La palabra Artes ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
Memoria De Las Islas Filipinas. de Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece artes.
Estadisticas de la palabra artes
Artes es una de las palabras más utilizadas del castellano ya que se encuentra en el Top 5000, en el puesto 2043 según la RAE.
Artes tienen una frecuencia media de 47.32 veces en cada libro en castellano
Esta clasificación se basa en la frecuencia de aparición de la artes en 150 obras del castellano contandose 7193 apariciones en total.
Más información sobre la palabra Artes en internet
Artes en la RAE.
Artes en Word Reference.
Artes en la wikipedia.
Sinonimos de Artes.

la Ortografía es divertida

El Español es una gran familia
Algunas Frases de libros en las que aparece artes
La palabra artes puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1959
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Había traído un pintor de la ciudad, manteniéndolo allí más de una semana, y este capricho de magnate protector de las artes le había costado, según declaraba él, unos cinco duros, peseta más que menos. ...
En la línea 200
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Tres millones y medio de habitantes, todos sin escepcion de sexo ni edad consumidores de tabaco, y cada uno de los cuales, compensadas las clases y por un cálculo bajísimo, se puede regular de consumo cuatro pesos fuertes al año por persona, producirian una contribucion de catorce millones de duros, que sacarian de la tierra y de las artes para dar al mismo tiempo un gran fomento al comercio. ...
En la línea 215
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Se queja, pues, con razon de que en ese acto abandonado á los aforadores, hay mas bien falta de imparcialidad y de buena fe, que de intelijencia, y de consiguiente se remediarian los abusos en el recibo de la hoja del tabaco, nombrándose cada año, y en el momento de la necesidad, nuevos empleados de otra esfera, que por espresa comision pasen de Manila á las provincias al reconocimiento y recibo de la hoja, y cuya ilustracion é intelijencia pueda descubrir y destruir todas las artes y manejos que se empleasen en estos casos, y economizarse los sueldos de trecientos pesos anuales que se dan á los titulados alumnos de aforadores, creados pocos años hace con el fin de que instruyéndose en el cargo de aforadores, sirvan al caso á la renta cuando sea necesario; pero esta medida sola no llena el objeto en la forma establecida, porque viven entre los cosecheros, están con ellos en estrechas relaciones, y no puede de este modo conseguirse el fin de procurar evitar fraudes; ademas de que pueden economizarse los pesos que se invierten en sus sueldos. ...
En la línea 295
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... No hay, pues, que esperar ni fomento en la agricultura y artes, ni la grande estension y progreso de que es susceptible el consumo de las rentas estancadas sin la creacion de una moneda colonial estacionaria dentro de las mismas provincias de Filipinas, que las liberte de la suerte precaria del comercio esterior, que proporcione al indio las ventajas justas de su trabajo, que morando con él en su pueblo, le incite á su goce, como medio fácil de socorrer en el momento las necesidades de la vida, y que sea tambien un aliciente para el lujo que hasta cierto punto importa mucho fomentar en los indios, como estímulo poderoso para inclinarlos al trabajo. ...
En la línea 2210
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Nadie puede decir, con positivo fundamento, quién es el barón Taylor; se susurra que es un retoño de sangre real; y ¿quién puede, en efecto, contemplar por un momento su graciosa figura, su rostro inteligente y de líneas tan características, sus ojos grandes y expresivos, sin convencerse de que no es un hombre vulgar ni de vulgar linaje? Aunque por su talento y elocuencia hubiera podido alcanzar rápidamente una elevada posición en el Estado, se ha contentado hasta ahora, quizás sabiamente, con una relativa oscuridad, dedicándose por modo principal al estudio de las artes y de la literatura, de las que es liberal protector. ...
En la línea 2496
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Dedicado a las artes, había hecho ya en ellas tales progresos, que era el discípulo favorito de su famoso tocayo Vicente López, el mejor pintor de la moderna España. ...
En la línea 6751
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Siendo yo un niño de unos ocho años dejó Galatia, y tomando consigo a su mujer, que era mi madre, y a mí, se puso en camino hacia Oriente, hasta Jerusalén; allí se estableció de mercader, porque era versado en el comercio y en las artes de ganar dinero. ...
En la línea 388
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Así es -dijo don Quijote-; que ése es un sabio encantador, grande enemigo mío, que me tiene ojeriza, porque sabe por sus artes y letras que tengo de venir, andando los tiempos, a pelear en singular batalla con un caballero a quien él favorece, y le tengo de vencer, sin que él lo pueda estorbar, y por esto procura hacerme todos los sinsabores que puede; y mándole yo que mal podrá él contradecir ni evitar lo que por el cielo está ordenado. ...
En la línea 424
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... ¿No le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no lo podía ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza? -Calla, amigo Sancho -respondió don Quijote-, que las cosas de la guerra, más que otras, están sujetas a continua mudanza; cuanto más, que yo pienso, y es así verdad, que aquel sabio Frestón que me robó el aposento y los libros ha vuelto estos gigantes en molinos por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la enemistad que me tiene; mas, al cabo al cabo, han de poder poco sus malas artes contra la bondad de mi espada. ...
En la línea 4181
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Pero no permita el cielo que, por seguir mi gusto, desjarrete y quiebre la coluna de las letras y el vaso de las ciencias, y tronque la palma eminente de las buenas y liberales artes. ...
En la línea 5865
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... «Muerta, pues, la reina, y no desmayada, la enterramos; y, apenas la cubrimos con la tierra y apenas le dimos el último vale, cuando, quis talia fando temperet a lachrymis?, puesto sobre un caballo de madera, pareció encima de la sepultura de la reina el gigante Malambruno, primo cormano de Maguncia, que junto con ser cruel era encantador, el cual con sus artes, en venganza de la muerte de su cormana, y por castigo del atrevimiento de don Clavijo, y por despecho de la demasía de Antonomasia, los dejó encantados sobre la mesma sepultura: a ella, convertida en una jimia de bronce, y a él, en un espantoso cocodrilo de un metal no conocido, y entre los dos está un padrón, asimismo de metal, y en él escritas en lengua siríaca unas letras que, habiéndose declarado en la candayesca, y ahora en la castellana, encierran esta sentencia: 'No cobrarán su primera forma estos dos atrevidos amantes hasta que el valeroso manchego venga conmigo a las manos en singular batalla, que para solo su gran valor guardan los hados esta nunca vista aventura'. ...
En la línea 1060
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... das las artes se hallan, sin embargo, en el estado más primitivo, y para convencerse de ello basta examinar el extraño modo que estas gentes tienen de labrar, de tejer y de moler sus granos o la construcción de sus barcos ...
En la línea 1977
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... nsiderando sus porcelanas, sus telas, sus utensilios de formas elegantes, tallados en las piedras más duras, sus instrumentos de cobre, sus alhajas ornadas con piedras preciosas, sus palacios, sus trabajos hidráulicos, es imposible -dejar de admirar los extraordinarios progresos que habían hecho en las artes y en la civilización ...
En la línea 3118
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Respecto de los seres animados, nada causa tanta extrañeza como los salvajes, es decir, el hombre en estado ínfimo. remonta el espíritu hacia el pasado y no puede menos de preguntarse si nuestros primeros antecesores se parecían a estos hombres, cuyos signos fisionómicos son para nosotros menos inteligibles que los de los animales domésticos; a estos hombres, que no tienen el instinto de esos animales, pero que tampoco parecen participar de la razón humana, o al menos de las artes que de ella se desprenden. creo posible describir la diferencia que existe entre el hombre salvaje y el civilizado ...
En la línea 3905
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ) Ella que había leído a San Agustín ¿no recordaba que el santo Obispo gustaba de la música religiosa, no por el deleite de los sentidos, sino porque elevaba el alma? Pues así todas las artes, así la contemplación de la naturaleza, la lectura de las obras históricas, y de las filosóficas, siendo puras, podían elevar el alma y ponerla en el diapasón de la santidad al unísono de la virtud. ...
En la línea 5150
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Estas malas artes, por complicadas y sutiles que fuesen, las suponía fácilmente doña Paula en cualquier caso, porque ella pasaba la vida entregada a combinaciones semejantes. ...
En la línea 5620
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Le faltaba el gusto de las artes plásticas; y, sin atreverse a decirlo, opinaba que los cuadros, aunque fuesen de grandes pintores, profanaban las iglesias. ...
En la línea 7566
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... el cultivo de las artes. ...
En la línea 565
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Tenía alquilado un villino en las afueras de Roma, una construcción género artista, con pequeño jardín y estudio de pintor, propiedad de un joven yanqui aficionado a diversas artes que se mantenía a la puerta de todas ellas; situación casi igual a la suya en literatura. Se había ido a Nueva York por varios meses, y al conocerse ambos en París, en el salón de un amigo, el norteamericano le arrendaba a última hora su casa de Roma, incluyendo en tal cesión la servidumbre: un ayuda de cámara italiano y su mujer, que actuaba de cocinera. ...
En la línea 569
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... También él sentíase agitado por un deseo semejante al de Enciso, que lamentaba no haber sido cardenal en el siglo xv. Le daban envidia los príncipes y condottieri de la época de Segismundo Malatesta y César Borgia, haciendo la guerra entre baile y baile, organizando las fiestas del Carnaval ante ciudades sitiadas, confundiendo en su existencia, para apurarlos de un solo golpe, como el ebrio que bebe de un trago toda su botella, cuantos vicios ha podido inventar el hombre y cuantos placeres ideales guardan las artes. ...
En la línea 599
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Se dedicaban a la protección de las bellas artes, se fortalecían en la caza cuando no podían hacerlo en la guerra, tenían numerosas amantes durante su juventud, que les daban no menos herederos, y llamaban a éstos unas veces sobrinos, concediéndoles otras el título de hijos francamente, cuando sentían halagada su vanidad paternal por las condiciones de sus retoños, buenas o malas. ...
En la línea 612
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Eneas Silvio amaba la Naturaleza, como Petrarca. El mismo se dio el título de amigo de los bosques, y en su época papal huía, siempre que le era posible, de los palacios pontificios, para instalarse en alguna arboleda de la Umbría, abundosa en encinas seculares. Calixto III, preocupado en hacer la guerra a los turcos, no tuvo tiempo para proteger las artes y las letras; pero fijó sus ojos en este escritor, abriéndole la puerta más grande de la Iglesia, y veinte meses antes de su muerte lo hizo cardenal. ...
En la línea 34
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Creció Bárbara en una atmósfera saturada de olor de sándalo, y las fragancias orientales, juntamente con los vivos colores de la pañolería chinesca, dieron acento poderoso a las impresiones de su niñez. Como se recuerda a las personas más queridas de la familia, así vivieron y viven siempre con dulce memoria en la mente de Barbarita los dos maniquís de tamaño natural vestidos de mandarín que había en la tienda y en los cuales sus ojos aprendieron a ver. La primera cosa que excitó la atención naciente de la niña, cuando estaba en brazos de su niñera, fueron estos dos pasmarotes de semblante lelo y desabrido, y sus magníficos trajes morados. También había por allí una persona a quien la niña miraba mucho, y que la miraba a ella con ojos dulces y cuajados de candoroso chino. Era el retrato de Ayún, de cuerpo entero y tamaño natural, dibujado y pintado con dureza, pero con gran expresión. Mal conocido es en España el nombre de este peregrino artista, aunque sus obras han estado y están a la vista de todo el mundo, y nos son familiares como si fueran obra nuestra. Es el ingenio bordador de los pañuelos de Manila, el inventor del tipo de rameado más vistoso y elegante, el poeta fecundísimo de esos madrigales de crespón compuestos con flores y rimados con pájaros. A este ilustre chino deben las españolas el hermosísimo y característico chal que tanto favorece su belleza, el mantón de Manila, al mismo tiempo señoril y popular, pues lo han llevado en sus hombros la gran señora y la gitana. Envolverse en él es como vestirse con un cuadro. La industria moderna no inventará nada que iguale a la ingenua poesía del mantón, salpicado de flores, flexible, pegadizo y mate, con aquel fleco que tiene algo de los enredos del sueño y aquella brillantez de color que iluminaba las muchedumbres en los tiempos en que su uso era general. Esta prenda hermosa se va desterrando, y sólo el pueblo la conserva con admirable instinto. Lo saca de las arcas en las grandes épocas de la vida, en los bautizos y en las bodas, como se da al viento un himno de alegría en el cual hay una estrofa para la patria. El mantón sería una prenda vulgar si tuviera la ciencia del diseño; no lo es por conservar el carácter de las artes primitivas y populares; es como la leyenda, como los cuentos de la infancia, candoroso y rico de color, fácilmente comprensible y refractario a los cambios de la moda. ...
En la línea 72
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... El establecimiento de Gumersindo Arnaiz se vio amenazado de ruina, porque las tres o cuatro casas cuya especialidad era como una herencia o traspaso de la Compañía de Filipinas, no podían seguir monopolizando la pañolería y demás artes chinescas. Madrid se inundaba de género a precio más bajo que el de las facturas de D. Bonifacio Arnaiz, y era preciso realizar de cualquier modo. Para compensar las pérdidas de la quemazón, urgía plantear otro negocio, buscar nuevos caminos, y aquí fue donde lució sus altas dotes Isabel Cordero, esposa de Gumersindo, que tenía más pesquis que este. Sin saber pelotada de Geografía, comprendía que había un Singapore y un istmo de Suez. ...
En la línea 1765
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Quedó convenido entre Fortunata y su protector tomar un cuarto que estaba desalquilado en la misma casa. Rubín insistió mucho en la modestia y baratura de los muebles que se habían de poner, porque… (para que se vea si era juicioso) «conviene empezar por poco». Después se vería, y el humilde hogar iría creciendo y embelleciéndose gradualmente. Aceptaba ella todo sin entusiasmo ni ilusión alguna, más bien por probar. Maximiliano le era poco simpático; pero en sus palabras y en sus acciones había visto desde el primer momento la persona decente, novedad grande para ella. Vivir con una persona decente despertaba un poco su curiosidad. Dos días estuvo ocupada en instalarse. Los muebles se los alquiló una vecina que había levantado casa, y Rubín atendió a todo con tal tino, que Fortunata se pasmaba de sus admirables dotes administrativas, pues no tenía ni idea remota de aquel ingenioso modo de defender una peseta, ni sabía cómo se recorta un gasto para reducirlo de seis a cinco, con otras artes financieras que el excelente chico había aprendido de doña Lupe. ...
En la línea 2041
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Nicolás y Juan Pablo Rubín.—Propónense nuevas artes y medios de redención ...
En la línea 1257
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Las artes de Hendon fracasaron con el rey, que no dejábase consolar; mas lo consiguieron mejor dos mujeres que estaban encadenadas cerca de él, con cuyas tiernas palabras y solicitud halló Eduardo sosiego, dándole un tanto de paciencia. Sentíase muy agradecido y llegó a quererlas mucho y a deleitarse con el suave y dulce influjo de su presencia. Preguntóles por qué estaban en la cárcel, y cuando le dijeron que por anabaptistas,[13] el rey sonrió y preguntó: ...
En la línea 764
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... La única persona que se consagró a que Pilar observase el régimen saludable, fue, pues, Lucía. Hízolo movida de la necesidad de abnegación que experimentan las naturalezas ricas y jóvenes, a quienes su propia actividad tortura y han menester encaminarla a algún fin, y del instinto que impulsa a dar de comer al animal a quien todos descuidan, o a coger de la mano al niño abandonado en la calle. Al alcance de Lucía sólo estaba Pilar, y en Pilar puso sus afectos. Perico Gonzalvo no simpatizaba con Lucía, encontrándola muy provinciana y muy poco mujer en cuanto a las artes de agradar. Miranda, ya un tanto rejuvenecido por los favorables efectos de la primer semana de aguas, se iba con Perico al Casino, al Parque, enderezando la espina dorsal y retorciéndose otra vez los bigotes. Quedaban pues frente a frente las dos mujeres. Lucía se sujetaba en todo al método de la enferma. A las seis dejaba pasito el lecho conyugal y se iba a despertar a la anémica, a fin de que el prolongado sueño no le causase peligrosos sudores. Sacabala presto al balcón del piso bajo, a respirar el aire puro de la mañanita, y gozaban ambas del amanecer campesino, que parecía sacudir a Vichy, estremeciéndole con una especie de anhelo madrugador. Comenzaba muy temprano la vida cotidiana en la villa termal, porque los habitantes, hosteleros de oficio casi todos durante la estación de aguas, tenían que ir a la compra y apercibirse a dar el almuerzo a sus huéspedes cuando éstos volviesen de beber el primer vaso. Por lo regular, aparecía el alba un tanto envuelta en crespones grises, y las copas de los grandes árboles susurraban al cruzarlas el airecillo retozón. Pasaba algún obrero, larga la barba, mal lavado y huraño el semblante, renqueando, soñoliento, el espinazo arqueado aún por la curvatura del sueño de plomo a que se entregaran la víspera sus miembros exhaustos. Las criadas de servir, con el cesto al brazo, ancho mandil de tela gris o azul, pelo bien alisado -como de mujer que sólo dispone en el día de diez minutos para el tocador y los aprovecha-, iban con paso ligero, temerosas de que se les hiciese tarde. Los quintos salían de un cuartel próximo, derechos, muy abotonados de uniforme, las orejas coloradas con tanto frotárselas en las abluciones matinales, el cogote afeitado al rape, las manos en los bolsillos del pantalón, silbando alguna tonada. Una vejezuela, con su gorra muy blanca y limpia, remangado el traje, barría con esmero las hojas secas esparcidas por la acera de asfalto; seguíala un faldero que olfateaba como desorientado cada montón de hojas reunido por la escoba diligente. Carros se velan muchísimos y de todas formas y dimensiones, y entreteníase Lucía en observarlos y compararlos. Algunos, montados en dos enormes ruedas, iban tirados por un asnillo de impacientes orejas, y guiados por mujeres de rostro duro y curtido, que llevaban el clásico sombrero borbonés, especie de esportilla de paja con dos cintas de terciopelo negro cruzadas por la copa: eran carros de lechera: en la zaga, una fila de cántaros de hojalata encerraba la mercancía. Las carretas de transportar tierra y cal eran más bastas y las movía un forzudo percherón, cuyos jaeces adornaban flecos de lana roja. Al ir de vacío rodaban con cierta dejadez, y al volver cargados, el conductor manejaba la fusta, el caballo trotaba animosamente y repiqueteaban las campanillas de la frontalera. Si hacía sol, Lucía y Pilar bajaban al jardinete y pegaban el rostro a los hierros de la verja; pero en las mañanas lluviosas quedábanse en el balcón, protegidas por los voladizos del chalet, y escuchando el rumor de las gotas de lluvia, cayendo aprisa, aprisa, con menudo ruido de bombardeo, sobre las hojas de los plátanos, que crujían como la seda al arrugarse. ...
Errores Ortográficos típicos con la palabra Artes
Cómo se escribe artes o hartes?
Cómo se escribe artes o arrtes?
Cómo se escribe artes o artez?
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