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La palabra lanzando
Cómo se escribe

la palabra lanzando

La palabra Lanzando ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece lanzando.

Estadisticas de la palabra lanzando

Lanzando es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 14897 según la RAE.

Lanzando aparece de media 4.59 veces en cada libro en castellano.

Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la lanzando en las obras de referencia de la RAE contandose 697 apariciones .

Errores Ortográficos típicos con la palabra Lanzando

Cómo se escribe lanzando o lansando?


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece lanzando

La palabra lanzando puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1119
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Bajó Roseta a la fuente, y después de llenar el cántaro, sacó, al incorporarse, su cabeza por encima del muro, lanzando una mirada ansiosa por toda la vega. ...

En la línea 1151
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Instintivamente, movida por el dolor, sé agarró también a los rubios pelos de la hilandera, y durante algunos minutos se las vio a las dos encorvadas, lanzando gritos de dolor y rabia, con las frentes cerca del suelo, arrastrándose mutuamente con los crueles tirones que cada una daba a la cabellera de la otra. ...

En la línea 1812
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Era el perro despidiendo al pobre albaet, lanzando un quejido interminable, con los ojos lacrimosos y las patas estiradas, cual si quisiera prolongar el cuerpo hasta donde llegaba su lamento. ...

En la línea 1915
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La dormilona cadencia de las guitarras parecía arrullar a un cornetín chillón que iba lanzando a todos los extremos de la vega, dormida bajo el sol, los morunos sones de la jota valenciana. ...

En la línea 1226
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Su vida de holganza habíase paralizado. La ruleta permanecía inmóvil; las barajas estaban sin abrir sobre la mesa verde; pasaban las buenas mozas por la acera sin que asomasen a las ventanas de los casinos los grupos de cabezas lanzando requiebros y maliciosos guiños. ...

En la línea 4496
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -¡Bien, mi querida señora! - dijo D'Artagnan poniendo pie en tierra y lanzando la brida de su caballo al brazo de Planchet -. ...

En la línea 4720
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -¡Ay, mi querido Aramis! -dijo D'Artagnan lanzando a su vez un profundo suspiro-. ...

En la línea 5544
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Por eso el pobre hombre puede dejarme viuda de un momento a otro -continuó la pro curadora lanzando una mirada significativa a Porthos-. ...

En la línea 5852
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... «¡Rediós! - pensó Porthos lanzando una mirada sobre los tres ham brientos, porque elmandadero no era, como es lógico, admitido er los honores de la mesa magistral-. ...

En la línea 1502
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... El gitano, echado detrás de un matorral, se levantaba a veces para mirar afanosamente a la colina que teníamos delante; al cabo, lanzando una exclamación de contrariedad y de impaciencia, se dejó caer al suelo, y en él estuvo tendido mucho rato, absorto, al parecer, en sus reflexiones; por último, levantó la cabeza y me miró a la cara. ...

En la línea 4235
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Se puso en pie, lanzando un juramento, y al instante comenzó a aporrear la puerta con la culata del fusil. ...

En la línea 6104
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... En diciendo esto, me miró un momento, inclinó por dos veces la cabeza, metió de nuevo el bastón dentro de la capa y salió del cuarto y de la casa, lanzando en el pasillo un estornudo de despedida. ...

En la línea 6677
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Estuvo un buen rato examinando el incensario y el ramo de oliva, con señales evidentes de no saber lo que era; al fin, se le ocurrió examinar los caracteres que por ambos lados rodean la moneda, y lanzando un grito exclamó dirigiéndose a los otros _hamales_: «Hermanos, hermanos, éstas son las letras de Salomón. ...

En la línea 4824
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y, apeándose de Rocinante y asiendo de su lanza, se puso en la mitad del camino, a tiempo que ya el licenciado, con gentil donaire de cuerpo y compás de pies, se iba contra Corchuelo, que contra él se vino, lanzando, como decirse suele, fuego por los ojos. ...

En la línea 664
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... del Fuego. Un poco después del mediodía doblamos el cabo de San Diego y penetramos en el famoso estrecho de Maire. Costeamos de cerca la Tierra del Fuego, pero sin dejar de ver a través de las nubes la tormentosa silueta de la inhospitalaria tierra de los Estados. Por la tarde echamos el ancla en la bahía del Éxito. A nuestra entrada recibimos un saludo digno de los habitantes de esta tierra salvaje. Un grupo de fueguenses, ocultos en parte por la espesura del bosque se había situado en una punta de la roca que dominaba el mar; en el momento de nuestro paso saltan agitando sus guiñapos y lanzando un largo y sonoro aullido. Siguen al barco, y al caer la noche distinguimos que han encendido fuego y oímos todavía sus gritos salvajes. Consiste el puerto en una hermosa sabana de agua medio rodeada de montañas, redondeadas y de poca elevación, de esquisto arcilloso, cubiertas hasta la orilla del mar por un espeso bosque. Una sola ojeada sobre el paisaje me bastó para conocer que iba a ver allí cosas distintas de las que había visto hasta entonces. Durante la noche se levanta el viento que no tarda en soplar tempestuoso, pero nos protegen de él las montañas: en el mar habríamos sufrido mucho; también nosotros, como otros muchos, podemos saludar esta bahía con el nombre de bahía del Éxito. ...

En la línea 671
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Examinaron el color de su piel y la compararon con la nuestra. Uno de nosotros les enseñó el brazo desnudo y se extasiaron de su blancura, lanzando enteramente las mismas exclamaciones de sorpresa, haciendo los mismos gestos que un orangután ha hecho delante de mí en los jardines Zoológicos. Hasta donde hemos podido saberlo, estos salvajes tomaron por mujeres nuestras a dos o tres de los oficiales más pequeños y rubios que los otros, aunque llevaban magníficas barbas. Uno de estos fueguenses muy alto estaba entusiasmado de que admiráramos su estatura. Cuando lo poníamos de espaldas junto a uno de nuestros marinos, más alto, trataba de ponerse en un terreno más elevado o de puntillas. Abrió la boca par enseñarnos los dientes; se volvía para que pudiéramos verle de perfil y hacía todos esos gestos con tal aire de satisfacción de sí mismo, que indudablemente se creía el hombre más hermoso de la Tierra del Fuego. ...

En la línea 2705
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Consiste la danza en correr de lado o en marchar en fila india marcando el paso con cuidado; para esto golpean el suelo con el talón, lanzando fina especie de ronquido y chocan entre sí su maza y su lanza; no hay para qué decir que hacen otros mil gestos extraordinarios, extienden los brazos y sacuden el cuerpo de todas las maneras posibles. ...

En la línea 321
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Colocaron los esclavos esta caja en el suelo verticalmente, mientras el ingeniero y sus acólitos empezaban a forcejear en la cerradura, sin resultado. Un martillazo dado por inadvertencia en una arista saliente hizo que las dos enormes valvas de plata se abriesen de pronto, lo mismo que una concha gigantesca, lanzando un crujido metálico. Los hombres de fuerza se apresuraron a tirar de ellas, temiendo que se cerrasen, y quedó visible su interior. ...

En la línea 546
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La muchedumbre pretendió imitar su voz, lanzando varios rugidos acompañados de risas. El bondadoso traductor permanecía invisible. Gillespie, irritado por esta ausencia, empezó a agitarse con una nerviosidad amenazante para los pigmeos que se hallaban cerca de el. De pronto se tranquilizó al ver que un hombre de larga túnica y envuelto en velos, que había permanecido hasta entonces inmóvil en la puerta de la Galería, se aproximaba a su asiento. Cuatro esclavos le seguían, llevando a hombros una larga escala de madera. La aplicaron a una rodilla del gigante, y el hombre subió sus peldaños con agilidad, a pesar de las embarazosas vestiduras, procurando que los velos conservasen oculto su rostro. ...

En la línea 823
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Una nube de hojas envolvió al gigante. Varios pájaros se escaparon lanzando chillidos. El árbol crujía cada vez mas ruidosamente, hasta que al fin se rompió junto a las raíces. Gillespie fue tronchando sus ramas, y así pudo fabricarse un bastón que mas bien era una cachiporra, gruesa de abajo, delgada de arriba y con varias púas que marcaban el ramaje roto. ...

En la línea 1007
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Muchos de los que presenciaron el suceso habían olvidado la insolencia del Hombre-Montaña para preocuparse únicamente de la finalidad de otra acción suya que les parecía misteriosa. Después que el gigante hubo limpiado de gentío los salones de Momaren, haciendo huir a todos al fondo de la casa para librarse de su bombardeo líquido, irguió su estatura y fue a un determinado lugar de la fachada de la Universidad, lanzando varios silbidos con la estridencia de un huracán. ...

En la línea 5502
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... En esto llegó La Correspondencia, y a las primeras ojeadas conspicuas que arrojó sobre las columnas de ella el buen D. Basilio, tropezó con la combinación de gobernadores, y lanzando un berrido de sorpresa, se restregó los ojos creyendo que leía mal. Mas convencido de que no era error, lanzó otra exclamación más fuerte y al instante se enteraron todos, y Juan Pablo fue objeto de aclamaciones y plácemes, unos sinceros, otros con su poco de bien disimulada envidia. ...

En la línea 852
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Inmediatamente empezó Hugo a gemir, a gruñir, a poner los ojos en blanco y a tambalearse, y cuando el desconocido estuvo cerca se tendió en el suelo delante de él, lanzando un grito, y empezó a retorcerse en el polvo al parecer en agonía. ...

En la línea 1274
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Las mujeres tenían la cabeza inclinada y con las manos se cubrían el rostro. Las amarillas llamas comenzaron a trepar por entre la crepitante leña, y unos como nimbos de humo azul subieron a disolverse en el viento. En el momento en que el clérigo alzaba las manos y empezaba sus preces, dos niñas llegaron corriendo, y lanzando agudos gritos se abalanzaron sobre las mujeres atadas a los postes. Al instante las arrancaron de allí, y a una de ellas, la sujetaron con fuerza; pero la otra logró desasirse gritando que quería morir con su madre, y antes de que pudieran detenerla volvió a echar los brazos al cuello de una de las mujeres. Al instante la arrancaron otra vez de allí con los vestidos en llamas. Dos o tres hombres la sostuvieron, y la parte de sus ropas que ardía fue rasgada y arrojada a un lado, mientras la niña pugnaba por libertarse, sin cesar de exclamar que quedaría sola en el mundo y de rogar que le dejaran morir con su madre. Ambas niñas gritaban sin cesar y luchaban por libertarse, pero de pronto este tumulto fue ahogado por una serie de desgarradores gritos de mortal agonía. El rey miró a las frenéticas niñas y a los postes, y luego apartó la vista y ocultó el rostro lívido contra la pared, para no ver más. ...

En la línea 1341
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... El pueblo prorrumpió en un grito de júbilo repitiendo a una voz lo que había dicho el niño. Tom Canty miró a lo lejos sobre el agitado mar de ansiosos semblantes y su corazón se inflamó de regocijó; sintió que la única cosa por, la cual valía la pena vivir en este mundo era el ser rey, e ídolo de una nación. De pronto divisó, a lo lejos, a un par de sus andrajosos camaradas de Offal Court; uno de ellos, el lord gran almirante de su antigua fingida corte, y el otro el primer lord de la alcoba de la misma presuntuosa ficción; y su orgullo creció más que nunca. ¡Oh, si tan sólo pudieran reconocerlo ahora! ¡Qué indecible gloria sería si le reconocieran y se dieran cuenta de que el escarnecido rey de mentiritas de los arrabales se había convertido en un rey verdadero, con ilustres duques y príncipes por humildes sirvientes y con el mundo inglés a sus pies! Pero tenía que negarse a sí mismo y ahogar su deseo, porque semejante reconocimiento podría costarle más de lo que valía; así que volvió la cabeza y dejó que los dos sucios muchachos continuaran con sus gritos y alegres adulaciones, sin sospechar a quién era que se las estaban prodigando. De cuando en cuando se alzaba el grito de '¡una dádiva, una dádiva!', y Tom respondía lanzando al azar un puñado de relucientes monedas nuevas para que la multitud se las disputara. ...

En la línea 1532
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... A cada momento tropezaban con grandes arañas de desmesuradas dimensiones, multitudes de lagartos volantes y serpientes que se alejaban lanzando silbidos amenazadores. ...

En la línea 1934
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... En efecto, en ese instante dos mortales descargas derribaron a cuatro hombres y siete caballos. Luego, treinta tigres de Mompracem salieron de la espesura, lanzando gritos feroces y atacaron con furia a la escolta. ...

En la línea 1943
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... El lord se le fue encima, lanzando un grito de triunfo. Pero el portugués evitó el sablazo y con la cabeza le pegó en la mitad del pecho al viejo, quien cayó pesadamente al suelo. ...

En la línea 2363
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Y toma éstas también! —gritó Inioko, lanzando puñaladas. ...

En la línea 1221
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »‑Lo voy a explicar. Mitri y yo estuvimos todo el día trabajando y, cuando nos íbamos a marchar, Mitri cogió un pincel empapado de pintura y me lo pasó por la cara. Después echó a correr escaleras abajo y yo fui tras él, bajando los escalones de cuatro en cuatro y lanzando juramentos. Cuando llegué a la entrada, tropecé con el portero y con unos señores que estaban con él y que no recuerdo cómo eran. El portero empezó a insultarme, el segundo portero hizo lo mismo; luego salió de la garita la mujer del primer portero y se sumó a los insultos. Finalmente, un caballero que en aquel momento entraba en la casa acompañado de una señora nos puso también de vuelta y media porque no los dejábamos pasar. Cogí a Mitri del pelo, lo derribé y empecé a atizarle. Él, aunque estaba debajo, consiguió también asirme por el pelo y noté que me devolvía los golpes. Pero todo era broma. Al fin, Mitri consiguió libertarse y echó a correr por la calle. Yo le perseguí, pero, al ver que no le podía alcanzar, volví al piso donde trabajábamos para poner en orden las cosas que habíamos dejado de cualquier modo. Mientras las arreglaba, esperaba a Mitri. Creía que volvería de un momento a otro. De pronto, en un rincón del vestíbulo, detrás de la puerta, piso una cosa. La recojo, quito el papel que la envuelve y veo un estuche, y en el estuche los pendientes.» ...

En la línea 1407
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... En uno de estos antros reinaba un estruendo ensordecedor. Se tocaba la guitarra, se cantaba y todo el mundo parecía divertirse. Ante la entrada había un nutrido grupo de mujeres. Unas estaban sentadas en los escalones, otras en la acera y otras, en fin, permanecían de pie ante la puerta, charlando. Un soldado, bebido, con el cigarrillo en la boca, erraba en torno de ellas, lanzando juramentos. Al parecer no se acordaba del sitio adonde quería dirigirse. Dos individuos desarrapados cambiaban insultos. Y, en fin, se veía un borracho tendido cuan largo era en medio de la calle. ...

En la línea 1488
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... El semblante grave e inmóvil de Raskolnikof cambió de expresión repentinamente, y el ex estudiante se echó a reír con la misma risa nerviosa e incontenible que le había acometido momentos antes. De súbito le pareció que volvía a vivir intensamente las escenas turbadoras del crimen… Estaba detrás de la puerta con el hacha en la mano; el cerrojo se movía ruidosamente; al otro lado de la puerta, dos hombres la sacudían, tratando de forzarla y lanzando juramentos; y él se sentía dominado por el deseo de insultarlos, de hacerles hablar, de mofarse de ellos, de echarse a reír, con risa estrepitosa a grandes carcajadas… ...

En la línea 2479
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¿Estáis bromeando? ‑exclamó Rasumikhine‑. ¿Os burláis el uno del otro? Os estáis lanzando pulla tras pulla. Tú no hablas en serio, Rodia. ...

En la línea 747
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —“Was ist’s der Teufél?” (“¿Qué diablos es eso?”) —gritó lanzando imprecaciones. ...


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Más información sobre la palabra Lanzando en internet

Lanzando en la RAE.
Lanzando en Word Reference.
Lanzando en la wikipedia.
Sinonimos de Lanzando.

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