La palabra Ustedes ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras. 
				 La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
 La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
 El cuervo de Leopoldo Alias Clarín
 La Biblia en España de Tomás Borrow y  Manuel Azaña
 Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
 La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
 A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
 El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
 Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
 Niebla de Miguel De Unamuno
 Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
 Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
 Grandes Esperanzas de Charles Dickens
 Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
 El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
 Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
				Por tanto puede ser considerada correcta en Español. 
				Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece ustedes.
				
					 Estadisticas de la palabra  ustedes
				 Ustedes es una de las palabras más utilizadas del castellano ya que se encuentra en el Top 5000, en el puesto 1399  según la RAE. 
			 Ustedes tienen una frecuencia media de 66.77 veces en cada libro en castellano 
 
			Esta clasificación se basa en la frecuencia de aparición de la ustedes en 150 obras del castellano contandose 10149  apariciones en total.
					 Más información sobre la palabra Ustedes en internet
								 Ustedes en la RAE. 
								 Ustedes en Word Reference. 
								
								 Ustedes en la wikipedia.  
								
								 Sinonimos de Ustedes. 
  
								
								                                                       
				Algunas Frases de libros en las que aparece ustedes
				La palabra ustedes puede ser considerada correcta por su aparición en estas  obras maestras de la literatura. 
							  En la línea 1202
   del libro  La Barraca
 del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
  ... ¡Y pensar que los trato con toda finura, como en un colegio de la ciudad, para que aprendan ustedes buenas formas y sepan hablar como las personas!. ... 
 
 
							  En la línea 1203
   del libro  La Barraca
 del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
  ... En fin, tienen ustedes a quien parecerse: son tan brutos como sus señores padres, que ladran, les sobra dinero para ir a la taberna e inventan mil excusas para no darme el sábado los dos cuartos que me pertenecen. ... 
 
 
							  En la línea 1226
   del libro  La Barraca
 del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
  ... -Esta barraca humilde, -decía a los treinta chicuelos que se apretaban y empujaban en los estrechos bancos, oyéndolo aburridos y temerosos de la caña- la deben mirar ustedes como si fuese el templo de la cortesía y la buena crianza. ... 
 
 
							  En la línea 1228
   del libro  La Barraca
 del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
  ... Sin mí, ¿qué serían ustedes? Unas bestias, y perdonen la palabra; lo mismo que sus señores padres a los que no quiero ofender. ... 
 
 
							  En la línea 1253
   del libro  La Bodega
 del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
  ... --Aquí--continuaba con solemnidad--no hay afición al trabajo ni espíritu de ahorro. Vean ustedes el obrero de otros países: trabaja más que el de esta tierra y guarda un capitalito para la vejez. ¡Pero aquí!... aquí el bracero, de joven, no piensa más que en coger descuidada a alguna muchacha detrás de un pajar o en la gañanía durante el sueño; y de viejo, apenas tiene reunidos algunos céntimos, los emplea en vino y se emborracha. ... 
 
 
							  En la línea 1258
   del libro  La Bodega
 del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
  ... --¿Sabéis ustedes--decía--por qué la Francia es más rica y más adelantada que nosotros?... Porque metió mano a los bandidos de la _Commune_, y en unos cuantos días se cargó más de cuarenta mil de aquellos puntos. Empleó el cañón y la ametrallodora para acabar más aprisa con la gentuza, y todo quedó limpio y tranquilo... A mí--continuó el señorito con aire doctoral--no me gusta Francia, porque es una República y porque allí las gentes decentes se olvidan de Dios y hacen burla de sus ministros. Pero quisiera para este país un hombre como Thiers. Esto es lo que aquí hace falta, un hombre que sonría y ametralle a la canalla. ... 
 
 
							  En la línea 1335
   del libro  La Bodega
 del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
  ... Y Rafael reía como un bendito, lo mismo que el señor Fermín. ¡Pero qué don Luis tan gracioso y tan bueno! El señorito, continuando en el tono de cómica gravedad, se encaraba con su aperador:  --Ríe, bigardo... ¡Mirad ustedes, qué satisfechote está de la envidia que le tienen los demás! El mejor día te mato y me llevo a Mariquita de la Luz, y la pongo en un trono en Jerez en medio de la plaza Nueva, y al pie toos los gitanos de Andalucía para que toquen y bailen, y se arranquen cantando a la reina de la hermosura y de la gracia, todo lo que merece... Eso lo hago yo: Luis Dupont, aunque mi primo me excomulgue. ... 
 
 
							  En la línea 1411
   del libro  La Bodega
 del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
  ... --¡Mardito seáis ustedes, señoritos!--rugían las míseras hembras en su desesperación.--Quiera Dios que algún día mandemos los probes... ... 
 
 
							  En la línea 127
   del libro  El cuervo
 del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
  ... Figúrense ustedes que dice que vivimos hoy más. ... 
 
 
							  En la línea 793
   del libro  La Biblia en España
 del afamado autor Tomás Borrow y  Manuel Azaña
  ... YO.—Saludo a todos ustedes humildemente, y les ruego me excusen si me permito preguntar quién era aquel venerable señor que se ha tomado la molestia de acompañarme hasta que ustedes han tenido comodidad para venir. ... 
 
 
							  En la línea 1588
   del libro  La Biblia en España
 del afamado autor Tomás Borrow y  Manuel Azaña
  ... ¿Qué creerán ustedes que hizo el maldito animal? En lugar de seguir por el camino, echó hacia donde nosotros estábamos, y como ya no había remedio, nos estuvimos quietos y en silencio. ... 
 
 
							  En la línea 1692
   del libro  La Biblia en España
 del afamado autor Tomás Borrow y  Manuel Azaña
  ... YO.—¿Tienen ustedes en España alguna persona que haga cabeza, investida de la suprema autoridad?  ABARBANEL.—Tanto como eso, no. ... 
 
 
							  En la línea 1703
   del libro  La Biblia en España
 del afamado autor Tomás Borrow y  Manuel Azaña
  ... YO.—¿Son ustedes muchos en las ciudades importantes?  ABARBANEL.—De ningún modo; rara vez vivimos en las ciudades grandes; sólo vamos a ellas para nuestros negocios, y preferimos vivir en los pueblos. ... 
 
 
							  En la línea 726
   del libro  Viaje de un naturalista alrededor del mundo
 del afamado autor Charles Darwin
  ... El pobre Jemmy parecía desolado y creo que se habría considerado muy dichoso de volverse entonces con nosotros. Su hermano le había robado muchas cosas, y para emplear sus mismas palabras: «¿Cómo llaman ustedes a esto?», se burlaba de sus compatriotas: «No saben nada», decía, en contraposición a todas sus costumbres de otras veces, y los trataba de abominables cochinos. Por más que no hayan pasado sino tres años con hombres civilizados, no dudo de que nuestros tres fueguenses hubieran sido mucho más felices conservando nuestras costumbres, pero no era posible; hasta temo mucho que su visita a Europa no les haya sido perjudicial. ... 
 
 
							  En la línea 952
   del libro  Viaje de un naturalista alrededor del mundo
 del afamado autor Charles Darwin
  ... ... s aseguro que soy también cristiano, aunque no de la misma manera que ellas; y no quieren creerme, y añaden: «¡Pero sus sacerdotes de ustedes, hasta sus obispos, no se casan!» ¡Casarse un obispo! Esto es lo que más les choca; no saben si reírse o escandalizarse de tamaña enormidad. ... 
 
 
							  En la línea 2434
   del libro  Viaje de un naturalista alrededor del mundo
 del afamado autor Charles Darwin
  ... ... ando desembarcamos me acompañó Mister Buthby algunos metros para mostrarme el camino.  pude por menos de admirar la imprudencia del viejo cochino que habíamos dejado en el barco, cuando le gritó a Mister Buthby: «No se estén ustedes ahí mucho tiempo, que me carga esperarlos aquí». ... 
 
 
							  En la línea 817
   del libro  La Regenta
 del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
  ... Han visto ustedes el panteón, de severa arquitectura románica, sublime en su desnudez; han visto el claustro, ojival puro; han recorrido las galerías de la bóveda, de un gótico sobrio y nada amanerado; han visitado la cripta llamada Capilla Santa de reliquias, y han podido ver un trasunto de las primitivas iglesias cristianas; en el coro han saboreado primores del relieve, si no de un Berruguete, de un Palma Artela, desconocido, pero sublime artífice; en el retablo de la Capilla mayor han admirado y gustado con delicia los arranques geniales, sí, geniales puedo decir, del cincel de un Grijalte; y reasumiendo, en toda la Santa Basílica han podido corroborar la idea de que este templo es obra de arte severo, puro, sencillo, delicado. ... 
 
 
							  En la línea 1430
   del libro  La Regenta
 del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
  ...  —Créanlo ustedes —decía el amante de doña Camila —el hombre nace naturalmente malo, y la mujer lo mismo. ... 
 
 
							  En la línea 1432
   del libro  La Regenta
 del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
  ...  —Si ponen ustedes eso en un libro nadie lo creerá. ... 
 
 
							  En la línea 1494
   del libro  La Regenta
 del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
  ... Vean ustedes, yo entrego a mi hija esos grabados que representan el arte antiguo, con todas las bellezas del desnudo que en vano querríamos imitar los modernos. ... 
 
 
							  En la línea 1103
   del libro  A los pies de Vénus
 del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
  ... —Eso no es una señora… ¿En qué se diferencia de una cocotte? Solo en que no pide dinero a los hombres. ¿Quién sabe si el dinero tiene que darlo ella?… Porque a mí no me digan ustedes que es una belleza. Únicamente los tontos pueden admirarla Hay que verla de cerca, como yo la he visto muchas veces… Pinturas, arreglos, artimañas de mujer mala, que las verdaderas personas decentes nos resistimos a usar. ... 
 
 
							  En la línea 1624
   del libro  A los pies de Vénus
 del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
  ... —Los veré sin que ustedes me vean —siguió diciendo—. Me he preparado un escondrijo de acuerdo con el hombre del jardín. No pasará nada grave, me lo dice el corazón. ... 
 
 
							  En la línea 1632
   del libro  A los pies de Vénus
 del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
  ... —No, amigo mío; usted no hará eso, Usted va a limitarse a tirar sin mala intención, y el otro hará lo mismo. Yo se lo exigiré, y me obedecerá. Deben ustedes salir del paso como buenos caballeros, y luego… ¡ya veremos! Hablaré a esa señora para que resuelva las cosas a gusto de todos .., no sé cómo. ... 
 
 
							  En la línea 1863
   del libro  A los pies de Vénus
 del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
  ... —Yo creo, amigo Claudio — continuó el diplomático—, que esa bofetada dada por usted en el hotel no pudo ser más oportuna… para el otro. Tal incidente sirvió para que Rosaura se interesase por ese mozo como nunca, sufriendo angustias al pensar en su suert, admirando su actitud valerosa. Para las mujeres, el hombre que aman resulta siempre un héroe. De ser López el herido, ella lo habría curado, lo mismo que se ve en las novelas, enternecida por su desgracia. Como ha tenido la buena suerte de que el herido sea usted, ella lo admira como triunfador. De todos modos, lo ama más fervorosamente que antes del choque de ustedes dos. ... 
 
 
							  En la línea 158
   del libro  El paraíso de las mujeres
 del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
  ... - ¿Y como llegaron ustedes a conocer que soy un gentleman? -preguntó, sonriendo. ... 
 
 
							  En la línea 216
   del libro  El paraíso de las mujeres
 del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
  ... - Entre los objetos que han sacado de mis bolsillos habrá visto usted seguramente una máquina de hierro formada por un tubo largo y un cilindro con otros seis tubos mas pequeños, dentro de los cuales hay lo que llamamos una cápsula, que se compone de una porción de sustancia explosiva y un pedazo de acero cónico. Tengan mucho cuidado al mover la tal maquina, porque es capaz de hacer volar a uno de los navíos de su escuadra del Sol Naciente. Con varias máquinas de la misma clase ustedes serían mucho mas fuertes que lo son ahora. ... 
 
 
							  En la línea 490
   del libro  El paraíso de las mujeres
 del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
  ... - ¡Oh, gentleman! -dijo el profesor con acento de reproche-. En la vida no puede ser todo perfecto y lógico. También entre ustedes, según he leído, hubo pueblos que encargaron su policía a gentes de otros países, y el extranjero podía perseguir y pegar al nacional en nombre del orden. Igualmente, en la tierra de los gigantes, cuando ocurran choques sociales, el rico no guarda con sus brazos la propia riqueza, puesta en peligro por la envidia revolucionaria de los pobres, sino que paga a otros pobres vestidos con un uniforme para que repelan y maten a sus compañeros de miseria. Gillespie, desconcertado por esta lógica, quedo silencioso por algunos momentos. Luego añadió, con un deseo de tomar el desquite: ... 
 
 
							  En la línea 491
   del libro  El paraíso de las mujeres
 del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
  ... - Pero los guerreros masculinos están mandados por oficiales hembras, sin duda para mantener los privilegios del sexo. ¿No temen ustedes que esos atletas brutales falten al respeto a sus jefes y atenten contra ellos? ... 
 
 
							  En la línea 493
   del libro  Fortunata y Jacinta
 del afamado autor Benito Pérez Galdós
  ... »El día aquel fue día de pruebas para mí. Era un viernes de Dolores, y las siete espadas, señores míos, estaban clavadas aquí… Me pasaban como unos rayos por la frente. Una idea era lo que yo necesitaba, y más que una idea, valor, sí, valor para lanzarme… De repente noté que aquel valor tan deseado entraba en mí, pero un valor tremendo, como el de los soldados cuando se arrojan sobre los cañones enemigos… Trinqué la mantilla y me eché a la calle. Ya estaba decidida, y no crean, alegre como unas Pascuas, porque sabía lo que tenía que hacer. Hasta entonces yo había pedido a los amigos; desde aquel momento pediría a todo bicho viviente, iría de puerta en puerta con la mano así… Del primer tirón me planté en casa de una duquesa extranjera, a quien no había visto en mi vida. Recibiome con cierto recelo; me tomó por una trapisondista; pero a mí, ¿qué me importaba? Diome la limosna y, en seguida, para alentarme y apurar el cáliz de una vez, estuve dos días sin parar subiendo escaleras y tirando de las campanillas. Una familia me recomendaba a otra, y no quiero decir a ustedes las humillaciones, los portazos y los desaires que recibí. Pero el dichoso maná iba cayendo a gotitas a gotitas… Al poco tiempo vi que el negocio iba mejor de lo que yo esperaba. Algunos me recibían casi con palio; pero la mayor parte se quedaban fríos, mascullando excusas y buscando pretextos para no darme un céntimo. 'Ya ve usted, hay tantas atenciones… no se cobra… el Gobierno se lo lleva todo con las contribuciones… '. Yo les tranquilizaba. 'Un perro chico, un perro chico es lo que me hace falta'. Y aquí me daban el perro, allá el duro, en otra parte el billetito de cinco o de diez… o nada. Pero yo tan campante. ¡Ah!, señores, este oficio tiene muchas quiebras. Un día subí a un cuarto segundo, que me había recomendado no sé quién. La tal recomendación fue una broma estúpida. Pues señor, llamo, entro, y me salen tres o cuatro tarascas… ¡Ay, Dios mío, eran mujeres de mala vida!… Yo, que veo aquello… lo primero que me ocurrió fue echar a correr. 'Pero no—me dije—, no me voy. Veremos si les saco algo'. Hija, me llenaron de injurias, y una de ellas se fue hacia dentro y volvió con una escoba para pegarme. ¿Qué creen ustedes que hice? ¿Acobardarme? Quia. Me metí más adentro y les dije cuatro frescas… pero bien dichas… ¡bonito genio tengo yo… ! ¡Pues creerán ustedes que les saqué dinero! Pásmense, pásmense… la más desvergonzada, la que me salió con la escoba fue a los dos días a mi casa a llevarme un napoleón. ... 
 
 
							  En la línea 493
   del libro  Fortunata y Jacinta
 del afamado autor Benito Pérez Galdós
  ... »El día aquel fue día de pruebas para mí. Era un viernes de Dolores, y las siete espadas, señores míos, estaban clavadas aquí… Me pasaban como unos rayos por la frente. Una idea era lo que yo necesitaba, y más que una idea, valor, sí, valor para lanzarme… De repente noté que aquel valor tan deseado entraba en mí, pero un valor tremendo, como el de los soldados cuando se arrojan sobre los cañones enemigos… Trinqué la mantilla y me eché a la calle. Ya estaba decidida, y no crean, alegre como unas Pascuas, porque sabía lo que tenía que hacer. Hasta entonces yo había pedido a los amigos; desde aquel momento pediría a todo bicho viviente, iría de puerta en puerta con la mano así… Del primer tirón me planté en casa de una duquesa extranjera, a quien no había visto en mi vida. Recibiome con cierto recelo; me tomó por una trapisondista; pero a mí, ¿qué me importaba? Diome la limosna y, en seguida, para alentarme y apurar el cáliz de una vez, estuve dos días sin parar subiendo escaleras y tirando de las campanillas. Una familia me recomendaba a otra, y no quiero decir a ustedes las humillaciones, los portazos y los desaires que recibí. Pero el dichoso maná iba cayendo a gotitas a gotitas… Al poco tiempo vi que el negocio iba mejor de lo que yo esperaba. Algunos me recibían casi con palio; pero la mayor parte se quedaban fríos, mascullando excusas y buscando pretextos para no darme un céntimo. 'Ya ve usted, hay tantas atenciones… no se cobra… el Gobierno se lo lleva todo con las contribuciones… '. Yo les tranquilizaba. 'Un perro chico, un perro chico es lo que me hace falta'. Y aquí me daban el perro, allá el duro, en otra parte el billetito de cinco o de diez… o nada. Pero yo tan campante. ¡Ah!, señores, este oficio tiene muchas quiebras. Un día subí a un cuarto segundo, que me había recomendado no sé quién. La tal recomendación fue una broma estúpida. Pues señor, llamo, entro, y me salen tres o cuatro tarascas… ¡Ay, Dios mío, eran mujeres de mala vida!… Yo, que veo aquello… lo primero que me ocurrió fue echar a correr. 'Pero no—me dije—, no me voy. Veremos si les saco algo'. Hija, me llenaron de injurias, y una de ellas se fue hacia dentro y volvió con una escoba para pegarme. ¿Qué creen ustedes que hice? ¿Acobardarme? Quia. Me metí más adentro y les dije cuatro frescas… pero bien dichas… ¡bonito genio tengo yo… ! ¡Pues creerán ustedes que les saqué dinero! Pásmense, pásmense… la más desvergonzada, la que me salió con la escoba fue a los dos días a mi casa a llevarme un napoleón. ... 
 
 
							  En la línea 494
   del libro  Fortunata y Jacinta
 del afamado autor Benito Pérez Galdós
  ... »Bueno… pues verán ustedes. La costumbre de pedir me ha ido dando esta bendita cara de vaqueta que tengo ahora. Conmigo no valen desaires ni sé ya lo que son sonrojos. He perdido la vergüenza. Mi piel no sabe ya lo que es ruborizarse, ni mis oídos se escandalizan por una palabra más o menos fina. Ya me pueden llamar perra judía; lo mismo que si me llamaran la perla de Oriente; todo me suena igual… No veo más que mi objeto, y me voy derechita a él sin hacer caso de nada. Esto me da tantos ánimos que me atrevo con todo. Lo mismo le pido al Rey que al último de los obreros. Oigan ustedes este golpe: Un día dije: 'Voy a ver a D. Amadeo'. Pido mi audiencia, llego, entro, me recibe muy serio. Yo imperturbable, le hablé de mi asilo y le dije que esperaba algún auxilio de su real munificencia. '¿Un asilo de ancianos?'—me preguntó. 'No señor, de niños'. —'¿Son muchos?'. Y no dijo más. Me miraba con afabilidad. ¡Qué hombre!, ¡qué bocaza! Mandó que me dieran seis mil guealés… Luego vi a doña María Victoria, ¡qué excelente señora! Hízome sentar a su lado; tratábame como su igual; tuve que darle mil noticias del asilo, explicarle todo… Quería saber lo que comen los pequeños, qué ropa les pongo… En fin, que nos hicimos amigas… Empeñada en que fuera yo allá todos los días… A la semana siguiente me mandó montones de ropa, piezas de tela y suscribió a sus niños por una cantidad mensual. ... 
 
 
							  En la línea 494
   del libro  Fortunata y Jacinta
 del afamado autor Benito Pérez Galdós
  ... »Bueno… pues verán ustedes. La costumbre de pedir me ha ido dando esta bendita cara de vaqueta que tengo ahora. Conmigo no valen desaires ni sé ya lo que son sonrojos. He perdido la vergüenza. Mi piel no sabe ya lo que es ruborizarse, ni mis oídos se escandalizan por una palabra más o menos fina. Ya me pueden llamar perra judía; lo mismo que si me llamaran la perla de Oriente; todo me suena igual… No veo más que mi objeto, y me voy derechita a él sin hacer caso de nada. Esto me da tantos ánimos que me atrevo con todo. Lo mismo le pido al Rey que al último de los obreros. Oigan ustedes este golpe: Un día dije: 'Voy a ver a D. Amadeo'. Pido mi audiencia, llego, entro, me recibe muy serio. Yo imperturbable, le hablé de mi asilo y le dije que esperaba algún auxilio de su real munificencia. '¿Un asilo de ancianos?'—me preguntó. 'No señor, de niños'. —'¿Son muchos?'. Y no dijo más. Me miraba con afabilidad. ¡Qué hombre!, ¡qué bocaza! Mandó que me dieran seis mil guealés… Luego vi a doña María Victoria, ¡qué excelente señora! Hízome sentar a su lado; tratábame como su igual; tuve que darle mil noticias del asilo, explicarle todo… Quería saber lo que comen los pequeños, qué ropa les pongo… En fin, que nos hicimos amigas… Empeñada en que fuera yo allá todos los días… A la semana siguiente me mandó montones de ropa, piezas de tela y suscribió a sus niños por una cantidad mensual. ... 
 
 
							  En la línea 316
   del libro  Niebla
 del afamado autor Miguel De Unamuno
  ... –Sí, señora. Tienen ustedes una sobrina encantadora. ... 
 
 
							  En la línea 387
   del libro  Niebla
 del afamado autor Miguel De Unamuno
  ... –Pues sí, yo creo –decía doña Ermelinda–, don Augusto, que esto es lo mejor, que usted se espere, pues ella no puede ya tardar en venir; la llamo, ustedes se ven y se conocen y este es el primer paso. Todas las relaciones de este género tienen que empezar por conocerse, ¿no es así? ... 
 
 
							  En la línea 930
   del libro  Niebla
 del afamado autor Miguel De Unamuno
  ... –Y ¿qué? ¿Les pido yo a ustedes algo? ¿No me gano por mí mi vida? ¿Les soy gravosa? ... 
 
 
							  En la línea 952
   del libro  Niebla
 del afamado autor Miguel De Unamuno
  ... –Pues verá usted; fue cuando la epidemia aquella, ya sabe usted. Todo el mundo estaba alarmadísimo, a mí no me dejaron ustedes salir de casa en una porción de días y hasta tomaba el agua hervida. Todos huían los unos de los otros, y si se veía a alguien de luto reciente era como si estuviese apestado. Pues bien; a los cinco o seis días de haber enviudado el pobre don Emeterio tuvo que salir de casa, de luto por supuesto, y se encontró de manos a boca con ese bárbaro de Martín. Este, al verle de luto, se mantuvo a cierta prudente distancia de él, como temiendo el contagio, y le dijo: «Pero, hombre, ¿qué es eso?, ¿alguna desgracia en tu casa?» «Sí –le contestó el pobre don Emeterio–, acabo de perder a mi pobre mujer. ... 
 
 
							  En la línea 2099
   del libro  Sandokán: Los tigres de Mompracem
 del afamado autor Emilio Salgàri
  ... —¡Arriba, tigrecitos, el capitán está con ustedes! ... 
 
 
							  En la línea 2435
   del libro  Sandokán: Los tigres de Mompracem
 del afamado autor Emilio Salgàri
  ... —¡Ya sé! Para impedir que suceda una catástrofe, uno de nosotros debe estar al lado de Mariana en el momento del ataque. Entonces, yo me convierto en oficial del sultán aliado de los ingleses, enarbolo la bandera de Varauni, y abordo el crucero fingiéndome enviado de lord James. Diré al comandante que debo entregar una carta a lady Mariana, y en cuanto esté en su camarote cierro la puerta y levanto una barricada. Al oír un silbido mío, ustedes saltan al barco y comienzan la lucha. ... 
 
 
							  En la línea 541
   del libro  Veinte mil leguas de viaje submarino
 del afamado autor Julio Verne
  ... -Sin duda ha debido parecerle, señor, que he tardado demasiado en hacerles esta segunda visita. Lo cierto es que, una vez conocida su identidad, hube de sopesar cuidadosamente la actitud que debía adoptar con ustedes. Y lo he dudado mucho. Las más enojosas circunstancias les han puesto en presencia de un hombre que ha roto sus relaciones con la humanidad. Han venido ustedes a perturbar mi existencia… ... 
 
 
							  En la línea 541
   del libro  Veinte mil leguas de viaje submarino
 del afamado autor Julio Verne
  ... -Sin duda ha debido parecerle, señor, que he tardado demasiado en hacerles esta segunda visita. Lo cierto es que, una vez conocida su identidad, hube de sopesar cuidadosamente la actitud que debía adoptar con ustedes. Y lo he dudado mucho. Las más enojosas circunstancias les han puesto en presencia de un hombre que ha roto sus relaciones con la humanidad. Han venido ustedes a perturbar mi existencia… ... 
 
 
							  En la línea 543
   del libro  Veinte mil leguas de viaje submarino
 del afamado autor Julio Verne
  ... -¿Involuntariamente? -dijo el desconocido, elevando la voz-. ¿Puede afirmarse que el Abraham Lincoln me persigue involuntariamente por todos los mares? ¿Tomaron ustedes pasaje a bordo de esa fragata involuntariamente? ¿Rebotaron involuntariamente en mi navío los obuses de sus cañones? ¿Fue involuntariamente como nos arponeó el señor Land? ... 
 
 
							  En la línea 550
   del libro  Veinte mil leguas de viaje submarino
 del afamado autor Julio Verne
  ... -Lo he dudado mucho. Nada me obligaba a concederles mi hospitalidad. Si debía separarme de ustedes, no tenía ningún interés en volver a verles. Me hubiera bastado situarles de nuevo en la plataforma de este navío que les sirvió de refugio, sumergirme y olvidar su existencia. ¿No era ése mi derecho? -Tal vez sea ése el derecho de un salvaje -respondí-, pero no el de un hombre civilizado. ... 
 
 
							  En la línea 233
   del libro  Grandes Esperanzas
 del afamado autor Charles Dickens
  ... — Quiero que prueben ustedes dijo mi hermana, dirigiéndose amablemente a sus invitados , quiero que prueben, para terminar, un regalo delicioso del tío Pumblechook. ... 
 
 
							  En la línea 261
   del libro  Grandes Esperanzas
 del afamado autor Charles Dickens
  ... — En efecto. Son dos penados. Sabemos que están todavía en los marjales, y no saldrán de allí antes de que oscurezca. ¿Alguno de ustedes ha tenido ocasión de verlos? ... 
 
 
							  En la línea 302
   del libro  Grandes Esperanzas
 del afamado autor Charles Dickens
  ... — Mire - dijo mi penado al sargento -. Yo solo, sin ayuda de nadie, me escapé del pontón. De igual modo podía haber huido por este marjal… Mire mi pierna. Ya no verá usted ninguna argolla de hierro. Y me habría marchado de no haber descubierto que también él estaba aquí. ¿Dejarlo libre? ¿Dejarle que se aprovechara de los medios que me permitieron huir? ¿Permitirle que otra vez me hiciera servir de instrumento? No; de ningún modo. Si me hubiese muerto en el fondo de esta zanja - añadió señalándola enfáticamente con sus esposadas manos , si me hubiese muerto ahí, a pesar de todo le habría sujetado, para que ustedes lo encontrasen todavía agarrado por mis manos. ... 
 
 
							  En la línea 304
   del libro  Grandes Esperanzas
 del afamado autor Charles Dickens
  ... — Quiso… asesinarme. Y si no llegan ustedes en el momento crítico, a estas horas estaría muerto. ... 
 
 
							  En la línea 1335
   del libro  Crimen y castigo
 del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
  ... ‑¿Hablan ustedes del asesinato de esa vieja prestamista? ‑intervino Lujine, dirigiéndose a Zosimof. Con el sombrero en las manos se disponía a despedirse, pero deseaba decir todavía algunas cosas profundas. Quería dejar buen recuerdo en aquellos jóvenes. La vanidad podía en él más que la razón. ... 
 
 
							  En la línea 1450
   del libro  Crimen y castigo
 del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
  ... ‑Ya sé que vino usted ‑respondió‑; ya me lo han dicho… Usted me buscó la bota… ¿Sabe que tiene subyugado a Rasumikhine? Dice que estuvieron ustedes dos en casa de Luisa Ivanovna, aquella a la que usted intentaba defender el otro día. Ya sabe lo que quiero decir. Usted hacía señas al «teniente Pólvora» y él no lo entendía. ¿Se acuerda usted? Sin embargo, no hacía falta ser un lince para comprenderlo. La cosa no podía estar más clara. ... 
 
 
							  En la línea 1458
   del libro  Crimen y castigo
 del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
  ... ‑No se enfade, no se enfade ‑añadió, dándole una palmada en la espalda‑. Se lo digo sin malicia alguna, amistosamente, por pura diversión, como decía de los puñetazos que dio a Mitri el pintor que detuvieron ustedes por el asunto de la vieja. ... 
 
 
							  En la línea 1486
   del libro  Crimen y castigo
 del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
  ... ‑Me refiero a esa vieja de la que hablaban ustedes en la comisaría, ¿se acuerda?, cuando me desmayé… ¿Comprende usted ya? ... 
 
 
							  En la línea 1264
   del libro  El jugador
 del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
  ... —C’est un outchitel —les informaba Blanche—. Il a gagné deux cent mille francs, y sin mí no hubiera sabido qué hacer. Luego volverá a actuar de preceptor. ¿Saben ustedes de alguna colocación? Habrá que hacer algo por él. ... 
 
 
							  En la línea 277
   del libro  Un viaje de novios
 del afamado autor Emilia Pardo Bazán
  ... -¿Me ha dicho usted -interrogó el viajero- que venían ustedes de León? ... 
 
 
							  En la línea 280
   del libro  Un viaje de novios
 del afamado autor Emilia Pardo Bazán
  ... -Debí figurármelo -dijo para su sayo-. ¿Llegaron ustedes juntos hasta Venta de Baños? -preguntó a Lucía después. ... 
 
 
							  En la línea 301
   del libro  Un viaje de novios
 del afamado autor Emilia Pardo Bazán
  ... -¿A Vichy directamente? ¿No pensaban ustedes detenerse en alguna parte? ... 
 
 
							  En la línea 307
   del libro  Un viaje de novios
 del afamado autor Emilia Pardo Bazán
  ... -No, porque como él no lo sabe, y como han pasado horas y ya estará andando quizá para unirse a usted, y no podremos avisarle, y el tren se detiene brevísimos momentos en esas estaciones… no me parece acertado. Además, que tendrían ustedes acaso que quedarse los dos en una estación mezquina, esperando otro tren… Ese recurso no es aceptable. ... 
 
								 
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