La palabra Cargado ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
La llamada de la selva de Jack London
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece cargado.
Estadisticas de la palabra cargado
Cargado es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 6559 según la RAE.
Cargado aparece de media 13.23 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la cargado en las obras de referencia de la RAE contandose 2011 apariciones .
Errores Ortográficos típicos con la palabra Cargado
Cómo se escribe cargado o carrgado?
Cómo se escribe cargado o sargado?
Cómo se escribe cargado o carjado?
Más información sobre la palabra Cargado en internet
Cargado en la RAE.
Cargado en Word Reference.
Cargado en la wikipedia.
Sinonimos de Cargado.

la Ortografía es divertida

El Español es una gran familia
Algunas Frases de libros en las que aparece cargado
La palabra cargado puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 666
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Llegaban unos tirando de sus caballejos con el serón cargado de estiércol, contentos de la colecta hecha en las calles; otros, en sus carros vacíos procurando enternecer a los guardias municipales para que los dejasen permanecer allí; y mientras los viejos conversaban con las mujeres, los jóvenes se metían en el cafetín cercano para matar el tiempo ante la copa de aguardiente, mascullando su cigarro de diez céntimos. ...
En la línea 958
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... No fumaba; había entrado dos o tres veces en su vida en casa de Copa, y los domingos, si tenía algunas horas libres, en vez de estarse en la plaza de Alboraya puesto en cuclillas como los demás, viendo a los mozos guapos jugar a la pelota, íbase al campo, vagando sin rumbo por la enmarañada red de sendas, y si encontraba algún árbol cargado de pajaros, allí se quedaba embobado por el revoloteo y los chillidos de estos bohemios de la huerta. ...
En la línea 1162
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Fué como una pedrada en un árbol cargado de pájaros. ...
En la línea 1699
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Los primeros perfumes de la naciente primavera se extendieron por el cuarto, que olía a medicinas, y cuyo ambiente, pesadísimo, parecía cargado de insomnio y suspiros. ...
En la línea 437
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Habían ya llegado al cortijo casi todas las bandas de trabajadores y en la puerta de la gañanía sacudíanse mantas y refajos, derramando a chorros el agua sucia, cuando Rafael se fijó en un pequeño grupo rezagado que se aproximaba lentamente bajo la cortina oblicua de la lluvia. Eran dos hombres y un borriquillo cargado con un serón, bajo el cual apenas si asomaban las orejas y la cola. ...
En la línea 1746
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Un grupo numeroso se dirigió al teatro. Allí estaban los ricos, los burgueses. Había que matarlos a todos: un drama de verdad. Pero al llegar los jornaleros ante la puerta iluminada, detuviéronse con un temor que tenía algo de religioso. Nunca habían entrado allí. El aire, caliente, cargado de emanaciones de gas, y el rumor de innumerables conversaciones que se escapaban por las rendijas de la cancela, intimidábanles como la respiración de un monstruo oculto tras las cortinas rojas del vestíbulo. ...
En la línea 1856
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --¿Tú crees que yo tengo verdadero deseo de emparentar contigo y que esto me da alegría?... Pues te equivocas. ¡Ojalá no hubieses tenido nunca el mal pensamiento que ha hecho infeliz a mi hermana! A no existir eso de por medio, no te aceptaría por cuñado, aunque llegases a pedírmelo de rodillas, cargado de millones... Pero el mal está hecho y hay que remediarlo del único modo que puede remediarse, aunque reventemos todos de pena... Ya sabes que yo me río del matrimonio: es una de las muchas pamplinas que existen en el mundo. Lo necesario para ser felices, es el amor... y nada más. Yo puedo expresarme así porque soy hombre; porque me cisco en la sociedad y en lo que diga la gente. ...
En la línea 2099
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Creisteis huir de mí volviendo a París, creisteis que no osaría abandonar el tesoro que mi amo me había en cargado vigilar. ...
En la línea 3661
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Una hora después fue promulgada en Londres la ordenanza de no dejar salir de los puertos ningún navío cargado para Francia, ni siquie ra el paquebote de las camas. ...
En la línea 4387
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Porthos estaba acostado y jugaba una partida de sacanete con Mos quetón para entretener la mano, mientras un asador cargado con perdices giraba ante el fuego y en cada rincón de una gran chimenea her vían sobre dos hornillos dos cacerolas de las que salía doble olor aes tofado de conejo y a caldereta de pescado que alegraba el olfato. ...
En la línea 4917
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¡Ay, bondad divina! ¡Ya tenemos otra vez escan dalera!En efecto, D'Artagnan oyó un gran ruido venir del lado de la bodega; se levantó, precedido por el hostelero, que se retorcía las manos, y seguido de anchet, que lleva ba su mosquetón cargado, se acercó al lugar de la escena. ...
En la línea 882
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Escarmentado por la primera travesía, no me embarqué ahora en un bote, sino en uno de los faluchos que hacen el servicio regular de pasajeros, y así llegue a Aldea Gallega, después de seis horas de viaje; el barco iba muy cargado, no había viento, y los marineros no pudieron soltar los pesados remos ni un instante. ...
En la línea 4438
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Al cuarto de hora volvió sonriente, cargado con la montura de nuestro caballo. ...
En la línea 5723
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... ¿Por ventura son mis carnes de bronce, o vame a mí algo en que se desencante o no? ¿Qué canasta de ropa blanca, de camisas, de tocadores y de escarpines, anque no los gasto, trae delante de sí para ablandarme, sino un vituperio y otro, sabiendo aquel refrán que dicen por ahí, que un asno cargado de oro sube ligero por una montaña, y que dádivas quebrantan peñas, y a Dios rogando y con el mazo dando, y que más vale un 'toma' que dos 'te daré'? Pues el señor mi amo, que había de traerme la mano por el cerro y halagarme para que yo me hiciese de lana y de algodón cardado, dice que si me coge me amarrará desnudo a un árbol y me doblará la parada de los azotes; y habían de considerar estos lastimados señores que no solamente piden que se azote un escudero, sino un gobernador; como quien dice: 'bebe con guindas'. ...
En la línea 7223
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Bien parece que no sabe las entradas y salidas de los impresores, y las correspondencias que hay de unos a otros; yo le prometo que, cuando se vea cargado de dos mil cuerpos de libros, vea tan molido su cuerpo, que se espante, y más si el libro es un poco avieso y no nada picante. ...
En la línea 7396
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Con esto, se partieron los dos, y don Quijote y Sancho después, como se ha dicho: don Quijote desarmado y de camino, Sancho a pie, por ir el rucio cargado con las armas. ...
En la línea 736
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Jemmy se fue a acostar a tierra, pero volvió a la mañana siguiente y permaneció a bordo hasta el momento en que se dio a la vela el buque, lo que horrorizó a su mujer que no cesó de gritar hasta que volvió a su canoa. Salió cargado con una porción de objetos de gran valor para él. Todos sentimos alguna pena al pensar que estrechábamos su mano por última vez. No dudo que hoy será tan feliz, o más quizá que no hubiese salido nunca de su país. Todos debemos desear sinceramente que la noble esperanza del capitán Fitz-Roy se realice y que en gratitud a los numerosos sacrificios que por estos fueguenses ha hecho, algún marinero náufrago reciba auxilio y protección de los descendientes de Jemmy Button y de su tribu. Tan pronto Jemmy puso el pie en tierra encendió una hoguera en señal de última despedida, mientras que nuestro barco proseguía su ruta hacia alta mar. ...
En la línea 935
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... juzgar por el cielo cargado de nubes, se preparaba otra nueva tempestad de nieve; por lo que tuvimos gran satisfacción al vernos de regreso en la casa ...
En la línea 1063
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Por más que abundan los víveres, la gente es pobre; no hay trabajo, y, por lo tanto, no pueden los pobres proporcionarse el dinero necesario para adquirir lo más insignificante; además, falta hasta tal punto la plata acuñada, que he visto a un hombre cargado con un saco de carbón que llevaba en pago de un objeto de poco valor, y a otro cambiar una plancha por una botella de vino ...
En la línea 1310
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... ro lo extraordinario es que al cabo de tres años se ha convertido aquella raíz en un hermoso árbol cargado de fruto, como lo he visto yo mismo. anciano que vive cerca de Valdivia, me decía: «Necesidad es la madre del invención», y me lo probaba contándome todo lo que él hacía con sus manzanas. ...
En la línea 5462
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Era un rectángulo de treinta pies de largo por veinte de ancho, de techo muy alto cargado de artesones platerescos de nogal obscuro. ...
En la línea 5974
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Los vetustenses llegaron a mirarla como un maniquí cargado de artículos de moda, que sólo divertía a las señoritas. ...
En la línea 6817
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¿y qué había? nada; absolutamente nada; una señora que había hecho confesión general y que probablemente a estas horas estaría metida en un pozo cargado de yerba seca en compañía del mejor mozo del pueblo. ...
En la línea 7080
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La del balcón hablaba, pero tan quedo que no era posible conocerla por la voz; era un murmullo cargado de eses, completamente anónimo. ...
En la línea 1645
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Inútil reírse de mí. Ya le he dicho que soy de otra época: igual a aquellos personajes que creían a la vez en la Virgen María y en Venus, llevaban sobre el pecho un medallón con la Hostia consagrada y se entregaban a la astrología y la magia. Siendo grandes pecadores, no dudaban un momento del poder de Dios y la existencia de la vida eterna… Le repito que soy el último cardenal del Renacimiento, con mujer y cargado de hijos, lo mismo que muchos de ellos… , pero todos hijos legítimos. ...
En la línea 1653
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... El muchacho estudiaba y quería cumplir con su deber; pero no podía ir más allá de sus alcances. Doña Lupe le ayudaba a estudiar las lecciones, animábale en sus desfallecimientos, y cuando le veía apurado y temeroso por la proximidad de los exámenes, se ponía la mantilla y se iba a hablar con los profesores. Tales cosas les decía, que el chico pasaba, aunque con malas notas. Como no estuviese enfermo, asistía puntualmente a clase, y era de los que traían mayor trajín de notas, apuntes y cuadernos. Entraba en el aula cargado con aquel fardo, y no perdía sílaba de lo que el profesor decía. ...
En la línea 1696
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Hízolo como lo pensó, y aquel día pudo vencer un poco su timidez. Feliciana le ayudaba, estimulándole con maña, y así logró Rubín decir a la otra algunas cosas que por disimulo de sus sentimientos quiso que fueran maliciosas. «Tardecillo vino usted anoche. A las once no había vuelto usted todavía». Y por este estilo otras frases vulgares que Fortunata oía con indiferencia y que contestaba de un modo desdeñoso. Maximiliano reservaba las purezas de su alma para ocasión más oportuna, y con feliz instinto había determinado iniciarse como uno de tantos, como un cualquiera que no quería más que divertirse un rato. Dejoles solos la tunanta de Feliciana, y Rubín se acobardó al principio; pero de repente se rehízo. No era ya el mismo hombre. La fe que llenaba su alma, aquella pasión nacida en la inocencia y que se desarrolló en una noche como árbol milagroso que surge de la tierra cargado de fruto, le removía y le transfiguraba. Hasta la maldita timidez quedaba reducida a un fenómeno puramente externo. Miró sin pestañear a Fortunata, y cogiéndole una mano, le dijo con voz temblorosa: «Si usted me quiere querer, yo… la querré más que a mi vida». ...
En la línea 3074
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... De ocho a diez estaba el café completamente lleno, y los alientos, el vapor y el humo hacían un potaje atmosférico que indigestaba los pulmones. A las nueve, cuando aparecían La Correspondencia y los demás periódicos de la noche, aumentaba el bullicio. La jorobada y un su hermano, también algo cargado de espaldas, entraban con las manos de papel, y dando brazadas por entre las mesas del centro, iban alargando periódicos a todo el que los pedía. Poco después empezaba a clarear la concurrencia; algunos se iban al teatro, y las peñas de estudiantes se disolvían, porque hay muchos que se van a estudiar temprano. En todos los cafés son bastantes los parroquianos que se retiran entre diez y once. A las doce vuelve a animarse el local con la gente que regresa del teatro y que tiene costumbre de tomar chocolate o de cenar antes de irse a la cama. Después de la una sólo quedan los enviciados con la conversación, los adheridos al diván o a las sillas por una especie de solidificación calcárea, las verdaderas ostras del café. ...
En la línea 3899
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Cuando pasaba bajo los balcones el cuerpo inerte de Mauricia la Dura, cargado por los de Orden Público y escoltado por el gentío, Fortunata se quitó del balcón, porque le faltaba ánimo para presenciar tal espectáculo. Doña Lupe y Papitos sí que lo vieron todo, y esta tuvo aún la pretensión de que su ama la dejase ir a la botica para ver la cura que le hacían a aquella borrachona. Pero esto ya era mucha libertad, y aunque la chiquilla imaginó diferentes pretextos para bajar, no se salió con la suya. ...
En la línea 380
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... La falúa real, seguida de su espléndida flotilla, se encaminó majestuosamente por el Támesis abajo entre la maraña de botes iluminados. El aire estaba cargado de música; y las orillas del río tremolando por la alegría de las llamaradas; la lejana ciudad se tendía en el suave resplandor luminoso de sus incontables hogueras invisibles; por encima de ella se elevaban al cielo muchas esbeltas espirales, incrustadas de luces centelleantes, que en su lejanía parecían enjoyadas lanzas arrojadas a lo alto. A medida que navegaba la flotilla, era saludada desde las márgenes con un continuo clamor de vivas e incesantes centellas y truenos de la artillería. ...
En la línea 1976
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Hizo subir al puente un enorme mortero, que fue cargado con una bomba de veinte kilos de peso. ...
En la línea 467
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Esa perspectiva me pareció tanto más penosa cuanto que, si bien mi cerebro se veía libre de las obsesiones de la víspera, sentía una singular opresión en el pecho. Respiraba con dificultad, al no bastar el aire, muy pesado, al funcionamiento de mis pulmones. Aunque la cabina fuese bastante amplia, era evidente que habíamos consumido en gran parte el oxígeno que contenía. En efecto, cada hombre consume en una hora el oxígeno contenido en cien litros de aire, y el aire, cargado entonces de una cantidad casi igual de ácido carbónico, se hace irrespirable. ...
En la línea 1403
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Pero en el momento en que menos me lo esperaba, puse la mano sobre una maravilla o, por mejor decir, sobre una deformidad natural muy difícil de hallar. Acababa Conseil de dar un golpe de draga y de elevar su aparato cargado de diversas conchas bastante ordinarias, cuando, de repente, me vio hundir el brazo en la red, retirar de ella una concha, y lanzar un grito de conquiliólogo, es decir, el grito más estridente que pueda producir la garganta humana. ...
En la línea 1485
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Su grito me lo explicó todo. No era un pasamano, sino un cable metálico cargado de electricidad. Quienquiera que lo tocara sufría una formidable sacudida, que podría ser mortal si el capitán Nemo hubiera lanzado a ese conductor toda la electricidad de sus aparatos. Podía decirse realmente que entre sus asaltantes y él había tendido una barrera eléctrica que nadie podía franquear impunemente. Los papúas se habían retirado enloquecidos por el terror. Nosotros, venciendo a duras penas la risa, consolábamos y friccionábamos al desdichado Ned Land, que juraba como un poseso. ...
En la línea 2293
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Era un hombre corpulento, que representaba unos cincuenta años y cuya estatura superaba a la normal. Sus anchos y macizos hombros le daban el aspecto de un hombre cargado de espaldas. Iba vestido con una elegancia natural que, como todo su continente, denunciaba al gentilhombre. Llevaba un bonito bastón que resonaba en la acera a cada paso y unos guantes nuevos. Su amplio rostro, de pómulos salientes, tenía una expresión simpática, y su fresca tez evidenciaba que aquel hombre no residía en una ciudad. Sus tupidos cabellos, de un rubio claro, apenas empezaban a encanecer. Su poblada y hendida barba, todavía más clara que sus cabellos; sus azules ojos, de mirada fija y pensativa, y sus rojos labios, indicaban que era un hombre superiormente conservado y que parecía más joven de lo que era en realidad. ...
En la línea 2561
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... El portero, de pie en el umbral de la portería, señalaba a Raskolnikof y se dirigía a un individuo de escasa estatura, con aspecto de hombre del pueblo. Vestía una especie de hopalanda sobre un chaleco y, visto de lejos, se le habría tomado por una campesina. Su cabeza, cubierta con un gorro grasiento, se inclinaba sobre su pecho. Era tan cargado de espaldas, que parecía jorobado. Su rostro, fofo y arrugado, era el de un hombre de más de cincuenta años. Sus ojillos, cercados de grasa, lanzaban miradas sombrías. ...
En la línea 3424
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Afortunadamente, no se había producido tal derrame. Al ver su rostro blanco, de persona distinguida, y un tanto carnoso, se consoló momentáneamente y tuvo el convencimiento de que no le sería difícil reemplazar a Dunia incluso con ventaja; pero pronto volvió a ver las cosas tal como eran, y entonces lanzó un fuerte salivazo, lo que arrancó una sonrisa de burla a su joven amigo y compañero de habitación Andrés Simonovitch Lebeziatnikof. Piotr Petrovitch, que había advertido esta sonrisa, la anotó en el debe, ya bastante cargado desde hacía algún tiempo, de Andrés Simonovitch. ...
En la línea 4495
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Ese revólver está mal cargado. Pero no importa: le queda una bala todavía. Arréglelo. Espero. ...
En la línea 731
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Pasaba un pordiosero, cargado de espaldas, los ojos fijos en nosotros. ...
En la línea 268
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... -Tengo ahí fuera un trineo cargado con veinte sacos de veinticinco kilos de harina cada uno -prosiguió Matthewson, apremiante-; así que no hay ningún problema. ...
En la línea 272
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... El Eldorado arrojó a sus parroquianos a la calle para presenciar la prueba. Las mesas quedaron desiertas, y los traficantes y los cazadores se acer caron a ver el resultado de la apuesta y a hacer las suyas. Varios centenares de hombres, con abrigo y guantes de piel, rodearon el trineo a prudente distancia. El trineo de Matthewson, cargado con quinientos kilos de harina, llevaba un par de horas detenido, y bajo el intenso frío (más de quince grados bajo cero), los patines congelados se habían incrustado en la nieve compacta. Hubo apuestas de dos contra uno a que Buck no lograría moverlo. Se inició una discusión acerca del término «arrancar». OTrien sostuvo que Thornton tenía derecho a liberar los patines para que Buck «arrancara» el trineo. Matthewson insistió en que «arrancar» incluía liberar los patines de las heladas garras de la nieve. La mayoría de los que habían sido testigos de la apuesta inicial se pusieron a favor de Matthewson, con lo cual las apuestas subieron en contra de Buck a razón de tres a uno. ...
En la línea 985
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Mas también la golondrina de Levante se voló, en busca de zonas más templadas. Un día no encontraron ya a Ibrahim Antonio en su sitio de costumbre: probablemente cansado de una jornada sin venta, había cargado con el surtido y emprendido el camino Dios sabe dónde. Lucía le echó de menos; pero el movimiento de retirada era general; no se veían sino tiendas que se vaciaban y cerraban. Había en las aceras montones de paja, rimeros de recortes de papel de embalaje, cajones y cajas con grandes rótulos que decían: «muy frágil.» Era la tristeza, el desorden, el creciente vacío de una casa mudada. Pilar encontraba tan feo a Vichy de aquel modo, que ideaba paseos inusitados, que la apartasen de las calles principales. Una mañana se encaprichó en ir a ver la pastillería, y presenció el nacimiento de dos o tres mil pastillas y bombones; otra quiso visitar las subterráneas galerías que encierran los inmensos depósitos del agua, y los formidables tubos por donde asciende a alimentar los baños del establecimiento termal. Bajaron estrecha escalera, cuyos últimos peldaños se hundían ya en la obscuridad de las galerías. La guardiana les precedía alumbrando con una lámpara de minero, aplastada y de hediondo tufo; Miranda llevaba otra, y un pilluelo que allí se apareció caído de las nubes, encargose de la última. Era la bóveda tan baja, que Miranda hubo de inclinar la cabeza, por no deshacerse la frente. Hacía brusco recodo el angosto pasadizo, y se hallaron de pronto en otra galería, abierta como una boca, donde se internaban los tubos, comidos de orín, gracias a la perenne humedad. Sudaba el techo pálidas y brillantes gotitas de vapor acuoso; a uno y otro lado corría el agua, sobre un lecho de residuos, de fosfatos alcalinos, blancos y farináceos, como nieve recién llovida. A medida que adelantaban por el largo canal subterráneo, calor sofocante anunciaba el paso de las sobras de la Reja Grande, un raudal hirviente, cuya temperatura subía más aún en aquella prisión. De las paredes, leprosas, herpéticas, cubiertas de roña caliza, colgaban monstruosas fungosidades, criptógamas preñadas de veneno, cuya blancura ponzoñosa se destacaba sobre el muro, como una pupila pálida y siniestra en un rostro amoratado. En los codos de los tubos, polvorientas telarañas se tendían, semejantes a sudario gris de olvidados muertos. Las losas der pavimento, dislocadas, dejaban entrever el agua negra. Sobre sus cabezas oían los expedicionarios el pisar de la gente, el batir del duro casco de las bestias. A veces se abría un respiradero, y al través de la reja de hierro filtrábase la luz del día, lívida y cadavérica, amarilleando la rojiza de las lámparas. Los tubos, intestinos de aquel húmedo vientre, daban mil vueltas, y tan pronto rastreaban a flor de tierra, parecidos a sierpes enormes, como se erguían a la bóveda, remedando los negros tentáculos de un pulpo descomunal. Hubo un instante en que los expedicionarios salieron de los pasadizos a plaza más despejada; era una especie de cueva circular, con tragaluz, y en su fondo bostezaban las anchas fauces del pozo Lucas, lleno de un agua soñolienta, sombría y honda. El pilluelo acercó curioso su lámpara. La guardiana le asió del brazo. ...
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