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La palabra herrmosa
Cómo se escribe

Comó se escribe herrmosa o hermosa?

Cual es errónea Hermosa o Herrmosa?

La palabra correcta es Hermosa. Sin Embargo Herrmosa se trata de un error ortográfico.

La falta ortográfica detectada en la palabra herrmosa es que se ha eliminado o se ha añadido la letra r a la palabra hermosa

Más información sobre la palabra Hermosa en internet

Hermosa en la RAE.
Hermosa en Word Reference.
Hermosa en la wikipedia.
Sinonimos de Hermosa.


la Ortografía es divertida


El Español es una gran familia


Mira que burrada ortográfica hemos encontrado con la letra r

Reglas relacionadas con los errores de r

Las Reglas Ortográficas de la R y la RR

Entre vocales, se escribe r cuando su sonido es suave, y rr, cuando es fuerte aunque sea una palabra derivada o compuesta que en su forma simple lleve r inicial. Por ejemplo: ligeras, horrores, antirreglamentario.

En castellano no es posible usar más de dos r

Algunas Frases de libros en las que aparece hermosa

La palabra hermosa puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 180
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... En el centro de estos campos desolados que se destacaban sobre la hermosa vega como una mancha de mugre en un manto regio de terciopelo verde, alzábase la barraca o, más bien dicho, caía, con su montera de paja despanzurrada, enseñando por las aberturas que agujerearon el viento y la lluvia su carcomido costillaje de madera. ...

En la línea 1506
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Cuando se cansó de admirar aquella hermosa bestia siguió adelante, y por hacer algo, presenció cómo una vieja labradora regateaba un borriquillo. ...

En la línea 1846
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La vega tenía el aspecto de siempre, pero a él le parecía más hermosa, más tranquilizadora, como un rostro ceñudo que se desarruga y sonríe. ...

En la línea 2216
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¡Magnífico lugar para soltarle un escopetazo seguro! Si Pimentó anduviese por allí, no despreciaría tan hermosa ocasión. ...

En la línea 991
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y como la gente se estrechase aún más, para hacerle sitio, la _Marquesita_ se levantó llamándole. ¡Allí, al lado de ella! El aperador, al sentarse, creyó que se sumergía en las faldas y las susurrantes ropas interiores de la hermosa, quedando como pegado a ella, en ardoroso contacto con un lado de su cuerpo. ...

En la línea 266
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Su convicción instintiva, fuerte, aunque sin reflexionarlo, la iba comunicando Cuervo, sin darse cuenta de ello, a la mujer hermosa, robusta, que quedaba en el mundo sola y libre. ...

En la línea 1800
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Por su aspecto se ve que es joven; quizá sea hermosa. ...

En la línea 2097
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Milord, es posible, sí, que la influencia del lugar, que el encanto de aquella hermosa noche, que la fascinación de vuestra mirada, que esas mil circunstancias, en fin, que se juntan a veces para perder a una mujer, se hayan agrupado en torno mío en aquella noche fatal; pero ya lo visteis, milord; la reina vino en ayuda de la mujer que flaqueaba: a la primera palabra que osasteis decir, a la primera osadía a la que tuve que responder, pedí ayuda. ...

En la línea 4105
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Era uno de esos guantes perfuma dos que los amantes gustan quitar de una hermosa mano. ...

En la línea 4109
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Hacia las siete de la tarde el barquero había cruzado el río con una mujer envuelta en un mantón negro, que parecía tener el mayor inte rés en no ser reconocida; pero precisamente debido a esas precaucio nes que tomaba, el barquero le había prestado una atención mayor, y había visto que la mujer era joven y hermosa. ...

En la línea 542
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Gobernaban la casa una vieja que parecía gitana, y su hija, muchacha de unos diez y ocho años, hermosa y fresca como una flor. ...

En la línea 620
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... La mañana del domingo fué muy hermosa, y la explanada que hay delante del convento de San Francisco se llenó de gente que iba a misa o volvía de oírla. ...

En la línea 919
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Si hubiese huído o hubiese empleado un modo de defensa distinto del que, sin falta alguna, acostumbro a usar en tales circunstancias, el perro me hubiera mordido probablemente; lo que hice fué inclinarme hasta casi pegar la barba con las rodillas, mirando al perro fijamente en los ojos, y ocurrió, como dice John Leyden en la más hermosa balada que la «Tierra del Brezo» ha producido, «que el perro salió huyendo, como herido por un conjuro mágico». ...

En la línea 1009
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Hacia el Suroeste, no muy lejos, alzábase Serra Dorso, la montaña más hermosa del Alemtejo, ya vista por mí desde Evora. ...

En la línea 78
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Imperios desprecié; la monarquía que me ofreció el Oriente rojo en vano dejé, por ver el rostro soberano de Claridiana, aurora hermosa mía. ...

En la línea 244
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y así, con gentil continente y denuedo, se afirmó bien en los estribos, apretó la lanza, llegó la adarga al pecho, y, puesto en la mitad del camino, estuvo esperando que aquellos caballeros andantes llegasen, que ya él por tales los tenía y juzgaba; y, cuando llegaron a trecho que se pudieron ver y oír, levantó don Quijote la voz, y con ademán arrogante dijo: -Todo el mundo se tenga, si todo el mundo no confiesa que no hay en el mundo todo doncella más hermosa que la emperatriz de la Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso. ...

En la línea 268
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Al cabo de lo cual, dijo: -Sepa vuestra merced, señor don Rodrigo de Narváez, que esta hermosa Jarifa que he dicho es ahora la linda Dulcinea del Toboso, por quien yo he hecho, hago y haré los más famosos hechos de caballerías que se han visto, vean ni verán en el mundo. ...

En la línea 469
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Don Quijote estaba, como se ha dicho, hablando con la señora del coche, diciéndole: -La vuestra fermosura, señora mía, puede facer de su persona lo que más le viniere en talante, porque ya la soberbia de vuestros robadores yace por el suelo, derribada por este mi fuerte brazo; y, porque no penéis por saber el nombre de vuestro libertador, sabed que yo me llamo don Quijote de la Mancha, caballero andante y aventurero, y cautivo de la sin par y hermosa doña Dulcinea del Toboso; y, en pago del beneficio que de mí habéis recebido, no quiero otra cosa sino que volváis al Toboso, y que de mi parte os presentéis ante esta señora y le digáis lo que por vuestra libertad he fecho. ...

En la línea 396
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... El césped es corto y de un hermoso color verde, intercalándose campos de trébol y de cardos; también se ven numerosas guaridas de viscaches. En cuanto se cruza el Salado, cambia por completo de aspecto el paisaje; hasta entonces sólo nos circuían hierbas silvestres, y ahora caminamos sobre una hermosa alfombra de verdura. Ante todo creo deber atribuir este cambio a una modificación en la naturaleza del suelo; pero los habitantes me afirman que aquí, lo mismo que en la banda oriental, donde se nota una diferencia tan grande entre el país que rodea a Montevideo y las sabanas tan poco habitadas de Colonia, es preciso atribuir esa mudanza a la presencia de cuadrúpedos. ...

En la línea 404
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Mientras cambiábamos de caballos en Guardia, varias personas se acercaron a dirigirme una multitud de preguntas acerca del ejército. Nunca he visto una popularidad más grande que la de Rosas, ni mayor entusiasmo por «la guerra más justa de las guerras, puesto que va dirigida contra los salvajes». Preciso es confesar que se comprende algún tanto ese arranque, si se tiene en cuenta que aún hace poco tiempo estaban expuestos a los ultrajes de los indios los hombres, las mujeres, los niños, los caballos. Durante todo el día recorremos una hermosa llanura verde, cubierta de rebaños; acá y allá una estancia solitaria, sin más sombra que un sólo árbol. Por la tarde se pone a llover; llegamos a un destacamento, pero el jefe nos dice que, si no tenemos pasaportes muy en regla, no podemos seguir nuestro camino, pues hay tantos ladrones que no quiere fiarse de nadie. Le presento mi pasaporte, y en cuanto lee en él las primeras palabras El naturalista D. Carlos, se vuelve tan respetuoso y cortés como desconfiado estaba antes. ¡Naturalista! Seguro estoy de que ni él ni sus compatriotas comprenden bien qué podrá querer decir eso; pero es probable que mi título misterioso no haga sino inspirarle una idea más alta de mi persona. ...

En la línea 664
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... del Fuego. Un poco después del mediodía doblamos el cabo de San Diego y penetramos en el famoso estrecho de Maire. Costeamos de cerca la Tierra del Fuego, pero sin dejar de ver a través de las nubes la tormentosa silueta de la inhospitalaria tierra de los Estados. Por la tarde echamos el ancla en la bahía del Éxito. A nuestra entrada recibimos un saludo digno de los habitantes de esta tierra salvaje. Un grupo de fueguenses, ocultos en parte por la espesura del bosque se había situado en una punta de la roca que dominaba el mar; en el momento de nuestro paso saltan agitando sus guiñapos y lanzando un largo y sonoro aullido. Siguen al barco, y al caer la noche distinguimos que han encendido fuego y oímos todavía sus gritos salvajes. Consiste el puerto en una hermosa sabana de agua medio rodeada de montañas, redondeadas y de poca elevación, de esquisto arcilloso, cubiertas hasta la orilla del mar por un espeso bosque. Una sola ojeada sobre el paisaje me bastó para conocer que iba a ver allí cosas distintas de las que había visto hasta entonces. Durante la noche se levanta el viento que no tarda en soplar tempestuoso, pero nos protegen de él las montañas: en el mar habríamos sufrido mucho; también nosotros, como otros muchos, podemos saludar esta bahía con el nombre de bahía del Éxito. ...

En la línea 680
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 21 de diciembre.- Se hace a la vela el Beagle, y al día siguiente, gracias a una hermosa brisa del este, nos acercamos a las Barnevelts pasamos por delante de las inmensas rocas que forman el cabo Deceit, y a eso de las tres doblamos el cabo de Hornos, batido por las tempestades. La tarde está admirablemente tranquila y nos deja gozar del grandioso espectáculo 'que ofrecen las islas inmediatas. Pero parece que el cabo de Hornos exige que le paguemos su tributo, y antes de cerrar la noche nos envía una espantosa tempestad, que nos sopla precisamente de cara. Nos vemos obligados a ganar alta mar, y al aproximarnos de nuevo a tierra al día siguiente, percibimos este famoso promontorio, y ahora con todos los caracteres que le distinguen, esto es, envuelto en brumas y rodeado de un verdadero huracán de viento y agua. Inmensas nubes negras oscurecen el cielo, las sacudidas del viento y granizo nos asaetean con tan ruda violencia, que el capitán se decide a guarecerse, si es posible, en Wigwan Cove. ...

En la línea 10
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... Tenía un espejo maravilloso y cuando se ponía frente a él, mirándose le preguntaba: ¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región? Entonces el espejo respondía: La Reina es la más hermosa de esta región. ...

En la línea 13
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... Ocurrió que un día cuando le preguntó al espejo: ¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región? el espejo respondió: La Reina es la hermosa de este lugar, pero la linda Blancanieves lo es mucho más. ...

En la línea 13
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... Ocurrió que un día cuando le preguntó al espejo: ¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región? el espejo respondió: La Reina es la hermosa de este lugar, pero la linda Blancanieves lo es mucho más. ...

En la línea 54
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... Se puso ante el espejo y dijo: ¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región? Entonces el espejo respondió. ...

En la línea 88
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Escribo tan sólo un juicio formado en los días de la primera salida de la hermosa novela, y lo que intenté decir entonces, tributando al compañero y amigo el debido homenaje, lo digo ahora, seguro de que en esta manifestación tardía el tiempo avalora y aquilata mi sinceridad. ...

En la línea 450
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Él no había retirado la pierna ni ella la rodilla; él había tocado con el suyo el pie de la hermosa y ella no lo había retirado. ...

En la línea 883
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Pocas veces habían cruzado la palabra la hermosa dama y el Provisor, y nunca había pasado la conversación de los lugares comunes a que obliga el trato social. ...

En la línea 954
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Dejó caer con negligencia su bata azul con encajes crema, y apareció blanca toda, como se la figuraba don Saturno poco antes de dormirse, pero mucho más hermosa que Bermúdez podía representársela. ...

En la línea 30
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Empezó a mostrarse la hermosa madame Pineda en los salones de juego de Montecarlo, en las comidas de gala de los hoteles, en los dancings más elegantes a la hora del té, seguida, de su español, que era aceptado por todos como un acompañante legal, sin que ninguno se tomase el trabajo de definir el carácter de dicha familiaridad. ...

En la línea 44
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Era ya el hombre seductor que declina y se sobrevive. Aún conseguía atraer el interés de algunas mujeres con su gran barba rizada, su aspecto de hermosa bestia de combate, sus pasadas aventuras y su petulancia varonil; pero no sabia ocultar su desaliento creciente. ...

En la línea 82
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Inútilmente protestaba Rosaura… El incrédulo Borja seguía preguntando… ¿Cómo una mujer hermosa que tanto interesaba a los hombres podía haber llegado hasta él sin historias amorosas?… ...

En la línea 138
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Tenía la esperanza de morir antes que el edificio. En tal caso sus manuscritos pasarían al archivo de la catedral o al de la Academia de la Historia en Madrid, y los arquitectos podrían sin obstáculo alguno, elevar sobre el terreno de esta mansión venerable otra moderna, hermosa como una jaula, con numerosos departamentos, dentro de los cuales vivirían las gentes lo mismo que pájaros saltarines y cautivos. ...

En la línea 293
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La vida es hermosa, y el reconocía que guarda dulzuras y misterios no sospechados por la Universidad. ...

En la línea 486
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... 'Mañana, maniobras', ordena el jefe. Y al día siguiente salen al campo las tropas a disparar flechas y tirar lanzazos al aire; marchan larguísimas jornadas, duermen a la intemperie sobre el duro suelo, pasan ríos a nado, comen mal, y al fin, toda esta hermosa juventud vuelve abrumada de cansancio, pero sana de pensamiento y curada por algunos meses de su inquieta y misteriosa enfermedad. Nosotros, gentleman, sostenemos un ejército por exigencias de la moral: para que no se perturben las abstinencias virtuosas que debe guardar la juventud. ...

En la línea 1610
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - ¡Oh, hermano de mis ensueños! ¡Madre de mis alegrías! ¿Me oyes?… No te mueras; yo no quiero que mueras. Aun quedan para nosotros muchos soles dichosos y muchas lunas de amor. El Gentleman-Montaña nos llevará a su país, y las esposas de los gigantes sentirán asombro al verte tan hermosa. Para las reinas de aquellas tierras será una gloria llevarte dormida sobre su pecho, pues no hay joya que pueda compararse en hermosura contigo. ¿Me oyes … di … me oyes? ...

En la línea 169
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La noticia del matrimonio de Juanito cayó en la familia Arnaiz como una bomba que revienta y esparce, no desastres y muertes, sino esperanza y dichas. Porque hay que tener en cuenta que el Delfín, por su fortuna, por sus prendas, por su talento, era considerado como un ser bajado del cielo. Gumersindo Arnaiz no sabía lo que le pasaba; lo estaba viendo y aún le parecía mentira; y siendo el amartelamiento de los novios bastante empalagoso, a él le parecía que todavía se quedaban cortos y que debían entortolarse mucho más. Isabel era tan feliz que, de vuelta ya en Madrid, decía que le iba a dar algo, y que seguramente su empobrecida naturaleza no podría soportar tanta felicidad. Aquel matrimonio había sido la ilusión de su vida durante los últimos años, ilusión que por lo muy hermosa no encajaba en la realidad. No se había atrevido nunca a hablar de esto a su cuñada, por temor de parecer excesivamente ambiciosa y atrevida. ...

En la línea 599
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Una noche fue al teatro Real de muy mala gana. Había estado todo el día y la noche anterior en casa de Candelaria que tenía enferma a la niña pequeña. Mal humorada y soñolienta, deseaba que la ópera se acabase pronto; pero desgraciadamente la obra, como de Wagner, era muy larga, música excelente según Juan y todas las personas de gusto, pero que a ella no le hacía maldita gracia. No lo entendía, vamos. Para ella no había más música que la italiana, mientras más clarita y más de organillo mejor. Puso su muestrario en primera fila, y se colocó en la última silla de atrás. Las tres pollas, Barbarita II, Isabel y Andrea, estaban muy gozosas, sintiéndose flechadas por mozalbetes del paraíso y de palcos por asiento. También de butacas venía algún anteojazo bueno. Doña Bárbara no estaba. Al llegar al cuarto acto, Jacinta sintió aburrimiento. Miraba mucho al palco de su marido y no le veía. ¿En dónde estaba? Pensando en esto, hizo una cortesía de respeto al gran Wagner, inclinando suavemente la graciosa cabeza sobre el pecho. Lo último que oyó fue un trozo descriptivo en que la orquesta hacía un rumor semejante al de las trompetillas con que los mosquitos divierten al hombre en las noches de verano. Al arrullo de esta música, cayó la dama en sueño profundísimo, uno de esos sueños intensos y breves en que el cerebro finge la realidad como un relieve y un histrionismo admirables. La impresión que estos letargos dejan suele ser más honda que la que nos queda de muchos fenómenos externos y apreciados por los sentidos. Hallábase Jacinta en un sitio que era su casa y no era su casa… Todo estaba forrado de un satén blanco con flores que el día anterior había visto ella y Barbarita en casa de Sobrino… Estaba sentada en un puff y por las rodillas se le subía un muchacho lindísimo, que primero le cogía la cara, después le metía la mano en el pecho. «Quita, quita… eso es caca… ¡qué asco!… cosa fea, es para el gato… ». Pero el muchacho no se daba a partido. No tenía más que la camisa de finísima holanda, y sus carnes finas resbalaban sobre la seda de la bata de su mamá. Era una bata color azul gendarme que semanas antes había regalado a su hermana Candelaria… «No, no, eso no… quita… caca… ». Y él insistiendo siempre, pesadito, monísimo. Quería desabotonar la bata, y meter mano. Después dio cabezadas contra el seno. Viendo que nada conseguía, se puso serio, tan extraordinariamente serio que parecía un hombre. La miraba con sus ojazos vivos y húmedos, expresando en ellos y en la boca todo el desconsuelo que en la humanidad cabe. Adán, echado del paraíso, no miraría de otro modo el bien que perdía. Jacinta quería reírse; pero no podía porque el pequeño le clavaba su inflamado mirar en el alma. Pasaba mucho tiempo así, el niño-hombre mirando a su madre, y derritiendo lentamente la entereza de ella con el rayo de sus ojos. Jacinta sentía que se le desgajaba algo en sus entrañas. Sin saber lo que hacía soltó un botón… Luego otro. Pero la cara del chico no perdía su seriedad. La madre se alarmaba y… fuera el tercer botón… Nada, la cara y la mirada del nene siempre adustas, con una gravedad hermosa, que iba siendo terrible… El cuarto botón, el quinto, todos los botones salieron de los ojales haciendo gemir la tela. Perdió la cuenta de los botones que soltaba. Fueron ciento, puede que mil… Ni por esas… La cara iba tomando una inmovilidad sospechosa. Jacinta, al fin, metió la mano en su seno, sacó lo que el muchacho deseaba, y le miró segura de que se desenojaría cuando viera una cosa tan rica y tan bonita… Nada; cogió entonces la cabeza del muchacho, la atrajo a sí, y que quieras que no le metió en la boca… Pero la boca era insensible, y los labios no se movían. Toda la cara parecía de una estatua. El contacto que Jacinta sintió en parte tan delicada de su epidermis, era el roce espeluznante del yeso, roce de superficie áspera y polvorosa. El estremecimiento que aquel contacto le produjo dejola por un rato atónita, después abrió los ojos, y se hizo cargo de que estaban allí sus hermanas; vio los cortinones pintados de la boca del teatro, la apretada concurrencia de los costados del paraíso. Tardó un rato en darse cuenta de dónde estaba y de los disparates que había soñado, y se echó mano al pecho con un movimiento de pudor y miedo. Oyó la orquesta, que seguía imitando a los mosquitos, y al mirar al palco de su marido, vio a Federico Ruiz, el gran melómano, con la cabeza echada hacia atrás, la boca entreabierta, oyendo y gustando con fruición inmensa la deliciosa música de los violines con sordina. Parecía que le caía dentro de la boca un hilo del clarificado más fino y dulce que se pudiera imaginar. Estaba el hombre en un puro éxtasis. Otros melómanos furiosos vio la dama en el palco; pero ya había concluido el cuarto acto y Juan no parecía. ...

En la línea 846
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Ido extendía sobre el tablero los pliegos de papel abiertos. Una muchacha, que debía de ser Rosita, contaba los pliegos ya enlutados y formaba los cuadernillos. Nicanora pidió permiso a las señoras para seguir trabajando. Era una mujer más envejecida que vieja, y bien se conocía que nunca había sido hermosa. Debió de tener en otro tiempo buenas carnes, pero ya su cuerpo estaba lleno de pliegues y abolladuras como un zurrón vacío. Allí, valga la verdad, no se sabía lo que era pecho, ni lo que era barriga. La cara era hocicuda y desagradable. Si algo expresaba era un genio muy malo y un carácter de vinagre; pero en esto engañaba aquel rostro como otros muchos que hacen creer lo que no es. Era Nicanora una infeliz mujer, de más bondad que entendimiento, probada en las luchas de la vida, que había sido para ella una batalla sin victorias ni respiro alguno. Ya no se defendía más que con la paciencia, y de tanto mirarle la cara a la adversidad debía de provenirle aquel alargamiento de morros que la afeaba considerablemente. La Venus de Médicis tenía los párpados enfermos, rojos y siempre húmedos, privados de pestañas, por lo cual decían de ella que con un ojo lloraba a su padre y con otro a su madre. ...

En la línea 909
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... A todo esto asintió Ido del Sagrario, y siguió contemplando a su amigo, el cual parecía un grande hombre aburrido, carácter agriado por la continuidad de las luchas humanas. José Izquierdo representaba cincuenta años, y era de arrogante estatura. Pocas veces se ve una cabeza tan hermosa como la suya y una mirada tan noble y varonil. Parecía más bien italiano que español, y no es maravilla que haya sido, en época posterior al 73, en plena Restauración, el modelo predilecto de nuestros pintores más afanados. ...

En la línea 129
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Tom Canty, solo en el gabinete del príncipe, hizo buen uso de la ocasión. Volviáse de este y del otro lado ante el gran espejo, admirando sus galas;. luego dio unos pasos imitando el porte altivo del príncipe y sin dejar de observar los resultados en el espejo. Sacó después la hermosa espada y se inclinó, besando la hoja y cruzándola sobre el pecho, como había visto hacer a un caballero noble, por vía de saludo al lugarteniente de la Torre, cinco o seis semanas atrás, al poner en sus manos a los grandes lores de Norfolk y de Surrey, en calidad de prisioneros. Jugó Tom con la daga engastada en joyas que pendía de su cadera; examinó el valioso y bello decorado del aposento; probó cada una de las suntuosas sillas, y pensó cuán orgulloso se sentiría si el rebaño de Offal Court pudiera asomarse y verlo en esta grandeza. Preguntóse si creerían el maravilloso suceso que les contaría al volver a casa, o si menearían la cabeza diciendo que su desmedida imaginación había por fin trastornado su razón. ...

En la línea 456
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –No es muy larga, señor, pero acaso a falta de cosa mejor pueda divertir a Vuestra Majestad. Mi padre, sir Ricardo, es muy rico y de natural en extremo generoso. Murió mi madre siendo yo niño; tengo dos hermanos: Arturo, el mayor, cuya alma es como la de su padre, y Hugo, menor que yo, que es un espíritu mezquino, codicioso, traidor, vicioso, artero… , un reptil. Así fue desde su cuna; así era diez años ha, cuando lo vi por última vez: un bribón de diecinueve años. Entonces yo tenía veinte y Arturo veintidós. No queda nadie más de mi familia, salvo lady Edith, mi prima, que entonces tenía diecisés años. Era hermosa, gentil y buena. Es hija de un conde, la última de su familia, y heredera de una gran fortuna y de un título caducado. Mi padre era su tutor. Yo la amaba y ella me amaba a mí, pera contrajo nupcias con Arturo desde la cuna, y sir Ricardo no quiso consentir que se rompiera el contrato. Arturo quería a otra doncella y nos dijo que tuviéramos ánimo y no perdiéramos la esperanza de que el tiempo y la suerte, de consumo, traerían algún día un feliz suceso a nuestra causa. Hugo codiciaba la hacienda de lady Edith, aunque fingía amarla; pero siempre fue su hábito decir una cosa y pensar otra. Mas todas sus artes se perdieron con la doncella. Hugo pudo engañar a mi padre, pero a nadie más. Mi padre le quería más que a los otros y confiaba en él y en él creía, porque era el hijo menor y los demás lo odiaban, cualidad esta que siempre ha sido parte a granjear el amor de un padre. Hugo tenía un hablar suave y persuasivo y un admirable don para la mentira, y éstas son prendas que ayudan mucho a despertar un afecto ciego. Yo estaba furioso.,., podría ir más allá, y decir que furiosísnno, aunque era una furia demasiada inocente, puesto que a nadie dañaba sino a mí, ni trajo vergüenza a nadie ni pérdida alguna, ni llevaba en sí ningún germen de crimen ni de bajeza, ni de nada que no correspondiera a mi noble condición. ...

En la línea 532
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Durmióse Tom de nuevo, y al cabo de un rato tuvo este agradable sueño. Soñó que era verano y que estaba jugando en la hermosa pradera llamada Goodman's Fields, cuando un enano de sólo un pie de estatura, con largas barbas rojas y enorme joroba, se le apareció de pronto y le dijo: ...

En la línea 1111
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Era una campiña hermosa, sembrada de casas de campo y huertos, y el camino se tendía entre vastas praderas, cuyas lejanías, señaladas por suaves altozanos y depresiones, sugerían las constantes ondulaciones del mar. Por la tarde, el hijo pródigo que regresaba a su hogar se desviaba continuamente de su camino para ver si subiendo a alguna loma le sería posible atravesar la distancia y divisar su morada. Al fin lo consiguió, y exclamó excitado: ...

En la línea 542
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... «¡Y qué hermosa es! Esta y aquella, una y otra. Y el otro acaso en vez de pretender y solicitar es pretendido y solicitado; tal vez no le corresponde como ella se merece… Pero ¡qué alegría es esta chiquilla!, ¡y con qué gracia saluda a aquel que va por allá! ¿De dónde habrá sacado esos ojos? ¡Son casi como los otros, como los de Eugenia! ¡Qué dulzura debe de ser olvidarse de la vida y de la muerte entre sus brazos!, ¡dejarse brezar en ellos como en olas de carne! ¡El otro … ! Pero el otro no es el novio de Eugenia, no es aquel a quien ella quiere; el otro soy yo. ¡Sí, yo soy el otro; yo soy otro!» ...

En la línea 550
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... «Pero ¡cuánta mujer hermosa hay desde que conocí a Eugenia! –se decía, siguiendo en tanto a aquella riente pareja– ¡esto se ha convertido en un paraíso!; ¡qué ojos!, ¡qué cabellera!, ¡qué risa! La una es rubia y morena la otra; pero ¿cuál es la rubia?, ¿cuál la morena? ¡Se me confunden una en otra! … » ...

En la línea 827
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Sí, hombre, sí; me pasa una cosa grave. Y como necesito desahogo, vamos fuera; la noche está muy hermosa; te lo contaré. ...

En la línea 1409
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Y fueron nuestros amores, si es que así quiere usted llamarlos unos amores secos y mudos, hechos de fuego y rabia, sin ternezas de palabra. Mi mujer, la madre de mis hijos quiero decir, porque esta y no otra es mi mujer, mi mujer es, como usted habrá visto, una mujer agraciada, tal vez hermosa, pero a mí nunca me inspiró ardor de deseos, y esto a pesar de la convivencia. Y aun después que acabamos en lo que le digo me figuré no estar en exceso enamorado de ella, hasta que pude convencerme de lo contrario. Y es que una vez, después de uno de sus partos, después del nacimiento del cuarto de nuestros hijos, se me puso tan mal, tan mal, que creí que se me moría. Perdió la más de la sangre de sus venas, se quedó como la cera de blanca, se le cerraban los párpados… Creí perderla. Y me puse como loco, blanco yo también como la cera, la sangre se me helaba. Y fui a un rincón de la casa, donde nadie me viese, y me arrodillé y pedí a Dios que me matara antes de que dejase morir a aquella santa mujer. Y lloré y me pellizqué y me arañé el pecho hasta sacarme sangre. Y comprendí con cuán fuerte atadura estaba mi corazón atado al corazón de la madre de mis hijos. Y cuando esta se repuso algo y recobró conocimiento y salió de peligro, acerqué mi boca a su oído, según ella sonreía a la vida renaciente tendida en la cama, y le dije lo que nunca le había dicho y nunca le he vuelto de la misma manera a decir. Y ella sonreía, sonreía, sonreía mirando al techo. Y puse mi boca sobre su boca, y me enlacé con sus desnudos brazos el cuello, y acabé llorando de mis ojos sobre sus ojos. Y me dijo: «Gracias, Antonio, gracias, por mí, por nuestros hijos, por nuestros hijos todos… todos… todos… por ella, por Rita… » Rita es nuestra hija mayor, la hija del ladrón… no, no, nuestra hija, mi hija. La del ladrón es la otra, es la de la que se llamó mi mujer en un tiempo. ¿Lo comprende usted ahora todo? ...

En la línea 331
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —En realidad, lo leí en ese libro que está ahí, y me había imaginado que debía ser el de una criatura muy hermosa. ...

En la línea 517
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Si quieres, te llevaré a una isla lejana cubierta de flores, donde no oigas hablar de Labuán ni yo de Mompracem. A una isla encantada donde podrán vivir enamorados el terrible pirata y la hermosa Perla de Labuán. ¿Quieres, Mariana? ...

En la línea 1814
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Aun cuando iba preparado, el portugués no pudo reprimir un gesto de admiración al ver a la hermosa joven. Estaba muy pálida y sus ojos azules, habitualmente tan serenos, despedían relámpagos de cólera. ...

En la línea 1868
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Sí, y me pareció tan hermosa que me llegué a marear. Cuando se puso a llorar… ...

En la línea 1329
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Nuestra presa pertenecía a la más hermosa de las ocho especies conocidas en Papuasia y en la islas vecinas, es decir, a la llamada «gran esmeralda» que es, además, una de las más raras. Medía unos tres decímetros de largo. Su cabeza era relativamente pequeña y los ojos, situados cerca de la abertura del pico, eran también de pequeño tamaño. Todo él era una sinfonía de colores: el amarillo del pico, el marrón de las patas y de las uñas, el siena de las alas que en sus extremidades se tornaba en púrpura, el amarillo pajizo de la cabeza y del cuello, el esmeralda de la garganta, el marrón de la pechuga y del vientre. Las plumas, largas y ligeras de la cola, de una finura admirable, realzaban la belleza de este maravilloso pájaro, poéticamente llamado por los indígenas «pájaro de sol». ...

En la línea 2451
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Hacía ya una hora que permanecíamos tendidos en el suelo de la hermosa gruta. La conversación, animada al principio, iba languideciendo, a medida que nos invadía una cierta somnolencia. Como no veía razón alguna para resistirme al sueño, me dejé ganar por él. Soñé entonces -no se eligen los sueños -que mi existencia se reducía a la vida vegetativa de un simple molusco. Me parecía que aquella gruta formaba la doble valva de mi concha. ...

En la línea 481
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Aunque me llamaba muchacho con tanta frecuencia y con tono que estaba muy lejos de resultar lisonjero, ella era casi de mi misma edad, si bien parecía tener más años a causa del sexo a que pertenecía, de que era hermosa y de que se movía y hablaba con mucho aplomo. Por eso me demostraba tanto desdén como si tuviese ya veintiún años y fuese una reina. ...

En la línea 792
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Crucé el rellano de la escalera y entré en la habitación que me indicaba. También en aquella estancia había sido excluida por completo la luz del día, y se sentía un olor opresivo de atmósfera enrarecida. Pocos momentos antes se había encendido el fuego en la chimenea, húmeda y de moda antigua, y parecía más dispuesto a extinguirse que a arder alegremente; el humo pertinaz que flotaba en la estancia parecía más frío que el aire claro, a semejanza de la niebla de nuestros marjales. Algunos severos candelabros, situados sobre la alta chimenea, alumbraban débilmente la habitación, aunque habría sido más expresivo decir que alteraban ligeramente la oscuridad. La estancia era espaciosa, y me atrevo a afirmar que en un tiempo debió de ser hermosa, pero, a la sazón, todo cuanto se podía distinguir en ella estaba cubierto de polvo y moho o se caía a pedazos. Lo más notable en la habitación era una larga mesa cubierta con un mantel, como si se hubiese preparado un festín en el momento en que la casa entera y también los relojes se detuvieron a un tiempo. En medio del mantel se veía un centro de mesa tan abundantemente cubierto de telarañas que su forma quedaba oculta por completo; y mientras yo miraba la masa amarillenta que lo rodeaba y entre la que parecía haber nacido como un hongo enorme y negro, observé que varias arañas de cuerpo y patas moteados iban a refugiarse allí, como si fuera su casa, o bien salían como si alguna circunstancia de la mayor importancia pública hubiese circulado por entre la comunidad de las arañas. ...

En la línea 1120
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... - ¡Tan hermosa como era, Pip! ...

En la línea 1127
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Sin embargo, aunque de un modo inconsciente, empecé a darme cuenta de un cambio que se realizaba en Biddy. Llevaba ya tacones en sus zapatos; su cabello crecía brillante y limpio, y sus manos jamás estaban sucias. No era hermosa; era más bien ordinaria y no se parecía en nada a Estella, pero era agradable y tenía un carácter muy dulce. Apenas hacía un año que estaba con nosotros, pues recuerdo que por entonces se había quitado el luto, cosa que me sorprendió, cuando observé, una noche, que tenía unos ojos muy reflexivos y atentos, ojos que eran lindos y de expresión bondadosa. Eso me ocurrió al levantar la cabeza de una tarea en que estaba absorto, pues me dedicaba a copiar algunos párrafos de un libro para mejorarme a mí mismo en dos aspectos a la vez, gracias a una estratagema, y entonces noté que Biddy estaba observando lo que yo hacía. Dejé a un lado la pluma, y Biddy interrumpió su labor de costura, aunque sin abandonarla. ...

En la línea 1288
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Sin duda, el aspecto de Piotr Petrovitch tenía un algo que justificaba el calificativo de novio que acababa de aplicársele tan gentilmente. Desde luego, se veía claramente, e incluso demasiado, que Piotr Petrovitch había aprovechado los días que llevaba en la capital para embellecerse, en previsión de la llegada de su novia, cosa tan inocente como natural. La satisfacción, acaso algo excesiva, que experimentaba ante su feliz transformación podía perdonársele en atención a las circunstancias. El traje del señor Lujine acababa de salir de la sastrería. Su elegancia era perfecta, y sólo en un punto permitía la crítica: el de ser demasiado nuevo. Todo en su indumentaria se ajustaba al plan establecido, desde el elegante y flamante sombrero, al que él prodigaba toda suerte de cuidados y tenía entre sus manos con mil precauciones, hasta los maravillosos guantes de color lila, que no llevaba puestos, sino que se contentaba con tenerlos en la mano. En su vestimenta predominaban los tonos suaves y claros. Llevaba una ligera y coquetona americana habanera, pantalones claros, un chaleco del mismo color, una fina camisa recién salida de la tienda y una encantadora y pequeña corbata de batista con listas de color de rosa. Lo más asombroso era que esta elegancia le sentaba perfectamente. Su fisonomía, fresca e incluso hermosa, no representaba los cuarenta y cinco años que ya habían pasado por ella. La encuadraban dos negras patillas que se extendían elegantemente a ambos lados del mentón, rasurado cuidadosamente y de una blancura deslumbrante. Su cabello se mantenía casi enteramente libre de canas, y un hábil peluquero había conseguido rizarlo sin darle, como suele ocurrir en estos casos, el ridículo aspecto de una cabeza de marido alemán. Lo que pudiera haber de desagradable y antipático en aquella fisonomía grave y hermosa no estaba en el exterior. ...

En la línea 1288
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Sin duda, el aspecto de Piotr Petrovitch tenía un algo que justificaba el calificativo de novio que acababa de aplicársele tan gentilmente. Desde luego, se veía claramente, e incluso demasiado, que Piotr Petrovitch había aprovechado los días que llevaba en la capital para embellecerse, en previsión de la llegada de su novia, cosa tan inocente como natural. La satisfacción, acaso algo excesiva, que experimentaba ante su feliz transformación podía perdonársele en atención a las circunstancias. El traje del señor Lujine acababa de salir de la sastrería. Su elegancia era perfecta, y sólo en un punto permitía la crítica: el de ser demasiado nuevo. Todo en su indumentaria se ajustaba al plan establecido, desde el elegante y flamante sombrero, al que él prodigaba toda suerte de cuidados y tenía entre sus manos con mil precauciones, hasta los maravillosos guantes de color lila, que no llevaba puestos, sino que se contentaba con tenerlos en la mano. En su vestimenta predominaban los tonos suaves y claros. Llevaba una ligera y coquetona americana habanera, pantalones claros, un chaleco del mismo color, una fina camisa recién salida de la tienda y una encantadora y pequeña corbata de batista con listas de color de rosa. Lo más asombroso era que esta elegancia le sentaba perfectamente. Su fisonomía, fresca e incluso hermosa, no representaba los cuarenta y cinco años que ya habían pasado por ella. La encuadraban dos negras patillas que se extendían elegantemente a ambos lados del mentón, rasurado cuidadosamente y de una blancura deslumbrante. Su cabello se mantenía casi enteramente libre de canas, y un hábil peluquero había conseguido rizarlo sin darle, como suele ocurrir en estos casos, el ridículo aspecto de una cabeza de marido alemán. Lo que pudiera haber de desagradable y antipático en aquella fisonomía grave y hermosa no estaba en el exterior. ...

En la línea 1904
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Avdotia Romanovna era extraordinariamente hermosa, alta, esbelta, pero sin que esta esbeltez estuviera reñida con el vigor físico. Todos sus movimientos evidenciaban una firmeza que no afectaba lo más mínimo a su gracia femenina. Se parecía a su hermano. Su cabello era de un castaño claro; su tez, pálida, pero no de una palidez enfermiza, sino todo lo contrario; su figura irradiaba lozanía y juventud; su boca, demasiado pequeña y cuyo labio inferior, de un rojo vivo, sobresalía, lo mismo que su mentón, era el único defecto de aquel maravilloso rostro, pero este defecto daba al conjunto de la fisonomía cierta original expresión de energía y arrogancia. Su semblante era, por regla general, más grave que alegre, pero, en compensación, adquiría un encanto incomparable las contadas veces que Dunia sonreía, o reía con una risa despreocupada, juvenil, gozosa… ...

En la línea 1906
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... El estudiante no había mentido al decir, en el curso de su extravagante charla de borracho, que la patrona de Raskolnikof, Praskovia Pavlovna, tendría celos de Dunia y, seguramente, también de Pulqueria Alejandrovna, la cual, pese a sus cuarenta y tres años, no había perdido su extraordinaria belleza. Por otra parte, parecía más joven de lo que era, como suele ocurrir a las mujeres que saben conservar hasta las proximidades de la vejez un alma pura, un espíritu lúcido y un corazón inocente y lleno de ternura. Digamos entre paréntesis que no hay otro medio de conservarse hermosa hasta una edad avanzada. Su cabello empezaba a encanecer y a aclararse; hacía tiempo que sus ojos estaban cercados de arrugas; sus mejillas se habían hundido a causa de los desvelos y los sufrimientos, pero esto no empañaba la belleza extraordinaria de aquella fisonomía. Su rostro era una copia del de Dunia, sólo que con veinte años más y sin el rasgo del labio inferior saliente. Pulqueria Alejandrovna tenía un corazón tierno, pero su sensibilidad no era en modo alguno sensiblería. Tímida por naturaleza, se sentía inclinada a ceder, pero hasta cierto punto: podía admitir muchas cosas opuestas a sus convicciones, mas había un punto de honor y de principios en los que ninguna circunstancia podía impulsarla a transigir. ...

En la línea 265
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ¿Qué me importa lo demás?¿Por qué y cómo yo la amo? Lo ignoro. Tal vez no sea usted hermosa. ¡Figúrese que no sé si es usted hermosa, ni siquiera de cara! Tiene usted, seguramente, mal corazón y sus sentimientos es muy posible que no sean muy nobles. —Usted espera, tal vez, comprarme a fuerza de oro —dijo—, porque usted no cree en la nobleza de mis sentimientos. ...

En la línea 576
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... En cuanto a la madre, su aspecto era pobre y triste. Llevaba la vestimenta de una obrera que quiere volver a ser aldeana. Era joven; acaso hermosa, pero con aquella ropa no lo parecía. Sus rubios cabellos escapaban por debajo de una fea cofia de beguina amarrada al mentón; calzaba gruesos zapatones. Aquella mujer no se reía; sus ojos parecían secos desde hacía mucho tiempo. Estaba pálida, se veía cansada y tosía bastante; tenía las manos ásperas y salpicadas de manchas rojizas, el índice endurecido y agrietado por la aguja. Era Fantina. ...

En la línea 579
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... No tenía a quién recurrir. Apenas sabía leer, pero no sabía escribir; en su niñez sólo había aprendido a firmar con su nombre. ¿A quién dirigirse? Había cometido una falta, pero el fondo de su naturaleza era todo pudor y virtud. Comprendió que se hallaba al borde de caer en el abatimiento y resbalar hasta el abismo. Necesitaba valor; lo tuvo, y se irguió de nuevo. Decidió volver a M., su pueblo natal. Acaso allí la conocería alguien y le daría trabajo. Pero debía ocultar su falta. Entonces entrevió confusamente la necesidad de una separación más dolorosa aún que la primera. Se le rompió el corazón, pero se resolvió. Vendió todo lo que tenía, pagó sus pequeñas deudas, y le quedaron unos ochenta francos. A los veintidós años, y en una hermosa mañana de primavera, dejó París llevando a su hija en brazos. Aquella mujer no tenía en el mundo más que a esa niña, y esa niña no tenía en el mundo más que a aquella mujer. ...

En la línea 790
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Al pasar por la plaza vio mucha gente que rodeaba un extraño coche sobre el cual peroraba un hombre vestido de rojo. Era un charlatán, dentista de oficio, que ofrecía al público dentaduras completas, polvos y elixires. Vio a aquella hermosa joven y le dijo: ...

En la línea 831
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Fantina se arrastró por las baldosas mojadas, y sin levantarse y juntando las manos, hizo el relato de cuanto había pasado. En ciertos instantes se detenía, sollozando, tosiendo y balbuceando con la voz de la agonía. Un gran dolor es un rayo divino y terrible que transfigura a los miserables. En aquel momento Fantina había vuelto a ser hermosa. En ciertos instantes se detenía y besaba tiernamente el levitón del policía. Hubiera enternecido un corazón de granito; pero no enterneció un corazón de palo. ...

En la línea 290
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... El viajero puso dique a una marea de preguntas indiscretas que se asomaban a sus labios, y volviose hacia la ventanilla para no perder la hermosa decoración que le ofrecía la Naturaleza. El sol, apareciendo sobre la cumbre de una montañuela cercana, disipaba la bruma matutina, que descendía al valle en jirones de encaje gris, y, brillando en un espacio azul clarísimo, alumbraba con luz naciente, fresca y suave. Por los flancos de granito de la montaña, sembrados de mica que relucía, bajaba desatado un torrente espumoso; y entre el matiz sombrío de los encinares asomaba un pradillo, de tonos pálidos de hierba temprana, donde pacía un rebaño de ovejas, cuyos blancos cuerpos constelaban la alfombra verde como enormes copos de algodón. Al través del ruido ensordecedor del tren, dijérase que se oían en aquella pintoresca solana remotos gorjeos de aves y argentino repiquetear de esquilas. ...

En la línea 293
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Era el viajero un hombre en la fuerza de la edad y en la edad de la fuerza. Veintiocho, treinta o treinta y dos años podían haber corrido sobre él, sin que fuese dable decir si los representaba. El descolorido semblante lo tenía aún más pálido en los pómulos, allí donde suelen estar las que en verso se llaman rosas. Con todo esto no parecía de endeble salud, y era bien proporcionado de cuerpo, la barba negra y hermosa, el cabello rebelde a las artes del peluquero, flexible y libre, ondulante por aquí y por acullá, sin simetría ni compás, mas no sin cierta colocación propia que caracterizaba y embellecía la cabeza. ...

En la línea 645
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Con la lluvia -añadió-, no pude llevarla a usted un poco más lejos, hacia la parte de Biarritz, donde hay tan bonitas quintas y parques al estilo inglés. Ni hemos disfrutado casi de la hermosa campiña. ¡Qué bien olían los henos y los tréboles! Y la tierra. El olor de la tierra labrada es algo acre, pero muy grato. ...

En la línea 650
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -La mañana no anunciaba este turbión -repuso Artegui-. Es muy húmeda toda Francia en general, y esta cuenca del Adour no desmiente la regla. ¡Lástima no haber podido recorrer Biarritz! Hay allí palacios y comercios monísimos. La llevaría a usted a ver la Virgen que, desde una roca, parece que sosiega el Océano… Más hermosa idea artística no se puede dar. ...

En la línea 860
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... ¡Sí! Era un asombro diario para Picaporte, que leía tanto agradecimiento hacia su amo en los ojos de la hermosa joven! ¡Decididamente, Phileas Fogg sólo tenía corazón bastante para conducirse con heroísmo, pero no con amor, no! En cuanto a las preocupaciones que los azares del viaje podían causarle, no daba indicio ninguno de ellas. Pero Picaporte vivía en continua angustia. Apoyado un día en el pasamanos de la máquina, estaba mirando cómo de vez en cuando precipitaba éste su movimiento, cuando la hélice salió de punta fuera de las olas por un violento cabeceo, escapándose el vapor por las válvulas, lo cual provocó las iras de tan digno mozo. ...

Errores Ortográficos típicos con la palabra Hermosa

Cómo se escribe hermosa o herrmosa?
Cómo se escribe hermosa o hermoza?
Cómo se escribe hermosa o ermosa?

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