La palabra Repentinamente ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece repentinamente.
Estadisticas de la palabra repentinamente
Repentinamente es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 10669 según la RAE.
Repentinamente aparece de media 7.13 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la repentinamente en las obras de referencia de la RAE contandose 1084 apariciones .
Errores Ortográficos típicos con la palabra Repentinamente
Cómo se escribe repentinamente o rrepentinamente?
Más información sobre la palabra Repentinamente en internet
Repentinamente en la RAE.
Repentinamente en Word Reference.
Repentinamente en la wikipedia.
Sinonimos de Repentinamente.

El Español es una gran familia
Algunas Frases de libros en las que aparece repentinamente
La palabra repentinamente puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1658
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Agobiados por el dolor, vieron que la huerta venía repentinamente hacia ellos; y no protestaron, porque la desgracia necesita consuelo; pero tampoco agradecieron el inesperado movimiento de aproximación. ...
En la línea 2094
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y ahora, repentinamente, después de la dulce flojedad de diez años de triunfo, con la rienda a la espalda y el amo a los pies, venía el cruel tirón, la vuelta a otros tiempos, el encontrar amargo el pan y el vino más áspero pensando en el maldito semestre, y todo por culpa de un forastero, de un piojoso que ni siquiera había nacido en la huerta, descolgándose entre ellos para embrollar su negocio y hacerles más difícil la vida. ...
En la línea 1009
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Luis, entusiasmado por la admiración de las dos muchachas sentadas junto a él, quiso mostrarse en toda su grandeza heroica, y repentinamente arrojó una copa a la cara del _Chivo_, que estaba enfrente. La fiera del presidio contrajo su carátula feroz e hizo un movimiento para incorporarse, llevándose una mano al bolsillo interior de la chaqueta. ...
En la línea 1254
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y todos a la vez, como si repentinamente perdiesen la memoria, anatematizaban con gran severidad los vicios de los trabajadores. ¿Qué podía esperarse de una gentuza sin otra ilusión en su vida que la de beber?... Decía bien Dupont. ¡Borrachos! ¡Gente abyecta que perpetuaba la miseria de su condición, violando a las hembras como si fuesen animales!... ...
En la línea 1516
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Exaltándose a impulsos de su ira, hablaba de la tristeza de Rafael, del gesto lloroso con que había implorado su auxilio, de la angustia con que aguardaba el resultado de su mediación. Pero no pudo hablar más. María de la Luz, pasando repentinamente de la resistencia al desaliento, rompió a llorar, aumentándose sus gemidos y sus lágrimas conforme avanzaba Fermín en el relato de la desesperación amorosa del novio. ...
En la línea 6138
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Al repetirle la promesa de devolver en seguida la caja y los libros, el _corregidor_ se dió por satisfecho y repentinamente se mostró por demás condescendiente y amable: llegó hasta decirme que dejaba por completo a mi resolución lo de devolver los libros o no. ...
En la línea 77
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... En vano Rosaura, con el deseo d elevarlo ante los ojos de estas grandes frívolas anunciaba que Borja era a escritor, ¡un gran escritor! Algunas damas inglesas, cuyo romanticismo iba unido a la nostalgia de su perdida juventud, se interesaban repentinamente por él, pidiéndole sus novelas, Debían estar traducidas al francés o al inglés. Claudio se excusaba, confuso, El no había hecho novelas, único género literario que resiste la prueba de ser traducido. Sólo escribía versos, y en español, forzosamente prisioneros de su forma primitiva. Traducir versos es romper un vaso de perfume para que se pierda en el aire su esencia. ...
En la línea 133
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Se acordaba Rosaura repentinamente de una doméstica del canónigo, que Claudio había nombrado muchas veces. El joven la distinguía de las otras por su habilidad para contarle historias de santos y demonios, que amenizaban su niñez. Admirábase Figueras de la memoria prodigiosa de esta señora, capaz de retener el nombre de una oscura criada. ...
En la línea 642
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Paulo II moría casi repentinamente en 1471 a consecuencia de un hartazgo de melones, después de cenar al aire libre en los jardines del Vaticano, a la hora en que la atmósfera parecía más envenenada por las pestilencias palúdicas. ...
En la línea 649
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Jamás llegaron los Borgias a las fastuosidades de este cardenal Riario, presunto hijo del Papa, el cual pasó repentinamente de ser un pobre frailecito a malgastar las riquezas de la Santa Sede. Le dio su padre tantos obispados, abadías y otros cargos fructuosos, que sus rentas anuales ascendieron a tres millones de francos oro, y aun con esto no tenían bastante para su desatinada prodigalidad. ...
En la línea 298
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Pero las observaciones del profesor fueron interrumpidas repentinamente por el principio de la ceremonia. La música militar, que seguía tocando en el patio, quedó ensordecida por el redoble de una gran banda de tambores que se aproximaba viniendo del interior del palacio. ...
En la línea 549
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El hombrecito de los velos blancos tuvo que callar repentinamente para afirmarse sobre sus pies y no caer de una altura tan enorme. La mano de Gillespie había temblado con la emoción de la sorpresa. El pigmeo que tenía junto a sus ojos presentaba una rara semejanza con su propia persona. Era un Edwin Gillespie considerablemente disminuido; sus mismos ojos, su mismo rostro, igual estatura dentro de las proporciones de su pequeñez. Hasta creyó que su voz tenía el mismo timbre, considerablemente debilitado. Parecía que era el mismo quien hablaba desde una larga distancia. ...
En la línea 972
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Pero en vez de mostrarse el sol, como pedía el vate, lo que llegó inesperadamente fue la noche en plena tarde. El salón quedó completamente a oscuras; todos los concurrentes creyeron haber perdido repentinamente la vista; las mamás chillaron de espanto, extendiendo los brazos instintivamente para guardar a sus hijas; los hermosos guerreros echaron mano a sus espadas, aunque sin poder adivinar donde se ocultaba el enemigo. ...
En la línea 975
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... A ninguno se le ocurrió que el Hombre-Montaña pudiera haber empleado como asiento el techo que tenían sobre sus cabezas. En uno de sus desperezos de cansancio, Gillespie había juntado las dos piernas, colocándolas casualmente, con geométrica exactitud, sobre las dos ventanas, lo que creó repentinamente la noche en el interior del salón, precisamente al mismo tiempo que el poeta invocaba la salida del sol. ...
En la línea 409
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Había transcurrido ya casi media hora sin modificación alguna de la situación cuando nuestros ojos pasaron súbitamente de la más extremada oscuridad a la luz más violenta. Nuestro calabozo se iluminó repentinamente, es decir, se llenó de una materia luminosa tan viva que no pude resistir al pronto su resplandor. En su blancura y en su intensidad reconocí la iluminación eléctrica que producía en torno del barco submarino un magnífico fenómeno de fosforescencia. Reabrí los ojos que había cerrado involuntariamente y vi que el agente luminoso emanaba de un globo deslustrado, encajado en el techo de la cabina. ...
En la línea 1116
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Como yo estaba enterado de algo más, supuse que pertenecería a mi penado, es decir, que era el mismo que vi limar en los marjales, mas a pesar de ello no le acusaba de haberlo empleado en herir a mi hermana. Y eso porque sospechaba que otras dos personas lo hubiesen encontrado, utilizándolo para cometer el crimen. Sin duda alguna, el asesino era Orlick o bien aquel hombre extraño que me enseñó la lima. Con referencia al primero, se comprobó que había ido a la ciudad, exactamente como nos dijo cuando le encontramos en la barrera. Por la tarde lo vieron varias personas por las calles y estuvo en compañía de 58 otras en algunas tabernas, hasta que regresó conmigo mismo y con el señor Wopsle. De modo que, a excepción de la pelea, no se le podía hacer ningún cargo. Por lo demás, mi hermana se había peleado con él y con todo el mundo más de diez mil veces. En cuanto a aquel hombre extraño, en caso de que hubiese regresado en busca de sus dos billetes de banco, nadie se los habría disputado, porque mi hermana estaba más que dispuesta a devolvérselos. Por otra parte, no hubo altercado, pues era evidente que el criminal llegó silenciosa y repentinamente y la víctima quedó tendida en el suelo antes de poder volver la cabeza. Era horrible pensar que yo había facilitado el arma, aunque, naturalmente, sin imaginar lo que podía resultar; pero apenas podía apartar de mi cerebro aquel asunto. Sufrí angustias indecibles mientras pensaba en si, por fin, debería referir a Joe aquella historia de mi infancia. Todos los días, y durante varios meses siguientes, decidí no decir nada, pero a la mañana siguiente volvía a reflexionar y a contradecirme a mí mismo. Por último tomé una resolución decisiva en el sentido de guardar silencio, porque tuve en cuenta que el secreto ya era muy antiguo, y como me había acompañado durante tanto tiempo, convirtiéndose ya en una parte de mí mismo, no podía decidirme a separarme de él. Además, tenía el inconveniente de que, habiendo sido tan desagradables los resultados de mi conducta, ello me privaría del afecto de Joe, si creía en la verdad de mis palabras, y, en el caso de que no las creyese, irían a sumarse en la mente de mi amigo con mis invenciones de los perros fabulosos y de las costillas de ternera. Pero sea lo que fuere, contemporicé conmigo mismo y resolví revelar mi secreto en caso de que éste pudiera servir para ayudar al descubrimiento del asesino. ...
En la línea 1158
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — En vez de eso — dije cogiendo otro puñado de hierba y masticando un tallo —, fíjate en lo que pasa. Estoy disgustado, vivo desgraciado y… Pero ¿qué importaría ser ordinario y rudo, si nadie me lo hubiese dicho? Biddy volvió repentinamente su rostro para mirarme y me contempló con mayor atención que a los barcos que pasaban ante nosotros. ...
En la línea 1337
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... En cierto modo, no me complacía el hecho de que Joe estuviese tan seguro de mí. Me habría gustado más advertir en él alguna emoción o que me hubiese contestado: «Eso te honra mucho, Pip», o algo por el estilo. Por consiguiente, no hice ninguna observación a la primera respuesta de Joe, y al referirme a la segunda, acerca de que la noticia llegó muy repentinamente, le dije que yo siempre deseé ser un caballero y que continuamente pensaba en lo que haría si lo fuese. ...
En la línea 1436
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Me alejé a buen paso, observando que era más fácil marcharse de lo que había imaginado y reflexionando que no habría sido conveniente que me tiraran un zapato viejo cuando ya estuviera en el coche y a la vista de toda la calle Alta. Silbé, como dando poca importancia a mi marcha; pero el pueblo estaba muy tranquilo y apacible y la ligera niebla se levantaba solemnemente, como si quisiera mostrarme el mundo. Pensé en que allí había sido muy inocente y pequeño y que más allá todo era muy grande y desconocido; repentinamente sentí una nostalgia, y empecé a derramar lágrimas. Estaba entonces junto al poste indicador del extremo del pueblo, y puse mi mano en él diciendo: ...
En la línea 882
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Salió y se dirigió a la plaza. De nuevo una alegría inmensa, casi insoportable, se apoderó momentáneamente de él. No había quedado ni rastro. «¿Quién podrá pensar en esa piedra? ¿A quién se le ocurrirá buscar debajo? Seguramente está ahí desde que construyeron la casa, y Dios sabe el tiempo que permanecerá en ese sitio todavía. Además, aunque se encontraran las joyas, ¿quién pensaría en mí? Todo ha terminado. Ha desaparecido hasta la última prueba.» Se echó a reír. Sí, más tarde recordó que se echó a reír con una risita nerviosa, muda, persistente. Aún se reía cuando atravesó la plaza. Pero su hilaridad cesó repentinamente cuando llegó al bulevar donde días atrás había encontrado a la jovencita embriagada. ...
En la línea 909
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Raskolnikof cogió en silencio el pliego de texto alemán y los tres rublos y se marchó sin pronunciar palabra. Rasumikhine le siguió con una mirada de asombro. Cuando llegó a la primera esquina, Raskolnikof volvió repentinamente sobre sus pasos y subió de nuevo al alojamiento de su amigo. Ya en la habitación, dejó el pliego y los tres rublos en la mesa y volvió a marcharse, sin desplegar los labios. ...
En la línea 1120
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Al decir esto se había incorporado repentinamente, con los ojos centelleantes. Pero pronto volvió a dejar caer la cabeza en la almohada, quedando de cara a la pared. Zosimof le observaba con mirada atenta. ...
En la línea 1345
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¿Qué le sorprende? ‑preguntó repentinamente Raskolnikof‑. Todo esto es la aplicación de sus teorías. ...
En la línea 1019
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Y si en tales momentos le hubieran dicho que llegaría un día en que resonaría ese nombre en sus oídos; en que saldría repentinamente de las tinieblas y se erguiría delante de él; en que esa gran luz encendida para disipar el misterio que lo rodeaba resplandecería súbitamente sobre su cabeza, pero le aseguraran que tal nombre no le amenazaría, que semejante luz no produciría sino una oscuridad más espesa, que aquel velo roto aumentaría el misterio, que aquel terremoto consolidaría su edificio; que aquel prodigioso incidente no tendría más resultado, si él quería, que hacer su existencia a la vez más clara y más impenetrable, y que de su confrontación con el fantasma de Jean Valjean el bueno y digno ciudadano señor Magdalena saldría más tranquilo y más respetado que nunca; si alguien le hubiera dicho esto, lo habría tomado como lo más insensato que escuchara jamás. ...
En la línea 481
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Y tirando repentinamente del brazo a Artegui para que se detuviese: ...
En la línea 751
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Lucía, que a la sazón doblaba algunas prendas de ropa para colocarlas en su baúl, volvió repentinamente la cabeza, como ave al reclamo. Sus mejillas estaban encendidas. ...

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