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La palabra junto
Cómo se escribe

la palabra junto

La palabra Junto ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
Blancanieves de Jacob y Wilhelm Grimm
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El Señor de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
La llamada de la selva de Jack London
Amnesia de Amado Nervo
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece junto.

Estadisticas de la palabra junto

La palabra junto es una de las palabras más comunes del idioma Español, estando en la posición 290 según la RAE.

Junto es una palabra muy común y se encuentra en el Top 500 con una frecuencia media de 260.01 veces en cada obra en castellano

El puesto de esta palabra se basa en la frecuencia de aparición de la junto en 150 obras del castellano contandose 39521 apariciones en total.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Junto

Cómo se escribe junto o gunto?

Más información sobre la palabra Junto en internet

Junto en la RAE.
Junto en Word Reference.
Junto en la wikipedia.
Sinonimos de Junto.


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece junto

La palabra junto puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 170
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Diez años de continuo tránsito junto a aquella ruina habían conseguido que la gente no se fijase ya en ella. ...

En la línea 191
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Era un pobre carro de labranza, tirado por un rocín viejo y huesudo, al que ayudaba en los baches difíciles un hombre alto que marchaba junto a él animándole con gritos y chasquidos de tralla. ...

En la línea 475
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Vigiló mucho el labrador, presintiendo una emboscada; pero de nada le sirvió su cautela, pues una tarde en que regresaba solo a su casa, cuando aún no había terminado la roturación de sus nuevos campos, le largaron dos escopetazos sin que viese al agresor, y salió milagrosamente ileso del puñado de postas que pasó junto a sus orejas. ...

En la línea 527
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Vigilaba a todas horas, permanecía siempre junto al rocín delantero, evitando los baches profundos y los malos pasos; y, sin embargo, si algún carro volcaba, era el suyo; si algún animal caía enfermo a causa de las lluvias, era seguramente de Batiste, a pesar del cuidado paternal con que se apresuraba a cubrir los flancos de sus bestias con gualdrapas de arpillera apenas caían cuatro gotas. ...

En la línea 33
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y las últimas palabras de Salvatierra, de negación para lo existente, de guerra a la propiedad y a Dios, tapujo de todas las iniquidades del mundo, zumbaban aún en los oídos de Fermín Montenegro, cuando a la mañana siguiente ocupó su puesto en la casa Dupont. La diferencia radical entre el ambiente casi monástico del escritorio, con sus empleados silenciosos, encorvados junto a las imágenes de los santos, y aquel grupo que rodeaba a Salvatierra de veteranos de la revolución romántica y jóvenes combatientes de la conquista del pan, turbaba al joven Montenegro. ...

En la línea 288
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Su dueño se salvó después de una semana transcurrida entre la vida y la muerte. El señor Fermín había traído de Jerez un médico, gran amigo de Salvatierra, un compañero de la época heroica, acostumbrado a esta clase de lances. Tuvo delirios que le hacían gritar con el terror de la pesadilla, y cuando después de largos desvanecimientos desentornaba los ojos, veía a María de la Luz sentada junto a la cama, inclinando sobre él su cabeza, como si buscase en su aliento la llegada de la reacción vital que habla de salvarle. ...

En la línea 338
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Lo mismo la veían en las principales calles elegantemente vestida o en el Campo de la Feria en un lujoso carruaje, como se presentaba despeinada y envuelta en un mantón copiando el andar de las mozas bravas y contestando a los requiebros de los hombres con palabras que ruborizaban a muchos. Gustaba de sonreír con gestos de misteriosa complicidad a los pacíficos señores que pasaban junto a ella con sus familias. Después reía como una loca pensando en las querellas conyugales que estallaban al volver a casa aquellos matrimonios honrados y solemnes que ella había tratado cuando vivía con su esposo. En una acera de la calle Larga, ante las mesas de los principales casinos, había besado a un amigo con exagerados transportes de pasión, entre el griterío de la gente que salía a las puertas. ...

En la línea 363
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Los dos inválidos de la lucha con la tierra no encontraban otra satisfacción en su miseria que el excelente carácter de Rafael. Como dos perros viejos, a los que se reserva por lástima un poco de pitanza, esperaban la hora de la muerte en su tugurio junto al portalón del cortijo. Sólo la bondad del nuevo aperador hacía llevadera su suerte. El tío _Zarandilla_ pasaba las horas sentado en uno de los bancos al lado de la puerta, mirando fijamente, con sus ojos opacos, los campos de interminables surcos, sin que el aperador le regañase por su indolencia senil. La vieja quería a Rafael como un hijo. Cuidaba de su ropa y su comida, y él pagaba con largueza estos pequeños servicios. ¡Bendito sea Dios! El muchacho se parecía por lo bueno y lo guapo al único hijo que los viejos habían tenido; un pobrecito que había muerto siendo soldado, en tiempos de paz, en un hospital de Cuba. Todo le parecía poco a la seña Eduvigis para el aperador. Reñía al marido porque no se mostraba, según ella, bastante amable y solícito con Rafael. Antes de que los perros anunciasen su proximidad, oía ella el trotar del caballo. ...

En la línea 944
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Y como, según su ima ginación gascona, de aquella audiencia dependía todo su porvenir, saludó cortésmente a Porthos y Aramis, declarando que no proseguirla la partida sino cuando estuviera en situación de hacerles frente, y se volvió para situarse junto a la soga y en la galería. ...

En la línea 1097
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Señor duque -dijo el señor de Tréville-, estaba tan lleno de confianza en vuestra lealtad que no quise junto a Su Majestad otro de fensor que vos mismo. ...

En la línea 1336
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¿No os he dicho que era la ahijada del señor de La Porte el hombre de confianza de la reina? Pues bien, el señor de La Porte la puso junto a Su Majestad para que nuestra pobre reina tuviera al menos alguien de quien fiarse, abandonada como está por el rey, espiada como está por el cardenal,traicionada como es por todos. ...

En la línea 1469
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Lo cual no me impediría -dijo D'Artagnan-, si supiera dónde está el duque de Buckingham, cogerle por la mano y conducirle junto a la reina, aunque no fuera más que para hacer rabiar al señor carde nal; porque nuestro verdadero, nuestro único, nuestro eterno enemi go, señores, es el cardenal, y si pudiéramos encontrar un medio de jugarle alguna pasada cruel, confieso que comprometería de buen gra do micabeza. ...

En la línea 306
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Hallábame en el castillo de proa departiendo con dos marineros; uno de ellos, que acababa de levantarse de la hamaca, dijo: «He tenido esta noche un sueño extraño y muy poco agradable, porque—continuó señalando al mástil—he soñado que me caía al mar desde la cruceta.» Así se lo oyeron decir varios tripulantes que estaban junto a mí. ...

En la línea 318
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Allí estuvimos algunas horas junto al enorme casco negro de la _Rainha Nao_, navío de guerra que en otros tiempos cautivaba de tal modo los ojos de Nelson, que de muy buena gana lo hubiera adquirido para su país natal. ...

En la línea 390
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Pasamos junto a una cruz de piedra, y el muchacho se inclinó y se persignó con mucha devoción. ...

En la línea 508
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Antes de llegar a Vendas Novas pasamos junto a una cruz de piedra, en cuyo pedestal había cierta inscripción conmemorativa de un asesinato horrible cometido en aquel lugar en la persona de un lisboeta; la cruz parecía ya antigua y estaba cubierta de musgo; la inscripción era, en su mayor parte, ilegible, al menos para mí, que no podía gastar mucho tiempo en descifrarla. ...

En la línea 297
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Veamos esotro que está junto a él. ...

En la línea 327
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y, abriendo otro libro, vio que era Palmerín de Oliva, y junto a él estaba otro que se llamaba Palmerín de Ingalaterra; lo cual visto por el licenciado, dijo: -Esa oliva se haga luego rajas y se queme, que aun no queden della las cenizas; y esa palma de Ingalaterra se guarde y se conserve como a cosa única, y se haga para ello otra caja como la que halló Alejandro en los despojos de Dario, que la diputó para guardar en ella las obras del poeta Homero. ...

En la línea 363
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Pero, ¿qué libro es ese que está junto a él? -La Galatea, de Miguel de Cervantes -dijo el barbero. ...

En la línea 476
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... El vizcaíno, que así le vio venir, aunque quisiera apearse de la mula, que, por ser de las malas de alquiler, no había que fiar en ella, no pudo hacer otra cosa sino sacar su espada; pero avínole bien que se halló junto al coche, de donde pudo tomar una almohada que le sirvió de escudo, y luego se fueron el uno para el otro, como si fueran dos mortales enemigos. ...

En la línea 45
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Sólo dos clases de aves se encuentran en las Peñas de San Pablo: el pájaro bobo y el búho. Estas dos aves tienen un carácter tan tranquilo, tan estúpidos, y están tan poco habituadas a recibir visitas, que con mi martillo de geólogo hubiera podido matar cuantas quisiese. El pájaro bobo pone los huevos en la roca pelada; el búho, por el contrario, construye un nido muy sencillo con hierbas marinas. Junto a gran número de esos nidos veíase un pececillo volador que el macho (supongo) había llevado para la hembra ocupada en incubar. Un grueso cangrejo de mar muy activo (Grapsus), que habita en las grietas de las rocas, me daba un espectáculo muy divertido: en cuanto separaba yo de allí a la incubadora, acudía él a robar el pez puesto junto al nido. Sir W. ...

En la línea 60
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Cerca de Keeling-Atoll, en el Océano Indico, vi numerosas masas pequeñas de confervas de algunas pulgadas cuadradas, consistentes en largos hilos cilíndricos muy tenues, tanto que apenas podrían distinguirse a simple vista, mezclados con otros cuerpos un poco mayores y admirablemente cónicos en sus dos extremos. Su longitud varía entre cuatro o seis centésimas de pulgada; su diámetro entre seis y ocho milésimas de pulgada. Ordinariamente se puede distinguir junto a uno de los extremos de la parte cilíndrica un tabique verde compuesto de materia granulosa más espesa en la parte media. A mi parecer, constituye el fondo de un saco incoloro muy delicado y compuesto de una sustancia pulposa, saco que ocupa el interior de la vaina, pero que no llega hasta las puntas cónicas de los extremos. En algunos ejemplares, pequeñas esferas admirablemente regulares de sustancia granulosa pardusca reemplazan a los tabiques y he podido observar la naturaleza de las transformaciones que las producen. La materia pulposa del revestimiento interior se agrupa de pronto en líneas que parecen irradiar de un centro común; esta materia sigue contrayéndose con un movimiento rápido y regular, de suerte que, al cabo de un segundo, se convierte toda ella en una esferita perfecta que ocupa la posición del tabique en uno de los extremos de la vaina, absolutamente vacía en todas las demás partes. Toda lesión accidental acelera la formación de la esfera granulosa. Debo añadir que estos cuerpos se encuentran con frecuencia a pares, unidos uno a otro cono con cono por el extremo donde está el tabique. ...

En la línea 70
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... esta aldehuela está situada en un llano; en derredor de una habitación central están las chozas de los negros. Estas cabañas, por su forma y por su posición, me recuerdan los dibujos que representan las habitaciones de los hotentotes en el África meridional. Levantándose temprano la luna, nos decidimos a partir la misma noche para ir a acostarnos a Lagoa-Marica. En el momento de comenzar a caer la noche pasamos junto a una de esas macizas colinas de granito desnudas y escarpadas tan comunes en este país ese lugar es bastante célebre; en efecto, durante largo tiempo sirvió de refugio a algunos negros cimarrones que cultivando una pequeña meseta situada en la cúspide, consiguieron asegurarse la subsistencia. Descubrióseles, por fin, y se envió una escuadra de soldados para desalojarlos de allí; se rindieron todos excepto una vieja, quien, primero que volver a la cadena de la esclavitud, prefirió precipitarse desde lo alto de la peña y se rompió la cabeza al caer. Ejecutado este acto por una matrona romana, habríase celebrado y se hubiera dicho que la impulsó el noble amor a la libertad; efectuado - por una pobre negra, limitáronse a atribuirlo a una terquedad brutal. Proseguimos nuestro viaje durante varias horas; en las últimas millas de nuestra etapa, el camino se hace difícil, pues atraviesa una especie de país salvaje entrecortado por marjales y lagunas. A la luz de la luna, el paisaje presenta un aspecto siniestro y desolado. Algunas moscas luminosas vuelan en torno nuestro, y una becada solitaria deja oír su grito quejumbroso. El mujido del mar, situado a una distancia bastante grande, apenas turba el silencio de la noche. ...

En la línea 73
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... «Todo lo que usted quiera, señor», suele contestar. Las primeras veces me apresuraba a dar gracias interiormente a la Providencia, por habernos conducido junto a un hombre tan amable. «¿Podría usted darnos pescado? -¡Oh! no, señor. -¿Y sopa? -No, señor. - ¿Y pan? -¡Oh! no, señor. -¿Y carne seca, tasajo? -¡Oh! no, señor.» Por muy satisfechos teníamos que darnos, si al cabo de dos horas de espera, lográbamos conseguir aves de corral, arroz y farinha. Hasta necesitábamos con frecuencia matar a pedradas a las gallinas que habían de servirnos de cena. Entonces, cuando rendidos de hambre y de cansancio, nos atrevíamos a decir con timidez que nos alegraría mucho el saber si estaba dispuesta la comida, el posadero nos respondía con orgullo (y, por desgracia, eso era lo más cierto de sus respuestas): «La comida estará cuando esté». Si nos hubiéramos atrevido a quejarnos o a insistir, nos hubieran dicho que éramos unos impertinentes y nos hubieran rogado que siguiésemos nuestro camino. ...

En la línea 114
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... se sentaron junto a ella y durante tres días lloraron. ...

En la línea 349
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Sin detenerse pasó el Magistral junto a la puerta de escape del coro; llegó al crucero; la valla que corre del coro a la capilla mayor estaba cerrada. ...

En la línea 365
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Arrodillada junto a una de las celosías vio una joven pálida con hábito del Carmen. ...

En la línea 772
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Glocester salía siempre por la puerta del claustro, abierta al extremo Norte del crucero; por allí llegaba antes a su casa: pero esta vez quiso salir por la puerta de la torre, porque así pasaba junto a la capilla del Magistral. ...

En la línea 905
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Después se sentó en una mecedora junto a su tocador, en el gabinete, lejos del lecho por no caer en la tentación de acostarse, y leyó un cuarto de hora un libro devoto en que se trataba del sacramento de la penitencia en preguntas y respuestas. ...

En la línea 129
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Rosario, cuando la salud lo consentía, trabajaba junto a su balcón, con rostro risueño, desdeñando las miradas de algunos adoradores que pasaban por allí; pero no el trato del mundo como en los mejores días de sus amores y de su dicha. ...

En la línea 175
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¡Cuántas noches, al mismo tiempo, estarían ella y él pidiendo a Dios lo mismo: que volviera aquel hombre por quien se moría Rosario! — ¡Sí, se decía Juan, que vuelva; yo no sé lo que será para mí verle junto a ella, pero de todo corazón le pido a Dios que vuelva. ...

En la línea 183
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Paolo Baglioni soberano de Perusa, viviendo maritalmente con su hermana, recibía en el lecho a una diputación de notables de la ciudad, y éstos no sabían qué cara poner ni en qué actitud mantenerse viendo al príncipe acostado junto a su hermana completamente desnuda, y acariciando sus pechos mientras oía la arenga del orador de la comisión. ...

En la línea 223
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Inútilmente paseó Borja sus miradas por los numerosos bancos de un jardín dividido en terrazas. No pudo saber cuál era el que gozaba de tal privilegio fúnebre. Esto no impidió que el santo varón mirase con cierta inquietud los peñascos de la costa y las palmeras de loa paseos, esperando ver pendiente de su frágil ramaje algún ahorcado puesto de frac, u hechas pedazos, junto a las olas, a varias damas en traje de baile. ...

En la línea 301
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Las riberas del Tíber, siempre dormidas y casi desiertas, resucitaron a la vida del trabajo por obra de este anciano. En la Ripa Grande estableció arsenales, y junto a San Espíritu construyó un dique para limpiar galeras. ...

En la línea 392
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Después de favorecer la fuga de su hermano, separándose de él en las afueras de Roma, podía haberse vuelto a su tranquila residencia de Ti-voli. Pero, pensando que su tío iba a morir solo, volvió a entrar intrépidamente en la ciudad, yendo por las calles principales al Vaticano para rezar junto al lecho del agonizante. Mientras él despreciaba de este modo a sus enemigos, veíase obligado el cardenal Barbo a escapar de Roma, huyendo de los Orsínis, que pretendían hacerlo pedazos por haber facilitado la fuga de Pedro Luis. ...

En la línea 8
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Gillespie olvidó de golpe todo su pasado al hablar con esta adorable criatura. Creyó que su vida anterior había sido un ensueño. Recordaba con esfuerzo, como si fuesen pálidas visiones, su ida a Europa; los combates junto a Saint-Mihiel, de los que salió herido; la ceremonia guerrera durante la cual a él y a otros compañeros les colocaron sobre el pecho la roja cinta de la Legión de Honor. ...

En la línea 29
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Gillespie tuvo que reconocer que la viuda estaba bien enterada de su existencia; tal vez por la indiscreción de un amigo infiel, tal vez por las informaciones de algún detective particular. En realidad, este ingeniero era algo dado al ensueño, gustaba mucho de la lectura, y en sus cajones, junto con los planos y los cálculos de su profesión, guardaba varios cuadernos de versos. ...

En la línea 106
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Pasó mucho tiempo sin que la oscuridad volviera a cortarse con la menor raya de luz, y Edwin sintió el desencanto de un público cuando se convence de que es inútil esperar la continuación de un espectáculo. Volvió a tenderse, buscando otra vez el sueño; pero, al descansar la cabeza en la hierba, oyó junto a sus orejas unos trotecillos medrosos y unos gritos de susto. Hasta sintió en su cogote el roce de varios animalejos que parecían haberse librado casualmente por unos milímetros de morir aplastados. ...

En la línea 160
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... También he registrado hasta hace unos momentos el enorme navío que le trajo a nuestras costas. He examinado todo lo que hay en el; he traducido los rótulos de las grandes torres de hoja de lata cerradas por todos lados, que, según revela su etiqueta, guardan conservas animales y vegetales. Los encargados de hacer el inventario han podido adivinar que era usted un gentleman porque tiene la piel fina y limpia, aunque para nosotros siempre resulta horrible por sus manchas de diversos colores y los profundos agujeros de sus poros. Pero este detalle, para un sabio, carece de importancia. También han conocido que es usted un gentleman porque no tiene las manos callosas y porque su olor a humanidad es menos fuerte que el de los otros Hombres-Montañas que nos visitaron, los cuales hacían irrespirable el aire por allí donde pasaban. Usted debe bañarse todos los días, ¿no es cierto, gentleman?… Además, el pedazo de tela blanca, grande como una alfombra de salón, que lleva usted sobre el pecho, junto con el reloj, ha impregnado el ambiente de un olor de jardín. ...

En la línea 44
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Esta niña y otras del barrio, bien apañaditas por sus respectivas mamás, peinadas a estilo de maja, con peineta y flores en la cabeza, y sobre los hombros pañuelo de Manila de los que llaman de talle, se reunían en un portal de la calle de Postas para pedir el cuartito para la Cruz de Mayo, el 3 de dicho mes, repicando en una bandeja de plata, junto a una mesilla forrada de damasco rojo. Los dueños de la casa llamada del portal de la Virgen, celebraban aquel día una simpática fiesta y ponían allí, junto al mismo taller de cucharas y molinillos que todavía existe, un altar con la cruz enramada, muchas velas y algunas figuras de nacimiento. A la Virgen, que aún se venera allí, la enramaban también con yerbas olorosas, y el fabricante de cucharas, que era gallego, se ponía la montera y el chaleco encarnado. Las pequeñuelas, si los mayores se descuidaban, rompían la consigna y se echaban a la calle, en reñida competencia con otras chiquillas pedigüeñas, correteando de una acera a otra, deteniendo a los señores que pasaban, y acosándoles hasta obtener el ochavito. Hemos oído contar a la propia Barbarita que para ella no había dicha mayor que pedir para la Cruz de Mayo, y que los caballeros de entonces eran en esto mucho más galantes que los de ahora, pues no desairaban a ninguna niña bien vestidita que se les colgara de los faldones. ...

En la línea 44
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Esta niña y otras del barrio, bien apañaditas por sus respectivas mamás, peinadas a estilo de maja, con peineta y flores en la cabeza, y sobre los hombros pañuelo de Manila de los que llaman de talle, se reunían en un portal de la calle de Postas para pedir el cuartito para la Cruz de Mayo, el 3 de dicho mes, repicando en una bandeja de plata, junto a una mesilla forrada de damasco rojo. Los dueños de la casa llamada del portal de la Virgen, celebraban aquel día una simpática fiesta y ponían allí, junto al mismo taller de cucharas y molinillos que todavía existe, un altar con la cruz enramada, muchas velas y algunas figuras de nacimiento. A la Virgen, que aún se venera allí, la enramaban también con yerbas olorosas, y el fabricante de cucharas, que era gallego, se ponía la montera y el chaleco encarnado. Las pequeñuelas, si los mayores se descuidaban, rompían la consigna y se echaban a la calle, en reñida competencia con otras chiquillas pedigüeñas, correteando de una acera a otra, deteniendo a los señores que pasaban, y acosándoles hasta obtener el ochavito. Hemos oído contar a la propia Barbarita que para ella no había dicha mayor que pedir para la Cruz de Mayo, y que los caballeros de entonces eran en esto mucho más galantes que los de ahora, pues no desairaban a ninguna niña bien vestidita que se les colgara de los faldones. ...

En la línea 91
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... En la tienda de Arnaiz, junto a la reja que da a la calle de San Cristóbal, hay actualmente tres sillas de madera curva de Viena, las cuales sucedieron hace años a un banco sin respaldo forrado de hule negro, y este banco tuvo por antecesor a un arcón o caja vacía. Aquélla era la sede de la inmemorial tertulia de la casa. No había tienda sin tertulia, como no podía haberla sin mostrador y santo tutelar. Era esto un servicio suplementario que el comercio prestaba a la sociedad en tiempos en que no existían casinos, pues aunque había sociedades secretas y clubs y cafés más o menos patrióticos, la gran mayoría de los ciudadanos pacíficos no iba a ellos, prefiriendo charlar en las tiendas. Barbarita tiene aún reminiscencias vagas de la tertulia en los tiempos de su niñez. Iba un fraile muy flaco que era el padre Alelí, un señor pequeñito con anteojos, que era el papá de Isabel, algunos militares y otros tipos que se confundían en su mente con las figuras de los dos mandarines. ...

En la línea 97
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Prometíaselas él muy felices en la tienda de bayetas y paños del Reino que estableció en la Plaza Mayor, junto a la Panadería. No puso dependientes, porque la cortedad del negocio no lo consentía; pero su tertulia fue la más animada y dicharachera de todo el barrio. Y ved aquí el secreto de lo poco que dio de sí el establecimiento, y la justificación de los vaticinios de D. Bonifacio. Estupiñá tenía un vicio hereditario y crónico, contra el cual eran impotentes todas las demás energías de su alma; vicio tanto más avasallador y terrible cuanto más inofensivo parecía. No era la bebida, no era el amor, ni el juego ni el lujo; era la conversación. Por un rato de palique era Estupiñá capaz de dejar que se llevaran los demonios el mejor negocio del mundo. Como él pegase la hebra con gana, ya podía venirse el cielo abajo, y antes le cortaran la lengua que la hebra. A su tienda iban los habladores más frenéticos, porque el vicio llama al vicio. Si en lo más sabroso de su charla entraba alguien a comprar, Estupiñá le ponía la cara que se pone a los que van a dar sablazos. Si el género pedido estaba sobre el mostrador, lo enseñaba con gesto rápido, deseando que acabase pronto la interrupción; pero si estaba en lo alto de la anaquelería, echaba hacia arriba una mirada de fatiga, como el que pide a Dios paciencia, diciendo: «¿Bayeta amarilla? Mírela usted. Me parece que es angosta para lo que usted la quiere». Otras veces dudaba o aparentaba dudar si tenía lo que le pedían. «¿Gorritas para niño? ¿Las quiere usted de visera de hule?… Sospecho que hay algunas, pero son de esas que no se usan ya… ». ...

En la línea 341
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Para esto se había escurrido hacía el niño dormido con la vela tapada con la mano. Cuidadosamente, con cautela, se inclinó sobre él, casi sin respirar, en su reprimida excitación, y de pronto le acercó la luz a la cara y golpeó el suelo con los nudillos junto al oído del niño. Los ojos de éste se abrieron asombrados, y dirigió una mirada perpleja en torno, pero no hizo ningún movimiento especial con sus manos. ...

En la línea 351
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¿Qué te aqueja? –preguntó un susurro junto á él–. ¿A quién llamas? ...

En la línea 454
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Pertenecemos a la cola de la nobleza, señor. Mi padre es baronet, uno de los pequeños lores, por servicios caballerescos. Se llama sir Ricardo Hendon, de Hendon Hall, junto a Monk's Holm, en Kent. ...

En la línea 467
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Apartóse Su Majestad meditando y Hendon se dejó caer en una silla junto a la mesa, diciéndose: ...

En la línea 161
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... ¡Oh, el águila! ¡Qué cosas se dirían el águila de Patmos, la que mira al sol cara a cara y no ve en la negrura de la noche, cuando escapándose de junto a san Juan se encontró con la lechuza de Minerva, la que ve en lo oscuro de la noche, pero no puede mirar al sol, y se había escapado del Olimpo!» ...

En la línea 235
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Echóse a la calle, y muy pronto el corazón le tocó a rebato. «¡Calla –se dijo–, si yo la había visto, si yo la conocía hace mucho tiempo; sí, su imagen me es casi innata… ! ¡Madre mía, ampárame!» Y al pasar junto a él, al cruzarse con él Eugenia, la saludó aún más con los ojos que con el sombrero. ...

En la línea 271
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Y vino la muerte, aquella muerte lenta, grave y dulce, indolorosa, que entró de puntillas y sin ruido, como un ave peregrina, y se la llevó a vuelo lento, en una tarde de otoño. Murió con su mano en la mano de su hijo, con sus ojos en los ojos de él. Sintió Augusto que la mano se enfriaba, sintió que los ojos se inmovilizaban. Soltó la mano después de haber dejado en su frialdad un beso cálido, y cerró los ojos. Se arrodilló junto al lecho y pasó sobre él la historia de aquellos años iguales. ...

En la línea 297
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... En este momento entró en la sala un caballero anciano, el tío de Eugenia sin duda. Llevaba anteojos ahumados y un fez en la cabeza. Acercóse a Augusto, y tomando asiento junto a él le dirigió estas palabras: ...

En la línea 232
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Se sentó junto al timón con Sabau a su lado y guió resueltamente el barco hacia la boca del río. La oscuridad favorecía la fuga. Desplegaron una vela latina, pintada de negro para confundirse con las sombras de la noche. La cubierta del parao parecía desierta. ...

En la línea 366
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... En un principio procuró reaccionar contra aquellos latidos de su corazón, nuevos para ella como eran nuevos para Sandokán. Pero fue en vano. Sentía que una fuerza irresistible la empujaba hacia ese hombre; sólo era feliz cuando estaba junto a su lecho calmando los agudos dolores de su herida. ...

En la línea 680
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Pronto volveremos a Labuán. ¿Cómo olvidar a su Perla, aunque esté en Mompracem junto a mis tigres? ¿No era bastante la derrota? ¡También tenía que dejar el corazón en esta isla maldita! ...

En la línea 809
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Pero cuando llegó el momento de hablar de la Perla de Labuán, desapareció toda su ira. Su voz adquirió un timbre dulce, melancólico. Habló de ella, de sus cabellos, de sus ojos, de su voz angelical que de modo tan extraño hiciera vibrar las fibras de su corazón. Pintó con acento apasionado los momentos pasados junto a la mujer amada, durante los cuales se olvidó de Mompracem. ...

En la línea 1185
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Tenía yo a la vista los excelentes mapas del estrecho de Torres levantados y trazados por el ingeniero hidrógrafo Vincendon Dumoulin ypor el teniente de navío Coupvent Desbois -almirante en la actualidad-, integrantes del estado mayor de Dumont d'Urville durante el último viaje de circunnavegación realizado por éste. Estos mapas son, junto con los del capitán King, los mejores para guiarse por el intrincado laberinto del estrecho, y yo los consultaba con una escrupulosa atención. ...

En la línea 1615
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Ned Land y Conseil se hallaban junto a mí. Yo intuía que íbamos a asistir a una extraña escena. Observando el suelo, vi que en algunos puntos se elevaba ligeramente en unas protuberancias de depósitos calcáreos cuya regularidad traicionaba la mano del hombre. ...

En la línea 1627
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Y ahora está reposando junto a sus compañeros en ese cementerio de coral. ...

En la línea 2202
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Nada está nunca terminado en los parajes volcánicos -respondió el capitán Nemo-. El Globo está siempre siendo remodelado por los fuegos subterráneos. Ya en el año 19 de nuestra era, según Casiodoro y Plinio, apareció una isla nueva, Theia la divina, en el lugar mismo en que se han formado estos islotes. Se hundió luego en el mar para reaparecer en el año 69, hasta que se hundió definitivamente. Desde entonces a nuestros días el trabajo plutónico quedó interrumpido. Pero el 3 de febrero de 1866, emergió un nuevo islote, al que se dio el nombre de George, en medio de vapores sulfurosos, cerca de Nea Kamenni, a la que quedó unida el 6 del mismo mes. Siete días después, el 13 de febrero, apareció el islote Afroesa, creando entre él y Nea Kamenni un canal de diez metros de anchura. Yo estaba por aquí cuando se produjo el fenómeno y pude observar todas sus fases. El islote Afroesa, de forma redondeada, medía trescientos pies de diámetro y tenía una altura de treinta pies. Estaba compuesto por lavas negras y vítreas, con fragmentos feldespáticos. El 10 de marzo, un islote más pequeño, llamado Reka, apareció junto a Nea Kamenni, y desde entonces, los tres islotes, soldados entre sí, no forman más que una sola isla. ...

En la línea 51
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... La forja de Joe estaba inmediata a nuestra casa, que era de madera, así como la mayoría de las viviendas de aquella región en aquel tiempo. Cuando iba a casa desde el cementerio, la forja estaba cerrada, y Joe, sentado y solo en la cocina. Como él y yo éramos compañeros de sufrimientos y nos hacíamos las confidencias propias de nuestro caso, Joe se dispuso a hacerme una en el momento en que levanté el picaporte de la puerta y me asomé, viéndole frente a ella y junto al rincón de la chimenea. ...

En la línea 72
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Mi hermana tenía un modo agresivo e invariable de cortar nuestro pan con manteca. Primero, con su mano izquierda, agarraba con fuerza el pan y lo apoyaba en su peto, por lo que algunas veces se clavaba en aquél un alfiler o una aguja que más tarde iban a parar a nuestras bocas. Luego tomaba un poco de manteca, nunca mucha, por medio de un cuchillo, y la extendía en la rebanada de pan con movimientos propios de un farmacéutico, como si hiciera un emplasto, usando ambos lados del cuchillo con la mayor destreza y arreglando y moldeando la manteca junto a la corteza. Hecho esto, daba con el cuchillo un golpe final en el extremo del emplasto y cortaba la rebanada muy gruesa, pero antes de separarla por completo del pan la partía por la mitad, dando una parte a Joe y la otra a mí. ...

En la línea 116
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Si aquella noche pude dormir, sólo fue para imaginarme a mí mismo flotando río abajo en una marea viva de primavera y en dirección a los Pontones. Un fantástico pirata me llamó, por medio de una bocina, cuando pasaba junto a la horca, diciéndome que mejor sería que tomase tierra para ser ahorcado en seguida, en vez de continuar mi camino. Temía dormir, aunque me sentía inclinado a ello por saber que en cuanto apuntase la aurora me vería obligado a saquear la despensa. No era posible hacerlo durante la noche, porque en aquellos tiempos no se encendía la luz como ahora gracias a la sencilla fricción de un fósforo. Para tener luz habría tenido que recurrir al pedernal y al acero, haciendo así un ruido semejante al del mismo pirata al agitar sus cadenas. ...

En la línea 117
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Tan pronto como el negro aterciopelado que se vela a través de mi ventanita se tiñó de gris, me apresuré a levantarme y a bajar la escalera; todos los tablones de madera y todas las resquebrajaduras de cada madero parecían gritarme: «¡Deténte, ladrón!» y «¡Despiértese, señora Joe!» En la despensa, que estaba mucho mejor provista que de costumbre por ser la víspera de Navidad, me alarmé mucho al ver que había una liebre colgada de las patas posteriores y me pareció que guiñaba los ojos cuando estaba ligeramente vuelto de espaldas hacia ella. No tuve tiempo para ver lo que tomaba, ni de elegir, ni de nada, porque no podía entretenerme. Robé un poco de pan, algunas cortezas de queso, cierta cantidad de carne picada, que guardé en mi pañuelo junto con el pan y manteca de la noche anterior, y un poco de aguardiente de una botella de piedra, que eché en un frasco de vidrio (usado secretamente para hacer en mi cuarto agua de regaliz). Luego acabé de llenar de agua la botella de piedra. También tomé un hueso con un poco de carne y un hermoso pastel de cerdo. Me disponía a marcharme sin este último, pero sentí la tentación de encaramarme en un estante para ver qué cosa estaba guardada con tanto cuidado en un plato de barro que había en un rincón; observando que era el pastel, me lo llevé, persuadido de que no estaba dispuesto para el día siguiente y de que no lo echarían de menos en seguida. ...

En la línea 555
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Raskolnikof dejó el hacha en el suelo, junto al cadáver, y empezó a registrar, procurando no mancharse de sangre, el bolsillo derecho, aquel bolsillo de donde él había visto, en su última visita, que la vieja sacaba las llaves. Conservaba plenamente la lucidez; no estaba aturdido; no sentía vértigos. Más adelante recordó que en aquellos momentos había procedido con gran atención y prudencia, que incluso había sido capaz de poner sus cinco sentidos en evitar mancharse de sangre… Pronto encontró las llaves, agrupadas en aquel llavero de acero que él ya había visto. ...

En la línea 572
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Seguidamente sacó el hacha del cubo, limpió el hierro y estuvo lo menos tres minutos frotando el mango, que había recibido salpicaduras de sangre. Lo secó todo con un trapo puesto a secar en una cuerda tendida a través de la cocina, y luego examinó detenidamente el hacha junto a la ventana. Las huellas acusadoras habían desaparecido, pero el mango estaba todavía húmedo. ...

En la línea 587
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... El instinto lo guiaba. Una vez bien cerrada la puerta, se quedó junto a ella, encogido, conteniendo la respiración. ...

En la línea 838
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Ésa es la cuestión principal. No cabe duda de que el asesino estaba en el piso y había echado el cerrojo. Seguro que lo habrían atrapado si Koch no hubiese cometido la tontería de abandonar la guardia para bajar en busca de su amigo. El asesino aprovechó ese momento para deslizarse por la escalera y escapar ante sus mismas narices. Koch está aterrado; no cesa de santiguarse y decir que si se hubiese quedado junto a la puerta del piso, el asesino se habría arrojado sobre él y le habría abierto la cabeza de un hachazo. Va a hacer cantar un Tedeum… ...

En la línea 320
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... E inmediatamente saludé, me puse de nuevo el sombrero y pasé junto al barón, sonriéndole burlonamente. ...

En la línea 1216
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Compadecía a Paulina, lo juro. Pero, cosa extraña, desde que había pasado la víspera junto al tapete verde empezando a recoger paquetes de billetes de banco, mi amor parecía haber pasado a segundo término. Esto lo digo ahora, pues en aquellos momentos no tenía conciencia de ello. ¿Es posible que sea yo un jugador? Verdaderamente, yo amaba a Paulina… de un modo raro. La amo siempre, Dios me es testigo. Pero, al volver a mi habitación, después de haber dejado a Mr. Astley, sufría sinceramente y me acusaba a mí mismo de graves pecados. ...

En la línea 1357
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Paso días enteros junto al tapete verde observando el juego, sueño con él, me siento embrutecido y me veo cubierto de lodo, como si hubiera caído en una charca. ...

En la línea 161
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Dio la casualidad que uno de los que estaban sentados junto a la mesa antes de ir allí había estado en la posada de La Cruz de Colbas. ...

En la línea 197
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Aquella noche el obispo de D., después de dar un paseo por la ciudad, permaneció hasta bastante tarde encerrado en su cuarto. A las ocho trabajaba todavía con un voluminoso libro abierto sobre las rodillas, cuando la señora Magloire entró, según su costumbre, a sacar la plata del cajón colocado junto a la cama. ...

En la línea 223
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Caballero, sentaos junto al fuego; dentro de un momento cenaremos, y mientras cenáis, se os hará la cama. ...

En la línea 1186
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... El señor Magdalena entró en la habitación y se paró junto a la cama; miraba alternativamente a la enferma y al crucifijo, lo mismo que dos meses antes cuando la visitó por primera vez. El rezaba, ella dormía, pero en aquellos dos meses los cabellos de Fantina se habían vuelto grises y los de Magdalena blancos. ...

En la línea 57
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Aquello fue tan repentino e inesperado que desconcertó a Buck. Vio a Spitz sacando la lengua escarlata tal como hacía al reírse, y vio a François, que, blandiendo un hacha, saltaba hacia el centro del círculo. Tres hombres armados de garrotes le ayudaron a dispersarlos. No les llevó mucho tiempo. A los dos minutos de la caída de Curly, los últimos asaltantes fueron ahuyentados a garrotazos. Pero ella yacía mustia y sin vida sobre la nieve ensangrentada y pisoteada, hecha literalmente pedazos, y de pie junto a ella el mestizo profería terribles maldiciones. La escena se repitió a menudo como una pesadilla en los sueños de Buck. De modo que así eran las cosas. Nada de juego limpio. Una vez en el suelo, había llegado tu fin. Pues ya se las arreglaría él para no caer nunca. Spitz volvió a reír y sacó la lengua, y desde aquel momento Buck le profesó un odio amargo e implacable. ...

En la línea 78
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Su evolución (o regresión) fue rápida. Sus músculos adquirieron la dureza del hierro y se hizo insensible a todas las penalidades comunes. Desarrolló una economía interna igual que la externa. Era capaz de comer cualquier cosa, por repugnante o indigesta que fuera y, una vez ingerida, los jugos de su estómago extraían de ella hasta la última partícula nutritiva que la sangre llevaba hasta los lugares más recónditos de su cuerpo, donde se convertía en tejido orgánico más fuerte y resistente. La vista y el olfato se le aguzaron notablemente, mientras su oído se volvía tan fino que, aun estando dormido, era capaz de percibir el más leve sonido y saber si era un presagio de paz o de peligro. Aprendió a arrancarse con los dientes el hielo que se le acumulaba entre los dedos; y cuando tenía sed y el agua estaba cubierta de una gruesa capa de hielo, la rompía golpeándola con las agarrotadas patas delanteras. Su rasgo más sobresaliente era la habilidad de olisquear y prever, una noche antes, de dónde soplaría el viento. Aun cuando no hubiera siquiera una brisa en el momento en que cavaba su hoyo junto a un árbol o un terraplén, el viento que soplaba más tarde lo encontraba indefectiblemente a sotavento, cómodamente resguardado. ...

En la línea 101
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Buck llegó tambaleándose junto al trineo, exhausto, con la respiración entrecortada, indefenso. Era la oportunidad de Spitz, que se abalanzó sobre el; dos veces hundió los dientes en su enemigo indefenso, desgarrando la carne hasta el hueso. Entonces le cayó encima el látigo de François, y Buck tuvo la satisfacción de contemplar cómo Spitz recibía la peor azotaina propinada hasta entonces a un perro del equipo. ...

En la línea 111
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... A los siete días de la llegada a Dawson ya estaban bajando por el empinado talud junto a los Barracks para enfilar la Yukon Trail en dirección a Dyea y Salt Water. Perrault era portador de despachos más urgentes, si cabe, que los que había traído; además, se había apoderado de él un orgullo profesional que lo incitaba a batir las marcas de velocidad del año. Varios aspectos le eran favorables. La semana de descanso había servido para que los perros se recuperasen y estuviesen en perfecto estado. La senda abierta por ellos a campo traviesa había sido después consolidada por otros viajeros. Y por último, la policía había instalado en dos o tres lugares depósitos de comida para los hombres y los perros, de modo que podían viajar con muy poco peso. ...

En la línea 233
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... En mi egoísmo, casi me hubiera alegrado de que aquellos comienzos de lozanía remitiesen, y con la debilidad y la anterior languidez, mi Blanca siguiese existiendo y no asomara, entre relámpagos de horrible lucidez, la Luisa torturadora, junto a la cual mi vida había sido pasión perpetua… ...

En la línea 261
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Pasábamos las horas muertas Blanca y yo junto a la borda. ...

En la línea 1072
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Toda la retórica piadosa de Lucía se estrellaba ante la invencible y benéfica ilusión de la hora postrera. Acudió a Miranda y Perico demandando ayuda, y ambos se encogieron de hombros, declarándose de todo punto inexpertos y poco a propósito para asuntos tales. Justamente el día en que se le puso en la cabeza hablarles del asunto, tenían ellos concertada una cena con Zulma y compañeras no mártires en el más calentito y retirado gabinete de Brébant. ¡Brava sazón de pensar en semejantes cosas! No obstante, alguien hubo que sacó a Lucía del atolladero; y fue ni más ni menos que Sardiola, que conocía a un jesuita paisano suyo, el Padre Arrigoitia, y lo trajo en un santiamén. Era el Padre Arrigoitia alto como una caña, encorvado por la cintura, dulce como el jarabe y tan pegadizo e insinuante como brusco y desamorado su conterráneo el Padre Urtazu. Entró pretextando una visita de la tía de Pilar, volvió manifestando mucho interés por la salud corporal de la enferma, trajo tierra de la santa gruta de Manresa y pastillas pectorales de Belmet, todo junto y envuelto en muchos papelitos, y en suma, se dio tal maña y arte, que a la semana de conocerle y tratarle, Pilar espontáneamente pidió lo que tanto deseaban darle el jesuita y la enfermera. Al salir el Padre Arrigoitia del cuarto de la que bien podemos llamar moribunda, después de haber pronunciado las palabras de la absolución, sintió detrás de la puerta el ulular de un congojado pecho, y oyó una voz que decía: ...

En la línea 1087
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Hízose todo con tal celeridad y tino, que serían las tres de la tarde no más cuando en la estancia, ordenada ya, y junto al balcón abierto, leía el Padre Arrigoitia en su Breviario las oraciones por los difuntos, y Lucía le contestaba entre sollozos «Amén». La llama de los cirios, devorada por la claridad gloriosa del sol, no era más que un punto rojizo, en cuyo centro se distinguía la negra raya del pábilo. A lo lejos se escuchaba el sordo rodar de los coches, anunciado antes por el retemblido de los vidrios; y dominando los rumores de la calle, la voz del jesuita que decía: ...

En la línea 642
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Dos minutos después llegaban al borde del río y se detenían a menos de cincuenta pasos de la hoguera, sobre la cual estaba el cuerpo del rajá. Entre la semioscuridad vieron a la víctima absolutamente inerte, tendida junto al cadáver de su esposo. ...

En la línea 919
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Unos treinta consumidores ocupaban en la gran sala unas mesetas de junco tejido. Los unos vaciaban pintas de cerveza inglesa, ale o porter, los otros, copas de licores alcohólicos, gin o brandy. Además, la mayor parte de ellos fumaba en largas pipas de barro colorado, llenas de bolitas de opio mezclado con esencia de rosa. Después, de vez en cuando, algún fumador enervado caía bajo la mesa; y los mozos, tomándolo por los pies y la cabeza, lo llevaban al tinglado para que allí durmiera tranquilamente. Estaban allí colocados como treinta de éstos, embriagados, unos junto a otros en el último grado de embrutecimiento. ...

En la línea 1510
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Mister Fogg, mistress Aouida y Fix, levantaron la cabeza. El coronel Proctor estaba junto a ellos. ...

En la línea 1604
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... - Como gustéis, caballero- le respondió Phileas Fogg ; pero si queréis prestarme un servicio, os quedaréis junto a mistress Aouida; y en el caso de que me suceda algo… ...


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