La palabra Procuraba ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Amnesia de Amado Nervo
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece procuraba.
Estadisticas de la palabra procuraba
Procuraba es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 17114 según la RAE.
Procuraba aparece de media 3.78 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la procuraba en las obras de referencia de la RAE contandose 575 apariciones .
Errores Ortográficos típicos con la palabra Procuraba
Cómo se escribe procuraba o prokuraba?
Cómo se escribe procuraba o prrocurraba?
Cómo se escribe procuraba o procurava?
Más información sobre la palabra Procuraba en internet
Procuraba en la RAE.
Procuraba en Word Reference.
Procuraba en la wikipedia.
Sinonimos de Procuraba.
Algunas Frases de libros en las que aparece procuraba
La palabra procuraba puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 2056
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Las niñas de los lacitos le apodaban el de las cadenas; la mamá sentíase inquieta con la presencia de este bárbaro de negra fama, que olía a vino y hablaba accionando con la navaja; y convencida, al fin, de que nada había de sacar de él, indicábale que se fuese; pero él experimentaba un hondo gozo siendo molesto y procuraba prolongar la entrevista. ...
En la línea 739
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Quiso bien, fue aborrecido; adoró, fue desdeñado; rogó a una fiera, importunó a un mármol, corrió tras el viento, dio voces a la soledad, sirvió a la ingratitud, de quien alcanzó por premio ser despojos de la muerte en la mitad de la carrera de su vida, a la cual dio fin una pastora a quien él procuraba eternizar para que viviera en la memoria de las gentes, cual lo pudieran mostrar bien esos papeles que estáis mirando, si él no me hubiera mandado que los entregara al fuego en habiendo entregado su cuerpo a la tierra. ...
En la línea 912
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Ya estaba Sancho bizmado y acostado, y, aunque procuraba dormir, no lo consentía el dolor de sus costillas; y don Quijote, con el dolor de las suyas, tenía los ojos abiertos como liebre. ...
En la línea 926
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Maritornes estaba congojadísima y trasudando, de verse tan asida de don Quijote, y, sin entender ni estar atenta a las razones que le decía, procuraba, sin hablar palabra, desasirse. ...
En la línea 1590
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... »Sucedió, pues, que, como el amor en los mozos, por la mayor parte, no lo es, sino apetito, el cual, como tiene por último fin el deleite, en llegando a alcanzarle se acaba y ha de volver atrás aquello que parecía amor, porque no puede pasar adelante del término que le puso naturaleza, el cual término no le puso a lo que es verdadero amor...; quiero decir que, así como don Fernando gozó a la labradora, se le aplacaron sus deseos y se resfriaron sus ahíncos; y si primero fingía quererse ausentar, por remediarlos, ahora de veras procuraba irse, por no ponerlos en ejecución. ...
En la línea 213
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El acólito, de puntillas, sin hacer ruido, se había acercado por detrás al Provisor y procuraba seguir la dirección del catalejo. ...
En la línea 223
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Ver muchas leguas de tierra, columbrar el mar lejano, contemplar a sus pies los pueblos como si fueran juguetes, imaginarse a los hombres como infusorios, ver pasar un águila o un milano, según los parajes, debajo de sus ojos, enseñándole el dorso dorado por el sol, mirar las nubes desde arriba, eran intensos placeres de su espíritu altanero, que De Pas se procuraba siempre que podía. ...
En la línea 394
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Era el arqueólogo bajo, traía el pelo rapado como cepillo de cerdas negras; procuraba dejar grandes entradas en la frente y se conocía que una calvicie precoz le hubiera lisonjeado no poco. ...
En la línea 1476
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Ana procuraba retirarse en cuanto podía hacerlo sin ofender la susceptibilidad de aquel libre-pensador que era su padre. ...
En la línea 170
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Cicerón era preferido a Virgilio y Horacio. La elocuencia lo dominaba todo, impidiendo las guerras, cimentando la paz, manteniendo las buenas relaciones entre soberanos. Los embajadores recibían el título de oradores. Todo príncipe o pequeña República procuraba tener a sueldo un orador más elocuente y de un latinismo más elegante que las potencias rivales. En las invitaciones a los banquetes se anunciaba como gran aliciente una arenga latina a los postres, pronunciada por algún humanista célebre. ...
En la línea 247
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Ensalzó don Baltasar la popularidad italiana del rey español, protector de sabios y escritores. Los humanistas más atrevidos buscaban refugio en Nápoles. Como era amante de la gloria, procuraba merecer los elogios de estos literatos, distribuidores entonces de la celebridad. Griegos desterrados de Constantinopla venían a dar lecciones en Nápoles y Sicilia, honrándolos el rey con títulos de caballero. ...
En la línea 256
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Alfonso de Borja procuraba reconciliar a su rey con el Papa Eugenio IV, y éste, agradeciendo las gestiones del obispo de Valencia, lo hacía cardenal en 1444, asignándole como iglesia titular la antigua basílica de los Cuatro Santos Coronados, situada en una eminencia del llamado Monte Celio. Obedeciendo los deseos del Pontífice, se quedaba en Roma, logrando fama de cardenal exento de adulación, independiente, sin espíritu de partido. ...
En la línea 361
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El mismo Calixto III, a pesar de que la guerra contra los turcos no le dejaba fijarse en otras cosas, se alarmó del crecimiento de su familia ficticia y de las ambiciones de la verdadera, quejándose de sus hermanos, y especialmente de Isabel, madre de Rodrigo y de Pedro Luis, porque procuraba engrandecer a sus hijas a costa del dinero de San Pedro, casándolas en España con nobles personajes. ...
En la línea 930
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... También se puede asegurar, sin temor de que ningún dato histórico pruebe lo contrario, que Platón no era valiente, y que, a pesar de tanta baladronada, su reputación de braveza empezaba a decaer como todas las glorias de fundamento inseguro. En los tiempos a que me refiero, el descrédito era tal que la propia vanidad platónica estaba ya por los suelos. Principiaba a creerse una nulidad, y allá en sus soliloquios desesperados, cuando le salía mal alguna de las bajezas con que se procuraba dinero, se escarnecía sinceramente, diciéndose: «soy pior que una caballería; soy más tonto que un cerrojo; no sirvo absolutamente para nada». El considerar que había llegado a los cincuenta años sin saber plumear y leyendo sólo a trangullones, le hacía formar de su endivido la idea más desventajosa. No ocultaba su dolor por esto, y aquel día se lo expresó a su tocayo con sentida ingenuidad: ...
En la línea 1539
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «Sí; aquí donde me ves—agregó Santa Cruz con jovialidad—, yo también le tengo cariño a ese muñeco… quiero decir que no me libré del contagio de vuestra manía de meter chicos en esta casa. Cuando Bárbara me lo dijo, estaba ella tan creída de que era mi nieto, que yo también me lo tragué. Verdad que exigí pruebas… pero mientras venían tales pruebas, perdí la chaveta… ¡cosas de viejo!, y estuve todo aquel día haciendo catálogos. Yo procuraba no darle mucha cuerda a Bárbara, ni dejarme arrastrar por ella, y me decía: «Tengamos serenidad y no chocheemos hasta ver… ». Pero pensando en ello, te lo digo ahora en confianza, salí a la calle, me reía solo, y sin saber lo que me hacía, me metí en el Bazar de la Unión y… ». ...
En la línea 2287
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La pecadora fue llevada a las Micaelas pocos días después de la Pascua de Resurrección. Aquel día, desde que despertó, se le puso a Maxi la obstrucción en la boca del estómago, pero tan fuerte como si tuviera entre pecho y espalda atravesado un palo. Molestia semejante sentía en los días de exámenes, pero no con tanta intensidad. Fortunata parecía contenta, y deseaba que la hora llegase pronto para abreviar la expectación y perplejidad en que los dos amantes estaban, sin saber qué decirse. A ella por lo menos no se le ocurría nada que decirle, y aunque a él se le pasaban por el magín muchas cosas, tenía cierta aversión innata a lo teatral, y no gustaba de hablar gordo en ciertas ocasiones. Si ha de decirse verdad, Maxi inspiraba aquel día a su novia un sentimiento de cariño dulce y sosegado, con su poquillo de lástima. Y él procuraba dar a la conversación tono familiar, hablando del tiempo o recomendando a la joven que tuviese cuidado de no olvidar alguna importante prenda de ropa. Nicolás, que estaba presente, no habría permitido tampoco zalamerías de amor ni besuqueo, y ayudaba a recoger y agrupar todas las cosas que habían de llevarse, añadiendo observaciones tan prácticas como esta: «Ya sabe usted que ni perfumes ni joyas ni ringorrangos de ninguna clase entran en aquella casa. Todo el bagaje mundano se arroja a la puerta». ...
En la línea 2288
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Cuando vino el mozo que debía llevar el baúl, Fortunata estaba ya dispuesta, vestida con la mayor sencillez. Maximiliano miró diferentes veces su reloj sin enterarse de la hora. Nicolás, que estaba más sereno, miró el suyo y dijo que era tarde. Bajaron los tres, y fueron pausadamente y sin hablar hacia la calle de Hortaleza a tomar un coche simón. Instalose el joven con no poco trabajo en la bigotera, porque las faldas de su futura esposa y la ropa talar del clérigo estorbaban lo que no es decible la entrada y la salida; y si el trayecto fuera más largo, el martirio de aquellas seis piernas que no sabían cómo colocarse habría sido muy grande. La neófita miraba por la ventanilla, atraída vagamente y sin interés su atención por la gente que pasaba. Creeríase que miraba hacia fuera por no mirar hacia dentro; Maximiliano se la comía con los ojos, mientras el presbítero procuraba en vano animar la conversación con algunas cuchufletas bien poco ingeniosas. ...
En la línea 615
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Al día siguiente llegaron los embajadores extranjeros con sus magníficos séquitos, y Tom los recibió sentado en su trono con debida ceremonia. El esplendor de la escena deleitó su vista y encendió su imaginación, mas como la audiencia fue larga y tediosa, lo mismo que la mayoría de los discursos, lo que empezó como un placer, poco tardó en convertirse en aburrimiento y nostalgia. Tom decía de cuando en cuando las palabras que Hertford ponía en sus labios, y procuraba salir airoso; pero era demasiado novato en tales asuntos y estaba harto desazonado para conseguir algo más que un mediano éxito. Aparentaba un porte bastante regio, pero su mente no alcanzaba a sentirse rey. Y fue grande su alegría cuando la ceremonia terminó. ...
En la línea 2366
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... El dayaco no contestó; apoyado en el salvavidas procuraba levantarse para mirar a lo lejos. ...
En la línea 153
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... En un arrebato de ira, cogió a su marido por los cabellos y le obligó a entrar a fuerza de tirones. Marmeladof procuraba aminorar su esfuerzo arrastrándose humildemente tras ella, de rodillas. ...
En la línea 218
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Caí enferma. Tu hermana fue más fuerte que yo. ¡Si hubieras visto la entereza con que soportaba su desgracia y procuraba consolarme y darme ánimos! Es un ángel… ...
En la línea 316
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Se le había visto pasar todo un invierno sin fuego, y él decía que esto era agradable, ya que se duerme mejor cuando se tiene frío. Había tenido también que dejar la universidad por falta de recursos, pero confiaba en poder reanudar sus estudios muy pronto, y procuraba por todos los medios mejorar su situación pecuniaria. ...
En la línea 484
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Su corazón latía con violencia. En la escalera reinaba la calma más absoluta; la casa entera parecía dormir… La idea de que había estado sumido desde el día anterior en un profundo sueño, sin haber hecho nada, sin haber preparado nada, le sorprendió: su proceder era absurdo, incomprensible. Sin duda, eran las campanadas de las seis las que acababa de oír… Súbitamente, a su embotamiento y a su inercia sucedió una actividad extraordinaria, desatinada y febril. Sin embargo, los preparativos eran fáciles y no exigían mucho tiempo. Raskolnikof procuraba pensar en todo, no olvidarse de nada. Su corazón seguía latiendo con tal violencia, que dificultaba su respiración. Ante todo, había que preparar un nudo corredizo y coserlo en el forro del gabán. Trabajo de un minuto. Introdujo la mano debajo de la almohada, sacó la ropa interior que había puesto allí y eligió una camisa sucia y hecha jirones. Con varias tiras formó un cordón de unos cinco centímetros de ancho y treinta y cinco de largo. Lo dobló en dos, se quitó el gabán de verano, de un tejido de algodón tupido y sólido (el único sobretodo que tenía) y empezó a coser el extremo del cordón debajo del sobaco izquierdo. Sus manos temblaban. Sin embargo, su trabajo resultó tan perfecto, que cuando volvió a ponerse el gabán no se veía por la parte exterior el menor indicio de costura. El hilo y la aguja se los había procurado hacía tiempo y los guardaba, envueltos en un papel, en el cajón de su mesa. Aquel nudo corredizo, destinado a sostener el hacha, constituía un ingenioso detalle de su plan. No era cosa de ir por la calle con un hacha en la mano. Por otra parte, si se hubiese limitado a esconder el hacha debajo del gabán, sosteniéndola por fuera, se habría visto obligado a mantener continuamente la mano en el mismo sitio, lo cual habría llamado la atención. El nudo corredizo le permitía llevar colgada el hacha y recorrer así todo el camino, sin riesgo alguno de que se le cayera. Además, llevando la mano en el bolsillo del gabán, podría sujetar por un extremo el mango del hacha e impedir su balanceo. Dada la amplitud de la prenda, que era un verdadero saco, no había peligro de que desde el exterior se viera lo que estaba haciendo aquella mano. ...
En la línea 369
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Había decidido, no obstante lo temprano de la hora, ir a ver inmediatamente a Mr. Astley al Hotel de Inglaterra, cercano al nuestro, cuando de pronto apareció Des Grieux. Era algo que aún no había ocurrido nunca, pues aparte de todo, con aquel caballero, en los últimos tiempos, nos habíamos mantenido en las más distantes y frías relaciones. Lejos de disimular el desdén que sentía por mí, procuraba manifestarlo, y yo… yo tenía mis razones particulares para que no me fuese simpático. Su llegada me sorprendió mucho. Comprendí inmediatamente que algo le inquietaba. ...
En la línea 761
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Todas estas consideraciones vinieron a mi mente cuando entré en mi pequeña habitación en el último piso, después de haberme despedido de la abuela. Todo esto me preocupaba mucho, y aunque pudiese adivinar desde aquel momento los principales hilos que tramaban ante mis ojos los actores, no conocía yo, sin embargo, todos los secretos del juego. Paulina no me había testimoniado jamás una confianza completa. Algunas veces, como contra su voluntad, me había abierto su corazón; sin embargo, notaba que, a menudo, y casi siempre después de las confidencias, procuraba ridiculizar todo lo que había dicho o deliberadamente le daba un falso aspecto. ¡Disimulaba tantas cosas! En todo caso, presentía que se aproximaba el final de todo este lío. Otro empujón… y todo quedaría aclarado y resuelto. ...
En la línea 330
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Salí de la habitación, fui a telefonear al viejo médico, que vino en seguida, y mientras la asistía y procuraba calmar la tremenda excitación nerviosa que siguió a la brusca e impensada recuperación de su memoria. Yo, triste hasta la muerte, fuime a refugiar a uno de los bancos de piedra, a la sombra de un frondoso árbol en el jardín. ...
En la línea 1636
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Llegó la noche, y el destacamento no había regresado. ¿Dónde estaría? ¿Había alcanzado a los indios? ¿Habría habido lucha, o acaso los soldados, perdidos en medio de la nieve, andarían errantes a la aventura? El capitán del fuerte Kearney estaba muy inquieto, si bien procuraba disimularlo. ...

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