La palabra Perfume ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras. 
				 La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
 La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
 Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
 La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
 A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
 El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
 Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
 Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
 Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
				Por tanto puede ser considerada correcta en Español. 
				Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece perfume.
				
					 Estadisticas de la palabra  perfume
				 Perfume es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el  puesto 7660 según la RAE. 
			 Perfume aparece de media 10.93 veces  en cada libro en castellano. 
 
			Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la perfume en las obras de referencia de la RAE  contandose 1661 apariciones .
					 
  El Español es una gran familia 
 
								 							  
							                            
				Algunas Frases de libros en las que aparece perfume
				La palabra perfume puede ser considerada correcta por su aparición en estas  obras maestras de la literatura. 
							  En la línea 1530
   del libro  La Barraca
 del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
  ... ¡Ojalá lo que ocurría dentro de la barraca pudiera arreglarse tan fácilmente! Sus trigos, altos y verdes, formaban como un lago de inquietas ondas al borde del camino; la alfalfa mostrábase lozana, con un perfume que hizo dilatarse las narices del caballo. ... 
 
 
							  En la línea 1859
   del libro  La Barraca
 del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
  ... Doblegábanse los nísperos con el peso de los amarillos racimos cubiertos de barnizadas hojas; asomaban los albaricoques entre el follaje como rosadas mejillas de niño; registraban los muchachos con impaciencia las corpulentas higueras, buscando codiciosos las brevas primerizas, y en los jardines, por encima de las tapias, exhalaban los jazmines su fragancia azucarada, y las magnolias, como incensarios de marfil, esparcían su perfume en el ambiente ardoroso impregnado de olor a mies. ... 
 
 
							  En la línea 1953
   del libro  La Barraca
 del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
  ... Esta habitación, oscura y húmeda, exhalaba un vaho de alcohol, un perfume de mosto, que embriagaba el olfato y turbaba la vista, haciendo pensar que la tierra entera iba a quedar cubierta por una inundación de vino. ... 
 
 
							  En la línea 1986
   del libro  La Barraca
 del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
  ... Toda esta gente, comiendo, bebiendo y gesticulando, levantaba el mismo rumor que si la plazoleta estuviese ocupada por un avispero enorme, y en el ambiente flotaban vapores de alcohol, un vaho asfixiante de aceite frito y el penetrante olor del mosto, mezclándose con el perfume de los campos vecinos. ... 
 
 
							  En la línea 90
   del libro  La Bodega
 del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
  ... El resto de la bodega lo llenaban las muestras de todas las cosechas, a partir de los primeros años del siglo. Un tonel aislado esparcía un perfume acre, que, como decía Montenegro, «llenaba la boca de agua». Era un vinagre famoso, de una vejez de ciento treinta años. Y a este olor seco y punzante uníanse el perfume azucarado de los vinos dulces, y el suave, de cuero, de los secos. El vaho alcohólico que transpiraba el roble de los toneles y el olor de las gotas derramadas en el suelo por el trasiego, impregnaban con un perfume de dulce locura el tranquilo ambiente de aquella bodega, blanca, como un palacio de hielo, bajo la caricia temblona de los vidrios inflamados por el sol. ... 
 
 
							  En la línea 90
   del libro  La Bodega
 del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
  ... El resto de la bodega lo llenaban las muestras de todas las cosechas, a partir de los primeros años del siglo. Un tonel aislado esparcía un perfume acre, que, como decía Montenegro, «llenaba la boca de agua». Era un vinagre famoso, de una vejez de ciento treinta años. Y a este olor seco y punzante uníanse el perfume azucarado de los vinos dulces, y el suave, de cuero, de los secos. El vaho alcohólico que transpiraba el roble de los toneles y el olor de las gotas derramadas en el suelo por el trasiego, impregnaban con un perfume de dulce locura el tranquilo ambiente de aquella bodega, blanca, como un palacio de hielo, bajo la caricia temblona de los vidrios inflamados por el sol. ... 
 
 
							  En la línea 90
   del libro  La Bodega
 del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
  ... El resto de la bodega lo llenaban las muestras de todas las cosechas, a partir de los primeros años del siglo. Un tonel aislado esparcía un perfume acre, que, como decía Montenegro, «llenaba la boca de agua». Era un vinagre famoso, de una vejez de ciento treinta años. Y a este olor seco y punzante uníanse el perfume azucarado de los vinos dulces, y el suave, de cuero, de los secos. El vaho alcohólico que transpiraba el roble de los toneles y el olor de las gotas derramadas en el suelo por el trasiego, impregnaban con un perfume de dulce locura el tranquilo ambiente de aquella bodega, blanca, como un palacio de hielo, bajo la caricia temblona de los vidrios inflamados por el sol. ... 
 
 
							  En la línea 96
   del libro  La Bodega
 del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
  ... La _avenencia_ iba hundiéndose en diversos toneles, y de un solo golpe, sin que se derramase una gota, llenaba las copas. Salían al aire los vinos dorados y luminosos, coronándose de brillantes al caer en el cristal, esparciendo en torno un intenso perfume de ancianidad. Todas las tonalidades del ámbar, desde el gris suave al amarillo pálido, brillaban en aquellos líquidos densos a la vista como el aceite, pero de una transparencia nítida. Un lejano perfume exótico, que hacía pensar en flores fantásticas de un mundo sobrenatural donde fuese eterna la existencia, emanaba de estos líquidos extraídos del misterio de los toneles. La vida parecía acrecentarse al paladearlos; los sentidos cobraban nueva intensidad; la sangre ardía atropellándose en su circulación, y el olfato se excitaba sintiendo anhelos desconocidos, como si husmease una electricidad nueva en la atmósfera. La pareja de viajeros bebía de todo, después de resistir con débiles protestas las invitaciones de Luis. ... 
 
 
							  En la línea 1893
   del libro  Viaje de un naturalista alrededor del mundo
 del afamado autor Charles Darwin
  ... 29 de junio.- Con mucho gusto bajamos al valle a nuestro vivac de la noche anterior, y luego a la fuente del Agua amarga.  día 1.0 de julio volvemos al valle de Copiapó.  perfume de los henos y tréboles me parece delicioso después de la atmósfera tan seca del despoblado ... 
 
 
							  En la línea 3995
   del libro  La Regenta
 del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
  ... Aquel perfume de harapo lo respiraban muchas mujeres hermosas, unas fuertes, esbeltas, otras delicadas, dulces, pero todas mal vestidas, mal lavadas las más, mal peinadas algunas. ... 
 
 
							  En la línea 4509
   del libro  La Regenta
 del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
  ... Si la proximidad del crimen había despertado el instinto de la inveterada honradez, la proximidad del amor había dejado un perfume en el alma de la Regenta que empezaba a infestarse. ... 
 
 
							  En la línea 4518
   del libro  La Regenta
 del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
  ... Pero luchar con un hombre hermoso, que acecha, que se aparece como un conjuro a su pensamiento; que llama desde la sombra; que tiene como una aureola, un perfume de amor. ... 
 
 
							  En la línea 4867
   del libro  La Regenta
 del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
  ... En esta figura larga, pero no sin gracia, espiritual, no flaca, solemne, hierática, todo estaba mudo menos los ojos y la dulzura que era como un perfume elocuente de todo el cuerpo. ... 
 
 
							  En la línea 97
   del libro  A los pies de Vénus
 del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
  ... La carta del canónigo puso en pie en la memoria de Claudio tres figuras sólo entrevistas durante los últimos meses como fugaces e indecisos fantasmas: el embajador Bustamante. su cuñada doña Nati y la dulce Estela. Esta última, sin embargo, persistía en su recuerdo, según sus propias palabras, «como un perfume lejano de violeta adormecida entre hojas». ... 
 
 
							  En la línea 125
   del libro  A los pies de Vénus
 del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
  ... Al fin conseguía ver de cerca a una de estas señoras de rítmico paso, envueltas en suave perfume, que le hacían recordar a las otras, admiradas antas veces, imaginativamente, mientras estudiaba la vida secreta de altísimos personajes; mujeres extraordinarias que no eran ya más que polvo y huesos rotos dentro de tumbas olvidadas en los penumbrosos rincones de una catedral. ... 
 
 
							  En la línea 436
   del libro  A los pies de Vénus
 del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
  ... Ocupaba Claudio un taburete de junco a los pies de Rosaura, la cabeza baja, la frente ceñuda, adivinando 'la próxima explicación, sintiendo miedo y deseo de ella. Fumaban nerviosamente dorados cigarrillos, y una atmósfera con leve perfume de opio ahuyentaba a las mariposas y otros insectos acorazados de colores, quitándoles parte del espacio saturado de miel vegetal, que era suyo el resto del día. ... 
 
 
							  En la línea 562
   del libro  A los pies de Vénus
 del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
  ... Siempre, al iniciar la conversación con ella, resurgía en su memoria la imagen de Rosaura. Luego la olvidaba, influido por el encanto ingenuo y discreto de Estela. Seguía comparando mentalmente esta atracción con el perfume de la violeta silvestre. Además, llevaba muchos meses de aislamiento, y esta criatura modosita y tímida era una mujer, aunque ¡ tan distinta de la otra!… ... 
 
 
							  En la línea 623
   del libro  El paraíso de las mujeres
 del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
  ... La melancolía de Ra-Ra se transmitió a el. La imagen de su novia americana pasó por su recuerdo con tal intensidad, que hasta creyó verla corporalmente, aspirando su perfume. Pero a continuación cayó en una tristeza desesperada al contemplarse en este país inverosímil, sometido a una esclavitud ridícula, sujeto a los caprichos de una humanidad inferior. ... 
 
 
							  En la línea 807
   del libro  El paraíso de las mujeres
 del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
  ... La escolta tuvo que quedarse en el antiguo palacio de caza de los emperadores, que casi era una ruina, y Gillespie se lanzó a través de lo más intrincado de la selva, aspirando con deleite el perfume de vegetación prensada que surgía de sus pasos. ... 
 
 
							  En la línea 41
   del libro  Fortunata y Jacinta
 del afamado autor Benito Pérez Galdós
  ... La chiquilla de Moreno fundaba su vanidad en llevar papelejos con figuritas y letras de colores, en los cuales se hablaba de píldoras, de barnices o de ingredientes para teñirse el pelo. Los mostraba uno por uno, dejando para el final el gran efecto, que consistía en sacar de súbito el pañuelo y ponerlo en las narices de sus amigas, diciéndoles: goled. Efectivamente, quedábanse las otras medio desvanecidas con el fuerte olor de agua de Colonia o de los siete ladrones, que el pañuelo tenía. Por un momento, la admiración las hacía enmudecer; pero poco a poco íbanse reponiendo, y Eulalia, cuyo orgullo rara vez se daba por vencido, sacaba un tornillo dorado sin cabeza, o un pedazo de talco, con el cual decía que iba a hacer un espejo. Difícil era borrar la grata impresión y el éxito del perfume. La ferretera, algo corrida, tenía que guardar los trebejos, después de oír comentarios verdaderamente injustos. La de la droguería hacía muchos ascos, diciendo: «¡Uy, cómo apesta eso, hija, guarda, guarda esas ordinarieces!». ... 
 
 
							  En la línea 2401
   del libro  Fortunata y Jacinta
 del afamado autor Benito Pérez Galdós
  ... Pero lo que produjo en su alma inmenso trastorno fue el ver a la propia Jacinta, viva, de carne y hueso. Ni la conocía ni vio nunca su retrato; pero de tanto pensar en ella había llegado a formarse una imagen que, ante la realidad, resultó completamente mentirosa. Las señoras que protegían la casa sosteniéndola con cuotas en metálico o donativos, eran admitidas a visitar el interior del convento cuando quisieren; y en ciertos días solemnes se hacía limpieza general y se ponía toda la casa como una plata, sin desfigurarla ni ocultar las necesidades de ella, para que las protectoras vieran bien a qué orden de cosas debían aplicar su generosidad. El día de Corpus, después de misa mayor, empezaron las visitas que duraron casi toda la tarde. Marquesas y duquesas, que habían venido en coches blasonados, y otras que no tenían título pero sí mucho dinero, desfilaron por aquellas salas y pasillos, en los cuales la dirección fanática de Sor Natividad y las manos rudas de las recogidas habían hecho tales prodigios de limpieza que, según frase vulgar, se podía comer en el suelo sin necesidad de manteles. Las labores de bordado de las Filomenas, las planas de las Josefinas y otros primores de ambas estaban expuestos en una sala, y todo era plácemes y felicitaciones. Las señoras entraban y salían, dejando en el ambiente de la casa un perfume mundano que algunas narices de reclusas aspiraban con avidez. Despertaban curiosidad en los grupos de muchachas los vestidos y sombreros de toda aquella muchedumbre elegante, libre, en la cual había algunas, justo es decirlo, que habían pecado mucho más, pero muchísimo más que la peor de las que allí estaban encerradas. Manolita no dejó de hacer al oído de su amiga esta observación picante. En medio de aquel desfile vio Fortunata a Jacinta, y Manolita (marcando esta sola excepción en su crítica social), cuidó de hacerle notar la gracia de la señora de Santa Cruz, la elegancia y sencillez de su traje, y aquel aire de modestia que se ganaba todos los corazones. Desde que Jacinta apareció al extremo del corredor, Fortunata no quitó de ella sus ojos, examinándole con atención ansiosa el rostro y el andar, los modales y el vestido. Confundida con otras compañeras en un grupo que estaba a la puerta del comedor, la siguió con sus miradas, y se puso en acecho junto a la escalera para verla de cerca cuando bajase, y se le quedó, por fin, aquella simpática imagen vivamente estampada en la memoria. ... 
 
 
							  En la línea 3251
   del libro  Fortunata y Jacinta
 del afamado autor Benito Pérez Galdós
  ... —¡Cuánto sabes!—Más sabes tú… No, no, más sé yo. En la desgracia se aprende… Muchas veces me callo por no escandalizar; pero por dentro siento algo que me está rallando así, así… muele que te muele… ¡Pues tengo yo un olfato… ! Cuando estás faltoncito, si no lo conociera por otras cosas, lo conocería por el perfume que traes algunas veces en la ropa… Otro dato: Una noche traías en el pañuelo de seda del cuello, ¿qué crees?, pues un cabello negro, grande. Lo saqué con las puntas de los dedos y lo estuve mirando. Me daba tanto asco como si me lo hubiera encontrado en la sopa. No chisté. Otra noche dijiste en sueños palabras de las que se dicen cuando un hombre se pega con otro. Yo me asusté. Fue aquella noche que entraste muy nervioso y con un dolor en el brazo. Tuve que ponerte árnica. Me contaste que viniendo no sé por dónde te salió un borracho, y tuviste que andar a trompazos con él. Traías tierra en la americana azul. Toda la noche estuviste muy inquieto, ¿no te acuerdas? ... 
 
 
							  En la línea 2437
   del libro  Veinte mil leguas de viaje submarino
 del afamado autor Julio Verne
  ... Nuestra marcha ascensional se vio interrumpida a unos doscientos cincuenta pies de altura por obstáculos infranqueables. El arco de la bóveda interior se verticalizaba casi a esa altura, obligándonos a cambiar la escalada por un paseo circular. A esa altura el reino vegetal comenzaba a luchar con el reino mineral. Algunos arbustos e incluso algunos árboles salían de las anfractuosidades de las rocas de las paredes. Reconocí unos euforbios que dejaban correr su jugo cáustico. Unos heliotropos, incapaces allí de justificar su nombre por no llegar nunca a ellos los rayos solares, inclinaban tristemente sus flores de colores y perfumes desvaídos. Aquí y allá algunos crisantemos crecían tímidamente al pie de aloes de largas hojas tristes y enfermizas. Pero entre los regueros de lava vi pequeñas violetas, cuyo ligero perfume aspiré con delicia. El perfume es el alma de la flor y las flores de mar, esos espléndidos hidrófitos, no tienen alma. Habíamos llegado al pie de unos dragos robustos que separaban las rocas con la fuerza de sus musculosas raíces, cuando Ned Land lanzó un grito jubiloso: ... 
 
 
							  En la línea 2437
   del libro  Veinte mil leguas de viaje submarino
 del afamado autor Julio Verne
  ... Nuestra marcha ascensional se vio interrumpida a unos doscientos cincuenta pies de altura por obstáculos infranqueables. El arco de la bóveda interior se verticalizaba casi a esa altura, obligándonos a cambiar la escalada por un paseo circular. A esa altura el reino vegetal comenzaba a luchar con el reino mineral. Algunos arbustos e incluso algunos árboles salían de las anfractuosidades de las rocas de las paredes. Reconocí unos euforbios que dejaban correr su jugo cáustico. Unos heliotropos, incapaces allí de justificar su nombre por no llegar nunca a ellos los rayos solares, inclinaban tristemente sus flores de colores y perfumes desvaídos. Aquí y allá algunos crisantemos crecían tímidamente al pie de aloes de largas hojas tristes y enfermizas. Pero entre los regueros de lava vi pequeñas violetas, cuyo ligero perfume aspiré con delicia. El perfume es el alma de la flor y las flores de mar, esos espléndidos hidrófitos, no tienen alma. Habíamos llegado al pie de unos dragos robustos que separaban las rocas con la fuerza de sus musculosas raíces, cuando Ned Land lanzó un grito jubiloso: ... 
 
 
							  En la línea 4578
   del libro  Crimen y castigo
 del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
  ... De la ventana llegaba un aire frío y húmedo. Sin moverse de donde estaba, Svidrigailof tiró de la cubierta y se envolvió en ella. Pero no encendió la bujía. No pensaba en nada, no quería pensar. Sin embargo, vagas visiones, ideas incoherentes, iban desfilando por su cerebro. Cayó en una especie de letargo. Fuera por la influencia del frío, de la humedad, de las tinieblas o del viento que seguía agitando el ramaje, lo cierto es que sus pensamientos tomaron un rumbo fantástico. No veía más que flores. Un bello paisaje se ofrecía a sus ojos. Era un día tibio, casi cálido; un día de fiesta: la Trinidad. Estaba contemplando un lujoso chalé de tipo inglés rodeado de macizos repletos de flores. Plantas trepadoras adornaban la escalinata guarnecida de rosas. A ambos lados de las gradas de mármol, cubiertas por una rica alfombra, se veían jarrones chinescos repletos de flores raras. Las ventanas ostentaban la delicada blancura de los jacintos, que pendían de sus largos y verdes tallos sumergidos en floreros, y de ellos se desprendía un perfume embriagador. ... 
 
 							  
							   
								 
  la Ortografía es divertida  
  							  
							    Más información sobre la palabra Perfume en internet
								 Perfume en la RAE. 
								 Perfume en Word Reference. 
								
								 Perfume en la wikipedia.  
								
								 Sinonimos de Perfume. 
  
								 							  
							    Errores Ortográficos típicos con la palabra Perfume  
									
				 
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