La palabra Sonar ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece sonar.
Estadisticas de la palabra sonar
Sonar es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 6892 según la RAE.
Sonar aparece de media 12.44 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la sonar en las obras de referencia de la RAE contandose 1891 apariciones .
Más información sobre la palabra Sonar en internet
Sonar en la RAE.
Sonar en Word Reference.
Sonar en la wikipedia.
Sinonimos de Sonar.

la Ortografía es divertida
Algunas Frases de libros en las que aparece sonar
La palabra sonar puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1136
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La vieja, no encontrando a mano otro remedio, la daba de beber y el agua caía en el estómago ruidosamente, como en el fondo de una vasija: chocaba en las paredes del esófago paralizado, haciéndolas sonar como si fuesen de pergamino. El rostro perdía sus rasgos generales; se ennegrecían las mejillas; aplastábanse las sienes; se adelgazaba la nariz con frío afilamiento; la boca torcíase a un lado con una mueca horrible. ...
En la línea 1174
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El aperador la había escuchado hasta entonces con desdeñosa frialdad, pero al sonar estas palabras fue a él a quien tuvieron que contener los hombres de la gañanía. ...
En la línea 1217
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y cuando callaban un momento, volvía a sonar la voz de la vieja, desesperada, estridente, como la de un sacerdote del dolor. ...
En la línea 1724
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pero fue inútil buscarle. El _Madrileño_ había desaparecido en la dispersión, se había ocultado en las callejuelas al sonar los disparos, como todos los que conocían la ciudad. Sólo quedaban al lado de Juanón los que eran de la sierra y marchaban a tientas por las calles, asombrados de ir de un lado a otro, sin ver a nadie, como si la ciudad estuviese deshabitada. ...
En la línea 866
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Lue go hicieron sonar la campana y llevando cuatro de las cinco espadas se encaminaron ebrios de alegría hacia el palacio del señor de Tréville. ...
En la línea 1041
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Lanzamos un ciervo de diez años, lo corremos durante seis horas, y cuando está a punto de ser cogido, cuando Saint -Simon pone ya la trompa en su boca para hacer sonar el alalí, icrac!, toda la jauría se deja engañar y se lanza sobre un cervato. ...
En la línea 1284
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¡No! Acababan de sonar las cuatro. ...
En la línea 1435
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... D'Artagnan había corrido, es pada en mano, por todas las calles de alrededor, pero no había encon trado nada que se pareciese a aquel a quien buscaba; luego, por fin, había vuelto a aquello por lo que habría debido empezar quizá, y que era llamar a la puerta contra la que eldesconocido se había apoyado; pero fue inútil que hubiera hecho sonar diez o doce veces seguidas la aldaba, nadie había respondido, y los vecinos que, atraídos por el ruido, habían acudido al umbral de su puerta o habían puesto las narices en sus ventanas, le habían asegurado que aquella casa, cuyos vanos por otra parte estaban cerrados, estaba desde hace seis meses comple tamente deshabitada. ...
En la línea 6593
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Y en realidad ese monte ha sido casi siempre para España un león enemigo, al menos desde que empezó a sonar en la historia, o sea cuando Tarik lo tomó y fortificó. ...
En la línea 5235
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -¡Eso no! -dijo a esta sazón don Quijote-: en esto de las campanas anda muy impropio maese Pedro, porque entre moros no se usan campanas, sino atabales, y un género de dulzainas que parecen nuestras chirimías; y esto de sonar campanas en Sansueña sin duda que es un gran disparate. ...
En la línea 5742
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Apenas dijo estas últimas palabras Sancho, cuando volvió a sonar la música de las chirimías y se volvieron a disparar infinitos arcabuces, y don Quijote se colgó del cuello de Sancho, dándole mil besos en la frente y en las mejillas. ...
En la línea 5810
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Adelante pasaran con el coloquio dueñesco, si no oyeran que el pífaro y los tambores volvían a sonar, por donde entendieron que la dueña Dolorida entraba. ...
En la línea 1641
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El mar, que ya no veía ella, volvía a sonar como murmullo subterráneo; los pinos sonaban como el mar y el pájaro como un ruiseñor. ...
En la línea 7026
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Los cascabeles volvieron a sonar como canto lejano de grillos y cigarras en noche de estío. ...
En la línea 7804
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Las campanas comenzaron a sonar con la terrible promesa de no callarse en toda la tarde ni en toda la noche. ...
En la línea 1557
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Siguió adelante, serena, con el andar gallardo de siempre, y únicamente se estremeció al sonar a sus espaldas la voz de Borja: ...
En la línea 303
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Cuando los cinco del Consejo Ejecutivo y el Padre de los Maestros con sus respectivos séquitos se instalaron en el estrado de honor, cesaron de sonar las trompetas, los tambores y la música, haciéndose un largo silencio. Iba a empezar el desfile de las cosas maravillosas que formaban el equipaje del Hombre-Montaña. ...
En la línea 513
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Algunos jovenzuelos audaces forman agrupaciones con el nombre de Partido Masculinita. Su doctrina la titulan el Varonismo. Pero debo añadir que las mujeres se ríen de esto, y los diarios lo aprovechan como un tema de burlas e ironías para divertir a sus lectores. Dentro de las casas la rebelión de los 'varonistas' suele tener más importancia. A veces, la mujer, dueña absoluta del hogar, como lo exigen las buenas costumbres, se ve obligada a poner mal gesto y a infundir un poco de miedo a su compañero masculino, pues este pretende usurparle sus funciones y grita que no quiere ser esclavo. Me dirá usted que así empezaron las mujeres antes de la Verdadera Revolución; pero el caso no es el mismo. Solamente puede sonar con la conquista del poder quien posea las armas, y mientras los 'rayos negros' hagan su trabajo destructor, nuestros antiguos déspotas no llegarán a conseguir que renazca el pasado. ...
En la línea 640
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... ¿Quién puede conformarse con esta sociedad que todos los días vive del mismo modo y al que tiene sed le ofrece agua o leche?… Venga a nosotros el alcohol, que hace sonar cosas grandes y es padre del heroísmo. Venga a nosotros la guerra, madre de las esforzadas acciones… . ...
En la línea 901
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El guerrero aceptó con alegría la orden. Su tropa llevaba varias horas de correr las calles, luchando con la rebelde curiosidad del público y repeliendo a los transeúntes y las máquinas terrestres. Cesaron de sonar las trompetas y los jinetes se desparramaron en las vías inmediatas. ...
En la línea 1213
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Jacinta se echó la bata, y corrió a sentarse al borde del lecho de su marido. Pareciole que tenía algo de calentura. Lo peor era que sacaba los brazos y retiraba las mantas. Temerosa de que se enfriara, apuró todas las razones para sosegarle, y viendo que no podía ser, quitose la bata y se metió con él en la cama, dispuesta a pasar la noche abrigándole por fuerza como a los niños, y arrullándole para que se durmiera. Y la verdad fue que con esto se sosegó un tanto, porque le gustaban los mimos, y que se molestaran por él, y que le dieran tertulia cuando estaba desvelado. ¡Y cómo se hacía el nene, cuando su mujer, con deliciosa gentileza materna, le cogía entre sus brazos y le apretaba contra sí para agasajarle, prestándole su propio calor! No tardó Juan en aletargarse con la virtud de estos melindres. Jacinta no quitaba sus ojos de los ojos de él, observando con atención sostenida si se dormía, si murmuraba alguna queja, si sudaba. En esta situación oyó claramente la una, la una y media, las dos, cantadas por la campana de la Puerta del Sol con tan claro timbre, que parecían sonar dentro de la casa. En la alcoba había una luz dulce, colada por pantalla de porcelana. ...
En la línea 1302
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... En la calle de Toledo volvieron a sonar los cansados pianitos, y también allí se engarfiñaron las dos piezas, una tonadilla de la Mascota y la sinfonía de Semíramis. Estuvieron batiéndose con ferocidad, a distancia como de treinta pasos, tirándose de los pelos, dándose dentelladas y cayendo juntas en la mezcla inarmónica de sus propios sonidos. Al fin venció Semíramis, que resonaba orgullosa marcando sus nobles acentos, mientras se extinguían las notas de su rival, gimiendo cada vez más lejos, confundidas con el tumulto de la calle. ...
En la línea 5302
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... El cuarto que entonces tenía Segunda en aquella casa era uno de los más altos. Estaba sobre el de Estupiñá. No había llegado Fortunata al segundo, cuando vio bajar a este, y le entraron ganas de saludarle. Puso él una carátula durísima al verla; pero a pesar de esto, la joven sentía ganas de decirle algo. Érale simpático; conocía sus apetitos parlamentarios, y aunque por sus amistades con los de Santa Cruz podía contarle ella en el número de sus enemigos, le miraba ella con buenos ojos, teniéndole por hombre inofensivo y bondadoso. «Aunque usted no quiera, D. Plácido, buenos días». El gran Rossini no se dignó volver hacia ella su perfil de cotorra, y refunfuñando algo que la nueva inquilina no pudo entender, siguió por la escalera abajo, haciendo sonar con desusado estrépito los peldaños de piedra. ...
En la línea 5674
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Apeose en la subida a Santa Cruz, y subió al obrador de Samaniego, entrando por el portal, que estaba en la calle de Vicario Viejo. Iba tan decidida, que no tuvo ni la más ligera vacilación. La puerta del entresuelo tenía mampara de hule, que al abrirse hacía sonar un timbre. Fortunata había estado allí en los días que precedieron a la inauguración de la tienda, y recordaba perfectamente todo. No había que llamar, sino que se empujaba la mampara, sonaba un plin muy fuerte, y ya estaba uno dentro. Así lo hizo aquel día, y apenas recorrió el corto pasillo que a la estancia principal conducía, encarose con Aurora que en aquel momento iba desde el centro, donde estaba la mesa, hacia una de las ventanas, llevando telas en la mano. Alrededor de la mesa vio Fortunata como unas seis o siete oficialas, cosiendo, y en un sofá, junto a la ventana apaisada que daba a la calle, estaban dos señoras, examinando a la luz encajes y telas. ...
En la línea 1970
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Avdotia Romanovna hizo sonar la campanilla y acudió un desastrado sirviente. Se le encargó el té, y cómo lo serviría, que las dos mujeres se sonrojaron. Rasumikhine estuvo a punto de echar pestes de la pensión, pero se acordó de Lujine, se sintió avergonzado y nada dijo. Incluso se alegró cuando las preguntas de Pulqueria Alejandrovna empezaron a caer sobre él como una granizada. Interrogado e interrumpido a cada momento, estuvo tres cuartos de hora dando explicaciones. Contó cuanto sabía de la vida de Rodion Romanovitch durante el año último, y terminó con un relato detallado de la enfermedad de su amigo. Pasó por alto todo aquello que no convenía referir, como, por ejemplo, la escena de la comisaría, con todas sus consecuencias. Las dos mujeres le escucharon con ávida atención. Sin embargo, cuando él creyó que había dado todos los detalles susceptibles de interesarlas y, por lo tanto, consideraba cumplida su misión, advirtió que ellas no opinaban así y que habían escuchado su largo relato simplemente como un preámbulo. ...
En la línea 2973
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Sí, sí, son las once ya ‑balbuceó la muchacha ansiosamente, como si estas palabras le solucionaran un inquietante problema‑: El reloj de mi patrona acaba de sonar y yo he oído perfectamente las… ...

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