La palabra Figura ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece figura.
Estadisticas de la palabra figura
La palabra figura es una de las palabras más comunes del idioma Español, estando en la posición 493 según la RAE.
Figura es una palabra muy común y se encuentra en el Top 500 con una frecuencia media de 170.13 veces en cada obra en castellano
El puesto de esta palabra se basa en la frecuencia de aparición de la figura en 150 obras del castellano contandose 25859 apariciones en total.
Errores Ortográficos típicos con la palabra Figura
Cómo se escribe figura o figurra?
Cómo se escribe figura o fijura?

la Ortografía es divertida
Algunas Frases de libros en las que aparece figura
La palabra figura puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1638
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Sintió que le tocaban con la punta de un palo; y, levantando la cabeza, vió una escueta figura, una especie de espectro que se inclinaba hacia él. ...
En la línea 2353
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... En la oscuridad del estudi, y todavía despierto, vio surgir una figura pálida, indeterminada, que poco a poco fue tomando contorno y colores, hasta ser Pimentó, tal como le había visto en los últimos días, con la cabeza entrapada y su gesto amenazante de terco vengativo. ...
En la línea 493
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Después estaba el gran libro, el más precioso de la casa, lo que podía titularse la carta de nobleza de Matanzuela. Y el aperador sacaba del armario un amplio cuaderno, en el que se contenía la genealogía y la historia de todo caballo o mula salido del cortijo, con el apodo de nacimiento, padres y abuelos, descripción de la figura, talla, pelo, color de los ojos y defectos que se confesaban generosamente sobre el papel para quedar secretos, dejando a la penetración del comprador el adivinarlos. ...
En la línea 4863
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Vuestros caballos, vuestros lacayos, vuestra figura, señores, todo me lo habían pintado. ...
En la línea 5270
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Vaya figura que vamos a hacer sobre jacas, mientras Aramis y Porthos caracolean sobre sus caballos. ...
En la línea 5595
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Atravesaba una calle muy desierta, mirando a izquierda y dlyrecha por si reconocía algún vestigio de su bella inglesa, cuando en la planta baja de una bonita casa que según la costumbre de la época no tenía ninguna ventana que diese a la calle, vio aparecer una figura conocida. ...
En la línea 7689
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Al ver aquella figura muda a inmóvil como una estatua, Milady tu vo miedo. ...
En la línea 1647
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... —No lo diga usted con tanta seguridad, amigo mío; yo estoy enterado de muchas más cosas de las que usted se figura. ...
En la línea 1695
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... YO.—¿Cómo es posible eso? ¿Qué veneración puede sentir un arzobispo por uno como usted o como su abuelo? ABARBANEL.—Más de lo que usted se figura. ...
En la línea 2210
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Nadie puede decir, con positivo fundamento, quién es el barón Taylor; se susurra que es un retoño de sangre real; y ¿quién puede, en efecto, contemplar por un momento su graciosa figura, su rostro inteligente y de líneas tan características, sus ojos grandes y expresivos, sin convencerse de que no es un hombre vulgar ni de vulgar linaje? Aunque por su talento y elocuencia hubiera podido alcanzar rápidamente una elevada posición en el Estado, se ha contentado hasta ahora, quizás sabiamente, con una relativa oscuridad, dedicándose por modo principal al estudio de las artes y de la literatura, de las que es liberal protector. ...
En la línea 3082
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... La figura aparece vestida con el traje nacional; pero desvía el rostro de la tierra de sus padres, y como ondea en la mano una especie de bandera, parece que está animando a todos los de su raza para que abandonen aquella región estéril y busquen en otros climas un campo más rico y vasto para su actividad y su energía. ...
En la línea 153
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Miróle el ventero, y no le pareció tan bueno como don Quijote decía, ni aun la mitad; y, acomodándole en la caballeriza, volvió a ver lo que su huésped mandaba, al cual estaban desarmando las doncellas, que ya se habían reconciliado con él; las cuales, aunque le habían quitado el peto y el espaldar, jamás supieron ni pudieron desencajarle la gola, ni quitalle la contrahecha celada, que traía atada con unas cintas verdes, y era menester cortarlas, por no poderse quitar los ñudos; mas él no lo quiso consentir en ninguna manera, y así, se quedó toda aquella noche con la celada puesta, que era la más graciosa y estraña figura que se pudiera pensar; y, al desarmarle, como él se imaginaba que aquellas traídas y llevadas que le desarmaban eran algunas principales señoras y damas de aquel castillo, les dijo con mucho donaire: -Nunca fuera caballero de damas tan bien servido como fuera don Quijote cuando de su aldea vino: doncellas curaban dél; princesas, del su rocino, o Rocinante, que éste es el nombre, señoras mías, de mi caballo, y don Quijote de la Mancha el mío; que, puesto que no quisiera descubrirme fasta que las fazañas fechas en vuestro servicio y pro me descubrieran, la fuerza de acomodar al propósito presente este romance viejo de Lanzarote ha sido causa que sepáis mi nombre antes de toda sazón; pero, tiempo vendrá en que las vuestras señorías me manden y yo obedezca, y el valor de mi brazo descubra el deseo que tengo de serviros. ...
En la línea 213
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... El labrador, que vio sobre sí aquella figura llena de armas blandiendo la lanza sobre su rostro, túvose por muerto, y con buenas palabras respondió: -Señor caballero, este muchacho que estoy castigando es un mi criado, que me sirve de guardar una manada de ovejas que tengo en estos contornos, el cual es tan descuidado, que cada día me falta una; y, porque castigo su descuido, o bellaquería, dice que lo hago de miserable, por no pagalle la soldada que le debo, y en Dios y en mi ánima que miente. ...
En la línea 245
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Paráronse los mercaderes al son destas razones, y a ver la estraña figura del que las decía; y, por la figura y por las razones, luego echaron de ver la locura de su dueño; mas quisieron ver despacio en qué paraba aquella confesión que se les pedía, y uno dellos, que era un poco burlón y muy mucho discreto, le dijo: -Señor caballero, nosotros no conocemos quién sea esa buena señora que decís; mostrádnosla: que si ella fuere de tanta hermosura como significáis, de buena gana y sin apremio alguno confesaremos la verdad que por parte vuestra nos es pedida. ...
En la línea 245
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Paráronse los mercaderes al son destas razones, y a ver la estraña figura del que las decía; y, por la figura y por las razones, luego echaron de ver la locura de su dueño; mas quisieron ver despacio en qué paraba aquella confesión que se les pedía, y uno dellos, que era un poco burlón y muy mucho discreto, le dijo: -Señor caballero, nosotros no conocemos quién sea esa buena señora que decís; mostrádnosla: que si ella fuere de tanta hermosura como significáis, de buena gana y sin apremio alguno confesaremos la verdad que por parte vuestra nos es pedida. ...
En la línea 684
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... El Wigwam o choza fueguense semeja en absoluto por su forma y magnitud un montón de heno. No consiste más que en algunas ramas rotas clavadas en tierra y cuyos intersticios se cubren imperfectamente por un lado con hierbas y ramaje. Estas chozas apenas representan una hora de trabajo para su confección, y los indígenas no se sirven de ellas de ordinario más que unos cuantos días. He visto un sitio en la bahía de Goereè, en que uno de estos hombres desnudos había pasado la noche y que no ofrecía en realidad más abrigo que la cama de una liebre. Evidentemente este hombre vivía solo; York Minster me dijo que debía ser un mal sujeto y sería muy probable que hubiese robado algo. En la costa occidental son las chozas, no obstante, algo más confortables; pues casi todas se hallan cubiertas por pieles de foca. El mal tiempo nos retiene aquí durante algunos días. El clima es detestable: estamos en el solsticio de verano y todos los días nieva sobre las colinas, y graniza y llueve en los valles. El termómetro marca 45 grados Fahrenheit (70,2 centígrados); pero durante la noche baja a 38 ó 40 (30,3 a 40,4 centígrados). Por lo demás, se nos figura el clima todavía peor de lo que es por el estado húmedo y tempestuoso de la atmósfera rara vez animada por un rayo de sol. ...
En la línea 2058
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... s otras veinticinco especies de pájaros consisten: 1.0 en un halcón que, por su figura, es un curioso intermedio entre el halcón voraz y el grupo americano de los Polyboros, que se alimentan de carne podrida, y se aproxima mucho a estos últimos pájaros por todas sus costumbres y hasta por la voz; 2.0 dos búhos que representan a los de orejas cortas y a los blancos de las granjas de Europa; 3.0 un reyezuelo, tres papa-moscas (dos de éstos últimos son especies de Pyrocephalus, y uno o dos no deberían considerarse sino como variedades, en concepto de algunos ornitólogos), y una paloma; aunque todos se parecen a las especies americanas, son muy diferentes; 4.0 una golondrina que, aun cuando no se diferencia de la Progue purpurea de ambas Américas sino en que es más oscuro su plumaje, y es más pequeña y más fina, la consideró Mister Gould como específicamente distinta, y 5.0 tres especies de pájaros burlones1, forma que caracteriza en particular a América. ...
En la línea 2959
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... En suma, es un país muy agradable, pero sin los encantos de Taití, ni la grandeza del Brasil. día siguiente subo a la Pulga, monte llamado así porque está coronado por una roca que tiene la figura de una pulga; se alza detrás de la ciudad a una altura de 2.600 pies. centro de la isla consiste en una gran meseta rodeada de montes antiguos basálticos en ruinas, cuyas capas se inclinan hacia el mar. meseta central formada por corrientes de lava relativamente reciente, es oval, teniendo el eje menor una longitud de 13 millas geográficas ...
En la línea 57
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Pronto vemos aparecer la donosa figura de D. ...
En la línea 76
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... De D. Álvaro, fácil es pasar a la gran figura del Magistral D. ...
En la línea 82
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Hermosa es la pintura que Alas nos presenta de la juventud de su personaje, la tremenda lucha del coloso por la posición social, elegida erradamente en el terreno levítico, y con él hace gallarda pareja la vigorosa figura de su madre, modelada en arcilla grosera, con formas impresas a puñetazos. ...
En la línea 582
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Tenía sin duda mucho de pájaro en figura y gestos, y más, visto en su sombra. ...
En la línea 335
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... — Todos los historiadores durante tres siglos han venido equivocándose al suponer que el caballero que casó con Isabel de Borja se apellidaba Llansol, y, por tanto. Rodrigo de Borja, el futuro Alejandro Sexto, debía llamarse en realidad Llansol de primer apellido. Y como no hay argumento que no se haya usado para ennegrecer la figura de Alejandro Sexto, le acusaron de renegar del apellido de su padre Llansol, anteponiendo el de su madre para ser Borja… Todo falso, sin fundamento alguno, como la mayoría de las calumniosas historias que se atribuyen a esta familia. Los Llansols (tú sabes lo que significa esta palabra en valenciano; sábana o sudario) fueron caballeros de guerra que también bajaron de Aragón con el rey don Jaime a la conquista de Valencia. Cierto Llansol casó, efectivamente, con otra de las hermanas de Calixto Tercero, y uno de sus hijos, Llanaol y Borja, llegó a cardenal, confundiéndole los historiadores con Alejandro Sexto. Este se llamó en realidad Rodrigo de Borja y de Borja, por ser del mismo apellido su padre y su madre. ...
En la línea 337
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... — Don Jofre figura con el título latino de domicellus (doncel), que, según las leyes torales, equivalía a hijo de noble. Miles (caballero) significaba en toda la corona de Aragón noble ya armado, y el que aún no había recibido el espaldarazo tenía que contentarse con el título de doncel. ...
En la línea 344
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Calixto III, que únicamente pensaba en su guerra contra los turcos, se confió a la pericia de este cardenal de veintiséis años, encargándole todos los asuntos de Roma y los Estados pontificios. Según los historiadores de la época, tenía hermosa figura y una naturaleza ardientemente sensual, que sojuzgaba al otro sexo con fuerza irresistible. Un contemporáneo, Gaspar de Verona, lo describía así: «Es bello, de semblante sereno y gracioso, de una elocuencia dulce y llena de ornato. Con sólo mirar a las mujeres nobles, enciende en ellas el amor con maravilloso modo, y las atrae a sí más fuertemente que el imán atrae el hierro.» ...
En la línea 744
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... vivían en el período renacentista, donde todos luchaban entre las ansias de placer, despertadas por la literatura. y una educación cristiana adquirida en su juventud. Comprendo perfectamente la devoción mística por la Virgen que mostró el Pana Alejandro, la Santa Forma acompañándole a todas horas, y al mismo tiempo sus varios hijos legítimos, su lubricidad acometedora sólo comparable a la del animal que figura en su escudo. ...
En la línea 307
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El paso de cada torreón deslumbrante era acogido con un grito general: '¡Esto es carne!… ' Poco después decían a coro: '¡Esto es tomate!… ' Transcurridos unos minutos, afirmaban a gritos: '¡Ahora son guisantes!' y todos se asombraban de que un ser en figura de persona, aunque fuese un coloso, pudiera alimentarse con tales materias que esparcían un hedor insufrible para ellos, casi igual al que denuncia la putrefacción. ...
En la línea 574
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Un gran personaje distrajo momentáneamente la atención de los curiosos. Se abrió ancho camino en la muchedumbre para dejar paso hasta el espacio descubierto a un carruajito de dos ruedas, en figura de concha, tirado por tres esclavos melancólicos que llevaban por toda vestidura un trapo en torno a sus vientres. Estas bestias humanas iban guiadas por una mujer, seca de cuerpo, con nariz aquilina, ojos imperiosos y un látigo en la diestra. La corona de laurel que adornaba sus sienes sirvió para que la reconociesen hasta aquellos que habían llegado recientemente a la capital. ...
En la línea 660
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Debe usted no olvidar -continuó Flimnap- que nuestro jefe es un gran poeta, el segundo poeta nacional, el que figura después de Golbasto, aunque este versificador sublime, cuando sufre algún apuro pecuniario o desea un empleo para alguna amiga suya, no tiene inconveniente en declarar a gritos que Momaren es mil veces superior. Yo di a leer al Padre de los Maestros las poesías inglesas que encontré en su cuaderno de bolsillo. Las traduje a nuestro idioma, y creo que no resultan mal. Si lo dudase, me hubiese convencido anteanoche de que la traducción es buena viendo el entusiasmo con que acogió su lectura el inmenso público de mi conferencia. ...
En la línea 918
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Los tres caballos humanos del poeta, que soñaban desde muchos días antes con unas cuantas horas de libertad empleadas en asistir a las fiestas de los rayos negros, solo vieron abierta su cuadra para ser enganchados al carruajito en figura de concha. Como los tres hombres medio desnudos se mostraban algo reacios y hasta osaron murmurar un poco, Golbasto los refrenó con varios latigazos. Luego, afirmándose la corona de laurel sobre las melenas grises, subió al carruajito y dio una orden a su tiro, acariciándolo por última vez con la fusta. ...
En la línea 167
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Jacinta era de estatura mediana, con más gracia que belleza, lo que se llama en lenguaje corriente una mujer mona. Su tez finísima y sus ojos que despedían alegría y sentimiento componían un rostro sumamente agradable. Y hablando, sus atractivos eran mayores que cuando estaba callada, a causa de la movilidad de su rostro y de la expresión variadísima que sabía poner en él. La estrechez relativa en que vivía la numerosa familia de Arnaiz, no le permitía variar sus galas; pero sabía triunfar del amaneramiento con el arte, y cualquier perifollo anunciaba en ella una mujer que, si lo quería, estaba llamada a ser elegantísima. Luego veremos. Por su talle delicado y su figura y cara porcelanescas, revelaba ser una de esas hermosuras a quienes la Naturaleza concede poco tiempo de esplendor, y que se ajan pronto, en cuanto les toca la primera pena de la vida o la maternidad. ...
En la línea 242
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Pasos… ¿a ver?… —Sí, pasos. En efecto, alguien venía. Oyose, sin poder determinar por dónde, un arrastrar de pies sobre los guijarros del suelo. Por entre dos casas apareció de pronto una figura negra. Era un sacerdote viejo. Cogiéronse del brazo los consortes y avanzaron afectando la mayor compostura. El clérigo, al pasar junto a ellos, les miró mucho. ...
En la línea 365
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Esto último lo dijo enteramente descompuesto. Continuaba sentado en el suelo, las piernas extendidas, apoyado un brazo en el asiento de la silla. Jacinta temblaba. Le había entrado mortal frío, y daba diente con diente. Permanecía en pie en medio de la habitación, como una estatua, contemplando la figura lastimosísima de su marido, sin atreverse a preguntarle nada ni a pedirle una aclaración sobre las extrañas cosas que revelaba. ...
En la línea 596
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Teníase a sí mismo el heredero de Santa Cruz por una gran persona. Estaba satisfecho, cual si se hubiera creado y visto que era bueno. «Porque yo—decía esforzándose en aliar la verdad con la modestia—, no soy de lo peorcito de la humanidad. Reconozco que hay seres superiores a mí, por ejemplo, mi mujer; pero ¡cuántos hay inferiores, cuántos!». Sus atractivos físicos eran realmente grandes, y él mismo lo declaraba en sus soliloquios íntimos: «¡Qué guapo soy! Bien dice mi mujer que no hay otro más salado. La pobrecilla me quiere con delirio… y yo a ella lo mismo, como es justo. Tengo la gran figura, visto bien, y en modales y en trato me parece… que somos algo». En la casa no había más opinión que la suya; era el oráculo de la familia y les cautivaba a todos no sólo por lo mucho que le querían y mimaban, sino por el sortilegio de su imaginación, por aquella bendita labia suya y su manera de insinuarse. La más subyugada era Jacinta, quien no se hubiera atrevido a sostener delante de la familia que lo blanco es blanco, si su querido esposo sostenía que es negro. Amábale con verdadera pasión, no teniendo poca parte en este sentimiento la buena facha de él y sus relumbrones intelectuales. Respecto a las perfecciones morales que toda la familia declaraba en Juan, Jacinta tenía sus dudas. Vaya si las tenía. Pero viéndose sola en aquel terreno de la incertidumbre, llenábase de tristeza y decía: «¿Me estaré quejando de vicio? ¿Seré yo, como aseguran, la más feliz de las mujeres, y no habré caído en ello?». ...
En la línea 249
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Basta, milord. Si no faltas de nuevo, aquí o ante otros, será como si no hubieras hablado. Mas no debes albergar recelos: es el hijo de mi hermana. ¿No me son familiares desde su cuna su voz, su cara, su figura? La locura puede provocar esas cosas tan raras que tú ves en él y más aún. ¿No recuerdas cómo el viejo barón Marley, al volverse loco, olvidó su propia personalidad de sesenta años para creer que era la de otro? ¿No recuerdas que pretendía ser el hijo de María Magdalena y tener la cabeza hecha de vidrio español? A fe mía que no sufría que nadie la tocara, por temor a que una mano atolondrada pudiera romperla. Tranquiliza tus barruntos, mi buen señor. Es el mismo príncipe, lo conozco bien, y pronto será el rey. Te convendrá tener esto en mente y pensar en ello más que en lo otro. ...
En la línea 391
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... El que hablaba era una especie de don César de Bazán por su traje, su aspecto y su porte. Era alto, delgado y musculoso. Su jubón y sus calzas eran de rico género, pero marchitos y raídos, y su adorno de encaje estaba tristemente deslucido; su lechuguilla, estaba ajada y estropeada; la pluma de su sombrero alicaído estaba rota y tenía aspecto sucio y poco respetable. Al costado llevaba un largo estoque en una oxidada vaina de hierro; su actitud fanfarrona lo delataba de inmediato como un espadachín en campaña. Las palabras de esta fantástica figura fueron recibidas con una explosión de júbilo y risas. Algunos gritaron: '¡Es otro príncipe disfrazado!' '¡Cuidado con lo que hablas, amigo, parece que es peligroso!' 'En verdad lo parece: mira sus ojos.' 'Separa de él al chico.' 'Al abrevadero de los caballos con él.' ...
En la línea 545
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Pero todas estas cosas habían de tener un fin, y así, con el tiempo, Tom Canty se halló en estado de saltar de la cama. El funcionario destinado al efecto echó el agua, el funcionario destinado al efecto dirigió la operación, el elevado funcionario destinado al efecto apercibió una toalla, y al cabo Tom pasó sin detrimento por la etapa purificadora y quedó listo para recibir los servicios del peluquero real. Cuando, por fin, salió de las manos de este maestro, ofrecía una graciosa figura, tan linda como la de una doncella, con su capa y su trusa de raso púrpura y su gorra con pluma del mismo color. Se dirigió con toda pompa al aposento del desayuno, pasando en medió de su séquito de cortesanos, y a su tránsito éstos retrocedían abriendo calle y doblaban la rodilla. ...
En la línea 762
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Pusiéronse Hobbs y Hugo a hablar en voz baja y el rey se apartó cuanto pudo de su desagradable compañía. Retiróse a la penumbra del rincón más lejano del granero, donde encontró que el suelo estaba cubierto con un montón de paja. Allí se tendió, cubriéndose con la paja a guisa de manta, y no tardó en quedar absorto en sus pensamientos. Muchos pesares tenía, mas los pormenores quedaban casi olvidados por el supremo de ellos, la pérdida de su padre. A todo el mundo el nombre de Enrique VIII le producía escalofríos y le sugería la idea de un ogro, cuyas fauces respiraban destrucciones y cuyas manos repartían azotes y muerte; pero para aquel níño el nombre no evocaba más que sensaciones de placer. La figura que invocaba tenía un semblante todo bondad, y afecto, Trajo el niño a la memoria una larga serie de escenas de cariño entre su padre y él, y meditó complacido en ellas mientras fluían sin amargura sus lágrimas, testimonio de cuán honda y verdadera era la pena de su corazón. Conforme pasó la tarde, Eduardo, abrumado por sus pesadumbres, cayó poco a poco en un sueño tranquilo y reparador. ...
En la línea 48
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Estuvo así un rato sugiriéndose la figura de Eugenia, y como apenas si la había visto, tuvo que figurársela. Merced a esta labor de evocación fue surgiendo a su fantasía una figura ceñida de ensueños. Y se quedó dormido. Se quedó dormido porque había pasado mala noche, de insomnio. ...
En la línea 884
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –¡No, no, Augusto, no, no! No hemos perdido el sentido moral, y Elena, que es como sabes profundamente religiosa, acata, aunque a regañadientes, los designios de la Providencia y se resigna a ser madre. Y será buena madre, no me cabe de ello duda, muy buena madre. Pero es tal el sentimiento del ridículo en ella, que para ocultar su estado, para encubrir su embarazo, la creo capaz de cosas que… En fin, no quiero pensar en ello. Por de pronto, hace ya una semana que no sale de casa; dice que le da vergüenza, que se le figura que van a quedarse todos mirándola en la calle. Y ya habla de que nos vayamos, de que si ella ha de salir a tomar el aire y el sol cuando esté ya en meses mayores, no ha de hacerlo donde haya gentes que la conozcan y que acaso vayan a felicitarla por ello. ...
En la línea 1713
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Por Baco! —exclamó el portugués, muy contento—. Haré bonita figura en la quinta. ¡Yáñez, sargento de cipayos! ¡Un grado que no esperaba! ...
En la línea 1813
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Yáñez saludó con una cortés inclinación y siguió al criado que lo condujo a un saloncito donde lo esperaba una elegante figura vestida de blanco. ...
En la línea 2505
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Apoyado en el bauprés, se distinguía la figura de un hombre. ...
En la línea 1603
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Entre los zoófltos y en la clase de los alcionarios figura el orden de los gorgónidos, que incluye a las gorgonias, las isis y los coralarios. Es a este último grupo al que pertenece el coral, curiosa sustancia que fue alternativamente clasificada en los reinos mineral, vegetal y animal. Utilizada como remedio por los antiguos y como joya ornamental por los modernos, su definitiva incorporación al reino animal, hecha por el marsellés Peysonnel, data tan sólo de 1694. ...
En la línea 1655
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... En el octogesimonono género de la clasificación ictiológica de Lacepède, dentro de la segunda subclase de los óseos, caracterizados por un opérculo y una membrana branquial, figura la escorpena, en la que pude observar su cabeza armada de fuertes púas y su única aleta dorsal. Los escorpénidos están revestidos o privados de pequeñas escamas, según el subgénero al que pertenezcan. Al segundo subgénero correspondían los ejemplares de didáctilos que pudimos ver, rayados de amarillo, de tres a cuatro decímetros tan sólo de longitud, pero con una cabeza de aspecto realmente fantástico. En cuanto al primer subgénero, pudimos ver varios ejemplares de ese extrañísimo pez justamente llamado «sapo de mar», con una cabeza enorme y deformada tanto por profundas depresiones como por grandes protuberancias; erizado de púas y sembrado de tubérculos, tiene unos cuernos irregulares, de aspecto horroroso; su cuerpo y su cola están llenos de callosidades; sus púas causan heridas muy peligrosas. Es un pez realmente horrible, repugnante. ...
En la línea 3389
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Desde aquel día, ¿quién podría decir hasta dónde nos llevó el Nautilus por las aguas del Atlántico septentrional? Siempre a una velocidad extraordinaria y siempre entre las brumas hiperbóreas. ¿Costeó las puntas de las Spitzberg y los cantiles de la Nueva Zembla? ¿Recorrió esos mares ignorados, el mar Blanco, el de Kara, el golfo del Obi, el archipiélago de Liarrow y las orillas desconocidas de la costa asiática? No sabría yo afirmarlo como tampoco calcular el tiempo transcurrido. El tiempo se había parado en los relojes de a bordo. Como en las comarcas polares, parecía que el día y la noche no seguían ya su curso regular. Me sentía llevado a ese dominio de lo fantasmagórico en el que con tanta facilidad se movía la imaginación sobreexcitada de Edgar Poe. A cada instante, esperaba verme, como el fabuloso Gordon Pym, ante «esa figura humana velada, de proporciones mucho más grandes que las de ningún habitante de la tierra, situada tras esa catarata que defiende las inmediaciones del Polo». ...
En la línea 3414
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Era una idea de loco que, afortunadamente, pude contener. Me tendí sobre el lecho para tratar de contener la agitación que me recorría el cuerpo. Mis nervios se calmaron un poco, pero mi cerebro seguía superexcitado. Mentalmente pasé revista a toda mi existencia a bordo del Nautilus, a todos los incidentes, felices o ingratos, que la habían atravesado desde mi desaparición del Abraham Lincoln… La caza submarina, el estrecho de Torres, los salvajes de la Papuasia, el encallamiento, el cementerio de coral, el paso de Suez, la isla de Santorin, el buzo cretense, la bahía de Vigo, la Atlántida, la banca de hielo, el Polo Sur, el aprisionamiento en los hielos, el combate con los pulpos, la tempestad del Gulf Stream, el Vengeur y la horrible escena del buque echado a pique con su tripulación… Todos estos acontecimientos pasaron ante mis ojos como esos decorados de fondo que se ven en el teatro. El capitán Nemo se engrandecía desmesuradamente en ese medio extraño. Su figura se agigantaba hasta tomar proporciones sobrehumanas. Dejaba de ser mi semejante para convertirse en el hombre de las aguas, en el genio de los mares. ...
En la línea 492
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Desde luego, no lo vi todo en los primeros momentos, aunque sí pude notar mucho más de lo que se creería, y advertí también que todo lo que tenía delante, y que debía de haber sido blanco, lo fue, tal vez, mucho tiempo atrás, porque había perdido su brillo, tomando tonos amarillentos. Además, noté que la novia, vestida con traje de desposada, había perdido el color, como el traje y las flores, y que en ella no brillaba nada más que sus hundidos ojos. Al mismo tiempo, observé que aquel traje cubrió un día la redondeada figura de una mujer joven y que ahora se hallaba sobre un cuerpo reducido a la piel y a los huesos. Una vez me llevaron a ver unas horrorosas figuras de cera en la feria, que representaban no sé a quién, aunque, desde luego, a un personaje, que yacía muerto y vestido con traje de ceremonia. Otra vez, también visité una de las iglesias situadas en nuestros marjales, y allí vi a un esqueleto reducido a cenizas, cubierto por un rico traje y al que desenterraron de una bóveda que había en el pavimento de la iglesia. Pero en aquel momento la figura de cera y el esqueleto parecían haber adquirido unos ojos oscuros que se movían y que me miraban. Y tanto fue mi susto, que, de haber sido posible, me hubiese echado a llorar. ...
En la línea 559
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... En aquel lugar y en aquel momento fue cuando a mi fantasía le pareció que ocurría algo muy raro. Entonces me pareció muy extraño, y tiempo después me pareció aún más extraordinario. Volví mis ojos, algo empañados después de mirar a la helada luz del día, hacia una enorme viga de madera que había en un rincón del edificio inmediato a mi mano derecha, y allí vi a una figura colgada por el cuello. Estaba vestida de blanco amarillento y en sus pies sólo llevaba un zapato. Estaba así colgada de modo que yo podía ver que los marchitos adornos del traje parecían de papel de estraza, y pude contemplar el rostro de la señorita Havisham, que en aquel momento se movía como si tratara de llamarme. Aterrado al ver aquella figura y más todavía por el hecho de constarme que un momento antes no estaba allí, eché a correr alejándome de ella, aunque luego cambié de dirección y me dirigí hacia la aparecida, aumentando mi terror al observar que allí no había nada ni nadie. ...
En la línea 559
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... En aquel lugar y en aquel momento fue cuando a mi fantasía le pareció que ocurría algo muy raro. Entonces me pareció muy extraño, y tiempo después me pareció aún más extraordinario. Volví mis ojos, algo empañados después de mirar a la helada luz del día, hacia una enorme viga de madera que había en un rincón del edificio inmediato a mi mano derecha, y allí vi a una figura colgada por el cuello. Estaba vestida de blanco amarillento y en sus pies sólo llevaba un zapato. Estaba así colgada de modo que yo podía ver que los marchitos adornos del traje parecían de papel de estraza, y pude contemplar el rostro de la señorita Havisham, que en aquel momento se movía como si tratara de llamarme. Aterrado al ver aquella figura y más todavía por el hecho de constarme que un momento antes no estaba allí, eché a correr alejándome de ella, aunque luego cambié de dirección y me dirigí hacia la aparecida, aumentando mi terror al observar que allí no había nada ni nadie. ...
En la línea 795
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Con vaga aprensión de que fuese a tenderse sobre la mesa y se muriera en el acto, convirtiéndose así en la representación real de la figura de cera que vi en la feria, yo me encogí al sentir su contacto. ...
En la línea 114
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Desde entonces, señor, a causa del desgraciado hecho que le acabo de referir, y por efecto de una denuncia procedente de personas malvadas (Daría Frantzevna ha tomado parte activa en ello, pues dice que la hemos engañado), desde entonces, mi hija Sonia Simonovna figura en el registro de la policía y se ha visto obligada a dejarnos. La dueña de la casa, Amalia Feodorovna, no hubiera tolerado su presencia, puesto que ayudaba a Daría Frantzevna en sus manejos. Y en lo que concierne al señor Lebeziatnikof… , pues… sólo le diré que su incidente con Catalina Ivanovna se produjo a causa de Sonia. Al principio no cesaba de perseguir a Sonetchka. Después, de repente, salió a relucir su amor propio herido. «Un hombre de mi condición no puede vivir en la misma casa que una mujer de esa especie.» Catalina Ivanovna salió entonces en defensa de Sonia, y la cosa acabó como usted sabe. Ahora Sonia suele venir a vernos al atardecer y trae algún dinero a Catalina Ivanovna. Tiene alquilada una habitación en casa del sastre Kapernaumof. Este hombre es cojo y tartamudo, y toda su numerosa familia tartamudea… Su mujer es tan tartamuda como él. Toda la familia vive amontonada en una habitación, y la de Sonia está separada de ésta por un tabique… ¡Gente miserable y tartamuda… ! Una mañana me levanto, me pongo mis harapos, levanto los brazos al cielo y voy a visitar a su excelencia Iván Afanassievitch. ¿Conoce usted a su excelencia Iván Afanassievitch? ¿No? Entonces no conoce usted al santo más santo. Es un cirio, un cirio que se funde ante la imagen del Señor… Sus ojos estaban llenos de lágrimas después de escuchar mi relato desde el principio hasta el fin. ...
En la línea 1258
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Después el visitante observó atentamente la barba inculta, los cabellos enmarañados y toda la desaliñada figura de Rasumikhine, que, a su vez y sin moverse de su sitio, le miraba con una curiosidad impertinente. ...
En la línea 1567
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Raskolnikof se había dirigido al puente de ***. Se internó en él, se acodó en el pretil y su mirada se perdió en la lejanía. Estaba tan débil, que le había costado gran trabajo llegar hasta allí. Sentía vivos deseos de sentarse o de tenderse en medio de la calle. Inclinado sobre el pretil, miraba distraído los reflejos sonrosados del sol poniente, las hileras de casas oscurecidas por las sombras crepusculares y a la orilla izquierda del río, el tragaluz de una lejana buhardilla, incendiado por un último rayo de sol. Luego fijó la vista en las aguas negras del canal y quedó absorto, en atenta contemplación. De pronto, una serie de círculos rojos empezaron a danzar ante sus ojos; las casas, los transeúntes, los malecones, empezaron también a danzar y girar. De súbito se estremeció. Una figura insólita, horrible, que acababa de aparecer ante él, le impresionó de tal modo, que no llegó a desvanecerse. Había notado que alguien acababa de detenerse cerca de él, a su derecha. Se volvió y vio una mujer con un pañuelo en la cabeza. Su rostro, amarillento y alargado, aparecía hinchado por la embriaguez. Sus hundidos ojos le miraron fijamente, pero, sin duda, no le vieron, porque no veían nada ni a nadie. De improviso, puso en el pretil el brazo derecho, levantó la pierna del mismo lado, saltó la baranda y se arrojó al canal. ...
En la línea 1904
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Avdotia Romanovna era extraordinariamente hermosa, alta, esbelta, pero sin que esta esbeltez estuviera reñida con el vigor físico. Todos sus movimientos evidenciaban una firmeza que no afectaba lo más mínimo a su gracia femenina. Se parecía a su hermano. Su cabello era de un castaño claro; su tez, pálida, pero no de una palidez enfermiza, sino todo lo contrario; su figura irradiaba lozanía y juventud; su boca, demasiado pequeña y cuyo labio inferior, de un rojo vivo, sobresalía, lo mismo que su mentón, era el único defecto de aquel maravilloso rostro, pero este defecto daba al conjunto de la fisonomía cierta original expresión de energía y arrogancia. Su semblante era, por regla general, más grave que alegre, pero, en compensación, adquiría un encanto incomparable las contadas veces que Dunia sonreía, o reía con una risa despreocupada, juvenil, gozosa… ...
En la línea 165
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... El que conozca un tanto las ciudades de provincia, imaginará fácilmente cuánto comentario, cuánta murmuración declarada o encubierta provocó en León la boda del importante Miranda con la obscura heredera del ex lonjista. Hablose sin tino ni mesura; quién censuraba la vanidad del viejo, que harto al fin de romper chaquetas, quería dar a su hija viso y tono de marquesa (Miranda parecía a no pocas gentes el tipo clásico del marqués). Quién hincaba el diente en el novio, hambrón madrileño, con mucho aparato y sin un ochavo, venido allí a salir de apuros con las onzas del señor Joaquín. Quién describía satíricamente la extraña figura de Lucía la mocetona, cuando estrenase sombrero, sombrilla y cola larga. Mas estos runrunes se estrellaban en la orgullosa satisfacción del señor Joaquín, en la infantil frivolidad de la novia, en la cortés y mundana reserva del novio. Fiel Lucía a su programa de no pensar en la boda misma, pensaba en los accesorios nupciales, y contaba gozosa a sus amigas el viaje proyectado, repitiendo los nombres eufónicos de pueblos que tenía por encantadas regiones; París, Lyón, Marsella, donde las niñas imaginaban que el cielo sería de otro color y luciría el sol de distinto modo que en su villa natal. Miranda, a cuenta de un empréstito que negoció contando satisfacerlo después a expensas del generoso suegro, hizo venir de la corte lindas finezas, un aderezo de brillantes, un cajón atestado de lucidas galas, envío de renombrado sastre de señoras. Mujer al cabo Lucía, y nuevos para ella tales primores, más de una vez, como la Margarita de Fausto, se colgó ante un espejillo los preciosos dijes, complaciéndose en sacudir la cabeza a fin de que fulgurasen los resplandores de los pendientes y las flores de pedrería salpicadas por el obscuro cabello. En esto se solazan las mujeres cuando son niñas, y todavía muchísimo tiempo después de dejar de serlo. Pero Lucía no era niña para siempre. ...
En la línea 349
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -¡Él o el diablo en su figura! ¡Señorito Ignacio! ¡¡Dichosos los ojos!!… ...
En la línea 501
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -¿Cómo lo sabe usted? -murmuró ella impresionada por aquel hondo acento-. Pues a mí se me figura que en las estrellas, que son tan bonitas y lucen tanto, no ha de haber penas, ni riñas, ni muertes, como acá… ¡Si allí debe de ser la gloria! -afirmó alzando la mano, para señalar al refulgente globo de Júpiter. ...
En la línea 582
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Claro está que sí -afirmó Lucía-. Y si usted quisiera ser franco, si usted se decidiese a… confiarme lo que así le aflige, vería cómo en un santiamén le disipaba yo esa sombra que tiene en la cara. No sé por qué se me figura que tanta seriedad, tanto ceño, tanto caimiento de animo, no nace de que usted sea desdichado de veras, sino allá de… ¡qué sé yo!, de niñerías, de ideas sin ton ni son que le bullen a usted en los cascos. ¿A que acerté? ...
En la línea 1062
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... La tripulación de la 'Tankadera' se componía del patrón John Bunsby y de cuatro hombres. Eran marinos de esos atrevidos, que en todos tiempos se aventuran en empresas difíciles y conocen perfectamente aquellos mares. John Bunsby, hombre de 45 años, vigoroso, de tez morena, mirada viva y figura enérgica, actitud bien plantada y muy sobre sí, hubiera inspirado confianza a los más recelosos. ...
En la línea 1951
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -¡Ha perdido, señores- repuso Andrés Stuart-, ha perdido sin remedio! Ya sabéis que el 'China', único vapor de Nueva York que ha podido tomar para llegar a Liverpool a tiempo, ha llegado ayer. Ahora bien; aquí está la lista de los pasajeros, publicada por la 'Shipping Gazette', y no figura entre ellos Phileas Fogg. Admitiendo las probabilidades más favorables, nuestro colega está apenas en América. Calculo en veinte días, por lo menos, el atraso que traerá sobre el plazo convenido, y el viejo lord Albermale perderá también sus cinco mil libras. ...

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