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La palabra miseria
Cómo se escribe

la palabra miseria

La palabra Miseria ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece miseria.

Estadisticas de la palabra miseria

Miseria es una de las palabras más utilizadas del castellano ya que se encuentra en el Top 5000, en el puesto 3989 según la RAE.

Miseria tienen una frecuencia media de 23.25 veces en cada libro en castellano

Esta clasificación se basa en la frecuencia de aparición de la miseria en 150 obras del castellano contandose 3534 apariciones en total.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Miseria

Cómo se escribe miseria o miserria?
Cómo se escribe miseria o mizeria?

Más información sobre la palabra Miseria en internet

Miseria en la RAE.
Miseria en Word Reference.
Miseria en la wikipedia.
Sinonimos de Miseria.

Algunas Frases de libros en las que aparece miseria

La palabra miseria puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 174
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Los campos del tío Barret, o, mejor dicho para ella, «del judío don Salvador y sus descomulgados herederos», eran una mancha de miseria en medio de la huerta fecunda, trabajada y sonriente. ...

En la línea 186
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Imágenes horribles era lo que inspiraba la contemplación de estos campos abandonados; y su tétrica miseria aún resaltaba más al contrastar con las tierras próximas, rojas, bien cuidadas, llenas de correctas filas de hortalizas y de arbolillos, a cuyas hojas daba el otoño una transparencia acaramelada. ...

En la línea 200
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Su exterior grave delataba al niño que, acostumbrado a luchar con la miseria, es un hombre a la edad en que otros juegan. ...

En la línea 207
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La familia seguía detrás, manifestando con gestos y palabras confusas la impresión que le causaba tanta miseria, pero en línea recta hacia la destrozada barraca, como quien toma posesión de lo que es suyo. ...

En la línea 83
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La protección de los Dupont y la ductilidad con que se plegaba a todas sus manías, le habían elevado. Pero, como compensación a este servilismo que le había convertido en jefe del taller, guardaba un secreto afecto al revolucionario y a todos sus compañeros de la época de miseria. Se enteró minuciosamente de cómo había vuelto Salvatierra del presidio y de sus futuros planes de vida. ...

En la línea 201
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El capataz había tenido en su vida un período de dura miseria. De joven fue viñador, gozando de la buena época; aquella de la ida al trabajo en calesín y de la cava con zapatos de charol, de la que hablaba melancólicamente el viejo bodeguero de la casa Dupont. ...

En la línea 209
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¡Por fin, ya la tenían! ¡Llegaba lo bueno!... Pero a los pocos meses le buscó Salvatierra, como a otros muchos. Los de Madrid eran unos traidores y la tal República resultaba un pastel. Había que hacerla federal o matarla; era preciso proclamar los cantones. Y otra vez Fermín, con el fusil al hombro, batiéndose en Sevilla, en Cádiz y en la montaña por cosas que no entendía, pero que debían ser verdades tan claras como el sol, ya que Salvatierra las proclamaba. De esta segunda aventura salió peor librado. Le cogieron y pasó muchos meses en el Hacho de Ceuta, confundido con prisioneros carlistas e insurrectos cubanos, en un amontonamiento y una miseria de los que aún se acordaba con horror después de tantos años. ...

En la línea 228
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... De sus tiempos de miseria le quedaba la conmiseración para los jornaleros, fingiendo no ver sus descuidos y negligencias. Pero sus actos valían más que sus palabras, pues queriendo demostrar gran interés por el amo, hablaba duramente a los braceros, con ese exceso de autoridad que revela el humilde apenas se ve elevado sobre sus camaradas. ...

En la línea 5720
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -A su familia no le preocupa esa miseria: tiene más de quince mil luises de renta; guardaos esa bolsa para vuestros lacayos. ...

En la línea 8622
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Yo os he sacado de la miseria, Felton, os he hecho nombrar teniente, os he salvado la vida unavez, ya sabéis en qué ocasión; soy para vos no sólo un protector, sino un amigo; no sólo un bienhechor, sino un padre; esta mujer ha vuelto a Inglaterra a fin de conspirar contra mi vida; tengo a esta ser piente entre mis manos; pues bien, os hago llamar y os digo: amigo Felton, John, hijo mío, guárdame y sobre todo guárdate de esta mujer; jura por tu salvación que la conservarás para el castigo que ha merecido. ...

En la línea 8658
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Continuó haciendo elevar el famoso dique que debía hacer pa decer hambre a La Rochelle; mientras tanto, puso los ojos sobre aque lla desgraciada ciudad que encerraba tanta miseria profunda y tantas virtudes heroicas y,acordándose de la frase de Luis XI, su predecesor politico como él era predecesor deRobespierre, murmuró esta máxi ma del compadre de Tristán: «Dividir para reinar. ...

En la línea 8661
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Los billetes re-cordaban a los hombres que aquellos hijos, aquellas mujeres, aquellos viejos a los que se dejaba morir eran sus hijos, sus esposas y sus padres; que sería más justo que todos fueran reducidos a la miseria co mún, a fin de que una misma posición hiciera adoptar resoluciones unánimes. ...

En la línea 268
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Al conocer, pues, la baja estimación en que había caído, el rústico viejo replicó: «Si soy un bestia, un bárbaro y, además, un pordiosero, lo siento mucho; pero como eso no tiene remedio, voy a gastarme estas cuatro fanegas de cebada, que había reservado para aliviar la miseria del Santo Padre, en una corrida de toros y en otras diversiones convenientes para la reina, mi mujer, y para los príncipes, mis hijos. ...

En la línea 404
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Me condolí del pobre hombre, expulsado del insigne convento inmediato, su antiguo hogar, y que, vista su desguarnecida vivienda actual, trocaba en la senectud la abundancia y las comodidades por la escasez y la miseria. ...

En la línea 1046
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Pero el loco, sentado en la piedra detrás de las ruinas batidas por el viento, contemplando los marchitos chaparrales, sobre los que gravitaba un cielo hosco y pesado, componía un cuadro de tristeza y miseria como no lo habrá concebido poeta o pintor alguno en sus delirios más sombríos. ...

En la línea 2868
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... LA CARCELERA.—Sí; somos muy buenos con ellos; me refiero a los que son _caballeros_, porque con los que no tienen más que _miseria_, ¿qué podemos hacer? La cárcel de Toro es muy divertida: dejamos entrar todo el vino que quieren los presos, mientras tienen dinero para comprarlo y para pagar el derecho de entrada. ...

En la línea 2852
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Esta pobreza la padece por sus partes, ya en hambre, ya en frío, ya en desnudez, ya en todo junto; pero, con todo eso, no es tanta que no coma, aunque sea un poco más tarde de lo que se usa, aunque sea de las sobras de los ricos; que es la mayor miseria del estudiante éste que entre ellos llaman andar a la sopa; y no les falta algún ajeno brasero o chimenea, que, si no callenta, a lo menos entibie su frío, y, en fin, la noche duermen debajo de cubierta. ...

En la línea 2857
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y veremos que no hay ninguno más pobre en la misma pobreza, porque está atenido a la miseria de su paga, que viene o tarde o nunca, o a lo que garbeare por sus manos, con notable peligro de su vida y de su conciencia. ...

En la línea 3679
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Con todas estas mismas partes la pidió también otro del mismo pueblo, que fue causa de suspender y poner en balanza la voluntad del padre, a quien parecía que con cualquiera de nosotros estaba su hija bien empleada; y, por salir desta confusión, determinó decírselo a Leandra, que así se llama la rica que en miseria me tiene puesto, advirtiendo que, pues los dos éramos iguales, era bien dejar a la voluntad de su querida hija el escoger a su gusto: cosa digna de imitar de todos los padres que a sus hijos quieren poner en estado: no digo yo que los dejen escoger en cosas ruines y malas, sino que se las propongan buenas, y de las buenas, que escojan a su gusto. ...

En la línea 3857
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Este tal graduado, al cabo de algunos años de recogimiento, se dio a entender que estaba cuerdo y en su entero juicio, y con esta imaginación escribió al arzobispo, suplicándole encarecidamente y con muy concertadas razones le mandase sacar de aquella miseria en que vivía, pues por la misericordia de Dios había ya cobrado el juicio perdido; pero que sus parientes, por gozar de la parte de su hacienda, le tenían allí, y, a pesar de la verdad, querían que fuese loco hasta la muerte. ...

En la línea 3091
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... ande es, en verdad, nuestra falta si resulta la miseria de nuestros pobres, no de las leyes naturales, sino de nuestras instituciones; pero casi no puedo comprender qué relación tiene esto con la esclavitud; ¿se podrá perdonar que en un país se empleen, por ejemplo, instrumentos a propósito para triturar los dedos de los esclavos, fundándose en que en otros países están sujetos los hombres a enfermedades tanto ó más dolorosas? Los que excusan a los dueños de esclavos y permanecen indiferentes ante la posición de sus víctimas no se han puesto jamás en el lugar de estos infelices, ¡qué porvenir tan terrible, sin esperanza del cambió más ligero! ¡Figuraos cuál sería vuestra vida si tuviéseis constantemente presente la idea de que vuestra mujer y vuestros hijos -esos seres que las leyes naturales hacen tan queridos hasta a los esclavos han de ser arrancados del hogar para ser vendidos, como bestias de carga, al mejor postor! Pues bien; hombres que profesan grande amor al prójimo, que creen en Dios, que piden todos los días que se haga su voluntad sobre la tierra, son los que toleran, ¿qué digo?, ¡realizan esos actos! ¡Se me enciende la sangre cuando pienso que nosotros, ingleses, que nuestros descendientes, americanos, que todos cuantos, en una palabra, proclamamos tan alto nuestras libertades, nos hemos hecho culpables de actos de este género! Al menos me queda el consuelo de pensar que, para expiar nuestros crímenes, hemos hecho un sacrificio mucho más grande que ninguna otra nación del mundo. ...

En la línea 2027
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Además su miseria, su abandono, la preocupaban más que todo; su pensamiento principal era librar a sus tías de aquella carga, de aquella obra de caridad que cada día pregonaban más solemnemente las viejas. ...

En la línea 2215
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ) Tu tía y yo hemos hecho por ti todo género de sacrificios; ni nuestra miseria, a duras penas disimulada delante del mundo, nos ha impedido rodearte de todas las comodidades apetecibles. ...

En la línea 2293
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En Vetusta la juventud pobre no sabe ganarse la vida, a lo sumo se gana la miseria; muchachos y muchachas se comen a miradas, se quieren, hasta se lo dicen. ...

En la línea 3994
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Aunque había algunas jóvenes limpias, de aquel montón de hijas del trabajo que hace sudar, salía un olor picante, que los habituales transeúntes ni siquiera notaban, pero que era moleslo, triste; un olor de miseria perezosa, abandonada. ...

En la línea 604
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Mi padre, que también era general, anduvo vagabundo por toda la República, ocultando su nombre y dedicándose a los más bajos oficios para poder vivir. En esa época de miseria, la madre del profesor Flimnap y el mismo profesor, que solo tiene diez años mas que yo, protegieron a mi madre. Abreviaré el relato de nuestras desventuras. Mi padre murió, mi madre murió también poco después, y yo, gracias al profesor, conseguí que no me dedicasen a los trabajos forzosos, como tantos otros desdichados de mi sexo. ...

En la línea 633
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Comprendo, amigo Ra-Ra, que le busquen con tanto ahínco las señoras del Consejo secreto. Resulta usted más terrible de lo que parece con su túnica y sus velos de mujer. Ya le veo siendo llevado a morir en un peñón, sin agua y sin comida, cerca de la gran barrera de los dioses, si es que yo no le oculto antes en uno de mis bolsillos. Pero ¿por qué se muestran ustedes tan adversarios del gobierno femenil?… según dice el profesor Flimnap, ya no hay guerras ni puede haberlas; las mujeres administran la fortuna pública con economía; no se nota la miseria ni la mortalidad de otros tiempos; tampoco hay gobernantes ladrones. ¿Qué mas pueden desear los hombres?… ...

En la línea 1456
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Esto no es extraordinario, gentleman. También creo que en el mundo de los Hombres-Montañas las gentes dan su sangre y mueren por intereses completamente opuestos a sus propios intereses. Los pobres, vestidos con un uniforme, pelean por conservar a los ricos su riqueza; los soldados, cuando terminan las guerras, viven en la miseria, mientras los que se quedaron tranquilos en sus casas se reparten las cosas conquistadas; las mujeres ignorantes apoyan a los hombres que se oponen a las reivindicaciones del sexo femenino. Así son los absurdos de la vida. ...

En la línea 517
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Había que oírla cuando volvió a aquella su primera visita a los barrios del Sur. «¡Qué desigualdades!—decía, desflorando sin saberlo el problema social—. Unos tanto y otros tan poco. Falta equilibrio y el mundo parece que se cae. Todo se arreglaría si los que tienen mucho dieran lo que les sobra a los que no poseen nada. ¿Pero qué cosa sobra?… Vaya usted a saber». Guillermina aseguraba que se necesita mucha fe para no acobardarse ante los espectáculos que la miseria ofrece. «Porque se encuentran almas buenas, sí—decía—; pero también mucha ingratitud. La falta de educación es para el pobre una desventaja mayor que la pobreza. Luego la propia miseria les ataca el corazón a muchos y se lo corrompe. A mí me han insultado; me han arrojado puñados de estiércol y tronchos de berza; me han llamado tía bruja… ». ...

En la línea 517
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Había que oírla cuando volvió a aquella su primera visita a los barrios del Sur. «¡Qué desigualdades!—decía, desflorando sin saberlo el problema social—. Unos tanto y otros tan poco. Falta equilibrio y el mundo parece que se cae. Todo se arreglaría si los que tienen mucho dieran lo que les sobra a los que no poseen nada. ¿Pero qué cosa sobra?… Vaya usted a saber». Guillermina aseguraba que se necesita mucha fe para no acobardarse ante los espectáculos que la miseria ofrece. «Porque se encuentran almas buenas, sí—decía—; pero también mucha ingratitud. La falta de educación es para el pobre una desventaja mayor que la pobreza. Luego la propia miseria les ataca el corazón a muchos y se lo corrompe. A mí me han insultado; me han arrojado puñados de estiércol y tronchos de berza; me han llamado tía bruja… ». ...

En la línea 648
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Al poco rato entró en el despacho un hombre muy flaco, de cara enfermiza y toda llena de lóbulos y carúnculas, los pelos bermejos y muy tiesos, como crines de escobillón, la ropa prehistórica y muy raída, corbata roja y deshilachada, las botas muertas de risa. En una mano traía el sombrero que era un claque del año en que esta prenda se inventó, el primogénito de los claques sin género de duda, y en la otra un lío de carteras-prospectos para hacer suscriciones a libros de lujo, las cuales estaban tan sobadas, que la mugre no permitía ver los dorados de la pasta. Impresionó penosamente a la compasiva Jacinta aquella estampa de miseria en traje de persona decente, y más lástima tuvo cuando le vio saludar con urbanidad y sin encogimiento, como hombre muy hecho al trato social. ...

En la línea 706
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —A mí no me divierte esto —opinó Jacinta—. Me da miedo. ¡Pobre hombre! La miseria, el no comer le habrán puesto así. ...

En la línea 117
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Comenzaron a parpadear las luces, empezó a llover, se alzó el viento y cerró la noche cruda y tempestuosa. El príncipe sin hogar, el desamparado heredero del trono de Inglaterra, siguió adelante, hundiéndose en lo profundo de un laberinto de callejones escuálidos en que se apiñaban las hacinadas colmenas de pobreza y miseria. ...

En la línea 306
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Iba magníficamente vestido con un justillo de raso blanco, con pechera de tisú púrpura, salpicado de diamantes y ribeteado de armiño. Sobre esto llevaba una capa de brocado blanco con la corona de tres plumas, forrada de raso azul, adornada con perlas y piedras preciosas y sujeta con un broche de brillantes. De su cuello pendía la orden de la Jarretera y varias condecoraciones reales de países extranjeros, y cada vez que le daba la luz, las joyas resplandecían con deslumbrantes destellos. ¡Oh, Tom Canty, nacido en un cobertizo, educado en los arroyos de Londres, familiarizado con los andrajos y la suciedad y la miseria!, ¡qué espectáculo es éste! ...

En la línea 356
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... En un momento toda la grave pena y la miseria que el sueño había desterrado cayeron de nueva sobre él, y comprendió que ya no era un príncipe mimado en un palacio, con los adoradores ojos de una nación en él, sino un mendigo, un paria, vestido de harapos, prisionero en un antro digno solo de animales y viviendo con mendigos y ladrones. ...

En la línea 558
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Es evidente que iremos a la miseria. Es necesario y pertinente que tomemos una casa más pequeña y despidamos a los criados, ya que no sirven más que para ocasionar retrasos y para molestarle a uno con memoriales que conturban el espíritu y avergüenzan el alma, pues sólo son a propósito para una muñeca sin cabeza ni manos, o que no sepa servirse de ellas. Ahora me acuerdo de una casita que hay frente a la pescadería en Billingsgate… ...

En la línea 44
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¡Pero si me trae usted una miseria! Este reloj no vale nada, mi buen amigo. La vez pasada le di dos hermosos billetes por un anillo que podía obtenerse nuevo en una joyería por sólo rublo y medio. ...

En la línea 87
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Señor ‑siguió diciendo en tono solemne‑, la pobreza no es un vicio: esto es una verdad incuestionable. Pero también es cierto que la embriaguez no es una virtud, cosa que lamento. Ahora bien, señor; la miseria sí que es un vicio. En la pobreza, uno conserva la nobleza de sus sentimientos innatos; en la indigencia, nadie puede conservar nada noble. Con el indigente no se emplea el bastón, sino la escoba, pues así se le humilla más, para arrojarlo de la sociedad humana. Y esto es justo, porque el indigente se ultraja a sí mismo. He aquí el origen de la embriaguez, señor. El mes pasado, el señor Lebeziatnikof golpeó a mi mujer, y mi mujer, señor, no es como yo en modo alguno. ¿Comprende? Permítame hacerle una pregunta. Simple curiosidad. ¿Ha pasado usted alguna noche en el Neva, en una barca de heno? ...

En la línea 103
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Joven ‑continuó mientras volvía a erguirse‑, creo leer en su semblante la expresión de un dolor. Apenas le he visto entrar, he tenido esta impresión. Por eso le he dirigido la palabra. Si le cuento la historia de mi vida no es para divertir a estos ociosos, que, además, ya la conocen, sino porque deseo que me escuche un hombre instruido. Sepa usted, pues, que mi esposa se educó en un pensionado aristocrático provincial, y que el día en que salió bailó la danza del chal ante el gobernador de la provincia y otras altas personalidades. Fue premiada con una medalla de oro y un diploma. La medalla… se vendió hace tiempo. En cuanto al diploma, mi esposa lo tiene guardado en su baúl. Últimamente se lo enseñaba a nuestra patrona. Aunque estaba a matar con esta mujer, lo hacía porque experimentaba la necesidad de vanagloriarse ante alguien de sus éxitos pasados y de evocar sus tiempos felices. Yo no se lo censuro, pues lo único que tiene son estos recuerdos: todo lo demás se ha desvanecido… Sí, es una dama enérgica, orgullosa, intratable. Se friega ella misma el suelo y come pan negro, pero no toleraría de nadie la menor falta de respeto. Aquí tiene usted explicado por qué no consintió las groserías de Lebeziatnikof; y cuando éste, para vengarse, le pegó ella tuvo que guardar cama, no a causa de los golpes recibidos, sino por razones de orden sentimental. Cuando me casé con ella, era viuda y tenía tres hijos de corta edad. Su primer matrimonio había sido de amor. El marido era un oficial de infantería con el que huyó de la casa paterna. Catalina adoraba a su marido, pero él se entregó al juego, tuvo asuntos con la justicia y murió. En los últimos tiempos, él le pegaba. Ella no se lo perdonó, lo sé positivamente; sin embargo, incluso ahora llora cuando lo recuerda, y establece entre él y yo comparaciones nada halagadoras para mi amor propio; pero yo la dejo, porque así ella se imagina, al menos, que ha sido algún día feliz. Después de la muerte de su marido, quedó sola con sus tres hijitos en una región lejana y salvaje, donde yo me encontraba entonces. Vivía en una miseria tan espantosa, que yo, que he visto los cuadros más tristes, no me siento capaz de describirla. Todos sus parientes la habían abandonado. Era orgullosa, demasiado orgullosa. Fue entonces, señor, entonces, como ya le he dicho, cuando yo, viudo también y con una hija de catorce años, le ofrecí mi mano, pues no podía verla sufrir de aquel modo. El hecho de que siendo una mujer instruida y de una familia excelente aceptara casarse conmigo, le permitirá comprender a qué extremo llegaba su miseria. Aceptó llorando, sollozando, retorciéndose las manos; pero aceptó. Y es que no tenía adónde ir. ¿Se da usted cuenta, señor, se da usted cuenta exacta de lo que significa no tener dónde ir? No, usted no lo puede comprender todavía… Durante un año entero cumplí con mi deber honestamente, santamente, sin probar eso ‑y señalaba con el dedo la media botella que tenía delante‑, pues yo soy un hombre de sentimientos. Pero no conseguí atraérmela. Entre tanto, quedé cesante, no por culpa mía, sino a causa de ciertos cambios burocráticos. Entonces me entregué a la bebida… Ya hace año y medio que, tras mil sinsabores y peregrinaciones continuas, nos instalamos en esta capital magnífica, embellecida por incontables monumentos. Aquí encontré un empleo, pero pronto lo perdí. ¿Comprende, señor? Esta vez fui yo el culpable: ya me dominaba el vicio de la bebida. Ahora vivimos en un rincón que nos tiene alquilado Amalia Ivanovna Lipevechsel. Pero ¿cómo vivimos, cómo pagamos el alquiler? Eso lo ignoro. En la casa hay otros muchos inquilinos: aquello es un verdadero infierno. Entre tanto, la hija que tuve de mi primera mujer ha crecido. En cuanto a lo que su madrastra la ha hecho sufrir, prefiero pasarlo por alto. Pues Catalina Ivanovna, a pesar de sus sentimientos magnánimos, es una mujer irascible e incapaz de contener sus impulsos… Sí, así es. Pero ¿a qué mencionar estas cosas? Ya comprenderá usted que Sonia no ha recibido una educación esmerada. Hace muchos años intenté enseñarle geografía e historia universal, pero como yo no estaba muy fuerte en estas materias y, además, no teníamos buenos libros, pues los libros que hubiéramos podido tener… , pues… , ¡bueno, ya no los teníamos!, se acabaron las lecciones. Nos quedamos en Ciro, rey de los persas. Después leyó algunas novelas, y últimamente Lebeziatnikof le prestó La Fisiología, de Lewis. Conoce usted esta obra, ¿verdad? A ella le pareció muy interesante, e incluso nos leyó algunos pasajes en voz alta. A esto se reduce su cultura intelectual. Ahora, señor, me dirijo a usted, por mi propia iniciativa, para hacerle una pregunta de orden privado. Una muchacha pobre pero honesta, ¿puede ganarse bien la vida con un trabajo honesto? No ganará ni quince kopeks al día, señor mío, y eso trabajando hasta la extenuación, si es honesta y no posee ningún talento. Hay más: el consejero de Estado Klopstock Iván Ivanovitch… , ¿ha oído usted hablar de él… ?, no solamente no ha pagado a Sonia media docena de camisas de Holanda que le encargó, sino que la despidió ferozmente con el pretexto de que le había tomado mal las medidas y el cuello le quedaba torcido. ...

En la línea 103
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Joven ‑continuó mientras volvía a erguirse‑, creo leer en su semblante la expresión de un dolor. Apenas le he visto entrar, he tenido esta impresión. Por eso le he dirigido la palabra. Si le cuento la historia de mi vida no es para divertir a estos ociosos, que, además, ya la conocen, sino porque deseo que me escuche un hombre instruido. Sepa usted, pues, que mi esposa se educó en un pensionado aristocrático provincial, y que el día en que salió bailó la danza del chal ante el gobernador de la provincia y otras altas personalidades. Fue premiada con una medalla de oro y un diploma. La medalla… se vendió hace tiempo. En cuanto al diploma, mi esposa lo tiene guardado en su baúl. Últimamente se lo enseñaba a nuestra patrona. Aunque estaba a matar con esta mujer, lo hacía porque experimentaba la necesidad de vanagloriarse ante alguien de sus éxitos pasados y de evocar sus tiempos felices. Yo no se lo censuro, pues lo único que tiene son estos recuerdos: todo lo demás se ha desvanecido… Sí, es una dama enérgica, orgullosa, intratable. Se friega ella misma el suelo y come pan negro, pero no toleraría de nadie la menor falta de respeto. Aquí tiene usted explicado por qué no consintió las groserías de Lebeziatnikof; y cuando éste, para vengarse, le pegó ella tuvo que guardar cama, no a causa de los golpes recibidos, sino por razones de orden sentimental. Cuando me casé con ella, era viuda y tenía tres hijos de corta edad. Su primer matrimonio había sido de amor. El marido era un oficial de infantería con el que huyó de la casa paterna. Catalina adoraba a su marido, pero él se entregó al juego, tuvo asuntos con la justicia y murió. En los últimos tiempos, él le pegaba. Ella no se lo perdonó, lo sé positivamente; sin embargo, incluso ahora llora cuando lo recuerda, y establece entre él y yo comparaciones nada halagadoras para mi amor propio; pero yo la dejo, porque así ella se imagina, al menos, que ha sido algún día feliz. Después de la muerte de su marido, quedó sola con sus tres hijitos en una región lejana y salvaje, donde yo me encontraba entonces. Vivía en una miseria tan espantosa, que yo, que he visto los cuadros más tristes, no me siento capaz de describirla. Todos sus parientes la habían abandonado. Era orgullosa, demasiado orgullosa. Fue entonces, señor, entonces, como ya le he dicho, cuando yo, viudo también y con una hija de catorce años, le ofrecí mi mano, pues no podía verla sufrir de aquel modo. El hecho de que siendo una mujer instruida y de una familia excelente aceptara casarse conmigo, le permitirá comprender a qué extremo llegaba su miseria. Aceptó llorando, sollozando, retorciéndose las manos; pero aceptó. Y es que no tenía adónde ir. ¿Se da usted cuenta, señor, se da usted cuenta exacta de lo que significa no tener dónde ir? No, usted no lo puede comprender todavía… Durante un año entero cumplí con mi deber honestamente, santamente, sin probar eso ‑y señalaba con el dedo la media botella que tenía delante‑, pues yo soy un hombre de sentimientos. Pero no conseguí atraérmela. Entre tanto, quedé cesante, no por culpa mía, sino a causa de ciertos cambios burocráticos. Entonces me entregué a la bebida… Ya hace año y medio que, tras mil sinsabores y peregrinaciones continuas, nos instalamos en esta capital magnífica, embellecida por incontables monumentos. Aquí encontré un empleo, pero pronto lo perdí. ¿Comprende, señor? Esta vez fui yo el culpable: ya me dominaba el vicio de la bebida. Ahora vivimos en un rincón que nos tiene alquilado Amalia Ivanovna Lipevechsel. Pero ¿cómo vivimos, cómo pagamos el alquiler? Eso lo ignoro. En la casa hay otros muchos inquilinos: aquello es un verdadero infierno. Entre tanto, la hija que tuve de mi primera mujer ha crecido. En cuanto a lo que su madrastra la ha hecho sufrir, prefiero pasarlo por alto. Pues Catalina Ivanovna, a pesar de sus sentimientos magnánimos, es una mujer irascible e incapaz de contener sus impulsos… Sí, así es. Pero ¿a qué mencionar estas cosas? Ya comprenderá usted que Sonia no ha recibido una educación esmerada. Hace muchos años intenté enseñarle geografía e historia universal, pero como yo no estaba muy fuerte en estas materias y, además, no teníamos buenos libros, pues los libros que hubiéramos podido tener… , pues… , ¡bueno, ya no los teníamos!, se acabaron las lecciones. Nos quedamos en Ciro, rey de los persas. Después leyó algunas novelas, y últimamente Lebeziatnikof le prestó La Fisiología, de Lewis. Conoce usted esta obra, ¿verdad? A ella le pareció muy interesante, e incluso nos leyó algunos pasajes en voz alta. A esto se reduce su cultura intelectual. Ahora, señor, me dirijo a usted, por mi propia iniciativa, para hacerle una pregunta de orden privado. Una muchacha pobre pero honesta, ¿puede ganarse bien la vida con un trabajo honesto? No ganará ni quince kopeks al día, señor mío, y eso trabajando hasta la extenuación, si es honesta y no posee ningún talento. Hay más: el consejero de Estado Klopstock Iván Ivanovitch… , ¿ha oído usted hablar de él… ?, no solamente no ha pagado a Sonia media docena de camisas de Holanda que le encargó, sino que la despidió ferozmente con el pretexto de que le había tomado mal las medidas y el cuello le quedaba torcido. ...

En la línea 1262
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ¡Una miseria que se eleva, no obstante, a cincuenta mil francos! Los otros cincuenta mil sirvieron para comprar coche y caballos. Dimos dos bailes, es decir, dos veladas, a las cuales vinieron Hortense, Lisette et Cléopatre, mujeres notables desde muchos puntos de vista, e incluso bonitas. Por dos veces tuve que desempeñar el papel absurdo de dueño de la casa, acoger y distraer a tenderos enriquecidos, obtusos e insoportables por su ignorancia y desvergüenza, a diferentes militares, escritorzuelos vestidos con fracs de moda, guantes de gamuza, con un amor propio y una envidia de la que no tenemos idea en Petersburgo, y ya es mucho decir. Tuvieron la idea de burlarse de mí, pero yo me emborraché de champaña y me tumbé en una habitación vecina. ...

En la línea 1320
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¡Me ha perdido —decía—, me ha robado, me ha hundido en la miseria! ¡Fue mi pesadilla durante dos años! ¡Oh, no me hable de él jamás! Yo comprendía perfectamente de que se estaba llegando a un acuerdo entre Blanche y él, pero permanecía callado, como de costumbre. Ella fue la primera en ponerme al corriente, ocho días antes de nuestra separación: ...

En la línea 1341
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ¡Dios mío! ¡Con qué alegre ánimo escribí yo entonces los últimos renglones! O más bien, con qué confianza en mí mismo, con qué esperanza inquebrantable. No dudaba lo más mínimo de mí. Han pasado dieciocho meses y estoy en peor situación que un mendigo. ¿Pero qué me importa? ¡Me tiene sin cuidado la miseria! ¡He causado mi propia perdición! Además, ninguna comparación es posible y es inútil predicarse a sí mismo la moral. ¡Nada hay tan absurdo como la moral en semejantes momentos! ...

En la línea 281
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Aquella familia era un triste grupo que la miseria fue oprimiendo poco a poco. Llegó un invierno muy crudo; Jean no tuvo trabajo. La familia careció de pan. ¡Ni un bocado de pan y siete niños! ...

En la línea 296
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Se constituyó en tribunal. Principió por juzgarse a sí mismo. Reconoció que no era un inocente castigado injustamente. Confesó que había cometido una acción mala, culpable; que quizá no le habrían negado el pan si lo hubiese pedido; que en todo caso hubiera sido mejor esperar para conseguirlo de la piedad o del trabajo; que no es una razón el decir: ¿se puede esperar cuando se padece hambre? Que es muy raro el caso que un hombre muera literalmente de hambre; que debió haber tenido paciencia; que eso hubiera sido mejor para sus pobres niños; que había sido un acto de locura en él, desgraciado criminal, coger violentamente a la sociedad entera por el cuello, y figurarse que se puede salir de la miseria por medio del robo; que es siempre una mala puerta para salir de la miseria la que da entrada a la infamia; y, en fin, que había obrado mal. ...

En la línea 296
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Se constituyó en tribunal. Principió por juzgarse a sí mismo. Reconoció que no era un inocente castigado injustamente. Confesó que había cometido una acción mala, culpable; que quizá no le habrían negado el pan si lo hubiese pedido; que en todo caso hubiera sido mejor esperar para conseguirlo de la piedad o del trabajo; que no es una razón el decir: ¿se puede esperar cuando se padece hambre? Que es muy raro el caso que un hombre muera literalmente de hambre; que debió haber tenido paciencia; que eso hubiera sido mejor para sus pobres niños; que había sido un acto de locura en él, desgraciado criminal, coger violentamente a la sociedad entera por el cuello, y figurarse que se puede salir de la miseria por medio del robo; que es siempre una mala puerta para salir de la miseria la que da entrada a la infamia; y, en fin, que había obrado mal. ...

En la línea 334
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... La mar es la inexorable noche social en que la penalidad arroja a sus condenados. La mar es la inmensa miseria. El alma, naufragando en este abismo, puede convertirse en un cadáver. ¿Quién lo resucitará? ...

En la línea 1919
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Entonces, os compadezco, mister Fogg, porque el aislamiento es cosa bien triste. ¡Cómo! No hay un solo corazón con quien desahogar vuestras pesadumbres; sin embargo, se dice que la miseria entre dos es soportable. ...


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