Cual es errónea Muchas o Mucas?
La palabra correcta es Muchas. Sin Embargo Mucas se trata de un error ortográfico.
La falta ortográfica detectada en la palabra mucas es que se ha eliminado o se ha añadido la letra h a la palabra muchas
Errores Ortográficos típicos con la palabra Muchas
Cómo se escribe muchas o muchaz?
Cómo se escribe muchas o mucas?

la Ortografía es divertida
Algunas Frases de libros en las que aparece muchas
La palabra muchas puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 253
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pimentó, que en su calidad de valentón se interesaba por las desdichas de sus convecinos y era el caballero andante de la huerta, prometía entre dientes algo así como pegarle una paliza y refrescarlo después en una acequia; pero las mismas víctimas del avaro lo disuadían, hablando de la importancia de don Salvador, hombre que se pasaba las mañanas en los juzgados y tenía amigos de muchas campanillas. ...
En la línea 278
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Por algo dicen que Dios saca muchas veces el bien del mal. ...
En la línea 403
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Allí había ido él muchas veces por sus asuntos, y allá iba ahora, a ver si el demonio era tan bueno que le hacía tropezar con el amo, el cual raro era el día que no inspeccionaba, con su mirada de avaro, los hermosos árboles uno por uno, como si tuviese contadas las naranjas. ...
En la línea 404
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Llegó después de dos horas de marcha, deteniéndose muchas veces para dar aplomo a su cuerpo, que se balanceaba sobre las inseguras piernas. ...
En la línea 125
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... A Montenegro no le infundían temor estas amenazas. Las había oído muchas veces: después de un domingo de gran fiesta, el amo hablaba siempre de despedir a los _extranjeros_; pero luego sus conveniencias comerciales le hacían aplazar la resolución, en vista de los buenos servicios que prestaban en el escritorio. ...
En la línea 167
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Marquesa, ya no, hijo--contestó ella con gracioso ceceo.--Ahora crío cerdos... y muchas gracias. ...
En la línea 279
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Rafaé: me dicen muchas cosas de ti y toas son malas... ¡Pero tú eres bueno! ¿verdá que cambiarás?... ...
En la línea 362
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El viejo había sido durante mucho tiempo aperador del cortijo. Le tomó a su servicio el antiguo dueño, hermano del difunto don Pablo Dupont; pero el amo actual, el alegre don Luis, quería rodearse de gente joven, y teniendo en cuenta sus años y la debilidad de su vista, lo había sustituido con Rafael. Y muchas gracias--como él decía con su resignación de labriego--por no haberle enviado a mendigar en los caminos, permitiéndole que viviese en el cortijo con su compañera, a cambio de ocuparse la vieja del cuidado de las aves que llenaban el corral y de ayudar él al encargado de las pocilgas que se alineaban a espaldas del edificio. ¡Hermoso final de una vida de incesante trabajo, con la espina quebrada por una curvatura de tantos años escardando los campos o segando el trigo!... ...
En la línea 114
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... ¿Por qué? Pues, claro, por eso; porque había muchos entierros y muchas misas de funeral. ...
En la línea 228
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Cuervo, además de tener asegurado el pan de cada día, se sentía hombre de influencia; muchos personajes de provincias y algunos de la corte que tenían en Laguna residencia de verano estimaban a Cuervo en lo mucho que valía y a una recomendación suya atendían muchas veces antes que a la de un elector con docenas de votos. ...
En la línea 254
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Así al menos lo dicen las Memorias de un hombre que estuvo en algunas de esas derrotas y en muchas de esas victorias. ...
En la línea 1125
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... En este oficio, se deben agujerear muchos jubones y romper muchas espadas. ...
En la línea 1267
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Entonces, como de costumbre, recurrieron al señor de Tréville, que dio algunos adelantos sobre el sueldo; pero aquellos adelantos no po dían llevar muy lejos a tres mosqueteros que tenían muchas cuentas atrasadas, y a un guardia que no las tenía siquiera. ...
En la línea 2964
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Contentaos con ser un bur guéssin fineza ninguna, y dad la espalda a quien os ofrece muchas ventajas. ...
En la línea 46
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Las diferentes comisiones ajenas de su ministerio que pesan sobre esos mismos majistrados, y muy graves muchas de ellas, es otro obstáculo, y no pequeño, para que se administre pronta y cumplida justicia. ...
En la línea 58
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Otro es director del Monte Pio, otro protector, otro juez de esclavitudes y libertades, otro juez de hospitales y casas de recojimiento, y espulsion de casados á España [7] estando separados de sus mujeres: ley caida en desuso como otras muchas buenas leyes: otro es juez de protocolos y jueces inferiores, y en todas estas dependencias hay ocupacion, pues no les faltan asuntos y diferentes negocios, y en todos por necesidad la marcha tiene que ser lenta y aun tardía, y mas los que en sí llevan complicacion ó alguna gravedad. ...
En la línea 62
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Mas de la mitad de las provincias son ultramarinas, respecto de la capital Manila, situada en la Isla de Luzon ó Nueva Castilla: en muchas de ellas los viajes están sujetos á Monzon; esto es, al tiempo ó estacion determinada para venir y volver á sus puertos; y aunque el establecimiento de correos, planteado por todas las Islas segun lo dispuesto en 1837, pueda influir alguna cosa, será muy poco ó nada; pues ínterin las Islas no tomen el vuelo de prosperidad necesaria para tener vapores que crucen en el Archipiélago [8], este obstáculo, natural por sí solo, causará retrasos y dilaciones, que solo podrá remover un nuevo plan y planta de las alcaldías y correjimientos, que es lo que se espresará al final de esta materia. ...
En la línea 65
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Son mas infelices las provincias de Filipinas en los juzgados inferiores para que se les administre pronta justicia de lo que son ante la audiencia del territorio; porque si en esta las muchas y graves atenciones que pesan sobre su corto número de ministros es por sí solo una causa grave de dilacion, entregadas las provincias á alcaldes mayores y correjidores legos (la mayor parte militares), y todos dedicados principalmente al cuidado y fomento de sus intereses por medio del comercio, y aplicados á recaudar fondos, cuya cobranza está á su cargo, para con ellos adelantar sus fortunas, en los actos de justicia no toman mas parte ó interes, por lo jeneral, que el lijero que ofrece suscribir las actuaciones que exijen su firma, pues todo trámite jeneralmente se ordena por direccion de letrado, á cuyo fin pasan las causas, pleitos y procesos á Manila para asesorarse, en razon de que en las provincias no hay letrados establecidos, escepto aquellas dos ó tres que se hallan inmediatas á Manila. ...
En la línea 247
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Si sus hijos son o no dignos de tal madre, es una cuestión distinta que no pretendo resolver; me contento con observar que, entre muchas cosas lamentables y reprensibles, he encontrado también muchas nobles y admirables; muchas virtudes heroicas, austeras, y muchos crímenes de horrible salvajismo; pero muy poco vicio de vulgar bajeza, al menos entre la gran masa de la nación española, a la que concierne mi misión; porque bueno será notar aquí que no tengo la pretensión de conocer íntimamente a la aristocracia española, de la que me mantuve tan apartado como me lo permitieron las circunstancias; _en revanche_ he tenido el honor de vivir familiarmente con los campesinos, pastores y arrieros de España, cuyo pan y _bacallao_ he comido, que siempre me trataron con bondad y cortesía, y a quienes con frecuencia he debido amparo y protección. ...
En la línea 247
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Si sus hijos son o no dignos de tal madre, es una cuestión distinta que no pretendo resolver; me contento con observar que, entre muchas cosas lamentables y reprensibles, he encontrado también muchas nobles y admirables; muchas virtudes heroicas, austeras, y muchos crímenes de horrible salvajismo; pero muy poco vicio de vulgar bajeza, al menos entre la gran masa de la nación española, a la que concierne mi misión; porque bueno será notar aquí que no tengo la pretensión de conocer íntimamente a la aristocracia española, de la que me mantuve tan apartado como me lo permitieron las circunstancias; _en revanche_ he tenido el honor de vivir familiarmente con los campesinos, pastores y arrieros de España, cuyo pan y _bacallao_ he comido, que siempre me trataron con bondad y cortesía, y a quienes con frecuencia he debido amparo y protección. ...
En la línea 247
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Si sus hijos son o no dignos de tal madre, es una cuestión distinta que no pretendo resolver; me contento con observar que, entre muchas cosas lamentables y reprensibles, he encontrado también muchas nobles y admirables; muchas virtudes heroicas, austeras, y muchos crímenes de horrible salvajismo; pero muy poco vicio de vulgar bajeza, al menos entre la gran masa de la nación española, a la que concierne mi misión; porque bueno será notar aquí que no tengo la pretensión de conocer íntimamente a la aristocracia española, de la que me mantuve tan apartado como me lo permitieron las circunstancias; _en revanche_ he tenido el honor de vivir familiarmente con los campesinos, pastores y arrieros de España, cuyo pan y _bacallao_ he comido, que siempre me trataron con bondad y cortesía, y a quienes con frecuencia he debido amparo y protección. ...
En la línea 258
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Con halagos a su orgullo fué inducida España a despilfarrar su preciosa sangre y sus tesoros en las guerras de los Países Bajos, a equipar la armada Invencible y a otras muchas acciones insensatas. ...
En la línea 101
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer, y así, llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y de todos, ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva, porque la claridad de su prosa y aquellas entricadas razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafíos, donde en muchas partes hallaba escrito: La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura. ...
En la línea 101
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer, y así, llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y de todos, ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva, porque la claridad de su prosa y aquellas entricadas razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafíos, donde en muchas partes hallaba escrito: La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura. ...
En la línea 105
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Pero, con todo, alababa en su autor aquel acabar su libro con la promesa de aquella inacabable aventura, y muchas veces le vino deseo de tomar la pluma y dalle fin al pie de la letra, como allí se promete; y sin duda alguna lo hiciera, y aun saliera con ello, si otros mayores y continuos pensamientos no se lo estorbaran. ...
En la línea 106
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar -que era hombre docto, graduado en Sigüenza-, sobre cuál había sido mejor caballero: Palmerín de Ingalaterra o Amadís de Gaula; mas maese Nicolás, barbero del mesmo pueblo, decía que ninguno llegaba al Caballero del Febo, y que si alguno se le podía comparar, era don Galaor, hermano de Amadís de Gaula, porque tenía muy acomodada condición para todo; que no era caballero melindroso, ni tan llorón como su hermano, y que en lo de la valentía no le iba en zaga. ...
En la línea 120
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Proporcionalmente a los otros insectos, el número de arañas es aquí muchísimo mayor que en Inglaterra, quizá hasta mayor que el de cualquier otra división de los animales articulados. Parece casi infinita la variedad de las especies en las arañas saltonas. El género o más bien la familia de las Epeiras, se caracteriza aquí por muchas formas singulares; algunas especies tienen escamas puntiagudas y coriáceas, otras tienen gruesas tibias revestidas de pinchos. Todos los senderos del bosque se encuentran obstruidos por la fuerte tela amarilla de una especie perteneciente a la misma división que la Epeira clanipes de Fabricius, araña que, según Sloane, teje en las Indias occidentales, telas bastante fuertes para retener aves. Una bonita araña pequeña, con las patas delanteras muy largas y que parece pertenecer a un género no descrito, vive parásita en casi todas esas telas. Supongo que es harto insignificante para que la gran Epeira se digne fijarse en ella; por tanto, le permite alimentarse de insectos pequeños que de otra manera no aprovecharían a nadie. Cuando esta arañita se asusta finge la muerte extendiendo las patas delanteras, o se deja caer fuera de la tela. Es en extremo común, sobre todo en los sitios secos, una gruesa Epeira perteneciente a la misma división que las Epeira tuberculata y cónica, esta araña refuerza el centro de su tela, generalmente colocada en medio de las grandes hojas del agane común, por medio de dos y aun cuatro cintas dispuestas en zig zag que enlazan dos de los radios. En cuanto un insecto grande, como un saltamontes o una avispa queda prendido en la tela, la araña le hace girar sobre sí mismo con rapidez por un movimiento brusco; al mismo tiempo envuelve a su presa en cierta cantidad de hilos que bien pronto forman un verdadero capullo alrededor de ella. ...
En la línea 124
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... el Shorpshire, una gruesa avispa femenina detenida en la tela irregular de una arañita, que, en vez de cortar los hilos de su tela, continuó con perseverancia rodeando de hilos el cuerpo y sobre todo las alas de su presa. La avispa intentó muchas veces herir con su aguijón a su pequeña antagonista, pero en vano. Después de una lucha de más de una hora, diome lástima la avispa, la maté y volví a ponerla en la tela. Regresó bien pronto la araña; y una hora después me quedé atónito al sorprenderla con las mandíbulas fijas en el orificio por el cual sale el aguijón de la avispa viva. Eché de allí dos o tres veces a la araña, pero durante veinticuatro horas la encontré chupando siempre en el mismo sitio; hinchose muchísimo con los jugos de su presa, la cual era mucho más gruesa que ella misma. ...
En la línea 125
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Quizá convenga mencionar aquí que junto a Santa Fe Bajada hallé muchas arañas gruesas, negras, con manchas rojas en el dorso; estas arañas viven en bandadas. ...
En la línea 161
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... El hecho más curioso que debo advertir, acerca de este animal, es el olor fuerte y desagradable que exhala el macho. Es imposible describir este olor: diéronme náuseas y estuve a punto de desmayarme muchas veces mientras desollaba el ejemplar cuya piel está hoy en el Museo Zoológico. Envolví la piel en un pañuelo de seda para llevármela a casa. Pues bien; después de haber hecho lavar mucho el pañuelo de bolsillo lo usé continuamente; a pesar de lavarlo con frecuencia, cada vez que lo desdoblaba sentía inmediatamente ese olor, y esto duró diez y nueve meses. He aquí un pasmoso ejemplo de la persistencia de una sustancia que, sin embargo, debe de ser muy volátil; en efecto, a menudo me ha ocurrido, al pasar a media milla de distancia de una manada de ciervos, sentir, traído por el viento, un aire pestífero a causa del olor del macho. Creo que este olores más penetrante en la época en que son perfectas las astas del macho, es decir, cuando están desprovistas de la piel peluda que las cubre durante algún tiempo. ...
En la línea 23
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En los tiempos que corren, esa preciosa virtud hace falta para muchas cosas de la vida artística; sin ella la obra literaria corre peligro de no nacer, o de arrastrar vida miserable después de un penoso nacimiento. ...
En la línea 171
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Recordaba haber visto muchas tardes al señor Magistral subir a la torre antes o después de coro. ...
En la línea 223
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Ver muchas leguas de tierra, columbrar el mar lejano, contemplar a sus pies los pueblos como si fueran juguetes, imaginarse a los hombres como infusorios, ver pasar un águila o un milano, según los parajes, debajo de sus ojos, enseñándole el dorso dorado por el sol, mirar las nubes desde arriba, eran intensos placeres de su espíritu altanero, que De Pas se procuraba siempre que podía. ...
En la línea 290
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Allí, como en nichos, habitaban las herederas de muchas familias ricas y nobles; habían dejado, en obsequio al Crucificado, el regalo de su palacio ancho y cómodo de allá arriba por la estrechez insana de aquella pocilga, mientras sus padres, hermanos y otros parientes regalaban el perezoso cuerpo en las anchuras de los caserones tristes, pero espaciosos de la Encimada. ...
En la línea 247
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Procuró hablar, y con voz muy dulce y muy honda dijo que le conocía, que recordaba haberle besado las manos el día de su primera misa, siendo ella muy pequeña; y después, que le había visto pasar muchas veces por la plazuela. ...
En la línea 34
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Sabes de muchas cosas, y por eso te admiro… ; pero de bailar… , ¡nada! ...
En la línea 79
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... «Soy feliz—se decía muchas veces Claudio—, ¡y cómo me aburro apenas ella se aleja!… Me doy asco a mi mismo.» ...
En la línea 133
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Se acordaba Rosaura repentinamente de una doméstica del canónigo, que Claudio había nombrado muchas veces. El joven la distinguía de las otras por su habilidad para contarle historias de santos y demonios, que amenizaban su niñez. Admirábase Figueras de la memoria prodigiosa de esta señora, capaz de retener el nombre de una oscura criada. ...
En la línea 189
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... A pesar de la cínica libertad dentro de los hogares, el número de prostitutas era enorme en Italia. Venecia, con trescientos mil habitantes, contaba once mil hembras de dicha especie y otras tantas o más dedicadas en secreto al mismo comercio irregular. El gusto por la vida antigua facilitaba a muchas de ellas el ascender al mismo nivel de las cortesanas célebres de Grecia, valiéndose de sus riquezas y de su educación Intelectual. Poetas y cuentistas les dedicaban grandes elogios. Se hacían construir palacios para recibir dignamente a sus adoradores, que eran príncipes reinantes, prelados o banqueros. ...
En la línea 113
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Cuando despertó, tuvo inmediatamente la certidumbre de haber dormido muchas horas. El sol estaba alto, y al abrir los ojos se vio obligado a cerrarlos inmediatamente. Ladeó la cabeza, huyendo de la causticidad de su luz, y poco a poco fue entreabriendo el ojo más inmediato a la tierra, mientras conservaba cerrado el otro. ...
En la línea 162
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Y yo pude afirmar además, de un modo concluyente, que es usted un verdadero gentleman, porque he ordenado a dos de mis secretarios que volviesen las hojas de un libro más grande que mi persona, con tapas de cuero negro, que nuestra grúa sacó de uno de sus bolsillos. He podido leer rápidamente algunas de dichas hojas. En la primera, nada interesante: nombres y fechas solamente; pero en otras he visto muchas líneas desiguales que representan un alto pensamiento poético. Indudablemente, el Gentleman-Montaña ha pasado por una universidad. En nuestro país, solo un hombre de estudios puede hacer buenos versos. Los de usted, gigantesco gentleman, me permitirá que le diga que son regulares nada más y por ningún concepto extraordinarios. Se resienten de su origen: les falta delicadeza; son, en una palabra, versos de hombre, y bien sabido es que el hombre, condenado eternamente a la grosería y al egoísmo por su propia naturaleza, puede dar muy poco de sí en una materia tan delicada como es la poesía. ...
En la línea 228
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... 'Y ahora, perdóneme lo que voy a añadir. Yo no figuro en el gobierno; no soy más que un modesto profesor de Universidad. Si de mi dependiese, le llevaría hasta la capital sin precaución alguna, como un amigo. Pero el gobierno no le conoce a usted y guarda un mal recuerdo de la grosería de los Hombres-Montañas que nos visitaron en otros tiempos. Teme que se le ocurra durante el camino derribar alguna casa de un puntapié o aplastar a las muchas personas que acudirán a verle. Puede usted perder la paciencia; la curiosidad del público es siempre molesta; hay hombres que ríen con la ligereza y la verbosidad propias de su sexo frívolo; hay niños que arrojan piedras, a pesar de la buena educación que se les da en las escuelas. El sexo masculino es así. Por más que se pretenda afinarle, conserva siempre un fondo originario de grosería y de inconsciencia. En fin, gentleman, tenemos orden de llevarle atado hasta nuestra capital, pero marchando por sus propios pies. ...
En la línea 304
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Un alto funcionario del Ministerio de Justicia, del cual dependían todos los notarios de la nación, avanzó con un portavoz en una mano y ostentando en la otra un papel que contenía las explicaciones facilitadas por el doctor Flimnap, después de haber traducido los rótulos de numerosos objetos pertenecientes al gigante. Estas explicaciones arrancaron muchas veces largas carcajadas a la muchedumbre pigmea, que sentía compasión por la ignorancia y la grosería del coloso. En otros momentos, el enorme concurso quedaba en profundo silencio, como si cada cual, ante las vacilaciones del inventario, buscase una solución para explicar la utilidad del objeto misterioso. ...
En la línea 14
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Presentose en aquellos días al simpático joven la coyuntura de hacer su primer viaje a París, adonde iban Villalonga y Federico Ruiz comisionados por el Gobierno, el uno a comprar máquinas de agricultura, el otro a adquirir aparatos de astronomía. A D. Baldomero le pareció muy bien el viaje del chico, para que viese mundo; y Barbarita no se opuso, aunque le mortificaba mucho la idea de que su hijo correría en la capital de Francia temporales más recios que los de Madrid. A la pena de no verle uníase el temor de que le sorbieran aquellos gabachos y gabachas, tan diestros en desplumar al forastero y en maleficiar a los jóvenes más juiciosos. Bien se sabía ella que allá hilaban muy fino en esto de explotar las debilidades humanas, y que Madrid era, comparado en esta materia con París de Francia, un lugar de abstinencia y mortificación. Tan triste se puso un día pensando en estas cosas y tan al vivo se le representaban la próxima perdición de su querido hijo y las redes en que inexperto caía, que salió de su casa resuelta a implorar la misericordia divina del modo más solemne, conforme a sus grandes medios de fortuna. Primero se le ocurrió encargar muchas misas al cura de San Ginés, y no pareciéndole esto bastante, discurrió mandar poner de Manifiesto la Divina Majestad todo el tiempo que el niño estuviese en París. Ya dentro de la Iglesia, pensó que lo del Manifiesto era un lujo desmedido y por lo mismo quizá irreverente. No, guardaría el recurso gordo para los casos graves de enfermedad o peligro de muerte. Pero en lo de las misas sí que no se volvió atrás, y encargó la mar de ellas, repartiendo además aquella semana más limosnas que de costumbre. ...
En la línea 36
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Las facultades de Barbarita se desarrollaron asociadas a la contemplación de estas cosas, y entre las primeras conquistas de sus sentidos, ninguna tan segura como la impresión de aquellas flores bordadas con luminosos torzales, y tan frescas que parecía cuajarse en ellas el rocío. En días de gran venta, cuando había muchas señoras en la tienda y los dependientes desplegaban sobre el mostrador centenares de pañuelos, la lóbrega tienda semejaba un jardín. Barbarita creía que se podrían coger flores a puñados, hacer ramilletes o guirnaldas, llenar canastillas y adornarse el pelo. Creía que se podrían deshojar y también que tenían olor. Esto era verdad, porque despedían ese tufillo de los embalajes asiáticos, mezcla de sándalo y de resinas exóticas que nos trae a la mente los misterios budistas. ...
En la línea 40
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Llevaba siempre los bolsillos atestados de chucherías, que mostraba para dejar bizcas a sus amigas. Eran tachuelas de cabeza dorada, corchetes, argollitas pavonadas, hebillas, pedazos de papel de lija, vestigios de muestrarios y de cosas rotas o descabaladas. Pero lo que tenía en más estima, y por esto no lo sacaba sino en ciertos días, era su colección de etiquetas, pedacitos de papel verde, recortados de los paquetes inservibles, y que tenían el famoso escudo inglés, con la jarretiera, el leopardo y el unicornio. En todas ellas se leía: Birmingham. «Veis… este señor Bermingán es el que se cartea con mi papá todos los días, en inglés; y son tan amigos, que siempre le está diciendo que vaya allá; y hace poco le mandó, dentro de una caja de clavos, un jamón ahumado que olía como a chamusquina, y un pastelón así, mirad, del tamaño del brasero de doña Calixta, que tenía dentro muchas pasas chiquirrininas, y picaba como la guindilla; pero mu rico, hijas, mu rico». ...
En la línea 44
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Esta niña y otras del barrio, bien apañaditas por sus respectivas mamás, peinadas a estilo de maja, con peineta y flores en la cabeza, y sobre los hombros pañuelo de Manila de los que llaman de talle, se reunían en un portal de la calle de Postas para pedir el cuartito para la Cruz de Mayo, el 3 de dicho mes, repicando en una bandeja de plata, junto a una mesilla forrada de damasco rojo. Los dueños de la casa llamada del portal de la Virgen, celebraban aquel día una simpática fiesta y ponían allí, junto al mismo taller de cucharas y molinillos que todavía existe, un altar con la cruz enramada, muchas velas y algunas figuras de nacimiento. A la Virgen, que aún se venera allí, la enramaban también con yerbas olorosas, y el fabricante de cucharas, que era gallego, se ponía la montera y el chaleco encarnado. Las pequeñuelas, si los mayores se descuidaban, rompían la consigna y se echaban a la calle, en reñida competencia con otras chiquillas pedigüeñas, correteando de una acera a otra, deteniendo a los señores que pasaban, y acosándoles hasta obtener el ochavito. Hemos oído contar a la propia Barbarita que para ella no había dicha mayor que pedir para la Cruz de Mayo, y que los caballeros de entonces eran en esto mucho más galantes que los de ahora, pues no desairaban a ninguna niña bien vestidita que se les colgara de los faldones. ...
En la línea 256
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Poco después de la una de la tarde, Tom se sometió resignado a la prueba de que le vistieran para comer. Hallóse cubierto de ropas tan finas como antes, pero todo distinto, todo cambiado, desde la golilla hasta las medias. Fue conducido con mucha pompa a un aposento espacioso y adornado, donde estaba ya la mesa puesta para una persona. El servicio era todo de oro macizo, embellecido con dibujos que lo hacían casi de valor incalculable, puesto que eran obra de Benvenuto. La estancia se hallaba medio llena de nobles servidores. Un capellán bendijo la mesa, y Tom se disponía a empezar, porque el hambre en él era orgánica, cuando fue interrumpido por milord el conde de Berkeley, el cual le prendió una servilleta al cuello, porque el elevado cargo de mastelero del Príncipe de Gales era hereditario en la familia de aquel noble. Presente estaba el copero de Tom, y se anticipó a todas sus tentativas de servirse vino. También se hallaba presente el catador de Su Alteza el Príncipe de Gales, listo para probar, en cuanto se le pidiera, cualquier platillo sospechoso, corriendo el riesgo de envenenarse. En aquella época no era ya sino un apéndice decorativo, y rara vez se veía llamado a ejercitar su función; pero tiempos hubo, no muchas generaciones atrás, en que el oficio de catador tenía sus peligros y no era un honor muy deseable. Parece raro que no utilizasen un perro o un villano, pero todas las cosas de la realeza son extrañas. Allí estaba milord D'Arcy, primer paje de cámara, para hacer sabe Dios qué; pero allí estaba y eso basta. El lord primer despensero se hallaba también presente y se mantenía detrás de la silla de Tom, vigilando la ceremonia, a las órdenes del lord gran mayordomo y el lord cocinero jefe, que estaban cerca. Además de éstos contaba Tom con trescientos ochenta y cuatro criadas; pero, por supuesto, no estaban todos ellos en el aposento, ni la cuarta parte, ni Tom tenía noticias de que existieran. ...
En la línea 380
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... La falúa real, seguida de su espléndida flotilla, se encaminó majestuosamente por el Támesis abajo entre la maraña de botes iluminados. El aire estaba cargado de música; y las orillas del río tremolando por la alegría de las llamaradas; la lejana ciudad se tendía en el suave resplandor luminoso de sus incontables hogueras invisibles; por encima de ella se elevaban al cielo muchas esbeltas espirales, incrustadas de luces centelleantes, que en su lejanía parecían enjoyadas lanzas arrojadas a lo alto. A medida que navegaba la flotilla, era saludada desde las márgenes con un continuo clamor de vivas e incesantes centellas y truenos de la artillería. ...
En la línea 405
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Tan pronto Miles Hendon y el príncipe niño se vieron lejos de la turba, se encaminaron hacia el río por callejuelas y veredas angostas. No hallaron obstáculo en su camino hasta que llegaron cerca del Puente de Londres; pero entonces se toparon de nuevo con la muchedumbre, sin haber soltado aún Hendon la muñeca del príncipe, es decir, del rey. Ya había trascendido la terrible noticia, que Eduardo supo a un tiempo por miles de voces: 'El rey ha muerto.' Esta nueva estremeció el corazón del pobre niño abandonado y le hizo temblar de pies a cabeza. Comprendiendo la enormidad de su pérdida, se sintió invadido por amargo dolor, porque el inflexible tirano que tanto terror ocasionaba a los demás había sido siempre dulce con él. Asomaron las lágrimas a sus ojos y le borraron la visión de todos los objetos. Por un instante se sintió la más infeliz, abandonada y desamparada de las criaturas de Dios. Después otro grito estremeció la noche en muchas millas a la redonda: '¡Viva el rey Eduardo VI!', y esto hizo centellear los ojos del niño y le estremeció de orgullo hasta las yemas de los dedos. ...
En la línea 710
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Este nuevo modo de considerar el asunto provocó muchas sonrisas, y quedó en la memoria de muchos, para ser repetido en la corte como prueba de la originalidad de Tom, así como de sus progresos hacia su salud mental. ...
En la línea 587
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Pues se conoce… se conoce en que hace y dice muchas tonterías. Cuando un hombre se enamora de veras, se chala, vamos al decir, por una mujer, ya no es un hombre… ...
En la línea 1362
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –¡Sí! Si tiene mucho dinero y muchas agallas, casarse con todas ellas, y si no no casarse con ninguna. ...
En la línea 1376
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Es que antes de haberme casado con Liduvina y venir a servir a casa del señorito había servido yo en muchas casas de señorones… me han salido los dientes en ellas… ...
En la línea 1956
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... ! ¡Bah, ya te estás sintiendo personaje de drama o de novela! ¡Contentémonos con serlo de… nivola! ¡Hacer… hacer… hacer… ! ¿Te parece que hacemos poco con estar así hablando? Es la manía de la acción, es decir, de la pantomima. Dicen que pasan muchas cosas en un drama cuando los actores pueden hacer muchos gestos y dar grandes pasos y fingir duelos y saltar y… ¡pantomima!, ¡pantomima! ¡Hablan demasiado!, dicen otras veces. Como si el hablar no fuese hacer. En el principio fue la Palabra y por la Palabra se hizo todo. Si ahora, por ejemplo, algún… nivolista oculto ahí, tras ese armario, tomase nota taquigráfica de cuanto estamos aquí diciendo y lo reprodujese, es fácil que dijeran los lectores que no pasa nada, y sin embargo… ...
En la línea 641
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -¿Y estos músicos? -pregunté, mostrando unas partituras de Weber, de Rossini, de Mozart, de Beethoven, de Haydn, de Meyerbeer, de Herold, de Wagner, de Auber y de Gounod, y otras muchas, esparcidas sobre un piano órgano de grandes dimensiones, que ocupaba uno de los paneles del salón. ...
En la línea 898
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Avanzó sobre la plataforma, sin parecer darse cuenta de mi presencia. Con su poderoso anteojo, el hombre escrutó todos los puntos del horizonte con una extremada atención. Acabado su examen, se acercó a la escotilla y pronunció esta frase cuyos términos recuerdo con exactitud por haberla oído muchas veces en condiciones idénticas: ...
En la línea 1013
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Observé que todas esas plantas se fijaban al suelo muy superficialmente. Desprovistas de raíces, indiferentes al cuerpo sólido arena, conchas, caparazones de moluscos o piedras que las soporta, estas plantas no le piden más que un punto de apoyo, no la vitalidad. Estas plantas no proceden más que de sí mismas, y el principio de su existencia está en el agua que las sostiene y las alimenta. En lugar de hojas, la mayoría de ellas formaban unas tiras de aspectos caprichosos, circunscritas a una restringida gama de colores: rosa, carmín, verdes claro y oliva, rojo oscuro y marrón. Allí vi, pero no disecadas como en las vitrinas del Nautilus, las padinas o pavonias, desplegadas en abanicos que parecían solicitar la brisa; ceramias escarlatas; laminarias que alargaban sus retoños comestibles; nereocísteas filiformes y onduladas que se expandían a una altura de unos quince metros; ramos de acetabularias cuyos tallos crecen por el vértice, y otras muchas plantas pelágicas, todas desprovistas de flores. «Curiosa anomalía, extraño elemento ha dicho un ingenioso naturalista en el que florece el reino animal y no el vegetal.» ...
En la línea 2282
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Estas y otras muchas ideas me asaltaron a la vez. En la extraña situación en que me hallaba, el campo de conjeturas era infinito. Sentía yo un malestar insoportable. La espera me parecía eterna. Las horas pasaban demasiado lentamente para mi impaciencia. ...
En la línea 60
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Seguí el consejo. Mi hermana, la señora Joe, abriendo por completo la puerta de un empujón, encontró un obstáculo tras ella, lo cual le hizo adivinar en seguida la causa, y por eso se valió de «Thickler» para realizar una investigación. Terminó arrojándome a Joe es de advertir que yo muchas veces servía de proyectil matrimonial , y el herrero, satisfecho de apoderarse de mí, fuese como fuese, me escondió en la chimenea y me protegió con su enorme pierna. ...
En la línea 86
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Mira, Pip - dijo Joe con los ojos fijos en mí, sin hacer caso de la señora Joe y sin tragar el pan que tenía en la mejilla-. Cuando yo tenía tu edad, muchas veces tragaba sin mascar y he hecho como otros muchos niños suelen hacer; pero jamás vi tragar un bocado tan grande como tú, Pip, hasta el punto de que me asombra que no te hayas ahogado. ...
En la línea 115
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Desde aquel tiempo, que ya ahora es muy lejano, he pensado muchas veces que pocas personas se han dado cuenta de la reserva de los muchachos que viven atemorizados. Poco importa que el terror no esté justificado, porque, a pesar de todo, es terror. Yo estaba lleno del miedo hacia aquel joven desconocido que deseaba devorar mi corazón y mi hígado. Tenía pánico mortal de mi interlocutor, el que llevaba un hierro en la pierna; lo tenía de mí mismo por verme obligado a cumplir una promesa que me arrancaron por temor; y no tenía esperanza de librarme de mi todopoderosa hermana, que me castigaba continuamente, aumentando mi miedo el pensamiento de lo que podría haber hecho en caso necesario y a impulsos de mi secreto terror. ...
En la línea 203
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Es verdad, caballero - replicó el señor Wopsle, cuando yo sospechaba que iba a servirse de la ocasión para aludirme -. Y para los jóvenes pueden deducirse muchas cosas morales de este texto. ...
En la línea 207
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... «Mi querido Rodia ‑decía la carta‑: hace ya dos meses que no te he escrito y esto ha sido para mí tan penoso, que incluso me ha quitado el sueño muchas noches. Perdóname este silencio involuntario. Ya sabes cuánto te quiero. Dunia y yo no tenemos a nadie más que a ti; tú lo eres todo para nosotras: toda nuestra esperanza, toda nuestra confianza en el porvenir. Sólo Dios sabe lo que sentí cuando me dijiste que habías tenido que dejar la universidad hacía ya varios meses por falta de dinero y que habías perdido las lecciones y no tenías ningún medio de vida. ¿Cómo puedo ayudarte yo, con mis ciento veinte rublos anuales de pensión? Los quince rublos que te envié hace cuatro meses, los pedí prestados, con la garantía de mi pensión, a un comerciante de esta ciudad llamado Vakruchine. Es una buena persona y fue amigo de tu padre; pero como yo le había autorizado por escrito a cobrar por mi cuenta la pensión, tenía que procurar devolverle el dinero, cosa que acabo de hacer. Ya sabes por qué no he podido enviarte nada en estos últimos meses. ...
En la línea 227
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Todo induce a creer que Piotr Petrovitch es un hombre respetable a carta cabal. En su primera visita nos dijo que era un espíritu realista, que compartía en muchos puntos la opinión de las nuevas generaciones y que detestaba los prejuicios. Habló de otras muchas cosas, pues parece un poco vanidoso y le gusta que le escuchen, lo cual no es un crimen, ni mucho menos. Yo, naturalmente, no comprendí sino una pequeña parte de sus comentarios, pero Dunia me ha dicho que, aunque su instrucción es mediana, parece bueno e inteligente. Ya conoces a tu hermana, Rodia: es una muchacha enérgica, razonable, paciente y generosa, aunque posee (de esto estoy convencida) un corazón apasionado. Indudablemente, el motivo de este matrimonio no es, por ninguna de las dos partes, un gran amor; pero Dunia, además de inteligente, es una mujer de corazón noble, un verdadero ángel, y se impondrá el deber de hacer feliz a su marido, el cual, por su parte, procurará corresponderle, cosa que, hasta el momento, no tenemos motivo para poner en duda, pese a que el matrimonio, hay que confesarlo, se ha concretado con cierta precipitación. Por otra parte, siendo él tan inteligente y perspicaz, comprenderá que su felicidad conyugal dependerá de la que proporcione a Dunetchka. ...
En la línea 228
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »En lo que concierne a ciertas disparidades de genio, de costumbres arraigadas, de opiniones (cosas que se ven en los hogares más felices), Dunetchka me ha dicho que está segura de que podrá evitar que ello sea motivo de discordia, que no hay que inquietarse por tal cosa, pues ella se siente capaz de soportar todas las pequeñas discrepancias, con tal que las relaciones matrimoniales sean sinceras y justas. Además, las apariencias son engañosas muchas veces. A primera vista, me ha parecido un tanto brusco y seco; pero esto puede proceder precisamente de su rectitud y sólo de su rectitud. ...
En la línea 335
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... A unos cuantos pasos del último jardín de la población hay una taberna, una gran taberna que impresionaba desagradablemente al niño, e incluso lo atemorizaba, cuando pasaba ante ella con su padre. Estaba siempre llena de clientes que vociferaban, reían, se insultaban, cantaban horriblemente, con voces desgarradas, y llegaban muchas veces a las manos. En las cercanías de la taberna vagaban siempre hombres borrachos de caras espantosas. Cuando el niño los veía, se apretaba convulsivamente contra su padre y temblaba de pies a cabeza. No lejos de allí pasaba un estrecho camino eternamente polvoriento. ¡Qué negro era aquel polvo! El camino era tortuoso y, a unos trescientos pasos de la taberna, se desviaba hacia la derecha y contorneaba el cementerio. ...
En la línea 162
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Creía que pasarían muchas cosas durante esos quince días, pero, sin embargo, no sé aún de cierto si la señorita Blanche y el general han cambiado palabras decisivas. ...
En la línea 166
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Creo que busca la ocasión para hablarme en privado. Esta mañana nos hemos encontrado y hemos cruzado dos o tres palabras. Habla casi siempre de un modo entrecortado. Antes de darme los buenos días comenzó por decir: —¡Ah, la señorita Blanche! ¡He visto muchas mujeres como ésa! ...
En la línea 270
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Se detuvo, sofocada por la cólera. Palabra, ignoro si es bonita, pero me gusta contemplarla cuando se detiene así ante mí, y por eso deseo muchas veces verla enfadada. Posiblemente ella lo había notado y se encolerizaba adrede. Así se lo dije. —¡Bah, qué ignominia! —exclamó con repugnancia. ...
En la línea 271
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Poco me importa —continué—. Sepa, además, que es peligroso que paseemos juntos. He experimentado muchas veces deseos de pegarla, de desfigurarla, de estrangularla. ¿Cree usted que no me atrevería? ...
En la línea 346
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Pero cuando han agitado el ánimo durante el día muchas sensaciones diversas; cuando se ha pensado a la vez en muchas cosas, el hombre duerme, pero no vuelve a dormir una vez que ha despertado. Jean Valjean no pudo dormir más, y se puso a meditar. ...
En la línea 757
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Se presentó y fue admitida. Cuando vio que vivía con su trabajo, tuvo un momento de alegría. Ganarse la vida con honradez, ¡qué favor del cielo! Recobró verdaderamente el gusto del trabajo. Se compró un espejo, se regocijó de ver en él su juventud, sus hermosos cabellos, sus hermosos dientes; olvidó muchas cosas; no pensó sino en Cosette y en el porvenir, y fue casi feliz. Alquiló un cuartito y lo amuebló de fiado sobre su trabajo futuro. ...
En la línea 761
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Constataron que en el taller muchas veces la veían enjugar una lágrima. Se descubrió que escribía por lo menos dos veces al mes. Lograron leer un sobre dirigido al señor Thenardier, en Montfermeil. Sobornaron a quien le escribía las cartas y así supieron que Fantina tenía una hija. ...
En la línea 1051
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Muy bien -decía la voz-. Completa la obra. Destruye esos candelabros. ¡Aniquila el pasado! ¡Olvida al obispo! ¡Olvídalo todo! ¡Condena a Champmathieu! ¡Apláudete! Ya está todo resuelto; un hombre, un inocente, cuyo único crimen es tu nombre, va a concluir sus días en la abyección y en el horror. ¡Muy bien! Sé hombre respetable, sigue siendo el señor alcalde, enriquece al pueblo, alimenta a los pobres, educa a los niños, vive feliz, virtuoso y admirado, que mientras tú estás aquí rodeado de alegría y de luz, otro usará tu chaqueta roja, llevará tu nombre en la ignominia y arrastrará tu cadena en el presidio. Sí, lo has solucionado muy bien. ¡Ah, miserable! Oirás acá abajo muchas bendiciones, pero todas esas bendiciones caerán a tierra antes de llegar al cielo, y allá sólo llegará la maldición. ...
En la línea 74
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Día tras día, unos días interminables, se afanó Buck en su tarea. Siempre levantaban campamento en la oscuridad, y los primeros grises del amanecer los encontraban dejando su huella en el sendero y con muchas millas ya recorridas a la espalda. Y siempre acampaban después del anochecer, comían un poco de pescado y se arrastraban a dormir metidos en la nieve. Buck estaba hambriento. Los setecientos gramos de salmón secado al sol que constituían su ración diaria desaparecían enseguida. Nunca tenía bastante y sufría continuos retortijones. En cambio, los otros perros, que pesaban menos y estaban acostumbrados a aquel régimen, recibían sólo quinientos gramos de pescado y conseguían mantenerse en buena forma. ...
En la línea 99
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Las patas de Buck no eran tan resistentes y duras como las de los huskies. Las suyas se habían ablandado a lo largo de muchas generaciones a partir del día en que su último antepasado salvaje fue domesticado por un cavernícola o un hombre del río. Durante todo el día cojeaba con dolor y, una vez armado el campamento, se dejaba caer como muerto. A pesar del hambre, ni se movía para ir a buscar su ración de pescado, y François tenía que llevársela. También todas las noches después de la cena, dedicaba media hora a frotarle a Buck las plantas de los pies, y hasta sacrificó la parte más alta de sus mocasines para hacerle unos a Buck. Aquello le supuso un gran alivio y provocó incluso una mueca parecida a una sonrisa en el rostro curtido de Perrault una mañana en que, habiendo François olvidado los mocasines, Buck se tumbó de espaldas, agitando las cuatro patas en el aire, y se negó en redondo a moverse sin ellos. Con el tiempo, las patas se le endurecieron y aquel tosco calzado fue olvidado para siempre. ...
En la línea 228
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Mientras Buck los observaba, Thornton se arrodilló junto a él y, con sus toscas y bondadosas manos, lo palpó buscando huesos rotos. Cuando acabó con el examen sin haber encontrado más que muchas contusiones y un tremendo estado de inanición, el trineo se hallaba a unos quinientos metros de distancia. Hombre y perro observaban su lentísimo avance sobre el hielo. De pronto vieron que la parte trasera se hundía, formando un surco, y que la vara, con Hal prendido de ella, daba vueltas en el aire. Hasta sus oídos llegó el grito de Mercedes. Vieron a Charles girar y dar un paso atrás para escapar, y entonces todo un bloque de hielo cedió, y perros y hombres desaparecieron. Lo único que quedó a la vista fue un inmenso agujero. La senda de hielo por el río se había deshelado. ...
En la línea 262
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Aquel invierno en Dawson, Buck llevó a cabo otra hazaña, no tan heroica quizá, pero que hizo ascender muchas muescas su nombre en el tótem de la fama, en Alaska. Fue una proeza especialmente satisfactoria para los tres hombres, que carecían de equipo y les permitió realizar el viaje al este virgen, donde aún no habían aparecido los mineros. Surgió de una conversación en la barra del Eldorado Saloon, donde los hombres alardeaban de las cualidades de sus perros. Por sus antecedentes, Buck era el objetivo de aquellos hombres, y Thornton tuvo que defenderlo. Había transcurrido media hora cuando un hombre afirmó que su perro era capaz de arrancar un trineo con doscientos kilos y seguir tirando de él; otro se jactó de que el suyo lo arrancaba con doscientos cincuenta; y un tercero con trescientos kilos. ...
En la línea 73
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Como todos los médicos… -Y Colmenar se encogió de hombros-. ¿Y… qué tal? ¿Haces muchas conquistas en León? ¿Son blandas de corazón las leonesitas? ...
En la línea 443
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Muchas gracias, muchas gracias, señor de Artegui. ¡Ay!, ¿pero se queda usted de veras? Estoy fuera de mí de contenta. ¡Qué gusto, Dios mío! Pero… -dijo de pronto reflexionando-, ¿puede usted quedarse? ¿No le cuesta ningún sacrificio? ¿No le molesta? ...
En la línea 711
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Pocos días en Bayona bastaron para que Miranda se aliviase notablemente de la dolorosa luxación, y a que Pilar Gonzalvo y Lucía se conociesen y tratasen con cierta confianza. Pilar hacía rumbo, como Miranda, a Vichy; sólo que mientras Miranda quería que las aguas enseñasen a su hígado a elaborar el azúcar en justas y debidas proporciones para no dañar a la economía, la madrileñita iba a las saludables termas en demanda de partículas férreas que coloreasen su sangre y devolviesen el brillo a sus apagados ojos. Hambrienta como toda persona débil, como todo organismo pobre, de excitaciones, novedades y acontecimientos, divirtiole en extremo la relación nueva de Lucía, y las raras peripecias de su viaje, y el registro de sus galas de novia, que visitó sin perdonar una, examinando los encajes de cada chambra, los volantes de cada traje, las iniciales de cada pañuelo. Además, la simplicidad franca de la leonesa le brindaba campo virgen e inculto donde plantar todas las flores exóticas de la moda, todas las plantas ponzoñosas de la maledicencia elegante. Tenía Pilar, de edad entonces de veintitrés años, la malicia precoz que distingue a las señoritas que, con un pie en la aristocracia por sus relaciones y otro en la clase media por sus antecedentes, conocen todos los lados de la sociedad, y así averiguan quién da citas a los duques, como quién se cartea con la vecina del tercero. Pilar Gonzalvo era tolerada en las casas distinguidas de Madrid; ser tolerado es un matiz del trato social, y otro matiz ser admitido, como su hermano lo era: más allá del tolerar y del admitir queda aún otro matiz supremo, el festejar; pocos gozan del privilegio de que los festejen, reservado a las eminencias, que no se prodigan y se dejan ver únicamente de año en año, a los banqueros y magnates opulentos, que dan bailes, fiestas y misas del gallo con cena después, a las hermosuras durante un breve y deslumbrador período de plena florescencia, a los políticos que están en puerta como los naipes. Personas hay admitidas, que un día, de repente, se hallan festejadas por cualquier motivo, por un peinado nuevo, por un caballo que ganó en las carreras, por un escándalo que las gentes susurran bajito y piensan leer en el rostro del feliz mortal. De estos éxitos efímeros Perico Gonzalvo tuvo muchos: su hermana, ninguno, a despecho de reiterados esfuerzos para obtenerlos. Ni logró siquiera subir de tolerada a admitida. El mundo es ancho para los hombres, pero angosto, angosto para las mujeres. Siempre sintió Pilar la valla invisible que se elevaba entre ella y aquellas hijas de grandes de España, cuyos hermanos tan familiar e íntimamente frisaban con Perico. De aquí nació un rencor sordo, unido a no poca admiración y envidia, y se engendró la lenta irritación nerviosa que dio al traste con la salud de la madrileña. El paroxismo de un deseo no saciado, las ansias de la vanidad mal satisfecha, alteraron su temperamento, ya no muy sano y equilibrado antes. Tenía, como su hermano, tez de linfática blancura, encubriendo el afeite las muchas pecas: los ojos no grandes, pero garzos y expresivos, y rubio el cabello, que peinaba con arte. A la sazón, sus orejas parecían de cera, sus labios apenas cortaban, con una línea de rosa apagado, la amarillez de la barbilla, sus venas azuladas se señalaban bajo la piel, y sus encías, blanquecinas y flácidas, daban color de marfil antiguo a los ralos dientes. La primavera se había presentado para ella bajo malísimos auspicios; los conciertos de Cuaresma y los últimos bailes de Pascua, de los cuales no quiso perder uno, le costaron palpitaciones todas las noches, cansancio inexplicable en las piernas, perversiones extrañas del apetito: derivaba la anemia hacia la neurosis, y Pilar masticaba, a hurtadillas, raspaduras del pedestal de las estatuitas de barro que adornaban sus rinconeras y tocador. Sentía dolores intolerables en el epigastrio; pero por no romper el hilo de sus fiestas, calló como una muerta. Al cabo, hacia el estío, se resolvió a quejarse, pensando acertadamente que la enfermedad era pretexto oportuno para un veraneo conforme a los cánones del buen tono. Vivía Pilar con su padre y con una tía paterna; ni uno ni otro se resolvieron acompañarla; el padre, magistrado jubilado, por no dejar la Bolsa, donde a la chita callando realizaba sus jugaditas modestas y felices; la tía, viuda y muy dada a la devoción, por horror de los jolgorios que sin duda le preparaba su sobrina como método curativo. Recayó, pues, la comisión en Perico Gonzalvo, que, cargando con su hermana, hubo de llevársela al Sardinero, contando con que no faltarían amigas que allí le relevasen en su oficio de rodrigón. Así fue: sobraban en la playa familias conocidas que se encargaron de zarandear a Pilar, y de llevarla de zeca en meca. Mas desgraciadamente para Perico, los baños de mar, que al pronto aliviaron a su hermana, concluyeron, cuando abusó de ellos y quiso nadar y meterse en dibujos, por abrir brecha en su débil organismo, y comenzó a cansarse otra vez, a despertar bañada en sudor, a sentir desgano, al par que comía vorazmente raros manjares. Lo que más la asustó fue ver que se le caía el pelo a madejas. Al peinarse, se enfurecía, y llamaba a gritos a Perico, pidiéndole un remedio para no quedarse calva. Un día el médico que la visitaba llamó aparte a su hermano, y le dijo: ...
En la línea 746
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... No era aburrimiento lo que tenía Miranda: era su mal del hígado, furiosamente exacerbado con el despecho de la ridícula aventura que cortó el viaje de novios. Sus sienes verdeaban, sus ojeras se teñían de matices amoratados, la bilis se infiltraba bajo la piel, y así como una casa nueva hace parecer más vetustas las que están a su lado, así la lozana juventud de Lucía acentuaba el deterioro del marido. Verificábase en Lucía la encantadora transición de niña a mujer; sus movimientos, más lentos y reposados, tenían mayor gracia; al paso que en él, la madurez se trocaba en vejez, más bien que por los años, por la ruina de la organización. Mostrábase Lucía con él tanto más afectuosa, cuanto más le veía roído por los achaques, y cuanto más notaba en su rostro las huellas del padecimiento cruel. No la arredraban ciertos despegos, ciertas durezas inexplicables de Miranda; servíale piadosa y filialmente, hablábale con dulzura, hacíale ella misma los remedios y le vendaba el pie lastimado, con la devoción con que vestiría a una santa imagen. Era feliz y hasta se conmovía, cuando él hallaba bien colocado el apósito. Al fin Miranda pudo andar sin riesgo. Las lujaciones duran poco, aunque en la edad de Miranda sean más tenaces. Diéronle de alta, y todos se dispusieron a tomar la ruta de Vichy. La estación adelantaba: estaban casi a mediados de Septiembre, y esperar más era exponerse a las persistentes lluvias de aquel clima. Por encargo de Miranda el ama del hotel escribió a la villa termal, encargando hospedaje. Con verbosidad enteramente francesa convenció a Miranda y a Perico de que debían alojarse en un chalet, por evitar a las damas la enojosa promiscuidad de la mesa redonda de hotel, y para que se encontrasen como en su propia casa. Repartido entre las dos familias, no sería exorbitante el coste y las ventajas muchas. Conviniéronse en ello, y Miranda hubo de pedir la cuenta del gasto hecho en el hotel, que le trajeron escrita en casi indescifrables garrapatos. Cuando logró entenderlos llamó al ama. ...
En la línea 1132
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... No quedaba más que aquella jornada para andar esas cien millas. Aquella misma tarde debía llegar mister Fogg a Shangai, si no quería faltar a la salida del vapor de Yokohama. A no estallar la tempestad, durante la cual perdió muchas horas, hubiera estado en aquel momento a treinta millas del puerto. ...
En la línea 1184
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Despues, Picaporte se encontró en la campiña, en medio de inmensos arrozales. Allí ostentaban sus últimos colores y sus últimos perfumes las brillantes camelias, nacidas, no ya en arbustos, sino en árboles; y dentro de las cercas de los bambúes, se veían cerezos, ciruelos, manzanos, que los indígenas cultivan más bien por sus flores que por sus frutos,y que están defendidos contra los pájaros, palomas, cuervos, y otras aves, por medio de maniquíes haciendo muecas o con torniquetes, chillones. No había cedro majestuoso que no abrigase alguna águila, ni sauce bajo el cual no se encontrase alguna garza, melancólicamente posada sobre un poie; en fin, por todas partes había cornejas, patos, gavilanes, gansos silvestres y muchas de esas grullas, a las cuales tratan los japoneses de señorías, porque simbolizan, para ellos, la longevidad y la dicha. ...
En la línea 1198
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Una vez tomada esta resolución, faltaba ejecutarla, y sólo después de muchas investigaciones descubrió Picaporte a un vendedor indígena, a quien expuso su petición. El traje europeo gustó al ropavejero, y no tardó Picaporte en salir ataviado con un viejo ropaje japonés y cubierto con una especie de turbante de estrías, desteñido por la acción del tiempo. Pero, en compensación, sonaron en su bolsillo algunas monedas de plata. ...
En la línea 1362
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... El 'Pacific Railroad' tiene muchas ramificaciones en su trayecto por los estados de Iowa, Kansas, Colorado y Oregón. Al salir de Omaha, marcha por la orilla izquierda del río 'Platter' atraviesa los terrenos de Laramie y las montañas Wahsatch, da vuelta al lago Salado, llega a 'Lake Salt City', capital de los mormones, penetra en el valle de la Tuilla, recoite el desierto americano, los montes de Cedar y Humboldt, el río Humboldt, la Sierra Nevada, y baja por Sacramento hasta el Pacífico, sin que este trazado tenga pendientes mayores de doce pies por mil aun en el trayecto de las montañas Rocosas. ...
Mira que burrada ortográfica hemos encontrado con la letra h
Reglas relacionadas con los errores de h
Las Reglas Ortográficas de la H
Regla 1 de la H Se escribe con h todos los tiempos de los verbos que la llevan en sus infinitivos. Observa estas formas verbales: has, hay, habría, hubiera, han, he (el verbo haber), haces, hago, hace (del verbo hacer), hablar, hablemos (del verbo hablar).
Regla 2 de la H Se escriben con h las palabras que empiezan con la sílaba hum- seguida de vocal. Observa estas palabras: humanos, humano.
Se escriben con h las palabras que empiezan por hue-. Por ejemplo: huevo, hueco.
Regla 3 de la H Se escriben con h las palabra que empiezan por hidro- `agua', hiper- `superioridad', o `exceso', hipo `debajo de' o `escasez de'. Por ejemplo: hidrografía, hipertensión, hipotensión.
Regla 4 de la H Se escriben con h las palabras que empiezan por hecto- `ciento', hepta- `siete', hexa- `seis', hemi- `medio', homo- `igual', hemat- `sangre', que a veces adopta las formas hem-, hemo-, y hema-, helio-`sol'. Por ejemplo: hectómetro, heptasílaba, hexámetro, hemisferio, homónimo, hemorragia, helioscopio.
Regla 5 de la H Los derivados de palabras que llevan h también se escriben con dicha letra.
Por ejemplo: habilidad, habilitado e inhábil (derivados de hábil).
Excepciones: - óvulo, ovario, oval... (de huevo)
- oquedad (de hueco)
- orfandad, orfanato (de huérfano)
- osario, óseo, osificar, osamenta (de hueso)

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