Cómo se escribe.org.es

La palabra pegados
Cómo se escribe

la palabra pegados

La palabra Pegados ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece pegados.

Estadisticas de la palabra pegados

Pegados es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 18190 según la RAE.

Pegados aparece de media 3.48 veces en cada libro en castellano.

Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la pegados en las obras de referencia de la RAE contandose 529 apariciones .

Errores Ortográficos típicos con la palabra Pegados

Cómo se escribe pegados o pegadoz?
Cómo se escribe pegados o pejados?

Más información sobre la palabra Pegados en internet

Pegados en la RAE.
Pegados en Word Reference.
Pegados en la wikipedia.
Sinonimos de Pegados.

Algunas Frases de libros en las que aparece pegados

La palabra pegados puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1207
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pero de cintura para arriba mostrábase el señorío, «la dignidad del sacerdote de la instrucción», como él afirmaba; lo que le distinguía de toda la gente de las barracas, gusarapos pegados al surco: una corbata de colores chillones sobre la sucia pechera, bigote cano y cerdoso partiendo su rostro mofletudo y arrebolado, y una gorra azul con visera de hule, recuerdo de uno de los muchos empleos que había desempeñado en su accidentada vida. ...

En la línea 2228
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Allí estaba el enemigo: ¡a él! Y empezó una carrera loca en el profundo cauce, andando a tientas en la sombra, dejando perdidas las alpargatas en el légamo del lecho, con los pantalones pegados a la carne, tirantes, pesados, dificultando los movimientos, recibiendo en el rostro el bofetón de las cañas tronchadas, los arañazos de las hojas rígidas y cortantes. ...

En la línea 5310
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... ¡Qué enigma es este mundo! ¡Qué obscuras y misteriosas las fuentes de lo que llaman crimen y virtud! Si aquel desventurado niño es, con el tiempo, un asesino como su padre, ¿podría culpársele por ello? Arrullado por ladrones, ya vestido de ladrón, hijo de un ladrón cuya historia fué quizás igual a ésta, ¿es justo...? ¡Oh hombre! ¡Hombre! No intentes penetrar en el misterio del bien y del mal morales; reconoce que eres un gusano, arrójate al suelo y murmura con los labios pegados al polvo: ¡Jesús! ¡Jesús! Lo que más me sorprendió fué el buen comportamiento de los presos; lo llamo bueno después de considerar bien todas las cosas y de compararlo con el de la generalidad de los presos en otros países. ...

En la línea 5675
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Acabada la comida, López me habló así:—_Señor don Jorge_, su llegada a este pueblo ha causado ya sensación, sobre todo, por ser los tiempos de guerra y alborotos, y vivir cada cual temeroso del vecino; aquí estamos pegados a los confines del país faccioso, porque, como usted bien sabe, la mayor parte de la Mancha está en poder de _carlinos_ y de ladrones, y algunas partidas se asoman a menudo por la otra orilla del río. ...

En la línea 6914
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... En esta veloz carrera, pasamos pegados a la popa de un barco grande con bandera americana; iba a tomar el Estrecho y avanzaba lentamente contra el levante impetuoso. ...

En la línea 1585
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Hacia la calle de la Greda. —No… los amigos se habían trasladado a una casa de la calle de Alcalá, la de Casa-Irujo, que tiene ventanas al parque del ministerio de la Guerra… Subo y me les encuentro muy desanimados. Me asomé con ellos a las ventanas que dan a Buenavista, y no vi nada… «¿Pero a cuándo esperan? ¿En qué están pensando?… ». Francamente, yo creí que el golpe se había chafado y que Pavía no se atrevía a echar las tropas a la calle. Serrano, impaciente, limpiaba los cristales empañados, para mirar, y abajo no se veía nada. «Mi general —le dije—, yo veo una faja negra, que así de pronto, en la oscuridad de la noche, parece un zócalo… Mire usted bien, ¿no será una fila de hombres?».—«¿Y qué hacen ahí pegados a la pared?».—«Vea usted, vea usted, el zócalo se mueve. Parece una culebra que rodea todo el edificio y que ahora se desenrosca… ¿Ve usted?… la punta se extiende hacia las rampas».—«Soldados son—dijo en voz baja el general, y en el mismo instante entró Zalamero con medio palmo de lengua fuera, diciendo: «La votación sigue: la ventaja que llevaba al principio Salmerón, la lleva ahora Castelar… nueve votos… Pero aún falta por votar la mitad del Congreso… ». Ansiedad en todas las caras… A mí me tocaba entonces ir allá, para traer el resultado final de la votación… Tras, tras… cojo mi calle del Turco, y entrando en el Congreso, me encontré a un periodista que salía: «La proposición lleva diez votos de ventaja. Tendremos ministerio Palanca». ¡Pobre Emilio!… Entré. En el salón estaban votando ya las filas de arriba. Eché un vistazo y salí. Di la vuelta por la curva, pensando lo que acababa de ver en Buenavista, la cinta negra enroscada en el edificio… Figueras salió por la escalerilla del reloj, y me dijo: «Usted qué cree, ¿habrá trifulca esta noche?». Y le respondí: «Váyase usted tranquilo, maestro, que no habrá nada… ». «Me parece—dijo con socarronería—que esto se lo lleva Pateta». Yo me reí. Y a poco pasa un portero, y me dice con la mayor tranquilidad del mundo, que por la calle del Florín había tropa. «¿De veras? Visiones de usted. ¡Qué tropa ni qué niño muerto!». Yo me hacía de nuevas. Asomé la jeta por la puerta del reloj. «No me muevo de aquí—pensé, mirando la mesa—. Ahora veréis lo que es canela… ». Estaban leyendo el resultado de la votación. Leían los nombres de todos los votantes sin omitir uno. De repente aparecen por la puerta del rincón de Fernando el Católico varios quintos mandados por un oficial, y se plantan junto a la escalera de la mesa. Parecían comparsas de teatro. Por la otra puerta entró un coronel viejo de la Guardia Civil. ...

En la línea 1689
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Fortunata se levantó para marcharse. Ocurriole a Maximiliano salir detrás de ella para ver dónde iba. Era la manera especial suya de hacer la corte. En su espíritu soñador existía la vaga creencia de que aquellos seguimientos entrañaban una comunicación misteriosa, quizás magnética. Seguir, mirando de lejos, era un lenguaje o telegrafía sui generis, y la persona seguida, aunque no volviese la vista atrás, debía de conocer en sí los efectos del fluido de atracción. Salió Fortunata despidiéndose muy fríamente, y a los dos minutos se despidió también Maximiliano con ánimo de alcanzarla todavía en el portal. Pero aquel condenado Ulmus sylvestris le entretuvo a la fuerza, cogiéndole una mano y apretándosela con bárbaros alardes de vigor muscular, para reírse con los chillidos de dolor que daba el pobre Rubinius vulgaris. «¡Qué asno eres!—exclamaba este, retirando al fin su mano magullada, con los dedos pegados unos a otros—. ¡Vaya unas gracias!.. ...

En la línea 4616
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La determinación de no salir a paseo puso a la señorita de mal talante, porque no podía hablar con su novio, que a aquella hora estaba clavado en la esquina de la calle de los Tres Peces, esperando a que saliese la familia para incorporarse. Era un chico de mérito, que estudiaba el último año de no sé qué carrera, y escribía artículos de crítica (gratis) en diferentes periódicos. A pesar de sus notables prendas, doña Casta no le veía con buenos ojos, porque la crítica, francamente, como oficio para mantener una familia, no le parecía de lo más lucrativo. Pero Olimpia estaba muy apasionada; leía todos los artículos de su novio, que este le llevaba recortados de los periódicos y pegados en cuartillas, y con esta lectura se iba ilustrando considerablemente. Todo aquel fárrago de sentencias estéticas lo guardaba con las cartas y los mechones de pelo. Doña Casta no permitía aún al apreciable joven entrar en la casa. ...


El Español es una gran familia


la Ortografía es divertida

Busca otras palabras en esta web

Palabras parecidas a pegados

La palabra notaba
La palabra quejarse
La palabra especialmente
La palabra excusas
La palabra ustedes
La palabra finura
La palabra rara

Webs Amigas:

VPO en Extremadura . Ciclos Fp de Automoción en Málaga . VPO en Comunidad Foral de Navarra . - Granada Hotel BS Corporativa