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La palabra muro
Cómo se escribe

la palabra muro

La palabra Muro ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
La llamada de la selva de Jack London
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece muro.

Estadisticas de la palabra muro

Muro es una de las palabras más utilizadas del castellano ya que se encuentra en el Top 5000, en el puesto 3812 según la RAE.

Muro tienen una frecuencia media de 24.43 veces en cada libro en castellano

Esta clasificación se basa en la frecuencia de aparición de la muro en 150 obras del castellano contandose 3714 apariciones en total.


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece muro

La palabra muro puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1181
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Era una barraca vieja, sin más luz que la de la puerta y la que se colaba por las grietas de la techumbre; las paredes, de dudosa blancura, pues la señora maestra, mujer obesa, que vivía pegada a su silleta de esparto, pasaba el día oyendo y admirando a su esposo; unos cuantos bancos, tres carteles de abecedario mugrientos, rotos por las puntas, pegados al muro con pan mascado, y en el cuarto inmediato a la escuela, unos muebles pocos y viejos, que parecían haber corrido media España. ...

En la línea 1436
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Los carros de los labriegos, con sus toldos claros, formaban un campamento en el centro del cauce, y a lo largo de la ribera, puestas en fila, estaban las bestias a la venta: mulas negras y coceadoras, con rojos caparazones y ancas brillantes, agitadas por nerviosa inquietud; caballos de labor, fuertes, pero tristes, cual siervos condenados a eterna fatiga, mirando con sus ojos vidriosos a todos los que pasaban, como si adivinasen al nuevo tirano, y pequeñas y vivarachas jacas, hiriendo el polvo con sus cascos, tirando del ronzal que las mantenía atadas al muro. ...

En la línea 2424
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Se desplomó un trozo del muro hecho de barro y estacas, y por la negra brecha salió como una centella un monstruo espantable. ...

En la línea 541
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Salvatierra y el viejo salieron del patio entre los ladridos de los perros, y siguiendo el muro exterior, llegaron a un cobertizo que daba entrada a la gañanía. ...

En la línea 1734
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Empuñaban las terribles podaderas, las hoces, las navajas... ¡Que saliesen los ricos y verían cómo rodaban sus cabezas sobre el adoquinado! Pero había de ser en la calle, pues todos ellos sentían cierta repugnancia a empujar las cancelas, como si los cristales fuesen un muro infranqueable. ...

En la línea 1843
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Pero a la vista del joven que se separaba del muro como una esta tua de su nicho, y al ruido de los pasos que oyó resonar tras ella, la señora Bonacieux lanzó un pequeño grito y huyó. ...

En la línea 1939
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -¡Ah, ya sabía yo que erais un buen joven! -exclamó la señora Bonacieux tendiéndole una mano y poniendo la otra en la aldaba de una pequeña puerta casiperdida en el muro. ...

En la línea 4069
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Un gran muro, en cuyo án gulo estaba aquel pabellón dominaba un lado de la calleja, y por el otro un seto defendía de los transeúntes un pequeño jardín en cuyo fondo se alzaba una pobre cabaña. ...

En la línea 4079
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Sus ojos estaban fijos en el pequeño pabellón situado en el ángulo del muro, cuyas ventanas estaban todas cerradas con los postigos, sal vo una sola del primer piso. ...

En la línea 913
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Después de pedir algo de comer en la posada donde paramos, subí cerro arriba hasta llegar a un ancho muro o parapeto que, a cierta altura, ciñe la montaña entera. ...

En la línea 918
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Seguí un buen trecho a lo largo del muro por el lado oriental, cuando de pronto oí un tremendo ladrido y apareció un perrazo como los que guardan los rebaños en aquellas campiñas; dando saltos se me acercó, dispuesto a atacarme «con los ojos hechos brasas y enseñando los colmillos». ...

En la línea 934
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Según iba andando pegado al muro del convento hacia el Suroeste, sonaron sobre mi cabeza nuevas y más fuertes risas ahogadas; alcé la vista y descubrí en tres o cuatro ventanas los rostros melancólicos y los flotantes cabellos negros de las monjas, ansiosas de ver al forastero. ...

En la línea 940
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Sentado en las ruinas del muro permanecí extático, vertiendo lágrimas de felicidad; porque de todos los placeres que por la bondad de Dios gozan sus hijos, ninguno tan caro a ciertos corazones como la música de los bosques y de los arroyos y la contemplación de las bellezas de su gloriosa creación. ...

En la línea 2731
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Mas quien primero rompió el silencio fue Luscinda, hablando a don Fernando desta manera: -Dejadme, señor don Fernando, por lo que debéis a ser quien sois, ya que por otro respeto no lo hagáis; dejadme llegar al muro de quien yo soy yedra, al arrimo de quien no me han podido apartar vuestras importunaciones, vuestras amenazas, vuestras promesas ni vuestras dádivas. ...

En la línea 2949
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y esta vuestra mortal, triste caída entre el muro y el hierro, os va adquiriendo fama que el mundo os da, y el cielo gloria. ...

En la línea 4772
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... ¿No es bueno que dicen que se holgó don Lorenzo de verse alabar de don Quijote, aunque le tenía por loco? ¡Oh fuerza de la adulación, a cuánto te estiendes, y cuán dilatados límites son los de tu juridición agradable! Esta verdad acreditó don Lorenzo, pues concedió con la demanda y deseo de don Quijote, diciéndole este soneto a la fábula o historia de Píramo y Tisbe: Soneto El muro rompe la doncella hermosa que de Píramo abrió el gallardo pecho: parte el Amor de Chipre, y va derecho a ver la quiebra estrecha y prodigiosa. ...

En la línea 901
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... r esto la cadena de los Andes se parece a un inmenso muro coronado de trecho en trecho por una torre; este muro limita de un modo perfecto el país. ...

En la línea 1383
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Comenzó el terremoto la las once y media de la mañana. llega a producirse a media noche, el mayor número de los habitantes, que es esta provincia son muchos miles, hubiese perecido. total no llegaron a ciento las víctimas, gracias a la costumbre que se tiene de lanzarse fuera de las casas en cuanto se siente temblar el suelo. Concepción, cada hilera de casas y cada casa aislada formaba una masa de ruinas independiente; por el contrario, en Talcahuano, la ola que había seguido al temblor de tierra e inundado la villa había dejado al retirarse una masa confusa de ladrillos, tejas, vigas y muebles, y algún que otro muro suelto todavía de pie ...

En la línea 1491
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... ad se pregunta con extrañeza cómo ha sido descubrir minas en situación tan extraordinaria como el árido vértice de la montaña de San Pedro Nolasco. primer lugar, las venas metálicas son, por lo común, mucho más duras que las rocas circunyacentes, por lo cual, a medida que se disgregan las montañas, van apareciendo esas venas en la superficie. segundo lugar, casi todos los campesinos, sobre todo en las regiones septentrionales de Chile saben reconocer muy bien los minerales. las provincias de Coquimbo y de Copiapó, donde tan abundantes son las minas, es muy rara la leña, y los habitantes exploran montes y valles para encontrarla, y así es como se han descubierto casi todas las minas más ricas. día tira un hombre una piedra a su borrico para que avance; pero piensa después en que pesaba aquella piedra más de lo ordinario y la vuelve a coger: era un lingote de plata; a poca distancia encuentra la vena que se elevaba como un verdadero muro de metal: había descubierto la mina de Chamucillo, que produjo en unos cuantos años varios millones de francos, de plata ...

En la línea 1541
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... primera vista parece raro que los vientos alisios, a lo largo de las partes septentrionales de Chile y en la costa del Perú, soplen casi siempre del sur; pero cuando se reflexiona que corriendo la cordillera de norte a sur intercepta como gigantesco muro toda la corriente atmosférica inferior, se comprende que aquellos vientos se dirijan hacia el norte, siguiendo la línea de las montañas, atraídos como lo están hacia las regiones ecuatoriales, y que pierdan por eso una parte del movimiento oriental que les comunica la rotación de la tierra. Mendoza; en la vertiente oriental de los Andes, son muy largas las calmas y muchas veces se ven formarse tempestades que no descargan ...

En la línea 2286
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Entre ella y los jóvenes de la sociedad en que vivía, pronto había puesto el orgullo de Ana y la necedad de los otros un muro de hielo. ...

En la línea 9374
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Yo soy mi alma, dijo entre dientes, y soltando las sábanas que sus manos oprimían, resbaló en el lecho, y quedó supina mientras el muro de almohadas se desmoronaba. ...

En la línea 11701
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... separado de los demás vetustenses que habían sido, por un muro que era una deshonra; perdido, como el esqueleto de un rocín, entre ortigas, escajos y lodo. ...

En la línea 15338
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... De esta manera la comedia se representaba mejor; segura doña Ana de que don Álvaro saltaba por el muro, no podía sospechar tan fácilmente que tenía cómplices dentro de casa. ...

En la línea 3430
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Ver el portal fue para la prójima, como para el pájaro, que ciego y disparado vuela, topar violentamente contra un muro. Los que obran bajo la acción de impulsos cerebrales, irresistibles y mecánicos, como los instintos que atañen a la conservación, van muy bien en su carrera mientras no ven el fin más que en la representación falsa que de él les da su deseo; pero cuando la realidad de aquel fin se les pone delante, ofreciéndoseles como acción sometida a las leyes generales, no hay velocidad que no tenga su rechazo. ¿Cuál era el intento de Fortunata y qué iba a hacer allí? ¡Friolera!… Pues nada más que entrar en la casa sin pedir permiso a nadie, llamar, colarse de rondón, dando gritos y atropellando a todo el que encontrara, llegarse a Jacinta, cogerla por el moño y… Esto de cogerla por el moño no se determinó bien en su voluntad; pero sí que le diría mil cosas amargas y violentas. Tal pensaba cuando le entró aquel desatino de salir de su casa y correr hacia la plazuela de Pontejos. Y cuando bajaba por la calle de la Salud, iba pensando así: «No se me quedará en el cuerpo nada, nada. Ella es la que me hace desgraciada, robándome a mi marido… Porque es mi marido: yo he tenido un hijo suyo y ella no… Vamos a ver, ¿quién tiene más derecho? Entrañas por entrañas, ¿cuáles valen más?». Estos enormes disparates, nacidos del trastorno que en su cerebro reinara, persistieron cuando estaba parada y atónita delante del portal de los de Santa Cruz. ...

En la línea 4129
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Fortunata pensó que, en efecto, se había atufado, pero no con brasero. Cediendo a los ruegos de su marido y de doña Lupe, se acostó, y a prima noche estaba más tranquila, desvelada, sin ningún apetito, oyendo con desagrado el ruido de los platos y cucharas que del comedor venía a la hora de cenar. Nicolás hablaba por los codos. «Mejor es que no tomes nada, si no tienes gana—le dijo Maxi, que entró mascando el postre y con un higo pasado en la mano—. Por si acaso, no bajaré esta noche a la botica, y te acompañaré». La peor de las medicinas era esta, pues gustaba la joven de estar sola, entretenida con sus pensamientos. Hizo por dormirse; su marido le ató fuertemente un pañuelo a la cabeza, y después se puso junto a la cama. Después de un breve sueño, vio ella la escueta figura de Maxi dando paseos en la habitación. Tan pronto miraba su persona como su sombra corriendo por la pared, larga, angulosa, doblándose en las esquinas del muro. «¡Ah!… Jacinta, yo te quisiera ver casada con este… Entonces me reiría, me estaría riendo tres años seguidos». ...

En la línea 1026
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... La maravillosa excursión concluyó hacia las cuatro, al toparnos con un muro de soberbios peñascos aglomerados en bloques gigantescos, de una masa imponente, que se irguió ante nosotros. Era un enorme acantilado de granito excavado de grutas oscuras, pero que no ofrecía ninguna rampa practicable. Eran los cantiles de la isla Crespo. Era la tierra. ...

En la línea 2122
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Señor Aronnax, sus argumentos se caen por la base. Habla usted en futuro: «Estaremos allí… estaremos allá-… ». Yo hablo en presente: «Ahora estamos aquí, y hay que aprovechar la ocasión». Puesto contra el muro por la lógica de Ned Land y sintiéndome batido en ese terreno, no sabía ya a qué argumentos apelar. ...

En la línea 2666
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Así es, Ned Land, y, sin embargo, yo hubiera querido saber lo que hay detrás de esta gran banca. Un muro, eso es lo que más me irrita. ...

En la línea 2931
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Así, pues, un impenetrable muro de hielo rodeaba al Nautilus por encima y por debajo. Éramos prisioneros de la gran banca de hielo. El canadiense expresó su furor asestando un formidable puñetazo a una mesa. Conseil estaba silencioso. Yo miré al capitán. Su rostro había recobrado su habitual impasibilidad. Estaba cruzado de brazos y reflexionaba. El Nautilus no se movía. ...

En la línea 880
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Miró nuevamente en todas direcciones y se llevó la mano al bolsillo. Pero en ese momento vio cerca del muro exterior, entre la puerta y el pequeño canal, una enorme piedra sin labrar, que debía de pesar treinta kilos largos. Del otro lado del muro, de la calle, llegaba el rumor de la gente, siempre abundante en aquel lugar. Desde fuera nadie podía verle, a menos que se asomara al patio. Sin embargo, esto podía suceder; por lo tanto, había que obrar rápidamente. ...

En la línea 2969
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Era una gran habitación de techo muy bajo, que comunicaba con la del sastre por una puerta abierta en la pared del lado izquierdo. En la del derecho había otra puerta, siempre cerrada con llave, que daba a otro departamento. La habitación parecía un hangar. Tenía la forma de un cuadrilátero irregular y un aspecto destartalado. La pared de la parte del canal tenía tres ventanas. Este muro se prolongaba oblicuamente y formaba al final un ángulo agudo y tan profundo, que en aquel rincón no era posible distinguir nada a la débil luz de la vela. El otro ángulo era exageradamente obtuso. ...

En la línea 30
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Se produjo la inmediata espantada de los cuatro hombres que lo habían traído, que, encaramados al muro, se aprestaron a presenciar el espectáculo. ...

En la línea 36
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... -¡Éste no es manco para domar a un perro, te lo digo yo! -exclamó entusiasmado uno de los hombres encaramados al muro. ...

En la línea 987
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Lucía, fascinada, se aproximó a la boca. Los gases mefíticos exhalados del pozo hacían temblar la llama turbia de las lámparas. Allí no hacía calor, sino frío; un frío espeso, sin aire respirable. Entráronse resueltamente por otra galería, y abierta una puerta de hierro, se asustaron todos, menos la guardiana, viendo en torno suyo vasta extensión de agua, una especie de lago subterráneo. Ellos estaban sobre angosta tabla echada a manera de puente a lo ancho del depósito. Aquellas aguas, tendidas en su tumba de piedra, tenían quietud y limpidez lúgubre. La luz de una de las lámparas, dejada exprofeso en la otra orilla por la guardiana para que se viese el grandor del depósito, oscilaba en prolongados rieles sobre la triste transparencia del lago, y remedaba, allá a lo lejos, la tea de un sicario en alguna prisión veneciana. Tal era de fantástico aquel lago, que reflejaba un cielo de granito, que la imaginación se fingía cadáveres flotando en él. Experimentaban Lucía y Pilar vago temor, y sobre todo, cosa pueril, o mejor dicho, eminentemente femenina, les horrorizaba la idea de que en las estrecheces y revueltas de los pasadizos pudiesen encontrar ratas. Sabían que los depósitos comunicaban con las alcantarillas, y ya dos o tres veces palidecieron creyendo ver cruzar una sombra negra, que no era sino la temblona silueta de alguna planta parásita, dibujada en el muro por las luces. De improviso, ambas exhalaron un grito; no cabía duda; sonaba el chillido agrio y agudo de la rata. Lucía, sobre todo, se quedó un punto con los ojos dilatados, inmóvil; allí no era posible correr y huir. Pero el pilluelo y la guardiana soltaron la risa; conocían bien aquel silbido, que no era sino el de las botellas de agua mineral que al otro lado de la pared estaban corchando. Con todo, las mujeres respiraron al salir del sombrío dédalo y ver de nuevo la claridad diurna y sentir el aire fresco que congelaba en su frente las gotas de sudor. ...

En la línea 1120
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Y miró hacia todas partes buscando la puerta. La cual estaba en el fondo, frontera a la que al jardín salía, y Lucía alzó el tupido cortinón y puso la trémula mano en el pestillo, saliendo a un corredor casi del todo tenebroso. Quedose sin respirar, y lo que es peor, sin saber adónde se encaminase, y entonces maldijo mil veces de su terquedad en no haber querido visitar antes la casa. De pronto oyó un ruido, unos tropezones sonoros, un choque de vajilla y loza… El ama Engracia fregoteaba sin duda los platos en la cocina. ¿Cómo lo adivinó tan presto Lucía? El entendimiento se aguza en las horas críticas y extraordinarias. Guiada negativamente por el ruido, Lucía siguió andando en dirección opuesta, hacia el extremo del pasillo, en que reinaba el silencio. El piso alfombrado apagaba su andar, y con ambas manos extendidas palpaba las dos murallas buscando una puerta. Al fin, sintió ceder el muro, y, siempre con las manos delante, penetró en una estancia que le pareció chica, y donde al pasar tropezó en varios objetos, entre ellos unas barras de metal que se le figuraron de una cama. De allí pasó a otra habitación mucho mayor, todavía iluminada por un leve resto de luz diurna, que entraba por alta vidriera. Lucía no dudó ni un instante de su acierto: aquella cámara debía de ser la de Artegui. Había estanterías cargadas de volúmenes, preciosas pieles de animales arrojadas al desdén por la alfombra, un diván, una panoplia de ricas armas, algunas figuras anatómicas, enorme mesa escritorio con papeles en desorden, estatuas de tierra cocida y de bronce, y sobre el diván un retrato de mujer, cuyas facciones no se distinguían. Medio desmayada se dejó caer Lucía en el diván, cruzando ambas manos sobre el seno izquierdo, que levantaban los desordenados latidos del corazón, y diciendo en voz alta también: ...


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Más información sobre la palabra Muro en internet

Muro en la RAE.
Muro en Word Reference.
Muro en la wikipedia.
Sinonimos de Muro.

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