La palabra Tropezar ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece tropezar.
Estadisticas de la palabra tropezar
Tropezar es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 23992 según la RAE.
Tropezar aparece de media 2.34 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la tropezar en las obras de referencia de la RAE contandose 356 apariciones .
Errores Ortográficos típicos con la palabra Tropezar
Cómo se escribe tropezar o trropezarr?
Cómo se escribe tropezar o tropesar?
Más información sobre la palabra Tropezar en internet
Tropezar en la RAE.
Tropezar en Word Reference.
Tropezar en la wikipedia.
Sinonimos de Tropezar.

la Ortografía es divertida
Algunas Frases de libros en las que aparece tropezar
La palabra tropezar puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1960
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Bien era verdad que no podía volverse la vista a ningún lado sin tropezar con alguna obra maestra, cuyos rabiosos colores parecían alegrar a los parroquianos, animándolos a beber. ...
En la línea 417
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Que aquella inmensidad de tierra se repartiese entre los que la trabajaban, que los pobres supieran que del surco podían sacar algo más que un puñado de céntimos y los tres gazpachos, ¡y ya se vería si los del país eran holgazanes! Resultaban malos trabajadores porque trabajaban para otros; porque tenían la obligación de defender su vida miserable unos cuantos años más, huyendo el cuerpo a la faena, prolongando los ratos de descanso concedidos para fumar un cigarro, llegando al tajo lo más tarde posible y retirándose cuanto antes. ¡Para lo que les daban!... Pero que tuviesen su parte de tierra, y la cuidarían, peinándola y acicalándola a todas horas como una hija, y antes de que clarease el día estarían ya en ella con la herramienta en la mano. En medio de la noche se levantarían para las faenas urgentes; aquellas llanuras serían un paraíso, y cada pobre tendría su casita, y los lagartos no irían arrastrando su lomo rugoso y polvoriento días y días sin tropezar con una vivienda humana. ...
En la línea 7161
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... ¿Dónde los encontrarás iguales? Son capaces de bajar al galope por una montaña pedregosa sin caer ni tropezar; pero has de ser precavido con los caballos de los musulmanes y tratarlos con bondad, porque los caballos de los musulmanes son orgullosos, y no les gusta ser esclavos. ...
En la línea 6689
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Finalmente, el acabársele el vino fue principio de un sueño que dio a todos, quedándose dormidos sobre las mismas mesas y manteles; solos Ricote y Sancho quedaron alerta, porque habían comido más y bebido menos; y, apartando Ricote a Sancho, se sentaron al pie de una haya, dejando a los peregrinos sepultados en dulce sueño; y Ricote, sin tropezar nada en su lengua morisca, en la pura castellana le dijo las siguientes razones: -«Bien sabes, ¡oh Sancho Panza, vecino y amigo mío!, como el pregón y bando que Su Majestad mandó publicar contra los de mi nación puso terror y espanto en todos nosotros; a lo menos, en mí le puso de suerte que me parece que antes del tiempo que se nos concedía para que hiciésemos ausencia de España, ya tenía el rigor de la pena ejecutado en mi persona y en la de mis hijos. ...
En la línea 4377
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... No faltaba para que la máquina fuese perfecta, más que esto: que los ladrones de gallinas viniesen a tropezar con el botón del resorte endiablado, como había tropezado aquella señora. ...
En la línea 5598
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... gritaba Fortunato horrorizado, con las manos crispadas, retrocediendo hasta tropezar con la piedra fría del pilar; temblando ante una visión, como si aquel aliento de los sayones hubiese tocado su frente, y la cruz y Cristo estuvieran allí, suspendidos en la sombra sobre el auditorio, en medio de la nave. ...
En la línea 8652
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La doncella ardía de curiosidad, aventuraba algunos pasos de puntillas hacia la glorieta, esquivando tropezar con las hojas secas para no hacer ruido; pero tenía miedo de ser vista y retrocedía hasta el patio, desde donde no podía oír más que un murmullo, no palabras. ...
En la línea 11945
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Y Ana, sin querer, como siempre, mientras iba a tientas por el salón, pero sin tropezar, pensaba: Y si ahora, por milagro, por milagro de amor, Álvaro se presentase aquí, en esta obscuridad, y me cogiese, y me abrazase por la cintura. ...
En la línea 5301
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... En cuanto vio venir a su sobrina, cogió de encima de la mesilla una llave enorme, que parecía la llave de un castillo, y alargándosela le dijo que subiera a la casa si quería. Las otras dos tiorras miraron a la joven con descarada curiosidad. A una de ellas la conocía Fortunata, a la otra no. Sentose un momento en una banqueta que le ofrecieron, porque estaba cansada; pero sintiéndose molesta por las preguntas impertinentes de las amigas de su tía, subió al cuarto que debía de ser su albergue… hasta sabe Dios cuándo. Aquel barrio y los sitios aquellos éranle tan familiares, que a ojos cerrados andaría por entre los cajones sin tropezar. ¿Pues y la casa? En ella, desde el portal hasta lo más alto de la escalera de piedra, veía pintada su infancia, con todos sus episodios y accidentes, como se ven pintados en la iglesia los Pasos de la Pasión y Muerte de Cristo. Cada peldaño tenía su historia, y la pollería y el cuarto entresuelo y después el segundo tenían ese revestimiento de una capa espiritual que es propio de los lugares consagrados por la religión o por la vida. «¡Las vueltas del mundo!—decía dando las de la escalera y venciendo con fatiga los peldaños—. ¡Quién me había de decir que pararía aquí otra vez!… Ahora es cuando conozco que, aunque poco, algo se me ha pegado el señorío. Miro todo esto con cariño; ¡pero me parece tan ordinario… ! Aquellas dos tiburonas… ¡qué tipos!, pues ¿y mi tía?… ». ...
En la línea 915
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Trató, pues, de andar más de prisa, pero avanzaba menos aún, porque como no veía lo bastante para ver dónde ponía los pies, no cesaba de tropezar con las raíces, ni de enredarse en zarzas y plantas rastreras. ...

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