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La palabra primer
Cómo se escribe

la palabra primer

La palabra Primer ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
El cuervo de Leopoldo Alias Clarín
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
Memoria De Las Islas Filipinas. de Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El Señor de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
La llamada de la selva de Jack London
Amnesia de Amado Nervo
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece primer.

Estadisticas de la palabra primer

La palabra primer es una de las palabras más comunes del idioma Español, estando en la posición 159 según la RAE.

Primer es una palabra muy común y se encuentra en el Top 500 con una frecuencia media de 459.99 veces en cada obra en castellano

El puesto de esta palabra se basa en la frecuencia de aparición de la primer en 150 obras del castellano contandose 69918 apariciones en total.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Primer

Cómo se escribe primer o prrimerr?

Más información sobre la palabra Primer en internet

Primer en la RAE.
Primer en Word Reference.
Primer en la wikipedia.
Sinonimos de Primer.


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece primer

La palabra primer puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 983
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Después salía un lobo a morderla, con un hocico que recordaba vagamente al odiado Pimentó, y reñían los dos animales a dentelladas y salía su padre con un garrote, y ella lloraba como si le soltasen en las espaldas los garrotazos que recibía su pobre perro; y así seguía desbarrando su imaginación, pero viendo siempre en las atropelladas escenas de su ensueño al nieto del tío Tomba, con sus ojos azules y su cara de muchacho cubierta por un vello rubio, que era el primer asomo de la edad viril. ...

En la línea 1054
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Al amanecer le vio Roseta en el camino, casi oculto tras el tronco de una morera, mirándola con zozobra, como un niño que teme la reprimenda y está arrepentido, dispuesto a huir al primer gesto de desagrado. ...

En la línea 1077
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Era el primer amor, la expansión de la juventud apenas despierta, que se contenta con verse, con hablar y reír, sin sombra alguna de deseo. ...

En la línea 1115
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Causó estupefacción en el primer momento la presencia de Roseta: algo así como la entrada de un moro en la iglesia de Alboraya en plena misa mayor. ...

En la línea 109
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Montenegro recordaba la estupefacción de la gente un año antes, cuando un perro de los que guardaban por la noche las bodegas mordió a varios trabajadores. Dupont había acudido en su auxilio, temiendo que el mordisco les produjera la hidrofobia y, para evitarla, les hizo tragar en el primer momento, en forma de píldoras, una estampa de santo milagroso que guardaba su madre. Era tan estupendo aquello, que Fermín, después de haber presenciado el hecho, comenzaba a dudar, con el transcurso del tiempo, de que fuese cierto. Bien es verdad que después, el mismo don Pablo pagó con largueza el viaje a los enfermos para que fuesen curados por un médico célebre. Dupont explicaba su conducta cuando le hablaban de este suceso con una sencillez que daba espanto: «Primero, la Fe; después, la Ciencia, que algunas veces hace grandes cosas, pero es porque se lo permite Dios». ...

En la línea 152
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Montenegro, a pesar de su vida sedentaria de oficinista, sentía removerse en él atávicos entusiasmos a la vista de un corcel de precio; sentía la admiración del nómada africano ante el animal, eterno compañero de su vida. De la riqueza de su jefe don Pablo, sólo envidiaba la docena de caballos, los más caros y famosos de las ganaderías de Jerez, que tenía en sus cuadras. También aquel hombre obeso, que parecía no sentir otros entusiasmos que los que le inspiraban su religión y su bodega, olvidaba momentáneamente a Dios y al cognac al ver un caballo hermoso que no fuese suyo, y sonreía agradecido cuando le elogiaban como el primer jinete de la campiña jerezana. ...

En la línea 205
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Lo que más halagaba al señor Fermín en sus entusiasmos juveniles, era la categoría social de los jefes revolucionarios. Ninguno era jornalero, y esto lo apreciaba él como un mérito de las nuevas doctrinas. Los más ilustres defensores de «la idea» en Andalucía salían de las clases que él respetaba con atávica adhesión. Eran señoritos de Cádiz, acostumbrados a la vida fácil y placentera de un gran puerto; caballeros de Jerez, dueños de cortijos, hombres de pelo en pecho, grandes jinetes, expertos en las armas e incansables corredores de juergas: hasta curas entraban en el movimiento, afirmando que Jesús fue el primer republicano y que al morir en la cruz dijo algo así como «Libertad, Igualdad y Fraternidad». ...

En la línea 207
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... En esta aventura conoció a Salvatierra, sintiendo por él una admiración que nunca había de enfriarse. La fuga y una larga temporada pasada en Tánger fueron el único resultado de sus entusiasmos y cuando al fin pudo volver a la tierra, besó a Ferminillo, el primer hijo que la _pobre mártir_ le había dado a los pocos meses de su marcha a la serranía. ...

En la línea 243
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Sembrada esta primera semilla, vertido este primer chorro de agua del olvido, Cuervo dejaba a las visitas prodigar sus consuelos vulgares, y se metía por la casa adentro. ...

En la línea 28
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... De este hábito adquirido resulta, pues, que el susodicho primer lunes del mes de abril de 1625, los burgueses, al oír el barullo y no verni el banderín amarillo y rojo ni la librea del duque de Ri chelieu, se precipitaron hacia la hostería del Franc Meunier. ...

En la línea 54
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Más tarde, el señor de Tréville se batió contra otros en su primer viaje a Paris, cinco veces; tras la muerte del difunto rey hasta la mayoría del joven, sin contar las guerras y los asedios, siete veces; y desde esa mayoría hasta hoy, quizá cien. ...

En la línea 133
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¿Dónde está?-En la habitación de mi mujer, donde se le cura, en el primer piso. ...

En la línea 160
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Ya hemos dicho con qué rapidez percibía D'Artagnan una fisonomía; al primer vistazo compro bó que la mujer era joven y bella. ...

En la línea 80
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Desde el momento en que son nombrados alcaldes mayores ó correjidores, compran su barco para el comercio interior ó del cabotaje, y algunos aun para el esterior, que cargan con efectos de pronta salida en las provincias á que son destinados: se ocupan desde luego en facilitar su espendio y recojer los productos de los pueblos que mandan, para proporcionar ocupacion á su buque, y conducir á Manila cargamentos, y ésta, como se ha dicho, es su principal atencion y su primer cuidado. ...

En la línea 186
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Esto que parece una pequeñez, es el primer paso para establecer las economías que deben hacerse en aquel erario; economías que reclaman las circunstancias, y que de ellas resultará cortar antiguos abusos introducidos en esta parte. ...

En la línea 202
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... El tabaco de Filipinas por su calidad, y segun el gusto y opinion de los consumidores nacionales y estranjeros, ocupa el primer lugar, despues del de la Habana, entre todas las clases de tabacos que se cultivan en Asia y América, y el precio ventajoso que el tabaco de Manila conserva constantemente en los mercados de la India, China, Batavia, Islas Marianas, Cabo de Buena-Esperanza y otros puntos, sobre todos los de otras procedencias, justifica ese concepto, asi como los crecidos derechos con que las mas de esas aduanas lo han recargado. ...

En la línea 144
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... En el primer año se agotaron seis ediciones de a mil ejemplares en tres volúmenes, y una edición de diez mil ejemplares en dos tomos. ...

En la línea 391
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Menciono el detalle porque fué el primer caso de esa índole que observé en los portugueses desde el día de mi llegada. ...

En la línea 886
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Mi primer cuidado fué buscar mulas que nos llevasen con el equipaje a Elvas, desde donde sólo hay tres leguas cortas hasta Badajoz. ...

En la línea 1047
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... No es este el primer caso en que me ha tocado comprobar que la realidad sobrepuja a veces a la fantasía. ...

En la línea 10
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y mandamos al impresor que así imprimiere el dicho libro, no imprima el principio ni el primer pliego dél, ni entregue más de un solo libro con el original al autor, o persona a cuya costa lo imprimiere, ni otro alguno, para efeto de la dicha correción y tasa, hasta que antes y primero el dicho libro esté corregido y tasado por los del nuestro Consejo; y, estando hecho, y no de otra manera, pueda imprimir el dicho principio y primer pliego, y sucesivamente ponga esta nuestra cédula y la aprobación, tasa y erratas, so pena de caer e incurrir en las penas contenidas en las leyes y premáticas destos nuestros reinos. ...

En la línea 240
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... En esto, llegó a un camino que en cuatro se dividía, y luego se le vino a la imaginación las encrucejadas donde los caballeros andantes se ponían a pensar cuál camino de aquéllos tomarían, y, por imitarlos, estuvo un rato quedo; y, al cabo de haberlo muy bien pensado, soltó la rienda a Rocinante, dejando a la voluntad del rocín la suya, el cual siguió su primer intento, que fue el irse camino de su caballeriza. ...

En la línea 324
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Ni aun fuera bien que vos le entendiérades -respondió el cura-, y aquí le perdonáramos al señor capitán que no le hubiera traído a España y hecho castellano; que le quitó mucho de su natural valor, y lo mesmo harán todos aquellos que los libros de verso quisieren volver en otra lengua: que, por mucho cuidado que pongan y habilidad que muestren, jamás llegarán al punto que ellos tienen en su primer nacimiento. ...

En la línea 401
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... En lo del asno reparó un poco don Quijote, imaginando si se le acordaba si algún caballero andante había traído escudero caballero asnalmente, pero nunca le vino alguno a la memoria; mas, con todo esto, determinó que le llevase, con presupuesto de acomodarle de más honrada caballería en habiendo ocasión para ello, quitándole el caballo al primer descortés caballero que topase. ...

En la línea 57
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Después de haber permanecido inflado durante algún tiempo, el Diodon suele expeler el aire y el agua con mucha fuerza, por las branquias y por la boca. Puede desembarazarse a voluntad de una parte del agua que dejó entrar. Por tanto, parece probable que sólo absorbe en parte este líquido para regularizar su peso específico. El Diodon posee varios medios de defensa. Puede hacer una terrible mordedura y echar el agua por la boca hasta cierta distancia, a la vez que mete un ruido extraño agitando las mandíbulas. Además, el inflamiento de su cuerpo hace enderezar las papilas que cubren su piel y que entonces se transforman en aceradas puntas. Pero la circunstancia más curiosa consiste en que la piel de su vientre, cuando se le toca, segrega una materia fibrosa de un rojo carmín admirable, que mancha el papel y el marfil de un modo tan tenaz, que manchas obtenidas por mí de esa manera, están aún tan brillantes como el primer día. Ignoro en absoluto cuáles puedan ser la naturaleza y el uso de esta secreción. El doctor Allande Torres me ha afirmado haber visto a menudo un Diodon vivo, y con el cuerpo inflado, dentro del estómago de un tiburón; además, ha visto que este animal consigue abrirse paso al exterior, devorando, no sólo las paredes del estómago, sino también los costados del monstruo, a quien acaba así por matar. ¿Quién imaginaría que un pececillo, tan blando e insignificante, pudiera llegar a destruir al tiburón con ser tan grande y tan feroz? 18 de marzo.- Zarpamos de Bahía. Algunos días después, a corta distancia de las isletas Abrolhos, observé que el mar había adquirido un tinte pardo rojizo. Vista con lente de aumento, toda la superficie del agua parecía cubierta de briznas de heno picado y cuyas extremidades estuviesen deshilachadas. Son pequeñas confervas en paquetes cilíndricos que contienen unas cincuenta o sesenta de esas plantitas. Mr. Berkeley me advierte que pertenecen a la misma especie (Trichodesmium erythraeum) que las encontradas en una gran extensión del mar Rojo, y las cuales han dado este nombre a ese mar ...

En la línea 65
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Las indicaciones que acabo de dar, se prestan a hacer dos preguntas importantes: en primer lugar, ¿cómo es que los diferentes cuerpos que constituyen las zonas de bordes bien limitados permanecen reunidos? Cuando se trata de crustáceos análogos a los langostinos, no hay nada de extraordinario en ello; pues los movimientos de estos animales son tan regulares y simultáneos como los de un regimiento de soldados. Pero no puede atribuirse esta reunión a un acto voluntario por parte de los óvulos o de las confervas, y probablemente por parte de los infusorios. En segundo lugar, ¿cuál es la causa de la mucha longitud de las zonas? Estas zonas se asemejan tan por completo a lo que puede verse en cada torrente, donde el agua arrastra en largas tiras la espuma producida, que es preciso atribuir aquéllas a una acción análoga de las corrientes del aire o del mar: Si se admite este supuesto, también debe creerse que estos diferentes cuerpos organizados provienen de sitios donde se producen en gran número y que las corrientes aéreas o marítimas los arrastran a lo lejos. Sin embargo, confieso que es muy difícil creer que en un solo lugar, sea cual fuere, puedan producirse millones de millones de animalillos y de confervas. En efecto, ¿cómo habían de poder encontrarse estos gérmenes en esos lugares especiales? ¿No han sido dispersados los cuerpos productores por los vientos y por las olas en toda la inmensidad del océano? Sin embargo, preciso es confesar también que no hay otra hipótesis para explicar ese agrupamiento. Quizá convenga añadir que, según Scoresby, se encuentra 5 M. LESSON. (Voyage de la Coquille, tomo I, pág. 255) señala la existencia de agua roja a lo largo de Lima, color producido sin duda por la misma causa. El célebre naturalista Peron indica, en el Voyage aux terres australes, lo menos doce viajeros que han aludido a la coloración del mar (tomo II, pág. 239). A los viajeros indicados por Peron pueden añadirse: Humboldt, Pers. Narr., tomo VI, pág. 804; Flinder, Voyage, tomo 1, página 92. Labillardiere, tomo I, pág. 287; Ulloa, Viaje; Voyage de l Astrolabe et de la Coquille; Capitán King, Surrey of Australia, etc. ...

En la línea 72
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Las colinas boscosas se reflejan en el agua serena de un lago inmenso; ese espectáculo admirable nos ayuda a soportar los ardores de la temperatura. En Mandetiba hay una venta (venda, en portugués); quiero demostrar mi agradecimiento por la excelente comida que allí me dieron (comida que constituye una excepción ¡ay! harto rara), describiendo esa venta como el tipo de todas las hospederías del país. Estas casas, a menudo muy grandes, están construidas todas ellas de la misma manera: se clavan postes en el suelo, se entretejen con ellos ramas de árboles y luego se cubre todo con una capa de yeso. Es raro encontrar pisos entarimados, pero nunca hay vidrieras en las ventanas; la techumbre suele hallarse en buen estado. La fachada, que se deja abierta, forma una especie de atrio donde se colocan bancos y mesas. Todos los dormitorios comunican unos con otros, y el viajero duerme como puede sobre una tarima de madera cubierta con un mal jergón. La venta está siempre en medio de un gran corral o patio donde se atan los caballos. Nuestro primer cuidado al llegar consiste en desbridar y desensillar nuestros caballos y darles el pienso. Hecho esto nos acercamos al posadero, y saludándole profundamente le pedimos que tenga la bondad de darnos algo de comer. ...

En la línea 163
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... El orden de los roedores cuenta aquí con especies numerosas; me proporcioné ocho especies de ratones4. El roedor más grande que hay en el mundo, el Hidrochoerus capybara (cerdo de agua), es muy común en este país. En Montevideo maté uno que pesaba 98 libras; desde la punta del hocico hasta la cola medía tres pies y dos pulgadas de longitud; su circunferencia era de tres pies y ocho pulgadas. Estos grandes roedores frecuentan algunas veces las islas en la desembocadura del Plata, donde el agua es completamente salada; pero abundan mucho más en las márgenes de los ríos y de los lagos de agua dulce. Cerca de Maldonado suelen vivir tres o cuatro juntos. Durante el día están tendidos entre las plantas acuáticas o van tranquilamente a pacer la hierba de la llanura5. Vistos desde cierta distancia, su paso y su color les hace parecerse a los cerdos; pero cuando están sentados, vigilando con atención todo lo que pasa, vuelven a adquirir el aspecto de sus congéneres los cavias y los conejos. La gran longitud de su maxilar le da una apariencia cómica cuando se les ve de frente o de perfil. En Maldonado son casi mansos; andando con precaución, pude acercarme a una distancia de tres metros a cuatro de estos animales. Puede explicarse esta casi domesticidad por el hecho de que el jaguar ha desaparecido por completo de este país desde hace algunos años, y el gaucho no piensa que ese animal sea digno de ser cazado. Conforme iba acercándome a los cuatro individuos, de los cuales acabo de hablar, dejaban oír el ruido que les caracteriza, una especie de gruñido sordo y abrupto; no puede decirse que sea un sonido, sino más bien una expulsión brusca del aire que tienen en los pulmones; no conozco sino un solo ruido análogo a ese gruñido, y es el primer ladrido ronco de un perro grande. Después de habernos mirado mutuamente por espacio de algunos minutos, pues me examinaban ellos con tanta atención como podía yo examinarlos, tiráronse todos al agua con el mayor ímpetu, dejando oír su gruñido. Después de zambullirse durante algún tiempo volvieron a la superficie, pero sin sacar más que la parte superior de la cabeza. Cuando la hembra va a nado dícese que sus hijuelos se sientan en el lomo de la madre. Fácilmente se podría 4 En junio hallé 27 especies de ratones en la América del sur, donde aún se conocen 13 más, según las obras de Azara y de otros autores. Mister Waterhouse ha descrito y dado nombre, en las reuniones de la Sociedad Zoológica, a las especies que traje. Aprovecho esta ocasión para mostrar mi agradecimiento a Mr. Waterhouse y a los demás sabios miembros de esta Sociedad por la benévola ayuda que se han dignado concederme en todas ocasiones. ...

En la línea 464
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Representaba la pintura a San Pablo primer ermitaño; el pintor era un vetustense del siglo diez y siete, sólo conocido de los especialistas en antigüedades de Vetusta y su provincia. ...

En la línea 520
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Don Saturno estiró las cejas y dio señales de querer besar el suelo; después miró a Obdulia con mirada seria, penetrante, como con una sonda, como diciéndole: —Ya lo oyes; soy yo, el primer anticuario de Vetusta, según la opinión del mejor teólogo, quien se declara esclavo tuyo. ...

En la línea 1215
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Si algún pensamiento impuro manchara acaso su conciencia poco antes, la contemplación del reclamo, aquella obra maestra de la naturaleza, le devolvió toda la elevación de miras y grandeza de espíritu que convenía al primer ornitólogo y al cazador sin rival de Vetusta. ...

En la línea 1223
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Pero él ¡con qué deleite hubiera saboreado el primer silbido del tordo, el arrullo voluptuoso de las tórtolas, el monótono ritmo de la codorniz, el chas, chas cacofónico, dulce al cazador, de la perdiz huraña! No se recuerda quién, pero él piensa que Anita, se atrevió a manifestar el deseo de una separación en cuanto al tálamo —quo ad thorum —. ...

En la línea 270
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Al primer paso que dio en la calle, Juan se tambaleó, perdió la vista y vino a tierra. ...

En la línea 196
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... — Dejemos aparte a Calixto Tercero, el primer Papa Borgia, varón de puras costumbres, al que sólo se atreven a criticar algunos por haber abierto el camino de los altos honores eclesiásticos a su sobrino, el futuro Alejandro Sexto… Yo no digo que Rodrigo de Borja, su hijo César y otros parientes fuesen santos ni modelos de virtud. Eran hombres de su época y vivieron con arreglo al ambiente de entonces. Antes que ellos naciesen ya existía la corrupción italiana dentro de la cual se desenvolvieron. Lo que a mí me Indigna es que muchos de sus contemporáneos supriman con hipocresía, el ambiente general de la época, hablando de ciertos hechos de los Borgias (indudablemente censurables) como si fuesen casos aislados, y callándose lo que hacían al mismo tiempo centenares y centenares de personajes más corrompidos que aquéllos. Todos se acuerdan de César Borgia príncipe hispanoitaliano como de un monstruo único, y nadie alude a Segismundo Malatesta y demás condottieri, feroces como osos y sin el aliciente de la elegancia en los gestos que tenia el otro. A nuestro Alejandro Sexto, uno de los papas que mejor defendieron los intereses de la Iglesia, lo hacen aparecer como un gozador vulgar o como un personaje de melodrama, envenenando a las gentes por gusto. ...

En la línea 224
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Dentro de los salones del Casino se mostró nervioso y ruborizado, cual si estuviese cometiendo una mala acción. En vano le señaló su sobrino &u grupo de clérigos portugueses que venían de Roma o se encaminaban a ella. Casi todos los que iban en peregrinación a ver al Papa hacían alto unas horas para conocer este Casino de Montecarlo, famoso en el mundo entero, y arriesgar algunas monedas sobre las mesas verdes. Don Baltasar dudó en el primer momento de la autenticidad de sus compañeros portugueses. ...

En la línea 228
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Rosaura lo invitó por segunda vez a almorzar, mostrando repentino interés por su gran empresa en favor de los Borgias. Era, sin duda, una amabilidad de última hora, un deseo de serle agradable, ya que no lo iba a ver más. Y escuchó atenta la descripción que el canónigo fue haciendo de la ciudad de Játiva, donde los árabes españoles fabricaron el primer papel conocido en Europa. ...

En la línea 272
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Los primeros días del Pontificado de este español no fueron dichosos. Roma continuaba viviendo en la inseguridad de la guerra civil, con su vecindario dividido en bandos implacables. El 20 de abril se celebraba la coronación del primer Borgia. Por la mañana iba Calixto a la basílica de San Pedro, y un canónigo, para recordarle la fugacidad de las cosas terrenas, quemaba ante sus ojos un poco de estopa, diciendo: ...

En la línea 242
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Las tripulantes del lagarto aéreo tiraron ligeramente de este hilo metálico, y Gillespie, comprendiendo el aviso, dio el primer paso. Ningún obstáculo terrestre se oponía a su marcha. La pradera estaba ahora limpia de gente, lo mismo que los linderos del bosque. Todas las máquinas rodantes, así como las tropas de a pie y a caballo, habían abierto la marcha, empujando a la muchedumbre para que se apartase del camino. ...

En la línea 332
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Más de treinta cargadores sostenían el revolver extraído de un bolsillo de Gillespie. Se notó cierta emoción en la tribuna del gobierno. Los señores del Consejo Ejecutivo no pudieron contener su sorpresa en el primer instante. Luego consiguieron dominar sus nervios y quedaron impasibles, en una forzada indiferencia. ...

En la línea 339
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Estos personajes, en el primer instante, habían sentido indignación viendo entrar en el patio a la tal máquina. Consideraron esto como una torpeza del 'Comité de recibimiento del Hombre-Montaña', que casi equivalía a un delito contra la seguridad del Estado. Pero cuando pensaban ya en que castigo deberían imponer a Flimnap y sus compañeros, los párrafos obscuros y descorazonantes del profesor hicieron resurgir su optimismo y su bondad. ...

En la línea 386
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Usted sabe, gentleman, quien fue el primer Hombre-Montaña que visitó este país. Hasta creo que el tal gigante dejó escrito un relato de su viaje, y usted debe haberlo leído, indudablemente. Como ya le dije, otros gigantes vinieron detrás de él en diversas épocas; pero esto solo tiene una relación indirecta con los sucesos que quiero relatarle. Ya sabe usted también, aunque sea de un modo vago, como era la vida de mi país en aquella época remota. Nuestro pueblo estaba gobernado por los emperadores, que se creían el centro del mundo y de una materia divina distinta a la de los otros seres. La vida de la nación se concentraba en la persona del soberano. Los más altos personajes saltaban sobre la maroma y hacían otros ejercicios acrobáticos para divertir al monarca del Imperio, que entonces se llamaba Liliput. La gran ambición de todo liliputiense era conseguir algún hilo de color de los que regalaba el déspota para cruzárselo sobre el pecho a guisa de condecoración. En resumen: mi país vivía sometido a una autoridad paternal pero arbitraria, y los hombres llevaban una existencia monótona y somnolienta, al margen de todo progreso. De las mujeres de entonces no hablemos. Eran esclavas, con una servidumbre hipócrita disimulada por el cariño egoísta del esposo y la falsa dulzura del hogar. ...

En la línea 38
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Ocuparon más adelante el primer lugar en el tierno corazón de la hija de D. Bonifacio Arnaiz y en sus sueños inocentes, otras preciosidades que la mamá solía mostrarle de vez en cuando, previa amonestación de no tocarlos; objetos labrados en marfil y que debían de ser los juguetes con que los ángeles se divertían en el Cielo. Eran al modo de torres de muchos pisos, o barquitos con las velas desplegadas y muchos remos por una y otra banda; también estuchitos, cajas para guantes y joyas, botones y juegos lindísimos de ajedrez. Por el respeto con que su mamá los cogía y los guardaba, creía Barbarita que contenían algo así como el Viático para los enfermos, o lo que se da a las personas en la iglesia cuando comulgan. Muchas noches se acostaba con fiebre porque no le habían dejado satisfacer su anhelo de coger para sí aquellas monerías. Hubiérase contentado ella, en vista de prohibición tan absoluta, con aproximar la yema del dedo índice al pico de una de las torres; pero ni aun esto… Lo más que se le permitía era poner sobre el tablero de ajedrez que estaba en la vitrina de la ventana enrejada (entonces no había escaparates), todas las piezas de un juego, no de los más finos, a un lado las blancas, a otro las encarnadas. ...

En la línea 60
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Ni los años, ni las menudencias de la vida han debilitado nunca el profundísimo cariño de estos benditos cónyuges. Ya tenían canas las cabezas de uno y otro, y D. Baldomero decía a todo el que quisiera oírle que amaba a su mujer como el primer día. Juntos siempre en el paseo, juntos en el teatro, pues a ninguno de los dos le gusta la función si el otro no la ve también. En todas las fechas que recuerdan algo dichoso para la familia, se hacen recíprocamente sus regalitos, y para colmo de felicidad, ambos disfrutan de una salud espléndida. El deseo final del señor de Santa Cruz es que ambos se mueran juntos, el mismo día y a la misma hora, en el mismo lecho nupcial en que han dormido toda su vida. ...

En la línea 62
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... ¿Y Juanito? Pues Juanito fue esperado desde el primer año de aquel matrimonio sin par. Los felices esposos contaban con él este mes, el que viene y el otro, y estaban viéndole venir y deseándole como los judíos al Mesías. A veces se entristecían con la tardanza; pero la fe que tenían en él les reanimaba. Si tarde o temprano había de venir… era cuestión de paciencia. Y el muy pillo puso a prueba la de sus padres, porque se entretuvo diez años por allá, haciéndoles rabiar. No se dejaba ver de Barbarita más que en sueños, en diferentes aspectos infantiles, ya comiéndose los puños cerrados, la cara dentro de un gorro con muchos encajes, ya talludito, con su escopetilla al hombro y mucha picardía en los ojos. Por fin Dios le mandó en carne mortal, cuando los esposos empezaron a quejarse de la Providencia y a decir que les había engañado. Día de júbilo fue aquel de Septiembre de 1845 en que vino a ocupar su puesto en el más dichoso de los hogares Juanito Santa Cruz. Fue padrino del crío el gordo Arnaiz, quien dijo a Barbarita: «A mí no me la das tú. Aquí ha habido matute. Este ternero lo has traído de la Inclusa para engarnmos… ¡Ah!, estos proteccionistas no son más que contrabandistas disfrazados». ...

En la línea 79
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Aquella gran mujer, Isabel Cordero de Arnaiz, dotada de todas las agudezas del traficante y de todas las triquiñuelas económicas del ama de gobierno, fue agraciada además por el Cielo con una fecundidad prodigiosa. En 1845, cuando nació Juanito, ya había tenido ella cinco, y siguió pariendo con la puntualidad de los vegetales que dan fruto cada año. Sobre aquellos cinco hay que apuntar doce más en la cuenta; total, diez y siete partos, que recordaba asociándolos a fechas célebres del reinado de Isabel II. «Mi primer hijo—decía—nació cuando vino la tropa carlista hasta las tapias de Madrid. Mi Jacinta nació cuando se casó la Reina, con pocos días de diferencia. Mi Isabelita vino al mundo el día mismo en que el cura Merino le pegó la puñalada a Su Majestad, y tuve a Rupertito el día de San Juan del 58, el mismo día que se inauguró la traída de aguas». ...

En la línea 256
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Poco después de la una de la tarde, Tom se sometió resignado a la prueba de que le vistieran para comer. Hallóse cubierto de ropas tan finas como antes, pero todo distinto, todo cambiado, desde la golilla hasta las medias. Fue conducido con mucha pompa a un aposento espacioso y adornado, donde estaba ya la mesa puesta para una persona. El servicio era todo de oro macizo, embellecido con dibujos que lo hacían casi de valor incalculable, puesto que eran obra de Benvenuto. La estancia se hallaba medio llena de nobles servidores. Un capellán bendijo la mesa, y Tom se disponía a empezar, porque el hambre en él era orgánica, cuando fue interrumpido por milord el conde de Berkeley, el cual le prendió una servilleta al cuello, porque el elevado cargo de mastelero del Príncipe de Gales era hereditario en la familia de aquel noble. Presente estaba el copero de Tom, y se anticipó a todas sus tentativas de servirse vino. También se hallaba presente el catador de Su Alteza el Príncipe de Gales, listo para probar, en cuanto se le pidiera, cualquier platillo sospechoso, corriendo el riesgo de envenenarse. En aquella época no era ya sino un apéndice decorativo, y rara vez se veía llamado a ejercitar su función; pero tiempos hubo, no muchas generaciones atrás, en que el oficio de catador tenía sus peligros y no era un honor muy deseable. Parece raro que no utilizasen un perro o un villano, pero todas las cosas de la realeza son extrañas. Allí estaba milord D'Arcy, primer paje de cámara, para hacer sabe Dios qué; pero allí estaba y eso basta. El lord primer despensero se hallaba también presente y se mantenía detrás de la silla de Tom, vigilando la ceremonia, a las órdenes del lord gran mayordomo y el lord cocinero jefe, que estaban cerca. Además de éstos contaba Tom con trescientos ochenta y cuatro criadas; pero, por supuesto, no estaban todos ellos en el aposento, ni la cuarta parte, ni Tom tenía noticias de que existieran. ...

En la línea 256
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Poco después de la una de la tarde, Tom se sometió resignado a la prueba de que le vistieran para comer. Hallóse cubierto de ropas tan finas como antes, pero todo distinto, todo cambiado, desde la golilla hasta las medias. Fue conducido con mucha pompa a un aposento espacioso y adornado, donde estaba ya la mesa puesta para una persona. El servicio era todo de oro macizo, embellecido con dibujos que lo hacían casi de valor incalculable, puesto que eran obra de Benvenuto. La estancia se hallaba medio llena de nobles servidores. Un capellán bendijo la mesa, y Tom se disponía a empezar, porque el hambre en él era orgánica, cuando fue interrumpido por milord el conde de Berkeley, el cual le prendió una servilleta al cuello, porque el elevado cargo de mastelero del Príncipe de Gales era hereditario en la familia de aquel noble. Presente estaba el copero de Tom, y se anticipó a todas sus tentativas de servirse vino. También se hallaba presente el catador de Su Alteza el Príncipe de Gales, listo para probar, en cuanto se le pidiera, cualquier platillo sospechoso, corriendo el riesgo de envenenarse. En aquella época no era ya sino un apéndice decorativo, y rara vez se veía llamado a ejercitar su función; pero tiempos hubo, no muchas generaciones atrás, en que el oficio de catador tenía sus peligros y no era un honor muy deseable. Parece raro que no utilizasen un perro o un villano, pero todas las cosas de la realeza son extrañas. Allí estaba milord D'Arcy, primer paje de cámara, para hacer sabe Dios qué; pero allí estaba y eso basta. El lord primer despensero se hallaba también presente y se mantenía detrás de la silla de Tom, vigilando la ceremonia, a las órdenes del lord gran mayordomo y el lord cocinero jefe, que estaban cerca. Además de éstos contaba Tom con trescientos ochenta y cuatro criadas; pero, por supuesto, no estaban todos ellos en el aposento, ni la cuarta parte, ni Tom tenía noticias de que existieran. ...

En la línea 298
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... El pobre canciller no tardó en retirarse de esta peligrosa vecindad; ni perdió tiempo la comisión en dar el asenso real a la obra del esclavizado Parlamento, y designado el día siguiente para la decapitación del primer par de Inglaterra, el desafortunado duque de Norfolk.[5] ...

En la línea 560
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Un secretario dio cuenta de que en atención a que el difunto rey había dispuesto en su testamento que se otorgara el título de duque al conde de Hertford y se elevara a su hermano, sir Thomas Seymour, a la dignidad de par, y al hijo de Hertford a un condado, junto con parecidas mercedes a otros grandes servidores de la corona, el consejo había resuelto celebrar sesión el 16 de febrero para la entrega y confirmación de tales honores, y que entretanto, no habiendo designado el difunto rey por escrito sumas convenientes para el sostenimiento de tales dignidades, el Consejo, que conocía sus deseos particulares a este respecto, había creído conveniente otorgar a Seymour 'quinientas libras de tierra', al hijo de Hertford 'ochocientos libras de tierra', con más de 'trescientas libras de tierras del primer obispado que quedara vacante', si a ello accedía Su Majestad reinante. ...

En la línea 387
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Pues sí, yo creo –decía doña Ermelinda–, don Augusto, que esto es lo mejor, que usted se espere, pues ella no puede ya tardar en venir; la llamo, ustedes se ven y se conocen y este es el primer paso. Todas las relaciones de este género tienen que empezar por conocerse, ¿no es así? ...

En la línea 388
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –En efecto, señora –dijo, como quien habla desde otro mundo, Augusto–, el primer paso es verse y conocerse… ...

En la línea 840
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –No, no seas demasiado malicioso. Éramos y aún somos jóvenes para pervertirnos. Pero en lo que menos pensábamos era en constituir un hogar. Éramos dos mozuelos que vivían juntos haciendo eso que se llama vida marital. Pero pasó el año y al ver que no venía fruto empezamos a ponernos de morro, a mirarnos un poco de reojo, a incriminarnos mutuamente en silencio. Yo no me avenía a no ser padre. Era un hombre ya, tenía más de veintiún años y, francamente, eso de que yo fuese menos que otros, menos que cualquier bárbaro que a los nueve meses justos de haberse casado, o antes, tiene su primer hijo… a esto no me resignaba. ...

En la línea 1081
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Ella, doña Sinfo, tiene, además de los hijos del primer marido, una hija del segundo, del carabinero, y a poco de haberse casado le decía don Eloíno: « Ven, ven acá; ven, ven que te dé un beso, que ya soy tu padre, eres hija mía… » «Hija, no –decía la madre, ¡ahijada!» «¡Hijastra, señora, hijastra! Ven acá… os dejo bien… » Y es fama que la madre refunfuñaba: «¡Y el sinvergüenza no lo hacía más que para sobarla… ! ¡Habráse visto… !» Y luego vino, como es natural, la ruptura. «Esto fue un engaño, nada más que un engaño, don Eloíno, porque si me casé con usted fue porque me aseguraron que usted se moría y muy pronto, que si no… ¡pa chasco! Me han engañado, me han engañado.» ...

En la línea 302
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Aun cuando Sandokán esperaba esa pregunta, no pudo menos de estremecerse. Pero no perdió la serenidad. -Me veo en un apuro para decirlo, pues no lo sé -contestó-. Vi un grupo de hombres que caía durante la noche sobre mis barcos, subían al abordaje y mataban a mis marineros. ¿Quiénes eran? Repito que no lo sé, porque al primer encuentro caí en el mar cubierto de heridas. ...

En la línea 788
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Giro Batol —dijo al pisar el primer escalón de la tortuosa escalera que conducía a su vivienda-, anuncia a mis piratas que he regresado. Pero diles que me dejen tranquilo, porque tengo que tratar algunos asuntos que deben ser un secreto para todos y no quiero que me interrumpan. ...

En la línea 1451
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Prepararé una bonita sorpresa a los chaquetas rojas —dijo Sandokán-. Tú te pones cerca de la puerta y le partes el cráneo al primer soldado que pretenda entrar. ...

En la línea 1463
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Entre las ruinas apareció de improviso Sandokán, con la carabina empuñada y el kriss entre los dientes. Disparó sobre el primer soldado que vio delante, se arrojó con ímpetu terrible encima de los otros, derribó a dos, y huyó seguido de Yáñez. ...

En la línea 298
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Inmediatamente se procedió a cargar y a apuntar el cañón de proa. Efectuado el primer disparo, el obús pasó a algunos pies por encima del cetáceo, que se mantenía a media milla de distancia. -¡Otro con mejor puntería! gritó el comandante . ¡Quinientos dólares a quien sea capaz de atravesar a esa bestia infernal! ...

En la línea 316
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... La caída me sumergió a una profundidad de unos veinte pies. Sin pretender igualarme a Byron y a Edgar Poe, que son maestros de natación, creo poder decir que soy buen nadador. Por ello la zambullida no me hizo perder la cabeza, y dos vigorosos taconazos me devolvieron a la superficie del mar. Mi primer cuidado fue buscar con los ojos la fragata. ¿Se habría dado cuenta la tripulación de mi desaparición? ¿Habría virado de bordo el Abraham Lincoln? ¿Habría botado el comandante Farragut una embarcación en mi búsqueda? ¿Podía esperar mi salvación? ...

En la línea 647
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... La división de los zoófitos ofrecía muy curiosos especímenes de sus dos grupos de pólipos y de equinodermos. En el primer grupo, había tubíporas; gorgonias dispuestas en abanico; esponjas suaves de Siria; ¡sinos de las Molucas; pennátulas; una virgularia admirable de los mares de Noruega; ombelularias variadas; los alcionarios; toda una serie de esas madréporas que mi maestro Milne Edwards ha clasificado tan sagazmente en secciones y entre las que distinguí las adorables fiabelinas; las oculinas de la isla Borbón; el «carro de Neptuno» de las Antillas; soberbias variedades de corales; en fin, todas las especies de esos curiosos pólipos cuya asamblea forma islas enteras que un día serán continentes Entre los equinodermos, notables por su espinosa envoltu ra, las asterias, estrellas de mar, pantacrinas, comátulas, asterófonos, erizos, holoturias, etc., representaban la colección completa de los individuos de este grupo. ...

En la línea 714
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Al fondo había un cuario tabique estanco que separaba el dormitorio del cuarto de máquinas. Se abrió una puerta y me introduje allí, donde el capitán Nemo -un ingeniero de primer orden, con toda seguridad -había instalado sus aparatos de locomoción. El cuarto de máquinas, netamente iluminado, no rnedía menos de veinte metros de longitud. Estaba dividido en dos partes: la primera, reservada a los elementos que producían la electricidad, y la segunda, a los mecanismos que transmitían el movimiento a la hélice. ...

En la línea 447
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... No comprendió la imposibilidad de que yo contestase, apurado como estaba, en un lugar desconocido y con el estómago vacío. Sentía mucha hambre, pero antes de que pudiera tragar mi primer bocado me sometió a una suma precipitada que duró tanto como el desayuno. ...

En la línea 529
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Este muchacho llama mozos a las sotas - dijo Estella con desdén antes de terminar el primer juego . Y ¡qué manos tan ordinarias tiene! ¡Qué botas! ...

En la línea 530
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Hasta aquel momento, jamás se me ocurrió avergonzarme de mis manos, pero entonces empecé a considerarlas de un modo muy desfavorable. El desprecio que ella me manifestaba era tan fuerte que no pude menos de notarlo. Ganó el primer juego y yo di. Naturalmente, lo hice mal, sabiendo, como sabía, que esperaba cualquier torpeza por mi parte. Y, en efecto, inmediatamente me calificó de estúpido, de torpe y de destripaterrones. ...

En la línea 658
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... El cual fue memorable para mí, porque me hizo cambiar en gran manera. Pero siempre ocurre así en cualquier vida. Imaginémonos que de ella se segrega cualquier día, y piénsese en lo diferente que habría sido el curso de aquella existencia. Es conveniente que el lector haga una pausa al leer esto, y piense por un momento en la larga cadena de hierro o de oro, de espinas o de flores, que jamás le hubiera rodeado a no ser por el primer eslabón que se formó en un día memorable. ...

En la línea 122
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Huelga decir ‑continuó Marmeladof‑ que todo esto lo inventó mi mujer, pero no por ligereza, ni para darse importancia. Es que ella misma lo creía y se consolaba con sus propias invenciones, palabra de honor. Yo no se lo reprocho, no se lo puedo reprochar. Y cuando, hace seis días, le entregué íntegro mi primer sueldo, veintitrés rublos y cuarenta kopeks, me llamó cariñito. '¡Cariñito mío!', me dijo, y tuvimos un íntimo coloquio, ¿comprende? Y dígame, se lo ruego: ¿qué encanto puedo tener yo y qué papel puedo hacer como esposo? Sin embargo, ella me pellizcó la cara y me llamó cariñito. ...

En la línea 210
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Yo estaba desesperada, pero ¿qué podía hacer? Por otra parte, yo no sabía toda la verdad. El mal estaba en que Dunetchka, al entrar el año pasado en casa de los Svidrigailof como institutriz, había pedido por adelantado la importante cantidad de cien rublos, comprometiéndose a devolverlos con sus honorarios. Por lo tanto, no podía dejar la plaza hasta haber saldado la deuda. Dunia (ahora ya puedo explicártelo todo, mi querido Rodia) había pedido esta suma especialmente para poder enviarte los sesenta rublos que entonces necesitabas con tanta urgencia y que, efectivamente, te mandamos el año pasado. Entonces te engañamos diciéndote que el dinero lo tenía ahorrado Dunia. No era verdad; la verdad es la que te voy a contar ahora, en primer lugar porque nuestra suerte ha cambiado de pronto por la voluntad de Dios, y también porque así tendrás una prueba de lo mucho que te quiere tu hermana y de la grandeza de su corazón. ...

En la línea 254
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Es evidente que en este caso sólo se trata de Rodion Romanovitch Raskolnikof: él ocupa el primer plano. ¿Cómo proporcionarle la felicidad, permitirle continuar los estudios universitarios, asociarlo con un hombre bien situado, asegurar su porvenir? Andando el tiempo, tal vez llegue a ser un hombre rico, respetado, cubierto de honores, e incluso puede terminar su vida en plena celebridad… ¿Qué dice la madre? ¿Qué ha de decir? Se trata de Rodia, del incomparable Rodia, del primogénito. ¿Cómo no ha de sacrificar al hijo mayor la hija, aunque esta hija sea una Dunia? ¡Oh adorados e injustos seres! Aceptarían sin duda incluso la suerte de Sonetchka, Sonetchka Marmeladova, la eterna Sonetchka, que durará tanto como el mundo. Pero ¿habéis medido bien la magnitud del sacrificio? ¿Sabéis lo que significa? ¿No es demasiado duro para vosotras? ¿Es útil? ¿Es razonable? Has de saber, Dunetchka, que la suerte de Sonia no es más terrible que la vida al lado del señor Lujine. Mamá ha dicho que no es éste un matrimonio de amor. ¿Y qué ocurrirá si, además de no haber amor, tampoco hay estimación, pues, por el contrario, ya existe la antipatía, el horror, el desprecio? ¿Qué me dices a esto… ? Habrá que conservar la 'limpieza'. Sí, eso es. ¿Comprendéis lo que esta limpieza significa? ¿Sabéis que para Lujine esta limpieza no difiere en nada de la de Sonetchka? E incluso es peor, pues, bien mirado, en tu caso, Dunetchka, hay cierta esperanza de comodidades, de cosas superfluas, cierta compensación, en fin, mientras que en el caso de Sonetchka se trata simplemente de no morirse de hambre. Esta 'limpieza' cuesta cara, Dunetchka, muy cara. ¿Y qué sucederá si el sacrificio es superior a tus fuerzas, si te arrepientes de lo que has hecho? Entonces todo serán lágrimas derramadas en secreto, maldiciones y una amargura infinita, porque, en fin de cuentas, tú no eres una Marfa Petrovna. ¿Y qué será de mamá entonces? Ten presente que ya se siente inquieta y atormentada. ¿Qué será cuando vea las cosas con toda claridad? ¿Y yo? ¿Qué será de mí? Porque, en realidad, no habéis pensado en mí. ¿Por qué? Yo no quiero vuestro sacrificio, Dunetchka; no lo quiero, mamá. Esta boda no se llevará a cabo mientras yo viva. ¡No, no lo consentiré!» ...

En la línea 262
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Dirigió una rápida mirada en torno de él como si buscase algo. Experimentaba la necesidad de sentarse. Su vista erraba en busca de un banco. Estaba en aquel momento en el bulevar K***, y el banco se ofreció a sus ojos, a unos cien pasos de distancia. Aceleró el paso cuanto le fue posible, pero por el camino le ocurrió una pequeña aventura que absorbió su atención durante unos minutos. Estaba mirando el banco desde lejos, cuando advirtió que a unos veinte pasos delante de él había una mujer a la que empezó por no prestar más atención que a todas las demás cosas que había visto hasta aquel momento en su camino. ¡Cuántas veces entraba en su casa sin acordarse ni siquiera de las calles que había recorrido! Incluso se había acostumbrado a ir por la calle sin ver nada. Pero en aquella mujer había algo extraño que sorprendía desde el primer momento, y poco a poco se fue captando la atención de Raskolnikof. Al principio, esto ocurrió contra su voluntad e incluso le puso de mal humor, pero en seguida la impresión que le había dominado empezó a cobrar una fuerza creciente. De súbito le acometió el deseo de descubrir lo que hacia tan extraña a aquella mujer. ...

En la línea 33
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Vi cómo el introductor se deshacía en reverencias. Repetí entonces mi petición y él me reiteró —mucho más secamente esta vez—que debía aguardar. Pasado un momento, un recién llegado, austríaco al parecer, fue igualmente conducido, sin hacerlo esperar, al primer piso. Muy molesto me dirigí al cura y le declaré, perentoriamente, que puesto que Monseñor recibía, podía perfectamente ocuparse de mi asunto. El cura retrocedió, asombrado. ¿Cómo un insignificante ruso osaba ponerse al nivel de los visitantes de Monseñor? De la manera más insolente del mundo, como si estuviese muy satisfecho de poderme humillar, me miró de cabeza a pies y exclamó: —¿Cree usted, pues, que Monseñor va a dejar su café para recibirle? ...

En la línea 87
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Después de hablar así llamó a Nadina y fue a reunirse con los nuestros cerca del casino. En cuanto a mí, tomé el primer sendero, a la izquierda, y di rienda suelta a mi perplejidad. ...

En la línea 102
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Además, era preciso estudiar el mecanismo del juego, pues, a pesar de las innumerables descripciones de la ruleta que había leído con avidez, nada comprendía acerca de ello. En primer lugar, todo me pareció sucio y repugnante. No hablo de la expresión ávida e inquieta de aquellos rostros que, por docenas, por centenares, asedian el tapete verde. No veo absolutamente nada sucio en el deseo de ganar de prisa la mayor cantidad posible. Siempre me ha parecido absurda la idea de un moralista rentista que al argumento de que “se jugaba flojo” contestó: “Tanto peor, puesto que se obedece entonces un deseo mezquino y se gana menos. “ Como si la avidez no fuese siempre igual, cualquiera que sea el objeto. Todo es relativo en este mundo. ...

En la línea 210
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —La capacidad alemana de enriquecerse. Estoy aquí desde hace poco tiempo y, sin embargo, las observaciones que he tenido tiempo de hacer sublevan mi naturaleza tártara. ¡Vaya qué virtudes! Ayer recorrí unos diez kilómetros por las cercanías. Pues bien, es exactamente lo mismo que en los libros de moral, que en esos pequeños libros alemanes ilustrados; todas las casas tienen aquí su papá, su Vater, extraordinariamente virtuoso y honrado. De una honradez tal que uno no se atreve a dirigirse a ellos. Por la noche toda la familia lee obras instructivas. En torno de la casita se oye soplar el viento sobre los olmos y los castaños. El sol poniente dora el tejado donde se posa la cigüeña, espectáculo sumamente poético y conmovedor. Recuerdo que mi difunto padre nos leía por la noche, a mi madre y a mi, libros semejantes, también bajo los tilos de nuestro jardín… Puedo juzgar con conocimiento de causa. Pues bien, aquí cada familia se halla en la servidumbre, ciegamente sometida al Vater. Cuando el Vater ha reunido cierta suma, manifiesta la intención de transmitir a su hijo mayor su oficio o sus tierras. Con esa intención se le niega la dote a una hija que se condena al celibato. El hijo menor se ve obligado a buscar un empleo o a trabajar a destajo y sus ganancias van a engrosar el capital paterno. Sí, esto se practica aquí, estoy bien informado. Todo ello no tiene otro móvil que la honradez, una honradez llevada al último extremo, y el hijo menor se imagina que es por honradez por lo que se le explota. ¿No es esto un ideal, cuando la misma víctima se regocija de ser llevado al sacrificio? ¿Y después?, me preguntaréis. El hijo mayor no es más feliz. Tiene en alguna parte una Amalchen, la elegida de su corazón, pero no puede casarse con ella por hacerle falta una determinada suma de dinero. Ellos también esperan por no faltar a la virtud y van al sacrificio sonriendo. Las mejillas de Amalchen se ajan, la pobre muchacha se marchita. Finalmente, al cabo de veinte años, la fortuna se ha aumentado, los florines han sido honrada y virtuosamente adquiridos. Entonces el Vater bendice la unión de su hijo mayor de cuarenta años con Amalchen, joven muchacha de treinta y cinco años, con el pecho hundido y la nariz colorada… Con esta ocasión vierte lágrimas, predica la moral y exhala acaso el último suspiro. El hijo mayor se convierte a su vez en un virtuoso Vater y vuelta a empezar. Dentro de cincuenta o sesenta años el nieto del primer Vater realizará ya un gran capital y lo transmitirá a su hijo; éste al suyo y después de cinco o seis generaciones, aparece, en fin, el barón de Rothschild en persona, Hope y Compañía o sabe Dios quién… ¿No es ciertamente un espectáculo grandioso? He aquí el coronamiento de uno o dos siglos de trabajo, de perseverancia, de honradez, he aquí a dónde lleva la firmeza de carácter, la economía, la cigüeña sobre el tejado. ¿Qué más podéis pedir? Ya más alto que esto no hay nada, y esos ejemplos de virtud juzgan al mundo entero lanzando el anatema contra aquellos que no los siguen. Pues bien, prefiero más divertirme a la rusa o enriquecerme en la ruleta. No deseo ser Hope y Compañía… al cabo de cinco generaciones. ...

En la línea 509
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Como no tenía nombre de familia, no tenía familia; como no tenía nombre de bautismo, la Iglesia no existía para ella. Se llamó como quiso el primer transeúnte que la encontró con los pies descalzos en la calle. Recibió un nombre, lo mismo que recibía en su frente el agua de las nubes los días de lluvia. Así vino a la vida esta criatura humana. A los diez años Fantina abandonó la ciudad y se puso a servir donde los granjeros de los alrededores. A los quince años se fue a París a 'buscar fortuna'. Permaneció pura el mayor tiempo que pudo. Fantina era hermosa. Tenía un rostro deslumbrador, de delicado perfil, los ojos azul oscuro, el cutis blanco, las mejillas infantiles y frescas, el cuello esbelto. Era una bonita rubia con bellísimos dientes; tenía por dote el oro y las perlas; pero el oro estaba en su cabeza, y las perlas en su boca. ...

En la línea 566
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Pero una hora después, cuando estuvo ya sola en su cuarto, lloró. Era, ya lo hemos dicho, su primer amor. Se había entregado a Tholomyès como a un marido, y la pobre joven tenía una hija. ...

En la línea 571
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... En el primer cuarto de este siglo había en Montfermeil, cerca de París, una especie de taberna que ya no existe. Esta taberna, de propiedad de los esposos Thenardier, se hallaba situada en el callejón del Boulanger. Encima de la puerta se veía una tabla clavada descuidadamente en la pared, en la cual se hallaba pintado algo que en cierto modo se asemejaba a un hombre que llevase a cuestas a otro hombre con grandes charreteras de general; unas manchas rojas querían figurar la sangre; el resto del cuadro era todo humo, y representaba una batalla. Debajo del cuadro se leía esta inscripción: 'El Sargento de Waterloo'. ...

En la línea 665
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Continuó viviendo con la misma sencillez que el primer día. ...

En la línea 54
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... El primer día de Buck en la playa de Dyea fue una pesadilla. Todas y cada una de las horas estuvieron llenas de conmoción y sorpresas. Lo habían arrancado de golpe del centro de la civilización y lo habían arrojado bruscamente al corazón mismo de lo primitivo. Ya no era una vida regalada acariciada por el sol, sin otra cosa que hacer que dormitar y aburrirse. Aquí no había paz ni descanso ni un momento de seguridad. Todo era confusión y actividad, y no había un solo momento sin que la vida o algún miembro corrieran peligro. Era necesario estar siempre alerta porque aquellos perros y aquellos hombres no eran perros y hombres de ciudad. Eran todos salvajes que no conocían más ley que la del garrote y el colmillo. ...

En la línea 65
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Y no abrió los ojos hasta que lo desvelaron los ruidos del campamento, que despertaba. En un primer momento no supo dónde estaba. Había nevado durante la noche y estaba completamente sepultado. Los muros de nieve lo oprimían por todas partes, y un estremecimiento de temor le recorrió el cuerpo: el miedo del animal salvaje a la trampa. Era una evocación inconsciente del temor de sus antepasados, ya que siendo como era un perro civilizado, excesivamente civilizado, que no había conocido ninguna trampa, no podía sentirlo por sí mismo. Todos los músculos de su cuerpo se contraían instintivamente de forma espasmódica, se le erizó el pelo del pescuezo y del lomo, y con un gruñido feroz saltó en vertical hacia la cegadora luz del día provocando a su alrededor una nube de nieve refulgente. Antes de aterrizar sobre las patas vio el blanco campamento extendido ante él y, al tiempo que supo dónde estaba, recordó todo lo ocurrido desde el momento en que salió a dar un paseo con Manuel hasta la noche anterior, cuando había cavado el hoyo. ...

En la línea 76
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Aquel primer robo demostró que Buck podía sobrevivir en el hostil territorio del norte. Era la prueba de su capacidad de adaptación, de acomodación a las circunstancias cambiantes, cuya ausencia habría significado una muerte rápida y terrible. Indicó, además, el descenso, o mejor aún la quiebra, de sus principios morales, inútiles ahora y una rémora en la despiadada lucha por la existencia. El respeto por la propiedad privada y los sentimientos personales estaban muy bien en las regiones meridionales bajo el imperio de la ley del amor y la fraternidad, pero en el norte, donde prevalecía la ley del garrote y el colmillo, era un necio quien tuviera en cuenta tales cosas, y en la medida en que las acatase no lograría salir adelante. ...

En la línea 89
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Entre tanto, los asombrados perros del equipo, que habían salido a toda prisa de sus refugios, eran atacados por los feroces invasores. Jamás había vis to Buck unos perros como aquéllos. Daba la impresión de que los huesos iban a horadarles la piel. No eran más que simples esqueletos cubiertos de un pellejo embarrado, con los ojos en llamas y los colmillos chorreando baba. Pero la locura del hambre los convertía en seres aterradores, irresistibles. Al primer ataque, los perros del equipo fueron acorralados contra la pared de roca. Buck fue rodeado por tres atacantes, y en un instante tuvo la cabeza y los hombros contusionados y desgarrados. El estruendo era espantoso. Billie, como siempre, gemía. Dave y Sol-leks chorreaban sangre por mil heridas, pero luchaban valerosamente codo a codo. Joe soltaba dentelladas como un demonio. De pronto aferró entre los dientes la pata delantera de un invasor e hizo crujir el hueso al triturarlo. Pike, el ventajista, se abalanzó sobre el animal mutilado y de una dentellada le quebró el pescuezo. Buck aferró por la garganta a un enemigo que echaba espuma por la boca, y la sangre que brotó al hundirle los dientes en la yugular se le esparció por el hocico. El tibio sabor de la sangre en la boca aumentó su ferocidad. Se lanzó sobre otro y, al mismo tiempo, sintió que unos dientes se hundían en su propia garganta. Era Spitz, que lo atacaba a traición. ...

En la línea 252
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Recordé las horas pasadas en mi «primer viaje de bodas» por la bahía de ensueño; nuestras excursiones a la gruta azul, a Pompeya… a Pompeya sobre todo. Luisa me había echado a perder mis éxtasis en las calles solitarias de la ciudad única. Ni entendía nada de aquello ni podía sentir la imperiosa evocación del pasado. ...

En la línea 14
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Que la boda no era de gentes del gran mundo, conocíase a tiro de ballesta, a la primer ojeada. No hay duda que los desposados podían alternar con la más selecta sociedad, al menos por su aspecto exterior; pero la mayoría del acompañamiento, el coro, pertenecía a la clase media, en el límite en que casi se funde con la masa popular. Había grupos curiosos y dignos de examen, ofreciendo el andén de la estación de León golpe de vista muy interesante para un pintor de género y costumbres. ...

En la línea 15
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Ni más ni menos que en los países de abanico cuyas mitológicas pinturas representan nupcias, se notaba allí que el séquito de la novia lo componían hembras, y sólo individuos del sexo fuerte formaban el del novio. Advertíase asimismo gran diferencia entre la condición social de uno y otro cortejo. La escolta de la novia, mucho más numerosa, parecía poblado hormiguero: viejas y mozas llevaban el sacramental traje de negra lana, que viene a ser como uniforme de ceremonia para la mujer de clase inferior, no exenta, sin embargo, de ribetes señoriles: que el pueblo conserva aun el privilegio de vestirse de alegres colores en las circunstancias regocijadas y festivas. Entre aquellas hormigas humanas habíalas de pocos años y buen palmito, risueñas unas y alborotadas con la boda, otras quejumbrosicas y encendidos los ojos de llorar, con la despedida. Media docena de maduras dueñas las autorizaban, sacando de entre el velo del manto la nariz, y girando a todas partes sus pupilas llenas de experiencia y malicia. Todo el racimo de amigas se apiñaba en torno de la nueva esposa, manifestando la pueril y ávida curiosidad que despierta en las multitudes el espectáculo de las situaciones supremas de la existencia. Se estaban comiendo a miradas a la que mil veces vieran, a la que ya de memoria sabían: a la novia, que con el traje de camino se les figuraba otra mujer, diversísima de la conocida hasta entonces. Contaría la heroína de la fiesta unos diez y ocho años: aparentaba menos, atendiendo al mohín infantil de su boca y al redondo contorno de sus mejillas, y más, consideradas las ya florecientes curvas de su talle, y la plenitud de robustez y vida de toda su persona. Nada de hombros altos y estrechos, nada de inverosímiles caderas como las que se ven en los grabados de figurines, que traen a la memoria la muñeca rellena de serrín y paja; sino una mujer conforme, no al tipo convencional de la moda de una época, pero al tipo eterno de la forma femenina, tal cual la quisieron natura y arte. Acaso esta superioridad física perjudicaba un tanto al efecto del caprichoso atavío de viaje de la niña: tal vez se requería un cuerpo más plano, líneas más duras en los brazos y cuello, para llevar con el conveniente desenfado el traje semimasculino, de paño marrón, y la toca de paja burda, en cuyo casco se posaba, abiertas las alas, sobre un nido de plumas, tornasolado colibrí. Notábase bien que eran nuevas para la novia tales extrañezas de ropaje, y que la ceñida y plegada falda, el casaquín que modelaba exactamente su busto le estorbaban, como suele estorbar a las doncellas en el primer baile la desnudez del escote: que hay en toda moda peregrina algo de impúdico para la mujer de modestas costumbres. Además, el molde era estrecho para encerrar la bella estatua, que amenazaba romperlo a cada instante, no precisamente con el volumen, sino más bien con la libertad y soltura de sus juveniles movimientos. No se desmentía en tan lucido ejemplar la raza del recio y fornido anciano, del padre que allí se estaba derecho, sin apartar de su hija los ojos. El viejo, alto, recto y firme, como un poste del telégrafo, y un jesuita bajo y de edad mediana, eran los únicos varones que descollaban entre el consabido hormiguero femenil. ...

En la línea 50
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Mientras el acompañamiento desfilaba, con lentitud de duelo, por las calles mal empedradas de León, el tren corría, corría, dejando atrás las interminables alamedas de chopos que parecen un pentagrama donde fuesen las notas verde claro, sobre el crudo tono rojizo de las llanadas. Hecha Lucía un ovillo en la esquina del departamento, sollozaba sin amargura, con algún hipo, con vehemente llanto de niña inconsolable. Bien comprendía el novio que le tocaba decir algo, mostrarse afectuoso, compartir aquel primer dolor, ponerle término; mas hay en la vida situaciones especiales, casos en que no tropieza ni se embaraza la gente sencilla, y en que acaso el hombre de mundo y experiencia se convierte en doctrino. Preferible es en ocasiones un adarme de corazón a una arroba de habilidad; donde fracasan las huecas fórmulas, vence el sentimiento, con su espontánea elocuencia. A fuerza de quebrarse los cascos ideando manera de anudar el diálogo con su esposa, ocurriole al novio aprovechar una circunstancia insignificante. ...

En la línea 305
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Pues en ese caso, diré a usted lo que opino. Indudablemente, su marido de usted, detenido por una circunstancia cualquiera, que no hace al caso, se quedó en Venta de Baños anoche. Por medida de precaución, le haremos, si usted quiere, un telegrama desde Hendaya; pero lo que yo supongo es que tomará el primer tren que vea salir para Francia, corriendo en busca de usted. Si retrocedemos, se expone usted a cruzarse con él en el camino, y a perder tiempo, y a molestarse más. Si se queda usted en la primera estación que encontremos, para esperarle allí… ...

En la línea 619
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Pero no bastaba haber llegado al pie de las murallas, sino que era preciso practicar un boquete, y para esta operación Phileas Fogg y sus compañeros no tenían otra cosa más que navajas. Por fortuna las paredes del templo se componían de una mezcla de ladrillos y madera que no era difícil perforar. Una vez quitado el primer ladrillo, los otros seguirían con facilidad. ...

En la línea 789
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Mistress Aouida confirmó la noticia que el guía indio había hecho de su interesante historia. Pertenecía ella, en efecto, a esa raza que ocupa el primer lugar entre los indígenas. Varios negociantes parsis han hecho grandes fortunas en las Indias en el comercio de algodones. Uno de ellos, sir James Jejeebloy, ha sido ennoblecido por el gobierno inglés, y Aouida era pariente de ese rico personaje que habitaba en Bombay. Contaba ella con encontrar en Hong Kong al honorable Jejeeh, primo de sir Jejeebloy. ¿Hallaría allí refugio y protección? No podría asegurarlo, y a eso respondía mister Fogg que no se inquietara porque todo se arreglaría matemáticamente. Estas fueron sus palabras. ...

En la línea 794
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... El desarrollo panorámico de las islas era soberbio. Inmensos bosques de palmeras asiáticas, arecas, bambúes, moscadas, tecks, mimosas gigantescas, helechos arborescentes cubrían el primer plano del país, perfilándose atrás los elegantes contornos de las montañas. Sobre la costa pululaban a millares esas preciosas salanganas, cuyos nidos comestibles son un manjar muy apetitoso en el Celeste Imperio. Pero todo este espectáculo variado, ofrecido a las miradas por el grupo de las Andaman, paso pronto, y el 'Rangoon' se dirigió con rapidez hacia el estrecho de Malaca, que debía darle acceso a los mares de la China. ...

En la línea 1079
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Llegó la noche. La luna entraba en su primer cuarto, y su insuficiente luz debía extinguirse pronto entre las brumas del horizonte. Las nubes que venían del Este iban invadiendo ya una parte del cielo. ...


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