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La palabra sinsuenta
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Comó se escribe sinsuenta o cincuenta?

Cual es errónea Cincuenta o Sinsuenta?

La palabra correcta es Cincuenta. Sin Embargo Sinsuenta se trata de un error ortográfico.

El Error ortográfico detectado en el termino sinsuenta es que hay un Intercambio de las letras c;s con respecto la palabra correcta la palabra cincuenta

Errores Ortográficos típicos con la palabra Cincuenta

Cómo se escribe cincuenta o cinkuenta?
Cómo se escribe cincuenta o zincuenta?
Cómo se escribe cincuenta o sinsuenta?


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece cincuenta

La palabra cincuenta puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 668
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El alguacil del tribunal, que llevaba más de cincuenta años de lucha con esta tropa insolente y agresiva, colocaba a la sombra de la Portada ojival las piezas de un sofá de viejo damasco, y tendía después una verja baja, cerrando el espacio de acera que había de servir de sala de audiencia. ...

En la línea 313
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Ese es el _Chivo_--decía con el orgullo de un príncipe que habla de sus grandes generales.--Un hombre a quien le arrastran las borlas por el suelo. Entre tiros y cuchilladas tiene más de cincuenta cicatrices en el pellejo. ...

En la línea 885
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Los que dan dos reales a un hombre por el trabajo de todo un día--continuó el revolucionario--pagan hasta cincuenta mil reales por un caballo de fama. Yo he visto las gañanías y he visto muchas cuadras de Jerez, donde guardan esas bestias que no son de utilidad, y sólo sirven para halagar el orgullo de sus amos. Créeme, Fermín: hay en esta tierra miles de seres racionales, que al acostarse con los huesos doloridos en la esterilla del cortijo, quisieran despertar transformados en caballos. ...

En la línea 68
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Era alto y fornido, no se sabe de qué edad, probablemente de cincuenta años, aunque no se puede jurar que pasaran de cuarenta o que no fuesen cincuenta y cinco. ...

En la línea 1456
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Ahora queda por saber si cincuenta o sesenta pistolas valen la pena de arriesgar cuatro cabezas. ...

En la línea 2171
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... El acusado respondió que se llamaba Jacques-Michel Bonacieux, quetenía cincuenta y un años, mercero retirado, y que vivía en la calle des Fossoyeurs, número 11. ...

En la línea 2980
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Un hombre de cincuenta años no guarda durante mucho tiem po rencor a una mujer de veintitrés. ...

En la línea 3742
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... A las once vino a su vez Duhallier, capitán de los guardias, trayen do consigo cincuenta arqueros que se repartieron al punto por el Ayuntamiento, e n las puertas que les habían sido asignadas. ...

En la línea 157
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... De esta clase de fondos hay cantidades en caja que cuentan cien años y aun mas: algunas otras cincuenta, y otras menos y mas; y para evitar continúen en tal estado de nulidad, ya por desidia ú omision, ó lo que es mas probable, por ignorancia, conviene se adopten las medidas indicadas ú otras en su lugar, que llenasen la idea de facilitar saliesen á circulacion esos caudales, ya fuese en beneficio de parientes herederos, ó en defecto de estos del estado; de cualquier modo es una ventaja conocida para la nacion hacer uso de esta noticia de un modo ó de otro, y por lo que se ha traido á este lugar. ...

En la línea 785
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... El primero de aquellos varones, a quien los otros dos trataban con notable deferencia, era delgado y seco, de estatura más que regular, muy pálido de tez, las facciones demacradas, pero bellas, y de ojos oscuros y chispeantes; podía tener unos cincuenta años. ...

En la línea 1137
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... ¿Crees que una piedra inerte puede preservarte de los peligros que amenacen tu vida? ANTONIO.—Hermano, cuento ya cincuenta años de edad, y aquí me tienes vivo y sano. ...

En la línea 1153
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Tengo en la cuadra un _gras_, el mismo que compré en Olivenza, como te dije en otra ocasión; es bueno y ligero, y me costó, a mí que soy gitano, cincuenta _chulé_; tú puedes ir en el _gras_; yo montaré en el _macho_. ...

En la línea 1253
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... La primera vez, hace más de cincuenta años; entonces estaba yo con los _sesé_, porque mi marido era soldado del _Crallis_ de España, y Orán pertenecía en aquellos tiempos a España. ...

En la línea 97
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. ...

En la línea 3020
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Dejáronla caer, y alcé yo, y hallé en el paño, en toda suerte de moneda de plata y de oro, más de cincuenta escudos, los cuales cincuenta veces más doblaron nuestro contento y confirmaron la esperanza de tener libertad. ...

En la línea 3020
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Dejáronla caer, y alcé yo, y hallé en el paño, en toda suerte de moneda de plata y de oro, más de cincuenta escudos, los cuales cincuenta veces más doblaron nuestro contento y confirmaron la esperanza de tener libertad. ...

En la línea 3171
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y no nos engañó nuestro pensamiento, porque, aún no habrían pasado dos horas cuando, habiendo ya salido de aquellas malezas a un llano, descubrimos hasta cincuenta caballeros, que con gran ligereza, corriendo a media rienda, a nosotros se venían, y así como los vimos, nos estuvimos quedos aguardándolos; pero, como ellos llegaron y vieron, en lugar de los moros que buscaban, tanto pobre cristiano, quedaron confusos, y uno dellos nos preguntó si éramos nosotros acaso la ocasión por que un pastor había apellidado al arma. ...

En la línea 57
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Después de haber permanecido inflado durante algún tiempo, el Diodon suele expeler el aire y el agua con mucha fuerza, por las branquias y por la boca. Puede desembarazarse a voluntad de una parte del agua que dejó entrar. Por tanto, parece probable que sólo absorbe en parte este líquido para regularizar su peso específico. El Diodon posee varios medios de defensa. Puede hacer una terrible mordedura y echar el agua por la boca hasta cierta distancia, a la vez que mete un ruido extraño agitando las mandíbulas. Además, el inflamiento de su cuerpo hace enderezar las papilas que cubren su piel y que entonces se transforman en aceradas puntas. Pero la circunstancia más curiosa consiste en que la piel de su vientre, cuando se le toca, segrega una materia fibrosa de un rojo carmín admirable, que mancha el papel y el marfil de un modo tan tenaz, que manchas obtenidas por mí de esa manera, están aún tan brillantes como el primer día. Ignoro en absoluto cuáles puedan ser la naturaleza y el uso de esta secreción. El doctor Allande Torres me ha afirmado haber visto a menudo un Diodon vivo, y con el cuerpo inflado, dentro del estómago de un tiburón; además, ha visto que este animal consigue abrirse paso al exterior, devorando, no sólo las paredes del estómago, sino también los costados del monstruo, a quien acaba así por matar. ¿Quién imaginaría que un pececillo, tan blando e insignificante, pudiera llegar a destruir al tiburón con ser tan grande y tan feroz? 18 de marzo.- Zarpamos de Bahía. Algunos días después, a corta distancia de las isletas Abrolhos, observé que el mar había adquirido un tinte pardo rojizo. Vista con lente de aumento, toda la superficie del agua parecía cubierta de briznas de heno picado y cuyas extremidades estuviesen deshilachadas. Son pequeñas confervas en paquetes cilíndricos que contienen unas cincuenta o sesenta de esas plantitas. Mr. Berkeley me advierte que pertenecen a la misma especie (Trichodesmium erythraeum) que las encontradas en una gran extensión del mar Rojo, y las cuales han dado este nombre a ese mar ...

En la línea 202
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 24 de julio de 1833.- El Beagle zarpa de Maldonado, y el 3 de agosto llega a la desembocadura del río Negro. El río Negro es el principal río que hay en la costa, entre el estrecho de Magallanes y el Plata; se vierte en el mar a unas trescientas millas (480 kilómetros) al sur del valle del Plata. Hace cerca de cincuenta años el gobierno español estableció una pequeña colonia en ese sitio; aún es hoy el punto más meridional (latitud 400) donde habita el hombre civilizado en la costa oriental de América. ...

En la línea 370
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Tres especies de perdices3, dos de ellas tan grandes como faisanes, abundan en los llanos que nos rodean. También se encuentra un gran número de bonitas zorras pequeñas, su mortal enemigo, de las cuales vimos aquel día cuarenta o cincuenta lo menos; por lo común suelen estar a la entrada de su escondrijo, lo cual no impide a los perros matar a una de ellas. A nuestro regreso a la posta, encontramos a dos de nuestros hombres que habían estado de caza por su parte. Han matado a un puma y descubierto un nido de avestruz con 27 huevos. Dícese que cada uno de esos huevos pesa tanto como once de gallina, lo cual hace que ese solo nido nos suministre tanto alimento como pudieran hacerlo 297 huevos de gallina. ...

En la línea 411
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... El 27 de septiembre de 1833 por la tarde salgo de Buenos Aires para dirigirme a Santa Fe, situado a unas 300 millas (480 kilómetros) en las orillas del Paraná. Los caminos próximos a la ciudad están después de las lluvias, en tan mal estado, que nunca hubiera creído que pudiera recorrerlos una carreta tirada por bueyes. Verdad es que si logramos pasar adelante es andando sólo una milla por hora, y aún así es preciso que un hombre vaya al frente de los bueyes para elegir los sitios menos malos. Nuestros bueyes están rendidos de fatiga; es un burdo error el creer que con mejores caminos y viajes más rápidos aumentarían los sufrimientos de los animales. Cruzamos una hilera de carretas y un rebaño de ganado vacuno, que se dirigen a Mendoza. La distancia es de unas 580 millas geográficas, y el viaje suele durar cincuenta días. Estas carretas, estrechas y muy largas, tienen un toldo de cañizo, llevan sólo dos ruedas, a veces hasta de 10 pies de diámetro. Tiran de ellas seis bueyes, guiados por medio de un aguijón de 20 pies lo menos de largura; cuando no se emplea, se cuelga debajo del toldo. Por lo común, se tiene a mano otro segundo aguijón mucho más corto, que sirve para los bueyes puestos entre las varas; para el par de bueyes intermedio, se usa un pincho clavado en ángulo recto en el aguijón largo, el cual parece una verdadera máquina de guerra. ...

En la línea 4085
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —¡Oh, le estoy cansando a usted! —dice Visitación a un rubio con cuello marinero, a quien ha hecho ya cargar con cincuenta piezas de percal. ...

En la línea 4105
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El gas no es para prodigado por un Ayuntamiento lleno de deudas, y un farol aquí, otro a cincuenta pasos (si no hace luna; en las noches románticas no hay gas) no deslumbran ni quitan a la noche su misterio. ...

En la línea 5006
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Tenía sesenta años, que parecían poco más de cincuenta. ...

En la línea 5505
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Tenía cincuenta años, la cabeza llena de nieve, y su corazón todavía se abrasaba en fuego de amor a María Santísima. ...

En la línea 580
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... En vano legislaban príncipes y pontífices contra el lujo de la época. Un vestido de una de las Sforzas hallábase de tal modo cubierto de perlas y bordados, que su valor se estimaba en cinco mil ducados de oro, cantidad equivalente a cincuenta mil dólares actuales. Los padres sólo podían casar a una de sus hijas, enviando las otras al convento. Una boda iba. acompañada de tan fastuosas ceremonias, que arruinaba a una familia. ...

En la línea 614
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Pío II, a los cincuenta y tres años, se mostraba de gran virtud por estar quebrantado su cuerpo, sufriendo especialmente el mal de gota a consecuencia de haber ido descalzo, por caminos helados, a una iglesia de la Virgen, en Escocia, para cumplir cierto voto hecho durante una tempestad en el mar. Sus dolencias le inmovilizaban en el lecho largo tiempo, y sólo en días de calma podía atender a los negocios del Papado o a continuar la redacción de su libro Cosos memorables, en el que iba transcribiendo historias oídas y todo lo digno de mención visto en sus viajes. ...

En la línea 645
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La primera preocupación del nuevo Pontífice y del Sacro Colegio fue buscar los tesoros reunidos por Paulo II durante su Pontificado. Poco antes de su fallecimiento había hecho saber al consistorio que guardaba medio millón de ducados para hacer la guerra a los turcos si los príncipes de la Cristiandad se decidían a ayudarle. Lentamente fueron descubriendo estas riquezas que el Papa noctámbulo había ocultado en distintos lugares: cincuenta y cuatro copas de plata llenas de perlas, enorme cantidad de oro sin labrar, numerosas piedras preciosas y cuatro depósitos de moneda acuñada, que sumaban más de cuatrocientos mil ducados. Todos estos tesoros se confiaban a la custodia del obispo de Calahorra, alcaide del castillo de Sant' Angelo. ...

En la línea 811
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Sus relaciones con la Vannoza no eran ya más que un lejano recuerdo, atestiguado por la existencia de cuatro hijos: Juan, César, Lucrecia y Jofre. Estos amoríos con la buena moza del Transtevere habían empezado al regreso de su legación en España. Cuando el cardenal Borja tenía cincuenta y dos años, ella contaba ya cuarenta, no inspirando ningún deseo al poderoso personaje. Además, esta romana, no menos fecunda que ardiente, al abandonarla el cardenal, tomó un segundo marido, letrado intrigante, sin ningún escrúpulo sobre el pasado de su mujer. ...

En la línea 356
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Lo que yo siento es que este nuevo empleo me impedirá por algunos meses trabajar en la obra de justicia histórica femenina que emprendimos bajo la gloriosa dirección de nuestro Padre de los Maestros. Tengo a punto de terminar el volumen cincuenta y cuatro. ...

En la línea 408
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Yo puedo enseñarle, gentleman, como unos cincuenta mil libros escritos para glorificar a Eulame y narrar sus hazañas. Sin embargo, su herencia no pudo resultar más fatal. Este fabricante de guerras hizo lo necesario antes de desaparecer para que nuestro mundo se viese condenado eternamente a la guerra. ...

En la línea 469
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Confieso que la Revolución causó muchas víctimas y que aún hoy el mantenimiento de sus reformas exige ciertas precauciones que tal vez parezcan poco humanitarias; pero ¡Qué de beneficios nos trajo!… Hace cincuenta años que gobiernan las mujeres, y no ha habido una sola guerra ni asomo de motivo capaz de provocarla en lo futuro. Hemos suprimido las dos calamidades que excitaban la brutalidad de los hombres: la guerra y el alcohol. Nuestros gobiernos se suceden provocando luchas de palabra únicamente: sin choques sangrientos y sin revoluciones. Jamás fue tan bien administrada la fortuna pública. ...

En la línea 470
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Las buenas condiciones de ahorro y de modestia que hubo de aprender la mujer para la dirección del hogar durante la época de su esclavitud las emplea ahora en el gobierno. Los Estados Unidos de la Felicidad son administrados como una casa donde no se conoce el desorden ni el despilfarro. Todo marcha con una estricta economía, y sin embargo nuestro país no carece de comodidad y de opulencia. Solo aceptamos como gobernantes a las mujeres que saben realizar el mismo milagro que realizaban en tiempos del despotismo masculino ciertas esposas a las que daban sus esposos poco dinero y no obstante mantenían su casa con un aspecto de abundancia y de regocijo. Ningún país, durante los largos siglos de tiranía masculina, pudo alabarse como nosotras de no haber tenido en cincuenta años un solo gobernante o un solo empleado que fuese ladrón. Todo lo dirigen las mujeres: las escuelas, las fábricas, los campos, los buques, las máquinas de locomoción terrestres y voladoras, y la vida es más dulce, más pacifica que antes. Esto demuestra la injusticia con que la mujer era mirada en aquellos tiempos nefastos de la tiranía hombruna, cuando se la consideraba apta únicamente para administrar una casa pequeña y cuidar los hijos. Al hombre corresponden ahora estas funciones secundarias. ...

En la línea 61
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Les conocí en 1870. D. Baldomero tenía ya sesenta años, Barbarita cincuenta y dos. Él era un señor de muy buena presencia, el pelo entrecano, todo afeitado, colorado, fresco, más joven que muchos hombres de cuarenta, con toda la dentadura completa y sana, ágil y bien dispuesto, sereno y festivo, la mirada dulce, siempre la mirada aquella de perrazo de Terranova. Su esposa pareciome, para decirlo de una vez, una mujer guapísima, casi estoy por decir monísima. Su cara tenía la frescura de las rosas cogidas, pero no ajadas todavía, y no usaba más afeite que el agua clara. Conservaba una dentadura ideal y un cuerpo que, aun sin corsé, daba quince y raya a muchas fantasmonas exprimidas que andan por ahí. Su cabello se había puesto ya enteramente blanco, lo cual la favorecía más que cuando lo tenía entrecano. Parecía pelo empolvado a estilo Pompadour, y como lo tenía tan rizoso y tan bien partido sobre la frente, muchos sostenían que ni allí había canas ni Cristo que lo fundó. Si Barbarita presumiera, habría podido recortar muy bien los cincuenta y dos años plantándose en los treinta y ocho, sin que nadie le sacara la cuenta, porque la fisonomía y la expresión eran de juventud y gracia, iluminadas por una sonrisa que era la pura miel… Pues si hubiera querido presumir con malicia, ¡digo… !, a no ser lo que era, una matrona respetabilísima con toda la sal de Dios en su corazón, habría visto acudir los hombres como acuden las moscas a una de esas frutas que, por lo muy maduras, principian a arrugarse, y les chorrea por la corteza todo el azúcar. ...

En la línea 61
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Les conocí en 1870. D. Baldomero tenía ya sesenta años, Barbarita cincuenta y dos. Él era un señor de muy buena presencia, el pelo entrecano, todo afeitado, colorado, fresco, más joven que muchos hombres de cuarenta, con toda la dentadura completa y sana, ágil y bien dispuesto, sereno y festivo, la mirada dulce, siempre la mirada aquella de perrazo de Terranova. Su esposa pareciome, para decirlo de una vez, una mujer guapísima, casi estoy por decir monísima. Su cara tenía la frescura de las rosas cogidas, pero no ajadas todavía, y no usaba más afeite que el agua clara. Conservaba una dentadura ideal y un cuerpo que, aun sin corsé, daba quince y raya a muchas fantasmonas exprimidas que andan por ahí. Su cabello se había puesto ya enteramente blanco, lo cual la favorecía más que cuando lo tenía entrecano. Parecía pelo empolvado a estilo Pompadour, y como lo tenía tan rizoso y tan bien partido sobre la frente, muchos sostenían que ni allí había canas ni Cristo que lo fundó. Si Barbarita presumiera, habría podido recortar muy bien los cincuenta y dos años plantándose en los treinta y ocho, sin que nadie le sacara la cuenta, porque la fisonomía y la expresión eran de juventud y gracia, iluminadas por una sonrisa que era la pura miel… Pues si hubiera querido presumir con malicia, ¡digo… !, a no ser lo que era, una matrona respetabilísima con toda la sal de Dios en su corazón, habría visto acudir los hombres como acuden las moscas a una de esas frutas que, por lo muy maduras, principian a arrugarse, y les chorrea por la corteza todo el azúcar. ...

En la línea 101
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Aquel gran filósofo no se entregó a la desesperación. Viéronle sus amigos tranquilo y resignado. En su aspecto y en el reposo de su semblante había algo de Sócrates, admitiendo que Sócrates fuera hombre dispuesto a estarse siete horas seguidas con la palabra en la boca. Plácido había salvado el honor, que era lo importante, pagando religiosamente a todo el mundo con las existencias. Se había quedado con lo puesto y sin una mota. No salvó más mueble que la vara de medir. Era forzoso, pues, buscar algún modo de ganarse la vida. ¿A qué se dedicaría? ¿En qué ramo del comercio emplearía sus grandes dotes? Dándose a pensar en esto, vino a descubrir que en medio de su gran pobreza conservaba un capital que seguramente le envidiarían muchos: las relaciones. Conocía a cuantos almacenistas y tenderos había en Madrid; todas las puertas se le franqueaban, y en todas partes le ponían buena cara por su honradez, sus buenas maneras y principalmente por aquella bendita labia que Dios le había dado. Sus relaciones y estas aptitudes le sugirieron, pues, la idea de dedicarse a corredor de géneros. D. Baldomero Santa Cruz, el gordo Arnaiz, Bringas, Moreno, Labiano y otros almacenistas de paños, lienzos o novedades, le daban piezas para que las fuera enseñando de tienda en tienda. Ganaba el 2 por 100 de comisión por lo que vendía. ¡María Santísima, qué vida más deliciosa y qué bien hizo en adoptarla, porque cosa más adecuada a su temperamento no se podía imaginar! Aquel correr continuo, aquel entrar por diversas puertas, aquel saludar en la calle a cincuenta personas y preguntarles por la familia era su vida, y todo lo demás era muerte. Plácido no había nacido para el presidio de una tienda. Su elemento era la calle, el aire libre, la discusión, la contratación, el recado, ir y venir, preguntar, cuestionar, pasando gallardamente de la seriedad a la broma. Había mañana en que se echaba al coleto toda la calle de Toledo de punta a punta, y la Concepción Jerónima, Atocha y Carretas. ...

En la línea 402
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Pasaban meses, pasaban años, y en aquella dichosa casa todo era paz y armonía. No se ha conocido en Madrid familia mejor avenida que la de Santa Cruz, compuesta de dos parejas; ni es posible imaginar una compatibilidad de caracteres como la que existía entre Barbarita y Jacinta. He visto juntas muchas veces a la suegra y a la nuera, y por Dios que se manifestaba muy poco en ellas la diferencia de edades. Barbarita conservaba a los cincuenta y tres años una frescura maravillosa, el talle perfecto y la dentadura sorprendente. Verdad que tenía el cabello casi enteramente blanco; el cual más parecía empolvado conforme al estilo Pompadour, que encanecido por la edad. Pero lo que la hacía más joven era su afabilidad constante, aquel sonreír gracioso y benévolo con que iluminaba su rostro. ...

En la línea 546
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Después del desayuno fue conducido con regia pompa y acompañado de los grandes dignatarios y de su guardia de cincuenta caballeros pensionistas, que llevaban hachas de combate doradas, al salón del trono, donde comenzó a despachar los negocios de Estado. Su 'tío' lord Hertford, se puso junto al trono para ayudar con buenos consejos a la mente regia. ...

En la línea 733
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... 'Vienen primero barones, condes y caballeros de la Jarretera, todos ricamente vestidos y con la cabeza descubierta. Sigue después el canciller, entre otros dos personajes, uno de los cuales lleva el cetro real y el otro la espada de Estado en su vaina roja, cubierta de flores de lis y oro y con la punta hacia arriba. Luego viene el mismo rey, a quien al aparecer saludan doce trompetas y muchos tambores, con gran estruendo de las salvas, mientras en las galerías se levantan todos de sus asientos: –¡Dios salve al rey!– Vienen luego los nobles de su corte, y a su derecha e izquierda marcha su guardia de honor, sus cincuenta caballeros pensionarios, con doradas hachas de combate.' ...

En la línea 1462
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Y apenas ella se fue, apoyó los codos sobre la mesa, la cabeza en las palmas de las manos, y se dijo: «¡Esto es terrible, verdaderamente terrible! ¡Me parece que sin darme cuenta de ello me voy enamorando… hasta de Liduvina! ¡Pobre Domingo! Sin duda. Ella, a pesar de sus cincuenta años, aún está de buen ver, y sobre todo bien metida en carnes, y cuando alguna vez sale de la cocina con los brazos remangados y tan redondos… ¡Vamos, que esto es una locura! ¡Y esa doble barbilla y esos pliegues que se le hacen en el cuello… ! Esto es terrible, terrible, terrible… » ...

En la línea 540
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... En otros tiempos Sandokán, aun cuando se viera casi desarmado frente a un enemigo cincuenta veces más poderoso, no habría dudado un instante en arrojarse sobre las puntas de las bayonetas para abrirse paso. Pero ahora que amaba, que sabía que era correspondido y que quizás lo seguía ella con la vista y llena de ansiedad, no quiso cometer una locura que pudiera costarle la piel a él, y a ella, sabe Dios cuántas lágrimas. ...

En la línea 544
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Señor —dijo Sandokán acercándosele—, si yo le hubiese dado hospitalidad, si le hubiera llamado mi amigo y hubiera descubierto después que era un enemigo, le habría indicado la puerta, pero no le hubiera tendido una cobarde emboscada. Ahí abajo, en el camino que debo recorrer, hay cincuenta o cien hombres dispuestos a fusilarme. Mande que se retiren y que me dejen el paso libre. ...

En la línea 578
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Se internó de nuevo en la espesura y se abrió paso con mil precauciones entre la maleza, hasta que se encontró con un torrente de agua negra. Sin vacilar entró en él, lo remontó unos cincuenta metros y llegó al pie de un árbol enorme, al que se subió. ...

En la línea 587
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Tengo mis dudas, a pesar de que el baronet William Rosenthal ofrece cincuenta libras esterlinas por su cabeza. Pero yo creo que mientras nosotros corríamos hacia el oeste para impedirle embarcarse en algún parao, él va hacia el norte o hacia el sur. ...

En la línea 9
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Quince días más tarde, a dos mil leguas de allí, el Helvetia, de la Compagnie Nationale, y el Shannon, de la Royal Mail, navegando en sentido opuesto por la zona del Atlántico comprendida entre Europa y Estados Unidos, se señalaron mutuamente al monstruo a 42º 15' de latitud norte y 60º 35' de longitud al oeste del meridiano de Greenwich. En esa observación simultánea se creyó poder evaluar la longitud mínima del mamífero en más de trescientos cincuenta pies ingleses, dado que el Shannon y el Helvetia eran de dimensiones inferiores, aun cuando ambos midieran cien metros del tajamar al codaste. Ahora bien, las ballenas más grandes, las que frecuentan los parajes de las islas Aleutinas, la Kulammak y la Umgullick, no sobrepasan los cincuenta y seis metros de longitud, si es que llegan a alcanzar tal dimensión. ...

En la línea 9
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Quince días más tarde, a dos mil leguas de allí, el Helvetia, de la Compagnie Nationale, y el Shannon, de la Royal Mail, navegando en sentido opuesto por la zona del Atlántico comprendida entre Europa y Estados Unidos, se señalaron mutuamente al monstruo a 42º 15' de latitud norte y 60º 35' de longitud al oeste del meridiano de Greenwich. En esa observación simultánea se creyó poder evaluar la longitud mínima del mamífero en más de trescientos cincuenta pies ingleses, dado que el Shannon y el Helvetia eran de dimensiones inferiores, aun cuando ambos midieran cien metros del tajamar al codaste. Ahora bien, las ballenas más grandes, las que frecuentan los parajes de las islas Aleutinas, la Kulammak y la Umgullick, no sobrepasan los cincuenta y seis metros de longitud, si es que llegan a alcanzar tal dimensión. ...

En la línea 18
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Nadie ignora el nombre del célebre armador inglés Cunard, el inteligente industrial que fundó, en 1840, un servicio postal entre Liverpool y Halifax, con tres barcos de madera, de ruedas, de cuatrocientos caballos de fuerza y con un arqueo de mil ciento sesenta y dos toneladas. Ocho años después, el material de la compañía se veía incrementado en cuatro barcos de seiscientos cincuenta caballos y mil ochocientas veinte toneladas, y dos años más tarde, en otros dos buques de mayor potencia y tonelaje. En 1853, la Compañía Cunard, cuya exclusiva del transporte del correo acababa de serle renovada, añadió sucesivamente a su flota el Arabia, el Persia, el China, el Scotia, el Java y el Rusia, todos ellos muy rápidos y los más grandes que, a excepción del Great Eastern, hubiesen surcado nunca los mares. Así, pues, en 1867, la compañía poseía doce barcos, ocho de ellos de ruedas y cuatro de hélice. ...

En la línea 165
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Exactamente, Ned. Así, pues, a treinta y dos pies por debajo de la superficie del mar sufriría usted una presión de diecisiete mil quinientos sesenta y ocho kilogramos; a trescientos veinte pies, diez veces esa presión, o sea, ciento setenta y cinco mil seiscientos ochenta kilogramos; a tres mil doscientos pies, cien veces esa presión, es decir, un millón setecientos cincuenta y seis mil ochocientos kilogramos; y a treinta y dos mil pies, mil veces esa presión, o sea diecisiete millones quinientos sesenta y ocho mil kilogramos. En una palabra, que se quedaría usted planchado como si le sacaran de una apisonadora. ...

En la línea 340
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Esto fue cuanto oí aquella noche antes de que mi hermana me cogiese, cual si mi presencia fuera una ofensa para las miradas de los invitados, y me ayudase a subir la escalera con tal fuerza que parecía que yo llevara cincuenta botas y cada una de ellas corriese el peligro de tropezar contra los bordes de los escalones. Como ya he dicho, el estado especial de mi mente empezó a manifestarse antes de levantarme, al día siguiente, y duró hasta que se perdió el recuerdo del asunto y no se mencionó más que en ocasiones excepcionales. ...

En la línea 1200
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Y como si mi mente no estuviera ya bastante confusa, tal confusión se complicó cincuenta mil veces más en cuanto pude advertir que Biddy era inconmensurablemente mucho mejor que Estella, y que la vida sencilla y honrada para la cual yo había nacido no debía avergonzar a nadie, sino que me ofrecía suficiente respeto por mí mismo y bastante felicidad. En aquellos tiempos estaba seguro de que mi desafecto hacia Joe y hacia la fragua había desaparecido ya y que me hallaba en muy buen camino de llegar a ser socio de Joe y de vivir en compañía de Biddy. Mas, de pronto, se aparecía en mi mente algún recuerdo maldito de los días de mis visitas a casa de la señorita Havisham y, como destructor proyectil, dispersaba a lo lejos mis sensatas ideas. Cuando éstas se diseminaban, me costaba mucho tiempo reunirlas de nuevo, y a veces, antes de lograrlo, volvían a dispersarse ante el pensamiento extraviado de que tal vez la señorita Havisham haría mi fortuna en cuanto hubiese terminado mi aprendizaje. ...

En la línea 1402
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Por grados empezó a demostrarme tal confianza, que me pidió mi consejo con respecto a sus propios asuntos. Mencionó que nunca se había presentado una ocasión tan favorable como aquélla para acaparar el negocio de granos y semillas en su propio establecimiento, en caso de que se ampliase considerablemente. Lo único que necesitaba para alcanzar así una enorme fortuna era tener algo más de capital. Éstas fueron sus palabras: más capital. Y Pumblechook creía que este capital podría interesarlo en sus negocios un socio que no tendría nada que hacer más que pasear y examinar de vez en cuando los libros y visitarle dos veces al año para llevarse sus beneficios, a razón del cincuenta por ciento. Eso le parecía una excelente oportunidad para un joven animoso que tuviese bienes y que, por lo tanto, sería digna de fijar su atención. ¿Qué pensaba yo de eso? Él daba mucho valor a mis opiniones, y por eso me preguntaba acerca del particular. Yo le dije que esperase un poco. Esta respuesta le impresionó de tal manera que ya no me pidió permiso para estrecharme las manos, sino que dijo que tenía que hacerlo, y cumplió su deseo. ...

En la línea 1444
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... El señor Jaggers me había mandado debidamente sus señas; vivía en Little Britain, y él había escrito luego a mano, en su tarjeta: Precisamente al salir de Smithfield y cerca de la oficina de la diligencia.Sin embargo, un cochero de alquiler, que parecía tener en su levitón tantas esclavinas como años, me metió en su coche haciendo luego tantos preparativos como si se tratase de hacer un viaje de cincuenta millas. Fue también obra de mucho tiempo su ascenso al pescante, cubierto de un paño verdoso y manchado por las inclemencias del tiempo y comido ya de polillas. Era un estupendo carruaje, adornado exteriormente por seis coronas, y detrás había numerosas agarraderas estropeadas para que se apoyasen no sé cuántos lacayos. Debajo habían puesto unas cuantas púas para contener a los lacayos por afición que se sintieran tentados de montar. ...

En la línea 120
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑De esto hace cinco semanas. Pues sí, cuando Catalina Ivanovna y Sonetchka se enteraron de lo de mi empleo, me sentí como transportado al paraíso. Antes, cuando tenía que permanecer acostado, se me miraba como a una bestia y no oía más que injurias; ahora andaban de puntillas y hacían callar a los niños. «¡Silencio! Simón Zaharevitch ha trabajado mucho y está cansado. Hay que dejarlo descansar.» Me daban café antes de salir para el despacho, e incluso nata. Compraban nata de verdad, ¿sabe usted?, lo que no comprendo es de dónde pudieron sacar los once rublos y medio que se gastaron en aprovisionar mi guardarropa. Botas, soberbios puños, todo un uniforme en perfecto estado, por once rublos y cincuenta kopeks. En mi primera jornada de trabajo, al volver a casa al mediodía, ¿qué es lo que vieron mis ojos? Catalina Ivanovna había preparado dos platos: sopa y lechón en salsa, manjar del que ni siquiera teníamos idea. Vestidos no tiene, ni siquiera uno. Sin embargo, se había compuesto como para ir de visita. Aun no teniendo ropa, se había arreglado. Ellas saben arreglarse con nada. Un peinado gracioso, un cuello blanco y muy limpio, unos puños, y parecía otra; estaba más joven y más bonita. Sonetchka, mi paloma, sólo pensaba en ayudarnos con su dinero, pero nos dijo: «Me parece que ahora no es conveniente que os venga a ver con frecuencia. Vendré alguna vez de noche, cuando nadie pueda verme.» ¿Comprende, comprende usted? Después de comer me fui a acostar, y entonces Catalina Ivanovna no pudo contenerse. Hacía apenas una semana había tenido una violenta disputa con Amalia Ivanovna, la dueña de la casa; sin embargo, la invitó a tomar café. Estuvieron dos horas charlando en voz baja. ...

En la línea 908
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¡Pero escucha un momento, botarate! ¿Es que te has vuelto loco? Puedes hacer lo que quieras, pero yo tampoco tengo lecciones y me río de eso. Estoy en tratos con el librero Kheruvimof, que es una magnífica lección en su género. Yo no lo cambiaría por cinco lecciones en familias de comerciantes. Ese hombre publica libritos sobre ciencias naturales, pues esto se vende como el pan. Basta buscar buenos títulos. Me has llamado imbécil más de una vez, pero estoy seguro de que hay otros más tontos que yo. Mi editor, que es poco menos que analfabeto, quiere seguir la corriente de la moda, y yo, naturalmente, le animo… Mira, aquí hay dos pliegos y medio de texto alemán. Puro charlatanismo, a mi juicio. Dicho en dos palabras, la cuestión que estudia el autor es la de si la mujer es un ser humano. Naturalmente, él opina que sí y su labor consiste en demostrarlo elocuentemente. Kheruvimof considera que este folleto es de actualidad en estos momentos en que el feminismo está de moda, y yo me encargo de traducirlo. Podrá convertir en seis los dos pliegos y medio de texto alemán. Le pondremos un título ampuloso que llene media página y se venderá a cincuenta kopeks el ejemplar. Será un buen negocio. Se me paga la traducción a seis rublos el pliego, o sea quince rublos por todo el trabajo. Ya he cobrado seis por adelantado. Cuando terminemos este folleto traduciremos un libro sobre las ballenas, y para después ya hemos elegido unos cuantos chismes de Les Confessions. También los traduciremos. Alguien ha dicho a Kheruvimof que Rousseau es una especie de Radiscev. Naturalmente, yo no he protestado. ¡Que se vayan al diablo… ! Bueno, ¿quieres traducir el segundo pliego del folleto Es la mujer un ser humano? Si quieres, coge inmediatamente el pliego, plumas, papel (todos estos gastos van a cargo del editor), y aquí tienes tres rublos: como yo he recibido seis adelantados por toda la traducción, a ti te corresponden tres. Cuando hayas traducido el pliego, recibirás otros tres. Pero que te conste que no tienes nada que agradecerme. Por el contrario, apenas te he visto entrar, he pensado en tu ayuda. En primer lugar, yo no estoy muy fuerte en ortografía, y en segundo, mis conocimientos del alemán son más que deficientes. Por eso me veo obligado con frecuencia a inventar, aunque me consuelo pensando que la obra ha de ganar con ello. Es posible que me equivoque… Bueno, ¿aceptas? ...

En la línea 1100
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¿No venirle bien estas botas? Entonces, ¿para qué me he llevado esto? ‑replicó Rasumikhine, sacando del bolsillo una agujereada y sucia bota de Raskolnikof‑. He tomado mis precauciones. Las he medido con esta porquería. He procedido en todo concienzudamente. En cuanto a la ropa interior, me he entendido con la patrona. Ante todo, aquí tienes tres camisas de algodón con el plastrón de moda… Bueno, ahora hagamos cuentas: ochenta kopeks por la gorra, dos rublos veinticinco por los pantalones y el chaleco, uno cincuenta por las botas, cinco por la ropa interior (me ha hecho un precio por todo, sin detallar), dan un total de nueve rublos y cincuenta y cinco kopeks. O sea que tengo que devolverte cuarenta y cinco kopeks. Y ya estás completamente equipado, querido Rodia, pues tu gabán no sólo está en buen uso todavía, sino que conserva un sello de distinción. ¡He aquí la ventaja de vestirse en Charmar! En lo que concierne a los calcetines, tú mismo te los comprarás. Todavía nos quedan veinticinco buenos rublos. De Pachenka y de tu hospedaje no te has de preocupar: tienes un crédito ilimitado. Y ahora, querido, habrás de permitirnos que te mudemos la ropa interior. Esto es indispensable, pues en tu camisa puede cobijarse el microbio de la enfermedad. ...

En la línea 1100
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¿No venirle bien estas botas? Entonces, ¿para qué me he llevado esto? ‑replicó Rasumikhine, sacando del bolsillo una agujereada y sucia bota de Raskolnikof‑. He tomado mis precauciones. Las he medido con esta porquería. He procedido en todo concienzudamente. En cuanto a la ropa interior, me he entendido con la patrona. Ante todo, aquí tienes tres camisas de algodón con el plastrón de moda… Bueno, ahora hagamos cuentas: ochenta kopeks por la gorra, dos rublos veinticinco por los pantalones y el chaleco, uno cincuenta por las botas, cinco por la ropa interior (me ha hecho un precio por todo, sin detallar), dan un total de nueve rublos y cincuenta y cinco kopeks. O sea que tengo que devolverte cuarenta y cinco kopeks. Y ya estás completamente equipado, querido Rodia, pues tu gabán no sólo está en buen uso todavía, sino que conserva un sello de distinción. ¡He aquí la ventaja de vestirse en Charmar! En lo que concierne a los calcetines, tú mismo te los comprarás. Todavía nos quedan veinticinco buenos rublos. De Pachenka y de tu hospedaje no te has de preocupar: tienes un crédito ilimitado. Y ahora, querido, habrás de permitirnos que te mudemos la ropa interior. Esto es indispensable, pues en tu camisa puede cobijarse el microbio de la enfermedad. ...

En la línea 157
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Pensaba que iba a hablarme de un momento a otro. Para desquitarme, ayer y hoy he concentrado mi atención sobre la señorita Blanche. ¡Pobre general, está perdido! Dejarse dominar a los cincuenta y cinco años por una pasión tan ardiente… es, evidentemente, una desgracia. Añádase a eso su viudez, sus hijos, su ruina, sus deudas y, finalmente, la clase de mujer de que se ha enamorado. La señorita Blanche es elegante, pero tiene una de esas caras que infunden miedo. ...

En la línea 210
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —La capacidad alemana de enriquecerse. Estoy aquí desde hace poco tiempo y, sin embargo, las observaciones que he tenido tiempo de hacer sublevan mi naturaleza tártara. ¡Vaya qué virtudes! Ayer recorrí unos diez kilómetros por las cercanías. Pues bien, es exactamente lo mismo que en los libros de moral, que en esos pequeños libros alemanes ilustrados; todas las casas tienen aquí su papá, su Vater, extraordinariamente virtuoso y honrado. De una honradez tal que uno no se atreve a dirigirse a ellos. Por la noche toda la familia lee obras instructivas. En torno de la casita se oye soplar el viento sobre los olmos y los castaños. El sol poniente dora el tejado donde se posa la cigüeña, espectáculo sumamente poético y conmovedor. Recuerdo que mi difunto padre nos leía por la noche, a mi madre y a mi, libros semejantes, también bajo los tilos de nuestro jardín… Puedo juzgar con conocimiento de causa. Pues bien, aquí cada familia se halla en la servidumbre, ciegamente sometida al Vater. Cuando el Vater ha reunido cierta suma, manifiesta la intención de transmitir a su hijo mayor su oficio o sus tierras. Con esa intención se le niega la dote a una hija que se condena al celibato. El hijo menor se ve obligado a buscar un empleo o a trabajar a destajo y sus ganancias van a engrosar el capital paterno. Sí, esto se practica aquí, estoy bien informado. Todo ello no tiene otro móvil que la honradez, una honradez llevada al último extremo, y el hijo menor se imagina que es por honradez por lo que se le explota. ¿No es esto un ideal, cuando la misma víctima se regocija de ser llevado al sacrificio? ¿Y después?, me preguntaréis. El hijo mayor no es más feliz. Tiene en alguna parte una Amalchen, la elegida de su corazón, pero no puede casarse con ella por hacerle falta una determinada suma de dinero. Ellos también esperan por no faltar a la virtud y van al sacrificio sonriendo. Las mejillas de Amalchen se ajan, la pobre muchacha se marchita. Finalmente, al cabo de veinte años, la fortuna se ha aumentado, los florines han sido honrada y virtuosamente adquiridos. Entonces el Vater bendice la unión de su hijo mayor de cuarenta años con Amalchen, joven muchacha de treinta y cinco años, con el pecho hundido y la nariz colorada… Con esta ocasión vierte lágrimas, predica la moral y exhala acaso el último suspiro. El hijo mayor se convierte a su vez en un virtuoso Vater y vuelta a empezar. Dentro de cincuenta o sesenta años el nieto del primer Vater realizará ya un gran capital y lo transmitirá a su hijo; éste al suyo y después de cinco o seis generaciones, aparece, en fin, el barón de Rothschild en persona, Hope y Compañía o sabe Dios quién… ¿No es ciertamente un espectáculo grandioso? He aquí el coronamiento de uno o dos siglos de trabajo, de perseverancia, de honradez, he aquí a dónde lleva la firmeza de carácter, la economía, la cigüeña sobre el tejado. ¿Qué más podéis pedir? Ya más alto que esto no hay nada, y esos ejemplos de virtud juzgan al mundo entero lanzando el anatema contra aquellos que no los siguen. Pues bien, prefiero más divertirme a la rusa o enriquecerme en la ruleta. No deseo ser Hope y Compañía… al cabo de cinco generaciones. ...

En la línea 681
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Entregaron a la abuela un pesado cartucho de papel blanco que contenía cincuenta federicos. Le contaron además otros veinticinco federicos. Recogí todo aquello con la raqueta. ...

En la línea 741
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Poco es. Te prestaré cincuenta federicos, si quieres. Toma este cartucho… Pero tú, amigo mío, es inútil que esperes que te dé dinero —declaró, dirigiéndose al general. ...

En la línea 622
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Con esto pagaré mi deuda de cien francos que vence mañana. Me faltaban cincuenta. ¿Sabes que no has armado mala ratonera con tus hijas? ...

En la línea 652
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Era un hombre de unos cincuenta años, reconcentrado, meditabundo y bueno. Esto es todo lo que de él podía decirse. ...

En la línea 763
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Mis treinta y cinco francos me ha costado, pero lo sé todo. He visto a la criatura. Esta mujer era la señora Victurnien, guardiana de la virtud de todo el mundo. De joven se casó con un monje escapado del claustro, que se pasó de los Bernardinos a los Jacobinos. Tenía ahora cincuenta años; era fea, de voz temblorosa, seca, ruda, brusca, casi venenosa. ...

En la línea 764
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Una mañana le entregó a Fantina, de parte del señor alcalde, cincuenta francos, diciéndole que ya no formaba parte del taller, y que el señor alcalde la invitaba a abandonar el pueblo. ...

En la línea 18
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... -Eso hace ciento cincuenta -calculó el tabernero-; y ése los vale, o yo no sé nada de perros. ...

En la línea 94
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... El río Thirty Mile no estaba congelado. Su turbulento caudal lo impedía y el hielo sólo lograba cuajar en las riberas y en los remansos. Se necesitaron seis días de agotador esfuerzo para recorrer aquellos terribles cincuenta kilómetros. Terribles porque cada paso suponía un riesgo vital para perros y hombres. Una docena de veces, Perrault, que avanzaba el primero con precaución, quebró la capa helada de la estrecha franja que los sustentaba y se salvó gracias a la pértiga que llevaba, sostenida de tal forma que quedaba cada vez atravesada sobre el agujero abierto por su cuerpo. Pero estaban en plena ola de frío, el termómetro marcaba diez grados bajo cero, y cada vez que rompía el hielo se veía obligado, para no morir, a encender una hoguera que le secase la ropa. ...

En la línea 114
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... En la desembocadura del Tahkeena, una noche después de comer, Dub avistó un conejo-raqueta, calculó mal y se le escapó. Un segundo después, el equipo entero corría con ansia tras él. A pocas yardas de distancia había un campamento de la policía territorial, con cincuenta perros, todos ellos huskies que se incorporaron a la cacería. El conejo se alejó por el río a toda velocidad, lo abandonó para internarse en un pequeño afluente sobre cuyo lecho helado continuó corriendo a un ritmo constante. Corría ágilmente sobre la superficie nevada mientras los perros se abrían camino con dificultad empleándose a fondo. Buck iba a la cabeza de la jauría de sesenta canes, cogiendo curva tras curva, pero sin obtener ventaja alguna. Iba casi a ras del suelo, gimiendo de impaciencia, con el espléndido cuerpo adelantando, salto a salto, bajo la tenue y blanca luz de la luna. Y, palmo a palmo, como un blanquecino espectro glacial, el centelleante conejo se mantenía por delante. ...

En la línea 166
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... A los treinta días de haber salido de Dawson, el correo de Salt Water, con Buck y sus compañeros al frente, llegó a Skaguay. Estaban en un estado lamentable, agotados y exhaustos. El peso de Buck se había reducido de sesenta y cinco a cincuenta kilos. El resto de los perros, aun pesando menos, habían perdido relativamente más peso que él. Pike, el tramposo, que se había pasado la vida fingiendo y que tantas veces había logrado hacer creer que tenía una pata herida, cojeaba ahora de verdad. Sol-leks andaba paticojo, y Dub tenía una paletilla dislocada. ...

En la línea 60
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... El suceso de que se trataba, y sobre el cual los diferentes periódicos del Reino Unido discutían acaloradamente, se había realizado tres días antes, el 29 de septiembre. Un legajo de billetes de banco que formaba la enorme cantidad de cincuenta y cinco mil libras, había sido sustraído de la mesa del cajero principal del Banco de Inglaterra. ...

En la línea 63
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Sin embargo el 29 de septiembre las cosas no sucedieron completamente del mismo modo. El legajo de billetes de banco no volvió, y cuando el magnífico reloj colocado encima del 'drawing office' dio las cinco, la hora en que debía cerrarse el despacho, el Banco d Inglaterra no tenía mas que recursos que asentar cincuenta y cinco mil libras en la cuenta de ganancias y de pérdidas. ...

En la línea 133
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... A las siete y veinticinco, Phileas Fogg, después de haber ganado unas veinte guineas al whist, se despidió de sus honorables colegas y abandonó el ReformClub. A las siete y cincuenta abría la puerta de su casa y entraba. ...

En la línea 191
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Durante los primeros días que siguieron a la partida del gentleman, se habían empeñado importantes sumas sobre lo aleatorio de su empresa. Sabido es que el mundo de los apostadores de Inglaterra es mundo más inteligente y más elevado que el de los jugadores. Apostar es el temperamento inglés. Por eso, no tan sólo fueron los individuos del Reform Club quienes establecieron apuestas considerables en pro o en contra de Phileas Fogg, sino que también entró en ellas la masa del público. Phileas Fogg fue inscrito, como los caballos de carrera, en una especie de 'studbook'. Quedó convertido en valor de Bolsa, y se cotizó en la plaza de Londres. Se pedía y se ofrecía el Phileas Fogg en firme o a plazo, y se hacían enormes negocios. Pero cinco días después de su salida, el artículo del 'Boletín de la Sociedad de Geografía' hizo crecer las ofertas. El Phileas Fogg bajó y llegó a ser ofrecido en paquetes. Tomado primero a cinco, luego a diez, ya no se tomó luego sino a uno por veinte, por cincuenta y aun por ciento. ...


El Español es una gran familia


Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras c;s

Reglas relacionadas con los errores de c;s

Las Reglas Ortográficas de la S

Se escribe s al final de las palabras llanas.
Ejemplos: telas, andamos, penas
Excepciones: alférez, cáliz, lápiz

Se escriben con s los vocablos compuestos y derivados de otros que también se escriben con esta letra.
Ejemplos: pesar / pesado, sensible / insensibilidad

Se escribe con s las terminaciones -esa, -isa que signifiquen dignidades u oficios de mujeres.
Ejemplos: princesa, poetisa

Se escriben con s los adjetivos que terminan en -aso, -eso, -oso, -uso.
Ejemplos: escaso, travieso, perezoso, difuso

Se escribe con s las terminaciones -ísimo, -ísima.
Ejemplos: altísimo, grandísima

Se escribe con s la terminación -sión cuando corresponde a una palabra que lleva esa letra, o cuando otra palabra derivada lleva -sor, -sivo, -sible,-eso.
Ejemplos: compresor, compresión, expreso, expresivo, expresión.

Se escribe s en la terminación de algunos adjetivos gentilicios singulares.
Ejemplos: inglés, portugués, francés, danés, irlandés.

Se escriben s con las sílabas iniciales des-, dis-.
Ejemplos: desinterés, discriminación.

Se escribe s en las terminaciones -esto, -esta.
Ejemplos: detesto, orquesta.

Más información sobre la palabra Cincuenta en internet

Cincuenta en la RAE.
Cincuenta en Word Reference.
Cincuenta en la wikipedia.
Sinonimos de Cincuenta.

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La palabra hecha
La palabra cargado
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