La palabra Desfile ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece desfile.
Estadisticas de la palabra desfile
Desfile es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 7199 según la RAE.
Desfile aparece de media 11.8 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la desfile en las obras de referencia de la RAE contandose 1793 apariciones .
Más información sobre la palabra Desfile en internet
Desfile en la RAE.
Desfile en Word Reference.
Desfile en la wikipedia.
Sinonimos de Desfile.

la Ortografía es divertida
Algunas Frases de libros en las que aparece desfile
La palabra desfile puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 905
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Bajo la luz acerada del amanecer veíase por sendas y caminos el desfile laborioso marchando en una sola dirección, atraído por la vida de la ciudad. ...
En la línea 1097
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Este desfile daba a la huerta valenciana algo de sabor bíblico. ...
En la línea 1677
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Batiste, sentado en una silleta de esparto en medio de la barraca, miraba con expresión estúpida el desfile de estas gentes que tanto lo habían maltratado. ...
En la línea 1822
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Esta comenzaba a ondular por el camino grande, mareándose el ataúd y su catafalco como una enorme paloma blanca entre el desfile de ropas negras y ramos verdes. ...
En la línea 914
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... En las noches de invierno, la gran muchedumbre de la miseria pululaba en las calles de las ciudades, sin pan y sin techo, como si estuviese en un desierto. Los niños lloraban de frío, ocultando las manos bajo los sobacos; las mujeres de voz aguardentosa se encogían como fieras en el quicio de una puerta, para pasar la noche; los vagabundos sin pan, miraban los balcones iluminados de los palacios o seguían el desfile de las gentes felices que, envueltas en pieles, en el fondo de sus carruajes, salían de las fiestas de la riqueza. Y una voz, tal vez la misma, repetía en sus oídos, que zumbaban de debilidad: «No esperéis nada. ¡Cristo ha muerto!» El obrero sin trabajo, al volver a su frío tugurio, donde le aguardaban los ojos interrogantes de la hembra enflaquecida, dejábase caer en el suelo como una bestia fatigada, después de su carrera de todo un día para aplacar el hambre de los suyos. «¡Pan, pan!» le decían los pequeñuelos esperando encontrarlo bajo la blusa raída. Y el padre oía la misma voz, como un lamento que borraba toda esperanza: «¡Cristo ha muerto!» Y el jornalero del campo que, mal alimentado con bazofia, sudaba bajo el sol, sintiendo la proximidad de la asfixia, al detenerse un instante para respirar en esta atmósfera de horno, se decía que era mentira la fraternidad de los hombres predicada por Jesús, y falso aquel dios que no había hecho ningún milagro, dejando los males del mundo lo mismo que los encontró al llegar a él... Y el trabajador vestido con un uniforme, obligado a matar en nombre de cosas que no conoce a otros hombres que ningún daño le han hecho, al permanecer horas y horas en un foso, rodeado de los horrores de la guerra moderna, peleando con un enemigo invisible por la distancia, viendo caer destrozados miles de semejantes bajo la granizada de acero y el estallido de las negras esferas, también pensaba con estremecimientos de disimulado terror: «¡Cristo ha muerto, Cristo ha muerto!» Sí; bien muerto estaba. Su vida no había servido para aliviar uno solo de los males que afligen a los humanos. En cambio, había causado a los pobres un daño incalculable predicándoles la humildad, infiltrando en sus espíritus la sumisión, la creencia del premio en un mundo mejor. El envilecimiento de la limosna y la esperanza de justicia ultraterrena habían conservado a los infelices en su miseria por miles de años. Los que viven a la sombra de la injusticia, por mucho que adorasen al Crucificado, no le agradecerían bastante sus oficios de guardián durante diecinueve siglos. ...
En la línea 1733
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y después de una breve detención, seguían su desfile apresuradamente, como si fuesen a alguna parte y temieran llegar con retraso. ...
En la línea 1736
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Al pasar frente al _Círculo Caballista_, aparecieron tras los cristales varias cabezas de jóvenes. Eran señoritos que seguían con inquietud mal disimulada el desfile de los huelguistas. Pero al verles pasar de largo, mostraron cierta ironía en sus ojos, recobrando la confianza en la superioridad de su casta. ...
En la línea 1745
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Después de la ruda prueba sufrida por los ricos, viendo pasar el desfile amenazante, temían éstos un reculón de la fiera, arrepentida de su magnanimidad, y todas las puertas se cerraban. ...
En la línea 303
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Cuando los cinco del Consejo Ejecutivo y el Padre de los Maestros con sus respectivos séquitos se instalaron en el estrado de honor, cesaron de sonar las trompetas, los tambores y la música, haciéndose un largo silencio. Iba a empezar el desfile de las cosas maravillosas que formaban el equipaje del Hombre-Montaña. ...
En la línea 308
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Deseosos de suprimir cuanto antes esta molestia general, los organizadores del desfile hicieron aparecer en el patio a una veintena de siervos desnudos, llevando entre ellos, muy tirante y rígida, una especie de alfombra cuadrada, de color blanco, con un ribete suavemente azul, y que ostentaba en uno de sus ángulos un jeroglífico bordado, que, según la declaración del profesor Flimnap, se componía de letras entrelazadas. ...
En la línea 316
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Tampoco el público se fijó mucho en tales explicaciones. Deseaban todos que terminase cuanto antes el desfile de los cartelones grasientos. Entre las delicadas criaturas que ocupaban las galerías altas hubo ciertos conatos de desmayo. Las matronas sacaban sus frasquitos de sales para reanimar el dolorido olfato. En el estrado de los senadores se oyó la voz del terrible Gurdilo. ...
En la línea 330
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Poco a poco cesaron los estornudos y pudo reanudarse el desfile. A partir de este incidente, pareció que el público había perdido todo interés por los objetos del gigante. Avanzaron dos portadores, uno tras del otro, llevando un fuerte palo sobre sus hombros y colgando de tal sostén el reloj de bolsillo del Hombre-Montaña. Los oyentes más cultos no necesitaron las explicaciones del inventario. Cuantos habían leído la historia del país estaban enterados de como era esta máquina primitiva de medir el tiempo que todos los colosos traían en sus visitas. ...

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Errores Ortográficos típicos con la palabra Desfile
Cómo se escribe desfile o dezfile?
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