La palabra Matando ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
La llamada de la selva de Jack London
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece matando.
Estadisticas de la palabra matando
Matando es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 12726 según la RAE.
Matando aparece de media 5.68 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la matando en las obras de referencia de la RAE contandose 863 apariciones .
Errores Ortográficos típicos con la palabra Matando
Más información sobre la palabra Matando en internet
Matando en la RAE.
Matando en Word Reference.
Matando en la wikipedia.
Sinonimos de Matando.

la Ortografía es divertida

El Español es una gran familia
Algunas Frases de libros en las que aparece matando
La palabra matando puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1652
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Acabaría matando tontamente, como el pobre Barret, y muriendo como él, en perpetuo encierro. ...
En la línea 880
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Muchas familias de rancia nobleza habían guardado la propiedad feudal, las grandes extensiones adquiridas por sus ascendientes, con sólo galopar, lanza en ristre, matando moros. Otras grandes propiedades habían sido formadas por los compradores de bienes nacionales, o los agitadores políticos del campo, que se cobraban sus servicios en las elecciones haciéndose regalar por el Estado los montes y los terrenos públicos, sobre los cuales vivían pueblos enteros. En ciertos sitios de la sierra encontrábanse poblaciones abandonadas, con las casas desplomándose, como si por ellas hubiese pasado una epidemia. El vecindario había huido lejos, en busca de la servidumbre del jornal, viendo convertirse en dehesa de un rico influyente los terrenos públicos que daban el pan a sus familias. ...
En la línea 939
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --¡Ahí le tienes!--dijo el señorito a su aperador, señalándole al guitarrista.--El señó Pacorro, alias el _Águila_, el primer tocador del mundo. ¡El _Guerra_, matando toros, y mi amigo con la guitarra!... ¡el disloque! Y como el cortijero se quedase mirando a este ser extraordinario, cuyo nombre no había oído jamás, el tocador se inclinó ceremoniosamente como un hombre de mundo, experto en fórmulas sociales. ...
En la línea 2259
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Mira, Sancho -respondió don Quijote-: si el consejo que me das de que me case es porque sea luego rey, en matando al gigante, y tenga cómodo para hacerte mercedes y darte lo prometido, hágote saber que sin casarme podré cumplir tu deseo muy fácilmente, porque yo sacaré de adahala, antes de entrar en la batalla, que, saliendo vencedor della, ya que no me case, me han de dar una parte del reino, para que la pueda dar a quien yo quisiere; y, en dándomela, ¿a quién quieres tú que la dé sino a ti? -Eso está claro -respondió Sancho-, pero mire vuestra merced que la escoja hacia la marina, porque, si no me contentare la vivienda, pueda embarcar mis negros vasallos y hacer dellos lo que ya he dicho. ...
En la línea 6560
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Finalmente, él me va matando de hambre, y yo me voy muriendo de despecho, pues cuando pensé venir a este gobierno a comer caliente y a beber frío, y a recrear el cuerpo entre sábanas de holanda, sobre colchones de pluma, he venido a hacer penitencia, como si fuera ermitaño; y, como no la hago de mi voluntad, pienso que, al cabo al cabo, me ha de llevar el diablo. ...
En la línea 6875
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Yo así lo creo -respondió Sancho-, y querría que vuestra merced me dijese qué es la causa por que dicen los españoles cuando quieren dar alguna batalla, invocando aquel San Diego Matamoros: '¡Santiago, y cierra, España!' ¿Está por ventura España abierta, y de modo que es menester cerrarla, o qué ceremonia es ésta? -Simplicísimo eres, Sancho -respondió don Quijote-; y mira que este gran caballero de la cruz bermeja háselo dado Dios a España por patrón y amparo suyo, especialmente en los rigurosos trances que con los moros los españoles han tenido; y así, le invocan y llaman como a defensor suyo en todas las batallas que acometen, y muchas veces le han visto visiblemente en ellas, derribando, atropellando, destruyendo y matando los agarenos escuadrones; y desta verdad te pudiera traer muchos ejemplos que en las verdaderas historias españolas se cuentan. ...
En la línea 2219
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... En la isla Carlos, colonizada desde hace cosa de seis años, he visto un muchacho sentado junto a un pozo y con una vara en la mano, con la cual iba matando los pajarillos que iban a beber. tenía al lado un montoncillo para comérselo; y me dijo que acostumbraba a apostarse al lado de aquel pozo para cazar todos los días. realidad parece que todavía no han comprendido los pájaros del archipiélago que el hombre es un animal más peligroso que la tortuga o el Amblyrhynchu.r, y no se ocupan de él más que lo hacen los pájaros silvestres en Inglaterra, de las vacas y caballos que vagan por aquellos campos. ...
En la línea 2354
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Le van matando, pero por consunción. ...
En la línea 2384
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La Ilustración francesa se había dejado en un arranque de patriotismo; por culpa de un grabado en que aparecían no se sabe qué reyes de España matando toros. ...
En la línea 5599
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La inmensa tristeza, el horror infinito de la ingratitud del hombre matando a Dios, absurdo de maldad, los sintió Fortunato en aquel momento con desconsuelo inefable, como si un universo de dolor pesara sobre su corazón. ...
En la línea 15810
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Media hora después Frígilis tomaba el desquite matando un soberbio pato marino. ...
En la línea 999
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Inventó el entusiasmo público venganzas patrióticas, atribuyéndolas al joven cardenal. Hasta propaló que unos suizos ebrios del ejército invasor habían penetrado en casa de la Vannoza, violando a esta matrona, que todavía se conservaba apetecible, y su hijo, sabedor del atentado, había ido matando a puñaladas a sus autores. La noticia era falsa, pues la Vannoza estaba en Pésaro al lado de su hija Lucrecia; pero de todos modos el pueblo admitía como indiscutibles cuantas heroicidades vengadoras le contasen del que llamaba nuestro César. ...
En la línea 1375
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Eran los más de sus hombres temibles revoltosos, inclinados a las acciones heroicas y a los actos reprensibles, que sólo podía gobernar un capitán como César, semejante a ellos, cruel y generoso, dispuesto a sostener la disciplina matando y tolerante al mismo tiempo para los atentados particulares que cometiesen sus gentes, sobre todo en lo referente a mujeres. Estos soldados llegaban de España atraídos por las hazañas del Valentino, como ellos llamaban a César, o se habían trasladado desde el vecino Nápoles, desertando las banderas de Gonzalo de Córdoba, por parecerles más fructíferas y gloriosas las campañas del hijo del Papa. Muchos iban a embarcarse años después para combatir contra guerreros cobrizos, explorar tierras de misterio y echar los cimientos de famosas ciudades al otro lado de la mar océana, en un mundo recién descubierto. Otros se quedaban para siempre en Europa, haciendo la guerra en diversos países, como si todo el viejo mundo, sin distinción de idiomas ni fronteras fuese para ellos interminable campo de batalla. ...
En la línea 1414
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Mostrábase el héroe en esta corrida a cara descubierta, bajando a la arena con simple jubón y calzas para torear a pie, matando cinco toros con una espada pesadísima y una capa que le servia de muleta. El último toro lo remató de un golpe que era su secreto, hiriéndolo entre dos vértebras tan profundamente que cortaba por entero su pescuezo, y el público rugió de admiración ante dicha habilidad, no pudiendo explicarse tanta fuerza en un joven esbelto y de facciones delicadas. Los embajadores enemigos de la familia papal escribían a sus gobiernos asombrados del valor y la maestría de César, reconociendo el inmenso entusiasmo de los romanos por él. ...
En la línea 1496
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La exigencia del gobernador de Sinigaglia de no entregar el castillo más que a César era un ardid concertado con los condottíeri rebeldes. Estos mantenían disimuladas sus tropas a cierta distancia de la ciudad, para que el duque no sintiese inquietud, y cuando penetrase confiado en ella con su escolta mandada por don Micalet, todo el ejército avanzaría en un movimiento envolvente, matando a César y a los españoles que lo guardaban. ...
En la línea 1460
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La mayor parte de los fusiles no funcionaron. En otros se rompieron los cañones, matando a las amazonas que los manejaban. Pero los muy contados que por casualidad pudieron enviar sus proyectiles contra los asaltantes pusieron a estos en dispersión. Además, los hombres, que no habían escuchado nunca el estrépito de las armas de fuego, sufrieron el sobresalto propio de la falta de costumbre. ...
En la línea 1927
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «¡Estarse una matando toda la vida—prosiguió ella—, para sacar adelante al dichoso sobrinito, sortearle las enfermedades a fuerza de mimos y cuidados, darle una carrera quitándome yo el pan de la boca, hacer por él lo que no todas las madres hacen por sus hijos para que al fin!… ¡Buen pago, bueno!… No, no me expliques nada, si estoy perfectamente informada. Sé quién es esa… dama ilustre con quien te quieres casar. Vamos, que buena doncella te canta… ¿Y creerás que vamos a consentir tal deshonra en la familia? Dime que todo es una chiquillada y no se hable más del asunto». ...
En la línea 2303
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... También se paseaba por aquellos andurriales, sin perder de vista el convento; iba y venía por las veredas que el paso traza en los terrenos, matando la yerba, y a ratos sentábase al sol, cuando este no picaba mucho. Montones de estiércol y paja rompían a lo lejos la uniformidad del suelo; aquí y allí tapias de ladrillo de color de polvo, letreros industriales sobre faja de yeso, casas que intentaban rodearse de un jardinillo sin poderlo conseguir; más allá tejares y las casetas plomizas de los vigilantes de consumos, y en todo lo que la vista abarca un sentimiento profundísimo de soledad expectante. Turbábala sólo algún perro sabio de los que, huyendo de la estricnina municipal, se pasean por allí sin quitar la vista del suelo. A veces el joven volvía al camino real y se dejaba ir un buen trecho hacia el Norte; pero no tenía ganas de ver gente y se echaba fuera, metiéndose otra vez por el campo hasta divisar las arcadas del acueducto del Lozoya. La vista de la sierra lejana suspendía su atención, y le encantaba un momento con aquellos brochazos de azul intensísimo y sus toques de nieve; pero muy luego volvía los ojos al Sur, buscando los andamiajes y la mole de las Micaelas, que se confundía con las casas más excéntricas de Chamberí. ...
En la línea 4561
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —¿Pero ustedes creen que a mí se me puede ocultar el gusto del arsénico?… —dijo enteramente descompuesto, los ojos extraviados—. Y no son tontas; ponen poca dosis… un centigramo, para irme matando lentamente… Y apuesto a que ha sido Ballester el que les ha dado el ácido arsenioso… porque también él está contra mí… ¿Qué infierno es este, Dios mío?… ...
En la línea 5236
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Quedose un rato la infeliz mujer como petrificada. Trataba de tomarlo a broma, trataba de negarlo; pero para ninguna de estas determinaciones tenía valor. Terror inmenso llenaba su alma al ver que Maxi decía lo que decía con expresión de la más grande seguridad. Pero lo último que a Fortunata le quedaba que oír fue esto, dicho con exaltación de iluminado, y con atroz recrudecimiento de las sacudidas nerviosas de la cabeza: «Ha sido una revelación. El espíritu que me instruye me ha traído anoche esta idea… Misterio bonitísimo, ¿verdad? Tú estás embarazada… Y tú lo presumes; mejor dicho, lo sabes, te lo estoy conociendo en la cara; lo ocultas porque ignoras que esto no ha de arrojar ninguna deshonra sobre ti. El hijo que llevas en tus entrañas es el hijo del Pensamiento Puro, que ha querido encarnarse para traer al mundo su salvación. Fuiste escogida para este prodigio, porque has padecido mucho, porque has amado mucho, porque has pecado mucho. Padecer, amar y pecar… ve ahí los tres infinitivos del verbo de la existencia. Nacerá de ti el verdadero Mesías. Nosotros somos nada más que precursores, ¿te vas enterando?, nada más que precursores, y cuanto des a luz, tú y yo habremos cumplido nuestra misión, y nos liberaremos matando nuestras bestias». ...
En la línea 319
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Empezó a dormir fuera por las noches y a pasar días enteros lejos del campamento. Una vez cruzó la divisoria en la fuente del riachuelo y se internó en la comarca de los bosques y las corrientes. Estuvo una semana recorriéndola, buscando vanamente algún indicio reciente del hermano salvaje, matando para comer durante la marcha y andando con ese desenvuelto paso largo que según dicen nunca agota. Pescó un salmón en un ancho río que desembocaba en el mar por alguna parte y, en sus orillas, mató a un gran oso negro que, cegado por los mosquitos mientras pescaba, había caminado rugiendo por el bosque, incapacitado y terrible. Aun así, la pelea fue tremenda y puso en acción las dosis de ferocidad latentes en Buck. Y dos días más tarde, cuando volvió al mismo lugar y encontró a una docena de glotones disputándose los despojos de su víctima, los dispersó como si fueran paja; y los fugitivos dejaron atrás a dos de ellos que no volverían a disputar por nada. ...
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