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La palabra orden
Cómo se escribe

la palabra orden

La palabra Orden ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
El cuervo de Leopoldo Alias Clarín
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
Blancanieves de Jacob y Wilhelm Grimm
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El Señor de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
La llamada de la selva de Jack London
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece orden.

Estadisticas de la palabra orden

La palabra orden es una de las palabras más comunes del idioma Español, estando en la posición 338 según la RAE.

Orden es una palabra muy común y se encuentra en el Top 500 con una frecuencia media de 223.57 veces en cada obra en castellano

El puesto de esta palabra se basa en la frecuencia de aparición de la orden en 150 obras del castellano contandose 33982 apariciones en total.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Orden

Cómo se escribe orden o horden?
Cómo se escribe orden o orrden?

Más información sobre la palabra Orden en internet

Orden en la RAE.
Orden en Word Reference.
Orden en la wikipedia.
Sinonimos de Orden.


la Ortografía es divertida


El Español es una gran familia

Algunas Frases de libros en las que aparece orden

La palabra orden puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 901
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Colocaba la mísera comida en una cestita, luego se pasaba un peine por los pelos de un rubio claro, como si el sol hubiese devorado su color; se anudaba el pañuelo bajo la barba, y antes de salir volvíase con un cariño de hermana mayor para ver si los chicos estaban bien tapados, inquieta por esta gente menuda, que dormía en el suelo de su mismo estudi, y acostada en orden de mayor a menor desde el grandullón Batistet hasta el pequeñuelo que apenas hablaba, parecía la tubería de un órgano. ...

En la línea 730
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Sus disentimientos con doña Elvira estribaban siempre en que ella tenía sus favoritos, que rara vez eran al mismo tiempo los del hijo. Cuando él adoraba a los jesuitas, la noble hermana del marqués de San Dionisio hacía el elogio de los franciscanos, alegando la antigüedad de su orden sobre las fundaciones que habían venido después. ...

En la línea 966
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El señorito se puso de pie con resolución. ¿Mujerío?... Él lo tenía; en Matanzuela había de todo. Y empuñando una botella, dio orden a Rafael para que le acompañase a la gañanía. ...

En la línea 1391
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Registró las habitaciones del capataz: nadie. Creyó encontrar cerrada la puerta del cuarto de Mariquita; pero cedió aquélla al primer impulso. La cama estaba vacía y toda la habitación en orden, como si nadie hubiese entrado. Igual soledad en la cocina. Atravesó a tientas la vasta pieza que servía de dormitorio a los trabajadores. ¡Ni un alma! Asomó luego la cabeza en el departamento de los lagares. La luz difusa del cielo, penetrando por las ventanas, proyectaba en el suelo unas manchas de tenue claridad. Dupont, en este silencio creyó oír el sonido de una respiración, el tenue remover de alguien tendido en el suelo. ...

En la línea 1494
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Una verdadera revolución, hijo. Anda en todo esto un forastero, un muchacho al que llaman el _Madrileño_, que habla de matar a los ricos y repartirse los tesoros de la ciudad. La gente parece loca: todos creen que mañana van a triunfar y que se acaba la miseria. El _Madrileño_ emplea el nombre de Salvatierra, como si obrase por orden suya, y muchos afirman, como si le hubieran visto, que don Fernando está escondido en Jerez y se presentará en el momento de la revolución. ¿Qué sabes tú de esto?... ...

En la línea 161
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Pero antes, y por no faltar al orden, considerémosle en sus relaciones con los moribundos y su familia. ...

En la línea 252
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Como no hubiera orden expresa en contrario, y a veces aunque la hubiera, Cuervo transformaba el escenario de repente como el mejor tramoyista, y a los pocos momentos nadie reconocía la habitación en que había resonado un estertor horas antes. ...

En la línea 1033
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Las cosas van mal -dijo Athos sonriendo-, y todavía no nos harán caballeros de la orden esta vez. ...

En la línea 1168
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... A veces, Grimaud, que temía a su amo como al fuego, teniendo a la vez por su persona un gran apego y por su genio una gran venera ción, creía haber entendido perfectamente lo que deseaba, se apresu raba para ejecutar la orden recibida y hacía precisamente lo contrario. ...

En la línea 2162
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Al cabo de media hora aproximadamente, un escribano vino a po ner fin a sus torturas, pero no a sus inquietudes, dando la orden de conducir al señor Bonacieux a la cámara de interrogatorios. ...

En la línea 2281
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¿Que os siga a esta hora? ¿Y adónde, Dios mío?-Adonde tenemos orden de llevaros. ...

En la línea 122
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... El 24 de agosto llegó a sus manos la orden de sus jefes llamándole a Inglaterra, y, allá se fué, a través de Francia, y en tres o cuatro meses que permaneció en su país zanjó sus diferencias con los directores y logró que le enviaran a España por tercera y última vez. ...

En la línea 124
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Clarke y su hija, a quienes instaló en su propia casa de la _Plazuela de la Pila Seca_; hizo, solo, un viaje a Tánger, donde le alcanzó la orden del Comité de la Sociedad Bíblica dando por terminada su misión en España, y en Tánger se acaba bruscamente la narración de sus aventuras. ...

En la línea 473
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Su casa fué arrasada por orden del Gobierno. ...

En la línea 911
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... En este pueblo pagué exactamente la mitad de lo que me pidieron en Arroyolos, donde pasé la noche siguiente con muchas menos comodidades de todo orden. ...

En la línea 120
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Cuatro días se le pasaron en imaginar qué nombre le pondría; porque, según se decía él a sí mesmo, no era razón que caballo de caballero tan famoso, y tan bueno él por sí, estuviese sin nombre conocido; y ansí, procuraba acomodársele de manera que declarase quién había sido, antes que fuese de caballero andante, y lo que era entonces; pues estaba muy puesto en razón que, mudando su señor estado, mudase él también el nombre, y le cobrase famoso y de estruendo, como convenía a la nueva orden y al nuevo ejercicio que ya profesaba. ...

En la línea 145
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... En esto, sucedió acaso que un porquero que andaba recogiendo de unos rastrojos una manada de puercos -que, sin perdón, así se llaman- tocó un cuerno, a cuya señal ellos se recogen, y al instante se le representó a don Quijote lo que deseaba, que era que algún enano hacía señal de su venida; y así, con estraño contento, llegó a la venta y a las damas, las cuales, como vieron venir un hombre de aquella suerte, armado y con lanza y adarga, llenas de miedo, se iban a entrar en la venta; pero don Quijote, coligiendo por su huida su miedo, alzándose la visera de papelón y descubriendo su seco y polvoroso rostro, con gentil talante y voz reposada, les dijo: -No fuyan las vuestras mercedes ni teman desaguisado alguno; ca a la orden de caballería que profeso non toca ni atañe facerle a ninguno, cuanto más a tan altas doncellas como vuestras presencias demuestran. ...

En la línea 164
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Mas lo que más le fatigaba era el no verse armado caballero, por parecerle que no se podría poner legítimamente en aventura alguna sin recebir la orden de caballería. ...

En la línea 173
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Prometióle don Quijote de hacer lo que se le aconsejaba con toda puntualidad; y así, se dio luego orden como velase las armas en un corral grande que a un lado de la venta estaba; y, recogiéndolas don Quijote todas, las puso sobre una pila que junto a un pozo estaba, y, embrazando su adarga, asió de su lanza y con gentil continente se comenzó a pasear delante de la pila; y cuando comenzó el paseo comenzaba a cerrar la noche. ...

En la línea 112
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Además, estas dos nervaduras tienen en su interior un diafragma o vaso extraño, en forma de tornillo». Leo en los viajes de Langsdorff (años 1803 a 1807, página 74), que en la isla de Santa Catalina, costas del Brasil, hay una mariposa 6 Puedo citar aquí, como ejemplo de la caza de un solo día (23 de junio), que cogí 68 especies de coleópteros, cuando no me ocupaba en particular de este orden. Entre esas 68 especies no había más que dos especies de Carábidos, cuatro de Braquélidos, 15 de Rincóforos y 14 de Crisomélidos. Al mismo tiempo recogí 37 especies de Arácnidos, lo cual Prueba que yo no concedía exclusiva atención al orden de los coleópteros, tan favorecido comúnmente por los naturalistas. ...

En la línea 133
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 26 de julio.- Anclamos en Montevideo. Durante los dos años siguiente, el Beagle se ocupó en estudiar las costas orientales y meridionales de América al sur del Plata. Para evitar inútiles repeticiones extracto las partes de mi diario referentes a las mismas comarcas, sin atender al orden en que las visitamos. ...

En la línea 163
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... El orden de los roedores cuenta aquí con especies numerosas; me proporcioné ocho especies de ratones4. El roedor más grande que hay en el mundo, el Hidrochoerus capybara (cerdo de agua), es muy común en este país. En Montevideo maté uno que pesaba 98 libras; desde la punta del hocico hasta la cola medía tres pies y dos pulgadas de longitud; su circunferencia era de tres pies y ocho pulgadas. Estos grandes roedores frecuentan algunas veces las islas en la desembocadura del Plata, donde el agua es completamente salada; pero abundan mucho más en las márgenes de los ríos y de los lagos de agua dulce. Cerca de Maldonado suelen vivir tres o cuatro juntos. Durante el día están tendidos entre las plantas acuáticas o van tranquilamente a pacer la hierba de la llanura5. Vistos desde cierta distancia, su paso y su color les hace parecerse a los cerdos; pero cuando están sentados, vigilando con atención todo lo que pasa, vuelven a adquirir el aspecto de sus congéneres los cavias y los conejos. La gran longitud de su maxilar le da una apariencia cómica cuando se les ve de frente o de perfil. En Maldonado son casi mansos; andando con precaución, pude acercarme a una distancia de tres metros a cuatro de estos animales. Puede explicarse esta casi domesticidad por el hecho de que el jaguar ha desaparecido por completo de este país desde hace algunos años, y el gaucho no piensa que ese animal sea digno de ser cazado. Conforme iba acercándome a los cuatro individuos, de los cuales acabo de hablar, dejaban oír el ruido que les caracteriza, una especie de gruñido sordo y abrupto; no puede decirse que sea un sonido, sino más bien una expulsión brusca del aire que tienen en los pulmones; no conozco sino un solo ruido análogo a ese gruñido, y es el primer ladrido ronco de un perro grande. Después de habernos mirado mutuamente por espacio de algunos minutos, pues me examinaban ellos con tanta atención como podía yo examinarlos, tiráronse todos al agua con el mayor ímpetu, dejando oír su gruñido. Después de zambullirse durante algún tiempo volvieron a la superficie, pero sin sacar más que la parte superior de la cabeza. Cuando la hembra va a nado dícese que sus hijuelos se sientan en el lomo de la madre. Fácilmente se podría 4 En junio hallé 27 especies de ratones en la América del sur, donde aún se conocen 13 más, según las obras de Azara y de otros autores. Mister Waterhouse ha descrito y dado nombre, en las reuniones de la Sociedad Zoológica, a las especies que traje. Aprovecho esta ocasión para mostrar mi agradecimiento a Mr. Waterhouse y a los demás sabios miembros de esta Sociedad por la benévola ayuda que se han dignado concederme en todas ocasiones. ...

En la línea 265
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Por su tamaño, ese animal se parecía al elefante o al megaterio; pero la estructura de sus dientes (según afirma Owen), prueba indudablemente que estaba muy próximo a los roedores, orden que hoy comprende los cuadrúpedos más pequeños; en bastantes puntos se asemeja también a los paquidermos; por último (a juzgar por la posición de sus ojos, orejas y narices), tenía probablemente costumbres acuáticas, como el Dugong y el Manato, a los cuales también se asemeja. ¡Cuán pasmoso es hallar estos diferentes órdenes, hoy tan bien separados, confundidos entonces en las diferentes partes de la organización del Toxodon! Encontré los restos de esos nueve grandes cuadrúpedos, así como muchos huesos sueltos, sepultos en la costa en un espacio de unos 200 metros cuadrados. Es muy notable el hecho de encotrarse juntas tantas especies diferentes; por lo menos, esto constituye una prueba de la multiplicidad de las antiguas especies habitantes en el país. ...

En la línea 47
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... Los enanos le dijeron: -Si quieres hacer la tarea de la casa, cocinar, hacer las camas, lavar, coser y tejer y si tienes todo en orden y bien limpio puedes quedarte con nosotros; no te faltará nada. ...

En la línea 50
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... Blancanieves tuvo la casa en orden. ...

En la línea 140
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Pero una campana que sonó en un tejado de la catedral les llamó al orden. ...

En la línea 626
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Y no era de estos días el ser don Cayetano muy honesto en el orden aludido, sino que toda la vida había sido un boquirroto en tal materia, pero nada más que un boquirroto. ...

En la línea 824
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El desgraciado ya confundía a los califas de Córdoba con las columnas de la Mezquita, y ya no sabía cuáles eran más de ochocientos, si las columnas o los califas; el orden dórico, el jónico y el corintio, los mezclaba con los Alfonsos de Castilla, y ya dudaba si la fundación de Vetusta se debía a un fraile descalzo o al arco de medio punto; reasumiendo, como decía el sabio; sentía náuseas invencibles y apenas oía al arqueólogo, preocupándole más sus esfuerzos por contener impulsos del estómago cuya expansión hubiera sido una irreverencia. ...

En la línea 934
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Pero añadía Obdulia: —Fuera de la limpieza y del orden, nada que revele a la mujer elegante. ...

En la línea 167
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Sí; afinaba y veneraba las cosas por su orden y jerarquía, sólo que al llegar a la niña de la rinconada de las Recoletas, el amor que se debía a todo se impregnaba de una dulzura infinita que transcendía a los demás amores, al de Dios inclusive. ...

En la línea 275
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Finalmente, se procedía a la coronación ante la basílica, y Próspero Colonna, como el más antiguo de los cardenales diáconos, colocaba en la cabeza de Calixto el tryreinum simbólico, diciendo así: «Recibe la tiara adornada con tres coronas, y sabe que eres padre de los príncipes y de los reyes, guía del orden y vicario en la Tierra de Nuestro Salvador Jesucristo cuya es la honra y la alabanza por una eternidad de eternidades. Amén.» ...

En la línea 383
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Mientras Calixto iii agonizaba, expedía don Ferrante desde Nápoles atrevidos emisarios para que clavasen en las mismas puertas de San Pedro una protesta contra las pretensiones políticas del Pontífice, amenazándole con hacer una revolución en Roma ayudado por sus habitantes. Un grupo de cardenales guardaba el orden en la ciudad, luego de ponerse en inteligencia con don Pedro Luis, lo que resultó más fácil que ellos habían creído al principio, teniendo en cuenta su arrogancia y sus ambiciones. ...

En la línea 623
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Casi todos los cruzados, españoles y franceses, mientras llegaban las naves que debían llevarlos a Oriente, se mataban entre ellos en continuas pendencias. No encontrando el Pontífice buques ni dinero, moría en Ancona, viendo con tristeza, desde una ventana de su dormitorio, las pocas naves que había conseguido reunir y la muchedumbre sin orden y sin armas, que nunca llegaría a formar un verdadero ejército. ...

En la línea 661
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... «Las valencianas—decía el alemán— visten con singular, pero excesiva, bizarría, pues van escotadas de tal modo que se les pueden ver los pezones, y, además, todas se pintan la cara y usan afeites y perfumes, cosa en verdad censurable. Los habitantes de Valencia acostumbran pasear de noche por las calles, en las que hay tal gentío que se diría estar en una feria, pero con mucho orden, porque nadie se mete con el prójimo. Las tiendas de comestibles no se cierran hasta medianoche. No hubiera creído que existiera tal espectáculo a no haberlo visto.» ...

En la línea 105
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Gillespie encontraba cada vez mas interesante este desfile aéreo; pero de pronto, como si obedeciesen a una orden, todos los fulgores se extinguieron a un tiempo. En vano aguardó pacientemente. Parecía que los insectos luminosos se hubiesen enterado de su presencia al tocar con algunos de sus rayos la cabeza que surgía curiosa sobre los matorrales. ...

En la línea 131
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... -Gentleman: queda usted autorizado para mover la cabeza, para levantarla, si es que puede, y para cambiar de postura con cierta suavidad, sin poner en peligro a la muchedumbre justamente curiosa que le rodea. En cuanto a mover los brazos o las piernas, le aconsejo una completa abstención hasta nueva orden. Ya habrá visto usted que su primer intento dio mal resultado. Le ruego que no insista. ...

En la línea 153
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Las palabras del sabio le fueron revelando todo lo ocurrido en esta tierra extraordinaria desde el atardecer del día anterior. Los escasos habitantes de la costa le habían visto aproximarse, poco antes de la puesta del sol, en su bote, más enorme que los mayores navíos del país. La alarma había sido dada al interior, llegando la noticia a los pocos minutos hasta la misma capital de la República. Los miembros del Consejo Ejecutivo habían acordado rápidamente la manera de recibir al visitante inoportuno, haciéndole prisionero para suprimirlo a las pocas horas. Los aparatos voladores del ejército salían a su encuentro una vez cerrada la noche. El Hombre-Montaña pudo vagar a lo largo de la costa sin tropezarse con ningún habitante, porque todos los ribereños se habían metido tierra adentro por orden superior. ...

En la línea 207
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Pero Gillespie estaba pensativo desde mucho antes. Se dispuso a obedecer la orden y luego se detuvo para mirar con una expresión interrogante a la universitaria. ...

En la línea 6
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Todos los dineros que su papá le daba, dejábalos Juanito en casa de Bailly-Baillière, a cuenta de los libros que iba tomando. Refiere Villalonga que un día fue Barbarita reventando de gozo y orgullo a la librería, y después de saldar los débitos del niño, dio orden de que entregaran a este todos los mamotretos que pidiera, aunque fuesen caros y tan grandes como misales. La bondadosa y angelical señora quería poner un freno de modestia a la expresión de su vanidad maternal. Figurábase que ofendía a los demás, haciendo ver la supremacía de su hijo entre todos los hijos nacidos y por nacer. No quería tampoco profanar, haciéndolo público, aquel encanto íntimo, aquel himno de la conciencia que podemos llamar los misterios gozosos de Barbarita. Únicamente se clareaba alguna vez, soltando como al descuido estas entrecortadas razones: «¡Ay qué chico!… ¡cuánto lee! Yo digo que esas cabezas tienen algo, algo, sí señor, que no tienen las demás… En fin, más vale que le dé por ahí». ...

En la línea 24
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Don Baldomero Santa Cruz era hijo de otro D. Baldomero Santa Cruz que en el siglo pasado tuvo ya tienda de paños del Reino en la calle de la Sal, en el mismo local que después ocupó D. Mauro Requejo. Había empezado el padre por la más humilde jerarquía comercial, y a fuerza de trabajo, constancia y orden, el hortera de 1796 tenía, por los años del 10 al 15, uno de los más reputados establecimientos de la Corte en pañería nacional y extranjera. Don Baldomero II, que así es forzoso llamarle para distinguirle del fundador de la dinastía, heredó en 1848 el copioso almacén, el sólido crédito y la respetabilísima firma de D. Baldomero I, y continuando las tradiciones de la casa por espacio de veinte años más, retirose de los negocios con un capital sano y limpio de quince millones de reales, después de traspasar la casa a dos muchachos que servían en ella, el uno pariente suyo y el otro de su mujer. La casa se denominó desde entonces Sobrinos de Santa Cruz, y a estos sobrinos, D. Baldomero y Barbarita les llamaban familiarmente los Chicos. ...

En la línea 86
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Casose luego la mayor, llamada Benigna en memoria de su abuelito el héroe de Boteros. Esta sí que fue buena boda. El novio era Ramón Villuendas, hijo mayor del célebre cambiante de la calle de Toledo; gran casa, fortuna sólida. Era ya viudo con dos chiquillos, y su parentela ofrecía variedad chocante en orden de riqueza. Su tío D. Cayetano Villuendas estaba casado con Eulalia hermana del marqués de Casa-Muñoz, y poseía muchos millones; en cambio, había un Villuendas tabernero y otro que tenía un tenducho de percales y bayetas llamado El Buen Gusto. El parentesco de los Villuendas pobres con los ricos no se veía muy claro; pero parientes eran y muchos de ellos se trataban y se tuteaban. ...

En la línea 153
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Notó también que el Delfín se preocupaba mucho de ciertos recados o esquelitas que a la casa traían para él, mostrándose más bien temeroso de recibirlos que deseoso de ellos. A menudo daba a los criados orden de que le negaran y de que no se admitiera carta ni recado. Estaba algo inquieto, y su mamá se dijo gozosa: «Persecución tenemos; pero él parece querer cortar toda clase de comunicaciones. Esto va bien». Hablando de esto con su marido, D. Baldomero, en quien lo progresista no quitaba lo autoritario (emblema de los tiempos), propuso un plan defensivo que mereció la aprobación de ella. «Mira, hija, lo mejor es que yo hable hoy mismo con el Gobernador, que es amigo nuestro. Nos mandará acá una pareja de orden público, y en cuanto llegue hombre o mujer de malas trazas con papel o recadito, me lo trincan, y al Saladero de cabeza». ...

En la línea 181
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¡Escuchad todos! Este hijo mío está loco, pero no es incurable. El excesivo estudio lo ha cansado, y tal vez el excesivo encierro. ¡Adiós a los libros y a los maestros!, cuidad todos de ello. Divertidle con juegos, recreadle sanamente, para que recupere la salud. –Irguióse más aún, y prosiguió enérgicamente–: Está loco, pero es mi hijo y el heredero de Inglaterra, y, ¡loco o cuerdo, reinará! Y escuchad más aún y proclamadlo: el que hable de esta su destemplanza, atenta contra la paz y el orden de estos reinos y será condenado a galeras. Dadme de beber, que me abraso. Este pesar socava mis fuerzas… Basta; llevaos la copa. Sostenedme. Así; está bien. ¿Loco, decís? Aunque fuera mil veces loco, es aún el Príncipe de Gales, y yo el rey lo confirmaré. Esta misma mañana será instalado en su dignidad de príncipe en forma cumplida. Dad al instante las órdenes oportunas, milord Hertford. ...

En la línea 203
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Ordena Su Majestad que, por graves y poderosas razones de Estado, Su Gracia el príncipe oculte su enfermedad por todos los medios que estén a su alcance, hasta que pase y Su Gracia vuelva a estar como estaba antes; es decir, que no deberá negar a nadie que es el verdadero príncipe y heredero de la grandeza de Inglaterra, que deberá conservar su dignidad de príncipe y recibir, sin palabra ni signo de protesta, la reverencia y observancia que se le deben por acertada y añeja costumbre; que deberá dejar de de hablarle a ninguno de ese nacimiento y vida de baja condición que su enfermedad ha creado pn las malsanas imaginaciones de una fantasía obsesionada; que habrá de procurar con diligencia traer de nuevo a su memoria los rostro que solía conocer, y cuando no lo consiga deberá guardar silencio, sin revelar con gestos de sorpresa, u otras señales, que los ha olvidado; que en las ceremonias de Estado, cuando quiera que se sienta perplejo en cuanto a lo que debe hacer y las palabras que debe decir, no habrá de mostrar la menor inquietud a los espectadores curiosos, sino pedir consejo en tal materia a lord Hertford, o a su humilde servidor, que tenemos mandato del rey de ponernos a su servicio atentos a su llamado, hasta que ésta orden se anule. Esto dice Su Majestad el rey, que envía sus saludos a Su Alteza Real y ruega que Dios quiera en su misericordia sanar a Vuestra Alteza prontamente y conservarle ahora y siempre en su bendita protección. ...

En la línea 207
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Tocante a la orden de Su Majestad el rey en lo que concierne a los libros y otras cosas serias, por ventura agradaría a Vuestra Alteza ocupar vuestro tiempo en plácidos entretenimientos, para no llegar fatigado al banquete y resentirse de ello. ...

En la línea 238
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Tocó una, campanilla y se presentó un paje, a quien se dio orden de solicitar la presencia de sir William Herbert. Este caballero se presentó al instante y condujo a Tom a un aposento interior, donde el primer movimiento del niño fue alcanzar una copa de agua; pero la tomó un servidor vestido de seda y terciopelo, que hincando una rodilla se la ofreció en una bandeja de oro. ...

En la línea 856
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Pues bien; yo me hice una costumbre de mi mujer y Elena se hizo una costumbre mía. Todo estaba moderadamente regularizado en nuestra casa, todo, lo mismo que las comidas. A las doce en punto, ni minuto más ni minuto menos, la sopa en la mesa, y de tal modo, que comemos todos los días casi las mismas cosas, en el mismo orden y en la misma cantidad. Aborrezco el cambio y lo aborrece Elena. En mi casa se vive al reló. ...

En la línea 755
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... El comandante dio orden de parar la máquina, se inclinó sobre la borda, y gritó: ...

En la línea 1672
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Instala aquí tu domicilio y no lo abandones por ningún motivo sin que nosotros te lo ordenemos. El río está a cuatrocientos metros, por lo tanto te puedes comunicar con facilidad con el parao. A igual distancia hacia el Este estará otro de tus compañeros. Cualquiera orden que te transmitan del parao se la comunicas a tu compañero más próximo. ¿Has entendido? ...

En la línea 1772
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Perdone, pero tengo orden de no dejar entrar a nadie sin saber de parte de quién viene. ...

En la línea 1923
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... A una orden de lord James, el pelotón se puso en marcha y tomó el sendero que conducía a la emboscada. El anciano se volvía de cuando en cuando y lanzaba a Mariana una mirada en la cual se leían terribles amenazas. ...

En la línea 119
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Al recibo de la orden, transmitida a la sala de máquinas por medio de aparatos de aire comprimido, los maquinistas accionaron la rueda motriz. Silbó el vapor al precipitarse por las correderas entreabiertas, y gimieron los largos pistones horizontales al impeler a las bielas del árbol. Las palas de la hélice batieron las aguas con una creciente rapidez y el Abraham Lincoln avanzó majestuosamente en medio de un centenar de ferry boats y de tenders cargados de espectadores, que lo escoltaban. ...

En la línea 178
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Y en mi opinión, y por todas las razones precedentemente expuestas, ese animal pertenecía a la rama de los vertebrados, a la clase de los mamíferos, al grupo de los pisciformes, y, finalmente, al orden de los cetáceos. En cuanto a la familia en que se inscribiera, ballena, cachalote o delfín, en cuanto al género del que formara parte, en cuanto a la especie a que hubiera que adscribirle, era una cuestión a elucidar posteriormente. Para resolverla había que disecar a ese monstruo desconocido; para disecarlo, necesario era apoderarse de él; para apoderarse de él, había que arponearlo (lo que competía a Ned Land); para arponearlo, había que verlo (lo que correspondía a la tripulación), y para verlo había que encontrarlo (lo que incumbía al azar). ...

En la línea 217
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Al oír este grito, toda la tripulación se precipitó hacia el arponero; comandante, oficiales, contramaestres, marineros, grumetes y hasta los ingenieros, que dejaron sus máquinas, y los fogoneros, que abandonaron sus puestos. Se había dado la orden de parar, y la fragata ya no se desplazaba más que por su propia inercia. ...

En la línea 255
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Mientras observaba aquel ser fenomenal, vi cómo lanzaba dos chorros de agua y de vapor por sus espiráculos hasta una altura de unos cuarenta metros. Eso me reveló su modo de respiración, y me permitió concluir definitivamente que pertenecía a los vertebrados, clase de los mamíferos, subclase de los monodelfos, grupo de los pisciformes, orden de los cetáceos, familia… En este punto no podía pronunciarme todavía. El orden de los cetáceos comprende tres familias: las ballenas, los cachalotes y los delfines, y es en esta última en la que se inscriben los narvales. Cada una de estas familias se divide en varios géneros, cada género en especies y cada especie en variedades. Variedad, especie, género y familia me faltaban aún pero no dudaba yo de que llegaría a completar mi clasificación, con la ayuda del cielo y del comandante Farragut. ...

En la línea 178
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Por eso nos sirvió nuestras rebanadas de pan como si fuésemos dos mil hombres de tropa en una marcha forzada, en vez de un hombre y un chiquillo en la casa; y tomamos algunos tragos de leche y de agua, aunque con muy mala cara, de un jarrito que había en el aparador. Mientras tanto, la señora Joe puso cortinas limpias y blancas, clavó un volante de flores en la chimenea para reemplazar el viejo y quitó las fundas de todos los objetos de la sala, que jamás estaban descubiertos a excepción de aquel día, pues se pasaban el año ocultos en sus forros, los cuales no se limitaban a las sillas, sino que se extendían a los demás objetos, que solían estar cubiertos de papel de plata, incluso los cuatro perritos de lanas blancos que había sobre la chimenea, todos con la nariz negra y una cesta de flores en la boca, formando parejas. La señora Joe era un ama de casa muy limpia, pero tenía el arte exquisito de hacer su limpieza más desagradable y más incómoda que la misma suciedad. La limpieza es lo que está más cerca de la divinidad, y mucha gente hace lo mismo con respecto a su religión. Como mi hermana tenia mucho trabajo, se hacía representar para ir a la iglesia, es decir, que en su lugar íbamos Joe y yo. En su traje de trabajo, Joe tenía completo aspecto de herrero, pero en el traje del día de fiesta parecía más bien un espantajo en traje de ceremonias. Nada de lo que entonces llevaba le caía bien o parecía pertenecerle, y todo le rozaba y le molestaba en gran manera. En aquel día de fiesta salió de su habitación cuando ya repicaban alegremente las campanas, pero su aspecto era el de un desgraciado penitente en traje dominguero. En cuanto a mí, creo que mi hermana tenía la idea general de que yo era un joven criminal, a quien un policía comadrón cogió el día de mi nacimiento para entregarme a ella, a fin de que me castigasen de acuerdo con la ultrajada majestad de la ley. Siempre me trataron como si yo hubiese porfiado para nacer a pesar de los dictados de la razón, de la religión y de la moralidad y contra los argumentos que me hubieran presentado, para disuadirme, mis mejores amigos. E, incluso, cuando me llevaron al sastre para que me hiciese un traje nuevo, sin duda recibió orden de hacerlo de acuerdo con el modelo de algún reformatorio y, desde luego, de manera que no me permitiese el libre uso de mis miembros. ...

En la línea 279
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... El sargento se despidió cortésmente de las damas y se separó del señor Pumblechook como de un amigo muy querido, aunque sospecho que no habría apreciado en tan alto grado los méritos de aquel caballero en condiciones más áridas, en vez del régimen húmedo de que había gozado. Sus hombres volvieron a tomar las armas de fuego y salieron. El señor Wopsle, Joe y yo recibimos la orden de ir a retaguardia y de no pronunciar una sola palabra en cuanto llegásemos a los marjales. Cuando ya estuvimos en el frío aire de la tarde y nos dirigíamos rápidamente hacia el objeto de nuestra excursión, yo, traicioneramente, murmuré al oído de Joe: ...

En la línea 334
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Entonces, algo que yo había observado ya antes resonó otra vez en la garganta de aquel hombre, que se volvió de espaldas. Había regresado el bote y la guardia estaba dispuesta, de modo que seguimos al preso hasta el embarcadero, hecho con pilotes y piedras, y lo vimos entrar en el bote impulsado a remo por una tripulación de penados como él mismo. Ninguno pareció sorprendido ni interesado al verlo, así como tampoco alegre o triste. Nadie habló una palabra, a excepción de alguien que en el bote gruñó, como si se dirigiera a perros: «¡Avante!», lo cual era orden de que empezaran a mover los remos. A la luz de las antorchas vimos el negro pontón fondeado a poca distancia del lodo de la orilla, como si fuese un Arca de Noé maldita. El barco prisión estaba anclado con cadenas macizas y oxidadas, fondeado y aislado por completo de todo lo demás, y a mis infantiles ojos me pareció que estaba rodeado de hierro como los mismos presos. El bote se acercó a un costado de la embarcación, y vimos que lo izaban y que desaparecía. Luego, los restos de las antorchas cayeron silbando al agua y se apagaron como si todo hubiese acabado ya. ...

En la línea 578
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Ante todo, y para poner en orden las ideas, dime cuántas libras, chelines y peniques son cuarenta y tres peniques. ...

En la línea 103
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Joven ‑continuó mientras volvía a erguirse‑, creo leer en su semblante la expresión de un dolor. Apenas le he visto entrar, he tenido esta impresión. Por eso le he dirigido la palabra. Si le cuento la historia de mi vida no es para divertir a estos ociosos, que, además, ya la conocen, sino porque deseo que me escuche un hombre instruido. Sepa usted, pues, que mi esposa se educó en un pensionado aristocrático provincial, y que el día en que salió bailó la danza del chal ante el gobernador de la provincia y otras altas personalidades. Fue premiada con una medalla de oro y un diploma. La medalla… se vendió hace tiempo. En cuanto al diploma, mi esposa lo tiene guardado en su baúl. Últimamente se lo enseñaba a nuestra patrona. Aunque estaba a matar con esta mujer, lo hacía porque experimentaba la necesidad de vanagloriarse ante alguien de sus éxitos pasados y de evocar sus tiempos felices. Yo no se lo censuro, pues lo único que tiene son estos recuerdos: todo lo demás se ha desvanecido… Sí, es una dama enérgica, orgullosa, intratable. Se friega ella misma el suelo y come pan negro, pero no toleraría de nadie la menor falta de respeto. Aquí tiene usted explicado por qué no consintió las groserías de Lebeziatnikof; y cuando éste, para vengarse, le pegó ella tuvo que guardar cama, no a causa de los golpes recibidos, sino por razones de orden sentimental. Cuando me casé con ella, era viuda y tenía tres hijos de corta edad. Su primer matrimonio había sido de amor. El marido era un oficial de infantería con el que huyó de la casa paterna. Catalina adoraba a su marido, pero él se entregó al juego, tuvo asuntos con la justicia y murió. En los últimos tiempos, él le pegaba. Ella no se lo perdonó, lo sé positivamente; sin embargo, incluso ahora llora cuando lo recuerda, y establece entre él y yo comparaciones nada halagadoras para mi amor propio; pero yo la dejo, porque así ella se imagina, al menos, que ha sido algún día feliz. Después de la muerte de su marido, quedó sola con sus tres hijitos en una región lejana y salvaje, donde yo me encontraba entonces. Vivía en una miseria tan espantosa, que yo, que he visto los cuadros más tristes, no me siento capaz de describirla. Todos sus parientes la habían abandonado. Era orgullosa, demasiado orgullosa. Fue entonces, señor, entonces, como ya le he dicho, cuando yo, viudo también y con una hija de catorce años, le ofrecí mi mano, pues no podía verla sufrir de aquel modo. El hecho de que siendo una mujer instruida y de una familia excelente aceptara casarse conmigo, le permitirá comprender a qué extremo llegaba su miseria. Aceptó llorando, sollozando, retorciéndose las manos; pero aceptó. Y es que no tenía adónde ir. ¿Se da usted cuenta, señor, se da usted cuenta exacta de lo que significa no tener dónde ir? No, usted no lo puede comprender todavía… Durante un año entero cumplí con mi deber honestamente, santamente, sin probar eso ‑y señalaba con el dedo la media botella que tenía delante‑, pues yo soy un hombre de sentimientos. Pero no conseguí atraérmela. Entre tanto, quedé cesante, no por culpa mía, sino a causa de ciertos cambios burocráticos. Entonces me entregué a la bebida… Ya hace año y medio que, tras mil sinsabores y peregrinaciones continuas, nos instalamos en esta capital magnífica, embellecida por incontables monumentos. Aquí encontré un empleo, pero pronto lo perdí. ¿Comprende, señor? Esta vez fui yo el culpable: ya me dominaba el vicio de la bebida. Ahora vivimos en un rincón que nos tiene alquilado Amalia Ivanovna Lipevechsel. Pero ¿cómo vivimos, cómo pagamos el alquiler? Eso lo ignoro. En la casa hay otros muchos inquilinos: aquello es un verdadero infierno. Entre tanto, la hija que tuve de mi primera mujer ha crecido. En cuanto a lo que su madrastra la ha hecho sufrir, prefiero pasarlo por alto. Pues Catalina Ivanovna, a pesar de sus sentimientos magnánimos, es una mujer irascible e incapaz de contener sus impulsos… Sí, así es. Pero ¿a qué mencionar estas cosas? Ya comprenderá usted que Sonia no ha recibido una educación esmerada. Hace muchos años intenté enseñarle geografía e historia universal, pero como yo no estaba muy fuerte en estas materias y, además, no teníamos buenos libros, pues los libros que hubiéramos podido tener… , pues… , ¡bueno, ya no los teníamos!, se acabaron las lecciones. Nos quedamos en Ciro, rey de los persas. Después leyó algunas novelas, y últimamente Lebeziatnikof le prestó La Fisiología, de Lewis. Conoce usted esta obra, ¿verdad? A ella le pareció muy interesante, e incluso nos leyó algunos pasajes en voz alta. A esto se reduce su cultura intelectual. Ahora, señor, me dirijo a usted, por mi propia iniciativa, para hacerle una pregunta de orden privado. Una muchacha pobre pero honesta, ¿puede ganarse bien la vida con un trabajo honesto? No ganará ni quince kopeks al día, señor mío, y eso trabajando hasta la extenuación, si es honesta y no posee ningún talento. Hay más: el consejero de Estado Klopstock Iván Ivanovitch… , ¿ha oído usted hablar de él… ?, no solamente no ha pagado a Sonia media docena de camisas de Holanda que le encargó, sino que la despidió ferozmente con el pretexto de que le había tomado mal las medidas y el cuello le quedaba torcido. ...

En la línea 159
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... El joven, sin decir nada, se apresuró a marcharse. La puerta interior acababa de abrirse e iban asomando caras cínicas y burlonas, bajo el gorro encasquetado y con el cigarrillo o la pipa en la boca. Unos vestían batas caseras; otros, ropas de verano ligeras hasta la indecencia. Algunos llevaban las cartas en la mano. Se echaron a reír de buena gana al oír decir a Marmeladof que los tirones de pelo eran para él una delicia. Algunos entraron en la habitación. Al fin se oyó una voz silbante, de mal agüero. Era Amalia Ivanovna Lipevechsel en persona, que se abrió paso entre los curiosos, para restablecer el orden a su manera y apremiar por centésima vez a la desdichada mujer, brutalmente y con palabras injuriosas, a dejar la habitación al mismo día siguiente. ...

En la línea 208
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Pero ahora, gracias a Dios, creo que te podré mandar algo. Por otra parte, en estos momentos no podemos quejarnos de nuestra suerte, por el motivo que me apresuro a participarte. Ante todo, querido Rodia, tú no sabes que hace ya seis semanas que tu hermana vive conmigo y que ya no tendremos que volver a separarnos. Gracias a Dios, han terminado sus sufrimientos. Pero vayamos por orden: así sabrás todo lo ocurrido, todo lo que hasta ahora te hemos ocultado. ...

En la línea 221
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Marfa Petrovna quedó por segunda vez estupefacta, como herida por un rayo, según su propia expresión, pero no dudó ni un momento de la inocencia de Dunia, y al día siguiente, que era domingo, lo primero que hizo fue ir a la iglesia e implorar a la Santa Virgen que le diera fuerzas para soportar su nueva desgracia y cumplir con su deber. Acto seguido vino a nuestra casa y nos refirió todo lo ocurrido, llorando amargamente. En un arranque de remordimiento, se arrojó en los brazos de Dunia y le suplicó que la perdonara. Después, sin pérdida de tiempo, recorrió las casas de la ciudad, y en todas partes, entre sollozos y en los términos más halagadores, rendía homenaje a la inocencia, a la nobleza de sentimientos y a la integridad de la conducta de Dunia. No contenta con esto, mostraba y leía a todo el mundo la carta escrita por Dunetchka al señor Svidrigailof. E incluso dejaba sacar copias, cosa que me parece una exageración. Recorrió las casas de todas sus amistades, en lo cual empleó varios días. Ello dio lugar a que algunas de sus relaciones se molestaran al ver que daba preferencia a otros, lo que consideraban una injusticia. Al fin se determinó con toda exactitud el orden de las visitas, de modo que cada uno pudo saber de antemano el día que le tocaba el turno. En toda la ciudad se sabía dónde tenía que leer Marfa Petrovna la carta tal o cual día, y el vecindario adquirió la costumbre de reunirse en la casa favorecida, sin excluir aquellas familias que ya habían escuchado la lectura en su propio hogar y en el de otras familias amigas. Yo creo que en todo esto hay mucha exageración, pero así es el carácter de Marfa Petrovna. Por otra parte, es lo cierto que ella ha rehabilitado por completo a Dunetchka. Toda la vergüenza de esta historia ha caído sobre el señor Svidrigailof, a quien ella presenta como único culpable, y tan inflexiblemente, que incluso siento compasión de él. A mi juicio, la gente es demasiado severa con este insensato. ...

En la línea 295
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ¡Pero no, no es usted un hombre bastante fuerte para eso! Usted mataría sin duda por orden mía, pero luego vendría a matarme a mí, por haberme atrevido a mandarle. ...

En la línea 301
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Juraba usted hace un instante que se arrojaría de cabeza desde el Schlangenberg, se declaraba dispuesto a matar a una orden mía. En lugar de esos asesinatos y de esas tragedias quiero únicamente reírme. Obedézcame sin discutir. Quiero ver cómo le apalea el barón. ...

En la línea 321
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Que me quitara el sombrero fue por orden de Paulina, pero me mostré insolente por voluntad propia y Dios sabe lo que me impulsaba a ello. Tenía la sensación de una caída. ...

En la línea 800
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... De pronto se dejaron oír tres golpecitos discretos en la puerta. Era un mozo. Potapytch se hallaba a algunos pasos tras él. Venía, según manifestó, de parte de la abuela, con orden de buscarme y de llevarme inmediatamente a su presencia. ...

En la línea 557
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... '¡Oh, amadas nuestras! Sabed que tenemos padres; padres, vosotras no entenderéis muy bien qué es eso. Así se llaman el padre y la madre en el Código Civil. Ahora bien, estos padres lloran; estos ancianos nos reclaman; estos buenos hombres y estas buenas mujeres nos llaman hijos pródigos, desean nuestro regreso y nos ofrecen matar corderos en nuestro honor. Somos virtuosos y les obedecemos. A la hora en que leáis esto, cinco fogosos caballos nos llevarán hacia nuestros papás y nuestras mamás. Nos escapamos. La diligencia nos salva del borde del abismo; el abismo sois vosotras, nuestras bellas amantes. Volvemos a entrar, a toda carrera, en la sociedad, en el deber, y en el orden. Es importante para la patria que seamos, como todo el mundo, prefectos, padres de familia, guardas campestres o consejeros de Estado. Veneradnos. Nosotros nos sacrificamos. Lloradnos rápidamente, y reemplazadnos más rápidamente. Si esta carta os produce pena, rompedla. Adiós. Durante dos años os hemos hecho dichosas. No nos guardéis rencor. ...

En la línea 631
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Pertenecían estos seres a esa clase bastarda compuesta de personas incultas que han llegado a elevarse y de personas inteligentes que han decaído, que está entre la clase llamada media y la llamada inferior, y que combina algunos de los defectos de la segunda con casi todos los vicios de la primera, sin tener el generoso impulso del obrero, ni el honesto orden del burgués. ...

En la línea 648
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Y fue con ese pequeño capital, puesto al servicio de una idea ingeniosa, fecundada por el orden y la inteligencia, que hizo su fortuna y la de todo el pueblo. ...

En la línea 1091
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... El magistrado de la audiencia que presidía el tribuna de Arras conocía, como todo el mundo, aquel nombre profunda y universalmente respetado, y dio orden al portero de que lo hiciera pasar. ...

En la línea 71
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... A Buck lo habían colocado a propósito entre Dave y Sol-leks para que pudiese aprender de ellos. Si él era un buen alumno, competentes eran sus maestros, que nunca lo dejaban persistir en el error y reforzaban sus enseñanzas con sus afilados dïentes. Dave era justo y muy sagaz. Nunca mordía a Buck sin motivo y nunca dejaba de hacerlo cuando hacía falta. Como lo respaldaba el látigo de François, Buck encontró que le salía más barato enmendarse que rebelarse. En una ocasión, durante un breve alto, quedó enredado en las correas y demoró la salida; Dave y Sol-leks se abalanzaron sobre él y le administraron una buena paliza. La consecuencia fue un enredo todavía peor, pero a partir de aquel momento Buck tuvo buen cuidado de mantener las correas en orden; y antes de que se acabara el día tenía tan dominada la maniobra que sus mentores casi dejaron de vigilarle. El látigo de François restallaba con menos frecuencia, y Perrault le hizo a Buck el honor de levantarle las patas para examinárselas con cuidado. ...

En la línea 109
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Pero la oportunidad no se presentó, y así, una tarde gris llegaron a Dawson con la gran pelea todavía pendiente. Había allí multitud de hombres e incontables perros, a todos los cuales Buck encontró trabajando. Al parecer, el que los perros trabajasen pertenecía al orden natural de las cosas. En largas traíllas se los veía pasar en ambas direcciones por la calle principal durante todo el día, y, de noche, sus campanillas continuaban aún tintineando. Transportaban la leña, así como troncos para la construcción de cabañas, acarreaban materiales a las minas y realizaban todos aquellos trabajos que en Santa Clara correspondían a los caballos. Buck encontró ocasionalmente algún perro sureño, pero la gran mayoría eran mezcla de husky y de lobo. Todas las noches, regularmente (a las nueve, a las doce, a las tres), elevaban un canto nocturno, una especie de extraña y sobrecogedora sinfonía a la que Buck se incorporaba con deleite. ...

En la línea 143
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Pero donde Buck más destacó fue en la forma de establecer las normas y hacerlas cumplir a sus compañeros. A Dave y a Sol-leks no les importó el cambio de liderazgo. No les incumbía. Lo suyo era trabajar duro y esforzarse al máximo. Siempre que no fuera un impedimento para su tarea, no les importaba lo ocurrido. Les habría dado igual que hubieran puesto de jefe a Billie, el contemporizador, con tal de que mantuviera el orden. El resto del equipo, en cambio, que se había vuelto revoltoso durante la última época de Spitz, se sorprendió ahora que Buck restauraba la disciplina. ...

En la línea 201
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Buck sentía vagamente que no podía confiar en aquellos dos hombres ni en la mujer. No sabían cómo hacer las cosas, y con el paso de los días fue evidente que eran incapaces de aprender. Eran descuidados, carecían de orden y de disciplina. Les llevaba la mitad de la noche montar un precario campamento, y media mañana levantarlo y cargar el trineo, y lo hacían de una forma tan inadecuada que durante el resto del día tenían que detenerse varias veces para volver a acomodar la carga. Hubo días en que no lograron recorrer veinte kilómetros. Otros, que ni siquiera consiguieron arrancar. Y no hubo uno solo en el que lograsen cubrir más de la mitad de la distancia que habían tomado como base para calcular la comida de los perros. ...

En la línea 400
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Saint Etienne -dijo Artegui al cochero del ómnibus que, desde el pescante, vuelta la cabeza, aguardaba la orden. ...

En la línea 66
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Como es fácil presumirlo, este suceso estaba a la orden del día en Londres y en toda Inglaterra. Se discutía y se tomaba parte en pro y en contra de las probabilidades de éxito en la policía metropolitana. Nadie extrañará, pues, que los miembros del Reform Club tratasen la misma cuestión, con tanto más motivo cuanto que se hallaba entre ellos uno de los subgobernadores del banco. ...

En la línea 169
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Míster Fogg y él entraron en la gran sala de la estación. Allí, Phileas Fogg dio a Picaporte la orden de tomar dos billetes de primera para París, y después, al volverse, se encontró con sus cinco amigos del Reform Club. ...

En la línea 358
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Expedir un despacho a Londres con petición urgente de un mandamiento de prisión, embarcarme en el 'Mongolia', seguir al ladrón hasta la Indias, y en aquella tierra inglesa salirle al encuentro cortésmente con mi orden en la mano. ...

En la línea 415
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Mister Fogg se despidió de sus compañeros, salió del vapor, dio a su criado la orden de hacer algunas compras, le recomendó expresamente que estuviera antes de las ocho en la estación, y con su paso regular, que batía como el péndulo de un reloj astronómico, se dirigió a la oficina de pasaportes. ...

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