrió los ojos, miró con terror en torno suyo, vio que la habitación estaba vacía y que estaba sola con su liberador. ...

En la línea 1677
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Pero -prosiguió D'Artagnan-¿cómo habéis huido?-He aprovechado un momento en que me han dejado sola, y como desde esta mañana sabía a qué atenerme sobre mi rapto, con la ayuda de mis sábanas he bajado por la ventana; entonces, como creía aquí a mi marido, he acudido corriendo. ...

En la línea 1881
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Entonces, ¿volveréis sola? -Quizá sí, quizá no. ...

En la línea 1909
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¿Queréis perderme?-Ya veis que todavía hay peligro para vos, puesto que una sola palabra os hace temblar y confesáis que si oyesen esa palabra estaríais perdida. ...

En la línea 60
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Ahora bien: si para una sola sala de un rejente, cinco ministros y dos fiscales hay ademas de sus tareas ordinarias tantos cargos y comisiones de tanta gravedad y ocupacion como asi es, ¿como puede concebirse que se administre pronta justicia en ningun ramo? Es imposible que suceda lo que se debe desear en este particular, ínterin no se remuevan con mano fuerte todos estos obstáculos, bastante cada uno por sí solo á entorpecer y dilatar, lo que no se puede sujetar á cálculo, la marcha de los asuntos judiciales. ...

En la línea 73
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Ahora bien: á vista de este pequeño bosquejo y diminuto relato de como se forma una causa criminal, ¿habrá alguno que dude de lo defectuosa que es la sustanciacion y de lo pesada y lenta que por necesidad será la administracion de justicia? Creo que no; mas si alguno dudase de esta verdad, puede manifestar sus dudas, que prácticamente podrán ser satisfechas con enumeracion de casos en que yo mismo he sido asesor, y no de una sola provincia, sino de varias. ...

En la línea 112
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... En suma, una sola ley, un solo fuero, y una sola autoridad que juzgue por los mas breves trámites que aquella señale, es el único medio de allanar el camino para que la justicia sea prontamente administrada y respetada. ...

En la línea 112
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... En suma, una sola ley, un solo fuero, y una sola autoridad que juzgue por los mas breves trámites que aquella señale, es el único medio de allanar el camino para que la justicia sea prontamente administrada y respetada. ...

En la línea 409
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... En las puertas de las posadas lugareñas, en los hogares rústicos, en los campos donde trabajan, en las fuentes de piedra al borde de los caminos, donde abrevan sus ganados, he interrogado a la clase más humilde de los hijos de Portugal acerca de la Escritura, de la Biblia, del Viejo y del Nuevo Testamento, y ni una sola vez han sabido a qué me refería ni me han dado una respuesta racional, aunque en todas las demás cosas sus contestaciones fuesen bastante sensatas. ...

En la línea 2514
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Pero la nueva impresión del Nuevo Testamento en Madrid no podía por sí sola producir fruto alguno, a menos que se tomasen medidas, y medidas muy enérgicas, para la circulación del libro sagrado. ...

En la línea 2533
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Cabrera, sobre todo, era un malvado cobarde, en cuyo limitado entendimiento no podía albergarse una sola idea de mediana grandeza, cuyos hechos heroicos se limitaban a degollar hombres indefensos y a violar y destripar infelices mujeres; sin embargo, he visto que a un individuo tan vil, ciertos periódicos franceses (carlistas, naturalmente) le llaman el joven y heroico general. ...

En la línea 3556
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Hubo tiempos en que, con la sola excepción de Roma, fué Santiago el lugar de peregrinación más famoso del mundo, porque dicen que su catedral guarda los huesos de Santiago el Mayor, el hijo del trueno, que, según la leyenda de la iglesia romana, fué el primero en predicar el Evangelio en España. ...

En la línea 585
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Las doncellas y la honestidad andaban, como tengo dicho, por dondequiera, sola y señora, sin temor que la ajena desenvoltura y lascivo intento le menoscabasen, y su perdición nacía de su gusto y propria voluntad. ...

En la línea 714
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... A lo cual respondió nuestro don Quijote: -Señor, una golondrina sola no hace verano. ...

En la línea 716
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Pero, en resolución, averiguado está muy bien que él tenía una sola a quien él había hecho señora de su voluntad, a la cual se encomendaba muy a menudo y muy secretamente, porque se preció de secreto caballero. ...

En la línea 791
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y si se me hace cargo que eran honestos sus pensamientos, y que por esto estaba obligada a corresponder a ellos, digo que, cuando en ese mismo lugar donde ahora se cava su sepultura me descubrió la bondad de su intención, le dije yo que la mía era vivir en perpetua soledad, y de que sola la tierra gozase el fruto de mi recogimiento y los despojos de mi hermosura; y si él, con todo este desengaño, quiso porfiar contra la esperanza y navegar contra el viento, ¿qué mucho que se anegase en la mitad del golfo de su desatino? Si yo le entretuviera, fuera falsa; si le contentara, hiciera contra mi mejor intención y prosupuesto. ...

En la línea 28
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... costas. La dirección del viento en el instante de caer ese polvo, y el hecho de que siempre caiga durante el mes en que el harmattán eleva a inmensas alturas de la atmósfera espesas nubes de polvo, nos autorizan para afirmar que viene del África. Y, sin embargo (¡hecho muy singular!), aunque el profesor Ehrenberg conoce varias especies de infusorios peculiares del África, no encuentra ni una sola de esas especies en el polvo que le remití; por el contrario, encuentra en él dos especies que hasta ahora sólo se han descubierto en la América del Sur. Este polvo cae en tal cantidad, que todo lo ensucia a bordo y ofende a los ojos; algunas veces hasta oscurece la atmósfera, tanto, que se han perdido buques y estrellado contra la costa. Con frecuencia cae sobre barcos que navegan a varios centenares de millas de la costa de África, hasta más de 1.000 millas (1.600 kilómetros), y en puntos distantes más de 1.600 millas en dirección de norte a sur. Me ha sorprendido hallar en el polvo recogido a bordo de un barco, a 300 millas (480 kilómetros) de tierra, partículas de piedra de una milésima de pulgada cuadrada, mezcladas con materias más finas. En vista de ese hecho no cabe sorprenderse de la diseminación de los espórulos, mucho más pequeños y mucho más ligeros de las plantas criptógamas. ...

En la línea 46
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Symonds, una de las pocas personas que han desembarcado en estos peñascales, me dijo que ha visto a esos mismos cangrejos apoderarse de las avecillas jóvenes en los nidos y devorarlas. No crece ni una sola planta, ni siquiera un liquen, en esta isla; sin embargo, habitan en ella varios insectos y varias arañas. He aquí, a mi parecer, la lista completa de la fauna terrestre: una mosca (Olfersia) que vive a costa del pájaro bobo, y un Acarus, que ha debido de ser importado por las aves de las cuales es parásito; un gusanito moreno perteneciente a una especie que vive sobre las plumas; un escarabajo (Quedius) y una cochinilla que vive en los excrementos de las aves, y por último, numerosas arañas que supongo cazarán activamente a esos pequeños compañeros de las aves marinas. Ha lugar a creer que no tiene nada de correcta la tan a menudo repetida descripción, según la cual, en cuanto se forman en el Pacífico islas madrepóricas se apoderan de ellas en seguidas magníficas palmeras, espléndidas plantas tropicales, después aves y a la postre el hombre. En vez de toda esa poesía, preciso es decirlo para no faltar a la verdad, por desgracia, los primeros habitantes de las tierras oceánicas recién formadas, consisten en insectos parásitos que viven en las plumas de las aves o se alimentan con los excrementos de ellas, y además innobles arañas. ...

En la línea 49
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... FERNANDO NORONHA, 20 de febrero de 1832. Según he podido juzgar por las pocas horas pasadas en este sitio, esta isla es de origen volcánico, pero no es probable que sea de fecha reciente. Su carácter más notable consiste en una colina cónica de unos 1.000 pies de altura (300 metros), cuya parte superior es muy escarpada y uno de cuyos lados cae a plomo sobre la base. Este peñón es monolítico y está dividido en columnas irregulares. Al ver una de estas masas aisladas, al pronto se está dispuesto a creer que se elevó de repente en estado semifluido. Pero en Santa Elena he podido darme cuenta de que columnas de forma y de constitución casi análogas provenían de la inyección de la roca fundida en capas blandas, que al cambiar de sitio, sirvieron, digámoslo así, de moldes a esos gigantescos obeliscos. La isla entera está cubierta de bosques, pero la sequedad del clima es tan grande que no hay allí ni el más pequeño verdor. Inmensas masas de peñas, dispuestas en columnas, sombreadas por árboles parececidos a laureles y adornadas por otros árboles que dan bellas flores de color rosa, pero sin una sola hoja, forman en admirable primer término una ladera de la montaña. ...

En la línea 61
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Aprovecho estas observaciones para agregar algunas otras acerca del color de los mares, producido por causas orgánicas. En la costa de Chile, a pocas leguas al norte de la Concepción, el Beagle atravesó un día grandes zonas de agua fangosa muy parecida a la de un río aumentado de caudal por las lluvias; otra vez, a 50 millas de tierra y a un grado al sur de Valparaíso, tuvimos ocasión de ver el mismo colorido en un espacio aún más extenso. Este agua, puesta en un vaso, presentaba un matiz rojizo pálido; examinándola con el microscopio, veíase llena de animalillos, que iban en todas direcciones y a menudo hacían explosión. Presentan una forma oval; están estrangulados en su parte media por un anillo de pestañas vibrátiles curvas. Sin embargo, es muy difícil examinarlos bien, pues en cuanto cesan de moverse, hasta en el momento de cruzar por el campo visual del microscopio, hacen explosión. Algunas veces estallan al mismo tiempo ambas extremidades y otras una sola de ellas; de su cuerpo sale cierta cantidad de materia granulosa grosera y pardusca. Un momento antes de estallar el animal se hincha hasta hacerse doble de grueso que en el estado normal, y la explosión ocurre unos quince segundos después de haber cesado el movimiento rápido de propulsión hacia adelante; en algunos casos, un movimiento rotatorio alrededor del eje rotatorio precede algunos instantes a la explosión. Unos dos minutos después de haber sido aislados, por grande que sea su número, en una gota de agua, perecen todos de la manera que acabo de indicar. Estos animales se mueven con el extremo más estrecho hacia adelante; sus pestañas vibrátiles les comunican el movimiento, y suelen caminar con saltos rápidos. Son en extremo pequeños, y absolutamente invisibles a simple vista; en efecto, sólo ocupan una milésima de pulgada cuadrada. Existen en infinito número, pues la más pequeña gota de agua contiene una cantidad grandísima. En un solo día atravesamos dos puntos donde el agua tenía ese color, y uno de ellos ocupaba una superficie de varias millas cuadradas. ¡Cuál será, pues, el número de esos animale microscópicos! Vista el agua a alguna distancia, tiene un color rojo análogo al de la de un río que cruza por una comarca donde hay cretas rojizas; en el espacio donde se proyectaba la sombra del buque, el agua adquiría un matiz tan intenso como el chocolate; por último, podía distinguirse con claridad la línea donde se juntaban el agua roja y el agua azul. Desde algunos días antes el tiempo estaba muy tranquilo y el océano rebosaba, digámoslo así, de criaturas vivientes. ...

En la línea 1035
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Cuando estaba sola lloraba de pena; pero delante del aya, de los criados y del hombre, lloraba de rabia. ...

En la línea 1386
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Siempre que podía se escapaba de casa; corría sola por los prados, entraba en las cabañas donde la conocían y acariciaban, sobre todo los perros grandes; solía comer con los pastores. ...

En la línea 1619
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Una tarde de otoño, después de admitir una copa de cumín que su padre quiso que bebiera detrás del café, Anita salió sola, con el proyecto de empezar a escribir un libro, allá arriba, en la hondonada de los pinos que ella conocía bien; era una obra que días antes había imaginado, una colección de poesías A la Virgen. ...

En la línea 1668
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Ana, la hija de la modista, había caído en cama; estaba sola, en poder de criados; no había más remedio que ir a recogerla. ...

En la línea 184
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Rosario debía de estar muy sola en su dolor. ...

En la línea 528
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Ni una sola vez nombró a Rosaura. ...

En la línea 956
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Esta expedición francesa—dijo Borja—no pudo ser más fácil ni proporcionar mayores placeres. Tan imponente número de guerreros atravesó la mayor parte de Italia sin esgrimir sus armas, pudiendo entregarse finalmente en Nápoles a la más ruidosa de las orgías. Sólo a la vuelta, al salir de la península, tuvieron que pelear una sola vez, con verdadero empeño, para abrirse paso. En realidad, la tal campaña merece el nombre de guerra de la fornicación. No hicieron otra cosa el joven rey de Francia, apodado el Cabezudo , por su fealdad, y los treinta mil hombres de su ejército. ...

En la línea 963
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Este hijo de español nacido en Roma empezó a mostrar un orgullo italiano, del que parecían desprovistos los más de sus compatriotas. Ya que todos se sometían al invasor y numerosas mujeres aumentaban tal bajeza con su liviandad escandalosa, él seria el único en protestar por medio de las armas. Y la sola resistencia que encontraron los franceses antes de su llegada a la frontera de Nápoles fue la de Orvieto. Contra su ciudadela chocaron inútilmente las olas de la invasión, teniendo que seguir adelante. ...

En la línea 1028
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —En este suceso nadie está de acuerdo y no existe una sola verdad. Cada cual sostiene la suya. Durante varios siglos, la terrible dolencia propagada por la expedición de Carlos Octavo ha tenido un origen denigrante para el vecino, según se hablase de ella a un lado o a otro de los Alpes. Los italianos la llaman aún mal francés o mal gálico, y los franceses la conocieron con el nombre de mal napolitano. ...

En la línea 469
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Confieso que la Revolución causó muchas víctimas y que aún hoy el mantenimiento de sus reformas exige ciertas precauciones que tal vez parezcan poco humanitarias; pero ¡Qué de beneficios nos trajo!… Hace cincuenta años que gobiernan las mujeres, y no ha habido una sola guerra ni asomo de motivo capaz de provocarla en lo futuro. Hemos suprimido las dos calamidades que excitaban la brutalidad de los hombres: la guerra y el alcohol. Nuestros gobiernos se suceden provocando luchas de palabra únicamente: sin choques sangrientos y sin revoluciones. Jamás fue tan bien administrada la fortuna pública. ...

En la línea 1419
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El destacamento de soldados que vivaqueaba antes entre el puerto y la playa había desaparecido. Sobre su cabeza no vio una sola máquina voladora ni sus ojos encontraron ningún buque enfrente de él. Salían de la ciudad verdaderas nubes de aviones, algunos de ellos enormes hasta el punto de poder transportar varios centenares de pasajeros. Pero todos se alejaban en dirección opuesta, y lo mismo hacían las escuadras de buques que abandonaban el puerto. ...

En la línea 95
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... El llamado Estupiñá debía de ser indispensable en todas las tertulias de tiendas, porque cuando no iba a la de Arnaiz, todo se volvía preguntar: «Y Plácido, ¿qué es de él?». Cuando entraba le recibían con exclamaciones de alegría, pues con su sola presencia animaba la conversación. En 1871 conocí a este hombre, que fundaba su vanidad en haber visto toda la historia de España en el presente siglo. Había venido al mundo en 1803 y se llamaba hermano de fecha de Mesonero Romanos, por haber nacido, como este, el 19 de Julio del citado año. Una sola frase suya probará su inmenso saber en esa historia viva que se aprende con los ojos: «Vi a José I como le estoy viendo a usted ahora». Y parecía que se relamía de gusto cuando le preguntaban: «¿Vio usted al duque de Angulema, a lord Wellington?… ». «Pues ya lo creo». Su contestación era siempre la misma: «Como le estoy viendo a usted». Hasta llegaba a incomodarse cuando se le interrogaba en tono dubitativo. «¡Que si vi entrar a María Cristina!… Hombre, si eso es de ayer… ». Para completar su erudición ocular, hablaba del aspecto que presentaba Madrid el 1.º de Septiembre de 1840, como si fuera cosa de la semana pasada. Había visto morir a Canterac; ajusticiar a Merino, «nada menos que sobre el propio patíbulo», por ser él hermano de la Paz y Caridad; había visto matar a Chico… , precisamente ver no, pero oyó los tiritos, hallándose en la calle de las Velas; había visto a Fernando VII el 7 de Julio cuando salió al balcón a decir a los milicianos que sacudieran a los de la Guardia; había visto a Rodil y al sargento García arengando desde otro balcón, el año 36; había visto a O'Donnell y Espartero abrazándose, a Espartero solo saludando al pueblo, a O'Donnell solo, todo esto en un balcón, y por fin, en un balcón había visto también en fecha cercana a otro personaje diciendo a gritos que se habían acabado los Reyes. La historia que Estupiñá sabía estaba escrita en los balcones. ...

En la línea 95
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... El llamado Estupiñá debía de ser indispensable en todas las tertulias de tiendas, porque cuando no iba a la de Arnaiz, todo se volvía preguntar: «Y Plácido, ¿qué es de él?». Cuando entraba le recibían con exclamaciones de alegría, pues con su sola presencia animaba la conversación. En 1871 conocí a este hombre, que fundaba su vanidad en haber visto toda la historia de España en el presente siglo. Había venido al mundo en 1803 y se llamaba hermano de fecha de Mesonero Romanos, por haber nacido, como este, el 19 de Julio del citado año. Una sola frase suya probará su inmenso saber en esa historia viva que se aprende con los ojos: «Vi a José I como le estoy viendo a usted ahora». Y parecía que se relamía de gusto cuando le preguntaban: «¿Vio usted al duque de Angulema, a lord Wellington?… ». «Pues ya lo creo». Su contestación era siempre la misma: «Como le estoy viendo a usted». Hasta llegaba a incomodarse cuando se le interrogaba en tono dubitativo. «¡Que si vi entrar a María Cristina!… Hombre, si eso es de ayer… ». Para completar su erudición ocular, hablaba del aspecto que presentaba Madrid el 1.º de Septiembre de 1840, como si fuera cosa de la semana pasada. Había visto morir a Canterac; ajusticiar a Merino, «nada menos que sobre el propio patíbulo», por ser él hermano de la Paz y Caridad; había visto matar a Chico… , precisamente ver no, pero oyó los tiritos, hallándose en la calle de las Velas; había visto a Fernando VII el 7 de Julio cuando salió al balcón a decir a los milicianos que sacudieran a los de la Guardia; había visto a Rodil y al sargento García arengando desde otro balcón, el año 36; había visto a O'Donnell y Espartero abrazándose, a Espartero solo saludando al pueblo, a O'Donnell solo, todo esto en un balcón, y por fin, en un balcón había visto también en fecha cercana a otro personaje diciendo a gritos que se habían acabado los Reyes. La historia que Estupiñá sabía estaba escrita en los balcones. ...

En la línea 99
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Era muy fino con las señoras de alto copete. Su afabilidad tenía tonos como este: «¿La cúbica? Sí que la hay. ¿Ve usted la pieza allá arriba? Me parece, señora, que no es lo que usted busca… digo, me parece; no es que yo me quiera meter… Ahora se estilan rayaditas: de eso no tengo. Espero una remesa para el mes que entra. Ayer vi a las niñas con el Sr. D. Cándido. Vaya, que están creciditas. ¿Y cómo sigue el señor mayor? ¡No le he visto desde que íbamos juntos a la bóveda de San Ginés!»… Con este sistema de vender, a los cuatro años de comercio se podían contar las personas que al cabo de la semana traspasaban el dintel de la tienda. A los seis años no entraban allí ni las moscas. Estupiñá abría todas las mañanas, barría y regaba la acera, se ponía los manguitos verdes y se sentaba detrás del mostrador a leer el Diario de Avisos. Poco a poco iban llegando los amigos, aquellos hermanos de su alma, que en la soledad en que Plácido estaba le parecían algo como la paloma del arca, pues le traían en el pico algo más que un ramo de oliva, le traían la palabra, el sabrosísimo fruto y la flor de la vida, el alcohol del alma, con que apacentaba su vicio… Pasábanse el día entero contando anécdotas, comentando sucesos políticos, tratando de tú a Mendizábal, a Calatrava, a María Cristina y al mismo Dios, trazando con el dedo planes de campaña sobre el mostrador en extravagantes líneas tácticas; demostrando que Espartero debía ir necesariamente por aquí y Villarreal por allá; refiriendo también sucedidos del comercio, llegadas de tal o cual género; lances de Iglesia y de milicia y de mujeres y de la corte, con todo lo demás que cae bajo el dominio de la bachillería humana. A todas estas el cajón del dinero no se abría ni una sola vez, y a la vara de medir, sumida en plácida quietud, le faltaba poco para reverdecer y echar flores como la vara de San José. Y como pasaban meses y meses sin que se renovase el género, y allí no había más que maulas y vejeces, el trueno fue gordo y repentino. Un día le embargaron todo, y Estupiñá salió de la tienda con tanta pena como dignidad. ...

En la línea 106
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Fuera del platicar, Estupiñá no tenía ningún vicio, ni se juntó jamás con personas ordinarias y de baja estofa. Una sola vez en su vida tuvo que ver con gente de mala ralea, con motivo del bautizo del chico de un sobrino suyo, que estaba casado con una tablajera. Entonces le ocurrió un lance desagradable del cual se acordó y avergonzó toda su vida; y fue que el pillete del sobrinito, confabulado con sus amigotes, logró embriagarle, dándole subrepticiamente un Chinchón capaz de marear a una piedra. Fue una borrachera estúpida, la primera y última de su vida; y el recuerdo de la degradación de aquella noche le entristecía siempre que repuntaba en su memoria. ¡Infames, burlar así a quien era la misma sobriedad! Me le hicieron beber con engaño evidente aquellas nefandas copas, y después no vacilaron en escarnecerle con tanta crueldad como grosería. Pidiéronle que cantara la Pitita, y hay motivos para creer que la cantó, aunque él lo niega en redondo. En medio del desconcierto de sus sentidos, tuvo conciencia del estado en que le habían puesto, y el decoro le sugirió la idea de la fuga. Echose fuera del local pensando que el aire de la noche le despejaría la cabeza; pero aunque sintió algún alivio, sus facultades y sentidos continuaban sujetos a los más garrafales errores. Al llegar a la esquina de la Cava de San Miguel, vio al sereno; mejor dicho, lo que vio fue el farol del sereno, que andaba hacia la rinconada de la calle de Cuchilleros. Creyó que era el Viático, y arrodillándose y descubriéndose, según tenía por costumbre, rezó una corta oración y dijo: «¡que Dios le dé lo que mejor le convenga!». Las carcajadas de sus soeces burladores, que le habían seguido, le volvieron a su acuerdo, y conocido el error, se metió a escape en su casa, que a dos pasos estaba. Durmió, y al día siguiente como si tal cosa. Pero sentía un remordimiento vivísimo que por algún tiempo le hacía suspirar y quedarse meditabundo. Nada afligía tanto su honrado corazón como la idea de que Barbarita se enterara de aquel chasco del Viático. Afortunadamente, o no lo supo, o si lo supo no se dio nunca por entendida. ...

En la línea 260
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... El mantelero hereditario se la llevó con reverente actitud y sin una sola palabra o protesta de ninguna suerte. ...

En la línea 311
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Su garrote se estrelló en la cabeza del mediador. Se oyó un gemido, una forma opaca se hundió en tierra entre los pies de la muchedumbre, y un momento después yacía sola en la oscuridad. La turba continuó, sin que su diversión fuera perturbada por este episodio. ...

En la línea 393
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Volvamos al interior del Ayuntamiento. De pronto, por encima de la alegre algazara de la fiesta, se dejó oír el repique de un clarín. Al instante se hizo el silencio; luego se alzó una sola voz –la del mensajero del palacio—, el cual empezó a correr una proclama, toda la multitud en pie, atenta. Las últimas palabras, solemnemente pronunciadas, fueron: ...

En la línea 406
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... '¡Ah! pensó–. ¡Qué grande y qué extraño parece! ¡Soy rey!' Nuestros dos amigos se abrieron lentamente camino por entre la muchedumbre que llenaba el puente. Esta construcción, que tenía más de seiscientos años de vida sin haber dejado de ser un lugar bullicioso y muy poblado, era curiosísima, por que una hilera completa de tiendas y almacenes, con habitaciones para familias encima, se extendía a ambos lados y de, una a otra orilla del río. El puente era en sí mismo una especie de ciudad, que tenía sus posadas, cervecerías, panaderías, mercados, industrias manufactureras y hasta su iglesia. Miraba a los dos vecinos que ponía en comunicación –Londres y Southwark–, considerándolos buenos como suburbios, pero por lo demás sin particular importancia. Era una comunidad cerrada, por decirlo así, una ciudad estrecha con una sola calle de un quinto de milla de largo, y su población no era sino la población de una aldea. Todo el mundo en ella conocía íntimamente a sus vecinos, como había tenido antes conocimiento de sus padres y de sus madres, y conocía además todos sus pequeños asuntos familiares. Contaba con una aristocracia, por supuesto, con sus distinguidas y viejas famillas de carniceros, de panaderos y otros por el estilo, que venían ocupando las mismas tiendas desde hacía quinientos o seiscientos años, y sabían la gran historia del puente desde el principio al fin, con todas sus misteriosas leyendas. Eran familias que hablaban siempre en lenguaje del puente, tenían ideas propias del puente, mentían a boca llena y sin titubear, de una manera emanada de su vida en el puente. Era aquella una clase de población que había de ser por fuerza mezquina, ignorante y engreída. Los niños nacían en el puente, eran educados en él, en él llegaban a viejos y, finalmente, en él morían sin haber puesto los pies en otra parte del mundo que no fuera el Puente de Londres. Aquella gente tenía que pensar, por razón natural, que la copiosa e interminable procesión que circulaba por su calle noche y día, con su confusa algarabía de voces y gritos, sus relinchos, sus balidos y su ahogado patear, era la casa más extraordinaria del mundo, y ellos mismos, en cierto modo, los propietarios de todo aquello. Y tales eran, en efecto –o por lo menos como tales podían considerarse desde sus ventanas, y así lo hacían mediante su alquiler–, cada vez que un rey o un héroe que volvía daba ocasión a algunos festejos, porque no había sitio como aquél para poder contemplar sin interrupción las columnas en marcha. ...

En la línea 339
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Pero ¿usted no cree, señora –le preguntó Augusto–, que sería bueno que no hubiese sino una sola lengua? ...

En la línea 341
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Sí, señor –dijo con firmeza la tía–; una sola lengua: el castellano, y a lo sumo el bable para hablar con las criadas que no son racionales. ...

En la línea 343
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Ahora, si es en teoría –añadió–, no me parece mal que haya una sola lengua. Porque este mi marido, en teoría, es hasta enemigo del matrimonio… ...

En la línea 467
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Porque hasta que no llegue el día feliz en que el esperanto sea la única lengua, ¡una sola para toda la humanidad!, hay que escribir el castellano con ortografía fonética. ¡Nada de ces!, ¡guerra a la ce! Za, ze, zi, zo, zu con zeta, y ka, ke, ki, ko, ku con ka. ¡Y fuera las haches! ¡La hache es el absurdo, la reacción, la autoridad, la edad media, el retroceso! ¡Guerra a la hache! ...

En la línea 321
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Era una jovencita de diecisiete años, de estatura pequeña, pero muy esbelta y elegante, con la cintura tan estrecha que una sola mano suya podía abarcarla. Su piel era rosada y fresca como rosa recién abierta, sus ojos azules como las aguas del mar, sus rubios cabellos parecían una lluvia de oro. ...

En la línea 427
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Usted aquí sola! —exclamó. ...

En la línea 832
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Si pudiera dormirme y despertar en Labuán! ¡Mariana sola en Labuán! Los celos me matan… ¡Quizás mientras yo estoy aquí la corteja el baronet! ...

En la línea 849
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... De sus bocas no salió ni un lamento, ni una sola queja por sus compañeros, sus hermanos, sus hijos, sus padres, muertos en la desastrosa expedición. Pero brotaban de cuando en cuando gritos tremendos. ...

En la línea 424
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... El hombre de ojos dulces y serenos me escuchó tranquilamente, cortésmente incluso, y con una notable atención. Pero nada en su rostro indicaba que hubiera comprendido mi historia. Cuando la hube terminado, no pronunció una sola palabra. ...

En la línea 447
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Éste es el inconveniente de no conocer todas las lenguas, o la desventaja de que no exista una sola -respondió Conseil. ...

En la línea 555
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Así, pues, dudé mucho, pero al fin pensé que mi interés podía conciliarse con esa piedad natural a la que todo ser humano tiene derecho. Permanecerán ustedes a bordo, puesto que la fatalidad les ha traído aquí. Serán ustedes libres, y a cambio de esa libertad, muy relativa por otra parte, yo no les impondré más que una sola condición. Su palabra de honor de someterse a ella me bastará. ...

En la línea 559
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Aceptamos -respondí-. Pero permítame hacerle una pregunta, una sola. ...

En la línea 279
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... El sargento se despidió cortésmente de las damas y se separó del señor Pumblechook como de un amigo muy querido, aunque sospecho que no habría apreciado en tan alto grado los méritos de aquel caballero en condiciones más áridas, en vez del régimen húmedo de que había gozado. Sus hombres volvieron a tomar las armas de fuego y salieron. El señor Wopsle, Joe y yo recibimos la orden de ir a retaguardia y de no pronunciar una sola palabra en cuanto llegásemos a los marjales. Cuando ya estuvimos en el frío aire de la tarde y nos dirigíamos rápidamente hacia el objeto de nuestra excursión, yo, traicioneramente, murmuré al oído de Joe: ...

En la línea 374
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — En fin - añadió Joe -. Alguien debe cuidar de que hierva la olla, porque sola no se pone por sí misma al fuego y llena de comida. ¿No te parece? ...

En la línea 1085
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Cuando dije que solamente había ido a ver cómo estaba la señorita Havisham, fue evidente que Sara deliberó acerca de si me permitiría o no la entrada, pero, no atreviéndose a asumir la responsabilidad, me dejó entrar, y poco después me comunicó la seca orden de que subiera. Nada había cambiado, y la señorita Havisham estaba sola. ...

En la línea 1144
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... A la sazón, mi hermana no se quedaba nunca sola; pero Joe se encargó, con mucho gusto, de cuidarla aquel domingo cuando Biddy y yo salimos juntos. Entonces corría el verano y el tiempo era espléndido. Cuando dejamos atrás el pueblo, la iglesia y el cementerio y nos encontramos en los marjales y vimos las velas de los barcos que navegaban, empecé a combinar en mis esperanzas a la señorita Havisham y a Estella, como solía. Así que llegamos a la orilla del río nos sentamos, mientras el agua se rizaba a nuestros pies, contribuyendo así a aumentar la paz y la tranquilidad del ambiente mucho más que si no hubiese habido el menor ruido. Entonces resolví que el lugar y la ocasión eran propicios para admitir a Biddy en mis confidencias más secretas. ...

En la línea 103
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Joven ‑continuó mientras volvía a erguirse‑, creo leer en su semblante la expresión de un dolor. Apenas le he visto entrar, he tenido esta impresión. Por eso le he dirigido la palabra. Si le cuento la historia de mi vida no es para divertir a estos ociosos, que, además, ya la conocen, sino porque deseo que me escuche un hombre instruido. Sepa usted, pues, que mi esposa se educó en un pensionado aristocrático provincial, y que el día en que salió bailó la danza del chal ante el gobernador de la provincia y otras altas personalidades. Fue premiada con una medalla de oro y un diploma. La medalla… se vendió hace tiempo. En cuanto al diploma, mi esposa lo tiene guardado en su baúl. Últimamente se lo enseñaba a nuestra patrona. Aunque estaba a matar con esta mujer, lo hacía porque experimentaba la necesidad de vanagloriarse ante alguien de sus éxitos pasados y de evocar sus tiempos felices. Yo no se lo censuro, pues lo único que tiene son estos recuerdos: todo lo demás se ha desvanecido… Sí, es una dama enérgica, orgullosa, intratable. Se friega ella misma el suelo y come pan negro, pero no toleraría de nadie la menor falta de respeto. Aquí tiene usted explicado por qué no consintió las groserías de Lebeziatnikof; y cuando éste, para vengarse, le pegó ella tuvo que guardar cama, no a causa de los golpes recibidos, sino por razones de orden sentimental. Cuando me casé con ella, era viuda y tenía tres hijos de corta edad. Su primer matrimonio había sido de amor. El marido era un oficial de infantería con el que huyó de la casa paterna. Catalina adoraba a su marido, pero él se entregó al juego, tuvo asuntos con la justicia y murió. En los últimos tiempos, él le pegaba. Ella no se lo perdonó, lo sé positivamente; sin embargo, incluso ahora llora cuando lo recuerda, y establece entre él y yo comparaciones nada halagadoras para mi amor propio; pero yo la dejo, porque así ella se imagina, al menos, que ha sido algún día feliz. Después de la muerte de su marido, quedó sola con sus tres hijitos en una región lejana y salvaje, donde yo me encontraba entonces. Vivía en una miseria tan espantosa, que yo, que he visto los cuadros más tristes, no me siento capaz de describirla. Todos sus parientes la habían abandonado. Era orgullosa, demasiado orgullosa. Fue entonces, señor, entonces, como ya le he dicho, cuando yo, viudo también y con una hija de catorce años, le ofrecí mi mano, pues no podía verla sufrir de aquel modo. El hecho de que siendo una mujer instruida y de una familia excelente aceptara casarse conmigo, le permitirá comprender a qué extremo llegaba su miseria. Aceptó llorando, sollozando, retorciéndose las manos; pero aceptó. Y es que no tenía adónde ir. ¿Se da usted cuenta, señor, se da usted cuenta exacta de lo que significa no tener dónde ir? No, usted no lo puede comprender todavía… Durante un año entero cumplí con mi deber honestamente, santamente, sin probar eso ‑y señalaba con el dedo la media botella que tenía delante‑, pues yo soy un hombre de sentimientos. Pero no conseguí atraérmela. Entre tanto, quedé cesante, no por culpa mía, sino a causa de ciertos cambios burocráticos. Entonces me entregué a la bebida… Ya hace año y medio que, tras mil sinsabores y peregrinaciones continuas, nos instalamos en esta capital magnífica, embellecida por incontables monumentos. Aquí encontré un empleo, pero pronto lo perdí. ¿Comprende, señor? Esta vez fui yo el culpable: ya me dominaba el vicio de la bebida. Ahora vivimos en un rincón que nos tiene alquilado Amalia Ivanovna Lipevechsel. Pero ¿cómo vivimos, cómo pagamos el alquiler? Eso lo ignoro. En la casa hay otros muchos inquilinos: aquello es un verdadero infierno. Entre tanto, la hija que tuve de mi primera mujer ha crecido. En cuanto a lo que su madrastra la ha hecho sufrir, prefiero pasarlo por alto. Pues Catalina Ivanovna, a pesar de sus sentimientos magnánimos, es una mujer irascible e incapaz de contener sus impulsos… Sí, así es. Pero ¿a qué mencionar estas cosas? Ya comprenderá usted que Sonia no ha recibido una educación esmerada. Hace muchos años intenté enseñarle geografía e historia universal, pero como yo no estaba muy fuerte en estas materias y, además, no teníamos buenos libros, pues los libros que hubiéramos podido tener… , pues… , ¡bueno, ya no los teníamos!, se acabaron las lecciones. Nos quedamos en Ciro, rey de los persas. Después leyó algunas novelas, y últimamente Lebeziatnikof le prestó La Fisiología, de Lewis. Conoce usted esta obra, ¿verdad? A ella le pareció muy interesante, e incluso nos leyó algunos pasajes en voz alta. A esto se reduce su cultura intelectual. Ahora, señor, me dirijo a usted, por mi propia iniciativa, para hacerle una pregunta de orden privado. Una muchacha pobre pero honesta, ¿puede ganarse bien la vida con un trabajo honesto? No ganará ni quince kopeks al día, señor mío, y eso trabajando hasta la extenuación, si es honesta y no posee ningún talento. Hay más: el consejero de Estado Klopstock Iván Ivanovitch… , ¿ha oído usted hablar de él… ?, no solamente no ha pagado a Sonia media docena de camisas de Holanda que le encargó, sino que la despidió ferozmente con el pretexto de que le había tomado mal las medidas y el cuello le quedaba torcido. ...

En la línea 143
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... La ahumada puertecilla que daba al último rellano estaba abierta. Un cabo de vela iluminaba una habitación miserable que medía unos diez pasos de longitud. Desde el vestíbulo se la podía abarcar con una sola mirada. En ella reinaba el mayor desorden. Por todas partes colgaban cosas, especialmente ropas de niño. Una cortina agujereada ocultaba uno de los dos rincones más distantes de la puerta. Sin duda, tras la cortina había una cama. En el resto de la habitación sólo se veían dos sillas y un viejo sofá cubierto por un hule hecho jirones. Ante él había una mesa de cocina, de madera blanca y no menos vieja. ...

En la línea 233
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Ahora te voy a decir una cosa, mi querido Rodia. A mí me parece, por ciertas razones (que desde luego no tienen nada que ver con el carácter de Piotr Petrovitch y que tal vez son solamente caprichos de vieja), a mí me parece, repito, que lo mejor sería que, después del casamiento, yo siguiera viviendo sola en vez de instalarme en casa de ellos. Estoy completamente segura de que él tendrá la generosidad y la delicadeza de invitarme a no vivir separada de mi hija, y sé muy bien que, si todavía no ha dicho nada, es porque lo considera natural; pero yo no aceptaré. He observado en más de una ocasión que los yernos no suelen tener cariño a sus suegras, y yo no sólo no quiero ser una carga para nadie, sino que deseo vivir completamente libre mientras me queden algunos recursos y tenga hijos como Dunetchka y tú. ...

En la línea 247
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »… Me gustaría saber por qué me habla mamá de las nuevas generaciones. ¿Lo habrá hecho sencillamente para caracterizar al personaje o con la segunda intención de que me sea simpático el señor Lujine… ? ¡Las muy astutas! Otra cosa que me gustaría aclarar es hasta qué punto han sido francas una con otra aquel día decisivo, aquella noche y después de aquella noche. ¿Hablarían claramente o comprenderían las dos, sin necesidad de decírselo, que tanto una como otra tenían una sola idea, un solo sentimiento y que las palabras eran inútiles? Me inclino por esta última hipótesis: es la que la carta deja entrever. ...

En la línea 273
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ¿Y después de esto quiere que no sea fatalista? Recuerde lo que le dije anteayer, en Schlangenberg, cuando me retó: “Diga una sola palabra y me arrojo al abismo. “ Si hubiese dicho esa palabra, me hubiera precipitado en él. ¿Puede usted dudar de ello? ...

En la línea 417
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Segunda: ¿Qué influencia ejerce este francés sobre Paulina? A una sola palabra suya hace todo lo que él quiere, ha escrito una carta e incluso me ha dirigido un “ruego”. Cierto que desde el principio sus relaciones me han parecido siempre un enigma. Pero, no obstante, en estos últimos tiempos noté en ella una aversión pronunciada y casi desprecio hacia él, y él por su parte lo ignora y se muestra poco cortés. Me he fijado ya en todo eso. Paulina misma me habla de su aversión. Se le han escapado palabras significativas… Él la domina, la tiene esclavizada… ...

En la línea 429
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Hablé durante media hora y esto me producía un placer muy grande. ¡Era la primera vez que me desahogaba! Habiendo notado su turbación al oírme decir ciertas frases apasionadas, aumentaba deliberadamente el ardor de mi relato. De una sola cosa me arrepiento: quizás hablé demasiado respecto al francés. ...

En la línea 458
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —No vale la pena tampoco fijarse en ello… Con el consiguiente disgusto del público correcto se las tolera aquí. Por lo menos a las que cambian todos los días en la mesa billetes de mil francos. Por otra parte, en cuanto dejan de cambiar billetes, se les ruega que se retiren. La señorita Zelma continuó cambiando, pero fue todavía más desgraciada. Advierte usted que esas señoras tienen a menudo suerte. Poseen un sorprendente dominio de sí mismas. En fin, mi historia termina aquí. Un día el conde desapareció, igual que el príncipe. La señorita Zelma fue a jugar sola por la noche. Aquella vez no hubo quien le ofreciera el brazo. En dos días quedó completamente arruinada. Después de arriesgar y perder su último luis de oro, miró en torno y vio al barón de Wurmenheim, que la examinaba con una atención indignada. Pero la señorita Zelma no reparó en esa indignación y, dirigiéndose al barón, con una sonrisa profesional, le rogó apostase por ella diez luises al rojo. Poco después, y debido a una denuncia de la baronesa, fue invitada a no dejarse ver más por el casino. ¿Le extraña tal vez que yo conozca todos esos escandalosos detalles? Los sé por Mr. Fider, mi pariente, que condujo, aquella noche misma, en su coche, a la señorita Zelma. Ahora comprenda usted: la señorita Blanche quiere ser generala, sin duda para no volver a caer en semejantes desgracias. Ahora no juega ya, tiene un capital que presta a los jugadores mediante usura. Es mucho más práctico. Sospecho que el desgraciado general es uno de sus deudores. Des Grieux quizá también, a menos que vayan a medias. Comprenderá usted que hasta después de haberse casado no desee llamar la atención del barón ni de la baronesa. En su situación, nada tiene que ganar con un escándalo. Usted está relacionado con su casa y sus actos pueden provocar escándalo, con mayor motivo porque ella se exhibe cada día en público del brazo del general o con miss Paulina. ¿Comprende usted ahora? ...

En la línea 566
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Pero una hora después, cuando estuvo ya sola en su cuarto, lloró. Era, ya lo hemos dicho, su primer amor. Se había entregado a Tholomyès como a un marido, y la pobre joven tenía una hija. ...

En la línea 1018
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Independientemente del objetivo severo y religioso que se proponía en sus acciones, todo lo que había hecho hasta aquel día no había tenido más fin que el de ahondar una fosa para enterrar en ella su nombre. Lo que siempre había temido en sus horas de reflexión, en sus noches de insomnio, era oír pronunciar ese nombre; se decía que eso sería el fin de todo; que el día en que ese nombre reapareciera, haría desaparecer su nueva vida, y quién sabe si también su nueva alma. La sola idea de que esto ocurriera lo hacía temblar. ...

En la línea 1276
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Hermana -dijo-, ¿estáis sola? ...

En la línea 147
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Dejé a Carmen en buenas manos y partí con Blanca, loca de contento a la sola idea de meterse en un tren. ...

En la línea 61
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Eran las amigas de Lucía Rosarito, la hija de la fondista doña Agustina; Carmen, la sobrina del magistral, y varias doncellas de análoga posición, entre las cuales muchas soñaban con el blando sosiego, con la apacible uniformidad de la vida conventual, y hacían pintura tentadora de las delicias del claustro, del sentimiento suavísimo del día de la profesión, cuando coronadas de flores bajo el cándido velo, se ofreciesen a Cristo, con el refinado dulzor de añadir: «para siempre, para siempre». Oíalas Lucía sin que una sola fibra de su ser respondiese, vibrando, a aquel ideal. La vida activa la llamaba con voces enérgicas y profundas. No obstante, tampoco la inspiraban deseo de imitarlas otras compañeras suyas, a quienes veía esconder furtivamente en el corpiño la cartita, o asomarse al balcón prontas, ruborizadas y ansiosas. En su infancia, prolongada por la inocencia y la radiante salud, no cabían más placeres que correr por las alamedas que a León rodean, brincar con regocijo, cual pudiera adolescente ninfa retozando por los valles helenos. ...

En la línea 116
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Yo -dijo- no tengo bienes de fortuna; poseo mi carrera, eso sí (Miranda había aprovechado los primeros años de su juventud haciéndose licenciado en Derecho, como suele la mayoría de los españoles), y si el destino me faltase, me sobran ánimos para trabajar y abrir bufete con muy lucida clientela en Madrid. Deseo que mi mujer goce de cómoda posición, pero para ella, por ella sola; nada para mí; yo me basto a mí mismo. La diferencia de caudal me retrajo mucho tiempo de pedir a Lucía; pero pudo más el afecto que me inspira tan preciosa e inocente criatura… Así y todo, a no asegurarme Colmenar que usted es persona desinteresada y de ánimo generoso, no me decidiera nunca… ...

En la línea 201
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Quedose Lucía sola, cerrados ya los ojos, embargadas por grato sopor las potencias. Fuese el movimiento del tren, fuese el insomnio de las vísperas nupciales, fuese el hábito de acostarse en León a aquella misma hora de diez y media de la noche, o todas estas cosas juntas, ello es que el sueño caía sobre ella como un manto de plomo. Aflojábanse sus tirantes nervios, y corría por sus venas esa inexplicable sensación de calor rítmico, que anuncia que el curso de la sangre regulariza, y que el reposo comienza. Hizo Lucía la señal de la cruz, entre dos bostezos, murmuró un Padrenuestro y un Avemaría, y dio principio a una oración aprendida en el devocionario, y escrita en detestables versos, que comienza: ...

En la línea 228
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Al cual no dejó de parecer extraña y desusada cosa -así que, cesando de contemplar las tinieblas, convirtió la vista al interior del departamento- el que aquella mujer, que tan a su sabor dormía, se hubiese metido allí en vez de irse a un reservado de señoras. Y a esta reflexión siguió una idea, que le hizo fruncir el ceño y contrajo sus labios con una sonrisa desdeñosa. No obstante, la segunda mirada que fijó en Lucía le inspiró distintos y más caritativos pensamientos. La luz del reverbero, cuya cortina azul descorrió para mejor examinar a la durmiente, la hería de lleno; pero según el balanceo del tren, oscilaba, y tan pronto, retirándose, la dejaba en sombra, como la hacía surgir, radiante, de la obscuridad. Naturalmente se concentraba la luz en los puntos más salientes y claros de su rostro y cuerpo. La frente, blanca como un jazmín, los rosados pómulos, la redonda barbilla, los labios entreabiertos que daban paso al hálito suave, dejando ver los nacarinos dientes, brillaban al tocarlos la fuerte y cruda claridad; la cabeza la sostenía con un brazo, al modo de las bacantes antiguas, y su mano resaltaba entre las obscuridades del cabello, mientras la otra pendía, en el abandono del sueño, descalza de guante también, luciendo en el dedo meñique la alianza, y un poco hinchadas las venas, porque la postura agolpaba allí la sangre. Cada vez que el cuerpo de Lucía entraba en la zona luminosa, despedían áureo destello los botones de cincelado metal, encendiéndose sobre el paño marrón del levitín, y se entreveía, a trechos de la revuelta falda, orlada de menudo volante a pliegues, algo del encaje de las enaguas, y el primoroso zapato de bronceada piel, con curvo tacón. Desprendíase de toda la persona de aquella niña dormida aroma inexplicable de pureza y frescura, un tufo de honradez que trascendía a leguas. No era la aventurera audaz, no la mariposuela de vuelo bajo que anda buscando una bujía donde quemarse las alas; y el viajero, diciéndose esto a sí mismo, se asombraba de tan confiado sueño, de aquella criatura que descansaba tranquila, sola, expuesta a un galanteo brutal, a todo género de desagradables lances; y se acordaba de una estampa que había visto en magnífica edición de fábulas ilustradas, y que representaba a la Fortuna despertando al niño imprevisor aletargado al borde del pozo. Ocurriósele de pronto una hipótesis: acaso la viajera fuese una miss inglesa o norteamericana, provista de rodrigón y paje con llevar en el bolsillo un revólver de acero de seis tiros. Pero aunque era Lucía fresca y mujerona como una Niobe, tipo muy común entre las señoritas yankees, mostraba tan patente en ciertos pormenores el origen español, que hubo de decirse a sí mismo el que la consideraba: «no tiene pizca de traza de extranjera.» Mirola aun buen rato, como buscando en su aspecto la solución del enigma; hasta que al fin, encogiéndose levemente de hombros, como el que exclamase: «¿Qué me importa a mí, en resumen?», tomó de su maletín un libro y probó a leer; pero se lo impidió el fulgor vacilante que a cada vaivén del coche jugaba a embrollar los caracteres sobre la blanca página. Se arrimó nuevamente entonces el viajero a los helados cristales, y se quedó así, inmóvil, meditabundo. ...

En la línea 669
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... 'Su brillante cabellera, regularmente dividida en dos partes, sirve de cerco a los contornos armoniosos de sus mejillas delicadas y blancas, brillantes de lustre y de frescura. Sus cejas de ébano tienen la forma y la fuerza del arco de Kama, dios del amor, y bajo sus pestañas sedosas, en la pupila negra de sus grandes ojos límpidos, nadan como en los lagos sagrados del Himalaya los más puros reflejos de la celeste luz. Finos, iguales y blancos, sus dientes resplandecen entre la sonrisa de sus labios, como gota de rocío en el seno medio cerrado de una flor de granado. Sus lindas orejas de curvas simétricas, sus manos sonrosadas, sus piececitos arqueados y tiernos como las yemas del lotus, brillan con el resplandor de las más bellas perlas de Ceylán, de los más bellos diamantes de Golconda. Su delgada y flexible cintura que puede abarcarse con una sola mano, realza la elegante configuración de sus redondeadas caderas y la riqueza de su busto, en que la juventud en flor ostenta sus más perfectos tesoros; y bajo los pliegues sedosos de su túnica, parece haber sido modelada en plata por la mano divina de Vicvacarma, el escultor eterno.' ...

En la línea 799
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... En última instancia, Fix estaba decidido a revelárselo todo a Picaporte, dándole a conocer el amo a quien servía y del cual no era ciertamente cómplice. Picaporte, con esta revelación, debería creerse comprometido, y entonces se pondría de parte de Fix. Pero éste era un medio aventurado que sólo podía emplearse a falta de otro. Una sola palabra dicha por Picaporte a su amo hubiera bastado para comprometer irrevocablemente el negocio. ...

En la línea 891
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Se tomó un cuarto para la joven, y Phileas Fogg cuidó que nada le faltase. Después le dijo que iba inmediatamente a ponerse en busca de los parientes en poder de quienes debía dejarla. Al mismo tiempo dio a Picaporte la orden de permanecer en el hotel hasta su regreso, para que la joven no estuviese sola. ...

En la línea 963
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Y el agente, sacando un papel de la cartera, enseñó a su compañero un nombramiento firmado por el director de la policía central. Picaporte miraba atónito a Fix, sin poder articular una sola palabra. ...

Más información sobre la palabra Sola en internet

Sola en la RAE.
Sola en Word Reference.
Sola en la wikipedia.
Sinonimos de Sola.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Sola

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