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La palabra criatura
Cómo se escribe

la palabra criatura

La palabra Criatura ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
La llamada de la selva de Jack London
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece criatura.

Estadisticas de la palabra criatura

Criatura es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 5976 según la RAE.

Criatura aparece de media 14.78 veces en cada libro en castellano.

Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la criatura en las obras de referencia de la RAE contandose 2247 apariciones .

Más información sobre la palabra Criatura en internet

Criatura en la RAE.
Criatura en Word Reference.
Criatura en la wikipedia.
Sinonimos de Criatura.


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece criatura

La palabra criatura puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1133
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Salvatierra se sentó en un pedazo de tronco, siguiendo con mirada triste el curso de la agonía. Lloraba la muerte de aquella criatura, que sólo había visto una vez; mísero engendro del alcoholismo, que abandonaba el mundo empujado por la bestialidad de una noche de borrachera. ...

En la línea 1213
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¿Qué significaba la grandeza o la pequeñez? En una gota de líquido existían millones de millones de seres, todos con vida propia: tantos como hombres poblaban el planeta. Y uno solo de estos organismos infinitesimales, bastaba para matar una criatura humana, para diezmar con la epidemia una nación. ¿Por qué no habían de influir los hombres, microbios del infinito, en aquel universo, en cuyo seno quedaba la fuerza de su personalidad?... ...

En la línea 1424
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Está bien--dijo Fermín bromeando, al adivinar que se trataba de penas de enamorado.--Pero como yo he de comer, ¡criatura triste! nos iremos a casa del _Montañés_ y allí desembucharás todas esas penillas que te ahogan, mientras yo hago por la vida. ...

En la línea 1466
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --¿Oyes, Fermín?--dijo entre suspiros.--Ese, soy yo. Me ocurre lo que al pobresito de la copla. Se le tiene compasión a un perrito de cría, se le quiere, no se le deja, sus chillidos inspiran lástima, y yo, que soy un hombre, una criatura de Dios, ¡a la calle! ¡si te quise, ya no te quiero! ¡a reventar de pena!... ¡Cristo! ¡Paece mentira que aún no me haya muerto!... ...

En la línea 5742
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Estabaconvencido de que era al guna criatura del cardenal y, sin embargo, se sentía invenciblemente arrastrado hacia ella por uno de esos sentimientos de que uno no se da cuenta. ...

En la línea 6056
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... D'Artagnan se estremeció hasta la médula de los huesos al oír a aquella suave criatura reprocharle, con aquella voz estridente que a ella tanto le costaba ocultar en la conversación, no haber matado a un hom bre al que él la había visto colmar de amistad. ...

En la línea 6068
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¿Qué os pasa? ¡Qué pálido estáis!-¡Abominable criatura! -murmuró D'Artagnan. ...

En la línea 6340
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Vuestra Milady -le dijo-me parece una criatura infame, pero no por ello habéis dejado de equivocaros al engañarla; de una forma o de otra, tenéis un terrible enemigo encima. ...

En la línea 5047
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Me guardé muy bien de refrenarle, porque entonces se hubiera despedido, y en mi vida he visto una criatura más fiel. ...

En la línea 5110
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Juzgando por sus acciones y por lo que se decía de él, puedo asegurar que era una criatura estúpida, testarudo, y además grosero, un _mélange_ de _borrico_, mula y lobo. ...

En la línea 5238
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Ese vascongado es una criatura muy noble. ...

En la línea 6253
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... No he conocido criatura más honrada, y pronto comprendí que, empleándolo a mi servicio, no obstante sus rarezas, podía tener plena seguridad de que sus actos no desdecirían del libro que vendía. ...

En la línea 899
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Hoy está la más desdichada criatura del mundo y la más menesterosa, y mañana tendría dos o tres coronas de reinos que dar a su escudero. ...

En la línea 1269
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y cuando él vio que el pobre caballero llegaba cerca, sin ponerse con él en razones, a todo correr de Rocinante le enristró con el lanzón bajo, llevando intención de pasarle de parte a parte; mas cuando a él llegaba, sin detener la furia de su carrera, le dijo: -¡Defiéndete, cautiva criatura, o entriégame de tu voluntad lo que con tanta razón se me debe! El barbero, que, tan sin pensarlo ni temerlo, vio venir aquella fantasma sobre sí, no tuvo otro remedio, para poder guardarse del golpe de la lanza, si no fue el dejarse caer del asno abajo; y no hubo tocado al suelo, cuando se levantó más ligero que un gamo y comenzó a correr por aquel llano, que no le alcanzara el viento. ...

En la línea 2089
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Pero el que más se admiró fue Sancho Panza, por parecerle -como era así verdad- que en todos los días de su vida había visto tan hermosa criatura; y así, preguntó al cura con grande ahínco le dijese quién era aquella tan fermosa señora, y qué era lo que buscaba por aquellos andurriales. ...

En la línea 2644
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Tenía el cura de las manos a don Quijote, el cual, creyendo que ya había acabado la aventura, y que se hallaba delante de la princesa Micomicona, se hincó de rodillas delante del cura, diciendo: -Bien puede la vuestra grandeza, alta y famosa señora, vivir, de hoy más, segura que le pueda hacer mal esta mal nacida criatura; y yo también, de hoy más, soy quito de la palabra que os di, pues, con el ayuda del alto Dios y con el favor de aquella por quien yo vivo y respiro, tan bien la he cumplido. ...

En la línea 685
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Un día que fuimos a tierra a la isla de Volaston nos encontramos una canoa con seis fueguenses. En verdad que nunca había yo visto criaturas más abyectas y miserables. En la costa oriental, como he dicho, llevan capas de guanaco y en la occidental se cubren con pieles de foca. En las tribus centrales los hombres no llevan más que una piel de nutria o un pedazo de piel cualquiera del tamaño de un pañuelo de bolsillo, y que apenas alcanza a cubrirles las espaldas hasta los riñones. Esta piel se anuda en el pecho con bramantes y las cambian de lugar alrededor del cuerpo según la dirección de donde sopla el viento. Pero los que venían en la canoa de que acabo de hablar, estaban completamente desnudos, incluso una mujer en plena edad que con ellos iba Caía la lluvia a torrentes, y mezclándose el agua dulce con la espuma del mar, resbalaba por el cuerpo de aquella mujer. En otra bahía, a corta distancia, vino un día cerca del barco una mujer que amamantaba a un recién nacido; y sólo por curiosidad permaneció muchísimo tiempo mirando, por más que la nieve caía en abundancia sobre su pecho desnudo y sobre la criatura. Estos desgraciados salvajes tienen el cuerpo achaparrado, el rostro deforme, cubierto de pintura blanca, la piel sucia y grasienta, los cabellos apelmazados, la voz discordante y los gestos violentos. Cuando se los ve cuesta trabajo ...

En la línea 1466
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ¿Dónde se hubiera encontrado, en Europa, ni en las clases más elevadas, tales miramientos con una criatura perteneciente a una raza degradada? Pasamos la noche en una haza ...

En la línea 4871
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Ella habitaba el segundo piso, a sus anchas; no quería ruido de curas y frailes entrando y saliendo; pero tampoco consentía que su hijo, su pobre Fermín, que para ella siempre sería un niño a quien había que cuidar mucho, durmiese lejos de toda criatura cristiana. ...

En la línea 4979
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Tal vez en otras circunstancias no hubiera tenido buen recibimiento; pero al saber que venía de parte de doña Ana, sintió el clérigo dulce piedad, y perdonó de repente a aquella extraviada criatura sus insinuaciones vanas y perversas de otro tiempo. ...

En la línea 8265
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... en el mismo instante en que ella, de una en otra, había llegado a pensar en Dios, en el amor ideal, puro, universal que abarcaba al Creador y a la criatura. ...

En la línea 11199
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Fue como una pasión poderosa, de las que avasallan, y Ana la acogió con placer, porque así alimentaba el hambre de amor que sentía, de amor, que tuviese objeto sensible, algo finito, una criatura. ...

En la línea 1702
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La consideración de que Margaret había podido privarse de bailar durante cuatro semanas para casarse con Edwin conmovió a este profundamente. '¡Adorable criatura!… ¡Imposible pedir mayor sacrificio!… ' ¡Ay! ¡Cómo deseaba tenerla en sus brazos, de cinco a siete de la tarde, en cualquier hotel de las riberas del Atlántico o del Pacífico, bailando al son de una orquesta de negros, cadenciosa y disparatada! ...

En la línea 125
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —¿Qué come usted, criatura? ...

En la línea 354
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Fortunata no tenía educación; aquella boca tan linda se comía muchas letras y otras las equivocaba. Decía indilugencias, golver, asín. Pasó su niñez cuidando el ganado. ¿Sabes lo que es el ganado? Las gallinas. Después criaba los palomos a sus pechos. Como los palomos no comen sino del pico de la madre, Fortunata se los metía en el seno, ¡y si vieras tú qué seno tan bonito!, sólo que tenía muchos rasguños que le hacían los palomos con los garfios de sus patas. Después cogía en la boca un buche de agua y algunos granos de algarroba, y metiéndose el pico en la boca… les daba de comer… Era la paloma madre de los tiernos pichoncitos… Luego les daba su calor natural… les arrullaba, les hacía rorrooó… les cantaba canciones de nodriza… ¡Pobre Fortunata, pobre Pitusa!… ¿Te he dicho que la llamaban la Pitusa? ¿No?… pues te lo digo ahora. Que conste… Yo la perdí… sí… que conste también; es preciso que cada cual cargue con su responsabilidad… Yo la perdí, la engañé, le dije mil mentiras, le hice creer que me iba a casar con ella. ¿Has visto?… ¡Si seré pillín!… Déjame que me ría un poco… Sí, todas las papas que yo le decía, se las tragaba… El pueblo es muy inocente, es tonto de remate, todo se lo cree con tal que se lo digan con palabras finas… La engañé, le garfiñé su honor, y tan tranquilo. Los hombres, digo, los señoritos, somos unos miserables; creemos que el honor de las hijas del pueblo es cosa de juego… No me pongas esa cara, vida mía. Comprendo que tienes razón; soy un infame, merezco tu desprecio; porque… lo que tú dirás, una mujer es siempre una criatura de Dios, ¿verdad?… y yo, después que me divertí con ella, la dejé abandonada en medio de las calles… justo… su destino es el destino de las perras… Di que sí». ...

En la línea 866
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Guillermina, después de sacar varios bonos, como billetes de teatro, y dar a la infeliz familia los que necesitaba para proveerse de garbanzos, pan y carne por media semana, dijo que se marchaba. Pero Jacinta no se conformó con salir tan pronto. Había ido allí con determinado fin, y por nada del mundo se retiraría sin intentar al menos realizarlo. Varias veces tuvo la palabra en la boca para hacer una pregunta a D. José, y este la miraba como diciendo: «estoy rabiando porque me pregunte usted por el Pituso». Por fin, decidiose la dama a romper el silencio sobre punto tan capital, y levantándose dio algunos pasos hacia donde Ido estaba. Este no necesitó más que verla venir; y saliendo rápidamente del cuarto, volvió al poco con una criatura de la mano. ...

En la línea 1094
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Completamente aturdido, cual si le hubieran descargado una maza sobre el cuello, Izquierdo se sentó sobre la cesta, y esparció sus miradas por el suelo. Rafaela y Jacinta respiraron, pasmadas del valor de su amiga, a quien veían como una criatura sobrenatural. ...

En la línea 302
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... De pronto se dio una orden y de inmediato toda criatura viviente se esfumó de los escalones. Ahora el aire estaba cargado con el silencio del suspenso y la expectación. Hasta donde alcanzaba la vista, podía verse a miles de personas en los botes, que se levantaban y se protegían los ojos del brillo de las lintemas y las antorchas, y miraban hacia el palacio. ...

En la línea 725
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... La redimida criatura lanzó a voces su gratitud y se dispuso a obedecer, mientras Tom la contemplaba con avidez y algo de temor. Al propio tiempo los cortesanos manifestaron visible desasosiego e inquietud. La mujer desnudó sus piernas y las de la niña, y evidentemente hizo todo lo posible por recompensar la generosidad del rey con un terremoto, pero la prueba resultó un fracaso y un desencanto. Tom suspiró y dijo ...

En la línea 855
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¿Un penique? Tres te daré, desamparada criatura –dijo el desconocido llevándose la mano a la bolsa con nervioso apresuramiento–. Toma, pobre muchacho, tómalos y que te hagan buen provecho. Ahora ven acá, hijo mío, y ayúdame a llevar a tu pobre hermano a aquella casa, donde… ...

En la línea 1032
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¡Suéltame, necia criatura! No he sido yo el que te ha despojado de tus mezquinos bienes. ...

En la línea 320
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Detrás de él se adelantaba una hermosísima criatura. Al verla, Sandokán no pudo contener una exclamación de sorpresa y de admiración. ...

En la línea 331
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —En realidad, lo leí en ese libro que está ahí, y me había imaginado que debía ser el de una criatura muy hermosa. ...

En la línea 795
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Gran Dios! —murmuró—. ¡Qué distancia tan grande me separa de esa criatura amada! ¿Qué hará a estas horas? ¿Me llorará por muerto o prisionero? ...

En la línea 1805
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Óyeme, Rasumikhine ‑dijo Raskolnikof‑: quiero hablarte francamente. Vengo de casa de un difunto, que era funcionario… He dado a la familia todo mi dinero. Además, me ha besado una criatura de un modo que, aunque verdaderamente hubiera matado yo a alguien… Y también he visto a otra criatura que llevaba una pluma de un rojo de fuego… Pero estoy divagando… Me siento muy débil… Sostenme… Ya llegamos. ...

En la línea 1890
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Sí, sí; tiene usted razón ‑se excusó el estudiante‑; me he olvidado de algo que no debí olvidar, y estoy verdaderamente avergonzado. Pero usted no debe guardarme rencor porque haya hablado así, pues he sido franco. No crea que lo he dicho por… No, no; eso sería una vileza… Yo no lo he dicho para… No, no me atrevo a decirlo… Cuando ese hombre vino a ver a Rodia, comprendimos muy pronto que no era de los nuestros. Y no porque se hubiera hecho rizar el pelo en la peluquería, ni porque alardease de sus buenas relaciones, sino porque es mezquino e interesado, porque es falso y avaro como un judío. ¿Creen ustedes que es inteligente? Pues se equivocan: es un necio de pies a cabeza. ¿Acaso es ése el marido que le conviene… ? ¡Dios santo! Óiganme ‑dijo, deteniéndose de pronto, cuando subían la escalera‑: en mi casa todos están borrachos, pero son personas de nobles sentimientos, y a pesar de los absurdos que decimos (pues yo los digo también), llegaremos un día a la verdad, porque vamos por el buen camino. En cambio, Piotr Petrovitch… , en fin, su camino es diferente. Hace un momento he insultado a mis amigos, pero los aprecio. Los aprecio a todos, incluso a Zamiotof. No es que sienta por él un gran cariño, pero sí cierto afecto: es una criatura. Y también aprecio a esa mole de Zosimof, pues es honrado y conoce su oficio… En fin, basta de esta cuestión. El caso es que allí todo se dice y todo se perdona. ¿Estoy yo también perdonado aquí? ¿Sí? Pues adelante… Este pasillo lo conozco yo. He estado aquí otras veces. Allí, en el número tres, hubo un día un escándalo. ¿Dónde se alojan ustedes? ¿En el número ocho? Pues cierren bien la puerta y no abran a nadie… Volveré dentro de un cuarto de hora con noticias, y dentro de media hora con Zosimof. Bueno, me voy. Buenas noches. ...

En la línea 1944
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Lo que más le abochornaba era recordar hasta qué extremo se había mostrado innoble, pues, además de estar ebrio, se había aprovechado de la situación de la muchacha para criticar ante ella, llevado de un sentimiento de celos torpe y mezquino, al hombre que era su prometido, ignorando los lazos de afecto que existían entre ellos y, en realidad, sin saber nada de aquel hombre. Por otra parte, ¿con qué derecho se había permitido juzgarle y quién le había pedido que se erigiera en juez? ¿Acaso una criatura como Avdotia Romanovna podía entregarse a un hombre indigno sólo por el dinero? No, no cabía duda de que Piotr Petrovitch poseía alguna cualidad. ¿El alojamiento? Él no podía saber lo que era aquella casa. Les había buscado hospedaje; por lo tanto, había cumplido su deber. ¡Ah, qué miserable era todo aquello, y qué inadmisible la razón con que intentaba justificarse: su estado de embriaguez! Esta excusa le envilecía más aún. La verdad está en la bebida; por lo tanto, bajo la influencia del alcohol, él había revelado toda la vileza de su corazón deleznable y celoso. ...

En la línea 2194
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Recordó que su madre y su hermana habían leído en la carta de Lujine la alusión a una joven cuya mala conducta era del dominio público. Cuando acababa de protestar de la calumnia de Lujine contra él y de recordar que el día anterior había visto por primera vez a la muchacha, he aquí que ella misma se presentaba en su habitación. Se acordó igualmente de que no había pronunciado ni una sola palabra de protesta contra la expresión «cuya mala conducta es del dominio público». Todos estos pensamientos cruzaron su mente en plena confusión y con rapidez vertiginosa, y al mirar atentamente a aquella pobre y ultrajada criatura, la vio tan avergonzada, que se compadeció de ella. Y cuando la muchacha se dirigió a la puerta con el propósito de huir, en su ánimo se produjo súbitamente una especie de revolución. ...

En la línea 1392
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Sepa usted que no existe criatura más confiada y más franca que una joven rusa, buena, inteligente y sencilla. Un Des Grieux, en cualquier forma que se presente, puede ganar su corazón fácilmente. Tiene elegancia, Mr. Astley, y la joven toma aquella elegancia por su propia alma, por la forma natural de su alma y de su corazón, y no como vestimenta heredada. ...

En la línea 601
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Mirad, yo no puedo llevar a mi hija a mi pueblo. El trabajo no lo permite. Con una criatura no hay dónde colocarse. El Dios de la bondad es el que me ha hecho pasar por vuestra hostería. Cuando vi vuestras niñas tan bonitas y tan bien vestidas, me dije: ésta es una buena madre. Podrán ser tres hermanas. Además, que no tardaré mucho en volver. ¿Queréis encargaros de mi niña? ...

En la línea 763
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Mis treinta y cinco francos me ha costado, pero lo sé todo. He visto a la criatura. Esta mujer era la señora Victurnien, guardiana de la virtud de todo el mundo. De joven se casó con un monje escapado del claustro, que se pasó de los Bernardinos a los Jacobinos. Tenía ahora cincuenta años; era fea, de voz temblorosa, seca, ruda, brusca, casi venenosa. ...

En la línea 320
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... La sed de sangre se hizo en él más fuerte que nunca. Era un depredador, un animal de presa, que se alimentaba de seres vivientes; que solo, sin ayuda, gracias a su fuerza y su destreza, sobrevivía triunfante en un entorno hostil en el que únicamente lo hacían los fuertes. Todo aquello insufló en su ser un gran orgullo, que se extendió como por contagio a su figura. Se hacía patente en todos sus movimientos, era visible en el juego de cada uno de sus músculos, se expresaba elocuentemente en su porte y tornaba incluso más soberbio su espléndido pelaje. De no ser por algunos pelos marrones aislados en el hocico y sobre los ojos, y por el plastrón de pelo blanco que le bajaba por el pecho, habrían podido tomarlo por un lobo gigantesco, más grande. que el más grande de su raza. De su padre el san bernardo había heredado el tamaño y el peso, pero había sido su madre, la pastora escocesa, quien había moldeado esos atributos. El hocico era el largo hocico de un lobo, aunque era más grande que el de cualquier lobo; y su cabeza, bastante ancha, era una cabeza de lobo a escala colosal. Su astucia era la del lobo, una astucia salvaje; su inteligencia, la inteligencia del pastor escocés y el san bernardo; y esta conjunción, añadida a la experiencia adquirida en la más feroz de las escuelas, lo convertían en una criatura tan formidable como las que habitaban la selva. Animal carnívoro cuya dieta consistía sólo en carne, se hallaba en la flor de la vida, en el período culminante de su existencia, y destilaba vigor y virilidad. Cuando Thornton le acariciaba el lomo, el paso de la mano era seguido por un crujiente chasquido, al descargar cada pelo, con el contacto, su magnetismo estático. Cada parte de su mente y de su cuerpo, cada fibra de su tejido nervioso funcionaba con exquisita precisión; y entre todas las partes existía un equilibrio y un ajuste perfecto. A las imágenes, sonidos y situaciones que requerían acción respondía él a la velocidad del relámpago. Por más ágilmente que se moviese un perro esquimal para defenderse o atacar, él podía hacerlo dos veces más rápido. Veía el movimiento o percibía el sonido y respondía en menos tiempo del que otro perro empleaba en percatarse de lo visto u oído. Él percibía, decidía y actuaba en el mismo instante. En rigor, las tres instancias eran consecutivas, pero los intervalos de tiempo entre ellas eran tan infinitesimales que las hacían parecer simultáneas. Sus músculos estaban rebosantes de energía y entraban en acción de modo fulminante, como muelles de acero. La vida fluía a través de él en espléndido torrente, gozoso y desenfrenado, y daba la impresión de que de puro éxtasis acabaría desbordándose y desparramándose con generosidad sobre el mundo. ...

En la línea 328
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... A medida que fue avanzando el día y el sol se fue poniendo por el noroeste (había vuelto la oscuridad y las noches de otoño duraban seis horas), los machos jóvenes se sintieron cada vez menos dispuestos a volver sobre sus pasos en ayuda de su acosado jefe. El invierno inminente los empujaba hacia lugares más protegidos, y les parecía que nunca podrían dejar atrás a aquella criatura que los retrasaba. Además, no era la existencia de la manada ni la de los machos jóvenes, la amenazada. Se les reclamaba la vida de un único miembro del rebaño, en la cual tenían un interés mucho más remoto que en la propia, y en definitiva accedieron a pagar aquel peaje. ...

En la línea 329
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Cuando el sol se puso, el viejo alce se detuvo con la cabeza abatida observando a sus congéneres (las hembras que había fecundado, las crías que había procreado, los machos a los que había dominado), que, a paso ligero, continuaron avanzando torpemente en la semioscuridad. No pudo seguirlos, porque ante él se plantó de un salto el despiadado terror con colmillos que no le daba tregua. Pesaba más de media tonelada; había vivido una existencia plena e intensa, abundante en luchas y dificultades, y al final se enfrentaba a la muerte en los dientes de una criatura cuya cabeza no sobrepasaba la altura de sus grandes patas. ...

En la línea 345
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Seguía él escudriñando con la vista el franco y juvenil semblante, como una hoja de acero registra la carne viva. Harto sabía que el desahogo y libertad revelan quizá más ausencia de malicia que la cautelosa reserva; mas con todo eso, le maravillaba la extremada sencillez de aquella criatura. Era preciso, para entenderla, observar que la salud poderosa del cuerpo le había conservado la pureza del espíritu. Nunca enlanguideciera la fiebre aquellos ojos de azulada córnea; nunca secara aquellos fresquísimos labios la calentura que consume a las niñas en la difícil etapa de diez a quince. La imagen más adecuada para representar a Lucía, era la de un cogollo de rosa muy cerrado, muy gallardo, defendido por pomposas hojas verdes, erguido sobre recio tronco. ...

En la línea 395
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Y redoblaba el arpegio de sus carcajadas, pareciéndole donosísimo incidente el de quedarse sin equipaje alguno. Hallábase, pues, como una criatura que se pierde en la calle, y a la cual recogen por caridad hasta averiguar su domicilio. Aventura completa. Niña como era Lucía, así pudo tomarla a llanto como a risa; tomola a risa, porque estaba alegre, y hasta Hendaya no cesó la ráfaga de buen humor que regocijaba el departamento. En Hendaya prolongó la comida aquel instante de cordialidad perfecta. El elegante comedor de la estación de Hendaya, alhajado con el gusto y esmero especial que despliegan los franceses para obsequiar, atraer y exprimir al parroquiano, convidaba a la intimidad, con sus altos y discretos cortinajes de colores mortecinos su revestimiento de madera obscura, su enorme chimenea de bronce y mármol, su aparador espléndido, que dominaba una pareja de anchos y barrigudos tibores japoneses, rameados de plantas y aves exóticas; fulgurante de argentería Ruolz, y cargado con montones de vajillas de china opaca. Artegui y Lucía eligieron una mesa chica para dos cubiertos, donde podían hablarse frente a frente, en voz baja, por no lanzar el sonido duro y corto de las sílabas españolas entre la sinfonía confusa y ligada de inflexiones francesas que se elevaba de la conversación general en la mesa grande. Hacia Artegui de maestresala y copero, nombraba los platos, escanciaba y trinchaba, previniendo los caprichos pueriles de Lucía, descascarando las almendras, mondando las manzanas y sumergiendo en el bol de cristal tallado lleno de agua, las rubias uvas. En su semblante animado parecía haberse descorrido un velo de niebla y sus movimientos, aunque llenos de calma y aplomo, no eran tan cansados y yertos como antes. ...

En la línea 638
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Yendo con usted -prosiguió él-, con una criatura joven y leal, que ama la vida y siente, y cree, ¿quién me metía a mí a hablar de nada triste, ni exponer desvaríos abstrusos, convirtiendo el paseo en cátedra? ¡Ridiculez igual! soy un majadero. Lucia -añadió con naturalidad y sin la menor expresión de amargura-, usted dispensa mi falta de tino, ¿no es cierto? ...

En la línea 949
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Pasaba este diálogo entre el doctor y Lucía, a distancia suficiente del lecho de la enferma, a fin de que no oyese palabra. Lucía se enteró muy al por menor de cuanto concernía a la asistencia, de las horas del alimento, de las precauciones que adoptar importaba. Después de aplicar a Pilar los medicamentos que el doctor dispuso, arregló el cuarto andando en la punta de los pies, puso cada cosa en su sitio, entornó las celosías y se instaló al lado de la cama, en una silleta baja de hacer labor. Pilar estaba muy agitada, y ardía de sed; a cada paso Lucía le llegaba a los labios el pistero de agua de goma, previamente templada en una estufilla. Por la tarde vino Duhamel, y se cercioró de que los revulsivos habían logrado aclarar un poco la voz de la enferma y facilitar su respiración congojosa. No obstante, la calentura era alta, el sudor se había suprimido. Ocho días duró la congestión pulmonar, y cuando Duhamel ordenó a Pilar levantarse, porque la cama acrecentaba el recargo y agotaba sus fuerzas, era aquella criatura un espectro; a los caracteres asaz tristes de la anemia, se unían ahora otros más alarmantes. Al vestirse, sus miembros no sostenían la ropa, que se escapaba del cuerpo como de un maniquí mal relleno. Ella misma se asustó, y en uno de los momentos lúcidos que suelen tener los atacados del terrible mal que ya la oprimía entre sus garras, pidió el espejillo famoso, y Lucía, por no contrariarla, se lo presentó de mala gana. Al fijar sus ojos en él, Pilar recordaba cómo se había visto la noche del baile, con sus claveles, su pelo artísticamente rizado, y la sonrisa de placer que le iluminaba el rostro. Fue tal el contraste entre lo pasado y lo presente, entre la cara de ocho días atrás y la de hoy, que Pilar, con rápido movimiento, arrojó al suelo el espejillo. Quebrose la clara luna, y las cinceladuras finísimas del marco se abollaron al golpe. ...


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Errores Ortográficos típicos con la palabra Criatura

Cómo se escribe criatura o crriaturra?
Cómo se escribe criatura o sriatura?

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