La palabra Inerte ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Niebla de Miguel De Unamuno
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece inerte.
Estadisticas de la palabra inerte
Inerte es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 16289 según la RAE.
Inerte aparece de media 4.05 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la inerte en las obras de referencia de la RAE contandose 616 apariciones .
Errores Ortográficos típicos con la palabra Inerte
Cómo se escribe inerte o hinerte?
Cómo se escribe inerte o inerrte?
Más información sobre la palabra Inerte en internet
Inerte en la RAE.
Inerte en Word Reference.
Inerte en la wikipedia.
Sinonimos de Inerte.

la Ortografía es divertida

El Español es una gran familia
Algunas Frases de libros en las que aparece inerte
La palabra inerte puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1672
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Querían ver al niño, al pobre albaet; y entrando en el estudi, lo contemplaron todavía en la cama, el embozo de la sábana hasta el cuello, marcado apenas el bulto de su cuerpo bajo la cubierta, con la cabeza rubia inerte sobre el almohadón. ...
En la línea 2358
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... No dormía, no; escuchaba los ronquidos de su mujer, acostada junto a él, la de sus hijos, abrumados por el cansancio; pero los oía cada vez más hondos, como si una fuerza misteriosa se llevase lejos, muy lejos, la barraca, y él, sin embargo, permaneciese allí, inerte, sin poder moverse por más esfuerzos que intentaba, viendo la cara de Pimentó junto a la suya, sintiendo en su rostro la cálida respiración de su enemigo. ...
En la línea 624
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Interesante espectáculo fue ver cómo en pocos minutos la inteligencia triunfó sobre la fuerza bruta. En el momento en que se precipitaba sobre el caballo de uno de mis compañeros de viaje, un lazo le envolvió los cuernos y otro las patas traseras: en un instante, la fiera caía impotente al suelo. Parecía muy difícil, sin matar al animal, desembarazar del lazo los cuernos de aquella furiosa fiera; para un hombre solo, creo que imposible en absoluto. Pero arrojando otro hombre el lazo alrededor de las patas traseras, la operación es muy sencilla. En efecto, el animal permanece tendido y por completo inerte mientras se le sostiene sujetas con fuerza las patas; el hombre puede acercarse entonces y desprenderle el lazo con las manos y montar después a caballo con toda tranquilidad; pero tan pronto como el otro afloja lo más mínimo la tensión del lazo, escurre éste por las piernas del toro, que se revuelve furioso y trata, aunque en vano, de precipitarse sobre su adversario. ...
En la línea 7904
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¿De qué le servía resistir en vela, luchar con valor y fuerza todo el día, llegar a creerse superior a la obsesión pecaminosa, casi a despreciar la tentación, si la flaca naturaleza a sus solas, abandonada del espíritu, se rendía a discreción, y era masa inerte en poder del enemigo? Al despertar de sus pesadillas con el dejo amargo de las malas pasiones satisfechas, Ana se sublevaba contra leyes que no conocía, y pensaba desalentada y agriado el ánimo en la inutilidad de sus esfuerzos, en las contradicciones que llevaba dentro de sí misma. ...
En la línea 8840
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La tristeza resignada, fatal de la piedra que la gota eterna horada, era la expresión muda del valle y del monte; la naturaleza muerta parecía esperar que el agua disolviera su cuerpo inerte, inútil. ...
En la línea 13536
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Yo soy una loca —pensaba —tomo resoluciones extremas en los momentos de la exaltación y después tengo que cumplirlas cuando el ánimo decaído, casi inerte, no tiene fuerza para querer. ...
En la línea 15662
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Don Víctor tuvo conciencia clara de que su voluntad estaba inerte, no podía resolver. ...
En la línea 3899
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Cuando pasaba bajo los balcones el cuerpo inerte de Mauricia la Dura, cargado por los de Orden Público y escoltado por el gentío, Fortunata se quitó del balcón, porque le faltaba ánimo para presenciar tal espectáculo. Doña Lupe y Papitos sí que lo vieron todo, y esta tuvo aún la pretensión de que su ama la dejase ir a la botica para ver la cura que le hacían a aquella borrachona. Pero esto ya era mucha libertad, y aunque la chiquilla imaginó diferentes pretextos para bajar, no se salió con la suya. ...
En la línea 5004
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Hay horas en la vida, que parecen siglos por las mudanzas que traen. Hace un rato, verás ¡qué cosa tan extraña! Me acordé de un pobre que me pidió limosna esta mañana… Era un infeliz que tiene una pierna deforme y repugnante, llena de úlceras… Me pidió limosna y le arrojé una moneda de cobre, diciéndole con horror: «Quítese usted de delante de mí, so pillete». Pues esta noche he tenido aquí la visita de aquel hombre… Le he visto, como te estoy viendo a ti, y primero me inspiraba repugnancia, después compasión, y acabé por decirle: «¿Quieres cambiarte conmigo?». Porque con su pierna podrida, su muleta y su libertad, disfruta él de una tranquilidad que yo no tengo. Su conciencia está como un charco empozado en el cual no cae jamás la piedra más pequeña. ¡Pobre de mí!, cambiaría con él; cambiaría mi riqueza por su mendicidad, mi corazón enfermo por su pierna inerte, y mi desasosiego por su paz. ¿Qué crees tú? ...
En la línea 5835
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Maxi se dejaba levantar del asiento como un saco. Se había quedado inerte. De pronto, hubo algo en su espíritu que podría compararse a un vuelco súbito, o movimiento de cosas que, girando sobre un pivote, estaban abajo y se habían puesto arriba. Las manos le temblaban, sus ojos echaron chispas, y cuando dijo matarles, matarles, su voz sonó en falsete como en la noche aquella funesta, después del atropello de que fue víctima en Cuatro Caminos. ...
En la línea 2029
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Bueno, dejémonos de esos sentires y vamos a otra cosa. Cuando un hombre dormido a inerte en la cama sueña algo, ¿qué es lo que más existe, él como conciencia que sueña, o su sueño? ...
En la línea 1879
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Mientras miraba yo aquella masa inerte, una docena de esos voraces melanópteros apareció de repente en torno a nuestra embarcación. Pero sin preocuparse de nosotros, se lanzaron sobre el cadáver y se disputaron sus pedazos y hasta sus jirones. ...
En la línea 1046
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Y el vasco y la valerosa amiga cruzaron las manos y alzaron blandamente en el improvisado trono a la enferma, que se dejó ir como un cuerpo inerte, recostando la cabeza en el cuello de Lucía y humedeciéndoselo con el viscoso sudor de la calentura. Subieron así las escaleras hasta el entresuelo, donde introdujo Sardiola a ambas mujeres en una ancha y desahogada habitación en que no faltaba su marmórea chimenea, sus monumentales camas colgadas, su alfombra de moqueta algo desflorada y raída a trechos, sus lavabos y sus perchas clásicas. Caía la pieza a un jardinete, en cuyo centro ligero kiosco de madera y cristales servía de sala de baño. Depositaron a Pilar en una butaca y Sardiola se quedó en pie esperando órdenes. Su mirada, negra y reluciente como la de un cachorro de Terranova, se clavaba en Lucía con sumisión y afecto verdaderamente caninos. Ella, por su parte, se mordía los labios para retener las preguntas que impacientes asomaban a ellos. Sardiola adivinó, con su instinto fiel de animal doméstico, y prevínole el deseo. ...
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