La palabra Riendas ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
La llamada de la selva de Jack London
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece riendas.
Estadisticas de la palabra riendas
Riendas es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 11145 según la RAE.
Riendas aparece de media 6.77 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la riendas en las obras de referencia de la RAE contandose 1029 apariciones .
Errores Ortográficos típicos con la palabra Riendas
Cómo se escribe riendas o rriendas?
Cómo se escribe riendas o riendaz?

la Ortografía es divertida

El Español es una gran familia
Algunas Frases de libros en las que aparece riendas
La palabra riendas puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 934
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Bajó del pescante de un salto la gentil _Marquesita_, y poco a poco fueron disgregándose del amontonamiento de carne que llenaba el interior todos los del séquito. El señorito abandonó las riendas a _Zarandilla_, después de hacerle varias recomendaciones para que cuidase bien el ganado. ...
En la línea 1103
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... El guía idiota tomó el camino de vuelta a Aldea Gallega, y el 5 de enero, montado en una triste mula, sin riendas ni estribos, guiándola con el ramal, y seguido por un muchacho que había de acompañarme montado en otra, bajé presuroso desde Elvas al llano, con ansia de llegar a la romántica, a la caballeresca y vieja España. ...
En la línea 1378
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... «Suéltale las riendas y tócale con el látigo»—me gritó Antonio—. ...
En la línea 1442
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... «Iba con la _Callee_ y los _chabés_ al pueblo donde su _ro_ está preso; pero el _chinobaró_ los ha cogido, con las caballerías, y me hubiera echado mano a mí también; pero metí espuelas al _grasti_, le solté las riendas y escapé. ...
En la línea 1652
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Anduvo otros cuantos pasos en la misma actitud que antes; de pronto, se volvió, y tomando nuevamente las riendas de la _burra_, la detuvo. ...
En la línea 208
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y, volviendo las riendas, encaminó a Rocinante hacia donde le pareció que las voces salían. ...
En la línea 460
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Detuvieron los frailes las riendas, y quedaron admirados, así de la figura de don Quijote como de sus razones, a las cuales respondieron: -Señor caballero, nosotros no somos endiablados ni descomunales, sino dos religiosos de San Benito que vamos nuestro camino, y no sabemos si en este coche vienen, o no, ningunas forzadas princesas. ...
En la línea 525
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Hízolo así don Quijote, teniendo las riendas a Rocinante hasta que llegase su cansado escudero, el cual, en llegando, le dijo: -Paréceme, señor, que sería acertado irnos a retraer a alguna iglesia; que, según quedó maltrecho aquel con quien os combatistes, no será mucho que den noticia del caso a la Santa Hermandad y nos prendan; y a fe que si lo hacen, que primero que salgamos de la cárcel que nos ha de sudar el hopo. ...
En la línea 852
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Porque el valeroso Amadís de Gaula se vio en poder de su mortal enemigo Arcaláus el encantador, de quien se tiene por averiguado que le dio, teniéndole preso, más de docientos azotes con las riendas de su caballo, atado a una coluna de un patio. ...
En la línea 1735
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Hasta en la rapidez de esta retirada guardó César las apariencias majestuosas y la dignidad que no le abandonaron nunca. Doce alabarderos lo llevaban en hombros sobre una camilla cubierta de brocado carmesí. Detrás de él venía su caballo de batalla con caparazón de terciopelo negro, bordadas en oro sus armas ducales y sostenido de las riendas por un paje. ...
En la línea 91
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Los nueve perros del equipo se reunieron más adelante y buscaron refugio en el bosque. Aunque ya no los perseguían estaban en un estado lamentable. No había ninguno que no tuviese dos o tres heridas, y varios estaban maltrechos. Dub tenía una pata trasera gravemente lesionada; Dolly, la última que se había incorporado al equipo en Dyea, tenía un horrible desgarrón en la garganta; Joe había perdido un ojo; y el reposado y pacífico Billie, que estaba con la oreja mordida y hecha jirones, gimió lastimeramente la noche entera. Al amanecer regresaron con dificultad y recelo al campamento, donde se encontraron con que los invasores se había retirado y los dos hombres estaban de muy mal humor. Faltaban la mitad de las provisiones. Además, los perros salvajes habían masticado las cuerdas del trineo y las fundas de lona. De hecho, no se les había escapado nada que fuese remotamente comestible. Habían engullido un par de mocasines de piel de alce de Perrault, trozos de las riendas, y hasta un buen pedazo del látigo de François. Este interrumpió la apesadumbrada constatación de las pérdidas para ocuparse de sus maltrechos perros. ...
En la línea 113
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... La alteración de la disciplina afectó también las relaciones entre los demás perros. Se peleaban más que nunca, hasta el punto de que a veces el campamento era un inmenso alboroto de aullidos. Sólo Dave y Sol-leks permanecían al margen, aunque con aquellas riñas permanentes se volvieron irritables. François blasfemaba y lanzaba extraños y brutales juramentos al tiempo que se tiraba de los pelos y daba furiosas e inútiles patadas a la nieve que cubría el suelo. Su látigo resollaba continuamente entre los perros, pero no servía de mucho. En cuanto volvía la espalda, se agarraban otra vez. Con el látigo respaldaba a Spitz, mientras que Buck estaba de parte del resto del equipo. François sabía que era el que estaba detrás de todo aquello, y Buck sabía que lo sabía, pero era demasiado listo para dejarse sorprender. Trabajaba con ahínco, pues el trabajo se le había convertido en un placer; pero un placer aún mayor era provocar arteramente una pelea entre sus compañeros que acababa enmarañando las riendas. ...
En la línea 167
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... A todos les dolían terriblemente las plantas de las pies. No podían saltar. Dejaban caer pesadamente las patas en la tierra trasmitiendo la vibración a su cuerpo, con lo que duplicaban la fatiga de la jornada. No les pasaba nada, excepto que estaban muertos de cansancio. No se trataba del agotamiento que sigue a un determinado y excesivo esfuerzo del que cabe recuperarse en cuestión de horas, sino de la lenta y prolongada extenuación provocada por meses de esfuerzo sostenido. Ya no tenían capacidad de recuperación ni reserva de energías a la que recurrir. Habían utilizado todo lo que tenían. Cada músculo, cada fibra, cada célula, participaba de la extenuación, de la mortal fatiga. Y había motivo. En menos de cinco meses habían recorrido cuatro mil quinientos kilómetros, los últimos tres mil con sólo cinco días de descanso. Cuando llegaron a Skaguay estaban en las últimas. Apenas podían mantener tensas las riendas y, en cuesta abajo, les era dificil mantenerse fuera del alcance del trineo. ...
En la línea 182
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... -Desde luego -dijo Hal con helada cortesía, al tiempo que cogía la vara con una mano y blandía el látigo con la otra-. ¡Arre! -gritó-. ¡Adelante! Los perros saltaron y tiraron de las riendas durante unos momentos, pero después aflojaron. No podían mover el trineo. ...
Más información sobre la palabra Riendas en internet
Riendas en la RAE.
Riendas en Word Reference.
Riendas en la wikipedia.
Sinonimos de Riendas.
Busca otras palabras en esta web
Palabras parecidas a riendas
La palabra prolongado
La palabra ejemplar
La palabra vendaval
La palabra pareja
La palabra comentar
La palabra seguidos
La palabra estrecho
Webs Amigas:
Ciclos formativos en Tenerife . Becas de País Vasco-Euskadi . Becas de Murcia . - Pradollano Hotel GHM Hoteles