Cual es errónea Creo o Sreo?
La palabra correcta es Creo. Sin Embargo Sreo se trata de un error ortográfico.
El Error ortográfico detectado en el termino sreo es que hay un Intercambio de las letras c;s con respecto la palabra correcta la palabra creo
Errores Ortográficos típicos con la palabra Creo
Cómo se escribe creo o crreo?
Cómo se escribe creo o sreo?
Algunas Frases de libros en las que aparece creo
La palabra creo puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 682
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Te quiero, y creo que te quise siempre, desde que éramos pequeños y venías tú a Marchamalo de la mano de tu padre, hecho un gañancito con tu ordinariez de la sierra, que nos hacía reír a los señoritos y a nosotros. Te quiero porque estás solo en el mundo, Rafaé, sin pare y sin familia: porque necesitas un arma buena que esté contigo, y esa soy yo. ...
En la línea 685
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Y te quiero también--continuó María de la Luz con cierta gravedad--porque soy digna de ti: porque me creo buena y estoy segura de que al ser tu mujer no he de darte la menor pesadumbre. Tú no me conoces aún, Rafaé. Si un día creyese que podía causarte pena, que no me merecía un hombre como tú, te gorvería la espalda y me ajogaría de tristeza al verme sin ti: pero aunque te pusieras de rodillas fingiría haberme olvidado de tu cariño. Ya ves, pues, si te quiero... ...
En la línea 729
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Dupont era veleidoso y tornadizo como un amante en sus apasionamientos por las gentes de la Iglesia. Una temporada adoraba a los Padres de la Compañía y no encontraba misa buena ni sermón aceptable, si no era en su iglesia: pero de pronto se cansaba de la sotana, le seducía el hábito con capucha, según sus colores, y abría su caja y las puertas de su hotel a los Carmelitas, a los Franciscanos o a los Dominicos establecidos en Jerez. Siempre que iba a la viña se presentaba con un sacerdote de distinta clase, adivinando por esto el capataz cuáles eran sus favoritos del momento. Unas veces eran frailes con vestimenta blanca y negra, otras pardos o de color de castaña: hasta los había llevado de luengas barbas, que venían de lejanos países y apenas si chapurreaban el español. Y el señor, con sus entusiasmos de enamorado, ganoso de propalar los méritos de su pasión, le decía al capataz en amistosa confidencia: --Es un héroe de la fe: viene de convertir infieles y hasta creo que ha obrado milagros. Si no fuera por herir su modestia, le diría que se arremangase el hábito, para que te pasmases viendo las cicatrices de sus martirios... ...
En la línea 926
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Se han juntado dos locos--continuó Fermín.--Cualquier día se pelearán, saliendo de una de sus juergas echando sangre; pero, mientras tanto, se creen felices y exhiben su dicha con una desvergüenza admirable. Yo creo que lo que más les divierte es la indignación de don Pablo y su familia. ...
En la línea 660
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¿No veis que estamos frente al palacio D'Aiguillon, que está lleno de criaturas del cardenal? ¿Quién me dice que no es Su Eminencia quien os ha encar gado procurarle mi cabeza? Pero yo aprecio mucho mi cabeza, dado que creo que va bastante correctamente sobre mis hombros. ...
En la línea 726
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¡Ah, ahí está uno según creo!En efecto, por la esquina de la calle de Vaugirard comenzaba a apa recer el gigantesco Porthos. ...
En la línea 895
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... La excursión iba a tener lugar en Saint-Germain, según creo, y se habían citado en los Carmelitas Descalzos, cuando fue perturbada por el señor de Jussac y los señ ores Cahusac, Biscarat y otros dos guardias que ciertamente no venían allí en tan numerosa compañía sin mala intención contra los edictos. ...
En la línea 1044
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -En efecto, Sire, comprendo vuestra desesperación, y la desgra cia es grande; pero según creo os queda todavía un buen número de halcones, gavilanes y terzuelos. ...
En la línea 57
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Por último, un señor oidor turna anualmente en el cargo de juez de hermandades y cofradías; otro es asesor de cruzada, jeneralmente lo es el decano, quien con el comisario y fiscal de lo civil, componen el tribunal de la bula, y creo gozan alguna gratificacion aunque pequeña. ...
En la línea 242
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... No he visto ni tengo noticia exacta de las bases que se fijarian al formarse ese espediente de aumento de empleados y creacion de esa subalterna, que al fin se aprobó; mas dudo que reporte ventajas de consideracion á la renta, y creo que mas que de utilidad sea de gravámen; asi lo persuade el saber que el administrador jeneral D. ...
En la línea 276
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... No es de menor utilidad la estincion de las falúas llamadas del ministerio, y que anualmente gastan de tres á cuatro mil duros, sin que dejen provecho alguno, ni reporte el erario utilidad de ninguna especie de su servicio: mas creo que este punto ya se resolvió en 1839; pero no teniendo noticia cierta de que asi sea, por si no se hubiese aplicado el oportuno remedio, se hace mencion de este gasto inútil, supérfluo, y cuanto de el se quiera decir. ...
En la línea 579
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Hago notar que durante mi estancia en Evora repetí a diario esta visita, deteniéndome en ella el mismo tiempo; gracias a este plan, creo que hablé, por lo menos, con unos doscientos portugueses acerca de asuntos tocantes a su salvación eterna. ...
En la línea 616
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... La creencia en la brujería está muy extendida entre los campesinos del Alemtejo, y creo que entre todos los de Portugal. ...
En la línea 781
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Con perdón de usted, joven, creo que el Señor no permitirá que triunfe tan fácilmente el poder de las tinieblas. ...
En la línea 920
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Es un hecho conocido de mucha gente, y comprobado con frecuencia, según creo, que ningún perro o animal mayor y fiero, de cualquier especie que sea, con excepción del toro, que cierra los ojos y embiste a ciegas, se atreve a atacar a un hombre que le haga cara con firme y sereno continente. ...
En la línea 248
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Señor caballero -replicó el mercader-, suplico a vuestra merced, en nombre de todos estos príncipes que aquí estamos, que, porque no encarguemos nuestras conciencias confesando una cosa por nosotros jamás vista ni oída, y más siendo tan en perjuicio de las emperatrices y reinas del Alcarria y Estremadura, que vuestra merced sea servido de mostrarnos algún retrato de esa señora, aunque sea tamaño como un grano de trigo; que por el hilo se sacará el ovillo, y quedaremos con esto satisfechos y seguros, y vuestra merced quedará contento y pagado; y aun creo que estamos ya tan de su parte que, aunque su retrato nos muestre que es tuerta de un ojo y que del otro le mana bermellón y piedra azufre, con todo eso, por complacer a vuestra merced, diremos en su favor todo lo que quisiere. ...
En la línea 302
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Este que viene -dijo el barbero- es Amadís de Grecia; y aun todos los deste lado, a lo que creo, son del mesmo linaje de Amadís. ...
En la línea 429
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -A la mano de Dios -dijo Sancho-; yo lo creo todo así como vuestra merced lo dice; pero enderécese un poco, que parece que va de medio lado, y debe de ser del molimiento de la caída. ...
En la línea 646
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... No parece sino que ahora la veo, con aquella cara que del un cabo tenía el sol y del otro la luna; y, sobre todo, hacendosa y amiga de los pobres, por lo que creo que debe de estar su ánima a la hora de ahora gozando de Dios en el otro mundo. ...
En la línea 82
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Durante mi residencia en esta posesión estuve a punto de presenciar uno de esos actos atroces que sólo pueden ocurrir en un país donde reina la esclavitud. A consecuencia de una querella y de un proceso, el propietario estuvo a punto de separar a los esclavos varones de sus mujeres y de sus hijos para ir a venderlos en pública subasta en Río. El interés, y no un sentimiento compasivo, fue quien impidió que se perpetrase este acto infame. Hasta creo que el propietario nunca pensó que pudiera ser una inhumanidad eso de separar así a treinta familias que vivían juntas desde muchos años; y, sin embargo, afirmo que su humanidad y su bondad le hacían superior a muchos hombres. Pero, en mi sentir, puede añadirse que no tiene límites la ceguera producida por el interés y el egoísmo. Voy a referir una insignificante anécdota que me impresionó más que ninguno de los rasgos de crueldad que he oído contar. Atravesaba yo una balsa con un negro más que estúpido. Para conseguir hacerme comprender, hablaba alto y le hacía señas; al hacerlas, una de mis manos pasó junto a su cara. ...
En la línea 166
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... El tucutuco (Ctenomys brasiliensis) es un curioso animalito que puede describirse en pocas palabras: un roedor que tiene las costumbres del topo. Muy numeroso en algunas partes del país, no por eso deja de ser difícil adquirirlo; pues nunca sale, según creo, de debajo del suelo. Deja en el extremo exterior de su agujero un montoncito de tierra, lo mismo que hace el topo; sólo que ese montón es más pequeño. ...
En la línea 173
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Proteus, un reptil que vive en oscuras cavernas llenas de agua; en estos dos últimos animales, el ojo esta casi en estado rudimentario y cubierto por una membrana aponeurósica y por piel. En el topo común, el ojo es extraordinariamente pequeño, pero perfecto; muchos anatómicos, sin embargo, dudan de que esté unido al verdadero nervio óptico; ciertamente la visión del topo debe de ser imperfecta, aunque probablemente le sea útil cuando sale de su agujero. En el tucutuco (que, según creo, nunca sale a la superficie) el ojo es bastante grande, pero casi nunca sirve para nada, puesto que puede alterarse sin que esto parezca causar el menor perjuicio al animal; sin duda ninguna, Lamarck hubiera sostenido que el tucutuco está pasando hoy al estado del aspalax y del proteo. ...
En la línea 267
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Los restos fósiles de Punta Alta estaban sepultos en un pedregal estratificado y en un barrizal rojizo, parecidísimo a los sedimentos que el mar podría formar actualmente en una costa poco profunda. Junto a esos fósiles encontré veintitrés especies de conchas, de ellas trece recientes y otras cuatro muy próximas a las formas recientes; es bastante difícil decir si las otras pertenecen a especies extintas o simplemente desconocidas, porque se han hecho pocas colecciones de conchas en estos parajes. Pero, como las especies recientes sepultas están en número casi proporcional a las que hoy viven en la bahía, creo que es imposible dudar de que este sedimento no pertenezca a un período terciario muy reciente. Las osamentas del Scelidotherium, incluyendo hasta la choquezuela de la rodilla, estaban enterradas en sus posiciones relativas; el caparazón óseo del gran animal, parecido al armadillo, estaba en perfecto estado de conservación, así como los huesos de una de sus piernas; por tanto, y sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que esos restos eran recientes y aún estaban unidos por sus ligamentos cuando fueron depositados en el pedregal con las conchas. ...
En la línea 569
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... º de una de sus Vetustas y ya iba a terminar con el epílogo que copiaremos a la letra, cuando Obdulia le interrumpió diciendo: —¡Dios mío! ¿Habrá aquí ratones? Yo creo sentir. ...
En la línea 1733
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... No sólo se trata de echar sobre sí la enorme carga de mantener, y creo que hasta vestir y calzar, a una persona que las sobrevivirá, según todas las probabilidades, carga que es de por vida o vitalicia por consiguiente; sino que además esa joven representa una abdicación, que me abstengo de calificar, una abdicación de su señor padre. ...
En la línea 1739
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —Ya lo creo que calla; como que no puede hablar aún de pura debilidad. ...
En la línea 1776
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —Pues mira la inocencia; creo que en Madrid tiene así los amantes (juntando y separando los dedos. ...
En la línea 1863
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Yo creo, amigo Claudio — continuó el diplomático—, que esa bofetada dada por usted en el hotel no pudo ser más oportuna… para el otro. Tal incidente sirvió para que Rosaura se interesase por ese mozo como nunca, sufriendo angustias al pensar en su suert, admirando su actitud valerosa. Para las mujeres, el hombre que aman resulta siempre un héroe. De ser López el herido, ella lo habría curado, lo mismo que se ve en las novelas, enternecida por su desgracia. Como ha tenido la buena suerte de que el herido sea usted, ella lo admira como triunfador. De todos modos, lo ama más fervorosamente que antes del choque de ustedes dos. ...
En la línea 117
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - ¡Igual que le ocurrió a Gulliver! -se dijo el ingeniero-. Debo estar soñando, a pesar de que me creo despierto. ...
En la línea 149
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Algunos, -contestó el sabio-. Recuerde usted que la visita de ese Gulliver fue hace muchos años, muchísimos, un espacio de tiempo que corresponde, según creo, a lo que los Hombres-Montañas llaman dos siglos. Imagínese cuantos naufragios pueden haber ocurrido durante un periodo tan largo; cuantos habrán venido a visitarnos forzosamente de esos hombres gigantescos que navegan en sus casas de madera mas allá de la muralla de rocas y espumas que levantaron nuestros dioses para librarnos de su grosería monstruosa… . Nuestras crónicas no son claras en este punto. Hablan de ciertas visitas de Hombres-Montañas que yo considero apócrifas. Pero con certeza puede decirse que llegaron a esta tierra unos catorce seres de tal clase en distintas épocas de nuestra historia. De esto hablaremos más detenidamente, si el destino nos permite conversar en un sitio mejor y con menos prisa. El último gigante que llegó lo vi cuando estaba todavía en mi infancia; el único que hemos conocido después del triunfo de la Verdadera Revolución. Era un hombre de manos callosas y piel con escamas de suciedad. Bebía un líquido blanco y de hedor insufrible, guardado en una gran botella forrada de juncos. Este líquido ardiente parecía volverle loco. Nuestros sabios creen que era un simple esclavo de los que trabajan en los buques enormes de los mares sin límites. Como el tal líquido despertaba en el una demencia destructiva, mató a varios miles de los nuestros, nos causo otros daños, y tuvimos que suprimirle, encargándose nuestra Facultad de Química de disolver y volatilizar su cadáver para que tanta materia en putrefacción no envenenase la atmósfera. Creo necesario hacerle saber que desde entonces decidimos suprimir todo Hombre-Montaña que apareciese en nuestras costas. ...
En la línea 195
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Antes de que emprendamos la marcha a la capital, creo oportuno que tome usted un ligero refrigerio. Mi gusto hubiese sido prepararle un desayuno al estilo de nuestro país, pero no hemos tenido tiempo para ello, pues, como lo dije, su vida estaba en peligro, y nadie piensa en dar de almorzar a un muerto. Podía haber hecho traer algunas de las latas de conserva que guarda usted en su embarcación, pero esta se halla ya muy lejos. ...
En la línea 200
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Gentleman -dijo la profesora con sequedad-, nuestros buques no tienen velas; eso fue en tiempos remotos. Nuestros navíos navegan a voluntad sobre el agua y por debajo del agua. La misma energía que mueve nuestras máquinas terrestres y aéreas agita las colas de ellos con igual fuerza que las de los peces mas veloces… . De su tamaño no creo necesario hablar. El tamaño no significa nada. Nosotros hemos llegado a poseer navíos más grandes que el que le trajo a usted, y los suprimimos por inhábiles para defenderse. ...
En la línea 95
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... El llamado Estupiñá debía de ser indispensable en todas las tertulias de tiendas, porque cuando no iba a la de Arnaiz, todo se volvía preguntar: «Y Plácido, ¿qué es de él?». Cuando entraba le recibían con exclamaciones de alegría, pues con su sola presencia animaba la conversación. En 1871 conocí a este hombre, que fundaba su vanidad en haber visto toda la historia de España en el presente siglo. Había venido al mundo en 1803 y se llamaba hermano de fecha de Mesonero Romanos, por haber nacido, como este, el 19 de Julio del citado año. Una sola frase suya probará su inmenso saber en esa historia viva que se aprende con los ojos: «Vi a José I como le estoy viendo a usted ahora». Y parecía que se relamía de gusto cuando le preguntaban: «¿Vio usted al duque de Angulema, a lord Wellington?… ». «Pues ya lo creo». Su contestación era siempre la misma: «Como le estoy viendo a usted». Hasta llegaba a incomodarse cuando se le interrogaba en tono dubitativo. «¡Que si vi entrar a María Cristina!… Hombre, si eso es de ayer… ». Para completar su erudición ocular, hablaba del aspecto que presentaba Madrid el 1.º de Septiembre de 1840, como si fuera cosa de la semana pasada. Había visto morir a Canterac; ajusticiar a Merino, «nada menos que sobre el propio patíbulo», por ser él hermano de la Paz y Caridad; había visto matar a Chico… , precisamente ver no, pero oyó los tiritos, hallándose en la calle de las Velas; había visto a Fernando VII el 7 de Julio cuando salió al balcón a decir a los milicianos que sacudieran a los de la Guardia; había visto a Rodil y al sargento García arengando desde otro balcón, el año 36; había visto a O'Donnell y Espartero abrazándose, a Espartero solo saludando al pueblo, a O'Donnell solo, todo esto en un balcón, y por fin, en un balcón había visto también en fecha cercana a otro personaje diciendo a gritos que se habían acabado los Reyes. La historia que Estupiñá sabía estaba escrita en los balcones. ...
En la línea 140
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Y lo que Barbarita no dudaba en calificar de encanallamiento, empezó a manifestarse en el vestido. El Delfín se encajó una capa de esclavina corta con mucho ribete, mucha trencilla y pasamanería. Poníase por las noches el sombrerito pavero, que, a la verdad, le caía muy bien, y se peinaba con los mechones ahuecados sobre las sienes. Un día se presentó en la casa un sastre con facha de sacristán, que era de los que hacen ropa ajustada para toreros, chulos y matachines; pero doña Bárbara no le dejó sacar la cinta de medir, y poco faltó para que el pobre hombre fuera rodando por las escaleras. «¿Es posible—dijo a su niño, sin disimular la ira—, que se te antoje también ponerte esos pantalones ajustados con los cuales las piernas de los hombres parecen zancas de cigüeña?». Y una vez roto el fuego, rompió la señora en acusaciones contra su hijo por aquellas maneras nuevas de hablar y de vestir. Él se reía, buscando medios de eludir la cuestión; pero la inflexible mamá le cortaba la retirada con preguntas contundentes. ¿A dónde iba por las noches? ¿Quiénes eran sus amigos? Respondía él que los de siempre, lo cual no era verdad, pues salvo Villalonga, que salía con él muy puesto también de capita corta y pavero, los antiguos condiscípulos no aportaban ya por la casa. Y Barbarita citaba a Zalamero, a Pez, al chico de Tellería. ¿Cómo no hacer comparaciones? Zalamero, a los veintisiete años, era ya diputado y subsecretario de Gobernación, y se decía que Rivero quería dar a Joaquinito Pez un Gobierno de provincia. Gustavito hacía cada artículo de crítica y cada estudio sobre los Orígenes de tal o cual cosa, que era una bendición, y en tanto él y Villalonga ¿en qué pasaban el tiempo?, ¿en qué?, en adquirir hábitos ordinarios y en tratarse con zánganos de coleta. A mayor abundamiento, en aquella época del 70 se le desarrolló de tal modo al Delfín la afición a los toros, que no perdía corrida, ni dejaba de ir al apartado ningún día y a veces se plantaba en la dehesa. Doña Bárbara vivía en la mayor intranquilidad, y cuando alguien le contaba que había visto a su ídolo en compañía de un individuo del arte del cuerno, se subía a la parra y… «Mira, Juan, creo que tú y yo vamos a perder las amistades. Como me traigas a casa a uno de esos tagarotes de calzón ajustado, chaqueta corta y botita de caña clara, te pego, sí, hago lo que no he hecho nunca, cojo una escoba y ambos salís de aquí pitando»… Estos furores solían concluir con risas, besos, promesas de enmienda y reconciliaciones cariñosas, porque Juanito se pintaba solo para desenojar a su mamá. ...
En la línea 240
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Por aquí no pasa un alma… —dijo él—. Es más, creo que por aquí no ha pasado nunca nadie. Lo menos hay dos siglos que no ha corrido por estas paredes una mirada humana… ...
En la línea 338
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Pasaron los esposos una mala noche por aquella estepa, matando el frío muy juntitos bajo los pliegues de una sola manta, y por fin llegaron a Córdoba, donde descansaron y vieron la Mezquita, no bastándoles un día para ambas cosas. Ardían en deseos de verse en la sin par Sevilla… Otra vez al tren. Serían las nueve de la noche cuando se encontraron dentro de la romántica y alegre ciudad, en medio de aquel idioma ceceoso y de los donaires y chuscadas de la gente andaluza. Pasaron allí creo que ocho o diez días, encantados, sin aburrirse ni un solo momento, viendo los portentos de la arquitectura y de la Naturaleza, participando del buen humor que allí se respira con el aire y se recoge de las miradas de los transeúntes. Una de las cosas que más cautivaban a Jacinta era aquella costumbre de los patios amueblados y ajardinados, en los cuales se ve que las ramas de una azalea bajan hasta acariciar las teclas del piano, como si quisieran tocar. También le gustaba a Jacinta ver que todas las mujeres, aun las viejas que piden limosna, llevan su flor en la cabeza. La que no tiene flor se pone entre los pelos cualquier hoja verde y va por aquellas calles vendiendo vidas. ...
En la línea 415
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Bien dices, y te creo, hijo mío, tanto si tienes la cabeza sana como si estás loco. Pero sea o no tu padre este rufián despreciable, da lo mismo, no ha de tenerte para pegarte y abusar, como ha amenazado, si prefieres permanecer conmigo. ...
En la línea 421
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Te prevengo que he tomado bajo mi protección a este muchacho cuando una chusma de tu calaña quería maltratarlo y acaso lo habría matado. ¿Imaginas que lo voy a entregar ahora a un destino peor? Porque tanto si eres su padre como si no –y a fe mía creo que mientes–, una muerte con decoro y rápida sería mucho mejor para él que la vida en unas manos tan rudas como las tuyas. Sigue, pues, tu camino, y largo, porque no me gusta decir palabras de balde, ya que no me es natural ser paciente con exceso. ...
En la línea 724
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Me parece que esa mujer ha hablado verdad. Si mi madre estuviera en este lugar y tuviera poderes del diablo, para semejantes funciones, no habría vacilado un momento en provocar la tormenta y dejar en ruinas todo el país, a cambio de obtener la salvación de mi vida a cualquier precio que fuere. Todas las madres están vaciadas en el mismo molde. Quedas libre, buena mujer… , y lo mismo tu hija… , porque yo te creo inocente. Ahora no tienes ya que temer, una vez perdonada… Quítate las medias, y si puedes provocar una tormenta, yo te haré rica. ...
En la línea 785
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Por lo mismo la perdimos. Su don de quiromancia y otros géneros de adivinación le granjearon al fin nombre y fama de bruja. La ley la asó viva a fuego lento. Me conmovió, y sentí como una especie de ternura, ver de qué manera tan gentil se enfrentó con su suerte, blasfemando y vituperando a toda la multitud que absorta la contemplaha, mientras las llamas subían lamiéndole la cara y le chamuscaban los pelos y chisporroteaban alrededor de su cabeza cana… . ¿Blasfemando he dicho? ¡Ya lo creo que blasfemando! Si mil años vivieras, no oirías blasfemias más en su punto ¡Ay! Su arte murió con ella. Quedan ahora imitaciones inocuas y serviles, pero no blasfemias de veras. ...
En la línea 373
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... «¡Ay, Orfeo! –decía ya en su casa Augusto, dándole la leche a aquel–. ¡Ay, Orfeo! Di el gran paso, el paso decisivo; entré en su hogar, entré en el santuario. ¿Sabes lo que es dar un paso decisivo? Los vientos de la fortuna nos empujan y nuestros pasos son decisivos todos. ¿Nuestros? ¿Son nuestros esos pasos? Caminamos, Orfeo mío, por una selva enmarañada y bravía, sin senderos. El sendero nos lo hacemos con los pies según caminamos a la ventura. Hay quien cree seguir una estrella; yo creo seguir una doble estrella, melliza. Y esa estrella no es sino la proyección misma del sendero al cielo, la proyección del azar. ...
En la línea 387
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Pues sí, yo creo –decía doña Ermelinda–, don Augusto, que esto es lo mejor, que usted se espere, pues ella no puede ya tardar en venir; la llamo, ustedes se ven y se conocen y este es el primer paso. Todas las relaciones de este género tienen que empezar por conocerse, ¿no es así? ...
En la línea 389
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Y yo creo que así que ella le conozca a usted, pues… ¡la cosa es clara! ...
En la línea 446
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Así creo yo –añadió el tío. ...
En la línea 329
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Es que creo haberlo oído antes —dijo con voz alterada. ...
En la línea 374
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Bien. Además, creo que será usted mi huésped durante algún tiempo más. ...
En la línea 587
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Tengo mis dudas, a pesar de que el baronet William Rosenthal ofrece cincuenta libras esterlinas por su cabeza. Pero yo creo que mientras nosotros corríamos hacia el oeste para impedirle embarcarse en algún parao, él va hacia el norte o hacia el sur. ...
En la línea 645
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Tengo mis dudas, a pesar de que el baronet William Rosenthal ofrece cincuenta libras esterlinas por su cabeza. Pero yo creo que mientras nosotros corríamos hacia el oeste para impedirle embarcarse en algún parao, él va hacia el norte o hacia el sur. ...
En la línea 177
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Pero esta respuesta probaba la obstinación del arponero y sólo eso. Aquel día no le acosé más. El accidente del Scotia no era negable. El agujero existía, y había habido que colmarlo. No creo yo que la existencia de un agujero pueda hallar demostración más categórica. Ahora bien, ese agujero no se había hecho solo, y puesto que no había sido producido por rocas submarinas o artefactos submarinos, necesariamente tenía que haberlo hecho el instrumento perforante de un animal. ...
En la línea 316
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... La caída me sumergió a una profundidad de unos veinte pies. Sin pretender igualarme a Byron y a Edgar Poe, que son maestros de natación, creo poder decir que soy buen nadador. Por ello la zambullida no me hizo perder la cabeza, y dos vigorosos taconazos me devolvieron a la superficie del mar. Mi primer cuidado fue buscar con los ojos la fragata. ¿Se habría dado cuenta la tripulación de mi desaparición? ¿Habría virado de bordo el Abraham Lincoln? ¿Habría botado el comandante Farragut una embarcación en mi búsqueda? ¿Podía esperar mi salvación? ...
En la línea 333
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Sí; destrozados por el diente del monstruo. Es la única avería, creo yo, que ha sufrido el Abraham Lincoln. Pero desgraciadamente para nosotros es una avería que le impide gobernarse. ...
En la línea 499
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Supongo que el azar nos ha hecho conocer un importante secreto. Y si la tripulación de este barco submarino tiene interés en mantener ese secreto, y si ese interés es más importante que la vida de tres hombres, creo que nuestra existencia se halla gravemente comprometida. En el caso contrario, el monstruo que nos ha tragado nos devolverá en la primera ocasión al mundo habitado por nuestros semejantes. ...
En la línea 139
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Está bien - dijo -. Te creo. Serías una verdadera fiera si, a tu edad, ayudases a cazar a un desgraciado como yo. ...
En la línea 178
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Por eso nos sirvió nuestras rebanadas de pan como si fuésemos dos mil hombres de tropa en una marcha forzada, en vez de un hombre y un chiquillo en la casa; y tomamos algunos tragos de leche y de agua, aunque con muy mala cara, de un jarrito que había en el aparador. Mientras tanto, la señora Joe puso cortinas limpias y blancas, clavó un volante de flores en la chimenea para reemplazar el viejo y quitó las fundas de todos los objetos de la sala, que jamás estaban descubiertos a excepción de aquel día, pues se pasaban el año ocultos en sus forros, los cuales no se limitaban a las sillas, sino que se extendían a los demás objetos, que solían estar cubiertos de papel de plata, incluso los cuatro perritos de lanas blancos que había sobre la chimenea, todos con la nariz negra y una cesta de flores en la boca, formando parejas. La señora Joe era un ama de casa muy limpia, pero tenía el arte exquisito de hacer su limpieza más desagradable y más incómoda que la misma suciedad. La limpieza es lo que está más cerca de la divinidad, y mucha gente hace lo mismo con respecto a su religión. Como mi hermana tenia mucho trabajo, se hacía representar para ir a la iglesia, es decir, que en su lugar íbamos Joe y yo. En su traje de trabajo, Joe tenía completo aspecto de herrero, pero en el traje del día de fiesta parecía más bien un espantajo en traje de ceremonias. Nada de lo que entonces llevaba le caía bien o parecía pertenecerle, y todo le rozaba y le molestaba en gran manera. En aquel día de fiesta salió de su habitación cuando ya repicaban alegremente las campanas, pero su aspecto era el de un desgraciado penitente en traje dominguero. En cuanto a mí, creo que mi hermana tenía la idea general de que yo era un joven criminal, a quien un policía comadrón cogió el día de mi nacimiento para entregarme a ella, a fin de que me castigasen de acuerdo con la ultrajada majestad de la ley. Siempre me trataron como si yo hubiese porfiado para nacer a pesar de los dictados de la razón, de la religión y de la moralidad y contra los argumentos que me hubieran presentado, para disuadirme, mis mejores amigos. E, incluso, cuando me llevaron al sastre para que me hiciese un traje nuevo, sin duda recibió orden de hacerlo de acuerdo con el modelo de algún reformatorio y, desde luego, de manera que no me permitiese el libre uso de mis miembros. ...
En la línea 473
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Así lo creo, señorita. ...
En la línea 538
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — La creo muy insultante añadí mientras la joven me miraba con la mayor aversión. ...
En la línea 208
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Pero ahora, gracias a Dios, creo que te podré mandar algo. Por otra parte, en estos momentos no podemos quejarnos de nuestra suerte, por el motivo que me apresuro a participarte. Ante todo, querido Rodia, tú no sabes que hace ya seis semanas que tu hermana vive conmigo y que ya no tendremos que volver a separarnos. Gracias a Dios, han terminado sus sufrimientos. Pero vayamos por orden: así sabrás todo lo ocurrido, todo lo que hasta ahora te hemos ocultado. ...
En la línea 221
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Marfa Petrovna quedó por segunda vez estupefacta, como herida por un rayo, según su propia expresión, pero no dudó ni un momento de la inocencia de Dunia, y al día siguiente, que era domingo, lo primero que hizo fue ir a la iglesia e implorar a la Santa Virgen que le diera fuerzas para soportar su nueva desgracia y cumplir con su deber. Acto seguido vino a nuestra casa y nos refirió todo lo ocurrido, llorando amargamente. En un arranque de remordimiento, se arrojó en los brazos de Dunia y le suplicó que la perdonara. Después, sin pérdida de tiempo, recorrió las casas de la ciudad, y en todas partes, entre sollozos y en los términos más halagadores, rendía homenaje a la inocencia, a la nobleza de sentimientos y a la integridad de la conducta de Dunia. No contenta con esto, mostraba y leía a todo el mundo la carta escrita por Dunetchka al señor Svidrigailof. E incluso dejaba sacar copias, cosa que me parece una exageración. Recorrió las casas de todas sus amistades, en lo cual empleó varios días. Ello dio lugar a que algunas de sus relaciones se molestaran al ver que daba preferencia a otros, lo que consideraban una injusticia. Al fin se determinó con toda exactitud el orden de las visitas, de modo que cada uno pudo saber de antemano el día que le tocaba el turno. En toda la ciudad se sabía dónde tenía que leer Marfa Petrovna la carta tal o cual día, y el vecindario adquirió la costumbre de reunirse en la casa favorecida, sin excluir aquellas familias que ya habían escuchado la lectura en su propio hogar y en el de otras familias amigas. Yo creo que en todo esto hay mucha exageración, pero así es el carácter de Marfa Petrovna. Por otra parte, es lo cierto que ella ha rehabilitado por completo a Dunetchka. Toda la vergüenza de esta historia ha caído sobre el señor Svidrigailof, a quien ella presenta como único culpable, y tan inflexiblemente, que incluso siento compasión de él. A mi juicio, la gente es demasiado severa con este insensato. ...
En la línea 222
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Inmediatamente llovieron sobre Dunia ofertas para dar lecciones, pero ella las ha rechazado todas. Todo el mundo se ha apresurado a testimoniarle su consideración. Yo creo que a esto hay que atribuir principalmente el acontecimiento inesperado que va a cambiar, por decirlo así, nuestra vida. Has de saber, querido Rodia, que Dunia ha recibido una solicitud de matrimonio y la ha aceptado, lo que me apresuro a comunicarte. Aunque esto se ha hecho sin consultarte, espero que nos perdonarás, pues ya comprenderás que no podíamos retrasar nuestra decisión hasta que recibiéramos tu respuesta. Por otra parte, no habrías podido juzgar con acierto las cosas desde tan lejos. ...
En la línea 238
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Dunia y yo lo tenemos ya todo calculado al céntimo. El billete no nos resultará caro. De nuestra casa a la estación de ferrocarril más próxima sólo hay noventa verstas, y ya nos hemos puesto de acuerdo con un mujik que nos llevará en su carro. Después nos instalaremos alegremente en un departamento de tercera. Yo creo que podré mandarte, no veinticinco, sino treinta rublos. ...
En la línea 25
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... De cuando en cuando miraba furtivamente a Paulina Alexandrovna, la cual no me prestaba la menor atención. Finalmente la cólera se apoderó de mí y decidí estallar. Empecé por mezclarme en voz alta a la conversación. Deseaba, sobre todo, provocar una discusión con el francés. Dirigiéndome al general (creo, incluso, haberle interrumpido mientras hablaba), le hice notar que aquel verano los rusos no podían sentarse a comer en la mesa redonda. El general me asestó una mirada de asombro. ...
En la línea 57
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Y dígame —repliqué, preguntándole a mi vez—, ¿el marqués está también al corriente, según creo, de todos estos secretos de familia? ...
En la línea 89
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Una vez más hoy me pregunto: “¿La amo?”, y una vez más no sé qué contestarme. O más bien por centésima vez me he contestado que la odiaba. Sí, me era odiosa. Hubo momentos —al terminar cada una de nuestras entrevistas—en que hubiese dado la mitad de mi vida por estrangularla. De haber sido posible hundirle un puñal en el pecho, creo que lo habría hecho con placer. ...
En la línea 227
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —También yo creo que le ocurrirá alguna desgracia irreparable—observó Paulina Alexandrovna, pensativa. ...
En la línea 876
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Os he oído. No sabía nada de lo que habéis dicho. Creo y comprendo que todo es verdad. Ignoraba también que hubieseis abandonado mis talleres. ¿Por qué no os habéis dirigido a mí? Pero yo pagaré ahora vuestras deudas, y haré que venga vuestra hija, o que vayáis a buscarla. Viviréis aquí o en París, donde queráis. Yo me encargo de vuestra hija y de vos. No trabajaréis más si no queréis; os daré todo el dinero que os haga falta. Volveréis a ser honrada volviendo a ser feliz. Además, yo creo que no habéis dejado de ser virtuosa y santa delante de Dios, ¡pobre mujer! ...
En la línea 1169
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Todos creéis que soy digno de compasión, ¿no es verdad? ¡Dios mío! Cuando pienso en lo que estuve a punto de hacer, me creo digno de envidia. Sin embargo, preferiría que nada de esto hubiera sucedido. ...
En la línea 73
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... El doctor Azam de Burdeos, según creo, ha observado un caso que es ya clásico, en “Félida”, cuyos cambios de personalidad se manifestaron durante largos años. Casi a diario la dominaba una crisis y aparecía otra, persona que ignoraba la romanza que la primera cantaba momentos antes de la crisis y que era incapaz de continuar la labor de costura que traía entre manos. Era indispensable que su familia la pusiese de nuevo al corriente de todo en su nuevo estado. ...
En la línea 149
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... -Ya lo creo; por lo menos un día y buena parte de la noche, para ir a Madrid; después, 26 horas en el sud-expreso, para ir a París, y luego, horas y horas para ir a Suiza, para bajar a Italia. ...
En la línea 199
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... -Ya lo creo -respondila jovialmente-, es muy común. Los médicos afirman que se debe a un simple fenómeno de «duplicación», y cierto ilustre doctor y literato, amigo entrañable mío, el doctor E. Wilde, argentino, apunta a propósito de dicho fenómeno cosas muy curiosas. ...
En la línea 415
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Aquí tiene usted -dijo- dinero suficiente para cuanto pueda ocurrírsele, hasta la llegada de su marido. Como estos días suelen los trenes sufrir mucho retraso, creo que no vendrá hasta la madrugada; pero de todas suertes, aunque no llegase en diez días o en un mes, le alcanza a usted para esperar. ...
En la línea 452
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -¿Qué tiene usted? Me parece que se ha quedado usted así… , muy cabizbajo y muy triste… supongo que será por… lo de antes… Mire usted, si ha de estar usted tan afligido… creo que prefiero que usted se vaya, sí, señor. ...
En la línea 612
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Señor de Artegui… -balbució débilmente Lucía-, usted, según creo, dará culto al demonio, negándoselo a Dios. ...
En la línea 678
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Le creo a usted; le creo a usted… -dijo sencilla y sinceramente el mozo-; usted pasa por algo raro, raro; pero muy franco también… Además, yo soy práctico, práctico, práctico en la materia, y bien distingo las verdaderas señoras… ...
En la línea 325
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -¡Ya lo creo! El miércoles último a las ocho de la noche, mister Fogg, contra su costumbre, volvió de su círculo, y tres cuartos de hora después nos habíamos marchado. ...
En la línea 329
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Sí, señor. ¡En ochenta días! Dice que es una apuesta; pero, sea dicho entre nosotros, no lo creo. Eso no tendría sentido común. Debe haber algún otro motivo. ...
En la línea 331
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Ya lo creo. ...
En la línea 595
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Así lo creo también- respondió el guía. ...
Reglas relacionadas con los errores de c;s
Las Reglas Ortográficas de la S
Se escribe s al final de las palabras llanas.
Ejemplos: telas, andamos, penas
Excepciones: alférez, cáliz, lápiz
Se escriben con s los vocablos compuestos y derivados de otros que también se escriben con esta letra.
Ejemplos: pesar / pesado, sensible / insensibilidad
Se escribe con s las terminaciones -esa, -isa que signifiquen dignidades u oficios de mujeres.
Ejemplos: princesa, poetisa
Se escriben con s los adjetivos que terminan en -aso, -eso, -oso, -uso.
Ejemplos: escaso, travieso, perezoso, difuso
Se escribe con s las terminaciones -ísimo, -ísima.
Ejemplos: altísimo, grandísima
Se escribe con s la terminación -sión cuando corresponde a una palabra que lleva esa letra, o cuando otra palabra derivada lleva -sor, -sivo, -sible,-eso.
Ejemplos: compresor, compresión, expreso, expresivo, expresión.
Se escribe s en la terminación de algunos adjetivos gentilicios singulares.
Ejemplos: inglés, portugués, francés, danés, irlandés.
Se escriben s con las sílabas iniciales des-, dis-.
Ejemplos: desinterés, discriminación.
Se escribe s en las terminaciones -esto, -esta.
Ejemplos: detesto, orquesta.
Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras c;s

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