La palabra Hundido ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece hundido.
Estadisticas de la palabra hundido
Hundido es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 11468 según la RAE.
Hundido aparece de media 6.51 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la hundido en las obras de referencia de la RAE contandose 989 apariciones .
Más información sobre la palabra Hundido en internet
Hundido en la RAE.
Hundido en Word Reference.
Hundido en la wikipedia.
Sinonimos de Hundido.

El Español es una gran familia
Algunas Frases de libros en las que aparece hundido
La palabra hundido puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1655
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Invisible ya, hundido en las sombras, Batiste escuchó todavía su voz lenta y triste : -Creume, fill meu; ¡te portarán desgrasia! - VIII - ...
En la línea 1677
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Era _Alcaparrón_, con el doble sombrero hundido basta las orejas, moviendo su cuerpo, con femenil contoneo, dentro del traje haraposo. Los gañanes acogíanlo con risas. ¿Él también allí?... Le darían un fusil cuando entrasen en la ciudad; a ver si se batía con los burgueses como un valiente. ...
En la línea 4241
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... —De uno respondo—replicó el viejo—; pero el otro es un _nuveiro_ y ha hundido más barcas que todos sus hermanos de Galicia. ...
En la línea 2934
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... s pólipos constructores del coral han levantado extraños testimonios de las oscilaciones subterráneas del nivel; cada arrecife nos prueba que en el punto en que está situado se ha hundido el suelo, y cada attol es un monumento levantado en una isla hoy desaparecida ...
En la línea 1654
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Era de cuerpo pequeño y no bien conformado, tan endeble que parecía que se lo iba a llevar el viento, la cabeza chata, el pelo lacio y ralo. Cuando estaban juntos él y su hermano Nicolás, a cualquiera que les viese se le ocurriría proponer al segundo que otorgase al primero los pelos que le sobraban. Nicolás se había llevado todo el cabello de la familia, y por esta usurpación pilosa, la cabeza de Maximiliano anunciaba que tendría calva antes de los treinta años. Su piel era lustrosa, fina, cutis de niño con transparencias de mujer desmedrada y clorótica. Tenía el hueso de la nariz hundido y chafado, como si fuera de sustancia blanda y hubiese recibido un golpe, resultando de esto no sólo fealdad sino obstrucciones de respiración nasal, que eran sin duda la causa de que tuviera siempre la boca abierta. Su dentadura había salido con tanta desigualdad que cada pieza estaba, como si dijéramos, donde le daba la gana. Y menos mal si aquellos condenados huesos no le molestaran nunca; ¡pero si tenía el pobrecito cada dolor de muelas que le hacía poner el grito más allá del Cielo! Padecía también de corizas y las empalmaba, de modo que resultaba un coriza crónico, con la pituitaria echando fuego y destilando sin cesar. Como ya iba aprendiendo el oficio, se administraba el yoduro de potasio en todas las formas posibles, y andaba siempre con un canuto en la boca aspirando brea, demonios o no sé qué. ...
En la línea 4192
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Sí, a las diez y media. Parecía que estaba esperando a que llegara yo para morirse… ¡pobrecilla! Vengo horrorizada. Si yo lo sé, no parezco por allá. Estos cuadros no son para mí. Cuando llegué estaba en su sano juicio. ¡Preguntome por ti con un interés… ! Dijo que te quería más que a nadie, y que en cuantito que entrara en el Cielo, le iba a pedir al Señor que te hiciera feliz. Yo, francamente, al oír esto, vi que estaba fatal, y Severiana me dijo que anoche creyeron por dos o tres veces que se les quedaba en las manos. Le dieron congojas tan fuertes, que se le acababa la respiración… Noté también que su voz parecía salir del hueco de un cántaro muy hondo, y sonaba como lejos… La cara la tenía muy arrebatada, y los ojos hundidos, pero muy brillantes. Guillermina estaba sentada a su cabecera, y a cada rato le daba abrazos y besos, diciéndole que pensara en Dios, que padeció tanto por salvarnos a nosotros… De repente, se descompuso, hija; ¡pero de qué manera… ! se quedó amoratada, empezó a dar manotazos y a echar por aquella boca unas flores, ¡unas berzas… ! Era un horror. En esto llegó el Padre Nones, a quien Guillermina había mandado llamar para que la auxiliase; pero todo inútil. Ni la pobre enferma podía oír lo que le decían, ni estaba su cabeza para cosas de religión. La santa tuvo una idea feliz. Le dio a beber una copa de Jerez, llena hasta los bordes. Mauricia apretaba los dientes; pero al fin, debió darle en la nariz el olorcillo, porque abriendo la bocaza, se lo atizó de un trago. ¡Cómo se relamía la infeliz! Se calmó y ¡pum!, la cabeza en la almohada. Entonces Guillermina, poniéndole una cruz entre las manos, le preguntaba si creía en Dios, si se encomendaba a Dios y a la Santísima Virgen, y a tales y cuales santos del Cielo, y contestaba ella que sí moviendo la cabeza… El Padre Nones estaba de rodillas, reza que te reza. Encendieron una vela, y te aseguro que el tufillo de la cera, los rezos y aquel espectáculo me levantaron el estómago y me han puesto los nervios como cuerdas de guitarra. Yo no quería mirar; pero la curiosidad… eso es lo que tiene… me hacía mirar. Los ojos de Mauricia se le habían hundido hasta ponérsele en la nunca, y la nariz, aquella nariz tan bonita, se le afiló como un cuchillo. Guillermina, alzando la voz, decíale que se abrazara a la cruz, que Dios la perdonaba, que ella la envidiaba por irse derechita a la gloria, y otras muchas cosas que la hacían a una llorar. La cabeza de Mauricia se iba quedando quieta, quieta… Luego la vimos mover los labios, y sacar la punta de la lengua como si quisiera relamerse… Dejó oír una voz que parecía venir, por un tubo, del sótano de la casa. A mí me pareció que dijo: más, más… Otras personas que allí había aseguran que dijo: ya. Como quien dice: «Ya veo la gloria y los ángeles». Bobería; no dijo sino más… a saber, más Jerez. Guillermina y Severiana le acercaron un espejo a la cara y lo tuvieron un ratito… Después todos empezaron a hablar en alta voz. Ya estaba Mauricia en el otro mundo; se había quedado de un color violado tirando a azul. A los diez minutos su fisonomía estaba tan variada, que si la ves no la conoces. ...
En la línea 2177
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Todos muertos! —exclamó con angustia—. ¡Solamente yo sobrevivo a tanto horror! ¡Mejor sería que hubiera caído yo bajo el plomo de esos asesinos y que me hubiera hundido con mi barco! ...
En la línea 2311
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Comprendí entonces que nos hallábamos en el escenario de la batalla del 22 de octubre de 1702 y que aquél era el lugar en que se habían hundido los galeones fletados por el gobierno español. Allí era donde el capitán Nemo subvenía a sus necesidades y lastraba con aquellos millones al Nautilus. Para él, para él sólo había entregado América sus metales preciosos. Él era el heredero directo y único de aquellos tesoros arrancados a los incas y a los vencidos por Hernán Cortés. ...
En la línea 2364
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Era ya la una de la madrugada. Habíamos llegado a las primeras rampas de la montaña. Pero para abordarlas había que aventurarse por los difíciles senderos de una vasta espesura. Sí, una espesura de árboles muertos, sin hojas, sin savia, árboles mineralizados por la acción del agua y de entre los que sobresalían aquí y allá algunos pinos gigantescos. Era como una hullera aún en pie, manteniéndose por sus raíces sobre el suelo hundido, y cuyos ramajes se dibujaban netamente sobre el techo de las aguas, a la manera de esas figuras recortadas en cartulina negra. Imagínese un bosque del Harz, agarrado a los flancos de una montaña, pero un bosque sumergido. Los senderos estaban llenos de algas y de fucos, entre los que pululaba un mundo de crustáceos. Yo iba escalando las rocas, saltando por encima de los troncos abatidos, rompiendo las lianas marinas que se balanceaban de un árbol a otro, y espantando a los peces que volaban de rama en rama. Excitado, no sentía la fatiga, y seguía a mi guía incansable. ...
En la línea 3302
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Volví al salón. Se cerró la escotilla y oí el zumbido del agua al penetrar en los depósitos. El Nautílus comenzó a descender verticalmente, pues su hélice no le comunicaba ningún movimiento. Se detuvo unos minutos más tarde, a una profundidad de ochocientos treinta y tres metros, en el fondo. Se apagó entonces el techo luminoso del salón, y al descorrer los paneles que tapaban los cristales vi el agua vivamente iluminada por el fanal en un radio de una media milla. A babor no se veía más que la inmensidad del agua tranquila. A estribor, al fondo, apareció una pronunciada extumescencia que atrajo mi atención. Se hubiese dicho unas ruinas sepultadas bajo un conglomerado de conchas blancuzcas como un manto de nieve. Al examinar más detenidamente aquella masa creí reconocer las formas espesas de un navío sin mástiles, que debía haberse hundido por la proa. Su hundimiento debía datar de hacía muchísimos años, como lo atestiguaba su incrustación en las materias calizas del fondo oceánico. ¿Qué barco podía ser ése? ¿Por qué había ido el Nautílus a visitar su tumba? ¿No era, pues, un naufragio lo que le había llevado bajo el agua? No sabía yo qué pensar, cuando, cerca de mí, oí al capitán Nemo decir lentamente: ...
En la línea 3360
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Lo ignoro. Pero sea quien sea, será hundido antes de que llegue la noche. En todo caso, más vale perecer con él que hacerse cómplices de represalias cuya equidad no puede medirse. ...
En la línea 1667
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Tal vez no me creas, Polenka ‑decía mientras medía con sus pasos la habitación‑, pero no puedes imaginarte la atmósfera de lujo y magnificencia que habia en casa de mis padres y hasta qué extremo este borracho me ha hundido en la miseria. También a vosotros os perderá. Mi padre tenía en el servicio civil un grado que correspondía al de coronel. Era ya casi gobernador; sólo tenía que dar un paso para llegar a serlo, y todo el mundo le decía: «Nosotros le consideramos ya como nuestro gobernador, Iván Mikhailovitch.» Cuando… ‑empezó a toser‑. ¡Maldita sea! ‑exclamó después de escupir y llevándose al pecho las crispadas manos‑. Pues cuando… Bueno, en el último baile ofrecido por el mariscal de la nobleza, la princesa Bezemelny, al verme… (ella fue la que me bendijo más tarde, en mi matrimonio con tu papá, Polia), pues bien, la princesa preguntó: «¿No es ésa la encantadora muchacha que bailó la danza del chal en la fiesta de clausura del Instituto… ?» Hay que coser esta tela, Polenka. Mira qué boquete. Debiste coger la aguja y zurcirlo como yo te he enseñado, pues si se deja para mañana… ‑de nuevo tosió‑, mañana… ‑volvió a toser‑, ¡mañana el agujero será mayor! ‑gritó, a punto de ahogarse‑. El paje, el príncipe Chtchegolskoi, acababa de llegar de Petersburgo… Había bailado la mazurca conmigo y estaba dispuesto a pedir mi mano al día siguiente. Pero yo, después de darle las gracias en términos expresivos, le dije que mi corazón pertenecía desde hacía tiempo a otro. Este otro era tu padre, Polia. El mío estaba furioso… ¿Ya está? Dame esa camisa. ¿Y las medias… ? Lida ‑dijo dirigiéndose a la niña más pequeña‑, esta noche dormirás sin camisa… Pon con ella las medias: lo lavaremos todo a la vez… ¡Y ese desharrapado, ese borracho, sin llegar! Su camisa está sucia y destrozada… Preferiría lavarlo todo junto, para no fatigarme dos noches seguidas… ¡Señor! ¿Más todavía? ‑exclamó, volviendo a toser y viendo que el vestíbulo estaba lleno de gente y que varias personas entraban en la habitación, transportando una especie de fardo‑. ¿Qué es eso, Señor? ¿Qué traen ahí? ...
En la línea 1694
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¡Señor, tiene el pecho hundido! ¡Cuánta sangre! ¡Cuánta sangre! ‑exclamó en un tono de desesperación‑. Hay que quitarle las ropas. Vuélvete un poco, Simón Zaharevitch, si te es posible. ...
En la línea 1906
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... El estudiante no había mentido al decir, en el curso de su extravagante charla de borracho, que la patrona de Raskolnikof, Praskovia Pavlovna, tendría celos de Dunia y, seguramente, también de Pulqueria Alejandrovna, la cual, pese a sus cuarenta y tres años, no había perdido su extraordinaria belleza. Por otra parte, parecía más joven de lo que era, como suele ocurrir a las mujeres que saben conservar hasta las proximidades de la vejez un alma pura, un espíritu lúcido y un corazón inocente y lleno de ternura. Digamos entre paréntesis que no hay otro medio de conservarse hermosa hasta una edad avanzada. Su cabello empezaba a encanecer y a aclararse; hacía tiempo que sus ojos estaban cercados de arrugas; sus mejillas se habían hundido a causa de los desvelos y los sufrimientos, pero esto no empañaba la belleza extraordinaria de aquella fisonomía. Su rostro era una copia del de Dunia, sólo que con veinte años más y sin el rasgo del labio inferior saliente. Pulqueria Alejandrovna tenía un corazón tierno, pero su sensibilidad no era en modo alguno sensiblería. Tímida por naturaleza, se sentía inclinada a ceder, pero hasta cierto punto: podía admitir muchas cosas opuestas a sus convicciones, mas había un punto de honor y de principios en los que ninguna circunstancia podía impulsarla a transigir. ...
En la línea 4057
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Empezó para Raskolnikof una vida extraña. Era como si una especie de neblina le hubiera envuelto y hundido en un fatídico y doloroso aislamiento. Cuando más adelante recordaba este período de su vida, comprendía que entonces su razón vacilaba a cada momento y que este estado, interrumpido por algunos intervalos de lucidez, se había prolongado hasta la catástrofe definitiva. Tenía el convencimiento de que había cometido muchos errores, sobre todo en las fechas y sucesión de los hechos. Por lo menos, cuando, andando el tiempo, recordó, y trató de poner en orden estos recursos, y después de explicarse lo sucedido, sólo gracias al testimonio de otras personas pudo conocer muchas de las cosas que pertenecían a aquel período de su propia vida. Confundía los hechos y consideraba algunos como consecuencia de otros que sólo existían en su imaginación. A veces le dominaba una angustia enfermiza y un profundo terror. Y también se acordaba de haber pasado minutos, horas y acaso días sumido en una apatía que sólo podía compararse con el estado de indiferencia de ciertos moribundos. En general, últimamente parecía preferir cerrar los ojos a su situación que darse cuenta exacta de ella. Así, ciertos hechos esenciales que se veía obligado a dilucidar le mortificaban, y, en compensación, descuidaba alegremente otras cuestiones cuyo olvido podía serle fatal, teniendo en cuenta su situación. ...
En la línea 1320
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¡Me ha perdido —decía—, me ha robado, me ha hundido en la miseria! ¡Fue mi pesadilla durante dos años! ¡Oh, no me hable de él jamás! Yo comprendía perfectamente de que se estaba llegando a un acuerdo entre Blanche y él, pero permanecía callado, como de costumbre. Ella fue la primera en ponerme al corriente, ocho días antes de nuestra separación: ...
En la línea 1342
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Las gentes satisfechas de sí mismas, ¡con qué orgullosa satisfacción están dispuestas a censurar la conducta ajena! Si ellos supieran hasta qué punto me doy cuenta de mi ignominiosa situación actual no tendrían seguramente valor para culparme. ¿Pero qué pueden decirme de nuevo que yo no sepa? El hecho es que todo puede cambiar con una sola vuelta de la rueda, y entonces esos mismos moralistas serán los primeros —estoy seguro de ello— en felicitarme con amistosas bromas. Y no me volverán la espalda como ahora. ¡Que se vayan todos al diablo! ¿Qué soy ahora? Un cero. ¿Qué puedo ser mañana? ¡Mañana puedo resucitar de entre los muertos, comenzar una vida nueva! Puedo descubrir al hombre que hay en mí todavía en tanto que no esté hundido del todo. ...

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