La palabra Terrible ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
El cuervo de Leopoldo Alias Clarín
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El Señor de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
La llamada de la selva de Jack London
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece terrible.
Estadisticas de la palabra terrible
Terrible es una de las palabras más utilizadas del castellano ya que se encuentra en el Top 5000, en el puesto 2784 según la RAE.
Terrible tienen una frecuencia media de 34.03 veces en cada libro en castellano
Esta clasificación se basa en la frecuencia de aparición de la terrible en 150 obras del castellano contandose 5172 apariciones en total.
Errores Ortográficos típicos con la palabra Terrible
Cómo se escribe terrible o terible?
Cómo se escribe terrible o terrrrible?
Cómo se escribe terrible o terrivle?
Más información sobre la palabra Terrible en internet
Terrible en la RAE.
Terrible en Word Reference.
Terrible en la wikipedia.
Sinonimos de Terrible.

la Ortografía es divertida
Algunas Frases de libros en las que aparece terrible
La palabra terrible puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 844
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... -¡A casa, a casa! ¡Yo t'arreglaré! y con la terrible majestad del padre latino, señor absoluto de sus hijos, más propenso a infundir miedo que a inspirar afecto, empezó a andar, seguido por la trémula Roseta, la cual, al acercarse a su barraca, creía marchar hacia una paliza segura. ...
En la línea 1335
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pero el más pequeño, Pascualet, un chiquillo regordete y panzudo, que sólo tenía cinco años, y a quien adoraba la madre por su dulzura y su mansedumbre, prometiéndose hacerlo capellán, lloraba apenas veía a sus hermanos enzarzados en terrible pelea con los otros condiscípulos. ...
En la línea 1594
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Era terrible el aspecto de aquel hombretón, siempre tranquilo y cachazudo. ...
En la línea 1596
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... En sus ojos, inyectados de sangre, brillaba la fiebre del asesinato; todo su cuerpo se estremecía de cólera, esa terrible cólera del pacífico, que, cuando rebasa el límite de la mansedumbre es para caer en la ferocidad. ...
En la línea 637
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El encontronazo fue terrible: el hombre vaciló, tirando de su manta en la que había hecho presa uno de los mastines. Pero, de repente, cesaron éstos de rugir, de revolverse en torno de él buscando sitio para hincar sus colmillos, y se colocaron a su lado escoltándolo y acogiendo con ronquidos de satisfacción el roce de sus manos. ...
En la línea 1014
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El señorito paseó su mirada de triunfador sobre las aterradas jóvenes, no acostumbradas a tales escenas. ¿Eh?... ¡Allí tenían a un hombre! Las _Moñotieso_ y su padre, que por acompañar a todas partes a don Luis como pupilos de su generosidod «se lo sabían de memoria», se apresuraron a dar por terminada la escena, moviendo gran estrépito. ¡Olé los hombres de _verdá_! ¡Más vino! ¡Más vino! Y todos, hasta el terrible matón, bebieron a la salud del señorito, mientras éste, como si le sofocase su propia grandeza, se despojaba de la chaqueta y el chaleco y poniéndose de pie agarraba a sus dos compañeras. ¿Qué hacían allí, apretados en torno de la mesa, mirándose unos a otros? ¡Al patio! ¡A correr, a jugar, a seguir la juerga bajo la luna, ya que la noche era de las buenas!... ...
En la línea 1130
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pero don Fernando movía la cabeza. Su afición a la medicina, sus lecturas desordenadas pero extensas, durante los largos años de reclusión, su continuo contacto con la desgracia, le bastaban para reconocer la enfermedad a la primera ojeada. Era la tisis, rápida, brutal, fulminante, esparciendo el tubérculo con la florescencia fecunda de la plaga: la tisis en forma sofocante, la terrible granulia que surgía a consecuencia de una fuerte emoción en este organismo pobre, abierto a todas las enfermedades, ávido de incubarlas. Examinaba de cabeza a pies aquel cuerpo descarnado, de una blancura enfermiza, en el que los huesos parecían tener la fragilidad del papel. ...
En la línea 1138
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Algunos salían al campo para ocultar su emoción, en la que había algo de miedo. ¡Cristo! ¡Y así morían las personas! ¡Tanto costaba perder la vida!... Y la certeza de que todos habían de pasar por el terrible trance con sus contorsiones y estremecimientos, les hacía considerar como tolerable y dichosa la vida de trabajo que venían arrastrando. ...
En la línea 53
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Al fin, en un periódico de oposición al Ayuntamiento se publicó una terrible gacetilla, que se titulaba: «¿Y el boliche?» El de los cerdos se dio una palmada en la frente y buscó la Memoria del amigo, que no pareció. ...
En la línea 843
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... D'Artagnan lo adivinó, dio un salto terrible y cayósobre el flanco de Cahusac gritando:-¡A mí, señor guardia, que yo os mato!Cahusac se volvió, justo a tiempo. ...
En la línea 916
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Y en efecto, permanció a su lado; y Vuestra Majestad tiene a un campeón tan firme que fue él quien dio a Jussac esa terrible estocada que encoleriza tanto al señor cardenal. ...
En la línea 2103
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... El rey, excitado por el señor cardenal, organizó un escándalo terrible: la seño ra de Vernet ha sido echada, Putange exiliado, la señora de Che vreuse ha caído en desgracia, y cuando vos quisisteis volver como embajador de Francia, recordad, milord, que el rey mismo se opuso. ...
En la línea 2216
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... De golpe oyó correr los cerrojos, y tuvo un sobresalto terrible. ...
En la línea 421
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... La principal ciudad es Evora, de las más antiguas de Portugal, sede, en otro tiempo, de una rama de la Inquisición, todavía más cruel y mortífera que la terrible de Lisboa. ...
En la línea 719
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Le aconsejé que invocara el nombre de Jesús Nuestro Señor, capaz de transformar la noche en día; al oírme, lanzó un terrible alarido, y enarbolando el trabuco, lo disparó al aire. ...
En la línea 884
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Desde las ocho hasta las diez el frío fué verdaderamente terrible, y aunque iba yo empaquetado en un excelente _shoob_ de pieles, de mucho abrigo, con el que había desafiado los hielos del invierno ruso, tiritaba todo mi cuerpo, y al pisar de nuevo el Alemtejo, me alegré aun más que la vez primera, cuando desembarqué luego de escapar de una horrorosa tempestad. ...
En la línea 922
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Nada de esto asombrará a quien considere que una serena mirada de reproche le basta a la razón para mitigar los excesos de los hombres fuertes y valerosos, mientras que ese medio sólo sirve para aumentar la insolencia de los débiles y de los necios, fáciles de amansar, en cambio, como palomas si se les infligen castigos que, aplicados a los primeros, exacerbarían su cólera, haciéndola más terrible, y, como pólvora arrojada en una hoguera, les induciría, en loca desesperación, a sembrar el estrago en torno suyo. ...
En la línea 189
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Decía esto con tanto brío y denuedo, que infundió un terrible temor en los que le acometían; y, así por esto como por las persuasiones del ventero, le dejaron de tirar, y él dejó retirar a los heridos y tornó a la vela de sus armas con la misma quietud y sosiego que primero. ...
En la línea 513
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... ¡Válame Dios, y quién será aquel que buenamente pueda contar ahora la rabia que entró en el corazón de nuestro manchego, viéndose parar de aquella manera! No se diga más, sino que fue de manera que se alzó de nuevo en los estribos, y, apretando más la espada en las dos manos, con tal furia descargó sobre el vizcaíno, acertándole de lleno sobre la almohada y sobre la cabeza, que, sin ser parte tan buena defensa, como si cayera sobre él una montaña, comenzó a echar sangre por las narices, y por la boca y por los oídos, y a dar muestras de caer de la mula abajo, de donde cayera, sin duda, si no se abrazara con el cuello; pero, con todo eso, sacó los pies de los estribos y luego soltó los brazos; y la mula, espantada del terrible golpe, dio a correr por el campo, y a pocos corcovos dio con su dueño en tierra. ...
En la línea 668
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y déste y de aquél, y de aquéllos y de éstos, libre y desenfadadamente triunfa la hermosa Marcela; y todos los que la conocemos estamos esperando en qué ha de parar su altivez y quién ha de ser el dichoso que ha de venir a domeñar condición tan terrible y gozar de hermosura tan estremada.» Por ser todo lo que he contado tan averiguada verdad, me doy a entender que también lo es la que nuestro zagal dijo que se decía de la causa de la muerte de Grisóstomo. ...
En la línea 766
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Venga, que es tiempo ya, del hondo abismo Tántalo con su sed; Sísifo venga con el peso terrible de su canto; Ticio traya su buitre, y ansimismo con su rueda Egïón no se detenga, ni las hermanas que trabajan tanto; y todos juntos su mortal quebranto trasladen en mi pecho, y en voz baja -si ya a un desesperado son debidas- canten obsequias tristes, doloridas, al cuerpo a quien se niegue aun la mortaja. ...
En la línea 115
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Una pequeña hormiga negra viaja con frecuencia en cantidades infinitas. Cierto día, estando en Bahía, me chocó muchísimo ver a gran número de arañas, cucarachas y otros insectos—así como de lagartijas, atravesar un terreno desnudo dando señales de la mayor agitación. Detrás, a corta distancia, vi enteramente negros de hormigas los árboles y las hojas. Aquella tropa, después de haber atravesado el terreno desnudo, dividióse y descendió a lo largo de un vetusto paredón; así consiguió envolver a algunos insectos, que hicieron pasmosos esfuerzos para librarse de una terrible muerte. ...
En la línea 118
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Llenan esas celdas de arañas y orugas, a las cuales parecen saber picar admirablemente con el aguijón, de modo que las paralizan sin matarlas, y allí permanecen medio muertas hasta que se abran los huevos maduros las larvas se alimentan con esa horrible masa de víctimas impotentes, pero vivas aún; ¡tremendo espectáculo que un naturalista entusiasta7 llama, sin embargo, divertido y curioso! Un día observé con mucho interés un combate terrible entre un Pepsis y una gruesa araña del género Lycosa. La avispa arrojóse de repente sobre su presa y voló enseguida. Evidentemente quedó herida la araña, pues al tratar de huir rodó a lo largo de una cuestecilla del terreno; sin embargo, aún le quedó fuerza suficiente para arrastrarse hasta unas matas de hierbas, donde se ocultó. Volvió bien pronto la avispa y pareció sorprenderse al no hallar inmediatamente a su víctima. Comenzó entonces una cacería, tan regular como pudiera serlo la de un perro que persigue a una zorra; voló acá y allá, haciendo vibrar todo el tiempo sus alas y sus antenas. Muy luego fue descubierta la araña; y la avispa, temiendo evidentemente las mandíbulas de su adversaria, maniobró con cuidado para acercarse a ella, y acabó 7 En un manuscrito del British Museum, obra de Mr. Abbot, que ha hecho sus observaciones en Georgia. Véase la Memoria de Mr. A. White en los Annals of Nat. Hist., tomo VII, pág. 472. El teniente Hutton ha descrito un Sphex que vive en las Indias y que tiene las mismas costumbres (Journal of the Asiatic Society, tomo 1, pág. ...
En la línea 206
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Esta circunstancia salvó la vida a los blancos; los indios se llevaron consigo sus numerosos heridos; y, por último, habiéndolo sido también uno de sus caciques, tocaron retirada Fueronse en busca de sus caballos y parecieron celebrar consejo de guerra; terrible pausa para los españoles, que habían agotado todas sus municiones, excepto algunos cartuchos. Al cabo de un instante, los indios volvieron a montar a caballo y desaparecieron bien pronto. Otra vez aún fue rechazado más presto un ataque de los indios: un francés, de mucha calma y sangre fría, habíase encargado de apuntar el cañón; aguardó a que los indios casi le tocasen, y después hizo fuego; el cañón estaba cargado con metralla y 39 salvajes cayeron para no levantarse más. Este solo cañonazo bastó para poner en fuga a toda la banda. ...
En la línea 221
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... pequeños; llamanla agua dulce, pero es enteramente salobre, aun en esta época del año, en plena estación de las lluvias. El viaje debe de ser terrible en verano; ya lo era muchísimo cuando lo hice en invierno. El valle del río Negro, por ancho que sea, es una simple excavación de la llanura de gres, porque inmediatamente encima del valle, donde está la ciudad, comienza un llano cortado por algunas depresiones y algunos valles insignificantes. Por todas partes el paisaje ofrece el mismo aspecto estéril; un suelo árido y pedregoso soporta apenas algunas matas de hierba marchita, y acá y allá algunos matorrales espinosos. ...
En la línea 473
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Este fulminó terrible mirada de reprensión conyugal y rectificó diciendo: —Luciría más. ...
En la línea 1672
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Era una fiebre nerviosa; una crisis terrible, había dicho el médico; la enfermedad había coincidido con ciertas transformaciones propias de la edad; propias sí, pero delante de señoritas no debían explicarse con la claridad y los pormenores que empleaba el doctor. ...
En la línea 1834
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La naturaleza vino pronto en ayuda de aquel esfuerzo terrible de la voluntad. ...
En la línea 2998
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Le cogió por los hombros y le atrajo hacia sí, mientras decía: —Muchacho, ¡tú eres l'enfant terrible! ¡Qué ingenuidad! Pero ¿quién te ha dicho a ti?. ...
En la línea 224
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Juan sintió que la aprensión se la convertía en terrible presentimiento; en congoja fría, en temblor invencible. ...
En la línea 185
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Segismundo Malatesta, hábil y temible capitán, que fue en sus guerras un precursor de César Borgia, tomaba a las mujeres violentamente, matándolas si se negaban a sus deseos. Esta brutalidad de sátiro no le impedía ser poeta, hábil orfebre, gran protector de las artes y constructor de bellas iglesias que parecían templos paganos. Su lubricidad de fiera le impulsó a querer conocer, en el sentido bíblico, a su hijo Roberto, teniendo que huir este futuro heredero de sus estados para librarse de la terrible predilección paternal. ...
En la línea 290
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... — Por un motivo inexplicable para muchos, el único humanista que protegió este Papa tan devoto fue el incrédulo Lorenzo Valla. Apenas elevado al trono pontificio, lo hizo secretario suyo, dotando liberalmente con algunos canonicatos al terrible librepensador. Sin duda le guardaba Calixto un gran afecto personal desde los tiempos que lo tuvo a sus órdenes como gobernador de Nápoles; pero Valla apenas pudo gozar las dulzuras de dicha protección, pues murió dos años después. ...
En la línea 355
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... — Esta fue la primera invasión española—dijo, sonriendo, Claudio—. En tiempos de Alejandro Sexto llegó la segunda… Y. la tercera resultó la más terrible, el saco de Roma por las tropas de Carlos Quinto. ...
En la línea 559
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Estos comentarios no impedían que la terrible cuñada de Bustamante fuese la primera en halagar con visitas puntuales y exagerados elogios a la esposa de Enciso y sus numerosas hijas. Era el medio más seguro para que no se olvidasen de invitarla a sus banquetes. ...
En la línea 493
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - No tema eso, gentleman. Ya le he hablado de nuestra ciencia, y con la misma ligereza que extirpa la voluntad y la memoria a los esclavos forzudos, puede extirpar también otras cosas. Crea usted que esos hombres de la cimitarra, a pesar de su aspecto terrible, solo piensan en comer y en conservar su caballo limpio y brillante. ...
En la línea 618
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... A partir de aquel momento mostré la terrible franqueza de los neófitos. Como poseía la verdad, consideraba necesario proclamarla a gritos, y bastó que un día, conversando con varios estudiantes hembras, dijera solamente una pequeña parte de lo que yo sabía, para que cayése sobre mi una serie de persecuciones que aún no han terminado. ...
En la línea 621
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Tal vez se preguntará usted, gentleman, por que razón vuelvo a la capital y me empeño en vivir en ella, estando aquí el terrible Consejo que me persigue. Nuestra vida nunca es rectilínea ni la gobierna la lógica. En el país de los Hombres-Montañas es posible que ocurra lo mismo. Los hombres tenemos un corazón que es a la vez el origen de nuestras desdichas y de nuestras felicidades. No podemos existir sin la mujer, y vamos allá donde ella vive, aunque esto equivalga a marchar al encuentro del peligro. ...
En la línea 633
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Comprendo, amigo Ra-Ra, que le busquen con tanto ahínco las señoras del Consejo secreto. Resulta usted más terrible de lo que parece con su túnica y sus velos de mujer. Ya le veo siendo llevado a morir en un peñón, sin agua y sin comida, cerca de la gran barrera de los dioses, si es que yo no le oculto antes en uno de mis bolsillos. Pero ¿por qué se muestran ustedes tan adversarios del gobierno femenil?… según dice el profesor Flimnap, ya no hay guerras ni puede haberlas; las mujeres administran la fortuna pública con economía; no se nota la miseria ni la mortalidad de otros tiempos; tampoco hay gobernantes ladrones. ¿Qué mas pueden desear los hombres?… ...
En la línea 131
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —No, gracias. Ella entonces se lo acabó de sorber, y arrojó el cascarón, que fue a estrellarse contra la pared del tramo inferior. Estaba limpiándose los dedos con el pañuelo, y Juanito discurriendo por dónde pegaría la hebra, cuando sonó abajo una voz terrible que dijo: ¡Fortunaaá! Entonces la chica se inclinó en el pasamanos y soltó un yia voy con chillido tan penetrante que Juanito creyó se le desgarraba el tímpano. El yia principalmente sonó como la vibración agudísima de una hoja de acero al deslizarse sobre otra. Y al soltar aquel sonido, digno canto de tal ave, la moza se arrojó con tanta presteza por las escaleras abajo, que parecía rodar por ellas. Juanito la vio desaparecer, oía el ruido de su ropa azotando los peldaños de piedra y creyó que se mataba. Todo quedó al fin en silencio, y de nuevo emprendió el joven su ascensión penosa. En la escalera no volvió a encontrar a nadie, ni una mosca siquiera, ni oyó más ruido que el de sus propios pasos. ...
En la línea 1918
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... No durmió Maximiliano pensando en la escena que iba a tener con su tía. Su imaginación agrandaba a veces el conflicto haciéndolo tan hermosamente terrible como una escena de Shakespeare; otras lo reducía a proporciones menudas. «¿Y qué, señora tía, y qué?—decía alzando los hombros dentro de la cama, como si estuviera en pie—. He conocido una mujer, me gusta y me quiero casar con ella. No veo el motivo de tanta… Pues estamos frescos… ¿Soy yo alguna máquina?… ¿no tengo mi libre albedrío?… ¿Qué se ha figurado usted de mí?». A ratos se sentía tan fuerte en su derecho, que le daban ganas de levantarse, correr a la alcoba de su tía, tirarle de un pie, despertarla y soltarle este jicarazo: «Sepa usted que al son que me tocan bailo. Si mi familia se empeña en tratarme como a un chiquillo, yo le probaré a mi familia que soy hombre». Pero se quedó helado al suponer la contestación de su tía, que seguramente sería esta: «¿Qué habías tú de ser hombre, qué habías de ser… ?». ...
En la línea 2299
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La ira de la señora de Jáuregui no se calmó con el feliz éxito del almuerzo… y siguió machacando sobre la pobre Papitos. Esta, que también tenía su genio, hervía interiormente en despecho y deseos de revancha. «¡Miren la tía bruja—decía para sí, bebiéndose las lágrimas—, con su teta menos… ! Mejor tuviera vergüenza de ponerse la teta de trapo para que crea la gente que tiene las dos de verdad, como las tienen todas y como las tendré yo el día de mañana… ». Por la tarde, cuando la señora salió, encargando que le limpiara la ropa, ocurriole a la mona tomar de su ama una venganza terrible; pero una de esas venganzas que dejan eterna memoria. Se le ocurrió poner, colgado en el balcón, el cuerpo de vestido que pegada tenía la cosa falsa con que doña Lupe engañaba al público. La malicia de Papitos imaginaba que puesto en el balcón el testimonio de la falta de su señora, la gente que pasase lo había de ver y se había de reír mucho. Pero no ocurrieron de este modo las cosas, porque ningún transeúnte se fijó en el pecho postizo, que era lo mismo que una vejiga de manteca; y al fin la chiquilla se apresuró a quitarlo, discurriendo con buen juicio que si doña Lupe al entrar veía colgado del balcón aquel acusador de su defecto, se había de poner hecha una fiera, y sería capaz de cortarle a su criada las dos cosas de verdad que pensaba tener. ...
En la línea 2438
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... En una de aquellas noches de Agosto le dio el diminuto roedor tanta guerra a la madrecita, que esta se levantó al amanecer con la firmísima resolución de cazarlo y hacer el más terrible de los escarmientos. Era tan insolente el tal, que después de ser día claro se paseaba por la celda muy tranquilo y miraba a Sor Marcela con sus ojuelos negros y pillines. «Verás, verás—dijo esta subiéndose con gran trabajo a la cama, porque la idea de que el ratón se acercase a uno de sus pies, aunque fuera el de palo, causábale terror—, lo que es hoy no te escapas… déjate estar, que ya te compondremos». ...
En la línea 216
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... A pesar de las muchas precauciones, la conversación entre los jóvenes fue a veces un tanto embarazosa. Más de una vez, en verdad, Tom se vio a punto de rendirse, y de confesarse incapaz de representar el terrible papel; pero el tacto de la princesa Isabel lo salvó, o una palabra de uno u otro de los vigilantes lores, soltada al parecer por casualidad, tuvo el mismo feliz efecto. Una vez la pequeña lady Juana se volvió hacia Tom y lo dejó sin aliento con esta pregunta: ...
En la línea 405
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Tan pronto Miles Hendon y el príncipe niño se vieron lejos de la turba, se encaminaron hacia el río por callejuelas y veredas angostas. No hallaron obstáculo en su camino hasta que llegaron cerca del Puente de Londres; pero entonces se toparon de nuevo con la muchedumbre, sin haber soltado aún Hendon la muñeca del príncipe, es decir, del rey. Ya había trascendido la terrible noticia, que Eduardo supo a un tiempo por miles de voces: 'El rey ha muerto.' Esta nueva estremeció el corazón del pobre niño abandonado y le hizo temblar de pies a cabeza. Comprendiendo la enormidad de su pérdida, se sintió invadido por amargo dolor, porque el inflexible tirano que tanto terror ocasionaba a los demás había sido siempre dulce con él. Asomaron las lágrimas a sus ojos y le borraron la visión de todos los objetos. Por un instante se sintió la más infeliz, abandonada y desamparada de las criaturas de Dios. Después otro grito estremeció la noche en muchas millas a la redonda: '¡Viva el rey Eduardo VI!', y esto hizo centellear los ojos del niño y le estremeció de orgullo hasta las yemas de los dedos. ...
En la línea 629
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... El sentimiento de la compasión se apoderó de él, con exclusión de todas las demás consideraciones. No pensó un momento en las leyes infringidas ni en el dolor o el daño que aquéllos tres criminales habían ocasionado a su víctima. No pudo pensar, más que en el patíbulo y en el terrible destino que pendía sobre las cabezas de los condenados. Su interés le hizo olvidar por un momento que él no era sino la falsa sombra de un rey, no su esencia, y antes de darse cuenta profirió la orden: ...
En la línea 869
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Sintióse el rey hondamente avergonzado de sí mismo por haber experimentado tal espanto y horror ante una cosa tan insignificante como es una ternera dormida; mas no debió haber pensado así, porque lo que le había asustado no era la ternera, sino un terrible no se qué sin vida representado por la misma, y cualquier otro niño en aquellos tiempos supersticiosos habría hecho y padecido lo mismo que él. ...
En la línea 379
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... »Esta es la revelación de la eternidad, Orfeo, de la terrible eternidad. Cuando el hombre se queda a solas y cierra los ojos al porvenir, al ensueño, se le revela el abismo pavoroso de la eternidad. La eternidad no es porvenir. Cuando morimos nos da la muerte media vuelta en nuestra órbita y emprendemos la marcha hacia atrás, hacia el pasado, hacia lo que fue. Y así, sin término, devanando la madeja de nuestro destino, deshaciendo todo el infinito que en una eternidad nos ha hecho, caminando a la nada, sin llegar nunca a ella, pues que ella nunca fue. ...
En la línea 880
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Tienes razón, sí, tienes razón. Y lo más terrible es, ¿a que no te figuras?, que mi pobre Elena no puede defenderse del sentimiento del ridículo que la asalta. ¡Se siente en ridículo! ...
En la línea 1447
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –No, aunque lo diga. Si la cosa es continua y lenta. Ahora, si de repente le ocurre a uno algo… Pero eso de que se sienta uno envejecer, ¡quiá!; lo que siente uno es que envejecen las cosas en derredor de él o que rejuvenecen. Y eso es lo único que siento ahora al tener un hijo. Porque ya sabes lo que suelen decir los padres señalando a sus hijos: «¡Estos, estos son los que nos hacen viejos!» Ver crecer al hijo es lo más dulce y lo más terrible, creo. No te cases, pues, Augusto, no te cases, si quieres gozar de la ilusión de una juventud eterna. ...
En la línea 1462
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Y apenas ella se fue, apoyó los codos sobre la mesa, la cabeza en las palmas de las manos, y se dijo: «¡Esto es terrible, verdaderamente terrible! ¡Me parece que sin darme cuenta de ello me voy enamorando… hasta de Liduvina! ¡Pobre Domingo! Sin duda. Ella, a pesar de sus cincuenta años, aún está de buen ver, y sobre todo bien metida en carnes, y cuando alguna vez sale de la cocina con los brazos remangados y tan redondos… ¡Vamos, que esto es una locura! ¡Y esa doble barbilla y esos pliegues que se le hacen en el cuello… ! Esto es terrible, terrible, terrible… » ...
En la línea 36
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Es verdad, pero ¿de quién ha sido la culpa? ¿Es que los hombres de raza blanca han sido menos inexorables conmigo? ¿No me destronaron con el pretexto de que me hacía poderoso y temible? ¿No asesinaron a mi madre, a mis hermanos y a mis hermanas? ¿Qué daño les había causado yo? ¡Los blancos no tenían queja alguna contra mí! ¡Ahora los odio, sean españoles, holandeses, ingleses o portugueses, tus compatriotas, y me vengaré de ellos de un modo terrible! Así lo juré sobre los cadáveres de mi familia y mantendré mi juramento. Sí, he sido despiadado con mis enemigos. Sin embargo, alguna voz se levantará para decir que también he sido generoso. ...
En la línea 120
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... -¡Tigrecitos, al asalto! —gritó el terrible pirata. ...
En la línea 231
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Que nadie grite —dijo Sandokán con voz imperiosa—; abran bien los ojos y tengan dispuestas las armas. ¡Vamos a jugarnos una partida terrible! ...
En la línea 247
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Daban golpes desesperados, segaban brazos y hundían cráneos. Durante algunos minutos hicieron temblar a sus enemigos, pero acuchillados por la espalda, alcanzados por las bayonetas, sucumbieron por fin uno tras otro. En la mitad del puente, Sandokán cayó herido en pleno pecho por un disparo de fusil. Cuatro piratas sobrevivientes se arrojaron delante suyo, y lo cubrieron con sus cuerpos, pero fueron muertos por una terrible descarga de fusilería. No así el Tigre. ...
En la línea 233
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Posiblemente -respondió el comandante-, y si posee en sí una potencia fulminante debe ser el animal más terrible que haya salido nunca de las manos del Creador. Por eso, hay que ser prudentes. ...
En la línea 249
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Permanecimos alertas hasta el alba. Se iniciaron los preparativos de combate. Se dispusieron los aparejos de pesca a lo largo de las bordas. El segundo de a bordo hizo cargar las piezas que lanzan un arpón a una distancia de una milla y las que disparan balas explosivas cuyas heridas son mortales hasta para los más poderosos animales. Ned Land se había limitado a aguzar su arpón, que en sus manos se convertía en un arma terrible. ...
En la línea 310
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Inclinado sobre la batayola de proa veía yo por debajo de mí a Ned Land, quien, asido de una mano al moco del bauprés, blandía con la otra su terrible arpón. Apenas veinte pies le separaban ya del animal inmóvil. ...
En la línea 339
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Nuestra situación era terrible. Tal vez no se hubiera dado cuenta nadie de nuestra desaparición, y aunque no hubiera pasado inadvertida, la fragata, privada de gobierno, no podría venir en busca nuestra. únicamente podíamos contar con sus botes. ...
En la línea 46
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Ahora los marjales parecían una larga y negra línea horizontal. En el cielo había fajas rojizas, separadas por otras muy negras. A orillas del río pude distinguir débilmente las dos únicas cosas oscuras que parecían estar erguidas; una de ellas era la baliza, gracias a la cual se orientaban los marinos, parecida a un barril sin tapa sobre una pértiga, cosa muy fea y desagradable cuando se estaba cerca: era una horca, de la que colgaban algunas cadenas que un día tuvieron suspendido el cuerpo de un pirata. Aquel hombre se acercaba cojeando a esta última, como si fuese el pirata resucitado y quisiera ahorcarse otra vez. Cuando pensé en eso, me asusté de un modo terrible y, al ver que las ovejas levantaban sus cabezas para mirar a aquel hombre, me pregunté si también creerían lo mismo que yo. Volví los ojos alrededor de mí en busca de aquel terrible joven, mas no pude descubrir la menor huella de él. Y como me había asustado otra vez, eché a correr hacia casa sin detenerme. ...
En la línea 46
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Ahora los marjales parecían una larga y negra línea horizontal. En el cielo había fajas rojizas, separadas por otras muy negras. A orillas del río pude distinguir débilmente las dos únicas cosas oscuras que parecían estar erguidas; una de ellas era la baliza, gracias a la cual se orientaban los marinos, parecida a un barril sin tapa sobre una pértiga, cosa muy fea y desagradable cuando se estaba cerca: era una horca, de la que colgaban algunas cadenas que un día tuvieron suspendido el cuerpo de un pirata. Aquel hombre se acercaba cojeando a esta última, como si fuese el pirata resucitado y quisiera ahorcarse otra vez. Cuando pensé en eso, me asusté de un modo terrible y, al ver que las ovejas levantaban sus cabezas para mirar a aquel hombre, me pregunté si también creerían lo mismo que yo. Volví los ojos alrededor de mí en busca de aquel terrible joven, mas no pude descubrir la menor huella de él. Y como me había asustado otra vez, eché a correr hacia casa sin detenerme. ...
En la línea 73
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... En aquella ocasión, a pesar de que yo tenía mucha hambre, no me atrevía a comer mi parte de pan con manteca. Comprendí que debía reservar algo para mi terrible desconocido y para su aliado, aquel .joven aún más terrible que él. Me constaba la buena administración casera de la señora Joe y de antemano sabía que mis pesquisas rateriles no encontrarían en la despensa nada que valiera la pena. Por consiguiente, resolví guardarme aquel pedazo de pan con manteca en una de las perneras de mi pantalón. ...
En la línea 73
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... En aquella ocasión, a pesar de que yo tenía mucha hambre, no me atrevía a comer mi parte de pan con manteca. Comprendí que debía reservar algo para mi terrible desconocido y para su aliado, aquel .joven aún más terrible que él. Me constaba la buena administración casera de la señora Joe y de antemano sabía que mis pesquisas rateriles no encontrarían en la despensa nada que valiera la pena. Por consiguiente, resolví guardarme aquel pedazo de pan con manteca en una de las perneras de mi pantalón. ...
En la línea 828
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Raskolnikof creyó advertir que el joven secretario se mostraba más desdeñoso con él después de su confesión; pero, cosa extraña, a él ya no le importaban lo más mínimo los juicios ajenos sobre su persona. Este cambio de actitud se había producido en Raskolnikof súbitamente, en un abrir y cerrar de ojos. Si hubiese reflexionado, aunque sólo hubiera sido un minuto, se habría asombrado, sin duda, de haber podido hablar como lo había hecho con aquellos funcionarios, a los que incluso obligó a escuchar sus confidencias. ¿A qué se debería su nuevo y repentino estado de ánimo? Si en aquel momento apareciese la habitación llena no de empleados de la policía, sino de sus amigos más íntimos, no habría sabido qué decirles, no habría encontrado una sola palabra sincera y amistosa en el gran vacío que se había hecho en su alma. Le había invadido una lúgubre impresión de infinito y terrible aislamiento. No era el bochorno de haberse entregado a tan efusivas confidencias ante Ilia Petrovitch, ni la actitud jactanciosa y triunfante del oficial, lo que había producido semejante revolución en su ánimo. ¡Qué le importaba ya su bajeza! ¡Qué le importaban las arrogancias, los oficiales, las alemanas, las diligencias, las comisarías… ! Aunque le hubiesen condenado a morir en la hoguera, no se habría inmutado. Es más: apenas habría escuchado la sentencia. Algo nuevo, jamás sentido y que no habría sabido definir, se había producido en su interior. Comprendía, sentía con todo su ser que ya no podría conversar sinceramente con nadie, hacer confidencia alguna, no sólo a los empleados de la comisaría, sino ni siquiera a sus parientes más próximos: a su madre, a su hermana… Nunca había experimentado una sensación tan extraña ni tan cruel, y el hecho de que él se diera cuenta de que no se trataba de un sentimiento razonado, sino de una sensación, la más espantosa y torturante que había tenido en su vida, aumentaba su tormento. ...
En la línea 1365
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Lujine no había esperado esta invitación. Se deslizaba ya entre la silla y la mesa. Esta vez, Rasumikhine se levantó para dejarlo pasar. Lujine no se dignó mirarle y salió sin ni siquiera saludar a Zosimof, que desde hacía unos momentos le estaba diciendo por señas que dejara al enfermo tranquilo. Al verle alejarse con la cabeza baja, era fácil comprender que no olvidaría la terrible ofensa recibida. ...
En la línea 1506
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¡Es usted terrible! ‑exclamó Zamiotof entre risas‑. Afortunadamente, eso no son más que palabras. Si usted se hubiera visto en el trance, habría obrado de modo muy distinto a como dice. Créame: no sólo usted o yo, sino ni el más ducho y valeroso aventurero habría sido dueño de sí en tales circunstancias. Pero no hay que ir tan lejos. Tenemos un ejemplo en el caso de la vieja asesinada en nuestro barrio. El autor del hecho ha de ser un bribón lleno de coraje, ya que ha cometido el crimen durante el día, y puede decirse que ha sido un milagro que no lo hayan detenido. Pues bien, sus manos temblaron. No pudo consumar el robo. Perdió la calma: los hechos lo demuestran. ...
En la línea 1521
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Lo había dicho también en voz baja y se había apartado de Raskolnikof. Éste palideció horriblemente y sus ojos fulguraban. Su labio superior temblaba convulsivamente. Se acercó a Zamiotof tanto como le fue posible y empezó a mover los labios sin pronunciar palabra. Así estuvo treinta segundos. Se daba perfecta cuenta de lo que hacía, pero no podía dominarse. La terrible confesión temblaba en sus labios, como días atrás el cerrojo en la puerta, y estaba a punto de escapársele. ...
En la línea 785
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Permítame, por favor, usted se ha encargado de ser el guía… ¿cómo decirlo? de “cette pauvre terrible vieille” —manifestó Des Grieux. Pero va a perder, hasta que no le quede nada. ¡Usted mismo ha visto cómo juega, usted ha sido testigo! Si empieza a perder será muy difícil que abandone el tapete verde, y por obstinación, por despecho, continuará, sin hacer caso de nada ni de nadie, pues en tales casos no hay freno que valga y entonces… ...
En la línea 310
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Jean Valjean hablaba poco y no reía nunca. Era necesaria una emoción fuertísima para arrancarle, una o dos veces al año, esa lúgubre risa del forzado que es como el eco de una risa satánica. Parecía estar ocupado siempre en contemplar algo terrible. ...
En la línea 449
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... El niño lloraba. Jean Valjean levantó la cabeza; pero siguió sentado. Sus ojos estaban turbios. Miró al niño como con asombro, y después llevó la mano al palo gritando con voz terrible: ...
En la línea 496
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Mientras lloraba se encendía poco a poco una luz en su cerebro, una luz extraordinaria, una luz maravillosa y terrible a la vez. Su vida pasada, su primera falta, su larga expiación, su embrutecimiento exterior, su endurecimiento interior, su libertad halagada con tantos planes de venganza, las escenas en casa del obispo, la última acción que había cometido, aquel robo de cuarenta sueldos a un niño, crimen tanto más culpable, tanto más monstruoso cuanto que lo ejecutó después del perdón del obispo; todo esto se le presentó claramente; pero con una claridad que no había conocido hasta entonces. ...
En la línea 696
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Tenía la nariz chata con dos profundas ventanas, hacia las cuales se extendían unas enormes patillas. Cuando Javert se reía, lo cual era poco frecuente y muy terrible, sus labios delgados se separaban y dejaban ver no tan sólo los dientes sino también las encías, y alrededor de su nariz se formaba un pliegue abultado y feroz como sobre el hocico de una fiera carnívora. Javert serio era un perro de presa; cuando se reía era un tigre. Por lo demás, tenía poco cráneo, mucha mandíbula; los cabellos le ocultaban la frente y le caían sobre las cejas; tenía entre los ojos un ceño central permanente, la mirada oscura, la boca fruncida y temible, y un gesto feroz de mando. ...
En la línea 76
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Aquel primer robo demostró que Buck podía sobrevivir en el hostil territorio del norte. Era la prueba de su capacidad de adaptación, de acomodación a las circunstancias cambiantes, cuya ausencia habría significado una muerte rápida y terrible. Indicó, además, el descenso, o mejor aún la quiebra, de sus principios morales, inútiles ahora y una rémora en la despiadada lucha por la existencia. El respeto por la propiedad privada y los sentimientos personales estaban muy bien en las regiones meridionales bajo el imperio de la ley del amor y la fraternidad, pero en el norte, donde prevalecía la ley del garrote y el colmillo, era un necio quien tuviera en cuenta tales cosas, y en la medida en que las acatase no lograría salir adelante. ...
En la línea 242
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Llevaba en la cara y en el cuerpo las marcas de dentelladas de muchos perros, y peleaba con la fiereza de siempre y con una mayor sagacidad. Skeet y Nig eran demasiado tranquilos para buscar camorra y, además, pertenecían a John Thornton; pero cualquier perro forastero, fueran cuales fuesen su raza y su valor, reconocía al instante la autoridad de Buck o de lo contrario se encontraba luchando por su vida contra un terrible antagonista. Buck era despiadado. Había aprendido bien la ley del garrote y el colmillo y jamás renunciaba a una ventaja ni se echaba atrás ante un enemigo al que hubiera puesto en camino hacia la muerte. Con Spitz y con los más fieros perros de la policía y del correo había aprendido que no hay término medio: -vencer o ser vencido. La compasión era una debilidad. La compasión no existía en la vida primitiva. Se la confundía con el miedo, y estas confusiones conducían a la muerte. Matar o morir, comer o ser devorado, ésa era la ley; y era un mandato que surgía de las profundidades del tiempo y al que él obedecía. ...
En la línea 249
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... -No, es fenomenal y terrible a la vez. ¿Sabéis?, la verdad es que a veces me asusta. ...
En la línea 319
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Empezó a dormir fuera por las noches y a pasar días enteros lejos del campamento. Una vez cruzó la divisoria en la fuente del riachuelo y se internó en la comarca de los bosques y las corrientes. Estuvo una semana recorriéndola, buscando vanamente algún indicio reciente del hermano salvaje, matando para comer durante la marcha y andando con ese desenvuelto paso largo que según dicen nunca agota. Pescó un salmón en un ancho río que desembocaba en el mar por alguna parte y, en sus orillas, mató a un gran oso negro que, cegado por los mosquitos mientras pescaba, había caminado rugiendo por el bosque, incapacitado y terrible. Aun así, la pelea fue tremenda y puso en acción las dosis de ferocidad latentes en Buck. Y dos días más tarde, cuando volvió al mismo lugar y encontró a una docena de glotones disputándose los despojos de su víctima, los dispersó como si fueran paja; y los fugitivos dejaron atrás a dos de ellos que no volverían a disputar por nada. ...
En la línea 620
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Artegui no contestó palabra: mas una voz grave y poderosa, retumbando en los cielos, se unió de pronto al extraño dúo. Era el trueno, que estallaba a lo lejos, solemne y terrible. Lucía exhaló un gemido de pavor, cayendo con la faz contra la hierba. Desgarráronse las nubes, y anchas gotas de agua cayeron, sonando como goterones de plomo líquido en la crujiente seda de las frondas de mimbre. Bajose rápidamente Artegui, y tomando con nervioso vigor a Lucía en sus brazos, dio a correr sin mirar por dónde, saltando zanjas, atravesando barbechos, pisando apios y coles, hasta llegar, azotado por la lluvia, perseguido por el trueno que se acercaba, a la carretera. El cochero renegaba del mal tiempo enérgicamente cuando Artegui depositó a Lucía casi exánime en el asiento, subiendo a toda prisa el hule, para guarecerla algo. Las jacas, espantadas, salieron sin aguardar la caricia de la fusta, y, aguzadas las orejas y ensanchando las fosas nasales, arrancaron hacia Bayona. ...
En la línea 716
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -No digo tanto: opino que aún no se halla interesado el pulmón, pero en el momento menos pensado la sangre se agolpa allí, la congestión sobreviene, y… a cada instante se dan casos de ese género. Hay en ella un terrible empobrecimiento de la sangre: está con el pulso de un pollo: hay además una sobreexcitación nerviosa que se acentúa periódicamente, y una honda perturbación gástrica… Si valiese mi parecer, aprovecharían ustedes el otoño para tomar unas aguas… ...
En la línea 932
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... No pudo levantarse, porque al poner el pie en el suelo le asaltó terrible frío, castañetearon los dientes, y hubo de arroparse otra vez, sintiendo que el sudor se le congelaba en los miembros. Además notó agudo y violento dolor de costado, en términos que para respirar le fue preciso volverse del lado izquierdo. Temblaba toda, como una vara verde, sin que cuantos abrigos le echaron encima fuesen parte a calentarla un poco. ...
En la línea 949
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Pasaba este diálogo entre el doctor y Lucía, a distancia suficiente del lecho de la enferma, a fin de que no oyese palabra. Lucía se enteró muy al por menor de cuanto concernía a la asistencia, de las horas del alimento, de las precauciones que adoptar importaba. Después de aplicar a Pilar los medicamentos que el doctor dispuso, arregló el cuarto andando en la punta de los pies, puso cada cosa en su sitio, entornó las celosías y se instaló al lado de la cama, en una silleta baja de hacer labor. Pilar estaba muy agitada, y ardía de sed; a cada paso Lucía le llegaba a los labios el pistero de agua de goma, previamente templada en una estufilla. Por la tarde vino Duhamel, y se cercioró de que los revulsivos habían logrado aclarar un poco la voz de la enferma y facilitar su respiración congojosa. No obstante, la calentura era alta, el sudor se había suprimido. Ocho días duró la congestión pulmonar, y cuando Duhamel ordenó a Pilar levantarse, porque la cama acrecentaba el recargo y agotaba sus fuerzas, era aquella criatura un espectro; a los caracteres asaz tristes de la anemia, se unían ahora otros más alarmantes. Al vestirse, sus miembros no sostenían la ropa, que se escapaba del cuerpo como de un maniquí mal relleno. Ella misma se asustó, y en uno de los momentos lúcidos que suelen tener los atacados del terrible mal que ya la oprimía entre sus garras, pidió el espejillo famoso, y Lucía, por no contrariarla, se lo presentó de mala gana. Al fijar sus ojos en él, Pilar recordaba cómo se había visto la noche del baile, con sus claveles, su pelo artísticamente rizado, y la sonrisa de placer que le iluminaba el rostro. Fue tal el contraste entre lo pasado y lo presente, entre la cara de ocho días atrás y la de hoy, que Pilar, con rápido movimiento, arrojó al suelo el espejillo. Quebrose la clara luna, y las cinceladuras finísimas del marco se abollaron al golpe. ...
En la línea 1126
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -¡Noche ciertamente terrible! Fue un milagro que la goleta no volcase. Dos veces se vio comprometida, y todo hubiera desaparecido de cubierta, a no mantenerse firmes las trincas. Aouida estaba destrozada, pero no exhaló queja alguna. Más de una vez tuvo mister Fogg que acudir a ella para protegerla contra la violencia de las olas. ...
En la línea 1407
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Picaporte, en su cualidad de soltero por convicción, no miraba sin cierto espanto a esas mormonas, encargadas de hacer, entre muchas, la felicidad de un solo mormón. En su buen sentido, de quien se compadecía más era del marido. Le parecía terrible tener que guiar tantas damas a la vez por entre las vicisitudes de la vida, conduciéndolas así, en tropel, hasta el paraíso mormónico, con la perspectiva de encontrarlas allí, para la eternidad, en compañía del glorioso Smith, que debía ser ornamento de aquel lugar de delicias. Decididamente, no tenía vocación para eso, y le parecía, tal vez equivocándose, que las ciudadanas de Great Lake-City dirigían a su persona miradas algo inquietantes. ...
En la línea 1852
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Y entonces ocurrió a Picaporte una idea terrible: ¡la de que él tenía la culpa ocultando a mister Fogg lo que sabía! Cuando Fix había revelado su condición de inspector de policía y la misión de que estaba encargado, ¿por qué no se lo había revelado a su amo? Advertido éste, quizá hubiera dado a Fix pruebas de su inocencia, demostrándole su error, y en todo caso, no hubiera conducido a sus expensas y en su seguimiento a ese malaventurado agente, a poner pie en suelo del Reino Unido. Al pensar en sus culpas e imprudencias, el pobre mozo sentía irresistibles remordimientos. Daba lástima verle llorar y querer hasta romperse la cabeza. ...
En la línea 1857
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... En todo caso, la situación ela terrible, y para quien no podía leer en su conciencia, se resumía así: ...

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