La palabra Caminando ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Niebla de Miguel De Unamuno
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece caminando.
Estadisticas de la palabra caminando
Caminando es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 5878 según la RAE.
Caminando aparece de media 15.11 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la caminando en las obras de referencia de la RAE contandose 2297 apariciones .
Errores Ortográficos típicos con la palabra Caminando
Cómo se escribe caminando o saminando?
Más información sobre la palabra Caminando en internet
Caminando en la RAE.
Caminando en Word Reference.
Caminando en la wikipedia.
Sinonimos de Caminando.
Algunas Frases de libros en las que aparece caminando
La palabra caminando puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1163
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Salieron todas corriendo en diversas direcciones, con los cántaros en la cabeza, y al poco rato no se veía en las cercanías de la Fuente de la Reina más que a la pobre Roseta, con el pelo suelto, las faldas desgarradas, la cara sucia de polvo y sangre, caminando, llorosa, hacia su casa. ...
En la línea 1265
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Después se presentaba el tío Tomba, caminando con seguridad por aquella tierra conocida pero con el cayado por delante, único auxilio de sus moribundos ojos. ...
En la línea 890
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Luego, volviéndose hacia el señor de Tréville y caminando con él hacia el vano de una ventana, continuó:-Y bien, señor, vos decís que son los guardias de la Eminentísima los que han buscado pelea a vuestros mosqueteros. ...
En la línea 6977
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... El coche continuó su ruta caminando siempre atodo galope, se adentró en París y desapareció. ...
En la línea 7842
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Indudablemente Grimaud compartía las dudas del joven; porque al ver que se continuaba caminando hacia el bastión, cosa que había dudado hasta entonces, tiró a su amo por el faldón de su traje. ...
En la línea 8111
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Pero Athos continuó caminando majestuosamente por más obser vaciones que le hicieran sus compañeros, los cuales, viendo que era inútil, regularon sus pasos por el suyo. ...
En la línea 7119
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Volvimos hacia la izquierda caminando por un angosto sendero, cuesta arriba, hasta llegar a la cúspide de un cerrillo, separado por un profundo foso de la muralla de Tánger. ...
En la línea 239
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y desta manera deshizo el agravio el valeroso don Quijote; el cual, contentísimo de lo sucedido, pareciéndole que había dado felicísimo y alto principio a sus caballerías, con gran satisfación de sí mismo iba caminando hacia su aldea, diciendo a media voz: -Bien te puedes llamar dichosa sobre cuantas hoy viven en la tierra, ¡oh sobre las bellas bella Dulcinea del Toboso!, pues te cupo en suerte tener sujeto y rendido a toda tu voluntad e talante a un tan valiente y tan nombrado caballero como lo es y será don Quijote de la Mancha, el cual, como todo el mundo sabe, ayer rescibió la orden de caballería, y hoy ha desfecho el mayor tuerto y agravio que formó la sinrazón y cometió la crueldad: hoy quitó el látigo de la mano a aquel despiadado enemigo que tan sin ocasión vapulaba a aquel delicado infante. ...
En la línea 436
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Con esta licencia, se acomodó Sancho lo mejor que pudo sobre su jumento, y, sacando de las alforjas lo que en ellas había puesto, iba caminando y comiendo detrás de su amo muy de su espacio, y de cuando en cuando empinaba la bota, con tanto gusto, que le pudiera envidiar el más regalado bodegonero de Málaga. ...
En la línea 1297
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Yendo, pues, así caminando, dijo Sancho a su amo: -Señor, ¿quiere vuestra merced darme licencia que departa un poco con él? Que, después que me puso aquel áspero mandamiento del silencio, se me han podrido más de cuatro cosas en el estómago, y una sola que ahora tengo en el pico de la lengua no querría que se mal lograse. ...
En la línea 3505
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Detrás de todo esto iban el cura y el barbero sobre sus poderosas mulas, cubiertos los rostros, como se ha dicho, con grave y reposado continente, no caminando más de lo que permitía el paso tardo de los bueyes. ...
En la línea 1426
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Allá voy. Pues el caso es que había en un pueblo portugués un pirotécnico o fogueteiro que tenía una mujer hermosísima, que era su consuelo, su encanto y su orgullo. Estaba locamente enamorado de ella, pero aún más era orgullo. Complacíase en dar dentera, por así decirlo, a los demás mortales, y la paseaba consigo como diciéndoles: ¿veis esta mujer?, ¿os gusta?, ¿sí, eh?, ¡pues es la mía, mía sola!, ¡y fastidiarse! No hacía sino ponderar las excelencias de la hermosura de su mujer y hasta pretendía que era la inspiradora de sus más bellas producciones pirotécnicas, la musa de sus fuegos artificiales. Y hete que una vez, preparando uno de estos, mientras estaba, como de costumbre, su hermosa mujer a su lado para inspirarle, se le prende fuego la pólvora, hay una explosión y tienen que sacar a marido y mujer desvanecidos y con gravísimas quemaduras. A la mujer se le quemó buena parte de la cara y del busto, de tal manera que se quedó horriblemente desfigurada, pero él, el fogueteiro, tuvo la fortuna de quedarse ciego y no ver el desfiguramiento de su mujer. Y después de esto seguía orgulloso de la hermosura de su mujer y ponderándola a todos y caminando al lado de ella, convertida ahora en su lazarilla, con el mismo aire y talle de arrogante desafío que antes. «¿Han visto ustedes mujer más hermosa?», preguntaba, y todos, sabedores de su historia, se compadecían del pobre fogueteiro y le ponderaban la hermosura de su mujer. ...
En la línea 1034
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... El lance no había interrumpido nuestra marcha. Durante unas dos horas, continuamos caminando tanto por llanuras arenosas como por praderas de sargazos que atravesábamos penosamente. No podía ya más de cansancio, cuando distinguí una vaga luz que a una media milla rompía la oscuridad de las aguas. Era el fanal del Nautilus. Antes de veinte minutos debíamos hallarnos a bordo y allí podría respirar a gusto, pues tenía ya la impresión de que mi depósito empezaba a suministrarme un aire muy pobre en oxígeno. Pero no contaba yo al pensar así que nuestra llegada al Nautilus iba a verse ligeramente retrasada por un encuentro inesperado. ...
En la línea 2797
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Y henos allí franqueando las negruzcas rocas, en medio de derrumbamientos caprichosos y caminando sobre piedras resbaladizas por el hielo. Más de una vez caí rodando a expensas de mis caderas. Conseil, más prudente o más sólido, no tropezaba nunca. Me ayudaba a levantarme, diciéndome a la vez: ...
En la línea 216
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Me llamo Jean Valjean: soy presidiario. He pasado en presidio diecinueve años. Estoy libre desde hace cuatro días y me dirijo a Pontarlier. Vengo caminando desde Tolón. Hoy anduve doce leguas a pie. Esta tarde, al llegar a esta ciudad, entré en una posada, de la cual me despidieron a causa de mi pasaporte amarillo, que había presentado en la alcaldía, como es preciso hacerlo. Fui a otra posada, y me echaron fuera lo mismo que en la primera. Nadie quiere recibirme. He ido a la cárcel y el carcelero no me abrió. Me metí en una perrera, y el perro me mordió. Parece que sabía quién era yo. Me fui al campo para dormir al cielo raso; pero ni aun eso me fue posible, porque creí que iba a llover y que no habría un buen Dios que impidiera la lluvia; y volví a entrar en la ciudad para buscar en ella el quicio de una puerta. Iba a echarme ahí en la plaza sobre una piedra, cuando una buena mujer me ha señalado vuestra casa, y me ha dicho: llamad ahí. He llamado: ¿Qué casa es ésta? ¿Una posada? Tengo dinero. Ciento nueve francos y quince sueldos que he ganado en presidio con mi trabajo en diecinueve años. Pagaré. Estoy muy cansado y tengo hambre: ¿queréis que me quede? ...
En la línea 476
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Señor cura, tomad para los pobres. Señor cura, es un muchacho de unos diez años con una bolsa y una gaita. Iba caminando. Es uno de esos saboyanos, ya sabéis… ...
En la línea 836
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -¿Y usted? -pronunció Perico, con unos asomos de galantería a que le incitaban el anochecer, el marido caminando delante y sus inveteradas malas mañas-. Y usted, joven y bonita como es, ¿por qué no viene al Casino? Esas galas que se mueren de risa, de risa, en los baúles mundos, estarían mejor luciéndose allí… Vamos, anímese usted, anímese usted, y yo la traeré un ramo de camelias como el que tenía anoche la sueca. ...
En la línea 1197
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Picaporte se decidió, en su consecuencia, a esperar algunas horas; pero mientras iba caminando, se le ocurrió que parecía demasiado bien vestido para un artista ambulante, y concibió entonces la idea de trocar su traje por unos guiñapos que estuviesen más en armonia con su posición. Este cambio debía producirle, además, un saldo, que podía aplicar, inmediatamente, a satisfacer su apetito. ...

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