La palabra Pasear ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Niebla de Miguel De Unamuno
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece pasear.
Estadisticas de la palabra pasear
Pasear es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 8441 según la RAE.
Pasear aparece de media 9.63 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la pasear en las obras de referencia de la RAE contandose 1464 apariciones .
Errores Ortográficos típicos con la palabra Pasear
Cómo se escribe pasear o pasearr?
Cómo se escribe pasear o pazear?
Más información sobre la palabra Pasear en internet
Pasear en la RAE.
Pasear en Word Reference.
Pasear en la wikipedia.
Sinonimos de Pasear.

El Español es una gran familia
Algunas Frases de libros en las que aparece pasear
La palabra pasear puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1173
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Lo ocurrido la enseñaría a no pasear por gusto en la huerta. ...
En la línea 5626
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... D'Artagnan abrió la carta y leyó estas palabras:«Una persona que se interesa por vos más de lo que puede decir, quisiera saber qué día podríais pasear por el bosque. ...
En la línea 6887
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Quizá esté amañada -replicó Athos-; a las seis o las siete, a esa hora, la ruta de Chaillot está completamente desierta: sería lo mis mo que iros a pasear por el bosque de Bondy. ...
En la línea 10287
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -¿Cuál?-He visto bosques muy bonitos que deben lindar con el jardín del convento, decid que me está permitido pasear por esos bosques. ...
En la línea 3743
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Salimos luego a pasear por la ciudad, y el notario fué mostrándome varios edificios, especialmente el convento de los jesuítas. ...
En la línea 5376
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Rióse don Quijote de la interpretación que Sancho había dado al nombre y al cómputo y cuenta del cosmógrafo Ptolomeo, y díjole: -Sabrás, Sancho, que los españoles y los que se embarcan en Cádiz para ir a las Indias Orientales, una de las señales que tienen para entender que han pasado la línea equinocial que te he dicho es que a todos los que van en el navío se les mueren los piojos, sin que les quede ninguno, ni en todo el bajel le hallarán, si le pesan a oro; y así, puedes, Sancho, pasear una mano por un muslo, y si topares cosa viva, saldremos desta duda; y si no, pasado habemos. ...
En la línea 7144
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Aquella tarde sacaron a pasear a don Quijote, no armado, sino de rúa, vestido un balandrán de paño leonado, que pudiera hacer sudar en aquel tiempo al mismo yelo. ...
En la línea 7202
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Diole gana a don Quijote de pasear la ciudad a la llana y a pie, temiendo que, si iba a caballo, le habían de perseguir los mochachos, y así, él y Sancho, con otros dos criados que don Antonio le dio, salieron a pasearse. ...
En la línea 7474
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... De la cerdosa aventura que le aconteció a don Quijote Era la noche algo escura, puesto que la luna estaba en el cielo, pero no en parte que pudiese ser vista: que tal vez la señora Diana se va a pasear a los antípodas, y deja los montes negros y los valles escuros. ...
En la línea 1958
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... rante el Te Deum, en lugar de presentar las tropas la bandera peruana, desplegaron una bandera negra que llevaba una calavera. Qué puede pensarse de un gobierno a cuya vista se permite el desarrollo de semejante escena y en ocasión tan solemne? Este estado de los negocios me contrariaba mucho, porque apenas podía hacer algunas excursiones más allá de los límites de la ciudad. isla estéril de San Lorenzo, que rodea el puerto, era el único punto en que se podía pasear con alguna seguridad. parte superior de esta isla, que se eleva a una altura de más de 1.000 pies, se encuentra durante esta estación (invierno) en el límite de las nubes; por lo cual hay en ella muchas criptógamas y algunas flores ...
En la línea 2478
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... spués del desayuno me voy a pasear por el patio y por la huerta. ...
En la línea 2628
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... y por la tarde a pasear junto a los estanques, que en este país tan seco, representan el lecho de un río, y tengo la suerte de ver algunos ejemplares del famoso mamífero Ornithorhychus paradoxus, se sumergían o juntaban en la superficie del agua, pero se les veía tan poco el cuerpo, que con facilidad hubieran podido confundirse con ratas de agua; Mister Browne mató uno: es animal, en verdad, extraordinario; los ejemplares disecados no dan buena idea de la cabeza y del pico, porque éste último se contrae al endurecerse2. ...
En la línea 2508
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¿Qué habían de hacer los socios, si no se podía pasear? Por eso proponía don Pompeyo Guimarán, el filósofo, que la catedral se convirtiera en paseo cubierto. ...
En la línea 9060
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Había visto a la Regenta en el parque pasear, leyendo un libro que debía de ser la historia de Santa Juana Francisca, que él mismo le había regalado. ...
En la línea 10508
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Prefería pasear por el tablado, haciendo eses, inclinando el cuerpo con ondulaciones de palmera, acercándose de vez en cuando a los bancos llenos de alegría para azotar una mejilla con suave palmada, o decir al oído de un angelito con faldas un secreto que excita la curiosidad de todas y origina siempre una broma de las que sabe preparar don Fermín de modo que acaben en lección moral o religiosa. ...
En la línea 11113
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Volvió la época del paseo en el Espolón, y don Fermín al pasear allí su humilde arrogancia, su hermosa figura de buen mozo místico, observaba que ya no era aquello una marcha triunfal, un camino de gloria; en los saludos, en las miradas, en los cuchicheos que dejaba detrás de sí, como una estela, hasta en la manera de dejarle libre el paso los transeúntes, notaba asperezas, espinas, una sorda enemistad general, algo como el miedo que está próximo a tener sus peculiares valentías insolentes. ...
En la línea 661
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... «Las valencianas—decía el alemán— visten con singular, pero excesiva, bizarría, pues van escotadas de tal modo que se les pueden ver los pezones, y, además, todas se pintan la cara y usan afeites y perfumes, cosa en verdad censurable. Los habitantes de Valencia acostumbran pasear de noche por las calles, en las que hay tal gentío que se diría estar en una feria, pero con mucho orden, porque nadie se mete con el prójimo. Las tiendas de comestibles no se cierran hasta medianoche. No hubiera creído que existiera tal espectáculo a no haberlo visto.» ...
En la línea 585
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Y para todo tenía el ingenioso culpable palabras bonitas: «La luna de miel perpetua es un contrasentido, es… hasta ridícula. El entusiasmo es un estado infantil impropio de personas normales. El marido piensa en sus negocios, la mujer en las cosas de su casa, y uno y otro se tratan más como amigos que como amantes. Hasta las palomas, hija mía, hasta las palomas cuando pasan de cierta edad, se hacen cariños así… de una manera sesuda». Jacinta se reía con esto; pero no admitía tales componendas. Lo más gracioso era que él se las echaba de hombre ocupado. ¡Valiente truhán! ¡Si no tenía absolutamente nada que hacer más que pasear y divertirse… ! Su padre había trabajado toda la vida como un negro para asegurar la holgazanería dichosa del príncipe de la casa… En fin, fuese lo que fuese, Jacinta se proponía no abandonar jamás su actitud de humildad y discreción. Creía firmemente que Juan no daría nunca escándalos, y no habiendo escándalo, las cosas irían pasando así. No hay existencia sin gusanillo, un parásito interior que la roe y a sus expensas vive, y ella tenía dos: los apartamientos de su marido y el desconsuelo de no ser madre. Llevaría ambas penas con paciencia, con tal que no saltara algo más fuerte. ...
En la línea 2921
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Después de mucho pasear vio el faetón de Santa Cruz, guiado por el lacayo, despacio, como para que no se enfriaran los caballos. Ya no quedaba duda. El coche le esperaba. Violo subir hasta Cuatro Caminos, donde se detuvo para encender las luces. Después bajó, y al llegar a los Almacenes de la Villa, otra vez para arriba. Maxi no le perdía de vista. El cochero daba a conocer su aburrimiento e impaciencia. En una de las vueltas del vehículo, Rubín sorprendió en aquel hombre una mirada dirigida a una de las casas. «Aquí es… aquí está». Fijose cerca de allí, reduciendo el espacio de su paseo vigilante. Eran las siete. ...
En la línea 4977
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Se agitó tanto, que tuvo que levantarse y ponerse a pasear. «Vaya que este mundo es una cosa divertida. Yo desgraciado; ella desgraciada, porque su marido es un ciego y desconoce la joya que posee. De estas dos desgracias podríamos hacer una felicidad, si el mundo no fuera lo que es, esclavitud de esclavitudes y toda esclavitud… Me parece que la estoy viendo cuando le dije aquello… ¡Qué risita, qué serenidad, y qué contestación tan admirable! Me dejó pegado a la pared. Tan pegado estoy, que no he vuelto por otra, y cuando preparo algo para decírselo, ¡anda valiente!… le digo todo lo contrario. Que se vuelva uno tan estúpido, es cosa que no me cabía en la cabeza. ¡Ay! Dios, si me muero, y el pensamiento vive más allá de la muerte, estaré viendo toda la eternidad esta carita graciosa, con su expresión celestial, estos ojos serenos y risueños, esta cabellera oscura con ráfagas blancas que le hacen tanta gracia… esta boca, que no habla sin que me duela el alma. ¡Pobre ángel!, su única pasión es la maternidad, sed no satisfecha, desconsuelo inmenso. Su pasión se me comunica y me abrasa; yo también quiero tener un hijo, yo también. ¡Si me parece que le estoy viendo!, si está aquí, en los linderos de la vida, mirándome, diciéndome que le traiga, y no falta más que traerlo. Vendría si ella quisiera. Tengo la seguridad de que vendría; es una idea que se me ha clavado aquí. Y yo le digo: 'Por un niño, bien se podría dar la virtud… '. ¡Ah!, no tener valor para decirle esto… ¿Pero cómo?, ¡si no hay palabra que se preste a decirlo!… ». ...
En la línea 5379
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Su vida era muy metódica; no se le permitía leer nada, ni él lo intentaba tampoco, y siempre que iba a la calle, doña Lupe le fijaba la hora a que había de volver. Ni una sola vez dejó de entrar a la hora que se le mandaba. Para que tales días se pareciesen más a los de marras, el único gusto del joven era pasear por las calles sin rumbo fijo, a la ventura, observando y pensando. Una diferencia había entre la deambulación pasada y la presente. Aquella era nocturna y tenía algo de sonambulismo o de ideación enfermiza; esta era diurna, y a causa de las buenas condiciones del ambiente solar en que se producía, resultaba más sana y más conforme con la higiene cerebro-espinal. En aquella, la mente trabajaba en la ilusión, fabricando mundos vanos con la espuma que echan de sí las ideas bien batidas; en esta trabajaba en la razón, entreteniéndose en ejercicios de lógica, sentando principios y obteniendo consecuencias con admirable facilidad. En fin, que en la marcha que llevaba el proceso cerebral, le sobrevino el furor de la lógica, y se dice esto así, porque cuando pensaba algo, ponía un verdadero empeño maniático en que fuera pensado en los términos usuales de la más rigurosa dialéctica. Rechazaba de su mente con tenaz repugnancia todo lo que no fuera obra de la razón y del cálculo, no desmintiendo esto ni en las cosas más insignificantes. ...
En la línea 2144
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... —Yo creo que el señorito debe pasear la cena. Ha cenado en demasía. ...
En la línea 801
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Por estas palabras comprendí que mi trabajo consistiría en pasear a la señorita Havisham en torno de la estancia repetidas veces. De acuerdo con esta idea, eché a andar en el acto, y ella se apoyó en mi hombro, y andábamos a un paso que podría haber sido la imitación (fundada en el primer impulso que sentí en aquella casa) del carruaje del señor Pumblechook. ...
En la línea 900
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... En el rellano, muy grande, que había entre la estancia de la señorita Havisham y la otra en que estaba la gran mesa vi una silla de jardín, provista de ruedas, y que otra persona podía empujar por el respaldo. Había sido colocada allí a partir de mi última visita, y aquel mismo día uno de mis deberes fue el de pasear a la señorita Havisham en aquella silla de ruedas, eso en cuanto se hubo cansado de andar, apoyada en su bastón y en mi hombro, por su propia estancia y por la inmediata en que había la mesa. Hacíamos una y otra vez este recorrido, que a veces llegaba a durar hasta tres horas sin parar. Insensiblemente menciono ya esos paseos como muy numerosos, porque pronto se convino que yo iría a casa de la señorita Havisham todos los días alternados, al mediodía, para dedicarme a dicho menester, y ahora puedo calcular que así transcurrieron de ocho a diez meses. ...
En la línea 1143
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... —Perfectamente — dije —; tendremos que hablar un poco más de eso, como solíamos hacer en otro tiempo. Y yo también te consultaré más a menudo, como hacía antes. El domingo próximo iremos a pasear por los marjales, Biddy, y así podremos tener una larga conversación. ...
En la línea 1168
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Estoy contenta de una cosa — dijo Biddy —, y es de que hayas creído deber hacerme estas confidencias, Pip. Y también estoy contenta de otra cosa, y es de que puedes tener la seguridad de que guardaré este secreto y de que continuaré siendo digna de tus confidencias. Si tu primera maestra — ¡pobrecilla!, ¡tanto como necesitaba aprender ella misma! — lo fuese aún en la actualidad, cree saber cuál sería la lección que te haría estudiar. Pero sería difícil de aprender, y como ya has aventajado a tu profesora, resultaría ahora completamente inútil. — Y dando un leve suspiro por mí, Biddy se puso en pie y con voz que cambió de un modo agradable dijo —: ¿Vamos a pasear un poco más, o nos iremos a casa? ...
En la línea 1723
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Sonia se detuvo en el umbral y, con los ojos desorbitados, empezó a pasear su mirada por la habitación. Su semblante tenía la expresión de la persona que no se da cuenta de nada. No pensaba en que su vestido de seda, procedente de una casa de compraventa, estaba fuera de lugar en aquella habitación, con su cola desmesurada, su enorme miriñaque, que ocupaba toda la anchura de la puerta, y sus llamativos colores. No pensaba en sus botines, de un tono claro, ni en su sombrilla, que había cogido a pesar de que en la oscuridad de la noche no tenía utilidad alguna, ni en su ridículo sombrero de paja, adornado con una pluma de un rojo vivo. Bajo este sombrero, ladinamente inclinado, se percibía una carita pálida, enfermiza, asustada, con la boca entreabierta y los ojos inmovilizados por el terror. ...
En la línea 2988
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Volvió a pasear su mirada por la habitación. ...
En la línea 3211
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑No le ofrezco café ‑prosiguió el infatigable Porfirio- porque el lugar no me parece adecuado… El servicio le llena a uno de obligaciones… Pero podemos pasar cinco minutos en amistosa compañía y distraernos un poco… No se moleste, mi querido amigo, por mi continuo ir y venir. Excúseme. Temo enojarle, pero necesito a toda costa el ejercicio. Me paso el día sentado, y es un gran bien para mí poder pasear durante cinco minutos… Mis hemorroides, ¿sabe usted… ? Tengo el propósito de someterme a un tratamiento gimnástico. Se dice que consejeros de Estado e incluso consejeros privados no se avergüenzan de saltar a la comba. He aquí hasta dónde ha llegado la ciencia en nuestros días… En cuanto a las obligaciones de mi cargo, a los interrogatorios y todo ese formulismo del que usted me ha hablado hace un momento, le diré, mi querido Rodion Romanovitch, que a veces desconciertan más al magistrado que al declarante. Usted acaba de observarlo con tanta razón como agudeza. ‑Raskolnikof no había hecho ninguna observación de esta índole‑. Uno se confunde. ¿Cómo no se ha de confundir, con los procedimientos que se siguen y que son siempre los mismos? Se nos han prometido reformas, pero ya verá como no cambian más que los términos. ¡Je, je, je! En lo que concierne a nuestras costumbres jurídicas, estoy plenamente de acuerdo con sus sutiles observaciones… Ningún acusado, ni siquiera el mujik más obtuso, puede ignorar que, al empezar nuestro interrogatorio, trataremos de ahuyentar su desconfianza (según su feliz expresión), a fin de asestarle seguidamente un hachazo en pleno cráneo (para utilizar su ingeniosa metáfora). ¡Je, je, je… ! ¿De modo que usted creía que yo hablaba de mi casa pagada por el Estado para… ? Verdaderamente, es usted un hombre irónico… No, no; no volveré a este asunto… Pero sí, pues las ideas se asocian y unas palabras llevan a otras palabras. Usted ha mencionado el interrogatorio según las normas legales. Pero ¿qué importan estas normas, que en más de un caso resultan sencillamente absurdas? A veces, una simple charla amistosa da mejores resultados. Estas normas no desaparecerán nunca, se lo digo para su tranquilidad; pero ¿qué son las normas, le pregunto yo? El juez de instrucción jamás debe dejarse maniatar por ellas. La misión del magistrado que interroga a un declarante es, dentro de su género, un arte, o algo parecido. ¡Je, je, je! ...
En la línea 3220
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Algunos resultan hasta cómicos. Supongamos que yo dejo a uno de esos señores en libertad. No lo mando detener, no lo molesto para nada. Él debe saber, o por lo menos suponer, que en todo momento, hora por hora, minuto por minuto, yo estoy al corriente de lo que hace, que conozco perfectamente su vida, que le vigilo día y noche. Le sigo por todas partes y sin descanso, y puede estar usted seguro de que, por poco que él se dé cuenta de ello, acabará por perder la cabeza. Y entonces él mismo vendrá a entregarse y, además, me proporcionará los medios de dar a mi sumario un carácter matemático. Esto no deja de tener cierto atractivo. Este sistema puede tener éxito con un burdo mujik, pero aún más con un hombre culto e inteligente. Pues hay en todo esto algo muy importante, amigo mío, y es establecer cómo puede haber procedido el culpable. No nos olvidemos de los nervios. Nuestros contemporáneos los tienen enfermos, excitados, en tensión… ¿Y la bilis? ¡Ah, los que tienen bilis… ! Le aseguro que aquí hay una verdadera fuente de información. ¿Por qué, pues, me ha de inquietar ver a mi hombre ir y venir libremente? Puedo dejarlo pasear, gozar del poco tiempo que le queda, pues sé que está en mi poder y que no se puede escapar… ¿Adónde iría? ¡Je, je, je! ¿Al extranjero, dice usted? Un polaco podría huir al extranjero, pero no él, y menos cuando se le vigila y están tomadas todas las medidas para evitar su evasión. ¿Huir al interior del país? Allí no encontrará más que incultos mujiks, gente primitiva, verdaderos rusos, y un hombre civilizado prefiere el presidio a vivir entre unos mujiks que para él son como extranjeros. ¡Je, je… ! Por otra parte, todo esto no es sino la parte externa de la cuestión. ¡Huir! Esto es sólo una palabra. Él no huirá, no solamente porque no tiene adónde ir, sino porque me pertenece psicológicamente… ¡Je, je! ¿Qué me dice usted de la expresión? No huirá porque se lo impide una ley de la naturaleza. ¿Ha visto usted alguna vez una mariposa ante una bujía? Pues él girará incesantemente alrededor de mi persona como el insecto alrededor de la llama. La libertad ya no tendrá ningún encanto para él. Su inquietud irá en aumento; una sensación creciente de hallarse como enredado en una tela de araña le dominará; un terror indecible se apoderará de él. Y hará tales cosas, que su culpabilidad quedará tan clara como que dos y dos son cuatro. Para que así suceda, bastará proporcionarle un entreacto de suficiente duración. Siempre, siempre irá girando alrededor de mi persona, describiendo círculos cada vez más estrechos, y al fin, ¡plaf!, se meterá en mi propia boca y yo lo engulliré tranquilamente. Esto no deja de tener su encanto, ¿no le parece? ...
En la línea 1132
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Un montón de billetes y de oro llenaba la mesa. No podía apartarla vista de él; había momentos en que olvidaba por completo a Paulina. Ponía en orden los billetes y hacía paquetes, reunía el oro, luego lo dejaba allí todo y me ponía a pasear por la habitación, pensativo, para volver a la mesa y comenzar otra vez a contar el dinero. De pronto, saliendo de mi ensueño, me precipité hacia la puerta y la cerré con llave. Finalmente me detuve, perplejo, ante mi pequeña maleta. Vacilaba. ...
En la línea 1306
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Algunas veces me hacía sacar de paseo al general, exactamente como un criado lleva a pasear a un faldero. Lo llevé al teatro, al Mabille, a los restaurantes. Blanche me daba dinero para estas salidas, aunque el general tenía también y le gustaba mucho exhibir en público su cartera. ...
En la línea 1311
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Mistress Aouida, Phileas Fogg y Fix, echaron, pues, a pasear por las calles, y no tardaron en hallarse en Montgommery Street, donde la afluencia de la muchedumbre era enorme. En las aceras, en medio de la calle, en las vías del tranvía, a pesar del paso incesante de coches y ómnibus, en el umbral de las tiendas, en las ventanas de las casas, y aun en los tejados, había una multitud innumerable. En medio de los grupos circulaban hombres carteles, y por el aire ondeaban banderas y banderolas, oyéndose una gritería inmensa por todoslados. ...

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