La palabra Tormenta ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece tormenta.
Estadisticas de la palabra tormenta
Tormenta es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 5164 según la RAE.
Tormenta aparece de media 17.61 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la tormenta en las obras de referencia de la RAE contandose 2676 apariciones .

El Español es una gran familia
Algunas Frases de libros en las que aparece tormenta
La palabra tormenta puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 6650
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... El imprudente esperaba una sorpresa mezclada con pudor, una pe queña tormenta que se resolvería en lágrimas; pero se equivocaba ex trañamente, y su error no duró mucho. ...
En la línea 9244
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Por lo demás, la tormenta que bramaba en ella duplicaba su fuerza, y habría hecho estallar los muros de su prisión si su cuerpo hubiera podido tomar por un solo ins tante las proporciones de su espíritu. ...
En la línea 9608
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Sirvieron la cena; Milady sintió que necesitaba fuerzas, no sabía qué podia pasar durante aquella noche que se aproximaba amenazante, porque gruesas nubes voltejeaban en el cielo y los relámpagos lejanos anunciaban una tormenta. ...
En la línea 9609
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... La tormenta estalló hacia las diez de la noche: Milady sentía un consuelo al ver a la naturaleza compartir el desorden de su corazón: el true no bramaba en el aire como la cólera en su pensamiento; le parecía que al pasar la ráfaga desmelenaba su frente como los árboles cuyas ramas curvaba y cuyas hojas se llevaba; ella aullaba como el huracán, y su voz se perdía en el clamor de la naturaleza que parecía, también ella, gemir y desesperarse. ...
En la línea 2088
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... CAPÍTULO XV El vapor.—El cabo de Finisterre.—La tormenta.—Llegada a Cádiz.—El Nuevo Testamento.—Sevilla.—Itálica.—El anfiteatro.—Los presos.—El encuentro.—El barón Taylor.—La calle y el desierto. ...
En la línea 3031
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... De consiguiente, a las tres de la mañana salimos para Galicia; apenas habíamos andado media legua, estalló una tormenta violentísima. ...
En la línea 4353
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... —Con luz del día me costaría trabajo encontrar el camino—gritó malhumorado—; peor será de noche, con tormenta y _bretima_. ...
En la línea 4790
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Apenas hospedados, estalló una espantosa tormenta de agua y viento, con muchos truenos y relámpagos, que se prolongó sin interrupción varias horas, y cuyos efectos observé durante el viaje del siguiente día: todos los ríos que encontramos iban muy crecidos; al borde del camino yacían descuajados algunos árboles. ...
En la línea 3291
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y asimesmo oyeron que decía con voz blanda, regalada y amorosa: -¡Oh mi señora Dulcinea del Toboso, estremo de toda hermosura, fin y remate de la discreción, archivo del mejor donaire, depósito de la honestidad, y, ultimadamente, idea de todo lo provechoso, honesto y deleitable que hay en el mundo! Y ¿qué fará agora la tu merced? ¿Si tendrás por ventura las mientes en tu cautivo caballero, que a tantos peligros, por sólo servirte, de su voluntad ha querido ponerse? Dame tú nuevas della, ¡oh luminaria de las tres caras! Quizá con envidia de la suya la estás ahora mirando; que, o paseándose por alguna galería de sus suntuosos palacios, o ya puesta de pechos sobre algún balcón, está considerando cómo, salva su honestidad y grandeza, ha de amansar la tormenta que por ella este mi cuitado corazón padece, qué gloria ha de dar a mis penas, qué sosiego a mi cuidado y, finalmente, qué vida a mi muerte y qué premio a mis servicios. ...
En la línea 3587
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Si no, dígame, así Dios le saque desta tormenta, y así se vea en los brazos de mi señora Dulcinea cuando menos se piense... ...
En la línea 341
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 8 de septiembre 1833.- Me convengo con un gaucho para que me acompañe durante mi viaje hasta Buenos Aires; me cuesta no poco trabajo encontrar uno. Ya es un padre que no quiere dejar partir a su hijo; ya vienen a participarme que otro, que parecía dispuesto a ir conmigo, es tan cobarde que si ve a lo lejos un avestruz lo tomará por un indio y huirá inmediatamente. Desde Bahía Blanca a Buenos Aires hay unas 400 millas (640 kilómetros), y así siempre se atraviesa un país deshabitado. Salimos una mañana muy temprano. Después de una ascensión de algunos centenares de pies, para salir de la hondonada de verde césped donde se asienta Bahía Blanca, entramos en una extensa llanura desolada. Está cubierta de restos de rocas calcáreas y arcillosas, pero el clima es tan seco que apenas se ven algunas matas de hierba marchita, sin un solo árbol, sin un solo tallar que rompa su monotonía. El tiempo es hermoso, pero la atmósfera está muy caliginosa. Creía yo que ese estado atmosférico presagiaba una tormenta; el gaucho me 19 Azara duda que los indios de las Pampas hayan usado nunca los arcos y las flechas dijo que ese estado se debe al incendio de la llanura a una gran distancia en el interior. ...
En la línea 622
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Llovió toda la noche y al día siguiente, 17, tuvimos tormenta permanente, acompañada de granizo y nieve. Atravesamos la isla para alcanzar la lengua de tierra que une el Rincón del Toro (gran península al extremo sudoeste de la isla) con ésta. ...
En la línea 1811
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... la mañana siguiente me facilita mulas para ir a visitar el barranco de la Folguera, en la cordillera central. segundo día de esta excursión parece echarse a perder el tiempo y amenazamos con una tormenta de lluvia o nieve; durante la noche sentimos una ligera oscilación de temblor de tierra. ...
En la línea 11114
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Y en casa, doña Paula ceñuda, silenciosa, desconfiada, preparándose para una tormenta, recogiendo velas, es decir, dinero, realizando cuanto podía, cobrando deudas, con fiebre de deshacerse de los géneros de la Cruz Roja. ...
En la línea 11673
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Algunos se permitían decir chistes alusivos a la tormenta. ...
En la línea 14497
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —¡Vamos, vamos, pronto! —gritó el Magistral, cuya palidez no la causaba la tormenta. ...
En la línea 14691
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La noche, según había anunciado don Víctor, amenazaba con nueva tormenta. ...
En la línea 678
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Apenas salidos al mar, se desencadenó una de las horribles tempestades que agitan el Mediterráneo al Iniciarse el otoño, acompañándolos dicha tormenta en toda la travesía, que duró más de un mes, por haber tenido que refugiarse en varios puertos. ...
En la línea 1160
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Todos los hijos del Pontífice se juntaron en Roma. Lucrecia había abandonado a su marido, volviendo al lado de su padre. Se quejaba de que Juan Sforza no la servía como era su deber. Además, en el curso de la gran tormenta arrostrada por Rodrigo de Borja, este yerno procedía de un modo alevoso, manteniéndose en secreta relación con sus enemigos. ...
En la línea 1224
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Parecía asociarse la Naturaleza de un modo dramático a este dolor ruidoso. Una violenta tempestad empezó a rugir en Roma. La lluvia y la crecida del río inundaron las calles. El rayo cayó en las habitaciones privadas del I Papa y también sobre el castillo de Sant' Angelo, derribando la estatua del arcángel que servia de coronamiento a la antigua Moles Adriana. La superstición popular añadió nuevos detalles a este cuadro trágico, asegurando que una procesión de espectros había desfilado durante la noche, bajo el estrépito de la tormenta, por las naves de la basílica de San Pedro, y que el duque de Gandía, en forma de fantasma, vagaba a medianoche por el mencionado castillo pidiendo que le vengasen. ...
En la línea 1482
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Fue una tormenta comparable a la de treinta años antes, cuando el nuncio Rodrigo de Borgia volvía de su legación de España. César y los hombres más temibles de su séquito permanecían tumbados, sin voluntad, victimas del mareo y del terror que inspiran el mar y él viento desencadenados a los que siempre combatieron en tierra. Las tripulaciones se daban por perdidas. Sólo el Pontífice guardó una admirable lucidez, considerando los marinos esta tranquilidad sonriente como algo milagroso. ...
En la línea 4614
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Aquella noche, después de comer, fueron todos a casa de doña Casta, donde debían reunirse para ir a paseo. Pero a poco de estar allí, entró Ballester diciendo que se había levantado un airote muy fuerte y amenazaba tormenta, por lo que unánimemente se acordó no salir; se encendió luz en la sala, y doña Casta dijo a Olimpia que tocara la pieza para que la oyeran Maximiliano y Ballester. ...
En la línea 697
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Porque ciertos testigos las vieron encaminarse allá, Majestad. Esto provocó sospechas, y sus efectos las han confirmado y justificado. En particular está demostrado que, por el perverso poder que así obtuvieron, invocaron y provocaron una tormenta, que devastó toda la comarca. Cuarenta testigos han declarado que hubo tormenta, y con facilidad se habrían podido encontrar mil, porque todos tuvieron razón para recordarla, ya que fueron sus víctimas. ...
En la línea 700
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¿Y no fue también esa mujer víctima de la tormenta? ...
En la línea 712
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¿Cómo lograron provocar la tormenta? ...
En la línea 721
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Hablas por temor. Ten bien puesto el corazón; no sufrirás daño. Provoca una tormenta, por pequeña que sea. No quiero nada en grande ni dañoso, antes bien prefiero lo contrario. Hazlo y salvarás tu vida; quedaréis libre tú y tu hija, con el perdón del rey, y a salvo de daño o maldad de nadie del reino. ...
En la línea 3201
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Entre los peces óseos, anoté unos labros grises propios de esos mares; esparos sinágridos cuyo iris resplandecía como el fuego; escienas de un metro de largo, con una ancha boca erizada de pequeños dientes, que emitían un ligero grito; centronotos negros, de los que ya he hablado; corífenas azules con destellos de oro y plata; escaros, verdaderos arco iris del océano que rivalizan en colores con los más bellos pájaros de los trópicos; rombos azulados desprovistos de escarnas; bátracos recubiertos de una faja amarilla y transversal semejante a una t griega; enjambres de pequeños gobios moteados de manchitas pardas; dipterodones de cabeza plateada y de cola amarilla; diversos ejemplares de salmones; mugilómoros de cuerpo esbelto y de un brillo suave, como los que Lacepéde ha consagrado a la amable compañera de su vida, y, por último, un hermoso pez, el «caballero americano», que, condecorado con todas las órdenes y recamado de todos los galones, frecuenta las orillas de esa gran nación que en tan poca estima tiene a los galones y a las condecoraciones. Por la noche, las aguas fosforescentes del Gulf Stream rivalizaban con el resplandor eléctrico de nuestro fanal, sobre todo cuando amenazaba tormenta como ocurría frecuentemente en aquellos días. El 8 de mayo nos hallábamos aún frente al cabo Hatteras, a la altura de la Carolina del Norte. La anchura allí del Gulf Stream es de setenta y cinco millas y su profundidad es de doscientos diez metros. El Nautilus continuaba errando a la aventura. Toda vigilancia parecía haber cesado a bordo. En tales condiciones, debo convenir que podía intentarse la evasión, con posibilidades de éxito. En efecto, las costas habitadas ofrecían en todas partes fáciles accesos. Además podíamos esperar ser recogidos por algunos de los numerosos vapores que surcaban incesantemente aquellos parajes asegurando el servicio entre Nueva York o Boston y el golfo de México, o por cualquiera de las pequeñas goletas que realizaban el transporte de cabotaje por los diversos puntos de la costa norteamericana. Era, pues, una ocasión favorable, a pesar de las treinta millas que separaban al Nautilus de las costas de la Unión. ...
En la línea 3249
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Hacia las cinco de la tarde se desplomó una lluvia torrencial que no abatió ni al viento ni a la mar. El huracán se desencadenó a una velocidad de cuarenta y cinco metros por segundo, o sea, a unas cuarenta leguas por hora. Había alcanzado esa fuerza que le lleva a derribar las casas, a clavar las tejas de los tejados en las puertas, a romper las verjas de hierro y a desplazar cañones del veinticuatro. Y, sin embargo, el Nautilus estaba allí, justificando en medio de la tormenta la afirmación de un sabio ingeniero de que «no hay casco bien construido que no pueda desafiar a la mar». No era una roca resistente, a la que aquellas olas hubieran demolido, sino un huso de acero, obediente y móvil, sin aparejos ni mástiles, lo que desafiaba impunemente al furor del huracán. Examinaba yo entretanto las desencadenadas olas. Medían hasta quince metros de altura sobre una longitud de ciento cincuenta a ciento setenta y cinco metros, y su velocidad de propagación era de quince metros por segundo. Su volumen y su potencia aumentaban con la profundidad del agua. Comprendí entonces la función de esas olas que aprisionan el aire en sus flancos y lo envían a los fondos marinos, a los que con ese oxígeno llevan la vida. Su extrema fuerza de presión -ha sido calculada -puede elevarse hasta tres mil kilos por pie cuadrado de la superficie que baten. Fueron olas como éstas las que en las Hébridas desplazaron un bloque de piedra que pesaba ochenta y cuatro mil libras. Las que, en la tempestad del 23 de diciembre de 1864, tras haber destruido una parte de la ciudad de Yeddo, en el Japón, se desplazaron a setecientos kilómetros por hora para romperse el mismo día en las costas de América. ...
En la línea 4559
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... «Debe de haber un jardín debajo de la ventana. Oigo el rumor del ramaje agitado por el viento. ¡Cómo odio este rumor de follaje en las noches de tormenta! Es verdaderamente desagradable.» ...

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Más información sobre la palabra Tormenta en internet
Tormenta en la RAE.
Tormenta en Word Reference.
Tormenta en la wikipedia.
Sinonimos de Tormenta.
Errores Ortográficos típicos con la palabra Tormenta
Cómo se escribe tormenta o torrmenta?
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