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La palabra santo
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la palabra santo

La palabra Santo ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El Señor de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece santo.

Estadisticas de la palabra santo

Santo es una de las palabras más utilizadas del castellano ya que se encuentra en el Top 5000, en el puesto 1382 según la RAE.

Santo tienen una frecuencia media de 67.66 veces en cada libro en castellano

Esta clasificación se basa en la frecuencia de aparición de la santo en 150 obras del castellano contandose 10285 apariciones en total.


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece santo

La palabra santo puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1386
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¡Y qué novia, santo Dios! No había más que oír a los parroquianos cuando parloteaban ante su mesa. ...

En la línea 109
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Montenegro recordaba la estupefacción de la gente un año antes, cuando un perro de los que guardaban por la noche las bodegas mordió a varios trabajadores. Dupont había acudido en su auxilio, temiendo que el mordisco les produjera la hidrofobia y, para evitarla, les hizo tragar en el primer momento, en forma de píldoras, una estampa de santo milagroso que guardaba su madre. Era tan estupendo aquello, que Fermín, después de haber presenciado el hecho, comenzaba a dudar, con el transcurso del tiempo, de que fuese cierto. Bien es verdad que después, el mismo don Pablo pagó con largueza el viaje a los enfermos para que fuesen curados por un médico célebre. Dupont explicaba su conducta cuando le hablaban de este suceso con una sencillez que daba espanto: «Primero, la Fe; después, la Ciencia, que algunas veces hace grandes cosas, pero es porque se lo permite Dios». ...

En la línea 204
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El santo respeto a la jerarquía, heredado de los abuelos e ingerido hasta lo más profundo de su alma por largos siglos de servidumbre, influía en el entusiasmo de estos _ciudadanos_ que hablaban a todas horas de la igualdad. ...

En la línea 233
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El señor Fermín, influido por sus antiguos respetos a las jerarquías históricas, admiraba a aquel noble y alegre vividor. Estaba devorando los últimos restos de la gran fortuna de su familia, y había influido en el casamiento de su hermana con Dupont, para tener así un refugio cuando le llegase la hora de la total ruina. Su nobleza era de lo más antiguo de Jerez. El pendón de las Navas de Tolosa que sacaban con gran pompa de la casa municipal en determinadas fiestas, lo había ganado a golpes de hacha uno de sus ascendientes. Su título de marqués llevaba el nombre del santo patrón de la ciudad. En su estirpe figuraban toda clase de glorias: amigos de monarcas; Adelantados que infundían miedo a la morisma; virreyes de las Indias, santos arzobispos, almirantes de las galeras reales; pero el alegre marqués daba de barato tantos honores y tan preclaros ascendientes, pensando que hubiera sido mejor para él poseer una fortuna como la de su cuñado Dupont, aunque sin las obligaciones y trabajos de éste. Vivía en un caserón señorial, último resto de una fortaleza sarracena, restaurada y transformada por sus abuelos. En los salones, casi vacíos, sólo quedaban como recuerdos del antiguo esplendor algunos tapices astrosos, cuadros negruzcos con santos ensangrentados en posturas horripilantes, sillerías de estilo Imperio con la seda deshilachada; todo lo que no habían querido los corredores de antigüedades de Sevilla, a los que llamaba el marqués en sus momentos de apuro. Lo demás, trípticos y tablas, espadas y armaduras de los Torreroel de la Reconquista, las riquezas exóticas traídas de las Indias por los virreyes, y los regalos que varios monarcas de Europa habían hecho a sus abuelos, embajadores que dejaron en las cortes más famosas el recuerdo de su fastuosidad principesca, todo había ido desapareciendo después de noches terribles en que la fortuna le volvía la espalda en la mesa de juego, consolándose de su desgracia con _juergas_ estruendosas, de las que hablaba Jerez durante mucho tiempo. ...

En la línea 242
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Otra vez, el marqués hacía pregonar que el día de su santo daría una peseta a todo cojo que se presentase en su casa. Circulaba la noticia por todas partes y el patio del caserón llenábase de cojos de la ciudad y del campo; unos apoyados en muletas, otros arrastrándose sobre las manos como larvas humanas. Y al aparecer el marqués en un balcón, rodeado de sus amigotes, abríase la puerta de la cuadra y salía bufando con espumarajos de rabia un novillo, al que habían aguijoneado previamente los criados. Los que realmente eran cojos, corrían hacia los rincones, amontonándose, manoteando con la locura del miedo; y los fingidos soltaban las muletas, y con cómica agilidad se encaramaban por las rejas. El marqués y sus camaradas rieron como chiquillos, y Jerez pasó mucho tiempo comentando la gracia del de San Dionisio y su habitual generosidad, pues una vez vuelto el toro a la cuadra, distribuyó el dinero a manos llenas entre los lisiados, verdaderos y falsos, para que a todos les pasase el susto bebiendo algunas cañas a su salud. ...

En la línea 2856
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Sí, aquí hay traidores; pe ro por el santo nombre de la Virgen, os juro que nadie es más adicta que yo a Vuestra Majestad. ...

En la línea 5421
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... D'Artagnan lo vio un día enca ntinarse hacia la iglesia de Saint- Leu, y lo siguió instintivamente: entró en el lugar santo después de haberse atusado el mostacho y estirado su perilla, lo cual anunciaba de su parte las intenciones más conquis tadoras. ...

En la línea 10769
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Un joven cura, de corazón sencillo y creyente, servía la iglesia de aquel convento; ella emprendió la tarea de seducirlo y triunfó, sedujo a un santo. ...

En la línea 2375
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Con todo, es un santo; siempre está leyendo y rezando, y es, además, del partido de los buenos. ...

En la línea 2405
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Es usted un santo varón y muy instruído; aunque crea conveniente hacerse pasar por inglés y luterano, he penetrado su verdadera condición. ...

En la línea 3683
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Padrón es un pequeño puerto situado en una ría, y lo llaman así por razón de brevedad; pero su nombre verdadero es _Villa del Padrón_, o ciudad del santo patrono, porque ésta fué, según la leyenda, la principal residencia del santo en Galicia. ...

En la línea 3683
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Padrón es un pequeño puerto situado en una ría, y lo llaman así por razón de brevedad; pero su nombre verdadero es _Villa del Padrón_, o ciudad del santo patrono, porque ésta fué, según la leyenda, la principal residencia del santo en Galicia. ...

En la línea 611
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Donde no, desde aquí juro, por el santo más bendito, de no salir destas sierras sino para capuchino. ...

En la línea 3475
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Quedó don Quijote consolado con la escuchada profecía, porque luego coligió de todo en todo la significación de ella; y vio que le prometían el verse ayuntados en santo y debido matrimonio con su querida Dulcinea del Toboso, de cuyo felice vientre saldrían los cachorros, que eran sus hijos, para gloria perpetua de la Mancha. ...

En la línea 3563
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Pues, ¿qué si venimos a las comedias divinas?: ¡qué de milagros falsos fingen en ellas, qué de cosas apócrifas y mal entendidas, atribuyendo a un santo los milagros de otro! Y aun en las humanas se atreven a hacer milagros, sin más respeto ni consideración que parecerles que allí estará bien el tal milagro y apariencia, como ellos llaman, para que gente ignorante se admire y venga a la comedia; que todo esto es en perjuicio de la verdad y en menoscabo de las historias, y aun en oprobrio de los ingenios españoles; porque los estranjeros, que con mucha puntualidad guardan las leyes de la comedia, nos tienen por bárbaros e ignorantes, viendo los absurdos y disparates de las que hacemos. ...

En la línea 4176
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y, finalmente, quiero decir, y os digo, que si no queréis venir a merced conmigo y correr la suerte que yo corriere, que Dios quede con vos y os haga un santo; que a mí no me faltarán escuderos más obedientes, más solícitos, y no tan empachados ni tan habladores como vos. ...

En la línea 529
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... A la señora de pueblo le llamó la atención la cabeza del santo, que desde que se ve una vez no se olvida. ...

En la línea 671
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Sólo el Provisor se contentó con sonreír, inclinarse y poner cara de santo que sufre por amor de Dios el escándalo de los oídos. ...

En la línea 1553
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Toda la Mitología era una locura, según el santo. ...

En la línea 1558
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El santo decía que los niños son por instinto malos, que su perversión innata hace gozar y reír a los que los aman; pero sus gracias son defectos; el egoísmo, la ira, la vanidad los impulsan. ...

En la línea 9
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Cual una abeja sale al campo a hacer acopio de dulzuras para sus mieles, Juan recogía en la calle, en estas muestras generales de lo que él creía universal cariño, cosecha de buenas intenciones, de ánimo piadoso y dulce, para el secreto labrar de místicas puerilidades, a que se consagraba en su casa, bien lejos de toda idea vana, de toda presunción por su hermosura; ajeno de sí propio, como no fuera en el sentir los goces inefables que a su imaginación de santo y a su corazón de ángel ofrecía su único juguete de niño pobre, más hecho de fantasías y de combinaciones ingeniosas que de oro y oropeles. ...

En la línea 43
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Había que abandonar la patria, dejar a la madre; le esperaban las misiones de Asia; ¿cómo no lo habían visto tan claramente como él su madre, sus amigos? La viuda, ya anciana, que se había resignado a que su Juan no fuera más que santo, no fuera una columna muy visible de la Iglesia; ni un gran sacerdote, al llegar este nuevo desengaño, se resistió con todas sus fuerzas de madre. ...

En la línea 61
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Infelices heterodoxos de superficial incredulidad, en el fondo cristianos; cristianos tibios, buenos creyentes descuidados, pasaban a otra vida sin los consuelos del oleum infirmorum, sin el aceite santo de la Iglesia. ...

En la línea 157
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El mismo fervor por dicha reivindicación lo notaba ahora Claudio en el jardín de Rosaura oyendo a este santo padre, que parecía no haber nacido para otra finalidad que hablar de los Borjas. Se habían sentado los dos en lo alto. de una avenida de flores que, en forma de mesetas superpuestas, descendía hasta el mar. ...

En la línea 206
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El santo hombre hizo una pausa, para hablar luego con tono indignado: ...

En la línea 223
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Inútilmente paseó Borja sus miradas por los numerosos bancos de un jardín dividido en terrazas. No pudo saber cuál era el que gozaba de tal privilegio fúnebre. Esto no impidió que el santo varón mirase con cierta inquietud los peñascos de la costa y las palmeras de loa paseos, esperando ver pendiente de su frágil ramaje algún ahorcado puesto de frac, u hechas pedazos, junto a las olas, a varias damas en traje de baile. ...

En la línea 238
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... — Debo añadir—dijo Figueras—que el futuro santo hizo otras muchas predicciones semejantes. Nada le costaba alegrar de este modo a una pobre madre. ...

En la línea 166
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... El paso de esta situación fraternal a la de amantes no le parecía al joven Santa Cruz cosa fácil. Él, que tan atrevido era lejos del hogar paterno, sentíase acobardado delante de aquella flor criada en su propia casa, y tenía por imposible que las cunitas de ambos, reunidas, se convirtieran en tálamo. Mas para todo hay remedio menos para la muerte, y Juanito vio con asombro, a poco de intentar la metamorfosis, que las dificultades se desleían como la sal en el agua; que lo que a él le parecía montaña era como la palma de la mano, y que el tránsito de la fraternidad al enamoramiento se hacía como una seda. La primita, haciéndose también la sorprendida en los primeros momentos y aun la vergonzosa, dijo también que aquello debía pensarse. Hay motivos para creer que Barbarita se lo había hecho pensar ya. Sea lo que quiera, ello es que a los cuatro días de romperse el hielo ya no había que enseñarles nada de noviazgo. Creeríase que no habían hecho en su vida otra cosa más que estar picoteando todo el santo día. El país y el ambiente eran propicios a esta vida nueva. Rocas formidables, olas, playa con caracolitos, praderas verdes, setos, callejas llenas de arbustos, helechos y líquenes, veredas cuyo término no se sabía, caseríos rústicos que al caer de la tarde despedían de sus abollados techos humaredas azules, celajes grises, rayos de sol dorando la arena, velas de pescadores cruzando la inmensidad del mar, ya azul, ya verdoso, terso un día, otro aborregado, un vapor en el horizonte tiznando el cielo con su humo, un aguacero en la montaña y otros accidentes de aquel admirable fondo poético, favorecían a los amantes, dándoles a cada momento un ejemplo nuevo para aquella gran ley de la Naturaleza que estaban cumpliendo. ...

En la línea 255
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Pero, hija, ¿qué te importa?… Bueno, te lo diré. No tiene nada de particular. Pues señor… vivía en aquella casa un tío de la tal, hermano de la huevera, buen tipo, el mayor perdido y el animal más grande que en mi vida he visto; un hombre que lo ha sido todo, presidiario y revolucionario de barricadas, torero de invierno y tratante en ganado. ¡Ah! ¡José Izquierdo!… te reirías si le vieras y le oyeras hablar. Este tal le sorbió los sesos a una pobre mujer, viuda de un platero y se casó con ella. Cada uno por su estilo, aquella pareja valía un imperio. Todo el santo día estaban riñendo, de pico se entiende… ¡Y qué tienda, hija, qué desorden, qué escenas! Primero se emborrachaba él solo, después los dos a turno. Pregúntale a Villalonga; él es quien cuenta esto a maravilla y remeda los jaleos que allí se armaban. Paréceme mentira que yo me divirtiera con tales escándalos. ¡Lo que es el hombre! Pero yo estaba ciego; tenía entonces la manía de lo popular. ...

En la línea 455
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Después de un gran rato de silencio, consagrado a las devociones, Barbarita se volvía a él diciéndole con altanería impropia de aquel santo lugar: ...

En la línea 478
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Maestro… que haya salud. Ciertos artículos se compraban siempre al por mayor, y si era posible de primera mano. Barbarita tenía en la médula de los huesos la fibra de comerciante, y se pirraba por sacar el género arreglado. Pero, ¡cuán distantes de la realidad habrían quedado estos intentos sin la ayuda del espejo de los corredores, Estupiñá el Grande! ¡Lo que aquel santo hombre andaba para encontrar huevos frescos en gran cantidad… ! Todos los polleros de la Cava le traían en palmitas, y él se daba no poca importancia, diciéndoles: «o tenemos formalidad o no tenemos formalidad. Examinemos el artículo, y después se discutirá… calma, hombre, calma». Y allí era el mirar huevo por huevo al trasluz, el sopesarlos y el hacer mil comentarios sobre su probable antigüedad. Como alguno de aquellos tíos le engañase, ya podía encomendarse a Dios, porque llegaba Estupiñá como una fiera amenazándole con el teniente alcalde, con la inspección municipal y hasta con la horca. ...

En la línea 917
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Un santo ermitaño –se dijo el rey–. Ahora tengo en verdad suerte. ...

En la línea 1092
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –No lo sé. Acaso haya sido una imprudencia. Ni por sueños pensé que tuviera nombre. ¡Ah, santo cielo! Creí que era una cosa original. ...

En la línea 1255
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¿Qué rey, pregunta? (Dios santo, ¿qué tendrá este muchacho?) Puesto que no tenemos más que uno, no es difícil responder: Su sacratísima Majestad el rey Eduardo VI, que Dios guarde. Si, y que es un muchachillo muy hermoso y muy gracioso. Tanto si está loco como si no y dicen que va mejorando de día en día–, a todo el mundo se le oyen alabanzas de él, y todos lo bendicen, y rezan todos porque reine mucho tiempo en Inglaterra, porque ha empezado humanamente, salvando la vida del viejo duque de Norfolk, y ahora se propone abolir las leyes más crueles que ofenden y oprimen al pueblo. ...

En la línea 874
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –¿Ella? ¡Como yo! Esto es una mala jugada de la Providencia, de la Naturaleza o de quien sea, una burla. Si hubiera venido… el nene o nena, lo que fuere… si hubiera venido cuando, inocentes tórtolos llenos, más que de amor paternal, de vanidad, le esperábamos; si hubiera venido cuando creíamos que el no tener hijos era ser menos que otros; si hubiera venido entonces, ¡santo y muy bueno!, pero ¿ahora, ahora? Te digo que esto es una burla. Si no fuera por… ...

En la línea 2259
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... »¡Pobre amo mío! ¿Qué será ahora de él? ¿Dónde estará aquello que en él hablaba y soñaba? Tal vez allá arriba, en el mundo puro, en la alta meseta de la tierra, en la tierra pura toda ella de colores puros, como la vio Platón, al que los hombres llaman divino; en aquella sobrehaz terrestre de que caen las piedras preciosas, donde están los hombres puros y los purificados bebiendo aire y respirando éter. Allí están también los perros puros, los de san Humberto el cazador, el de santo Domingo de Guzmán con su antorcha en la boca, el de san Roque, de quien decía un predicador señalando a su imagen: ¡Allí le tenéis a san Roque, con su perrito y todo! Allí, en el mundo puro platónico, en el de las ideas encarnadas, está el perro puro, el perro de veras cínico. ¡Y allí está mi amo! ...

En la línea 906
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Joe solía cantar una canción en la fragua, cuyo estribillo era «Old Clem». No era, desde luego, un modo ceremonioso de prestar homenaje a un santo patrón; pero me figuro que Old Clem sostenía esta especie de relaciones con los herreros. Era una canción que daba el compás para golpear el hierro y una excusa lírica para la introducción del respetado nombre de Old Clem. Así, para indicar el tiempo a los herreros que rodeaban el yunque cantaba: ...

En la línea 114
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Desde entonces, señor, a causa del desgraciado hecho que le acabo de referir, y por efecto de una denuncia procedente de personas malvadas (Daría Frantzevna ha tomado parte activa en ello, pues dice que la hemos engañado), desde entonces, mi hija Sonia Simonovna figura en el registro de la policía y se ha visto obligada a dejarnos. La dueña de la casa, Amalia Feodorovna, no hubiera tolerado su presencia, puesto que ayudaba a Daría Frantzevna en sus manejos. Y en lo que concierne al señor Lebeziatnikof… , pues… sólo le diré que su incidente con Catalina Ivanovna se produjo a causa de Sonia. Al principio no cesaba de perseguir a Sonetchka. Después, de repente, salió a relucir su amor propio herido. «Un hombre de mi condición no puede vivir en la misma casa que una mujer de esa especie.» Catalina Ivanovna salió entonces en defensa de Sonia, y la cosa acabó como usted sabe. Ahora Sonia suele venir a vernos al atardecer y trae algún dinero a Catalina Ivanovna. Tiene alquilada una habitación en casa del sastre Kapernaumof. Este hombre es cojo y tartamudo, y toda su numerosa familia tartamudea… Su mujer es tan tartamuda como él. Toda la familia vive amontonada en una habitación, y la de Sonia está separada de ésta por un tabique… ¡Gente miserable y tartamuda… ! Una mañana me levanto, me pongo mis harapos, levanto los brazos al cielo y voy a visitar a su excelencia Iván Afanassievitch. ¿Conoce usted a su excelencia Iván Afanassievitch? ¿No? Entonces no conoce usted al santo más santo. Es un cirio, un cirio que se funde ante la imagen del Señor… Sus ojos estaban llenos de lágrimas después de escuchar mi relato desde el principio hasta el fin. ...

En la línea 312
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Pero, a todo esto, ¿adónde voy? ‑pensó de súbito‑. ¡Qué raro! Yo he salido de casa para ir a alguna parte; apenas he terminado de leer, he salido para… ¡Ahora me acuerdo: iba a Vasilievski Ostrof, a casa de Rasumikhine! Pero ¿para qué? ¿A santo de qué se me ha ocurrido ir a ver a Rasumikhine? ¡Qué cosa tan extraordinaria!» ...

En la línea 1455
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¿Invitado… ? Hemos bebido champán. Pero ¿a santo de qué tenían que invitarme? ...

En la línea 1890
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Sí, sí; tiene usted razón ‑se excusó el estudiante‑; me he olvidado de algo que no debí olvidar, y estoy verdaderamente avergonzado. Pero usted no debe guardarme rencor porque haya hablado así, pues he sido franco. No crea que lo he dicho por… No, no; eso sería una vileza… Yo no lo he dicho para… No, no me atrevo a decirlo… Cuando ese hombre vino a ver a Rodia, comprendimos muy pronto que no era de los nuestros. Y no porque se hubiera hecho rizar el pelo en la peluquería, ni porque alardease de sus buenas relaciones, sino porque es mezquino e interesado, porque es falso y avaro como un judío. ¿Creen ustedes que es inteligente? Pues se equivocan: es un necio de pies a cabeza. ¿Acaso es ése el marido que le conviene… ? ¡Dios santo! Óiganme ‑dijo, deteniéndose de pronto, cuando subían la escalera‑: en mi casa todos están borrachos, pero son personas de nobles sentimientos, y a pesar de los absurdos que decimos (pues yo los digo también), llegaremos un día a la verdad, porque vamos por el buen camino. En cambio, Piotr Petrovitch… , en fin, su camino es diferente. Hace un momento he insultado a mis amigos, pero los aprecio. Los aprecio a todos, incluso a Zamiotof. No es que sienta por él un gran cariño, pero sí cierto afecto: es una criatura. Y también aprecio a esa mole de Zosimof, pues es honrado y conoce su oficio… En fin, basta de esta cuestión. El caso es que allí todo se dice y todo se perdona. ¿Estoy yo también perdonado aquí? ¿Sí? Pues adelante… Este pasillo lo conozco yo. He estado aquí otras veces. Allí, en el número tres, hubo un día un escándalo. ¿Dónde se alojan ustedes? ¿En el número ocho? Pues cierren bien la puerta y no abran a nadie… Volveré dentro de un cuarto de hora con noticias, y dentro de media hora con Zosimof. Bueno, me voy. Buenas noches. ...

En la línea 399
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Me parece… -murmuró Lucía recordando- que le oí hablar de una fonda de San Esteban. Me fijé porque yo tengo de ese santo una estampa muy bonita en mi libro de misa. ...

En la línea 856
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Yo no sé qué van a inventar ya -pronunció reposadamente-. He visto en esas tiendas elefantes, lagartos, ranas y sapos, y hasta arañas; en fin, los animalejos más asquerosos en adornos de señoritas. En mis juventudes no nos pagábamos de tales extravagancias; buenos brillantes, bonitas perlas, algún corazón de rubíes… ¡ah! también usábamos los camafeos; pero era un capricho precioso… se grababa en ellos el retrato de uno mismo… o alguna virgen, algún santo. ...

En la línea 1063
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Parece que los estoy viendo… Ahí, ahí, donde usted está, la señora Doña Armanda; y él, aquí, así, lo mismito que yo, dicho sea con el respeto que… Pues se bajaba, y le alzaba los pies y se los apoyaba en un taburete… así, así, y le ponía detrás de la cabeza hasta una docena de almohadas, almohadones y almohadillas, de distintos tamaños y hechuras, todo para acomodarlas a la respiración de la pobre señora… Y los jaropes, y los potingues… digital por aquí, atropina por allá… ¡quiá! ni por esas… se murió al fin la infeliz… ¿Creerá usted que no hizo Don Ignacio ningún extremo? es un pozo; todo se lo guarda, y así le ahoga eso que va encerrando, encerrando… A mí no me la pegó con su serenidad… porque cuando me dijo: «Sardiola, me acompañarás esta noche a velarla», me acordé, ¡mire usted, señorita, qué tontería! pues me acordé de un corneta de nuestras filas, que tocaba unas dianas famosas con su instrumento, que era tan claro y tan lleno y tan hermoso… y un día tocó mal, y como nos burlásemos de él, cogió la corneta, y sopló y nos dijo: «Chicos, ha tenido una pena y se ha reventado la pobrecilla mía… » Pues mire usted, la misma diferencia de son que noté en la corneta de aquel majadero de Triguillos, noté en la voz del señorito… usted ya sabe que la tiene muy sonora, que daría gozo oírle mandar la maniobra… y aquel día… estaba reventada la voz, vamos. En fin, que él amortajó a Doña Armanda, y entre él y yo la velamos, y al amanecer… ¡zas! tren especial y a Bretaña con el cuerpo en un ataúd de palo santo fileteado de plata: al castillote de qué sé yo qué, a enterrar con sus padres, abuelos y tatarabuelos a la pobre señora. ...


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Más información sobre la palabra Santo en internet

Santo en la RAE.
Santo en Word Reference.
Santo en la wikipedia.
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