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La palabra pudiendo
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la palabra pudiendo

La palabra Pudiendo ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
Memoria De Las Islas Filipinas. de Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece pudiendo.

Estadisticas de la palabra pudiendo

Pudiendo es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 7231 según la RAE.

Pudiendo aparece de media 11.74 veces en cada libro en castellano.

Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la pudiendo en las obras de referencia de la RAE contandose 1784 apariciones .

Algunas Frases de libros en las que aparece pudiendo

La palabra pudiendo puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 558
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... En punto a laboriosos, eran como un tropel de ardillas, no pudiendo permanecer quietos mientras el padre trabajaba. ...

En la línea 374
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Rafael, no pudiendo por los hábitos de su primera juventud acostumbrarse a la sobriedad del cortijo, encargaba al _sobajanero_ (un muchacho, que iba diariamente a Jerez en un borriquillo) que renovase de vez en cuando su provisión de vino; pero la guardaba bajo llave, temiendo la intemperancia de los viejos. ...

En la línea 469
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y como si quisiera pasar apresuradamente sobre este recuerdo, explicó su llegada al cortijo. Había salido por la mañana de Jerez en la _góndola_ de la sierra, uno de aquellos coches que pasaban cargados de gente y de fardos por el inmediato camino. Deseaba ver al señor Antonio Matacardillos, el dueño del ventorro del Grajo, situado en la carretera, cerca del cortijo; un bravo que de joven le había seguido en todas sus aventuras revolucionarias. Estaba enfermo del corazón, con las piernas hinchadas, casi imposibilitado de moverse, no pudiendo llegar a la puerta de su choza más que entre ayes y tropezones. Al saber que Salvatierra vivía en Jerez, sus dolores parecían haberse aumentado con la desesperación que le causaba el no verle. ...

En la línea 5862
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... En aquel momento se abrió por sí sola la puerta del comedor rechi nando, y Porthos, a través de los batientes entreabiertos, vio al peque ño recadero que, no pudiendo participar en el festín, comía su pan entre el doble olor de la cocina y del comedor. ...

En la línea 10142
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Pero no pudiendo ahogarla, le sonrió. ...

En la línea 322
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... De que concluyo, parece fundada esta reforma, y aun justa, en beneficio de nivelar del mejor modo posible, y sin recargo del erario, la distribucion de la hacienda entre los párrocos; pues dedicados todos á tan alto é importante ministerio, nada mas justo que facilitarles los medios mas análogos á conservar la decencia y decoro de su estado cual corresponde, con la mas justa proporcion que sea posible, pudiendo efectuarse en la forma indicada, y asi continuar hasta que el aumento de poblacion reclame que se varie el método que se establezca. ...

En la línea 408
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Los vecinos de Manila y el consulado se quejaron al superior gobierno de que no estando al alcance de la administracion dirijir la correspondencia á los paises estranjeros, tampoco debia cargar portes por el hecho de hacerlas llevar al oficio del correo causando atrasos y perjuicios; porque no pudiendo encaminar las respuestas á los paises estranjeros, ni obligar á los capitanes de buques estraños que llevasen cartas á los puertos de España, India y China, ó al punto que fuesen destinados, era notorio el gravámen y la ilegalidad de aquella medida. ...

En la línea 5712
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... No estará de más hacer notar aquí que, pasado un mes, mi amigo el _herrador_, no pudiendo hallar un buen comprador para su corcel, entró en tratos con los susodichos bandoleros, y acabó vendiéndoselo a su cabecilla, no por los tres mil _reales_ que pedía, sino a cambio de una punta de ganado, robada probablemente en las llanuras manchegas. ...

En la línea 6443
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Insistieron en su demanda, a la que por fin me sometí, no pudiendo resistir sus importunaciones; así que me acompañaron a la posada y recibieron lo que con tanto ardor deseaban. ...

En la línea 642
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Decid Sarra -replicó don Quijote, no pudiendo sufrir el trocar de los vocablos del cabrero. ...

En la línea 929
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... El lecho, que era un poco endeble y de no firmes fundamentos, no pudiendo sufrir la añadidura del arriero, dio consigo en el suelo, a cuyo gran ruido despertó el ventero, y luego imaginó que debían de ser pendencias de Maritornes, porque, habiéndola llamado a voces, no respondía. ...

En la línea 1134
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Rióse don Quijote del donaire de Sancho, pero, con todo, propuso de llamarse de aquel nombre en pudiendo pintar su escudo, o rodela, como había imaginado. ...

En la línea 1622
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Íbanse poco a poco entrando en lo más áspero de la montaña, y Sancho iba muerto por razonar con su amo, y deseaba que él comenzase la plática, por no contravenir a lo que le tenía mandado; mas, no pudiendo sufrir tanto silencio, le dijo: -Señor don Quijote, vuestra merced me eche su bendición y me dé licencia; que desde aquí me quiero volver a mi casa, y a mi mujer y a mis hijos, con los cuales, por lo menos, hablaré y departiré todo lo que quisiere; porque querer vuestra merced que vaya con él por estas soledades, de día y de noche, y que no le hable cuando me diere gusto es enterrarme en vida. ...

En la línea 516
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Los que le perseguían viéronse obligados a pasar delante de él, no pudiendo contener a sus cabalgaduras. Lanzose inmediatamente en persecución de ellos, hundió su cuchillo en la espalda de uno de los ladrones e hirió al otro, recobró su caballo y se volvió a su casa. Para conseguir resultados tan perfectos se necesitan dos cosas: un bocado muy potente (como el de los mamelucos), el cual se usa rara vez, pero cuya fuerza conoce el caballo con exactitud; y unas inmensas espuelas romas, con las que se puede rozar nada más la piel del caballo o causarle violento dolor. Con espuelas inglesas, que hieren la piel en cuanto la tocan, creo que sería imposible amaestrar un caballo a la americana. ...

En la línea 743
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Al día siguiente bajó a tierra una numerosa escuadra para comprarles pieles; no quisieron armas de fuego, sino que lo que más solicitaban era tabaco con preferencia a las hachas y herramientas. Toda la población de los toldos, hombres, mujeres y niños, se colocó en una altura del terreno; lo que constituía un espectáculo interesante, no pudiendo por menos de sentirse atraído hacia los llamados gigantes, tan confiados, tan agradables, y de tan buen humor. Al despedirnos nos rogaron que volviésemos a visitarles. Les agrada mucho tener consigo algunos europeos, y la vieja María, una de las tres mujeres más influyentes de la tribu, suplicó a Mr. Lowe que permitiera a uno de los marineros quedarse allí con ellos. La mayor parte del año la pasan aquí, pero en verano se van a cazar al pie de la cordillera, y a veces suben hacia el norte hasta el río Negro, a distancia de 750 millas (1.200 kilómetros). Tienen muchos caballos; según Lowe, cada hombre tienen cinco o seis, y hasta las mujeres y los niños tienen cada uno el suyo. En tiempos de Sarmiento (1580) estaban estos indios armados de arcos y flechas que desde hace mucho tiempo han desaparecido; también entonces tenían algunos caballos. Hay un hecho curioso que prueba la rapidez con que se multiplican estos animales en la América del Sur. Se desembarcaron los primeros caballos en Buenos Aires en 1537; abandonada esta colonia por algún tiempo, recobraron los caballos el estado salvaje, y ¡sólo cuarenta y tres años después, en 1580, se les encuentra ya en las costas del estrecho de Magallanes! Me ha contado Mr. Lowe que una tribu vecina de indios que hasta ahora no ha usado el caballo, comienza a conocer este animal y a apreciarlo; la tribu que habita los alrededores de la bahía de Gregory le da sus caballos más viejos, todos los inviernos, y unos cuantos hombres de los más peritos en su manejo, para ayudarles en sus cacerías. ...

En la línea 1294
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... r encima del horizonte de los árboles se alza, en toda su hermosura, el volcán de Corcovado, y otro volcán de vértice plano algo más al norte, pudiendo distinguir apenas otro poco de la gran cadena ...

En la línea 1396
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Un sólo terremoto basta para destruir la prosperidad de un país. las fuerzas subterráneas de Inglaterra, hoy inertes, volviesen a ejercer su potencia, como evidentemente la han desarrollado en las épocas geológicas, ahora tan alejadas de nosotros, ¡qué de cambios no se producirían en el país! ¿Qué sería de las casas tan altas, de las populosas ciudades, de las grandes fábricas, de los soberbios edificios públicos y particulares? ¡Si en medio de la noche se produjese un gran terremoto, qué horrible carnicería! La bancarrota sería inmediata; todos los papeles, todos los documentos, todas las cuentas desaparecería en un instante; no pudiendo entonces el gobierno percibir impuestos, ni afirmar su autoridad, la violencia y la rapiña lo dominaría todo; se declararía el hambre en todas las grandes poblaciones y no tardarían en sobrevenir la peste y la muerte. ...

En la línea 7989
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... No pudiendo dar a su amigo los golpecitos en el hombro, con que solía saludarle, los aplicó a las ancas del caballo, que se dignó a mirar volviendo un poco la cabeza al humilde infante. ...

En la línea 9565
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Ana a veces, no pudiendo elevar su atención a las cosas invisibles, a la contemplación piadosa, procuraba preparar este viaje místico pensando en el Magistral. ...

En la línea 9569
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Y no pudiendo meditar sobre cosas santas, piadosas, poníase la mantilla y corría a la conferencia de San Vicente, o a la Junta del Corazón o al Catecismo, o a misa. ...

En la línea 14849
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... la abrazó nerviosa y dijo, pudiendo al fin hablar: —¿A qué jugáis, locos. ...

En la línea 370
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Calixto III, con su autoridad de gran jurisconsulto, declaraba el reino de Nápoles perteneciente a la iglesia, no pudiendo ceñirse nadie su corona sin la aprobación papal. Por esto se indignó al saber que el bastardo, apenas muerto su padre, montaba a caballo con vestiduras reales, cabalgando por las calles de Nápoles entre la muchedumbre, que gritaba: « ¡Viva el rey don Ferrante!» ...

En la línea 429
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... ¡Haberse embarcado en esta pasión ardorosa e incierta cuando la vida le ofrecía tantos amores fáciles y gratamente desiguales, pudiendo verse adorada lo mismo que el' ídolo cruel e injusto que nunca ve disminuir los fanáticos prosternados a sus pies!… Conocía los peligros que hace arrostrar una primera juventud a las mujeres que se fían de ella, una juventud siempre agitada por el deseo del más allá. Venus recién surgida de la espuma de las ondas sólo representaba para un amante de veinte años el día actual, el triunfo del momento. En esa edad crédula se espera siempre, y la esperanza va acompañada de ingratitud. «Mañana aún se presentará algo mejor», piensa la petulancia juvenil. Sólo el amante en plena madurez sabe el valor del hoy , y lo aprovecha, agradeciendo su fortuna presente. «Guardemos lo que me da mi buena suerte y procuremos no perderlo.» Este era el amor sumiso y agradecido que necesitaba ella. ...

En la línea 446
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Calló Borja un momento, y al notar en los ojos de ella una expresión interrogante, no pudiendo sin duda armonizar tales palabras de pasión con el desaliento de sus deseos, continuó, como si se excusase: ...

En la línea 450
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Se apresuró Claudio a interrumpirla, no pudiendo aceptar su errónea interpretación: ...

En la línea 114
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Vivía Plácido en la Cava de San Miguel. Su casa era una de las que forman el costado occidental de la Plaza Mayor, y como el basamento de ellas está mucho más bajo que el suelo de la Plaza, tienen una altura imponente y una estribación formidable, a modo de fortaleza. El piso en que el tal vivía era cuarto por la Plaza y por la Cava séptimo. No existen en Madrid alturas mayores, y para vencer aquellas era forzoso apechugar con ciento veinte escalones, todos de piedra, como decía Plácido con orgullo, no pudiendo ponderar otra cosa de su domicilio. El ser todas de piedra, desde la Cava hasta las bohardillas, da a las escaleras de aquellas casas un aspecto lúgubre y monumental, como de castillo de leyendas, y Estupiñá no podía olvidar esta circunstancia que le hacía interesante en cierto modo, pues no es lo mismo subir a su casa por una escalera como las del Escorial, que subir por viles peldaños de palo, como cada hijo de vecino. ...

En la línea 324
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Hablando así se quitaba el sombrero, luego el abrigo, después el cuerpo, la falda, el polisón, y lo iba poniendo todo con orden en las butacas y sillas del aposento. Estaba rendida y no veía las santas horas de dar con sus fatigadas carnes en la cama. El esposo también iba soltando ropa. Aparentaba buen humor; pero la curiosidad de Jacinta le desagradaba ya. Por fin, no pudiendo resistir a las monerías de su mujer, no tuvo más remedio que decidirse. Ya estaban las cabezas sobre las almohadas, cuando Santa Cruz echó perezoso de su boca estas palabras: ...

En la línea 737
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... ¡Cómo estuvo aquel día la pobrecita! No se enteraba de lo que le decían, no veía ni oía nada. Era como una ceguera y sordera moral, casi física. La culebra que se le había enroscado dentro, desde el pecho al cerebro, le comía todos los pensamientos y las sensaciones todas, y casi le estorbaba la vida exterior. Quería llorar; ¿pero qué diría la familia al verla hecha un mar de lágrimas? Habría que decir el motivo… Las reacciones fuertes y pasajeras de toda pena no le faltaban, y cuando aquella marca de consuelo venía, sentía breve alivio. ¡Si todo era un embuste, si aquel hombre estaba loco… ! Era autor de novelas de brocha gorda y no pudiendo ya escribirlas para el público, intentaba llevar a la vida real los productos de su imaginación llena de tuberculosis. Sí, sí, sí: no podía ser otra cosa: tisis de la fantasía. Sólo en las novelas malas se ven esos hijos de sorpresa que salen cuando hace falta para complicar el argumento. Pero si lo revelado podía ser una papa, también podía no serlo, y he aquí concluida la reacción de alivio. La culebra entonces, en vez de desenroscarse, apretaba más sus duros anillos. ...

En la línea 1407
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —¿Se parece?—preguntó Jacinta no pudiendo expresarse bien, porque se le caía la baba, como vulgarmente se dice. ...

En la línea 234
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Toda la tripulación permaneció en pie durante la noche, sin que nadie pensara en dormir. No pudiendo competir en velocidad, el Abraham Lincoln había moderado su marcha. Por su parte, el narval, imitando a la fragata, se dejaba mecer por las olas y parecía decidido a no abandonar el escenario de la lucha. ...

En la línea 2372
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Hubiera querido interrogarle. No pudiendo hacerlo, le detuve, agarrándole del brazo. Pero él, moviendo la cabeza, y mostrándome la última cima de la montaña, pareció decirme: «Ven, sigue, continúa». ...

En la línea 2292
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Cuando llegó a la primera bocacalle, pasó a la esquina de enfrente y se volvió, pudiendo advertir que la muchacha había seguido la misma dirección que él sin darse cuenta de que la espiaban. La joven llegó a la travesía y se internó por ella, sin cruzar la calzada. El desconocido continuó su persecución por la acera opuesta, sin perder de vista a Sonia, y cuando habían recorrido unos cincuenta pasos, él cruzó la calle y la siguió por la misma acera, a unos cinco pasos de distancia. ...

En la línea 4182
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¿Que quién es el asesino? ‑exclamó como no pudiendo dar crédito a sus oídos‑. ¡Usted, Rodion Romanovitch! ‑Y añadió en voz baja y en un tono de profunda convicción‑: Usted es el asesino. ...

En la línea 1238
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... En aquel momento tenía el otro pie en mi mano y, no pudiendo resistir la tentación lo besé. Lo retiró vivamente y me dio algunos golpecitos en la cara. Finalmente, me despidió. ...

En la línea 1195
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Sabía algunas copias de Francia y de Inglaterra, y resolvió ensayarlas. Los japoneses debían, seguramente, ser aficionados a la música, puesto que todo se hace entre ellos a son de timbales, tamtams y tambores, no pudiendo menos de apreciar, por consiguiente, el talento de un cantor europeo. ...

En la línea 1370
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... En esa porción de territorio que se extiende entre San Francisco y Sacramento, el suelo es poco accidentado. Esa parte del ferrocarril, llamada 'Central Pacific', tomaba a Sacramento como punto de partida y avanzaba al Este, al encuentro del que partía de Omaha. De San Francisco a la capital de California la línea corría directamente al Nordeste, siguiendo el río 'American', que desagua en la bahía de San Pablo. Las ciento veinte millas comprendidas entre estas dos importantes ciudades se recorrieron en seis horas, y a cosa de medianoche, mientras que los viajeros se hallaban entregados a su primer sueño, pasaron por Sacramento, no pudiendo, por consiguiente, ver nada de esta gran ciudad, residencia de la legislatura del estado de California, ni sus bellos muelles, ni sus anchas calles, ni sus espléndidos palacios, ni sus plazas, ni sus templos. ...

En la línea 1640
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Así transcurrió la noche. Al alba, el disco medio apagado del sol se levantó sobre un horizonte nublado, pudiendo, sin embargo, la vista extenderse hasta dos millas de distancia. Phileas Fogg y el destacamento se habían dirigido hacia el Sur, y por este lado no se divisaba más que el desierto. Eran entonces las siete de la mañana. ...


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Más información sobre la palabra Pudiendo en internet

Pudiendo en la RAE.
Pudiendo en Word Reference.
Pudiendo en la wikipedia.
Sinonimos de Pudiendo.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Pudiendo

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