Cual es errónea Cuidado o Suidado?
La palabra correcta es Cuidado. Sin Embargo Suidado se trata de un error ortográfico.
El Error ortográfico detectado en el termino suidado es que hay un Intercambio de las letras c;s con respecto la palabra correcta la palabra cuidado
Errores Ortográficos típicos con la palabra Cuidado
Cómo se escribe cuidado o kuidado?
Cómo se escribe cuidado o suidado?
Algunas Frases de libros en las que aparece cuidado
La palabra cuidado puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 997
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y como si fuese una gala nueva que veía por primera vez, metióse por la cabeza con gran cuidado, cual si fuese de sutiles blondas, la saya de percal de todos los domingos. ...
En la línea 1463
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Lo compré la semana pasada y ni me he cuidado de arreglarle esas cosillas que tiene en las piernas. ...
En la línea 1746
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Oprimía el cuerpecillo frío contra su pecho con arrebatos de estéril pasión, introducía en la mortaja los rígidos bracitos con escrupuloso cuidado, como fragmentos de vidrio que podían quebrarse al menor golpe, y besaba sus pies de hielo antes de acoplarlos a tirones en las sandalias. ...
En la línea 1995
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... No había cuidado: las cabezas estaban sólidas; como si allí no se bebiese más que agua, nadie incurría en descuido ni había jugadas torpes. ...
En la línea 309
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Viajaba por toda España, pero ya no era para aprobar una asignatura aquí y otra más allá: aspiraba a ser una autoridad en el arte taurino, un grande hombre de la afición, e iba de plaza en plaza al lado de su matador favorito, presenciando todas sus corridas. En invierno, cuando descansaban sus ídolos, vivía en Jerez al cuidado de sus haciendas, y este cuidado consistía en pasarse las noches en el _Círculo Caballista_, discutiendo acaloradamente los méritos de su matador y la inferioridad de sus rivales, pero con tal vehemencia, que por si una estocada recibida años antes por un toro, del que no quedaban ni los huesos, había sido caída o en su sitio, tentábase por encima de la ropa el revólver, la navaja, todo el arsenal que llevaba sobre su persona, como garantía del valor y la arrogancia con que resolvía sus asuntos. ...
En la línea 362
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El viejo había sido durante mucho tiempo aperador del cortijo. Le tomó a su servicio el antiguo dueño, hermano del difunto don Pablo Dupont; pero el amo actual, el alegre don Luis, quería rodearse de gente joven, y teniendo en cuenta sus años y la debilidad de su vista, lo había sustituido con Rafael. Y muchas gracias--como él decía con su resignación de labriego--por no haberle enviado a mendigar en los caminos, permitiéndole que viviese en el cortijo con su compañera, a cambio de ocuparse la vieja del cuidado de las aves que llenaban el corral y de ayudar él al encargado de las pocilgas que se alineaban a espaldas del edificio. ¡Hermoso final de una vida de incesante trabajo, con la espina quebrada por una curvatura de tantos años escardando los campos o segando el trigo!... ...
En la línea 392
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Rafael admiraba su probidad. Un hombre y dos zagales viviendo en esta miseria, custodiaban rebaños que valían muchos miles de duros. En la dehesa del cortijo de Matanzuela, los pastores no ganaban entre todos más de dos pesetas, y tenían confiados a su cuidado ochocientas vacas y cien bueyes, un verdadero tesoro de carne que podía extinguirse, morir, al menor descuido. Esta carne, cuya crianza vigilaban, era para gentes desconocidas: ellos sólo la comían cuando caía alguna res, víctima de enfermedades hediondas que no permitían su conducción fraudulenta a las ciudades. ...
En la línea 421
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¿No era mejor que los hombres hicieran fructificar el suelo y comiesen con la hartura de la abundancia, aunque los barcos descargasen en los puertos de la costa? ¡Agua!... que les diesen los campos a los pobres y ellos la traerían a buenas o a malas, impulsados por la necesidad. No serían como los señores, que por mal que se presente la cosecha, siempre sacan para vivir poseyendo tanta tierra, y conservan el cultivo lo mismo que los abuelos de sus abuelos. Los campos que él había admirado en otros países eran inferiores a los de Andalucía. No tenían en sus entrañas esa condensación de fuerzas que crea el abandono: estaban cansados y había que cuidarlos, dándoles continuamente el medicamento del guano. Eran, según _Zarandilla_, como las señorones que admiraba él en Jerez, hermosas y apuestas con el atractivo del cuidado y los artificios del lujo. ...
En la línea 607
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... No se lanza uno así sobre las personas sin decir cuidado, no, y no se va a mirarlos debajo de la capa para ver lo que no hay. ...
En la línea 1458
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Tened cuidado, D'Artagnan, tened cuidado -dijo Aramis-, os acaloráis demasiado, en mi opinión, por la suerte de la señora Bona cieux. ...
En la línea 1458
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Tened cuidado, D'Artagnan, tened cuidado -dijo Aramis-, os acaloráis demasiado, en mi opinión, por la suerte de la señora Bona cieux. ...
En la línea 1710
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Estáis en vuestra casa -dijo él-, tened cuidado, cerrad las ventanas por dentro y no abráis a nadie, a menos que oigáis dar tres gol pes así, mirad - y golpeó tres veces: dos golpes cercanos uno al otro y bastante fuerte, y un golpe más distante y más ligero. ...
En la línea 65
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Son mas infelices las provincias de Filipinas en los juzgados inferiores para que se les administre pronta justicia de lo que son ante la audiencia del territorio; porque si en esta las muchas y graves atenciones que pesan sobre su corto número de ministros es por sí solo una causa grave de dilacion, entregadas las provincias á alcaldes mayores y correjidores legos (la mayor parte militares), y todos dedicados principalmente al cuidado y fomento de sus intereses por medio del comercio, y aplicados á recaudar fondos, cuya cobranza está á su cargo, para con ellos adelantar sus fortunas, en los actos de justicia no toman mas parte ó interes, por lo jeneral, que el lijero que ofrece suscribir las actuaciones que exijen su firma, pues todo trámite jeneralmente se ordena por direccion de letrado, á cuyo fin pasan las causas, pleitos y procesos á Manila para asesorarse, en razon de que en las provincias no hay letrados establecidos, escepto aquellas dos ó tres que se hallan inmediatas á Manila. ...
En la línea 80
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Desde el momento en que son nombrados alcaldes mayores ó correjidores, compran su barco para el comercio interior ó del cabotaje, y algunos aun para el esterior, que cargan con efectos de pronta salida en las provincias á que son destinados: se ocupan desde luego en facilitar su espendio y recojer los productos de los pueblos que mandan, para proporcionar ocupacion á su buque, y conducir á Manila cargamentos, y ésta, como se ha dicho, es su principal atencion y su primer cuidado. ...
En la línea 167
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Tal anomalía deja conocer claramente cuan fácil es que los correjidores y alcaldes mayores puedan defraudar al erario; cuidado que no se dice que se defrauda, sino que es fácil pueda suceder; y siendo muy sencilla la reforma en este punto, nada mas justo y conforme que hacerla, porque el objeto principal de la recaudacion debe ocupar el lugar mas seguro y claro de que sea susceptible, y que lo recaudado se ponga bajo la mejor custodia, quedando imposibilitados los recaudadores de poder ni aun intentar la mas pequeña ocultacion; porque es indudable que cuanto mas asegurada esté la recaudacion, y cuanto mayores sean los cuidados de su custodia, tanto mayores y mas satisfactorios serán los resultados que de uno y otro deriven. ...
En la línea 261
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Ultimamente, es de notar y saberse que en todas las oficinas hay un crecido y aun exorbitante número de escribientes indios que gozan dotacion desde cuatro pesos á doce cada mes; clase que yo juzgaria prudente suprimir, pues todo empleado debe saber que lo es para ocuparse de lo que se le confie y ponga á su cuidado, y escribir por sí y sin necesidad de sirvientes cuanto demande el negociado de su atribucion. ...
En la línea 886
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Mi primer cuidado fué buscar mulas que nos llevasen con el equipaje a Elvas, desde donde sólo hay tres leguas cortas hasta Badajoz. ...
En la línea 1412
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Nos apeamos, entrándonos por el bosque, guiando con cuidado a las caballerías por entre los árboles y matorrales. ...
En la línea 1983
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... (Nota de Borrow.) He referido con todo cuidado la anterior conversación, porque en el curso de este relato haré frecuente mención del suizo; sus aventuras subsiguientes fueron de lo más extraordinario, y la última de todas causó gran sensación en España. ...
En la línea 2103
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... No dejé, con todo, de sentir profunda sorpresa, pues como las dos veces que había cruzado por allí en barco de vapor, había visto el cuidado con que los capitanes se mantenían lejos de la costa, no pude adivinar la razón de aproximarnos tanto a una zona peligrosísima. ...
En la línea 211
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y el muchacho respondía: -No lo haré otra vez, señor mío; por la pasión de Dios, que no lo haré otra vez; y yo prometo de tener de aquí adelante más cuidado con el hato. ...
En la línea 324
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Ni aun fuera bien que vos le entendiérades -respondió el cura-, y aquí le perdonáramos al señor capitán que no le hubiera traído a España y hecho castellano; que le quitó mucho de su natural valor, y lo mesmo harán todos aquellos que los libros de verso quisieren volver en otra lengua: que, por mucho cuidado que pongan y habilidad que muestren, jamás llegarán al punto que ellos tienen en su primer nacimiento. ...
En la línea 548
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Ya te he dicho, Sancho, que no te dé eso cuidado alguno; que, cuando faltare ínsula, ahí está el reino de Dinamarca o el de Soliadisa, que te vendrán como anillo al dedo; y más, que, por ser en tierra firme, te debes más alegrar. ...
En la línea 670
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -En cuidado me lo tengo -dijo don Quijote-, y agradézcoos el gusto que me habéis dado con la narración de tan sabroso cuento. ...
En la línea 74
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Los patrones son muy poco atractivos, a menudo hasta muy groseros; sus casas y personas están casi siempre horriblemente sucias; en sus posadas no se encuentran cuchillos, tenedores ni cucharas; y estoy convencido de que sería difícil hallar en Inglaterra un cottage, por pobre que sea, tan desprovisto de las cosas más necesarias para la vida. En cierto lugar, en Campos-Novos, nos trataron magníficamente: nos dieron de comer arroz y aves de corral, bizcochos, vino y licores, café por la tarde, y en el almuerzo pescado y café. Todo ello, incluso un buen pienso para los caballos, no nos costó más que tres pesetas por cabeza. Sin embargo, cuando uno de nosotros preguntó al ventero si había visto un látigo que se le había extraviado, respondióle groseramente: «¿Cómo quiere usted que yo lo haya visto? ¿Por qué no ha tenido usted cuidado de él? Probablemente se lo habrán comido los perros». ...
En la línea 118
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Llenan esas celdas de arañas y orugas, a las cuales parecen saber picar admirablemente con el aguijón, de modo que las paralizan sin matarlas, y allí permanecen medio muertas hasta que se abran los huevos maduros las larvas se alimentan con esa horrible masa de víctimas impotentes, pero vivas aún; ¡tremendo espectáculo que un naturalista entusiasta7 llama, sin embargo, divertido y curioso! Un día observé con mucho interés un combate terrible entre un Pepsis y una gruesa araña del género Lycosa. La avispa arrojóse de repente sobre su presa y voló enseguida. Evidentemente quedó herida la araña, pues al tratar de huir rodó a lo largo de una cuestecilla del terreno; sin embargo, aún le quedó fuerza suficiente para arrastrarse hasta unas matas de hierbas, donde se ocultó. Volvió bien pronto la avispa y pareció sorprenderse al no hallar inmediatamente a su víctima. Comenzó entonces una cacería, tan regular como pudiera serlo la de un perro que persigue a una zorra; voló acá y allá, haciendo vibrar todo el tiempo sus alas y sus antenas. Muy luego fue descubierta la araña; y la avispa, temiendo evidentemente las mandíbulas de su adversaria, maniobró con cuidado para acercarse a ella, y acabó 7 En un manuscrito del British Museum, obra de Mr. Abbot, que ha hecho sus observaciones en Georgia. Véase la Memoria de Mr. A. White en los Annals of Nat. Hist., tomo VII, pág. 472. El teniente Hutton ha descrito un Sphex que vive en las Indias y que tiene las mismas costumbres (Journal of the Asiatic Society, tomo 1, pág. ...
En la línea 139
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Pasamos la primera noche en una casita de campo aislada. Noto allí bien pronto que poseo dos o tres objetos (y sobre todo una brújula de bolsillo) que producen el más extraordinario asombro. En todas las casas me piden que enseñe la brújula e indique en un mapa la dirección de diferentes ciudades. Produce la más intensa admiración el que yo, un extranjero, pueda indicar el camino (porque camino y dirección son dos voces sinónimas en este país llano), para dirigirse a tal o cual punto donde jamás estuve. En una casa, una mujer joven y enferma en cama, hace que me rueguen ir a enseñarla la famosa brújula. Si grande es su sorpresa, aún es mayor la mía al ver tanta ignorancia entre gentes dueñas de miles de cabezas de ganado y de estancias de grandísima extensión. Sólo puede explicarse esta ignorancia por la escasez de visitas de forasteros en este remoto rincón. Me preguntan si es la tierra o el sol quien se mueve, si en el norte hace más calor o más frío, dónde está España y otra multitud de cosas por el estilo. Casi todos los habitantes tienen una vaga idea de que Inglaterra, Londres y América del Norte son tres nombres diferentes de un mismo lugar; los más instruidos saben que Londres y la América del Norte son países separados, aunque muy cerca uno de otro, y que Inglaterra ¡es una gran ciudad que está en Londres! Llevaba conmigo algunas cerillas químicas, y las encendía con los dientes. No tenía límites el asombro, a la vista de un hombre que producía fuego con los dientes; así es que acostumbraba a reunirse toda la familia para presenciar ese espectáculo. Un día me ofrecieron un peso por una sola cerilla. En el pueblecillo de Las Minas me vieron jabonarme, lo cual dio margen a comentarios sin cuento; uno de los principales negociantes me interrogó con cuidado acerca de esta práctica tan singular; preguntóme también por qué a bordo llevábamos barba, pues había oído decir a nuestro guía que entonces gastábamos barba. ...
En la línea 146
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Después de haber sido testigo de la grosera riqueza indicada por un número tan grande de hombres, vacas y caballos, casi es un espectáculo el mirar la miserable casucha de don Juan. El piso se compone sencillamente de barro endurecido y las ventanas no tienen vidrieras; los muebles de la sala consisten en algunas sillas muy ordinarias, algunos taburetes y dos mesas, Aunque hay muchos forasteros, la comida sólo se compone de dos platos (inmensos en verdad), conteniendo el uno vaca asada, el otro vaca cocida y algunos trozos de calabaza; no se sirve ninguna otra hortaliza y ni siquiera un pedazo de pan. Una jarra grande de barro cocido, llena de agua, sirve de vaso a toda la compañía. Y, sin embargo, este hombre es dueño de varias millas cuadradas de terreno, cuya casi totalidad puede producir trigo y con un poco de cuidado todas las legumbres usuales. Se pasa la velada en fumar y se improvisa un pequeño concierto vocal con acompañamiento de guitarra. Las señoritas, sentadas todas juntas en un rincón de la sala, no comen con los hombres. ...
En la línea 1923
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Cada niña aristócrata no necesitaba más cuidado que prohibir a su novio formal —el futuro esposo —hacer el amor a la huérfana, a lo menos en presencia de su futura. ...
En la línea 2359
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Don Basilio y el Procurador alternaban en el cuidado de desplumarle; se relevaban; pero a veces le desplumaban a un tiempo. ...
En la línea 3297
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... A veces, mientras leía, notaba que alguien abría la puerta con gran cuidado, sin ruido, por no distraerla; levantaba los ojos; faltaba Fulanito: bueno. ...
En la línea 3561
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Las señoras dejaron a los criados el cuidado de la merienda y se fueron a lavar las manos, y arreglar traje y peinado. ...
En la línea 755
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Ascanio Sforza, el cardenal más amigo suyo, gustaba-especialmente de la caza, y como recibía al año rentas eclesiásticas por valor de un millón y medio de francos oro. ningún monarca de la Tierra poseía caballos, perros y halcones como los suyos, con todo el personal necesario para el cuidado de tantas y tan costosas bestias. ...
En la línea 827
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Este hombre de ardores impetuosos, a pesar de su vejez, satisfacía durante mucho tiempo los sentidos y las ilusiones de la bella Julia. Mostraba ésta menos cuidado que su sacro amante en ocultar el escándalo de tales amoríos. ...
En la línea 1288
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Hijo bastardo del marqués de Cocentaina, noble de Valencia, había venido a Roma en compañía de su hermano legítimo, Rodrigo de Corella, en busca de la protección de los Borgias. Desde el tiempo de Calixto III existía un amistoso comercio entre ambas familias. Alfonso el Magnánimo tenía de confidente íntimo a un Corella, éste, gran amigo de Alfonso de Borja, había cuidado de la educación del bastardo real don Ferrante, luego rey de Nápoles. ...
En la línea 1892
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —A Lucrecia ya le hicieron justicia. El protestante Gregorovius y otros historiadores han probado que esta dama, muerta a los treinta y nueve años, de mal parto, no fue nunca la mujer sensual ni la envenenadora Inventada por los enemigos de su familia, y que ciertos poetas de nuestra época ennegrecieron aún más, caprichosamente. Siendo princesa de Ferrara, ella, que en su juventud había figurado como la mujer más elegante de Europa, renunció a las vanidades mundanas se despojó de joyas y ornamentos, entregándose a la vida piadosa, fundando monasterios y hospitales sin abandonar por ello el cuidado de sus hijos ni los deberes representativos de una princesa reinante. Su muerte, ocurrida en mil quinientos decinueve, fue la de una buena madre, mostrándose serena, piadosa y cristiana hasta el último momento. Todavía en la antevíspera escribió doña Lucrecia de su propio puño al Pontífice León Décimo, con el que estaba en correspondencia frecuente. Por sus cartas sabemos que hacia diez años que llevaba bajo sus vestiduras majestuosas un áspero cilicio y dos años que se confesaba todos los días, comulgando semanalmente. ...
En la línea 368
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Todas las funciones de su vida estaban previstas y atendidas por la comisión encargada de su cuidado. Detrás de la eminencia en cuya cumbre había sido construido la Galería de la Industria se deslizaba un río que iba a desembocar cerca del puerto. En este río anchísimo, que para el gigante era un riachuelo, podía lavarse y satisfacer otras necesidades corporales. ...
En la línea 684
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Flimnap murmuró palabras vagas para excusar su ignorancia. Lamentaba no poder ayudar a su ilustre jefe en este trabajo de la memoria. Pero aunque su voz era reposada y su gesto tranquilo, la inquietud hizo correr por su cuerpo ondas nerviosas de diversas temperaturas. Sabía perfectamente a quien se asemejaba el gigantesco gentleman, pero tuvo buen cuidado de no revelarlo al Padre de los Maestros. ...
En la línea 813
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - ¡No, gentleman! -gritaba-. ¡Tenga cuidado! En este momento recuerdo que uno de nuestros viejos cronistas relata como una fiera de esta clase mató, hace quinientos años, al emperador Deffar Plune, valeroso cazador. ...
En la línea 1154
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Creo, doctor -dijo-, que mañana mismo se verá usted libre del cuidado que le da el Hombre-Montaña. Según parece, los altos señores del Consejo Ejecutivo piensan suprimirlo, para que no se burle más de nosotros. ...
En la línea 96
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La biografía mercantil de este hombre es tan curiosa como sencilla. Era muy joven cuando entró de hortera en casa de Arnaiz, y allí sirvió muchos años, siempre bien quisto del principal por su honradez acrisolada y el grandísimo interés con que miraba todo lo concerniente al establecimiento. Y a pesar de tales prendas, Estupiñá no era un buen dependiente. Al despachar, entretenía demasiado a los parroquianos, y si le mandaban con un recado o comisión a la Aduana, tardaba tanto en volver, que muchas veces creyó D. Bonifacio que le habían llevado preso. La singularidad de que teniendo Plácido estas mañas, no pudieran los dueños de la tienda prescindir de él, se explica por la ciega confianza que inspiraba, pues estando él al cuidado de la tienda y de la caja, ya podían Arnaiz y su familia echarse a dormir. Era su fidelidad tan grande como su humildad, pues ya le podían reñir y decirle cuantas perrerías quisieran, sin que se incomodase. Por esto sintió mucho Arnaiz que Estupiñá dejara la casa en 1837, cuando se le antojó establecerse con los dineros de una pequeña herencia. Su principal, que le conocía bien, hacía lúgubres profecías del porvenir comercial de Plácido, trabajando por su cuenta. ...
En la línea 119
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Juanito reconoció el número 11 en la puerta de una tienda de aves y huevos. Por allí se había de entrar sin duda, pisando plumas y aplastando cascarones. Preguntó a dos mujeres que pelaban gallinas y pollos, y le contestaron, señalando una mampara, que aquella era la entrada de la escalera del 11. Portal y tienda eran una misma cosa en aquel edificio característico del Madrid primitivo. Y entonces se explicó Juanito por qué llevaba muchos días Estupiñá, pegadas a las botas, plumas de diferentes aves. Las cogía al salir, como las había cogido él, por más cuidado que tuvo de evitar al paso los sitios en que había plumas y algo de sangre. Daba dolor ver las anatomías de aquellos pobres animales, que apenas desplumados eran suspendidos por la cabeza, conservando la cola como un sarcasmo de su mísero destino. A la izquierda de la entrada vio el Delfín cajones llenos de huevos, acopio de aquel comercio. La voracidad del hombre no tiene límites, y sacrifica a su apetito no sólo las presentes sino las futuras generaciones gallináceas. A la derecha, en la prolongación de aquella cuadra lóbrega, un sicario manchado de sangre daba garrote a las aves. Retorcía los pescuezos con esa presteza y donaire que da el hábito, y apenas soltaba una víctima y la entregaba agonizante a las desplumadoras, cogía otra para hacerle la misma caricia. Jaulones enormes había por todas partes, llenos de pollos y gallos, los cuales asomaban la cabeza roja por entre las cañas, sedientos y fatigados, para respirar un poco de aire, y aun allí los infelices presos se daban de picotazos por aquello de si tú sacaste más pico que yo… si ahora me toca a mí sacar todo el pescuezo. ...
En la línea 151
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... De pronto los cuentos de Estupiñá cesaron. A Barbarita todo se le volvía preguntar y más preguntar, y el dichoso hablador no sabía nada. Y cuidado que tenía mérito la discreción de aquel hombre, porque era el mayor de los sacrificios; para él equivalía a cortarse la lengua el tener que decir: «no sé nada, absolutamente nada». A veces parecía que sus insignificantes e inseguras revelaciones querían ocultar la verdad antes que esclarecerla. «Pues nada, señora; he visto a Juanito en un simón, solo, por la Puerta del Sol… digo… por la Plaza del Ángel… Iba con Villalonga… se reían mucho los dos… de algo que les hacía gracia… ». Y todas las denuncias eran como estas, bobadas, subterfugios, evasivas… Una de dos: o Estupiñá no sabía nada, o si sabía no quería decirlo por no disgustar a la señora. ...
En la línea 306
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —¡Qué poco amable es este señor!—dijo abrazándole—. Bueno, guarda el secretito, hombre, y dispensa. Ten cuidado no te roben esa preciosidad. Eso, eso es, o somos reservados o no. Yo me quedo lo mismo que estaba. No creas que tengo gran interés en saberlo. ¿Qué me meto yo en el bolsillo con saber un nombre más? ...
En la línea 482
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Cayó dormido cuando apuntaba el alba, y hacia el mediodía se levantó, destapó con el mayor cuidado a su dormido pupilo y con un bramante le tomó medidas. El rey despertó en el momento de terminar Miles su obra; quejóse de frío y le preguntó qué era lo que estaba haciendo. ...
En la línea 831
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... El jefe puso a 'Jack' al cuidado de Hugo, con algunas instrucciones y órdenes a John Canty para que se mantuviera alejado del niño y lo dejara en paz. ...
En la línea 845
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Puedes evitarte el cuidado. Yo se lo diré. ...
En la línea 960
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Volvió a su aposento, recogió aquí un andrajo, allá unas tenazas y allá otro harapo, y después regreso, y con el mayor cuidado se las arregló para atar los tobillos del rey sin despertarlo. Intento luego ligarle las muñecas e hizo varias tentativas para cruzarlas, pero el niño apartaba siempre una u otra en el momento en que se disponía a atarlas con la cuerda; al fin, cuando el arcángel estaba próximo a la desesperación, el rey cruzó las manos por sí mismo y un instante después estuvieron atadas. El ermitaño le pasó luego una venda bajo la barbilla y por encima de la cabeza, donde la ató fuerte y con tanta suavidad, tan despacio y haciendo los nudos tan diestramente y con tanta fuerza, que el niño siguió durmiendo tranquilamente durante toda la maniobra, sin dar señales de vida. ...
En la línea 1071
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Y cuentan que cuando Correíta se fue a su casa y se lo contó todo, como es natural, a su mujer, a Emilia, esta exclamó: «Pero ¡tú eres un majadero, Pepe! ¿Por qué no le dijiste que se casase con Encarna –Encarnación es una criada, ni joven ni guapa, que llevó Emilia como de dote a su matrimonio–, que le habría cuidado por los trece duros de viudedad tan bien como esa tía?» Y es fama que la Encarna añadió: «Tiene usted razón, señorita; también yo me hubiera casado con él y le habría cuidado lo que viviese, que no será mucho, por trece duros.» ...
En la línea 1071
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Y cuentan que cuando Correíta se fue a su casa y se lo contó todo, como es natural, a su mujer, a Emilia, esta exclamó: «Pero ¡tú eres un majadero, Pepe! ¿Por qué no le dijiste que se casase con Encarna –Encarnación es una criada, ni joven ni guapa, que llevó Emilia como de dote a su matrimonio–, que le habría cuidado por los trece duros de viudedad tan bien como esa tía?» Y es fama que la Encarna añadió: «Tiene usted razón, señorita; también yo me hubiera casado con él y le habría cuidado lo que viviese, que no será mucho, por trece duros.» ...
En la línea 581
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Apartó un poco las hojas y, conteniendo la respiración, miró hacia lo más sombrío del bosque. Dos soldados avanzaban con todo cuidado. ...
En la línea 593
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Está bien! Todos me siguen hacia el oeste. Marcharé entonces siempre hacia el sur, donde no encontraré enemigos. Pero tendré cuidado porque el sargento Willis viene pisándome los talones. ...
En la línea 639
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Apartó un poco las hojas y, conteniendo la respiración, miró hacia lo más sombrío del bosque. Dos soldados avanzaban con todo cuidado. ...
En la línea 651
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Está bien! Todos me siguen hacia el oeste. Marcharé entonces siempre hacia el sur, donde no encontraré enemigos. Pero tendré cuidado porque el sargento Willis viene pisándome los talones. ...
En la línea 1868
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... El primer cuidado del capitán Nemo fue el de reanimar al infortunado pescador. No sabía yo si lo lograría, aunque así lo esperaba porque su inmersión no había sido demasiado larga. Pero el coletazo del tiburón podía haberle herido de muerte. ...
En la línea 3419
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Abrí la puerta con cuidado, y, sin embargo, me pareció que al girar sobre sus goznes hacía un ruido terrible. Tal vez el ruido resonara únicamente en mi imaginación. Avancé lentamente por los corredores oscuros del Nautilus, deteniéndome a cada paso para contener los latidos de mi corazón. Llegué a la puerta angular del salón y la abrí con suma precaución. El salón estaba sumido en una profunda oscuridad. Los acordes del órgano resonaban débilmente. El capitán Nemo estaba allí. No podía verme. Creo incluso que aun en plena luz no me hubiese visto, absorto como estaba en su éxtasis. ...
En la línea 576
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — No, no te alteres. Deja a este muchacho a mi cuidado, déjamelo. ...
En la línea 780
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Perfectamente. Ten cuidado con lo que haces. Tengo mucha experiencia con respecto a los muchachos, y me consta que todos sois una colección de tunos. Pero no importa - añadió mordiéndose un lado de su enorme dedo índice en tanto que fruncía el ceño al mirarme -, ten cuidado con lo que haces. ...
En la línea 780
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Perfectamente. Ten cuidado con lo que haces. Tengo mucha experiencia con respecto a los muchachos, y me consta que todos sois una colección de tunos. Pero no importa - añadió mordiéndose un lado de su enorme dedo índice en tanto que fruncía el ceño al mirarme -, ten cuidado con lo que haces. ...
En la línea 947
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Estella apenas se fijó en nosotros, pero nos guió por el camino que yo conocía tan bien; yo la seguía inmediatamente, y Joe cerraba la marcha. Cuando miré a éste mientras íbamos por el corredor, vi que todavía pesaba su sombrero con el mayor cuidado y nos seguía a largos pasos, aunque andando de puntillas. Estella me dijo que debíamos entrar los dos, de modo que yo tomé a Joe por la manga de su chaqueta y lo llevé a presencia de la señorita Havisham. La dama estaba sentada a la mesa del tocador, e inmediatamente volvió los ojos hacia nosotros. ...
En la línea 808
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑En fin, mi respetable Luisa Ivanovna ‑continuó el oficial‑, he aquí mi última palabra en lo que a ti concierne. Como se produzca un nuevo escándalo en tu digna casa, te haré enchiquerar, como soléis decir los de tu noble clase. ¿Has entendido… ? ¿De modo que el escritor, el literato, aceptó cinco rublos por su faldón en tu digna casa? ¡Bien por los escritores! ‑dirigió a Raskolnikof una mirada despectiva‑. Hace dos días, un señor literato comió en una taberna y pretendió no pagar. Dijo al tabernero que le compensaría hablando de él en su próxima sátira. Y también hace poco, en un barco de recreo, otro escritor insultó groseramente a la respetable familia, madre a hija, de un consejero de Estado. Y a otro lo echaron a puntapiés de una pastelería. Así son todos esos escritores, esos estudiantes, esos charlatanes… En fin, Luisa Ivanovna, ya puedes marcharte. Pero ten cuidado, porque no te perderé de vista. ¿Entiendes? ...
En la línea 1664
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¡Por aquí! ¡Por aquí! Hay que llevar mucho cuidado cuando subamos la escalera. Hemos de procurar que su cabeza se mantenga siempre alta. Viren un poco… ¡Eso es… ! ¡Yo pagaré… ! No soy un ingrato… ...
En la línea 1948
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Sin embargo, dedicó un cuidado especial a su indumentaria. Examinó su traje. No tenía más que uno, pero se lo habría puesto aunque tuviera otros. Sí, se lo habría puesto expresamente. Sin embargo, exhibir cínicamente una descuidada suciedad habría sido un acto de mal gusto. No tenía derecho a mortificar con su aspecto a otras personas, y menos a unas personas que le necesitaban y le habían rogado que fuera a verlas. ...
En la línea 2414
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... «Pero llevad cuidado y no pretendáis jugar conmigo como el gato con el ratón. Esto no es noble, Porfirio Petrovitch, y yo no lo puedo permitir. Si seguís así, me levantaré y os arrojaré a la cara toda la verdad. Entonces veréis hasta qué punto os desprecio.» ...
En la línea 36
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Le contesté que yo era ruso; por tanto, un bárbaro y hereje y que me tenían sin cuidado todos los arzobispos, cardenales, monseñores, etcétera. En una palabra, me mostré intratable. ...
En la línea 141
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Sabe, por ejemplo, que yo la amo con locura, y me permite, incluso, hablarle de mi pasión, francamente, sin trabas. No podía demostrarme mejor su desdén con este permiso: “Ya ves, hago tan poco caso de tus sentimientos, que todo lo que puedas decirme o experimentar me tiene absolutamente sin cuidado.” ...
En la línea 929
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¡Vaya, no lloriquees! —Paulina no pensaba en lloriquear; por otra parte, no lloraba nunca—. Los polluelos encontrarán también sitio; el gallinero es grande. Además, ya tienen edad de ir a la escuela. Así, ¿no vienes ahora? ¡Ve con cuidado, Praskovia! Desearía serte útil, pero ya sé por qué no quieres venir. Lo sé todo, Praskovia. No debes esperar nada bueno de ese maldito francés. ...
En la línea 932
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Vamos, vamos, no te enfades. Ve con cuidado, ¿me comprendes? Eres una muchacha inteligente… Esto me mataría de pena. ¡Bueno, basta, ya hemos hablado bastante, no te retengo más! ¡Adiós! ...
En la línea 1044
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Sin mirar aquellos objetos que guardara por tantos años con tanto cuidado y riesgo, cogió harapos, palo y morral, y los arrojó al fuego. ...
En la línea 1213
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Acababan de dar las doce y media cuando el señor Magdalena salió de la sala del tribunal de Arras. Poco antes de las seis de la mañana llegó a M. y su primer cuidado fue echar al correo su carta al señor Laffitte, y después ir a ver a Fantina. ...
En la línea 71
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... A Buck lo habían colocado a propósito entre Dave y Sol-leks para que pudiese aprender de ellos. Si él era un buen alumno, competentes eran sus maestros, que nunca lo dejaban persistir en el error y reforzaban sus enseñanzas con sus afilados dïentes. Dave era justo y muy sagaz. Nunca mordía a Buck sin motivo y nunca dejaba de hacerlo cuando hacía falta. Como lo respaldaba el látigo de François, Buck encontró que le salía más barato enmendarse que rebelarse. En una ocasión, durante un breve alto, quedó enredado en las correas y demoró la salida; Dave y Sol-leks se abalanzaron sobre él y le administraron una buena paliza. La consecuencia fue un enredo todavía peor, pero a partir de aquel momento Buck tuvo buen cuidado de mantener las correas en orden; y antes de que se acabara el día tenía tan dominada la maniobra que sus mentores casi dejaron de vigilarle. El látigo de François restallaba con menos frecuencia, y Perrault le hizo a Buck el honor de levantarle las patas para examinárselas con cuidado. ...
En la línea 258
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Sabiendo que el tiempo que un hombre era capaz de aguantar aferrado a una roca resbaladiza en medio de una corriente impetuosa como aquélla era cuestión de minutos, los dos hombres fueron corriendo por la orilla hasta un lugar situado bastante más arriba de donde estaba Thornton. Ataron la cuerda con la que habían estado controlando la canoa al cuello y los hombros de Buck, con cuidado de no estrangularlo ni impedirle nadar, y lo arrimaron al agua. El se lanzó con audacia a la corriente, pero no en línea suficientemente recta. Descubrió el error demasiado tarde, cuando estuvo a la altura de Thornton y a apenas media docena de brazadas de distancia, y fue irremisiblemente arrastrado por la corriente. ...
En la línea 260
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Thornton volvió en sí boca abajo, mientras Hans y Pete lo hacían rodar enérgicamente hacia adelante y hacia atrás sobre un tronco traído por la corriente. Su primera mirada fue para Buck, sobre cuyo cuerpo laxo y aparentemente sin vida aullaba Nig, mientras Skeet le lamía la cara mojada y los ojos cerrados. Aunque magullado y maltrecho, examinó con cuidado el cuerpo de Buck una vez que este recobró el sentido y le encontró tres costillas rotas. ...
En la línea 243
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... «En cualquier accidente que te acaezca, no digas nunca: “He perdido tal o cual objeto”; di más bien: “Lo he devuelto”. ¿Acaba de morir tu hijo?: “Fue devuelto”. ¿Ha muerto tu mujer?: “Fue devuelta”. “Me han despojado de mi herencia”, dices. Pues bien; tu herencia también ha sido devuelta. “Pero el que me ha despojado es un mal hombre”. ¿Y qué te importan las manos por las cuales tu heredad vuelve a Aquél de quien tú la tenías y que la reclama? Mientras que te la confía, mírala como bien de otro y ten cuidado de ella como los viajeros tienen cuidado de la fonda en que se alojan» ...
En la línea 243
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... «En cualquier accidente que te acaezca, no digas nunca: “He perdido tal o cual objeto”; di más bien: “Lo he devuelto”. ¿Acaba de morir tu hijo?: “Fue devuelto”. ¿Ha muerto tu mujer?: “Fue devuelta”. “Me han despojado de mi herencia”, dices. Pues bien; tu herencia también ha sido devuelta. “Pero el que me ha despojado es un mal hombre”. ¿Y qué te importan las manos por las cuales tu heredad vuelve a Aquél de quien tú la tenías y que la reclama? Mientras que te la confía, mírala como bien de otro y ten cuidado de ella como los viajeros tienen cuidado de la fonda en que se alojan» ...
En la línea 18
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Que escribas… cuidado me llamo… todos los días, ¿eh? No bebas agua fría cuando estés sudando… Tu marido lleva dinero… pedid más si se acaba. ...
En la línea 34
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Pierda usted cuidado, señor Joaquín… , ¡no hay que afectarse, vamos!, cuenta con esa salud… Adiós, Mendoya, adiós, Santián… Gracias, gracias. Señor gobernador de la provincia, a mi vuelta, reclamo esas ofrecidas botellas de Pedro Jiménez… ¡No se haga usted el olvidadizo! Lucía, hay que subirse: el tren andará en seguida, y las señoras no pueden… ...
En la línea 53
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Levemente frunció el ceño el novio, que no en vano había corrido cuarenta y pico de años de la vida cercado de gentes de festivo humor y fácil trato y huyendo de las escenas de lagrimitas y de lástimas y disgustos que alteraban por extraño modo el equilibrio de sus nervios, desagradándole como desagrada a las gentes de mediano nivel intelectual el sublime horror de la tragedia. Al gesto con que manifestó su impaciencia, siguió un alzar de hombros que claramente quería decir: «Caiga el chubasco, que el aguase agota también, y tras de la lluvia viene el buen tiempo». Resuelto, pues, a aguardar que descargase la nube, dio comienzo a minucioso examen de sus enseres de camino, enterándose de si abrochaban bien las hebillas del correaje de la manta, y de si su bastón y paraguas iban en debida y conveniente forma liados con el quitasol de Lucía. Cerciorose asimismo de que una cartera de cuero de Rusia y plateados remates que pendiente de una correa llevaba terciada al costado, abría y cerraba fácilmente con la llavecica de acero, que volvió a guardar en el bolsillo del chaleco, con cuidado sumo. Después sacó de las hondas faltriqueras del sobretodo el Indicador de los Caminos de Hierro, y con el dedo índice, fue recorriendo las estaciones del itinerario de viaje. ...
En la línea 200
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Pierde cuidado -contestó Miranda riéndose-. Vuelvo en seguida. ...
En la línea 368
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... De ningún modo; o si pensaba en estas eventualidades, no lo dejaba cuando menos traslucir. Era siempre el hombre impasible, el miembro imperturbable del Reform Club, a quien ningún incidente o accidente podía sorprender. No parecía mucho más conmovido que el cronómetro de a bordo. Raras veces se le veía sobre el puente. Poco cuidado le daba observar aquel Mar Rojo, tan fecundo en recuerdos y teatro de las primeras escenas históricas de la humanidad. No acudía a reconocer las curiosas poblaciones diseminadas por sus orillas y cuyos pintorescos perfiles se destacaban de vez en cuando en el horizonte. Ni siquiera pensaba en los peligros de aquel golfo, de que siempre han hablado con espanto los antiguos historiadores Estrabón, Arriano, Artemidoro, Edris, en el cual no se aventuraban los navegantes antiguamente sin haber consagrado su viaje con sacrificios propiciatorios. ...
En la línea 615
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Esperaron hasta medianoche. La situación no cambió. Había fuera la misma vigilancia, y era evidente que no podía contarse con el sueño de los guardias. La embriaguez del 'hag' les había sido probablemente ahorrada. Era menester, pues, obrar de otro modo y penetrar por una abertura practicada en las murallas de la pagoda. Restaba la cuestión de saber si los sacerdotes vigilaban cerca de su víctima con tanto cuidado como los soldados en la puerta del templo. ...
En la línea 1189
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Cierto es que el buen muchacho había almorzado, por previsión, todo lo copiosamente que pudo, antes de salir del 'Carnatic', pero después de un día de paseo, se sintió muy hueco el estómago. Bien había observado que en la muestra de los carniceros faltaba el carnero, la cabra o el cerdo, y como sabía que es un sacrilegio matar bueyes, únicamente reservados a las necesidades de la agricultura, había deducido que la carne andaba escasa en el Japón. No se engañaba; pero, a falta de todo eso, su estómago se hubiera arreglado con jabalí, gamo, perdices o codornices, ave o pescado con que se alimentan exclusivamente los japoneses, juntamente con el producto de los arrozales. Pero debió hacer de tripas corazón, y dejar para el día siguiente el cuidado de proveer a su manutención. ...
En la línea 1200
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... El primer cuidado de Picaporte, así japonizado, fue el de entrar en una casa de té, de modesta apariencia, y allí almorzó un resto de ave y algunos puñados de arroz, cual hombre para quien la comida era todavía problemática. ...
Reglas relacionadas con los errores de c;s
Las Reglas Ortográficas de la S
Se escribe s al final de las palabras llanas.
Ejemplos: telas, andamos, penas
Excepciones: alférez, cáliz, lápiz
Se escriben con s los vocablos compuestos y derivados de otros que también se escriben con esta letra.
Ejemplos: pesar / pesado, sensible / insensibilidad
Se escribe con s las terminaciones -esa, -isa que signifiquen dignidades u oficios de mujeres.
Ejemplos: princesa, poetisa
Se escriben con s los adjetivos que terminan en -aso, -eso, -oso, -uso.
Ejemplos: escaso, travieso, perezoso, difuso
Se escribe con s las terminaciones -ísimo, -ísima.
Ejemplos: altísimo, grandísima
Se escribe con s la terminación -sión cuando corresponde a una palabra que lleva esa letra, o cuando otra palabra derivada lleva -sor, -sivo, -sible,-eso.
Ejemplos: compresor, compresión, expreso, expresivo, expresión.
Se escribe s en la terminación de algunos adjetivos gentilicios singulares.
Ejemplos: inglés, portugués, francés, danés, irlandés.
Se escriben s con las sílabas iniciales des-, dis-.
Ejemplos: desinterés, discriminación.
Se escribe s en las terminaciones -esto, -esta.
Ejemplos: detesto, orquesta.
Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras c;s

El Español es una gran familia

la Ortografía es divertida
Más información sobre la palabra Cuidado en internet
Cuidado en la RAE.
Cuidado en Word Reference.
Cuidado en la wikipedia.
Sinonimos de Cuidado.
Palabras parecidas a cuidado
La palabra domingo
La palabra levantarse
La palabra arca
La palabra sacando
La palabra arreglarse
La palabra ventanillo
La palabra primer
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